Estudio bíblico de Esdras 10:1-44

Esdras 10:1-44

En nuestro programa anterior, pudimos observar en el capítulo 9, la gran oración de confesión de Esdras. Cuando llegó a Jerusalén y fue informado sobre la triste situación espiritual de los que habían regresado de la cautividad, se sintió abrumado y angustiado. Entonces, rodeado de todos aquellos que sentían un temor reverente por la Palabra de Dios, se dirigió a Dios en oración, asumiendo la culpa del pueblo y reconociendo que, a pesar de sus pecados, Dios les había mostrado Su misericordia liberándoles del cautiverio, y no enviándoles el castigo que realmente merecían. En esa ocasión, tuvieron, pues, una gran reunión de oración.

La iglesia en la actualidad, hablando en general, está experimentando una decadencia espiritual, y por esa razón debería existir una mayor dedicación hacia la oración por parte del pueblo de Dios. En ese sentido, las oraciones registradas en estos capítulos revelan cuál es la respuesta de Dios cuando los creyentes se humillan, presentándose ante Él tal cual son, en la situación espiritual miserable en la que se encuentran, y expresando una confesión sincera de sus pecados. Sólo esta actitud puede traer un gran movimiento espiritual de renovación.

Cuando ése es el caso, Dios está dispuesto a escuchar. Consideremos pues,

La renovación que tuvo lugar bajo Esdras

Después de aquella gran reunión de oración comenzó entonces un movimiento de renovación. Y esa renovación condujo a una reforma. Leamos pues el primer versículo de este capítulo 10, de Esdras:

"Mientras oraba Esdras y hacía confesión, llorando y postrándose delante de la casa de Dios, se reunió en torno a él una muy grande multitud de Israel, hombres, mujeres y niños; y el pueblo lloraba amargamente".

En esta ocasión concreta, descendió sobre el pueblo de Dios una intensa convicción de pecado. Y ese sentir de culpabilidad, era precisamente lo que necesitaban. Ahora, veamos lo que ocurrió aquí en el versículo 2:

"Entonces Secanías hijo de Jehiel, de los hijos de Elam, tomó la palabra y dijo a Esdras: Nosotros hemos pecado contra nuestro Dios, pues tomamos mujeres extranjeras de los pueblos de la tierra; pero a pesar de esto, aún hay esperanza para Israel".

Este hombre que se menciona aquí, Secanías, se convirtió en el portavoz de este grupo de personas que reconocían su pecado y querían confesarlo. Él se acercó a Esdras y le dijo, "nosotros hemos pecado contra nuestro Dios". Ése fue un reconocimiento muy sincero de sus faltas. Y continuó diciendo, "pues tomamos mujeres extranjeras de los pueblos de la tierra;" y eso, estimado oyente, es ir directamente al grano y tratar las cosas de una manera muy específica. Todo eso que el pueblo había estado haciendo estaba totalmente en contra de la ley de Moisés. Ellos no habían consultado en este grave asunto con aquello que estaba escrito. En otras palabras, se habían apartado de la palabra de Dios, y entonces este hombre se entregó a la misericordia de Dios y dijo, "aún hay esperanza para Israel". Ahora, leamos lo que sigue diciendo aquí en el versículo 3:

"Ahora, pues, hagamos pacto con nuestro Dios de despedir a todas las mujeres y los nacidos de ellas, según el consejo de mi señor y de los que temen el mandamiento de nuestro Dios. ¡Que se haga conforme a la Ley!"

Vemos aquí que hubo otros que se unieron a esta confesión y que de la misma manera sintieron ese temor reverente ante el mandamiento de Dios. Es decir, que ellos no sólo leyeron la Palabra de Dios y la estudiaron, sino que permitieron que esa Palabra se abriera camino en sus corazones. Cuando se les llamó la atención sobre su violación de las normas de Dios, la confesaron. No trataron de dar una explicación racional o de dar alguna excusa, o aun de ocultar lo que habían hecho, sino que simplemente se presentaron y lo confesaron. Hicieron esto según la palabra de Dios. Luego él continuó diciendo en los versículos 4 al 6:

"Levántate, porque esta es tu obligación, y nosotros estaremos contigo. ¡Anímate y pon manos a la obra! Entonces se levantó Esdras e hizo jurar a los principales sacerdotes y de los levitas, y a todo Israel, que harían conforme a esto; y ellos lo juraron. Se retiró luego Esdras de delante de la casa de Dios y se fue a la habitación de Johanán hijo de Eliasib; pero no comió pan ni bebió agua, porque se entristeció a causa del pecado de los que habían regresado del cautiverio".

