Estudio bíblico de 2 Crónicas 7:6-22

2 Crónicas 7:6-22

Continuamos nuestro estudio en el capítulo 7 del Segundo Libro de Crónicas. Y en nuestro programa anterior, al terminar, estuvimos hablando de las víctimas que sacrificaron el rey Salomón y todo el pueblo, durante la dedicación del templo. El significado primordial de aquellos sacrificios era que señalaban al sacrificio del Señor Jesucristo en la cruz.

Los escépticos han criticado duramente la declaración que leímos en 2 Crónicas 7:5, en base a tres asuntos: (1) Ellos dijeron que esta ofrenda y el sacrificio fueron extravagantes; (2) que habría sido imposible físicamente ofrecer tantos sacrificios en el altar y (3) que no era necesario haber sacrificado a tantos animales.

Bien, entonces, miremos estas tres cuestiones por un momento bajo la luz de la Palabra de Dios. En primer lugar tenemos que aclarar que, aunque el templo era el centro de estas actividades, no creemos que todos esos animales fueran sacrificados todos al mismo tiempo, en un solo altar. Como veremos dentro de un momento, el versículo 7, de este mismo capítulo 7 de 2 Crónicas, reconoce esta imposibilidad con toda claridad y dice: porque en el altar de bronce que Salomón había hecho no cabían los holocaustos, las ofrendas de cereales y la grasa.

Para esta ocasión especial, creemos que se erigieron altares alrededor de la zona del templo e incluso en otros lugares de aquel territorio. Por lo tanto, el texto Bíblico no relata ninguna imposibilidad física. Pero, ¿por qué semejante gasto? Para que cada zona del país pudiera tener su propio sacrificio. Fue algo similar a lo que ocurrió cuando los israelitas salieron de la tierra de Egipto y tuvieron que sacrificar un cordero por cada familia. Por eso, aquella noche, hubo que sacrificar a miles de corderos. Así que no fue un gasto innecesario, por dos razones. En primer lugar, el significado primordial de aquellos sacrificios señalaba al sacrificio del Señor Jesucristo. Y, estimado oyente, fue Simón Pedro quien dijo que fue sangre preciosa la que Él derramó. Dijo Pedro en su primera carta, 1:18 y 19: "Pues ya sabéis que fuisteis rescatados...no con cosas corruptibles como oro y plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación". Por lo tanto, concluimos que aquella ceremonia no constituyó un gasto demasiado caro, porque estaba señalando hacia Cristo Jesús mismo, como un testimonio gráfico y explicativo de la gracia de Dios para todos los tiempos y épocas de la historia. Y en segundo lugar, no se trató de un gasto inútil porque la carne fue posteriormente utilizada como alimento. Aunque en el holocausto la ofrenda era consumida totalmente por el fuego, también el pueblo comió de otras ofrendas como, por ejemplo, las ofrendas de paz. Así que aquella fue una memorable ocasión para celebrar una gran fiesta.

Leamos ahora el versículo 6 de este capítulo 7 del Segundo Libro de Crónicas:

"Los sacerdotes desempeñaban su ministerio, mientras los levitas alababan al Señor con los instrumentos de música que el rey David había hecho para acompañar los cánticos al Señor, porque su misericordia es para siempre, entonando los cánticos compuestos por David. Los sacerdotes tocaban las trompetas delante de ellos, y todo Israel se mantenía en pie".

Hay una cosa que quisiéramos lograr y es que los hijos de Dios, con verdadera convicción, alaben al Señor y pueda decir: "Dios es bueno y Su misericordia es para siempre". ¡Ah, cuán bueno ha sido Dios conmigo, y con usted, estimado oyente! Eso es lo que Salomón estaba expresando. Ahora, en los versículos 7 y 8 leemos:

"También Salomón consagró la parte central del atrio que estaba delante de la casa del Señor, por cuanto había ofrecido allí los holocaustos, y lo mejor de las ofrendas de paz; porque en el altar de bronce que Salomón había hecho no cabían los holocaustos, las ofrendas de cereales y la grasa. Entonces hizo Salomón fiesta siete días, y con él todo Israel, una gran congregación, desde la entrada de Hamat hasta el arroyo de Egipto".

La frase "desde la entrada de Hamat hasta el arroyo de Egipto", significa desde el extremo norte hasta el extremo sur de la tierra. Leamos ahora los versículos 12 al 14, que nos describen

La segunda aparición de Dios a Salomón

"Entonces apareció el Señor a Salomón de noche y le dijo: Yo he oído tu oración, y he elegido para mí este lugar como Casa de sacrificio. Si yo cierro los cielos para que no haya lluvia, y si mando a la langosta que consuma la tierra, o si envío pestilencia a mi pueblo; 14si se humilla mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oran, y buscan mi rostro, y se convierten de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, perdonaré sus pecados y sanaré su tierra".

