Estudio bíblico de Hebreos 1:2-3

Hebreos 1:2-3

Recordemos que hemos dividido a esta epístola en dos partes. Del capítulo 1 hasta el 10, se encuentra la parte doctrinal. Y desde el capítulo 11 al 13, tenemos la parte práctica. En la sección doctrinal se nos reveló que Cristo era mejor que la economía del Antiguo Testamento. La sección práctica nos mostró que Cristo trajo mejores beneficios, deberes y obligaciones. Por cierto, también destacamos un importante detalle que tiene que ver con la autoría de esta carta. Dijimos que éste fue el modelo que el apóstol Pablo siguió en sus otras epístolas: es decir, primero expuso la parte doctrinal y en segundo lugar, la parte práctica. Y afirmamos que a nuestro entender había abundante evidencia como para aceptar que Pablo escribió esta Epístola a los Hebreos.

De todas formas aclaramos que no podíamos ser dogmáticos al respecto. En lo que sí podemos se dogmáticos, y lo somos, es en afirmar que estamos tratando con la Palabra de Dios, es decir, con el texto que el Espíritu Santo nos ha dejado. En este sentido, y teniendo en cuenta la profundidad de su doctrina y de su aplicación práctica a las necesidades de los creyentes, estamos ante una de las grandes epístolas que tenemos registradas en la Biblia.

Tenemos que recordar que esta epístola fue dirigida a los creyentes Hebreos en la coyuntura de dos grandes épocas. La época de la ley había llegado a su fin. El sacrificio en el templo que en otros tiempos había sido tan importante y significativo, en esa nueva época ya no tenía sentido. Lo que Dios había requerido antes, era pecado practicarlo en los nuevos tiempos, como esta epístola dejó bien claro. La epístola a los Hebreos fue dirigida entonces a estos creyentes hebreos, aunque sus enseñanzas son válidas para los creyentes de todas las razas y de cualquier época de la historia. Por ello, estas páginas son valiosas e importantes para nosotros en la actualidad. Sin embargo, necesitamos tener presente que fueron escritas para creyentes hebreos. Por ejemplo, decir que Cristo era superior a los profetas, fue especialmente significativo y positivo para los hebreos.

Y ese fue precisamente el título del primer párrafo considerado en este capítulo 1 de Hebreos: "Cristo fue superior a los profetas". Párrafo que comenzó en el versículo 1.

Repasemos algo que comentamos sobre el versículo 2, que decía:

"En estos últimos días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo y por quien asimismo hizo el universo."

Ahora, Dios ha hablado finalmente por medio de Su Hijo, y la traducción literal sería "nos habló en el Hijo". O como cierto expositor bíblico dijo: "Dios nos habló en alguien que tiene el carácter de ser Su Hijo". Si Él hablara en este día desde el cielo mismo, Él repetiría algo que ya ha dicho, porque tenemos la última palabra de Dios para este mundo en Cristo Jesús.

Dice aquí también "en estos últimos días nos ha hablado". El término "nos" es muy importante, al referirse a los mismos a quienes Él habló por medio de los profetas en los tiempos del Antiguo Testamento, es decir, a los creyentes Hebreos. Recordemos que el Padre habló desde el cielo diciendo: "Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia: a él oíd" (Mateo 17:5). Y ya que el Padre ha pronunciado Su palabra final en el Señor Jesucristo, es también la palabra final para usted y para mí. El Hijo es el que está ante nosotros.

Bien, vemos que Él está diciendo aquí: "En estos postreros días nos ha hablado". Por lo tanto Cristo es superior a todos los escritores del Antiguo Testamento, porque la revelación está llena de Él. Cristo Jesús cumple todo el Antiguo Testamento y Él mismo presentó la Palabra final de Dios a los hombres. Como dijo Jesucristo cuando estuvo aquí hace más de 2.000 años, y como quedó registrado en Juan 16:15, "El Espíritu de verdad... tomará de lo mío, y os lo hará saber". Así que el Espíritu de Dios, hablando por medio de Juan, Santiago, el Dr. Lucas, Pablo y Pedro, y por los otros escritores del Nuevo Testamento, nos ha dado la revelación completa de Dios.

Y ahora se nos muestra la superioridad del Hijo en siete declaraciones inigualables. Estamos seguros de que nosotros no podemos comprender o abarcar con la mente ninguna de ellos en su totalidad.

La primera declaración es: "A quien constituyó heredero de todo". El Señor Jesucristo ha sido designado heredero de todas las cosas. Ahora, esta afirmación hace surgir una pregunta, en Juan 1:3 leemos que por medio de Él fueron creadas todas las cosas; sin Él, nada de lo creado llegó a existir. Se nos dice que la creación es suya, porque Él la creó. Ya le pertenece, pero, entonces ¿cómo puede ser Cristo el heredero de todas las cosas? Bueno, Él vino a este mundo y asumió nuestra humanidad. El primer hombre de la raza humana recibió dominio sobre toda esta creación y nosotros no enfatizamos esto lo suficiente, porque en Génesis hay declaraciones tremendas expresadas con sólo unas pocas palabras. Ésa fue la forma en que Moisés escribió los primeros once capítulos del Génesis, con palabras breves. Y cuando Dios dijo en Génesis 1:26, que le concedió al hombre dominio sobre toda la tierra, no hizo de él un jardinero de primera clase, con la intención de que plantara rosales y podara los ciruelos. Adán tenía dominio y el dominio tiene que ver con gobierno. Toda la creación estaba bajo su autoridad. Creemos que cuando él quería que hubiera más humedad, simplemente tenía que ordenarlo y creemos que cuando él quería un poco más de calor, simplemente hacía que subiera la temperatura. Creemos que él controlaba este mundo. Pero cuando él pecó, perdió ese control.