Esto de quebrantar la ley de Dios había sido un asunto muy grave. Ellos se presentaron ante Dios con una gran tristeza en sus corazones. La experiencia por la cual cada uno de ellos pasó, fue un quebrantamiento real del corazón; pero la Palabra de Dios había sido violada y la gente tenía que arrepentirse.

Estimado oyente, aquí es donde debe comenzar una renovación. Primero debemos dejar que la luz de la palabra de Dios nos ilumine. Cuando nos acercamos a la Palabra de Dios, ella trae una convicción de culpabilidad a nuestros propios corazones. Vemos que no podemos alcanzar por nosotros mismos la gloria de Dios, y estamos abiertamente transgrediendo, quebrantando aquello que Dios ha escrito. Y luego entonces nos presentamos ante Él, confesamos nuestra culpabilidad y surge un arrepentimiento verdadero. Y como resultado, los hijos de Dios son reavivados y experimentan una renovación.

Nosotros estamos muy ocupados en el día de hoy predicando arrepentimiento a los perdidos del mundo, y hablando sinceramente, no estamos muy seguros de que Dios esté pidiendo a los perdidos que se arrepientan. Al mundo perdido Dios le está diciendo: "Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo". (Como le dijeron Pablo y Silas al carcelero de Filipos, en Los Hechos 16:31)

Y cuando uno reconoce al Señor Jesucristo como Salvador, entonces algo más sucede. Ocurrió en la ciudad de Tesalónica. En 1 Tesalonicenses 1:9, Pablo les dijo os convertisteis de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero. El volver a Dios tuvo lugar antes de dejar a los ídolos. El arrepentimiento no precede a la fe. La fe tiene lugar primero y luego sigue el arrepentimiento, con tanta seguridad como la noche sigue al día. Si no lo sigue, quiere decir que la fe no ha sido genuina, no ha sido una fe salvadora. Y podemos decir que lo que le está faltando a grandes sectores de la iglesia es el arrepentimiento. Usted habrá observado, estimado oyente, que Dios en la Biblia le dijo a la iglesia que se arrepintiera. En las 7 cartas a las 7 iglesias de Asia, registradas en el libro de Apocalipsis, Dios les pidió a cinco de ellas que se arrepintieran. Allí Él estaba hablando a los creyentes, y no a gente que no había creído en Él.

Dios les está diciendo hoy a los que están perdidos y lejos de Él, "Venid y sed salvos por medio del Señor Jesucristo" Y, por otra parte, le está diciendo hoy a Su iglesia que se arrepienta, que regrese a Él; que salga de esa condición tan fría e indiferente en la que se encuentra. Lo que necesitamos en el día de hoy, estimado oyente, es ser reavivados y experimentar una auténtica renovación. Pero esa renovación no va a llegar a menos que surja un arrepentimiento genuino entre los creyentes. En los días de Esdras, al experimentar esa renovación, el pueblo de Dios dejó de ser indiferente. Pero hay que reconocer que en nuestros días, existe una gran indiferencia espiritual en grandes sectores del cristianismo.

El problema, hablando de la iglesia en general, es que está llena de miembros que son fríos e indiferentes, desde el punto de vista de su relación con Dios. En muchos casos no podemos incluso saber si realmente son salvos o no. Eso, solo Dios, que puede ver el interior de las personas, lo sabe. Si experimentáramos una verdadera renovación, veríamos a este numeroso grupo de gente indiferente definirse e identificarse plenamente con el Señor, o con el enemigo de Dios. Una renovación impulsada por el Espíritu Santo coloca a cada uno en el lugar que le corresponde, clarifica las intenciones de las personas, descubre las verdaderas motivaciones de los que han profesado ser creyentes, y pone de manifiesto a quienes carecen de una relación vital con Dios.

Contemplemos pues, nuevamente a Esdras, dirigirse a Dios con un arrepentimiento genuino y a otros siguiendo su ejemplo. Veamos los versículos 7 y 8, de este capítulo 10 de Esdras:

"Después hicieron pregonar en Judá y en Jerusalén que todos los hijos del cautiverio se reunieran en Jerusalén; y que el que no se presentara en el plazo de tres días, conforme al acuerdo de los jefes y de los ancianos, perdiera toda su hacienda y fuera excluido de la congregación de los que habían regresado del cautiverio".

