Estudio bíblico de Daniel 6

Daniel 6

Llegamos hoy, amigo oyente, al capítulo 6 del libro de Daniel. Este capítulo es uno de los más conocidos de la Biblia y, con toda seguridad, el más conocido de este libro. Contiene el relato de Daniel en el foso de los leones. Estimado oyente, ¿se ha detenido usted a pensar que Daniel sólo pasó una noche en el foso de los leones, pero que pasó toda una vida, desde que tenía unos 17 años hasta que tenía unos 90 años de edad, en el palacio de reyes paganos? Fue más peligroso para Daniel vivir en el palacio de estos reyes, que pasar una noche en el foso de los leones. Los leones no le podían tocar, pero allí en el palacio de los reyes Nabucodonosor, Nabónido, Belsasar del reino de Babilonia, y en el mismo palacio también con los reyes Darío de Media y Ciro, del imperio Persa, que eran reyes paganos, Daniel estuvo en constante peligro. Sin embargo, tuvo el privilegio de conducir a algunos de estos hombres a un conocimiento del Dios vivo y verdadero.

Daniel pasó sólo una noche en el foso de los leones, pero vamos a examinar este incidente porque tiene un mensaje para nosotros hoy. Este capítulo concluye la sección estrictamente histórica del libro de Daniel, y cada evento histórico ha quedado registrado para nosotros con un propósito. Este episodio en particular de la vida de Daniel constituye otra ilustración del poder de Dios para cuidar a los Suyos, y es una ilustración más de la forma en que Dios protegerá al remanente durante el período de la Gran Tribulación. Este capítulo es el equivalente al capítulo 3, en el que vimos que Dios protegió a los tres amigos de Daniel en el horno de fuego. Como surgió la pregunta acerca del paradero de Daniel en los episodios de ese capítulo, hay también aquí una pregunta sobre el paradero de los tres jóvenes hebreos en este capítulo 6. Seguramente éstos habrían seguido a Daniel en su obediencia a Dios. Quizás, teniendo en cuenta de que había transcurrido un lapso de tiempo, ya no estaban con vida.

Por lo tanto, los capítulos 3 y 6 presentan dos aspectos de la protección del remanente, tanto de los judíos como de los no judíos, durante el período de la Gran Tribulación. En el capítulo 3 el énfasis recae sobre las presiones que hay que soportar ocasionadas por el odio humano y la persecución. En este capítulo 6 énfasis recae más bien sobre el odio satánico y la persecución. El mensaje para nosotros hoy es el que aparece en la primera carta de Pedro, capítulo 5 y versículo 8: "Sed sobrios y velad, porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar". Es como si usted y yo viviéramos en una jaula de leones. Esa jaula es el mundo, y un gran león rugiente anda merodeando de aquí para allá por la jaula. Pedro lo llamó "nuestro adversario, el diablo."

Leamos ahora los versículos 1 y 2 de este sexto capítulo de Daniel, que nos describirá:

La posición de Daniel bajo Darío el medo

"Pareció bien a Darío constituir sobre el reino ciento veinte sátrapas que gobernaran en todo el reino. Y sobre ellos tres gobernadores, de los cuales Daniel era uno, a quienes estos sátrapas dieran cuenta, para que el rey no fuera perjudicado."

Al abrir este capítulo, comprobamos que nos hemos adelantado nuevamente en la historia. El reino de Babilonia, la cabeza de oro, había desaparecido; había sido removido del primer lugar de poder mundial. En vez de Babilonia, tenemos al imperio Medo Persa, que estaba representado en la imagen del sueño de Nabucodonosor por el pecho y los brazos de plata. Ahora llegamos a Darío el Medo, probablemente otro nombre para Gubaru, gobernador de Gutium, que junto con el ejército de Ciro conquistó la ciudad de Babilonia. Darío el Medo, como gobernador de la ciudad de Babilonia bajo Ciro continuó en el poder solamente por dos años. Ciro, que continuó en el trono, era hijo de la hermana de Darío y de Cambises, el Persa. Esto fue lo que unió al Imperio Medo-Persa que en ese momento comenzó a gobernar al mundo de esa época.

