Estudio bíblico de 1 Reyes 17:8-18:28

1 Reyes 17:8-18:28

Continuamos hoy nuestro estudio del capítulo 17 de este Primer Libro de Reyes. Y en nuestro programa anterior, estuvimos hablando de Elías, el hombre a quien Dios había levantado para resistir la maldad de Acab y Jezabel, en el reino del norte. Y vimos cómo Dios tuvo que prepararle y entrenarle. Vimos que le envió al desierto y fue, y se escondió en el arroyo de Querit, y Dios proveyó para sus necesidades enviando a los cuervos a que le dieran de comer. Y vimos que Elías se quedó allí en ese arroyo por algún tiempo, pero que después de unos días el arroyo se fue secando porque no había llovido sobre la tierra. Y ante esa situación, Elías pudo haber calculado cuántos días le faltaban antes de morirse de sed.

Cuando Elías miraba ese arroyo pequeño que se iba secando, aprendió una lección espiritual, pues habrá podido comprobar que su vida era como un arroyo seco. Él no era nada en sí mismo. Era simplemente un arroyo, una fuente por la cual el agua viva podría correr. Recordemos que el Señor Jesucristo dijo en el evangelio según San Juan, capítulo 4, versículos 13 y 14: "Cualquiera que beba de esta agua, volverá a tener sed, pero el que beba del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna". Estimado oyente, sería conveniente examinarnos para ver si la vida es un arroyo seco que no tiene agua viva. Es solamente mientras corre a través de usted el agua de vida que es la Palabra de Dios, que usted puede ser una fuente de bendición. Elías tuvo que aprender que Dios, como dice el apóstol Pablo en su primera carta a los Corintios, capítulo 1, versículo 27 escogió a los que el mundo considera necios, para avergonzar a los sabios, y a los que el mundo tiene por débiles, para avergonzar a los fuertes. Dios estaba diciéndole a Elías, "Tú no eres una persona fuerte y llena de recursos. No eres mejor que ese lecho seco de un arroyo. Y no tendrás fuerza hasta que el agua de vida fluya a través de ti."

Somos simplemente como el lecho seco de un arroyo, a menos que la Palabra de Dios corra por nosotros. Así podremos ser canales de bendición para otros. Continuemos ahora con este capítulo 17 del Primer Libro de Reyes y leamos ahora los versículos 8 hasta el 12:

"Luego llegó a Elías una palabra del Señor, que decía: Levántate, vete a Sarepta de Sidón y vive allí; ahí le he dado orden a una mujer viuda que te sustente. Entonces él se levantó y se fue a Sarepta. Cuando llegó a la puerta de la ciudad, había allí una mujer viuda que estaba recogiendo leña. Elías la llamó y le dijo: Te ruego que me traigas un poco de agua en un vaso para que beba. Cuando ella iba a traérsela, él la volvió a llamar y le dijo: Te ruego que me traigas también un bocado de pan en tus manos. Ella respondió: ¡Vive el Señor, tu Dios, que no tengo pan cocido!; solamente tengo un puñado de harina en la tinaja y un poco de aceite en una vasija. Ahora recogía dos leños para entrar y prepararlo para mí y para mi hijo. Lo comeremos y luego moriremos."

Después que la viuda le contó a Elías su situación, él le dijo que entrara en su casa, le preparara un poco de pan y se lo trajera, asegurándole que ella no iba a morir. Prosigamos leyendo los versículos 13 y 14:

"Elías le dijo: No tengas temor: ve y haz como has dicho; pero hazme con ello primero una pequeña torta cocida debajo de la ceniza, y tráemela. Después la harás para ti y para tu hijo. Porque el Señor, Dios de Israel, ha dicho así: La harina de la tinaja no escaseará, ni el aceite de la vasija disminuirá, hasta el día en que el Señor haga llover sobre la faz de la tierra."

Elías y la viuda iban cada día a ver la tinaja que supuestamente estaba vacía. Pero resultó que aquella tinaja era tan fértil como los campos verdes que producen su fruto. Ésta es otra lección que Elías necesitaba aprender. Y también nosotros necesitamos ser conscientes de que no somos más que unas tinajas vacías.

