Estudio bíblico de Romanos 2:17-3:9

Romanos 2:17-3:9

Continuamos estudiando hoy el capítulo 2 de esta epístola del apóstol Pablo a los Romanos. Y recordará usted que en este segundo capítulo, Pablo indicó que la gente buena también era pecadora. Y también señaló las normas por las cuales Dios los juzgará un día. Vimos en el programa anterior, los seis grandes principios que Pablo expuso, por los cuales Dios juzgará a quienes se justifican a sí mismos. Y Dios no estará observando solamente las cosas buenas, es decir, que uno es generoso con lo que tiene y que es bueno con los vecinos. Todo eso es bueno y elogiable, pero Dios lo juzgará estimado oyente, según lo que usted piensa o de acuerdo con los pensamientos que usted tiene y que nadie más conoce. Pero Dios sí los conoce y sabe cuando hay pensamientos impuros. Y esa será la manera en que Dios le juzgará, pues Él no hace diferencias entre unas personas y otras. Tenemos ahora, delante de nosotros, que Dios juzgaría a los religiosos también y a los judíos especialmente, porque la religión de ellos, fue una religión dada por Dios mismo. Ellos serían juzgados. Y dijo Pablo aquí en los versículos 17 y 18 de este capítulo 2 de la carta a los Romanos:

"Tú te llamas judío, te apoyas en la Ley y te glorías en Dios; conoces su voluntad e, instruido por la Ley, apruebas lo mejor"

La religión ya no era para este hombre un punto de apoyo. Le había llevado a ser orgulloso y autosuficiente. La luz del conocimiento había creado una responsabilidad añadida que ocasionó una mayor condenación. El judío tenía 10 ventajas sobre el que no era judío, que se mencionan en los versículos siguientes. Las primeras 5 se refieren a lo que el era. (1) Llevar el nombre específico de judío; (2) apoyarse en la ley; (3) presumir de Dios; (4) conocer la voluntad de Dios; (5) verificar la excelencia de ciertas cosas, al ser instruido en la ley. Y Pablo continuó diciendo aquí en los versículos 19 y 20:

"Estás convencido de que eres guía de ciegos, luz de los que están en tinieblas, instructor de los ignorantes, maestro de niños y que tienes en la Ley la forma del conocimiento y de la verdad".

Los últimos 5 privilegios personales del judío se referían a lo que él hacía: (1) estar convencido de ser un guía de ciegos; (2) ser una luz para los que andaban en la oscuridad; (3) instruir a los ignorantes; (4) enseñar a la gente sencilla o inmadura; (5) tener en la ley la regla del conocimiento y la verdad. Ahora Pablo, pues mirando a ese hombre le hizo ciertas preguntas, que encontramos aquí, comenzando con el versículo 21 y 22:

"Tú, pues, que enseñas a otro, ¿no te enseñas a ti mismo? Tú que predicas que no se ha de robar, ¿robas? Tú que dices que no se ha de adulterar, ¿adulteras? Tú que abominas de los ídolos, ¿cometes sacrilegio?"

Pablo mencionó 3 pecados comunes: (1) inmoralidad, es decir, pecado contra otras personas; (2) sensualidad, es decir, pecados contra uno mismo; (3) idolatría, o sea, pecado contra Dios.

Y, con respecto a las preguntas, veamos las siguientes: ¿no te enseñas a ti mismo? En otras palabras, ¿practicas lo que predicas? Para muchos predicadores, lo que predican es mejor que lo que viven.

¿Cometes sacrilegio? O, más bien, ¿robas las riquezas de los templos? El judío fue curado en cuanto a la atracción del oro en la cautividad de Babilonia. Y hasta donde sabemos, nunca se entregó a la idolatría después de esa experiencia. Sin embargo, nunca le molestó hacer negocios con los objetos que salían de templos paganos, y vendía esas cosas, como parte de sus negocios.