Vamos a dedicar bastante tiempo a este versículo, considerando que ha sido utilizado con frecuencia fuera de su contexto, sin tener en cuenta su significado principal. Ha sido citado como una promesa de Dios a nosotros, en el sentido de que si hacemos ciertas cosas, entonces, Dios, a su vez, hará algunas cosas o actuará de cierta manera. Este versículo ha sido adaptado para su aplicación en cualquier situación local. En realidad, ha sido utilizado para promover movimientos de renovación. Y quizá usted en esfuerzos de evangelización ha escuchado a alguien levantarse y mencionar esta porción para declarar que confiaba en el cumplimiento de esta promesa. Creemos que una cuidadosa consideración de este versículo, de su ubicación, contexto y contenido, nos evitará tomarlo como una cápsula y tragarlo sin prestar atención a su significado real. Lo violentamos cuando lo sacamos de su lugar en el relato Bíblico, sólo porque parece encajar bien en relación con nuestros planes y dice lo que queremos decir, y entonces ignoramos su propósito principal y le quitamos su vitalidad. Y por eso, se convierte en algo verdaderamente sin sentido real.

Queremos hablar en forma clara y precisa. Somos de los que creen en la inspiración de la Palabra de Dios. Pensamos que es el único sistema que trata en forma consistente, toda la Biblia, confiriéndole un significado normal, literal y real a las enseñanzas, a las predicciones y a las promesas que Dios pronunció por medio de Sus mensajeros, que escribieron bajo el control del Espíritu Santo.

Esta forma de interpretar la Biblia, como otras, puede dejarnos algunos problemas o interrogantes, pero resuelve y aclara muchos más que cualquier otra interpretación del texto Bíblico. Para mencionar un ejemplo, reconocemos que el Sermón del Monte, mira hacia el reino futuro y que será la ley del reino. Sin embargo, también creemos que tiene un mensaje para nosotros en nuestros días.

Pero creemos que en la Gran Tribulación, esa oración va a tener un significado profundo para los que vivan en aquel tiempo. Nunca hemos excluido al Sermón del Monte. En realidad, predicamos sobre él. Muestra que el ser humano no llega al nivel de las normas señaladas por Dios. También encontramos que la oración del Padre Nuestro es de ayuda. Yo lo uso también como mi oración. Lo que tenemos que notar es que hay una interpretación de las Escrituras, eso es una cosa. Otra diferente, es la aplicación de las Escrituras. La interpretación de un versículo de la Escritura nos enseñará lo que significa en su contexto y situación. Puede que no haya sido escrito para nosotros en absoluto. Podríamos mencionar muchos mandamientos presentados en el Antiguo Testamento, que no son mandamientos dados para nosotros. Sin embargo, la aplicación de todas las Sagradas Escrituras sí es para nosotros. Dios tiene algo muy importante que enseñarnos a través de toda la Biblia.

Ahora bien, volvamos a 2 Crónicas 7:14. La ocasión o el contexto es, como hemos visto, la dedicación del templo de David que edificó Salomón. Fue la Palabra de Dios a Salomón, con respecto a esa tierra y en ese día. Después de la dedicación, Salomón dirigió a Dios esa gran oración que ya hemos tenido ocasión de mencionar. Dios recordó las oraciones de Su pueblo y le dijo a Salomón, en el versículo 14: "Mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado". Note usted: "Mi pueblo". ¿A quién se estaba dirigiendo? Pues, por "mi pueblo sobre el cual mi nombre es invocado" se refería a Israel. O sea, que Dios estaba hablando a Salomón sobre Israel. Ahora, si ellos se humillaran, si oraran, le buscaran y dejaran su mala conducta, entonces Dios les prometió a los israelitas tres cosas: escucharía su oración, les perdonaría, y les devolvería la prosperidad a su país. Ésas fueron condiciones concretas que Dios fijó para Israel, y la historia de ese pueblo demostró la exactitud y carácter literal de esos aspectos.

Cuando uno va al Nuevo Testamento encuentra en Mateo 3:2 a Juan el Bautista diciendo: "Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado". El Señor Jesucristo repitió aquella demanda, llamando a la nación a que aceptara Sus condiciones, para que las promesas de Dios fueran cumplidas. Fue una oferta legítima. En nuestro tiempo, los israelitas han sido dispersados por todo el mundo. Ellos no pueden tener paz en esa tierra porque no han cumplido con esas condiciones. Ésta es, pues, una interpretación literal.