Oímos hablar tanto hoy en día en cuanto a la consagración en el sentido de entregar nuestro talento al Señor. Pero, estimado oyente, ¿qué tenemos para ofrecerle a Dios? En las bodas en Caná de Galilea, ¿Cuál fue el evento más importante en esa boda? ¿Fue acaso el traje nupcial, o los manjares que se sirvieron a la mesa? ¡No! Había allí algunas tinajas de piedra para agua que estaban vacías. El Señor las llenó con agua, y le fue posible entonces servir a los convidados un vino delicioso. Ése es el detalle más importante que los invitados recordarían.

Estimado oyente, no somos más que tinajas para harina que están vacías y tinajas para agua también vacías. No somos nada hasta que el agua de vida y el pan de vida nos hayan llenado completamente. Necesitamos estar llenos del Espíritu Santo y de la Palabra de Dios.

Llegamos ahora a otro incidente importante en la vida de Elías. Leamos el versículo 17, de este capítulo 17 de 1 Reyes, que nos cuenta el incidente en el cual

El hijo de la viuda fue resucitado por Elías

"Después de estas cosas aconteció que cayó enfermo el hijo de la dueña de la casa. La enfermedad fue tan grave que se quedó sin aliento."

Ahora, el hijo de la viuda murió. Y, ¿qué hizo Elías? Pues, leamos los versículos 19 al 22:

"Dame acá tu hijo, le dijo él. Lo tomó entonces Elías de su regazo, lo llevó al aposento donde él vivía y lo puso sobre su cama. Luego clamó al Señor diciendo: Señor, Dios mío, ¿también a la viuda en cuya casa estoy hospedado vas a afligir, haciendo morir su hijo? Se tendió sobre el niño tres veces y clamó al Señor: Señor, Dios mío, te ruego que hagas volver el alma a este niño. El Señor oyó la voz de Elías, el alma volvió al niño y éste revivió."

Observemos que Elías se mantuvo en contacto con el cuerpo muerto. Éste es el gran principio de la resurrección, que implica un contacto con la vida. En la actualidad el cristianismo debe ponerse en contacto con Jesucristo, es decir, tener una relación vital con Él. Tenemos que reconocer que éste fue uno de los grandes milagros de la Escritura. Dice aquí que "el alma volvió al niño y éste revivió". Estimado oyente, somos como cuerpos sin vida. Somos pecadores que estamos muertos en delitos y pecados. Si hemos aceptado al Señor Jesucristo como nuestro Salvador, entonces podemos identificarnos con el apóstol Pablo, en su carta a los Gálatas, capítulo 2, verso 20, cuando él dijo: "Con Cristo estoy juntamente crucificado y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en el cuerpo, lo vivo por mi fe en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó a sí mismo por mí". Entonces, si hemos confiado en Cristo, podemos identificarnos con el Señor Jesucristo y hacer nuestras las palabras del apóstol Pablo, y considerar que fuimos crucificados con Él hace más de 2.000 años, muriendo con Él y resucitando con Él. Ahora estamos unidos al Cristo vivo. Sin esa unión con Él, no tenemos relación con Dios ni tenemos vida espiritual.

Resumiendo, diremos que Elías tuvo que aprender que él era como el lecho seco de un arroyo, como una tinaja vacía, y como un cuerpo muerto. Cuando Elías reconoció esta realidad, entonces Dios pudo utilizarle. Martín Lutero declaró que Dios crea de la nada, y hasta que un ser humano reconozca que él no es nada, Dios no puede hacer nada por él. Ése es el problema con muchos de nosotros hoy. Nos sentimos tan fuertes, con talento y recursos, que Dios no puede usarnos.

Y así concluye el capítulo 17 de este Primer Libro de Reyes. Llegamos ahora a

1 Reyes 18:1-28

El tema general de este capítulo nos presenta a Elías contra los profetas de Baal. Este capítulo es uno de los más espectaculares de la Biblia. El profeta Elías desafió a los profetas de Baal a una prueba para determinar quién era realmente Dios. Este capítulo cubre los siguientes eventos: Abdías se encontró con Elías. Elías reprendió a Acab. Tenemos también la muerte de los profetas de Baal. Y Elías, mediante la oración, logró que lloviera. La entrevista entre Elías y Acab, una vez más fue dramática. Observemos las tres veces que se anunció: "Aquí está Elías", en los versículos 8, 11 y 14.