Ellos estaban marcando aquí una línea de separación con toda claridad. En esa época, ellos estaban bajo la ley. En la iglesia en nuestros días, no podemos forzar estos asuntos como ellos hicieron en los días de Esdras. Estaban quitando, separando toda la paja que se encontraba entre el buen trigo. Ellos enviaron un mensaje para que todos se reunieran y vemos que se demorarían por lo menos tres días en llegar de las otras partes de esa tierra. Y este mensaje había sido enviado a todos aquellos que habían salido de la cautividad de Babilonia, que habían regresado para reedificar la ciudad, las murallas y el templo en Jerusalén. Ellos debían reunirse para tener un gran tiempo de refrigerio espiritual; pero el arrepentimiento debió tener lugar antes de todo eso. Aquellos que no acudieran a la cita porque pensaron que las cosas no se estaban haciendo de la manera que ellos querían, o porque tenían otras objeciones, serían expulsados de la congregación.

Ahora, la iglesia de nuestro tiempo, necesita una limpieza, en el sentido de clarificar quienes verdaderamente son miembros de la misma desde un punto de vista espiritual, más allá de las listas oficiales de membresía. ¿Qué sentido tendría conservar a miembros que no se sienten una parte integrante de este organismo, de este cuerpo espiritual que se llama la iglesia de Cristo? Aquellos que han demostrado no tener ninguna vida espiritual en sí mismos, ¿sentirán la necesidad de confesar el estado de su relación con Dios, y de arrepentirse? En los tiempos de Esdras, aquella convocatoria obligaría a cada uno a definirse, a identificarse con la opción de seguir fielmente al Señor con todas sus consecuencias, o a optar por permanecer en una actitud crítica ambigua o distante, que siempre resulta destructiva.

La amargura que algunos que profesan ser creyentes hoy es como la quinina en un barril de agua. No se requiere mucha cantidad para lograr que el agua tenga un sabor amargo. Pero Dios quiere librar a Su iglesia de todo vestigio de amargura. Por ejemplo, Hebreos 12:15 dice: "15Mirad bien, para que ninguno deje de alcanzar la gracia de Dios, y para que no brote ninguna raíz de amargura que os perturbe y contamine a muchos". Simplemente unas pocas personas quejosas o que están en una actitud permanente de crítica, pueden reprimir totalmente el desarrollo de cualquier movimiento espiritual de renovación. Resulta difícil magnificar los daños de una amargura crónica, y hasta qué punto puede malograr y arruinar las vidas de tantas personas.

Leamos ahora los versículos 9 al 11 de este capítulo 10 de Esdras:

"Así todos los hombres de Judá y de Benjamín se reunieron en Jerusalén dentro de los tres días, a los veinte días del mes, que era el noveno mes; y se sentó todo el pueblo en la plaza de la casa de Dios, temblando con motivo de aquel asunto, y a causa de la lluvia. Entonces se levantó el sacerdote Esdras y les dijo: Vosotros habéis pecado, por cuanto tomasteis mujeres extranjeras, aumentando así el pecado de Israel. Ahora, pues, dad gloria al Señor, Dios de vuestros padres, haced su voluntad y apartaos de los pueblos de las tierras y de las mujeres extranjeras".

En otras palabras, aquí vemos a quienes no sólo habían escuchado la Palabra de Dios, sino que se dispusieron a ponerla en práctica.

Siempre se oye hablar sobre la necesidad de acción, de actividades, en la iglesia, pero lo que la congregación de los creyentes necesita realmente es ser limpiada, purificada. Tiene que haber una actitud de oración, confesión y arrepentimiento como la que hemos visto en aquellos que regresaron para reconstruir el templo, las murallas y la ciudad de Jerusalén. Incluso, y es importante destacarlo, hasta la falta de amor necesita ser confesada. Observemos el valor que Jesús le asignó al amor cuando dijo, en Juan 13:35, "En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tenéis amor los unos por los otros". Y evidentemente, este amor que aquí se espera de los creyentes va mucho más allá de los saludos superficiales y de las conversaciones intrascendentes de los encuentros casuales. Es un amor profundo entre personas que se encuentran en una relación viva y real con Dios, y que se sienten estrechamente vinculadas por los lazos fraternales de pertenecer a un mismo Padre celestial, y a un cuerpo u organismo espiritual. Continuemos leyendo el versículo 12:

"Toda la asamblea respondió en alta voz: Hágase conforme a lo que has dicho".

Lo que Esdras le pidió a la gente que hiciera, debió resultarle muy amargo y doloroso. Seguramente hubo muchos corazones destrozados, angustiados, al separarse aquellas personas de sus seres queridos. Resulta interesante enterarnos de que cuando se reunieron todos de forma unánime, llovió torrencialmente. Leamos ahora, el versículo 13, porque aquella gran asamblea continuó expresándose, con estas palabras:

"Pero el pueblo es muy numeroso y estamos en tiempo de lluvias; además no podemos permanecer en la calle, ni es cuestión de un día ni de dos, pues somos muchos los que hemos pecado en esto".