Ahora los 3 pecados que Pablo mencionó (inmoralidad, sensualidad e idolatría) fueron tratados en el orden inverso en el capítulo 1 de esta carta a los Romanos. La idolatría fue el punto culminante para el judío, y por cierto, diremos que él no podría haber caído más bajo que eso. Pero, ¿no corremos, a veces, el peligro de desprestigiar a la persona de Jesucristo? Recordemos que nosotros somos como un evangelio que se escribe día a día, escrito en carne propia, y eso es lo que el mundo ve. Ese evangelio se escribe con las cosas que usted hace y las palabras que usted dice. Las personas están leyendo lo que usted escribe, esté acorde con la Palabra de Dios o no. ¿Cómo se refleja el evangelio en su propia vida?

Ahora, Pablo trató algo de vital importancia. Continuemos leyendo el versículo 25:

"La circuncisión, en verdad, aprovecha si guardas la Ley; pero si eres transgresor de la Ley, tu circuncisión viene a ser incircuncisión".

Ahora, la circuncisión era la señal del sistema mosaico. Ese era todo su valor. El rito en sí mismo no tenía mérito alguno, era solo un distintivo. Y ese distintivo indicaba que el hombre creía en la ley de Moisés. Para ellos el transgredir la ley y ser circuncidado, en realidad cambiaba la situación y traía descrédito al rito, a esa señal. Y lo que debía ser sagrado se convertía en un motivo de deshonra.

Ahora podríamos trasladar esa situación a nuestro tiempo, y relacionarlo con los sacramentos de la iglesia. Por ejemplo, tenemos el caso del bautismo. Es la expresión pública de la obra de Dios en el corazón de una persona. Pero constituye una farsa si la persona bautizada no muestra evidencias de haber sido salva. Lo mismo puede decirse de la membresía en una iglesia. Hay muchas personas hoy en día que se unen a una Iglesia, y por su manera de vivir sólo traen descrédito a la causa de Cristo. Ponen en ridículo el significado de la membresía en una Iglesia. Y eso es precisamente lo que Pablo está diciendo en este pasaje. Escuchemos lo que él dijo aquí en el versículo 26 de este capítulo 2 de la carta a los Romanos:

"Por tanto, si el que no está circuncidado guarda las ordenanzas de la Ley, ¿no lo considerará Dios circuncidado aunque no lo esté?"

Permítanos usar otro ejemplo. ¿Si una mujer, o un hombre, pierde su anillo de matrimonio; quiere decir eso que vuelve a ser soltera o soltero? El matrimonio, estimado oyente, es mucho más que un simple anillo, aunque éste sea un símbolo del mismo. Veamos ahora lo que dijo Pablo aquí en el versículo 27:

"Y el que físicamente no está circuncidado, pero guarda perfectamente la Ley, te condenará a ti, que con la letra de la Ley y la circuncisión quebrantas la Ley".

O sea que, volviendo a usar la ilustración del anillo, el llevar el anillo de matrimonio habla de algo sagrado, y el ser infiel con aquello que representa, hace del anillo de matrimonio un objeto de deshonra. Lo que Pablo estaba diciendo entonces, es que la circuncisión debía representar algo real. Y concluyó el apóstol Pablo este capítulo 2 de esta epístola a los Romanos, diciendo aquí en los versículos 28 y 29:

"No es judío el que lo es exteriormente, ni es la circuncisión la que se hace exteriormente en la carne; sino que es judío el que lo es en lo interior, y la circuncisión es la del corazón, en espíritu y no según la letra. La alabanza del tal no viene de los hombres, sino de Dios".

La ley ya había establecido que la circuncisión tenía lugar en realidad en el corazón. Moisés dijo en Deuteronomio, capítulo 10, versículo 16: "Poned en vuestro corazón la marca del pacto, es decir, la circuncisión y no continuéis siendo tercos". Eso nos prepara entonces para considerar ahora

Romanos 3:1-9

El tema de este capítulo, considerado en su totalidad, es la disponibilidad de la justicia de Dios. Observemos lo que dijo Pablo aquí en el primer versículo de este capítulo 3:

"¿Qué ventaja tiene, pues, el judío? ¿De qué aprovecha la circuncisión?"

La palabra "ventaja" aquí, tiene el significado de algo que sobreabunda, algo que sobra, que tiene excedente. Y la pregunta tiene que ver con la señal exterior del pacto especial que hizo Dios con los judíos, es decir la circuncisión. Parecía que Pablo estaba en peligro de borrar una distinción que Dios había hecho. La pregunta es: ¿si los judíos y los gentiles estaban en la misma posición ante Dios, cuál era pues la supuesta ventaja del judío y cuál era el beneficio de la circuncisión?