Ahora veamos la aplicación. Este versículo tiene un mensaje para mí. No lo puedo dejar de lado, sólo porque Dios no lo dirigió a mí. Creemos que tiene una fórmula para esta época. Dice: "Mi pueblo". Ahora, ¿quiénes son en estos días los que pertenecen a Su pueblo? Él tiene un pueblo hoy, ese pueblo que llamamos la Iglesia o el cuerpo de Cristo, formado por aquellos que han aceptado al Salvador. Dice la Escritura en Tito 2.14, "Él se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda maldad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras". Dios tiene Su pueblo. Y Él dijo: "Si se humillare mi pueblo". La naturaleza humana es muy orgullosa, por eso se nos reprende para que seamos humildes. Se nos ha dicho de una manera inequívoca en la Palabra de Dios, por medio del apóstol Pablo, en su carta a los Efesios, capítulo 4, versículos 1 y 2, lo siguiente: "1Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados, 2con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor". Y en la carta a los Gálatas se nos dice que esta actitud forma parte del fruto del Espíritu: "El fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza", la humildad es, pues, algo recomendable para el creyente de estos días.

Continuando ahora, con este versículo 14, aquí en el capítulo 7, del Segundo Libro de Crónicas, tenemos una frase que dice: "que si ellos oraren". Ciertamente, en muchos pasajes del Nuevo Testamento se nos pide que oremos. El Señor Jesucristo les dijo a Sus discípulos que velasen y orasen, y las cartas o epístolas contienen numerosos mandamientos sobre la oración. Por ejemplo, se nos dice en Efesios 6: "Orando en todo tiempo con toda oración y súplica". Y luego, en este mismo versículo 14 de 2 Crónicas, dice: "y buscaren mi rostro", que también es un consejo del Nuevo Testamento. Por ejemplo, en el capítulo 3:1 y 2 de la carta del apóstol Pablo a los Colosenses, se nos dice: "Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la derecha de Dios". Luego continuamos leyendo aquí en este versículo 14, del capítulo 7 del Segundo Libro de Crónicas: "y se convirtieren de sus malos caminos" y esto también se aplica a nosotros. Dios, estimado oyente, tiene mucho que decir sobre el arrepentimiento de los creyentes. En el libro de Apocalipsis, capítulo 3, versículo 19, dice: "Yo reprendo y castigo a todos los que amo; sé, pues, celoso, y arrepiéntete". Por lo tanto, el arrepentimiento es algo propio del hijo de Dios.

Nos preguntamos entonces, ¿qué parte le toca a Dios? Pues bien, Dios ha hecho una promesa aquí en 2 Crónicas; dijo que Él oiría. Y en la primera carta del apóstol Juan, capítulo 3, versículo 22, leemos: "22y cualquiera cosa que pidamos la recibiremos de él, porque guardamos sus mandamientos, y hacemos las cosas que son agradables delante de él". Dios también ha prometido perdonar. Dice 1 Juan 1:9, "Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados".

Y finalmente, dice aquí en 2 Crónicas 7: "y sanaré su tierra", como parte final de este versículo 14. Esto, evidentemente, no se aplica a nosotros. No vemos en ninguna parte del Nuevo Testamento donde Él diga que hará eso. No hay ninguna promesa en este día que diga que Dios garantiza una bendición material. Al estar unidos a Cristo somos bendecidos, estimado oyente, con toda clase de bendiciones espirituales. Espiritualmente, delante de Él éramos extranjeros, enemigos de Dios, pero hemos sido hechos hijos de Dios al ser redimidos por la sangre de Cristo. Y nuestros pecados han sido personados. El Espíritu de Dios nos transforma siguiendo el modelo de Cristo, nos consuela y nos da fuerzas para nuestra vida diaria. El cielo es nuestro hogar, y nuestra meta, la nueva Jerusalén. Hemos sido liberados del castigo. Estas son, pues, nuestras bendiciones. Que van mucho más allá que la promesa de una tierra próspera.

En conclusión, diremos que este versículo no ha sido dado directamente para nosotros, aunque lo podemos usar y aplicar a nuestra vida junto con los mandatos y la interpretación del Nuevo Testamento. Si usted quiere tomar estas condiciones que Dios le dio a Israel, usted podrá ver que son condiciones que, como hemos visto y según el Nuevo Testamento, también lo son para el creyente del día de hoy. Ahora, como hemos dicho, no se debe sacar a un versículo de su contexto, y el versículo 14 y sus recomendaciones, fueron dadas en el contexto del versículo 15 que le sigue, y que leemos a continuación:

"Mis ojos estarán abiertos, y mis oídos atentos, a la oración que se haga en este lugar"

Por lo tanto, la promesa de estos versículos fue dada principalmente a Israel en el contexto de la dedicación del templo y de su situación espiritual concreta. Aunque este pasaje tiene una aplicación para nosotros como cristianos, es mejor ir al Nuevo Testamento para recibir allí las promesas de Dios directamente y en toda su plenitud presente y futura. Continuemos ahora con el versículo 16, de este capítulo 7, del Segundo Libro de Crónicas:

"Pues ahora he elegido y santificado esta Casa, para que esté en ella mi nombre para siempre; y mis ojos y mi corazón estarán ahí para siempre".