Al comenzar a llover, todos los presentes quisieron ir a algún lugar cubierto. Esdras era una persona con mucho sentido común y aceptó que las cosas se llevaran a cabo de una manera lógica y ordenada, pensando también en la presencia de mujeres y niños entre aquella gran multitud. Y entonces, el versículo 14 recoge la decisión que para resolver aquella situación tomaron todos por unanimidad:

"Que sean nuestros jefes los que se queden en lugar de toda la congregación, y vengan en fechas determinadas todos aquellos que en nuestras ciudades hayan tomado mujeres extranjeras, acompañados de los ancianos y los jueces de cada ciudad, hasta que apartemos de nosotros el ardor de la ira de nuestro Dios a causa de esto".

Y así, en efecto, se resolvió que todo se hiciera de una manera bien hecha y organizada. El nombramiento de un comité de investigación parecía ser la mejor manera de tratar un problema que, evidentemente, era de gran importancia. Y la presencia de los oficiales locales acompañando a los transgresores, asegurarían la mayor exactitud aun en los menores detalles, asegurando así que se tomaran decisiones justas en cada caso. Y así fue que la comisión tardó tres meses en completar las investigaciones. Luego se nos dice aquí en el versículo 19:

"Estos levantaron su mano prometiendo que despedirían a sus mujeres, y presentaron como ofrenda de reparación por su pecado un carnero de los rebaños".

El hecho de que presentaran una ofrenda revelaba que estaban comprometidos en llevar a cabo aquel proceso doloroso que restablecería plenamente su relación con Dios.

En los versículos siguientes se incluyó una lista de todos los que acordaron desvincularse de sus mujeres extranjeras. Los nombres incluían a sacerdotes, levitas y a unos pocos hombres del pueblo. El tiempo que duró la investigación sugiere que se consideraron otros casos en los cuales no se incluían necesariamente casos de divorcio. Fue aquel un acuerdo solemne y se comprometieron a cumplirlo. Y la tragedia causada por la disolución de tantos hogares debía contraponerse, no solo a la gravedad de la transgresión de la ley, que había sido quebrantada por la realización de tales matrimonios. Sino que también es importante tener en cuenta la pérdida de la bendición posterior que vendría sobre toda la humanidad únicamente a través de una comunidad purificada, que no estuviera mezclada con pueblos paganos que vinculaban su idolatría con todo tipo de actividades moralmente perversas; no olvidemos que esos pueblos se aniquilaban a sí mismos con su propio sistema de vida, con sus sacrificios humanos y otras aberraciones que ya hemos detallado en el estudio de otros libros del Antiguo Testamente. Y leamos, finalmente, el versículo 44 de este capítulo 10 de Esdras, último versículo de este libro de Esdras.

"Todos estos habían tomado mujeres extranjeras; y algunas de sus mujeres habían dado a luz hijos".

Este versículo nos relata una triste historia, ¿no es cierto? Los pecados cometidos por los padres afectarían a los hijos. Aquí vemos de qué manera completa y minuciosa se llevó a cabo esta separación. Teniendo en cuenta todos los factores que hemos señalado en el párrafo anterior. La ofensa debía ser tratada severamente y, teniendo en cuenta las perspectivas futuras, no podían permitir que los sentimientos humanos, sentimientos lógicos, por otra parte, influyeran en la aplicación de los principios que Dios había establecido. Está claro que Esdras fue el hombre escogido por Dios para hacer frente a los graves problemas de aquella época. Al menos en aquella generación, él ayudó a preservar el testimonio de los judíos para el cumplimiento del plan de Dios.

En nuestro próximo programa, Dios mediante, continuaremos nuestro recorrido por el Antiguo Testamento y comenzaremos a estudiar el libro de Nehemías, un libro que continúa prácticamente el desarrollo histórico que empezó a cumplirse en el libro de Esdras.

Estimado oyente, a través de estas páginas de este libro, una y otra vez hemos visto el énfasis colocado en la Palabra de Dios. El aspecto subrayado hoy era la severidad y la aplicación de la justicia a aquellos que conscientemente habían desobedecido esa Palabra. Y al finalizar queremos recalcar que para aquellos que, por la fe, han reconocido al Señor Jesucristo como su Salvador, la Palabra de Dios resulta adecuada para todos los momentos de la vida y constituye un alimento, un consuelo, una fuente de inspiración y de bendición. Por lo tanto, los creyentes, y usted también, estimado oyente, si ha creído en el Señor, pueden hacer suyas las palabras del autor del Salmo 119:103, cuando exclamó: "¡Cuán dulces son a mi paladar tus palabras! Más que la miel a mi boca".

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