Permítanos aquí leer lo que dijo el Dr. James Stifler: "Si la circuncisión en sí misma no provee justificación, y si la incircuncisión no la impide, ¿qué provecho había en ella? Una distinción que hizo Dios entre los hombres, parecía después de todo no existir". Ahora, creemos que este mismo interrogante se escucha constantemente en el día de hoy. Lo escuchamos porque decimos en las predicaciones del evangelio, que la membresía en una Iglesia no tiene ninguna ventaja en cuanto a la salvación; y que cualquier rito o ritualismo presente no tiene ningún significado en lo que concierne a la salvación. Dios dirige al mundo hacia la cruz. El no le dice que se una usted a un grupo o que haga alguna otra cosa. Lo que Dios le dice al pecador perdido es que crea en el Señor Jesucristo para ser salvo. Y mientras la persona no haga eso, Dios no tiene nada más que decirle. Ahora, luego de ser salvo, entonces Dios le hablará, creemos, sobre la membresía en una Iglesia. Y también le dirá lo concerniente al bautismo.

Algunas personas preguntan: "Entonces, mi Iglesia, mi credo, mi membresía, mi bautismo; ¿no me ayudan en cuanto a mi salvación?" Y la respuesta es simplemente: No. No le ayuda en lo concerniente a la salvación; pero cuando uno ya es salvo, entonces estas cosas son como un distintivo, como una señal y constituyen un medio para comunicar al mundo quién es usted. Pero, si su conducta no está a la altura de lo que usted dice creer, entonces la membresía en la Iglesia y su bautismo llegan a ser una deshonra, y lo que es sagrado, se constituye en algo profano, mundano y superficial.

Ahora, el apóstol Pablo contestó este interrogante: "¿Qué ventaja tiene, pues, el judío? Escuchemos lo que dijo en el versículo 2:

"De mucho, en todos los aspectos. Primero, ciertamente, porque les ha sido confiada la palabra de Dios".

Lo que dijo Pablo en efecto es que sí, que los judíos tenían una ventaja. Pero esa ventaja también creaba una responsabilidad. Y debemos prestar mucha atención a esta ventaja porque en nuestros días hay mucha confusión al respecto. Hay algunos que no hacen ninguna distinción entre el judaísmo del Antiguo Testamento y la Iglesia del Nuevo Testamento. Pablo estaba aclarando aquí que Dios no sólo dio a Israel oráculos o profetas, quienes se encargaban de comunicar la Palabra de Dios; sino también que en la Palabra de Dios había algo especial para ellos, y que Dios no había concluido aún con la nación de Israel. La respuesta a la siguiente pregunta es clave. ¿Tiene Dios un futuro para Israel? Es que si Dios no tiene un futuro para Israel, entonces, Él no tiene un propósito para usted tampoco, porque todas las promesas de Dios se basan en la misma Palabra de Dios. Y Dios cumplirá lo que ha prometido en Juan, capítulo 3, versículo 16. También Dios llevará a cabo el pacto que hizo con Abraham en el capítulo 12 de Génesis.

Preste atención ahora a lo que escribió el Dr. Stifler en referencia a Israel. Dice el Dr. Stifler: "Su ventaja no consistió en que Dios sembró judaísmo y el mundo cosechó cristianismo. Eso borra el judaísmo. En primer lugar fue a ellos a quienes se les confiaron los oráculos de Dios. Esto no quiere decir que fueron hechos simples depositarios de la Biblia, sino que Dios les dio como judíos, promesas que aún no han sido cumplidas y que fueron para ellos en particular. El Antiguo Testamento, que es el registro de sus oráculos, de lo que dijeron los profetas, no contiene ninguna promesa de o para la Iglesia como una organización. No predice una Iglesia. Prefigura un reino en el cual los judíos serán dirigentes y donde no perderán su identificación nacional, como les sucede en la Iglesia". Hasta aquí, lo que escribió el Dr. Stifler. Ahora, en este punto, importantes teólogos difieren en su interpretación. El Dr. Adolfo Saphir, un judío convertido, hizo la siguiente declaración: "El punto de vista tan extendido de que Israel es una figura de la Iglesia y ahora que esa figura anticipada ha llegado a cumplirse, desaparece de nuestro horizonte, está completamente fuera del contenido de las Escrituras. Israel no es una figura cumplida y absorbida en la Iglesia, sino la base en la cual descansa la Iglesia". Hasta aquí, la declaración del Dr. Saphir. Esa es una declaración muy importante, y eso es lo que Pablo estaba diciendo aquí en su epístola a los Romanos. Que los judíos tenían una gran ventaja. Dios tenía un futuro para ellos, y su falta de fidelidad no destruiría la promesa hecha por Dios. Escuchemos lo que dijo Pablo aquí en el versículo 3, de este capítulo 3 de esa carta a los Romanos:

"¿Pues qué, si algunos de ellos han sido incrédulos? Su incredulidad, ¿habrá hecho nula la fidelidad de Dios?"

Ahora, ésta podría haber sido otra objeción. Y el apóstol Pablo la enfrentó refiriéndose a la primera. Si la ventaja del judío no alcanzó el objetivo buscado, ¿no quería decir entonces que la fidelidad de Dios hacia Su pueblo había sido anulada? Al fracasar los judíos ¿no quería ello decir que Dios había fracasado? No. La promesa de Dios de enviar un Redentor para Israel no fue derrotada por el obstinado rechazo y la desobediencia de los judíos. Todas las promesas en cuanto al futuro de la nación de Israel serán cumplidas para Su gloria, a pesar de su incredulidad. Ahora, estimado oyente, quizás a usted no le agrade, pero yo le doy gracias a Dios que Sus promesas para mí, no dependen de mi fidelidad. Si esas promesas dependieran de mí, yo habría estado perdido hace mucho tiempo. ¡Gracias a Dios por Su fidelidad! Escuche ahora lo que Pablo dijo aquí en el versículo 4 de este capítulo 3 de su epístola a los Romanos:

"¡De ninguna manera! Antes bien, sea Dios veraz y todo hombre mentiroso; como está escrito: Para que seas justificado en tus palabras, y venzas cuando seas juzgado".

En otras palabras, el incrédulo que formulara esta pregunta era mentiroso y Dios lo presentaría un día como tal. ¿Por qué? Porque la fidelidad de Dios es verdadera y no puede ser cambiada. ¿Se da cuenta usted estimado oyente, de cuán importante es esto? El apóstol Juan dijo en su primera carta, capítulo 5, versículo 10: "El que cree en el Hijo de Dios, tiene el testimonio en sí mismo; el que no cree a Dios, le ha hecho mentiroso, porque no ha creído en el testimonio que Dios ha dado acerca de su Hijo". ¿Cuan malo es no creer hoy que Dios dio a Su Hijo para morir por usted? Permítanos decirle lo negativo que es. Usted simplemente hace de Dios un mentiroso. Eso es precisamente lo que usted hace al rechazar a Su Hijo. Veamos ahora el versículo 5, de este capítulo 3 de la epístola a los Romanos:

"Y si nuestra injusticia hace resaltar la justicia de Dios, ¿qué diremos? ¿Será injusto Dios al dar el castigo? (Hablo como hombre.)"

Alguien podría argumentar con sutileza que si la maldad de la nación simplemente revela la maravillosa e infinita fidelidad de Dios, entonces Dios es injusto al juzgar aquello que le trae gloria a sí mismo. Esta fue la crítica más severa que Pablo enfrentó al predicar el evangelio de la gracia de Dios. Si Dios utiliza el pecado para recibir gloria Él mismo, entonces, no debería castigar al pecador. Esto, por supuesto, fue usado como excusa para pecar. Veremos este asunto en Romanos 6:1 y lo trataremos allí. En el idioma griego, Pablo formuló la pregunta de tal manera que requería una respuesta negativa. Dios no es injusto. Pablo dijo que hablaba como un hombre. Ello no significaba que él no estaba escribiendo este pasaje bajo inspiración divina, sino más bien que el estaba presentando esta pregunta desde el limitado punto de vista humano. Esto resalta claramente que el mundo no salvado del tiempo de Pablo entendió que él estaba predicando la salvación por la gracia de Dios. Veamos ahora lo que dice Pablo aquí en el versículo 6:

"¡De ninguna manera! De otro modo, ¿cómo juzgaría Dios al mundo?"

