Estudio bíblico de Lamentaciones Introducción

Lamentaciones - Introducción - 1:18

Llegamos hoy, amigo oyente, a nuestro estudio del breve libro de Lamentaciones, y este es un libro que sigue normal y naturalmente a la profecía de Jeremías. En este libro el alma del profeta Jeremías se nos presenta al desnudo.

A manera de introducción para este libro, citaremos lo que dijo uno de los grandes expositores de la Palabra de Dios, el Dr. Alexander Whyte; él dijo: "No hay nada en todo el mundo como las Lamentaciones del profeta Jeremías. Ha habido mucha tristeza en cada época y en cada país de este mundo, pero nunca ha nacido otro predicador y autor con un corazón tan embargado de tristeza. Dante viene después de Jeremías, y sabemos que Jeremías fue el profeta favorito del gran exiliado". Hasta aquí lo que dijo el Dr. Alexander Whyte.

Hemos visto que Jeremías comenzó su ministerio durante el reinado de Josías. El y Josías eran jóvenes y evidentemente eran también amigos. Bajo el liderazgo de Josías tuvo lugar la última renovación espiritual del pueblo de Judá. Fue un movimiento renovador en el cual muchos corazones fueron conmovidos, pero considerado en su conjunto, demostró ser en gran medida un movimiento superficial. Josué murió prematuramente en la batalla de Megido, luchando contra el Faraón Necao, una batalla en la cual Josías nunca debería haber participado. Jeremías, sin embargo, continuó su ministerio profético durante los reinados de cuatro reyes lamentables que continuaron reinando sucesivamente después de Josías: Joacaz, Joacim, Joaquín y Sedequías, que fue el último rey de Judá. El suyo fue un mensaje severo, en el que intentó llamar a su pueblo y a su nación para que volviera a seguir a Dios. Pero nunca fue capaz de impedir la decadencia del reino de Judá. Fue testigo de la destrucción de Jerusalén; y mientras contemplaba las llamas que la consumían, se sentó sobre las cenizas calientes, y lágrimas amargas cayeron por sus mejillas.

Ahora, en cuanto a la estructura de este breve libro que tenemos ante nosotros diremos que tiene una extensión de cinco capítulos, y cada uno de ellos es una elegía, casi un canto fúnebre. Estas elegías o lamentos expresan una tristeza que sobrepasa toda descripción. En ellas vemos a Jeremías, en pie, llorando ante Jerusalén. Así que el contenido del libro está lleno de tristeza y pesar. Es un himno al dolor, un poema de compasión, un proverbio de patetismo. Es un himno al sufrimiento, un salmo de tristeza, una sinfonía de dolor, y una historia de depuración. El libro de Lamentaciones es el muro de los lamentos de la Biblia.

Este libro de Lamentaciones nos introduce en el mismo corazón de Jeremías. Él comunicó un mensaje de Dios que realmente quebrantó su corazón. ¡Qué vida trágica y miserable fue la suya! Si uno fuera a guardar sus lágrimas en un tubo de ensayo para analizarlas desde un punto de vista científico, y para determinar la cantidad de cloruro de sodio, de sal que tenían, aun así no llegaría a saber la medida del dolor y el sufrimiento de este hombre. Ha sido llamado el hombre del corazón quebrantado. La suya fue una vida llena de patetismo y compasión. Sus sollozos fueron como un solo. Una poetisa llamada Ella Wheeler Wilcox ha escrito una copla que dice lo siguiente: "Ríe, y el mundo se reirá contigo. Llora, y llorarás solo. Porque esta tierra vieja y triste tiene que pedir prestada su alegría, pero tiene bastantes problemas en sí mismo".

Las lágrimas son reconocidas generalmente como una señal de debilidad, el llorar, como una falta de virilidad, y el gritar como propio de los niños.

Este hombre Jeremías tenía el corazón de una mujer. Era sensible. Era sincero. Era compasivo, comprensivo. Era tierno, como una madre. Sin embargo presentó el mensaje más firme y severo de la Biblia: anunció la destrucción de Jerusalén, y pronunció juicio, aconsejando al pueblo que se rindiera a Nabucodonosor. Su mensaje no logró nada, sino causarle todo tipo de problemas.