Aunque se produjo un cambio de un imperio a otro, aún encontramos a Daniel en la posición de primer ministro bajo Darío el Meda. Recordemos que cuando estábamos considerando la imagen de varios metales, hecha de oro, plata, bronce, hierro y barro (capítulo 2), sugerimos que ilustraba el deterioro de varias maneras. Había un deterioro en la posición, en el tipo de metal, etc. Y aquí podemos ver que la inferioridad de este reino, en comparación con el de Nabucodonosor, era bastante evidente. El reino de Nabucodonosor fue autocrático y absoluto, en el sentido en que él no compartió la autoridad con nadie. Sin embargo, se nos dice que Darío tenía 120 príncipes o subgobernadores que compartían con él la responsabilidad y el liderazgo. Sobre este grupo Darío nombró tres presidentes o administradores, que se desempeñaron como funcionarios de enlace o coordinación entre los príncipes y el rey. Hubo, por lo tanto, una distribución de responsabilidad y gobierno. Se nos dijo que estos tres presidentes (y Daniel era uno de ellos) ejercían su cargo para que los intereses del rey no se vieran afectados. Ahora, esto sugiere que los presidentes o administradores debían evitar que los príncipes le robaran o socavaran de cualquier forma el poder al rey. Entre estos tres administradores, Daniel ocupaba el primer lugar, y calculamos que en ese momento tendría unos 80 años de edad. Ahora, el versículo 3 de este capítulo 6 de Daniel, nos dice:

"Pero Daniel mismo era superior a estos sátrapas y gobernadores, porque había en él un espíritu superior; y el rey pensó en ponerlo sobre todo el reino."

Ahora, Daniel no sólo tenía antigüedad, sino que tenía también superioridad y un espíritu extraordinario. Esto indica que Daniel era un hombre lleno del Espíritu. Y el rey tenía tal confianza en él que lo colocó inmediatamente después de sí mismo en la posición de poder.

Vamos a leer ahora el versículo 4, que comienza un párrafo que describe:

Una conjura para destruir a Daniel

"Los gobernadores y sátrapas buscaron ocasión para acusar a Daniel en lo relacionado con el reino; pero no podían hallar motivo alguno o falta, porque él era fiel, y ningún error ni falta hallaron en él."

Esto es algo que, con toda seguridad, ocurre siempre. Cuando usted se destaque por ser el primero en algunos círculos sociales, en la política, en la escuela o en el mundo de los negocios, será observado por aquellos que son celosos. Si usted tiene un defecto en su vida, o si tiene un talón de Aquiles, un punto sensible en el que pueda ser herido, los que sienten celos van a intentar descubrir ese punto débil y podrían usarlo contra usted.

Ahora Daniel estaba respaldado por una vida personal notable. Estos hombres no pudieron encontrar nada en el carácter de este hombre o en su vida pasada que pudieran aprovechar para perjudicarle.

Hoy un hijo de Dios tiene que vivir de tal manera que cualquier acusación que inevitablemente sea dirigida contra él no sea cierta. Uno no puede evitar que la gente hable de uno, pero puede vivir de tal manera que lo que otras personas digan sea mentira, cuando hagan comentarios. El apóstol Pablo, exigió lo siguiente a todos los creyentes, en su carta a los Filipenses, capítulo 2, versículo 15: "Para que seáis irreprochables y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como lumbreras en el mundo". Y en el capítulo 24 del libro de los Hechos, versículo 16, leemos el testimonio personal de Pablo. Dice así: "Por esto procuro tener siempre una conciencia sin ofensa ante Dios y ante los hombres". En otras palabras, que Pablo podía acostarse por la noche y dormir, y no tenía una conciencia que le inquietara. Eso tendría que ser cierto en cada creyente. Alguien ha dicho que una conciencia es algo que sólo una buena persona puede disfrutar. Bien, veamos ahora el versículo 5 de este capítulo 6 de Daniel que estamos estudiando:

"Entonces dijeron aquellos hombres: No hallaremos contra este Daniel motivo alguno para acusarlo, si no lo hallamos contra él en relación con la ley de su Dios."