Si Dios no tiene el derecho de juzgarnos porque nuestro pecado meramente revela la gracia de Dios, entonces, Dios no tendría el derecho de juzgar a nadie porque ello revelaría algo de la gracia universal de Dios. La negativa de Pablo fue nuevamente enfática y categórica, con respecto a la suposición de que Dios fuera injusto. El argumento aquí es que si ese pecado en particular meramente destaca la gloria y la gracia de Dios, entonces, cualquier pecado lo haría. En consecuencia, Dios no podría juzgar al mundo. Tendría que abdicar de Su trono como juez de toda la tierra. Siguiendo este argumento, los grandes criminales de la historia no deberían ser juzgados. Y quienquiera que usted sea, incluso si usted no es un creyente, seguramente cree que algunas personas debieran ser juzgadas. En realidad, todos lo creen. Tenemos un sentido innato dentro de nosotros, y ha sido Dios quien lo puso allí. Y continuó diciendo Pablo en el versículo 8:

"¿Y por qué no decir (como se nos calumnia, y como algunos, cuya condenación es justa, afirman que nosotros decimos): Hagamos males para que vengan bienes?"

En este versículo, Pablo llevó su argumento a su conclusión lógica aunque insostenible. Era intencionalmente una conclusión absurda. Si el pecado magnifica la gloria de Dios, entonces, a mayor pecado, mayor gloria. Algunos habían acusado falsamente a Pablo de enseñar esta deducción absurda. Lo cual era ridículo, porque fue Pablo el que insistió en que Dios debía juzgar el pecado. Con la misma seguridad con que había afirmado la realidad del pecado, afirmó que éste debía ser juzgado.

Ahora llegamos a esta sección donde nos encontramos con la acusación de culpabilidad contra toda la humanidad, por parte de Dios. Pablo iba a concluir esta sección que trata sobre el pecado, colocando a la humanidad ante el juez de toda la tierra. Los culpables aquí son judíos, no judíos, hombres, mujeres, ricos y pobres, indiferentemente de quienes fuesen. El hecho de pertenecer a la raza humana ya le coloca a uno bajo el veredicto de culpabilidad ante Dios. Y después Pablo nos llevaría a la clínica de Dios; una clínica espiritual, donde el Gran Médico nos examinaría. Vemos que hay 14 diferentes acusaciones; 6 de ellas ante el Juez, y las otras 8 ante el Gran Médico que nos ha declarado enfermos. En realidad, estamos espiritualmente enfermos y cerca de la muerte. Como el apóstol Pablo mismo diría a los Efesios, estábamos muertos a causa de nuestras maldades y pecados. Ésa era nuestra condición. Y añade en el versículo 9:

"¿Qué, pues? ¿Somos nosotros mejores que ellos? ¡De ninguna manera!, pues hemos demostrado que todos, tanto judíos como los que no son judíos, están bajo el pecado".

Ya hemos dicho antes que Pablo no estaba tratando de probar que el hombre era un pecador. Él estaba más bien mostrando que Dios juzga el pecado. Él estaba dando por sentado que el ser humano es pecador lo cual, por otra parte, es evidente. Simplemente estada afirmando aquello que ha sido y resulta hoy obvio.

Es importante entender que quiere decir estar bajo pecado. El hombre es un pecador en cuatro maneras distintas: En primer lugar, es pecador por hecho. En segundo lugar, lo es por naturaleza, porque el pecar no le convierte en un pecador, sino que pecamos porque somos pecadores En tercer lugar, el hombre es pecador por imputación. Y eso lo veremos más adelante en el estudio de esta Epístola a los Romanos. Y en cuarto lugar, el estado del hombre es bajo pecado. Todos, toda la familia humana, estamos bajo ese estado. Pero, estimado oyente, Dios está dispuesto a levantar de su postración a aquellos que por la fe crean en la eficacia de la obra de Cristo en la cruz. Dice el Salmo 113: ¿Quién como el Señor, nuestro Dios, que se sienta en las alturas, que se humilla a mirar en el cielo y en la tierra? El levanta del polvo al pobre y al necesitado alza de su miseria.

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