Estudio bíblico: Los bienes de la sunamita devueltos - 2 Reyes 8:1-6

Serie:   Eliseo   

Autor: Wolfgang Bühne
Email: estudios@escuelabiblica.com
Alemania
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Los bienes de la sunamita devueltos (2 Reyes 8:1-6)

(2 R 8:1-6) "Habló Eliseo a aquella mujer a cuyo hijo él había hecho vivir, diciendo: Levántate, vete tú y toda tu casa a vivir donde puedas; porque Jehová ha llamado el hambre, la cual vendrá sobre la tierra por siete años. Entonces la mujer se levantó, e hizo como el varón de Dios le dijo; y se fue ella con su familia, y vivió en tierra de los filisteos siete años. Y cuando habían pasado los siete años, la mujer volvió de la tierra de los filisteos; después salió para implorar al rey por su casa y por sus tierras. Y había el rey hablado con Giezi, criado del varón de Dios, diciéndole: Te ruego que me cuentes todas las maravillas que ha hecho Eliseo. Y mientras él estaba contando al rey cómo había hecho vivir a un muerto, he aquí que la mujer, a cuyo hijo él había hecho vivir, vino para implorar al rey por su casa y por sus tierras. Entonces dijo Giezi: Rey señor mío, esta es la mujer, y este es su hijo, al cual Eliseo hizo vivir. Y preguntando el rey a la mujer, ella se lo contó. Entonces el rey ordenó a un oficial, al cual dijo: Hazle devolver todas las cosas que eran suyas, y todos los frutos de sus tierras desde el día que dejó el país hasta ahora."
Hay diferentes opiniones sobre el momento preciso en que ocurrió esta historia. Algunos comentaristas creen que este relato bíblico no ocurre después del capítulo 7, sino que la terrible hambruna anunciada aquí sería la descrita en el capítulo 4 y versículo 38.
También el hecho de que Giezi aparece como "criado del varón de Dios" hace suponer a algunos comentaristas que este episodio ocurriera antes del capítulo 5, o sea, antes de que éste quedara leproso.
Puede ser, pero para la importancia espiritual de esta historia, estas consideraciones no son importantes. Una cosa está clara: que no se trató de una hambruna local, como por ejemplo la que vivió Samaria durante el sitio de la ciudad (2 R 6:24-7:20), sino de una sequía que afectó a todo el país de Israel. Explícitamente se nos dice que el Señor mismo había hecho venir esta hambruna. Antes de ocurrir la catástrofe, Eliseo ya estaba informado. En (Am 3:7) leemos: "Porque no hará nada el Señor, sin que revele su secreto a sus siervos los profetas".
En este momento la sunamita ya era viuda, pero cuando su marido vivía había puesto a disposición del profeta un cuarto con una cama, una mesa, una silla y una lámpara. Aquel servicio no había sido olvidado por Dios, quien seguía preocupándose por ella para que su casa fuera puesta a salvo ante la fuerte hambruna que iba a venir.
(He 6:10) "Porque Dios no es injusto para olvidar vuestra obra y el trabajo de amor que habéis mostrado hacia su nombre, habiendo servido a los santos y sirviéndoles aún"
Hay un himno alemán de Johann Jakob Rambach que describe muy bien esta propiedad de Dios:
"El Señor es bueno y en Su gracia
valora el pobre servicio de los siervos que le aman.
Él da más recompensa de lo que se puede esperar
y ningún vaso de agua fresca ha quedado sin premiar.
Él lo premia con todo un torrente de bendición:
El Señor es bueno"
Mientras que a la sunamita se le dijo que saliera del país por el hambre que iba a venir, no leemos en este capítulo que Eliseo se fuera. Evidentemente Dios tenía para él otro plan y otra tarea. Él se quedó allí, al igual que en el capítulo 4, a pesar de esa gran tribulación. No hizo como Abraham, que trató de esquivar la hambruna de su época yéndose a Egipto (Gn 12:10).
Aquí vemos cómo Dios guía de forma individual a cada uno, y que es sumamente importante no actuar según los propios pensamientos e ideas, ni tomar como pauta el comportamiento de otros para las decisiones personales.