Daniel era diferente, y Dios había hecho a su pueblo diferente. Cuando fue llevado por primera vez a la corte de Nabucodonosor como un joven esclavo, había pedido una dieta diferente. A partir de aquellos días su vida fue diferente, y estos hombres fueron conscientes de ello. Y entonces pensaron: "Bueno, si nosotros vamos a encontrar algo malo para usar contra él, lo tendremos que buscar en su religión". Cuando pensaban en algo malo, quisieron decir, algo de lo cual pudieran acusarle ante el rey. Así fue que el único punto vulnerable en Daniel, desde el punto de vista de aquellos políticos, era su religión. Ellos sabían que Daniel era fiel a Dios, y que dependía de Dios. Su vida de oración era algo bien conocido. En consecuencia, se dispusieron a provocar un conflicto entre el rey y la religión de Daniel. Leamos entonces los versículos 6 y 7 para ver como que acción idearon para llevar a cabo su plan:

"Entonces estos gobernadores y sátrapas se juntaron delante del rey, y le dijeron: ¡Rey Darío, para siempre vive! Todos los gobernadores del reino, magistrados, sátrapas, príncipes y capitanes han acordado por consejo que promulgues un edicto real, y lo confirmes, ordenando que cualquiera que en el espacio de treinta días demande petición de cualquier dios u hombre fuera de ti, rey, sea echado al foso de los leones."

Lo que tramaron estos príncipes, administradores y políticos era algo muy sutil. El rey Darío era un buen hombre, lo cual resulta obvio en la historia secular, y creemos que es también la implicación del libro de Daniel. Pero este rey Darío tenía un punto vulnerable, como muchos de nosotros tenemos, y era su vanidad. Él sucumbía a los halagos.

Así que aquellos políticos halagaron al rey y este entonces, accedió a hacer lo que le pedían. Él debe haber pensado "Bueno, esto va a ser grandioso". Así es que él redactó un proyecto de ley y fue convertido en un edicto. De esa manera él se elevó a la posición de deidad, y la ya sólo se podía orar al rey. Entonces, en los versículos 8 y 9 leemos:

"Ahora, pues, oh rey, confirma el edicto y fírmalo, para que no pueda ser revocado, conforme a la ley de Media y de Persia, que no puede ser abrogada. Firmó, pues, el rey Darío el edicto y la prohibición."

Así que el rey Darío cedió en su debilidad, y entonces el edicto que salió firmado por el rey, no podía ser revocado. Incluso el rey de Media y Persia mismo no podía cambiarlo después de haber sido confirmado y publicado. De modo que esto colocó a Daniel en una situación difícil.

Leamos ahora el versículo 10, que nos presenta:

La oración de Daniel

"Cuando Daniel supo que el edicto había sido firmado, entró en su casa; abiertas las ventanas de su habitación que daban a Jerusalén, se arrodillaba tres veces al día, oraba y daba gracias delante de su Dios como solía hacerlo antes."

Observemos la reacción de Daniel a esta nueva ley. Él no hizo nada audaz ni temerario cuando abrió esas ventanas; lo había estado haciendo por años. Simplemente, no retrocedió. No actuó de una manera cobarde y transigente, cerrando las ventanas, sino que continuó con su vida de oración normal.

Deseamos destacar aquí, que él se arrodilló para orar. Siempre surgen preguntas sobre cual es la postura apropiada para la oración. Nosotros dudamos que la postura que se adopte al orar sea lo más importante. Fue Víctor Hugo quien dijo hace mucho tiempo que el alma se pone de rodillas muchas veces indiferentemente de la posición en que se encuentre el cuerpo. O sea que la postura del espíritu de la persona es lo más importante. Sin embargo, si usted prefiere elegir una postura para orar, aquí tenemos un caso en que el que oraba estaba arrodillado.

Observemos también que Daniel oraba orientado hacia Jerusalén. Ésta era la dirección en la vida de Daniel, y él no tenía intención de cambiar a causa del decreto de Darío. Cuando el pueblo de Dios de aquellos tiempos se encontraba lejos del templo en Jerusalén, oraba orientándose en aquella dirección. En la actualidad, en el momento de orar, no se prefiere ninguna dirección a otra; el Señor Jesús dijo en Juan 4:21 y 24: "La hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre". "Dios es Espíritu, y los que lo adoran, en espíritu y en verdad es necesario que lo adoren". Continuemos leyendo el versículo 11 para ver como los enemigos de Daniel se pusieron en acción para espiarlo:

"Se juntaron entonces aquellos hombres, y hallaron a Daniel orando y rogando en presencia de su Dios."