Amigo oyente, ¿qué clase de persona habría usted elegido para comunicar un mensaje tan duro, brutal, y directo como ese? ¿Habría preferido a alguien como Atila, o uno de los dictadores del siglo pasado? Con toda seguridad que ninguno de nosotros habría enviado a un hombre débil o frágil emocionalmente para entregar semejante mensaje. Pero Dios eligió a ese hombre, un hombre con un corazón tierno.

Ya hemos mencionado anteriormente que el Dr. Dale fue la persona que dijo que el Sr. Moody era el único que, según él, tenía derecho a predicar sobre el infierno. Y cuando alguien le preguntó por qué, contestó: "Porque él siempre predica con lágrimas en su voz". Esa es la clase de personas que Dios quiere utilizar hoy. Nos tememos que hay demasiados que no se conmueven con el mensaje que están comunicando.

Nos tememos que en nuestro tiempo hemos desarrollado una generación que no tiene ningún sentimiento, y que no siente ninguna compasión en realidad por este mundo perdido. Y que ni siquiera tiene interés en difundir la Palabra de Dios. No se presta ninguna atención a la fibra moral ni se tiene un alto sentido de obligación.

Hace unos años atrás apareció en una revista un artículo dirigido a los jóvenes en el cual se les aconsejaba que sus mayores posibilidades de éxito en la vida podrían encontrarse en "hacer el trabajo que más disfrutaran, lo cual les daría la más completa expresión a sus capacidades y personalidad". Si Jeremías hubiera tenido en cuenta este consejo, probablemente se habría dedicado a otra clase de actividades. Pero Jeremías podía decir que él se alegraba en la Palabra de Dios. En el capítulo 15 de Jeremías, versículo 16 dijo: fueron halladas tus palabras, y yo las comí, Tu palabra me fue por gozo y por alegría de mi corazón; porque tu nombre se invocó sobre mí, Señor, Dios de los ejércitos. Este hombre era realmente extraordinario.

Muchos jóvenes que han tenido una buena preparación, incluso algunos en el trabajo cristiano, están buscando un trabajo donde puedan entrar y salir y olvidarse de todo lo demás; llegar a la casa y encender el aparato de televisión o sentarse ante el ordenador. Retienen sus sentimientos y emociones en un lugar reservado de su personalidad, y están poco dispuestos a proclamar o difundir la Palabra de Dios. Pero damos gracias a Dios por aquellos que colaboran con la difusión de la Palabra impulsados por una gran motivación espiritual.

No siempre entiendo a Jeremías, pero le admiro y le respeto.

Una poetisa escribió sobre él las siguientes palabras: "Un corazón de mujer, tierno, dispuesto a actuar y cálido; pero un hombre, en su férrea voluntad y un valor inamovible. Su arpa afinada para una canción extraña y patética. Sin embargo, cuando la ocasión requirió acción, ni un arranque de ira desde el trono o el altar pudo su alma desactivar -su desalentadora batalla prolongada y feroz". Hasta aquí la cita.

Este era Jeremías, el varón de dolores. Nos recuerda a Otro que se sentó a llorar sobre Jerusalén. La única diferencia fue que Jerusalén estaba en ruinas y el templo recién incendiado cuando Jeremías miraba fijamente los escombros. Jesús lloró sobre la misma ciudad unos 6 siglos después por lo que le iba a suceder a la ciudad. Para Jeremías la destrucción de Jerusalén era en ese momento un hecho de la historia. Para Jesús, le destrucción de Jerusalén era un asunto de profecía.

El versículo clave en el Libro de Lamentaciones explica la razón por la cual Jerusalén yacía en ruinas se encuentra en 1:18, que dice: Porque el Señor es justo, pues yo me había rebelado contra su palabra. Oíd ahora, pueblos todos, ved mi dolor; mis vírgenes y mis jóvenes fueron llevados en cautiverio. Y así llegamos al

Lamentaciones 1

La primera lamentación se inicia con una nota triste. Jeremías estaba cantando en un tono menor. En el capítulo 1, versículo 1, leemos:

"¡Qué sola ha quedado la ciudad populosa! La grande entre las naciones se ha vuelto como una viuda; la señora de provincias ha sido hecha tributaria."

