Estudio bíblico de Job 22:1-23:12

Job 22:2 - 23:12

Continuamos hoy nuestro estudio del libro de Job, y estamos en el capítulo 22. Aquí el tema es el tercer y último discurso de Elifaz, al ser ésta la tercera vez que estos hombres se enzarzaban en una batalla intelectual.

Esta lucha intelectual y espiritual emocionaba a la gente de aquella época. Pensamos que no eran civilizados. Sin embargo en nuestra época tan culta y civilizada, damos un enorme énfasis a lo material, a lo físico, y fallamos al no enfatizar la reflexión espiritual.

Recordemos que Elizaf fue el hombre que había tenido una notable experiencia. Él que tuvo aquella extraña y misteriosa visión, era un espiritualista. Él siempre enfatizaba "lo que había visto". Leamos, pues, nuevamente y a modo de repaso, los primeros dos versículos de este capítulo 22, de Job.

"Respondió Elifaz, el temanita, y dijo: ¿Podrá el hombre ser de provecho a Dios? Si acaso, solo para sí mismo es provechoso el hombre sabio".

La misma naturaleza de la pregunta revelaba que el hombre no podía serle a Dios de ningún provecho. Elifaz estaba preguntando: "Job, tú piensas demasiado en ti mismo. Pero, ¿que supones que piensa Dios de ti?" Elifaz creía que Job estaba actuando como si Dios pudiera sacar algún beneficio de su conducta, y que si Él no le estuviera conteniendo, Job podría convertirse en alguien demasiado fuerte ante Dios. Él creía que, por tal motivo, Dios estaba sujetando a Job. Debemos decir que Elifaz aquí, estaba completamente equivocado. Y esto ciertamente, no era de mucho consuelo para un hombre que en este preciso momento necesitaba mucha ayuda e iluminación del cielo. Ahora, Elifaz continuó diciendo en el versículo 3:

"¿Le satisface al Omnipotente que tú seas justo? ¿Le aprovecha de algo que tú hagas perfectos tus caminos?"

Estos hombres comenzaron a ver una pequeña grieta en la armadura de Job. Será algo claro y manifiesto dentro de unos capítulos. Pero el problema que encontramos aquí es que ellos en realidad no estaban haciendo un diagnóstico correcto de Job, y por cierto que tampoco sabían qué remedio le podían dar. Ellos no eran capaces de consolarle y darle la ayuda que Job necesitaba. El hecho de que Job insistiera en decir que él era un hombre justo, no podía en ningún modo satisfacer a Dios.

Y una vez más, tenemos la impresión que muchos que dicen ser cristianos, que parecen apoyarse en ellos mismos, en lo que son, en sus propias fuerzas y recursos, no están confiando realmente en Cristo. Es evidente que esa actitud no complace al Señor. Necesitamos reconocer quienes somos, y darnos cuenta de nuestra gran necesidad de nuestra dependencia total de Dios. Tenemos que estar mirándole en vez de tratar de impresionarle con lo que somos y estamos haciendo. Y continuó diciendo Elifaz en el versículo 4:

"¿Acaso por tu piedad te castiga o entra a juicio contigo?"

En otras palabras, le preguntó a Job: "¿Acaso eres tan justo y perfecto que Dios teme tratar contigo?" Tenemos que entender que cuando Dios dijo que Job era "perfecto" quiso decir que él estaba en una relación correcta con Dios por medio de un sacrificio, porque sabemos que él ofrecía sacrificios por sus hijos e hijas. Y por supuesto que Dios no temía tratar con Job. Obviamente, este hombre estaba pasando por momentos difíciles y críticos. Y ahora, los versículos 5 al 7 dicen:

"Por cierto, tu maldad es grande y tus iniquidades no tienen fin. Sin razón tomabas prenda de tus hermanos y despojabas de sus ropas a los desnudos. No dabas de beber agua al cansado y negaste el pan al hambriento".

Elifaz aquí se permitió mencionar todo lo malo. Desgraciadamente, hay algunos cristianos que se complacen en hacer lo mismo. Cuando la tragedia golpeó duramente a Job, hizo que mucha gente se preguntase qué habría en la vida de Job, o qué habría hecho. Y como no pudieron averiguar nada, comenzó el cotilleo. La gente empezó a elaborar razones. Antes de no mucho tiempo, comenzaron a inventar historias. Eso es precisamente lo que estaba haciendo Elifaz.