Si usted pudiera visitar Jerusalén y hospedarse en uno de los hoteles que están cerca de este lugar; podría levantarse por la mañana y mirar a través de las ventanas este mismo sitio que es mencionado en este pasaje. Y quizá pueda decir para sí mismo, "estoy mirando el mismo lugar que Dios está mirando". Porque ese sitio es un lugar muy especial para Dios. Ahora, leamos los versículos 17 y 18:

"Y si tú andas delante de mí como anduvo tu padre David, haces todas las cosas que yo te he mandado, y guardas mis estatutos y mis decretos, yo confirmaré el trono de tu reino, como pacté con David, tu padre, diciendo: No te faltará uno de los tuyos para que gobierne en Israel".

Dios les había prometido que en el linaje Davídico, no llegaría a haber un tiempo durante el cual no tuvieran quién reinara. No hay nadie hoy en esta tierra que pueda decir que pertenece a la línea de descendencia de David. Pero hay Uno que está sentado hoy a la derecha de Dios y a quien se le dijo, en las palabras del Salmo 110:1: "Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies". Ahora, los versículos 19 y 20, dicen:

"Pero si vosotros os volvéis, y dejáis mis estatutos y mandamientos que he puesto delante de vosotros, y vais y servís a dioses ajenos, y los adoráis, yo os arrancaré de mi tierra que os he dado; arrojaré de mi presencia esta Casa que he santificado a mi nombre, y la haré objeto de burla y escarnio entre todos los pueblos".

Y eso es lo que ese lugar llegó a ser y es en el día de hoy. Ya no es un lugar sagrado para los israelitas, porque allí se encuentra la mezquita de Omar. Luego, leamos el versículo 21:

"Y esta Casa que es tan excelsa, será espanto a todo el que pase, de modo que dirá: ¿Por qué ha hecho así el Señor a esta tierra y a esta Casa?"

Cuando uno se pone en la actualidad a ver el sitio donde estaba el templo, no puede menos que preguntarse, ¿por qué se encuentra este lugar en esas condiciones? Allí tenía que haber estado la Casa que, en el pasaje que hoy estudiamos, fue inaugurada con una gran celebración. Uno pensaría que ya que era el lugar que Dios había elegido, no dejaría que eso sucediera. Pero lo que ha ocurrido es exactamente lo que Dios dijo que ocurriría. Ahora, el versículo final de este capítulo 7, versículo 22, dice:

"Y se responderá: Por cuanto dejaron al Señor, Dios de sus padres, que los sacó de la tierra de Egipto, y han abrazado a dioses ajenos, y los adoraron y sirvieron; por eso él ha traído todo este mal sobre ellos".

Ésa es la respuesta que se debe dar cuando alguien se pregunte por la actual condición de ese lugar. La Palabra de Dios dijo con toda claridad que esto ocurriría porque los israelitas abandonarían al Señor su Dios. Y Dios honra Su Palabra cumpliéndola. Y la Palabra divina se cumplió, más allá de toda consideración estratégica, militar o económica. Esa Palabra desborda todos los cálculos y ambiciones humanas. Y así, llegamos al final del capítulo 7 de este Segundo Libro de Crónicas. Y terminamos hoy con una reflexión.

Los israelitas fueron una demostración histórica de la ley inexorable de la siembra y la cosecha, ley que bien puede aplicarse a todos los seres humanos de todos los pueblos de la tierra. El apóstol San Pablo dijo en su carta a los Gálatas 6: 7, "No os engañéis; Dios no puede ser burlado, pues todo lo que el hombre siembre, eso también segará". Las consecuencias del pecado persiguen a quienes lo han practicado y lo practican. Los israelitas se alejaron de Dios y han tenido que sobrellevar las consecuencias, que son incluso evidentes en el día de hoy. Pero la Biblia también aclara que todos los seres humanos han pecado y se encuentran lejos de la presencia gloriosa de Dios.

Estimado oyente, el mensaje del Evangelio, como su mismo nombre así lo indica, trae buenas noticias. Hay salvación, liberación, redención, por la obra de Cristo en la cruz y por la victoria de Su resurrección. Le invitamos a salir de la ley del pecado y sus consecuencias, de ese círculo cerrado, del cual no hay salida, para que confiando en el Señor Jesucristo como su Salvador, pueda usted disfrutar de la salvación y de la libertad de los hijos de Dios. Recuerde que Jesús mismo comunicó esta buena noticia cuando dijo: "Si el Hijo de Dios os hace libres, seréis realmente libres".

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