El conflicto fue sensacional, después que Elías desafió a los 450 profetas de Baal. Un reformador dijo que una persona, en compañía de Dios, constituye una mayoría frente a cualquier grupo de enemigos. Los profetas de Baal, emplean toda clase de encantamiento para que caiga fuego sobre la ofrenda en el nombre de Baal. Elías mira con un ojo aburrido y escéptico. Emplea la ironía y el sarcasmo. Ellos gritan más fuerte y se ponen más frenéticos, pero todo es en vano. Elías, después que los profetas de Baal se retiran frustrados, repara el altar de 12 piedras, mostrando que la nación de Israel es una. Luego, arregla la leña y el sacrificio. Después que tinaja tras tinaja de agua es traída del Mediterráneo azul al monte Carmelo y echada sobre el altar, Elías eleva una de las más grandes oraciones de la Escritura, breve pero efectiva. Y después de matar a los profetas de Baal, Elías anuncia la proximidad de una tempestad de lluvia que viene desde el mar Mediterráneo.

Comencemos, pues, el estudio de este interesante capítulo 18, leyendo los versículos 1 y 2, donde se inicia la preparación del encuentro entre

Elías y Abdías

"Pasó muchos tiempo, y tres años después, llegó palabra del Señor a Elías, diciendo: Ve, muéstrate a Acab, y yo haré llover sobre la faz de la tierra. Fue, pues, Elías a mostrarse a Acab. En Samaria el hambre era grave."

Dios estaba entonces preparado para utilizar a Elías. Este profeta podía ya presentarse en público con valor. Había aprendido la lección de sus limitaciones y de los recursos ilimitados de Dios. Y así salió para enfrentarse con el rey Acab. Leamos los versículos 3 al 6:

"Acab llamó a Abdías, su mayordomo. Abdías era muy temeroso del Señor, pues cuando Jezabel destruía a los profetas de Jehová, Abdías tomó a cien profetas y los escondió en cuevas de cincuenta en cincuenta, y los sustentó con pan y agua. Dijo, pues, Acab a Abdías: Ve por el país a todas las fuentes de aguas y a todos los arroyos, a ver si acaso encontramos pasto con que conservar con vida a los caballos y a las mulas, para que no nos quedemos sin bestias. Y dividieron entre sí el país para recorrerlo; Acab fue por un camino y Abdías fue solo por otro."

El hambre ahora estaba en su período agudo. Mucha de la vegetación se había secado y el ganado ya no encontraba donde apacentar. Por tanto, Acab y su siervo Abdías salieron buscando tierras con más hierba. Acab salió en una dirección y Abdías en otra. Ahora, Abdías era mayordomo del palacio de Acab. Era un hombre que respetaba y reverenciaba a Dios y había escondido a unos cien profetas de Dios para protegerles de la ira de Jezabel. Continuemos leyendo los versículos 7 y 8:

"Cuando Abdías iba por el camino, se encontró con Elías. Al reconocerlo, se postró sobre su rostro y dijo: ¿No eres tú Elías, mi señor? Yo soy; ve y dile a tu amo: Aquí está Elías, le respondió él."

Mientras Abdías buscaba esos lugares con más hierba, se encontró con Elías. Y éste le dijo que le anunciara al rey su presencia. ¡Cuánto necesitamos una voz como la de Elías en la actualidad! La Biblia dice que él volverá después que la iglesia parta de la tierra. Esta tierra necesitará una voz enérgica en ese entonces, y Elías será esa voz. Avancemos leyendo ahora los versículos 9 hasta el 13 de este capítulo 18 del Primer Libro de Reyes:

"Abdías contestó: ¿En qué he pecado para que entregues a tu siervo en manos de Acab para que me mate? ¡Vive el Señor, tu Dios!, que no ha habido nación ni reino adonde mi señor no haya enviado a buscarte, y cuando respondían: No está aquí, hacía jurar a reinos y a naciones que no te habían hallado. ¿Y ahora tú dices: Ve y dile a tu amo: Aquí está Elías? Acontecerá que luego de que yo me haya ido, el espíritu del Señor te llevará adonde yo no sepa. Y cuando yo vaya a dar la noticia a Acab, él no te hallará y me matará. Pero tu siervo teme al Señor desde su juventud. ¿No le han contado a mi señor lo que hice cuando Jezabel mataba a los profetas del Señor, que escondí en cuevas a cien de los profetas del Señor, de cincuenta en cincuenta, y los mantuve con pan y agua?"

Abdías no quería entregar el mensaje de Elías, porque tenía miedo de que Elías desapareciera antes de que Acab le viese. Es que Abdías temía perder su vida. Y continuó diciendo Abdías en los versículos 14 al 16:

"Y ahora dices tú: Ve y dile a tu amo: Aquí está Elías. ¿Quieres que me mate? Elías le dijo: ¡Vive el Señor de los ejércitos, en cuya presencia estoy!, que hoy me presentaré ante él. Entonces Abdías fue a encontrarse con Acab, le dio el aviso, y Acab fue a encontrarse con Elías."

Como Elías le aseguró que con toda seguridad se presentaría ante el rey Acab, Abdías entregó el mensaje al rey. Leamos los versículos 17 y 18 de este capítulo 18 del Primer Libro de Reyes, en lo cuales encontramos

El desafío de Elías a Acab

"Cuando lo vio, le dijo: ¿Eres tú el que perturbas a Israel? Él respondió: Yo no he perturbado a Israel, sino tú y la casa de tu padre, al abandonar los mandamientos del Señor y seguir a los baales."

Respondió valientemente a la acusación del rey. Es interesante comprobar cómo la Palabra de Dios causa un estado de conmoción. Y entonces Elías desafió a Acab a una prueba entre los profetas de Baal y el Señor. En el versículo 19, vemos lo que dijo Elías:

"Manda, pues, ahora a que todo Israel se congregue en el monte Carmelo, con los cuatrocientos cincuenta profetas de Baal y los cuatrocientos profetas de Asera, que comen de la mesa de Jezabel."

En realidad el conflicto sería entre Satanás y el Señor; entre la adoración del Dios vivo y la adoración de Baal. Aparentemente fue una batalla de Acab, Jezabel y los 450 profetas contra Elías. Sin embargo Elías, equivalía el solo a un ejército entero. Continuemos leyendo los versículos 20 y 21 de este capítulo 18 del Primer Libro de Reyes, que presentan el gran conflicto de

El Señor contra Baal en el monte Carmelo

"Acab convocó a todos los hijos de Israel, y reunió a los profetas en el monte Carmelo. Entonces Elías, acercándose a todo el pueblo, dijo: ¿Hasta cuándo vacilaréis vosotros entre dos pensamientos? Si el Señor es Dios, seguidle; si Baal, id en pos de él. Y el pueblo no respondió palabra."

El pueblo de Israel se había reunido en el monte Carmelo. Habría una verdadera lucha. Elías conocía lo que estaba en la mente del pueblo. Simulaban adorar al Dios vivo y verdadero, pero adoraban también a Baal. Es esa clase de profesión de fe ambigua, en la que se dice una cosa mientras que se cree en otra. Hay que reconocer que esta conducta caracterizada por una doble moral, ha alejado a muchas personas de un cristianismo auténtico. Y dice el versículo 22:

"Elías siguió hablándole al pueblo: Sólo yo he quedado como profeta del Señor, mientras que de los profetas de Baal hay cuatrocientos cincuenta hombres."