Elifaz ya había acusado a Job de actuar como si Dios obtuviera algún beneficio de su buen comportamiento. Después cambió y le dijo a Job que su maldad no podía ser mayor. Así que pensó que sería mejor decirle a Job todo aquello de lo cual era culpable. Él estaba expresando suposiciones, porque ninguna de esas acusaciones era cierta. Sólo se trataba de chismes. Semejante trato no podía ayudar a Job. Le colocó en una actitud defensiva, en vez de impulsar a Job a defender a Dios, le llevó a defenderse a sí mismo. Al estar convencido Job de que no era culpable de esas falsas acusaciones, tendía a pensar que Dios tenía que haber cometido un error. Ésa era la forma alternativa de pensar sobre este asunto. Y así, las acusaciones de Elifaz influyeron para que Job se defendiera de esta manera.

Escuchemos, pues, las historias que los chismosos contaron sobre Job. Leamos los versículos 8 al 11:

"¡Tú, el hombre pudiente que poseía la tierra, el distinguido que habitaba en ella, a las viudas enviabas vacías y quebrabas los brazos de los huérfanos! Por eso estás rodeado de lazos y te turba un espanto repentino; estás en tinieblas, de modo que no ves, y te cubre un torrente de agua".

Elifaz implicaba que éstas eran las cosas que Job había hecho. Y continuó advirtiéndole que Dios estaba en lo alto y tomaba nota de todas esas acciones. Y dijo en el versículo 12:

"¿No está Dios en lo alto de los cielos? ¡Mira lo encumbrado de las estrellas, cuán elevadas están!"

En otras palabras, Elifaz le dijo a Job: "Has estado haciendo estas cosas como si Dios no te viera, pero Él ciertamente te ha visto. Pensabas burlar su vigilancia pero resulta evidente que no has pasado inadvertido:" Y vemos que todo su argumento se apoyaba en la suposición de que Job tenía un pecado secreto en su vida, que nadie conocía sino solo Dios. Y Dios estaba en este tiempo sometiéndole a juicio. Entonces, de acuerdo con el argumento de Elifaz, ésta era la explicación de su enfermedad y de toda la tragedia que había sufrido.

El creía que Job concebía a Dios como alguien que no sabía lo que estaba ocurriendo. Luego, en los versículos 13 y 14 continuó diciéndole:

"Y tú has dicho: ¿Qué sabe Dios? ¿Cómo juzgará a través de la oscuridad? Rodeado de nubes, no puede ver mientras pasea por los bordes del cielo".

Elifaz dijo: "Job, tú estás haciendo estas cosas como si Dios no pudiera verte, y Dios te está observando y sabe todo sobre ti". Y además le dijo en los versículos 15 al 17:

"¿Quieres tú acaso seguir la senda antigua, la que siguieron los hombres perversos que fueron cortados antes de tiempo, cuyos cimientos se derramaron como un río? Ellos decían a Dios: ¡Apártate de nosotros! ¿Y qué les había hecho el Omnipotente?"

Y aquí se repitió otra vea el argumento que escuchamos al principio. Elifaz apoyaba cada cosa en la experiencia que había tenido. Él podía decir: "he visto a los malvados".

Notemos ahora que Elifaz hizo un pedido evangélico, pero esto fue algo que Job no necesitaba, porque él tenía una relación de persona redimida por Dios y había podido decir, en 19:25: "Yo sé que mi Redentor vive". Notemos ahora lo que se nos dijo aquí en el versículo 21, de este capítulo 22 de Job:

"Vuelve ahora en amistad con Dios y tendrás paz; y la prosperidad vendrá a ti".

Ésta fue una maravillosa y hermosa invitación, pero no se aplicaba a Job, por tener éste una relación con Dios. Elifaz dijo en la primera parte del versículo 21: Vuelve ahora en amistad con Dios y tendrás paz. Es una buena invitación de Dios para usarla en el día de hoy. El Señor Jesucristo dijo en Mateo 11:28: "Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar". Y aquí lo tenemos en el Antiguo Testamento, cuando Elifaz dijo que era la forma de tener paz con Dios. También el apóstol Pablo dijo en Romanos 5:1, que "habiendo sido justificados por fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo".