La gran ciudad de Jerusalén había caído. ¿Cuál era la explicación? Jeremías pronunció dos declaraciones tremendas que nos ayudarán a entender aquel acontecimiento. Y en el versículo 8, de este capítulo 1, leemos:

"Gravemente ha pecado Jerusalén, por lo cual ha sido movida de su lugar; cuantos la honraban la desprecian al ver su vergüenza, y ella suspira y se vuelve atrás."

Gravemente ha pecado Jerusalén -ésta fue la primera explicación para la caída de la ciudad, su desnudez fue revelada. ¡Qué imagen! Continuemos leyendo el versículo 12 de este primer capítulo:

"¿No os conmueve a cuantos pasáis por el camino? Mirad y ved si hay dolor como el dolor que me ha venido; porque el Señor me ha angustiado en el día de su ardiente furor."

A la gente no le agrada oír acerca del furor de Dios. Ese aspecto es con frecuencia dejado fuera del mensaje del evangelio. En algunos mensajes de Navidad, por ejemplo, se destaca que Cristo nació de una virgen y que fue Dios manifestado en un cuerpo humano, y nos alegramos por oír estas verdades. Pero por otra parte se enfatiza que Cristo vino para darle a usted una nueva personalidad, para traer paz y amor. Y toda la presentación parece un mensaje de consuelo y de compromiso. La excusa para enfatizar solo estos conceptos del evangelio es que se está tratando de no incomodar a nadie para poder alcanzar al hombre de nuestro tiempo. Jeremías estaba también intentando alcanzar a un mundo perdido, y no tuvo mucho éxito; pero al menos comunicó el mensaje de Dios tal como Dios se lo había entregado a él. Dios juzgó al pueblo de Judá por su pecado y El aun juzgará hoy el pecado. Continuemos leyendo el versículo 18 de este primer capítulo de Jeremías:

"Pero el Señor es justo, pues yo me había rebelado contra su palabra. Oíd ahora, pueblos todos, ved mi dolor: mis vírgenes y mis jóvenes fueron llevados en cautiverio."

Jeremías lamentó la destrucción de Jerusalén en su soledad. Estuvo allí llorando entre las cenizas. ¿Por qué había sido destruida la ciudad? La ciudad había pecado. La segunda explicación fue la siguiente: el Señor es justo. Dios lo hizo, y actuó con justicia.

Esto resulta difícil de entender y nos sentimos inadecuados para llegar al fondo, a la esencia de esta cuestión. Nos situamos simplemente en la periferia del dolor de este hombre y encontramos que no podemos penetrar más adentro. Solo podemos mirar hacia este jardín por encima del muro. No somos capaces de entrar y pasear por él de un lado a otro. El nos reveló dos aspectos, el amargo, y el dulce: Jerusalén había pecado, pero sin embargo, Dios amaba a Jerusalén. Destacamos las dos frases: Gravemente ha pecado Jerusalén (v. 8) y el Señor es justo. (v. 18). Dios les amó a ellos, como el mismo dijo: con un amor eterno. Y Él causó todos estos juicios sobre ellos porque Él es justo.

Otra cita del Dr. G. Campbell Morgan podría ayudarnos a entender este aspecto. De la revelación del furor de Dios él dijo: "Existe la necesidad de una revelación de la ira, el furor de Dios. Esta es una necesidad suprema en el interés del universo. Las prisiones se han creado teniendo en cuenta el interés de las personas libres. El infierno es la protección del cielo. Un estado o país que no puede castigar el crimen está condenado al fracaso; y un Dios que tolerara el mal no sería bueno. Negadme mi revelación Bíblica de la ira de Dios, y me sentiré inseguro en el universo. Pero reveladme Su Trono establecido, ocupado por Uno Cuyo corazón está lleno de ternura, cuyas entrañas tienen ansias de amar, entonces tendré la plena seguridad de que El no tolerará aquello que arruina, abate y condena; sino que lo destruirá, y a todos sus instrumentos, en el interés de todo aquello que es elevado, noble y puro". Hasta aquí la cita.