Estos hombres estaban esperando para comprobar lo que hacía Daniel, y ello era realmente un cumplido. Este hombre tenía una reputación, y ellos tenían la sensación de que no retrocedería de sus convicciones. Y entonces, los versículos 12 al 14 nos cuentan como se pusieron en acción:

"Fueron luego ante el rey y le hablaron del edicto real: ¿No has confirmado un edicto ordenando que cualquiera que en el espacio de treinta días pida a cualquier dios u hombre fuera de ti, rey, sea echado al foso de los leones? Respondió el rey diciendo: Verdad es, conforme a la ley de Media y de Persia, que no puede ser abrogada. Entonces respondieron y dijeron delante del rey: Daniel, que es de los hijos de los cautivos de Judá, no te respeta a ti, rey, ni acata el edicto que confirmaste, sino que tres veces al día hace su petición. Cuando el rey oyó el asunto, le pesó en gran manera y resolvió librar a Daniel; y hasta la puesta del sol trabajó para librarlo."

Estos hombres llamaron la atención al rey sobre el hecho de que Daniel estaba desobedeciendo; se encontraba con una ventana abierta orando en dirección a Jerusalén. Realmente, esto fue algo que causó mucha tristeza al rey. Darío no podía cambiar su propia ley; Nabucodonosor habría podido hacerlo. Este detalle ponía en evidencia el deterioro producido al pasar de un reino a otro. Así que estos hombres insistieron. Leamos el versículo 15:

"Pero aquellos hombres rodearon al rey y le dijeron: Sabes, oh rey, que es ley de Media y de Persia que ningún edicto u ordenanza que el rey confirme puede ser abrogado."

Daniel tendría que ser puesto en el foso de los leones, y el rey no podía hacer nada para evitarlo

Continuamos leyendo aquí en el versículo 16, en el cual vemos a:

Daniel en el foso de los leones

"Entonces el rey ordenó que trajeran a Daniel, y lo echaron al foso de los leones. El rey dijo a Daniel: El Dios tuyo, a quien tú continuamente sirves, él te libre."

Pensamos que el rey quizá no creyó en lo que estaba diciendo. Fue como una de esas frases pronunciadas con poco entusiasmo que a veces los cristianos le dirigimos a alguien; por ejemplo si le decimos "Ah, el Señor le cuidará", pero si estuviéramos en esa situación, no confiaríamos en Él de esa manera. Aunque el rey Darío había llegado muy lejos, reconoció que el Dios de Daniel era omnipotente y soberano y podría librarle. También reconoció que Daniel era fiel a Dios. El testimonio de Daniel en la corte disoluta de dos potencias mundiales fue algo nada menos que milagroso. Su vida sencilla, sin afectación, modesta, sin pretensiones fue un testimonio poderoso de la gracia salvadora de Dios en aquellos días. Continuemos leyendo el versículo 17, donde se consumó el encierro de Daniel:

"Trajeron una piedra y la pusieron sobre la puerta del foso, la cual selló el rey con su anillo y con el anillo de sus príncipes, para que el acuerdo acerca de Daniel no se cambiara."

Así que, una vez puesta la piedra en la entrada del foso de los leones, Daniel pasó allí la noche. Estos leones eran feroces y animales salvajes. No era leones sin dientes.

Así que los leones que estaban con Daniel tenían dientes y eran feroces, pero el lugar más seguro aquella noche. Creemos que Daniel disfrutó de un muy buen descanso allí abajo. Lo interesante fue que el rey estaba más inquieto que Daniel y se encontraba probablemente en un peligro mayor.

Leamos ahora el versículo 18 de este sexto capítulo para ver la reacción del rey y en los momentos siguientes:

La liberación de Daniel

"Luego el rey se fue a su palacio, y se acostó en ayunas; no trajeron ante él instrumentos musicales, y se le fue el sueño."

El rey no pudo dormir, pero Daniel sí. Darío pasó una noche de insomnio debido a su preocupación por Daniel como cuentan los versículos 19 y 20:

"El rey se levantó muy de mañana, y fue apresuradamente al foso de los leones. Acercándose al foso, llamó a gritos a Daniel con voz triste, y le dijo: Daniel, siervo del Dios viviente, el Dios tuyo, a quien tú continuamente sirves, ¿te ha podido librar de los leones?"