El horario exacto de Dios

Dios le había informado a Eliseo de la duración exacta de la hambruna: siete años. Pocos años después, Judá sería llevado en cautiverio a Babilonia por un período exacto de 70 años, y no había poder en el mundo que pudiera cambiar esta decisión.
También vemos en Apocalipsis que a la iglesia de Esmirna le fue anunciado un tiempo de tribulación de 10 días, a fin de que los creyentes tuvieran la seguridad de que no estaban expuestos a adversidades arbitrarias, sino que Dios había determinado para ellos un tiempo preciso de prueba, y que Él velaría sobre ello.
Es notable que la sunamita no tuvo ninguna duda, ni hizo más preguntas, sino que partió "como el varón de Dios le dijo". Había aprendido a confiar en Dios y en la palabra del varón de Dios y a obedecer sin más seguridades.
Ella era una mujer adinerada con responsabilidad para con sus criados, y salir del país seguramente conllevó bastante trabajo y molestias. Evidentemente no había esperado hasta ver los primeros indicios de un período de sequía, sino que obedeció a la orden de Dios y se fue a vivir en la tierra de los filisteos durante siete años.
Al leer esta historia nos da la impresión de que pasó estos siete años "de puntillas", con la intención de no quedarse ni un día más de los necesarios en tierra extranjera. No se arraigó allí, sino que anhelaba volver a su patria, y en todo momento estuvo preparada para salir de inmediato.
Nuestro testimonio cristiano crecería enormemente y tendría mucha más fuerza si nuestras casas, nuestras viviendas y nuestro estilo de vida mostraran claramente y a primera vista que estamos aquí solamente de paso y que confesamos no estar en casa en este mundo.

Relaciones extrañas

Después de haber visto la relación ejemplar de confianza entre Eliseo y la sunamita, en los versículos que siguen la Biblia nos muestra las relaciones entre dos hombres de muy diferentes categorías. Estos contrastes en la Palabra de Dios siempre son muy sugestivos e interesantes. El objetivo siempre es que nos probemos nosotros mismos y veamos a qué categoría de "creyentes" pertenecemos.
Pero veamos primero brevemente el regreso de la viuda a su patria:
Durante su exilio, algunos israelitas, quizás con permiso del rey, habían tomado posesión de las propiedades abandonadas, por eso fue necesario solicitar una audiencia con el rey para que él le devolviera sus tierras y casa.
El rey seguramente habría oído que la sunamita era adinerada y propietaria de esa finca, y que su hijo fue resucitado de niño. También podemos dar por sentado que pagaba fielmente sus impuestos. Por estas razones posiblemente le fue otorgada sin problemas la entrada al rey.
Lo que ella no podía saber es que precisamente en esos momento se encontraba allí Giezi, el siervo de Eliseo, quien estaba hablando al rey sobre las maravillas que el profeta había hecho. Fue claramente la dirección de Dios que Giezi estuviera contando la historia sobre la resurrección de su hijo en el mismo momento en que entró la viuda.
Ella seguramente habría dado muchas vueltas en su cabeza acerca de cómo presentar al rey su petición de forma convincente y cómo debería portarse su hijo durante ese notable encuentro. Seguramente no se había movido en los círculos reales, ni tenía destreza diplomática para las negociaciones, pero todas estas posibles preocupaciones se desvanecieron al momento, cuando a su entrada a la sala del rey no tuvo que buscar las palabras adecuadas.
Me imagino como Giezi, totalmente entusiasmado, se llevaría las manos a la cabeza al ver entrar a la sunamita con su hijo, y balbuceando, atónito, dijo: "Rey señor mío, esta es la mujer, y este es su hijo, al cual Eliseo hizo vivir".

¿Recuerdas?