Amigo oyente, usted y yo estamos viviendo en un universo donde existe un Dios. Un Dios viviente. Un Dios cuyo corazón muestra su amor y un vivo anhelo por usted. Pero, permítanos decirle lo siguiente: si usted le da la espalda a Él, Él le juzgará aunque todavía le continúe amando, porque Él es el Dios justo de este universo. No estamos seguros de comprender esta verdad en toda su magnitud, pero sabemos que esto es lo que El dice en Su Palabra. Y algún día, Él nos aclarará que el infierno se encuentra realmente donde está porque El es un Dios de amor, un Dios de justicia, y un Dios de santidad. Y todo el universo, incluyendo al mismo Satanás, tendrá que admitir que Dios es justo en todo lo que hace. Amigo oyente, Dios es tan grande, maravilloso y bueno, que no deberíamos atrevernos a no tomarlo en serio, a obrar ligeramente con El.

Jesús les pudo decir a los escribas y fariseos de Su época, los líderes religiosos de Su tiempo: "Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas". Y, ¿por qué los llamó hipócritas? Porque, como les dijo a continuación: porque devoráis las casas de las viudas (como podemos ver en Mateo 23:14). Y esta fue solo una de las razones. Estimado oyente, si su cristianismo no afecta a su corazón, a su vida en el hogar, a su trabajo o profesión, y a su vida en sociedad, entonces, de acuerdo con lo que dijo Jesús, usted sería un hipócrita. Nosotros no hemos dicho esto, ni lo haríamos. Él lo dijo. Y El es Aquel que lloró sobre estos hombres que le escucharon decir estas palabras tan duras. Nuestros ojos están secos, pero Sus ojos están llenos de lágrimas hoy por usted y por mí. Estimado oyente, no le vuelva la espalda a Dios, quien lo ama de esta manera. De hecho, será trágico si así lo hace.

Dios hace lo que hace porque es un Dios justo. El no puede cerrar sus ojos ante el mal, ante la maldad. Cuando Sus propios hijos le desobedecen, Dios los tiene que disciplinar, aunque esa acción quebrante Su corazón. Así, en este libro podemos ver que Jeremías nos reveló el corazón de Dios: cuando Jeremías lloraba, Dios estaba llorando; cuando él se entristecía y afligía, Dios se entristecía. Cuando no entendemos lo que está sucediendo a nuestro alrededor, o en nuestra vida, lo importante es confiar en que Dios es justo en lo que hace. Y aunque quebrantó Su corazón divino, el fue justo al permitir que Jerusalén fuera destruida, y al permitir que el pueblo fuera conducido al cautiverio.

Jeremías clamó porque quiso saber el motivo de lo que estaba sucediendo y Dios le aseguró que El era justo en lo que le estaba haciendo a Jerusalén.

Otra angustiosa pregunta que Jeremías tuvo fue la siguiente, que vimos en el versículo 12 de este primer capítulo: ¿No os conmueve a cuantos pasáis por el camino? En otras palabras, ¿hasta qué punto estaba implicada la gente? ¿Le interesaba, le preocupaba al pueblo lo que estaba sucediendo?

El hombre no está dispuesto a aceptar el hecho de que Dios está airado con el pecado. En cambio, el hecho de que Dios es amor, es destacado en todo su valor. Estamos de acuerdo en que Dios es amor, y la Iglesia, sin duda alguna, necesita aprender llevar el amor de Dios a todos los órdenes de la vida. Con frecuencia hemos fracasado en esta labor, pero creemos que en esta generación, este deseo ha conducido a un énfasis excesivo sobre el amor de Dios. Dios es justo, y Dios es santo; en todos sus tratos con el ser humano actúa con justicia.

Y vamos a detenernos aquí por hoy. Dios mediante, continuaremos con nuestro estudio de este libro de Lamentaciones en nuestro próximo programa. Es nuestra esperanza, que el estudio de este libro contribuya a un mayor conocimiento del carácter y del sentir de Dios, manifestado tanto en al Antiguo como en el Nuevo Testamento, y revelado en la persona del Señor Jesucristo.

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