Elías le dijo a Israel, que él era el único que se estaba declarando a favor de Dios. Pero, se equivocó. Había siete mil que se escondían en las colinas, cuyas rodillas nunca se doblaron ante Baal. Nunca nos ha gustado en realidad esa multitud, pero por lo menos tenemos que admitir que no adoraban a Baal. Elías nosabía nada de ellos. Ni siquiera había recibido un mensaje de ellos para animarle en su lucha. Elías continuó pues su mensaje al pueblo y su desafío a los profetas de Baal. Continuamos leyendo los versículos 23 y 24:

"Dénsenos, pues, dos bueyes, y escojan ellos uno; córtenlo en pedazos y pónganlo sobre leña, pero que no le prendan fuego. Yo prepararé el otro buey, lo pondré sobre leña, y tampoco le prenderé fuego. Invocad luego vosotros el nombre de vuestros dioses; yo invocaré el nombre del Señor. El Dios que responda por medio del fuego, ése es Dios. Bien dicho, respondió todo el pueblo."

Y estimado oyente, Dios quiere que usted sepa que Él es el Dios vivo. Aunque usted pueda tener dudas, si usted es sincero y realmente desea conocerle, Él se le revelará de alguna manera. Porque la fe no consiste en andar a tientas en la oscuridad. La fe se apoya en hechos. Y su salvación depende de que usted crea en esos hechos y confíe en el Señor Jesucristo. Tenemos luego aquí, algo que creemos es quizás una de las escenas más dramáticos en toda la Biblia. Leamos los versículos 25 al 28:

"Entonces Elías dijo a los profetas de Baal: Escoged un buey y preparadlo vosotros primero, pues sois los más. Invocad luego el nombre de vuestros dioses, pero no le prendáis fuego. Ellos tomaron el buey que les fue dado y lo prepararon, e invocaron el nombre de Baal desde la mañana hasta el mediodía. Decían: ¡Baal, respóndenos! Pero no se escuchó ninguna voz, ni hubo quien respondiera; entre tanto, ellos seguían saltando alrededor del altar que habían hecho. Hacia el mediodía, Elías se burlaba de ellos diciendo: Gritad con voz más fuerte, porque es un dios. Quizá está meditando o tiene algún trabajo o se ha ido de viaje. ¡Tal vez duerme y haya que despertarlo! Seguían ellos clamando a gritos, y se hacían cortes, conforme a su costumbre, con cuchillos y con lancetas, hasta que les chorreaba la sangre."

Los profetas de Baal realizaron una verdadera representación dramática. Mientras tanto, Elías simplemente se sentó allí, mirando y observando todo con mucho sarcasmo y cinismo. Los falsos profetas demostraron un gran fanatismo y expresaron emociones extremas, hasta llegar a la histeria. Luego hirieron sus propios cuerpos ante Elías y el pueblo de Israel que les observaban. Era una época de gran apostasía e idolatría en el pueblo y en esos momentos, Elías estaba aparentemente solo. Los siete mil creyentes que ya hemos citado, se quedaron en sus refugios de las montañas. Ninguno de ellos se presentó allí para acompañar a Elías. Y aquel profeta solitario no estaba en el monte Carmelo para hacerse eco de la opinión de la gente. Estaba más preocupado en agradar a Dios que en buscar la popularidad. Él prefería la aprobación divina al aplauso de la multitud. Era como una voz clamando en el desierto del mundo, enfrentándose a Satanás y a sus huestes, desafiando a los enemigos de Dios.

A través de los siglos, el ser humano alejado de Dios ha estado buscando y clamando, recurriendo a sistemas de pensamiento, líderes humanos y sectas antiguas y modernas, con la esperanza de vivir alguna experiencia que le libere de la esclavitud del pecado y la maldad. En el mejor de los casos han experimentado algún alivio pasajero, que no ha llegado a ser más que una pausa antes de reanudar su búsqueda. En todos los casos, la respuesta ha sido el silencio. Sin embargo, hay una realidad diferente y, estimado oyente, usted mismo podrá comprobar esta afirmación. El Dios vivo no se ha escondido, sino que quiere hacerse real en la vida de las personas. Por ese motivo envió al Señor Jesucristo al mundo para morir y después resucitar. Recordemos estas Palabras de Dios mismo, a través del profeta Jeremías en el capítulo 33, versículo 3 de su libro: "Clama a mí y yo te responderé, y te ensañaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces."

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