La Biblia describe aquí a dos hombres recreándose en sus recuerdos. Por una parte, Joram, el rey impío, que pocos capítulos antes, lleno de ira, había anunciado que iba a matar a Eliseo, llamándole "hijo de homicida" (2 R 6:32). Sentado a la misma mesa se halla Giezi, el que fue criado del varón de Dios, y que en el pasado había vivido a su lado muchas maravillas, pero que ahora había conseguido ascender en la sociedad. Ya no seguía a Eliseo en abnegación y pobreza junto con los hijos de los profetas, sino que estaba en el ambiente con el que siempre había soñado en secreto: riqueza, honor, influencia, lujo, deleites... (2 R 5:26-27).
Ambos hombres habían vivido experiencias trascendentales con Eliseo. Ambos habían visto milagros con sus propios ojos y habían experimentado que Dios los había tocado en sus conciencias. Pero en algún momento de sus vidas habían encauzado sus vidas en otra dirección: sin Dios y lejos de toda clase de piedad.
Pero, a pesar de todo, no podían librarse del varón de Dios. A petición del rey, el tema de su conversación fue: "Te ruego que me cuentes todas las maravillas que ha hecho Eliseo".
Hace unos cuantos domingos, mi esposa y yo salíamos de la iglesia y estábamos andando para ir a nuestra casa que se encuentra cerca del lugar de reunión, donde también se hacen campamentos para niños y jóvenes. De pronto, paró cerca de nosotros un coche con matrícula extranjera y salió un hombre de mediana edad que me preguntó: "¿Te acuerdas de mí?".
Me era familiar su dialecto y su fisionomía, pero no sabía de dónde le conocía. Entonces me contó que hacía 30 ó 40 años había participado de niño en muchos de nuestros campamentos. Entonces me acordé de todo.
Él quería ver de nuevo aquel lugar donde en su juventud había vivido tantas cosas. Y cuando le pregunté si aún tenía una relación con Jesucristo, me dijo: "No, pero lo que oí y viví entonces, no se puede olvidar jamás". Y entonces se volvió a meter en el coche y se fue bastante pensativo.
Cuántas veces hemos tenido encuentros y conversaciones parecidas en los últimos meses. Los recuerdos de tiempos cuando aún se era un seguidor de Jesús, habiendo vivido muchas cosas con el Señor. Pero en algún momento vino la ruptura en la vida. La carrera o una amistad que les llevó en otra dirección. A veces lentamente, pero otras de manera espontánea y abrupta.
Frecuentemente hay encuentros con el pasado, como aquí en la escena con Giezi y la sunamita, aunque, lamentablemente, no parece que este encuentro produjera ningún cambio en la vida de Giezi. Sólo fueron recuerdos de los buenos tiempos pasados. Es la última escena que se nos narra de su vida.

Restitución completa

¡De qué modo tan diferente había transcurrido la vida de la sunamita! El rey le pidió que relatara sus experiencias con Eliseo, y eso condujo a que el rey se preocupara de que volviera a recibir su casa y su finca, y no sólo eso, sino también el valor de las cosechas que durante su ausencia había habido. Su historia en la Biblia concluye con el hecho de que su obediencia en la fe fue ricamente recompensada.
Jim Elliot, el misionero pionero, quien a la edad de 29 años fue asesinado por los aucas, nueve años antes había escrito en su diario la siguiente oración:
"Señor, haz que mi vida sea fértil. No aspiro a un alto rango, sino a que mi vida sea una señal visible de lo que significa conocer a Dios" (Elisabeth Elliot, La Sombra del Todopoderoso: La Vida y el Testamento de Jim Elliot).
Eliseo, la sunamita, Jim Elliot y muchos otros hombres y mujeres de Dios, conocidos y desconocidos, nos han dejado sus huellas. El viento del tiempo no ha podido borrarlas. Nos animan a vivir una vida llena de confianza en la Palabra de Dios y sus promesas, orientándonos hacia la eternidad.

Comentarios

Venezuela
  Pedro Serrano  (Venezuela)  (30/10/2023)
Muchas gracias, Dios les bendiga.
República Dominicana
  Yocasta Yocasta Sanchez  (República Dominicana)  (23/10/2023)
Poderoso, muchas gracias.
Argentina
  Cambareri Sara  (Argentina)  (16/09/2023)
Doy gracias al Señor por haberlos encontrado hermanos. Estos estudios son de gran bendición y edificación para mi. Dios los bendiga grandemente.
España
  Manuel Jesús Mancera Díaz  (España)  (16/10/2022)
Estoy muy agradecido a Dios por estos estudios bíblicos, que de manera tan sencilla te hacen crecer y edificar. Gracias hermanos por su labor. Que Dios los bendiga. Oro para que pueden seguir adelante con este arduo trabajo.
Estados Unidos
  Jose Miguel Chacon  (Estados Unidos)  (28/08/2022)
Estas enseñanzas son una Retroalimentacion de mucha bendicion para las personas que amamos a Dios y Su Bendita Palabra.

De el Ministerio RED DE CRISTO, desde los Angeles Ca.

Dios les continue bendiciendo!!!

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