Luego Elifaz continuó diciendo en los versículos 22 y 23:

"Toma ahora la Ley de su boca y pon sus palabras en tu corazón. Si te vuelves al Omnipotente, serás edificado y alejarás de tu morada la aflicción".

Y estos hombres continuaban insistiendo siempre con la misma historia de que Job tenía un pecado secreto en su vida, que debía tratarlo y volverse a Dios. Le estaban tratando como si ni siquiera estuviera relacionado en absoluto con Dios. Luego, en los versículos 24 al 26 dijo:

"Tendrás más oro que tierra: como piedras de arroyo, oro de Ofir. ¡El Todopoderoso será tu oro y tendrás plata en abundancia! Entonces te deleitarás en el Omnipotente y alzarás a Dios tu rostro".

Elifaz estaba suponiendo que Dios era el enemigo de Job, pero no era así. Ésta es una actitud que aún hoy es uno de los mayores elementos disuasorios en la predicación del Evangelio. Los seres humanos son pecadores, y esto debería exponerse con claridad. Pero Dios no está enemistado hoy con este mundo. Dios está reconciliado con el mundo. Usted y yo no tenemos que hacer nada para reconciliar a Dios; Cristo murió por nosotros. Dios está reconciliado, tiene Sus brazos extendidos hacia un mundo perdido y dice al ser humano: "Puedes venir a mí, pero debes hacerlo a mi manera. Debes venir por medio de Aquel que dijo: Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie viene al Padre sino por mí". Estimado oyente, si usted viene por ese camino, puede acercarse con confianza a la presencia de Dios. Y Dios le recibirá con una cálida bienvenida y abundantes bendiciones espirituales. Como podemos ver, Elifaz no estaba representando a Dios fielmente. Y tampoco ofreció ninguna ayuda ni consuelo a Job. Y así llegamos a

Job 23:1-12

Ésta fue la séptima vez que Job respondió a sus amigos y expresó un profundo anhelo por Dios. A él le habría agradado presentar su caso ante Dios. Job comenzaba a tener la sensación de que se encontraba en la criba de la prueba de Dios y que Él le mantendría vivo a través de las pruebas. Pero, escuchemos lo que Job dijo en el capítulo 23, versículos 1 y 2:

"Respondió Job y dijo: Hoy también hablaré con amargura, porque es más grave mi llaga que mi gemido".

Lo que Job estaba diciendo era: "Habéis podido ver mi condición y escuchado mi queja. En realidad, mi condición es peor de lo que parece, y peor de lo que os puedo expresar". Luego en el versículo 3, dijo:

"¡Quién me diera el saber dónde hallar a Dios! Yo iría hasta su morada"

Ahora, Job anhelaba estar en la presencia de Dios. Habría sido algo maravilloso que estos hombres, sus amigos, hubieran sabido cómo llevarle a la presencia del trono de gracia. Él no necesitaba un trono de juicio. Él ya había estado allí, ya había pasado por la disciplina. No había ninguna duda en cuanto a ello. Pero entonces él necesitaba que alguien le llevara a la presencia de Dios. Leamos el versículo 4:

"Expondría mi causa delante de él y llenaría mi boca de argumentos".

Job dijo que estaba listo para ir a la presencia de Dios porque quería defenderse a sí mismo. Pero, estimado oyente, nadie puede acercarse a Dios para defenderse. Todos debemos presentarnos ante Dios para declararnos culpables. Cada uno de nosotros es culpable. Veremos que cuando Job entrara en la presencia de Dios, no se defendería. Cambiaría totalmente su actitud. En el versículo 5, Job dijo:

"Yo sabría lo que él me respondiese y entendería lo que me dijera".

Job se preguntaba qué le diría Dios. Se preguntaba dónde podría encontrarle. Con toda seguridad podemos decir que cualquiera que tenga en su corazón el anhelo de estar con Dios, va a encontrarle. Dios saldrá a su encuentro. Leamos ahora los versículos 6 al 9:

"¿Contendería conmigo con la grandeza de fuerza? ¡No, sino que él me atendería! Allí el justo razonaría con él y yo escaparía para siempre de mi juez. Si me dirijo al oriente, no lo encuentro; si al occidente, no lo descubro. Si él muestra su poder en el norte, yo no lo veo; ni tampoco lo veo si se oculta en el sur".