Bueno, no sabemos si el rey esperaba que Daniel le contestara, pero Daniel contestó. Y en los versículos 21 y 22 leemos:

"Entonces Daniel respondió al rey: ¡Rey, vive para siempre! Mi Dios envió su ángel, el cual cerró la boca de los leones para que no me hicieran daño, porque ante él fui hallado inocente; y aun delante de ti, oh rey, yo no he hecho nada malo."

Vemos aquí que su respuesta cortés y respetuosa fue: "Rey, vive para siempre". Fue como si le hubiera preguntado si había dormido bien. Por supuesto, el rey no había tenido una buena noche de descanso, pero Daniel sí.

Evidentemente Daniel había recibido la misma certeza que sus tres compañeros tuvieron en el horno de fuego, de que Dios podía librarle y así lo haría. El ángel aquí mencionado fue evidentemente el mismo que Nabucodonosor había visto en el horno de fuego, es decir, una aparición del Cristo reencarnado mismo. Entonces, en el versículo 23, leemos:

"Se alegró el rey en gran manera a causa de él, y mandó sacar a Daniel del foso. Sacaron, pues, del foso a Daniel, pero ninguna lesión se halló en él, porque había confiado en su Dios."

Aquí vemos que el rey amaba a Daniel y estaba sinceramente encantado de su supervivencia. Daniel había sido salvado por la fe. Dijo el autor de la carta a los Hebreos 11:33, "Todos ellos, por fe, conquistaron reinos, hicieron justicia, alcanzaron promesas, taparon bocas de leones". Y añadió el relato en el versículo 24 de este sexto capítulo:

"Luego ordenó el rey que trajeran a aquellos hombres que habían acusado a Daniel, y fueron echados al foso de los leones ellos, sus hijos y sus mujeres; y aún no habían llegado al fondo del foso, cuando los leones se apoderaron de ellos y quebraron todos sus huesos."

Así que la cobarde conjura de aquellos enemigos de Daniel, fue descubierta. Junto con sus familiares, fueron arrojados en el foso de los leones. La brutalidad y la agresividad de los leones quedó en evidencia en todo su horror.

Leamos ahora el versículo 25, que en el último párrafo de este capítulo nos habla sobre:

La prosperidad de Daniel y el decreto de Darío

"Entonces el rey Darío escribió a todos los pueblos, naciones y lenguas que habitan en toda la tierra: Paz os sea multiplicada."

Darío promulgó un edicto mundial que fue su testimonio personal. Él había encontrado la misma paz que le había venido a Nabucodonosor (como podemos ver en Daniel 4:1). Este testimonio de paz venía del mismo hombre que no había podido dormir la noche anterior. Y seguía diciendo el decreto en los versículos 26 y 27:

"De parte mía es promulgada esta ordenanza: Que en todo el dominio de mi reino, todos teman y tiemblen ante la presencia del Dios de Daniel. Porque él es el Dios viviente y permanece por todos los siglos, su reino no será jamás destruido y su dominio perdurará hasta el fin. Él salva y libra, y hace señales y maravillas en el cielo y en la tierra; él ha librado a Daniel del poder de los leones."

Darío ordenó a todos los hombres tener un temor reverencial por el Dios de Daniel y testificó que Él era el Dios vivo (en contraste con los ídolos) y que Él era soberano. Darío fue así conducido a Dios por medio del milagro del foso de los leones. Y finalmente por hoy, el versículo 28 de este sexto capítulo dice:

"Daniel prosperó durante los reinados de Darío y de Ciro, el persa."

La posición de Daniel estuvo segura y la mantuvo hasta el final de su vida, que llegó durante el reinado de Ciro. Fue Ciro quien promulgó el decreto que permitió a los judíos regresar a Palestina (ver 2 Crónicas 36:22-23: Esdras 1:11)

Este episodio concluye la sección estrictamente histórica del libro de Daniel. A partir de este punto el libro trata sobre las visiones y profecías que fueron dadas a Daniel durante un prolongado período de tiempo de su vida, pasada en tierra extranjera.

Bien, amigo oyente, en nuestro próximo programa, comenzaremos a estudiar la parte profética de este libro de Daniel y esperamos contar con su compañía en la segunda parte de este interesante libro.

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