Bueno, uno no puede localizar a Dios corriendo de aquí para allá. Él está cerca, mucho más cerca que su propia mano, más próximo que el respirar. Dios está muy al lado suyo. Pero Job dijo que había estado de aquí para allá tratando de encontrar a Dios. Y leamos el versículo 10:

"Mas él conoce mi camino: si me prueba, saldré como el oro".

Aquí vemos que en este momento comenzó a aparecer un pequeño rayo de luz en el alma de Job. En realidad quiso decir: "Estoy siendo probado con un propósito, no sé cuál será ese propósito y no lo comprendo. Pero Dios lo está usando en mi propia vida".

Estimado oyente, ¿ha descubierto en su propio corazón, en su propia vida que los problemas, las dificultades fortalecen la fibra de su fe? ¿No ha encontrado que le han dado un carácter moral que usted nunca había tenido antes? ¿Ha experimentado la fortaleza y el consuelo de Dios en el momento de la tormenta? Usted sabe que Él nunca ha prometido que nosotros evitaríamos pasar por tormentas, pero Él sí ha prometido que tendríamos un puerto seguro, y eso es suficientemente bueno para mí. Notemos ahora lo que dijo este hombre, aquí en los versículos 11 y 12 del capítulo 23:

"Mis pies han seguido sus pisadas; permanecí en su camino, sin apartarme de él. Nunca me separé del mandamiento de sus labios, sino que guardé las palabras de su boca más que mi comida".

Job había tenido un deseo por escuchar la Palabra de Dios y aparentemente la había estado siguiendo. Y aquí es donde Dios nos está enseñando una lección. Job no comprendió, o no interpretó correctamente la Palabra de Dios. Usted sabe que algunas lecciones que tenemos en la Palabra de Dios no pueden ser aprendidas simplemente estudiándolas. Las aprende uno por medio de la experiencia. Muchas de las verdades acerca de Dios nos deben ser enseñadas de esa manera.

Al continuar más tarde con el capítulo 24 y considerar la continuación de la respuesta de Job, veremos que su explicación será muy extensa y prolija.

Elifaz le había dirigido la siguiente invitación: "Conoce a Dios". Así que Job expresó su deseo de encontrar a Dios. Job le conocía como Redentor, y así lo había llamado a Dios. Pero él no entendía lo que estaba ocurriendo, y necesitaba el consuelo, la ayuda y la luz del cielo, que no había obtenido de sus amigos.

Elifaz había intentado desentrañar el pecado secreto que él imaginó en la vida de Job. El efecto que esa actitud causó en Job fue colocarle aún más en una posición defensiva. De hecho, hizo surgir en él otra pregunta: "¿Por qué es Dios tan exigente y duro conmigo? Él aparentemente justifica las acciones de otros que realmente son pecadores y cuyos pecados son del dominio público". Ésta fue, pues, la idea clave del argumento de Job en el capítulo 24, que examinaremos en nuestro próximo programa.

Hemos dicho hoy que, a pesar de que Job no entendía el por qué de lo que le estaba ocurriendo, ni la forma en que Dios le estaba probando, le conocía como su Redentor. Redimir es sacar en libertad a un cautivo mediante el pago de un precio. En Primera de Corintios Pablo les recordó a sus lectores que Dios les había comprado por un precio y, en consecuencia, tenían que honrar a Dios con su conducta y no permitir que otras personas les esclavizaran. Y el apóstol Pedro, en su primera carta, recordó que el precio de nuestro rescate no se pagó con cosas perecederas como el oro o la plata, sino con la sangre de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin defecto. En este mundo, el oro y la plata representan el poder del dinero para adquirir todo aquello que sea material. Pero la vida eterna y la salvación del alma quedan fuera de ese mercado de compra y venta. Estimado oyente, Jesucristo, que era justo, murió por nosotros, y pagó la pena del pecado en lugar nuestro, con su sacrificio en la cruz. Pero resucitó y hoy vive. Por eso, ha prometido una vida significativa, de calidad en esta tierra, cumpliendo los propósitos de Dios, y la vida eterna, a todos aquellos que crean en Él y por la fe, le acepten como su Salvador.

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