Cuando el Señor Jesucristo vino a esta tierra, se convirtió en Hombre. Él realizó milagros en todas las esferas. Él tenía control sobre el cuerpo humano, tenía control sobre la naturaleza, podía calmar las tormentas y pudo alimentar a 5.000 personas. Él recobró todo el poder que Adán había perdido. Ahora, el Señor Jesucristo va a ser el heredero de todo y en la Escritura se nos dice que nosotros somos herederos de Dios. El apóstol Pablo dijo en Romanos 8:16 y 17: "16El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. 17Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo",. La palabra "coherederos" es interesante. No significa herederos "iguales". Los herederos iguales pueden cada uno de ellos disponer de la forma que quieran de la parte que les ha sido asignada en el testamento. Pero los coherederos en un testamento, significa que alguien más tiene el control de la herencia, y esa persona asigna sólo una cierta cantidad a cada uno en el momento apropiado. Esa persona administra la herencia. Bien, el Señor Jesucristo es el heredero y nosotros somos coherederos juntamente con Él. Por lo tanto Él controla todo la herencia, y Él puede ponerle a usted o a mí a cargo de algo en el universo. Así es que somos coherederos junto con Cristo; tenemos una herencia que es incorruptible, inmaculada, que no se consume, y que está reservada en el cielo para nosotros. Y tenemos esta herencia debido a las muchas cosas maravillosas que Él ha hecho por nosotros. Él recuperó lo que Adán había perdido y aún mucho más que eso. Nos ha hecho coherederos con Él mismo. Y hasta donde sabemos, a ningún profeta en el Antiguo Testamento se le prometió algo como esto. Es que al autor de la epístola a los Hebreos nos mostró en este pasaje que Cristo fue superior a los profetas.

Ahora, aquí se registró otra declaración, la segunda: "Y por quien asimismo hizo el universo". Muchas personas creen que esta frase se refiere al acto creativo. Y nos recuerda, como dice Génesis 1:1, "En el principio creó Dios los cielos y la tierra". Pero, nosotros no creemos que se refiera a ese acto creativo. La palabra griega utilizada para "mundos" es "aión". Significa "edades". Así es que la frase diría, "por quien así mismo hizo las edades". Esta idea se proyecta más allá de Dios como Creador. Atribuye propósito a todo: No sólo creó Él todas las cosas. Él lo hizo con un propósito.

Así que la Biblia tiene sentido. Dios tuvo una razón, un motivo para las cosas que Él creó, y tiene hoy un motivo para las cosas que continúa haciendo.

Por ejemplo, Dios creó al hombre y lo colocó en un jardín. Y le puso una condición para vivir allí: el hombre no debía comer del fruto de cierto árbol. No había nada malo en ese fruto. Fue la prueba de Dios para aquel hombre, para ver si le obedecía. Así que el problema no estaba en el fruto del árbol; estaba en la pareja que estaba allí en pie sobre la tierra del jardín. Así fue que el hombre fracasó absoluta y completamente en esa ocasión.

Dios tiene un programa y un propósito en todo. Hubo otros períodos en los cuales Dios probó al hombre. Llegó la época en la que Él le dio al hombre la Ley Mosaica. Nuevamente, fue una prueba para la obediencia del hombre. En la época actual usted y yo vivimos bajo la gracia. Hemos sido salvos por la gracia; nunca podríamos ser salvos por la Ley. En primer lugar, no nos fue dada para esta época y, en segundo lugar, no podríamos cumplirla. Nunca podríamos estar a la altura del nivel de justicia que Dios ha establecido. Debería resultar obvio para cualquier persona, que Dios no puede salvarnos por las obras. No nos puede salvar por obras perfectas porque nosotros no podemos producir perfección; tampoco puede salvarnos por obras imperfectas porque su norma es más elevada. Por lo tanto Dios tuvo que presentar otro camino, y hoy somos salvos por Su gracia.

El Señor Jesucristo es el Creador de este universo, y en este universo hay un propósito. Este universo en el cual usted y yo estamos viviendo hoy, no está avanzando a través del espacio y del tiempo a una velocidad de vértigo, sin control, como un coche que ha perdido a su conductor. Lo interesante es que cuando un automóvil pierde a su chofer, se produce un accidente. Pero este universo, incluso de acuerdo con lo que dicen los científicos, ha estado ha estado funcionando por millones de años y, por cierto, que lo ha estado haciendo muy bien. El sol sale a cierta hora todas las mañanas; y es muy preciso, muy exacto. Lo mismo ocurre con la luna, que permanece en su órbita previsible. Como dijo uno de los científicos que trabaja con los módulos o cápsulas que se envían al espacio, todo lo que ellos tienen que hacer, es apuntar, y la luna o el planeta se encontrarán en el lugar preciso cuando la cápsula llegue allí. En el caso de la luna, como en el de un planeta, uno puede confiar en que esos astros ocuparán su lugar habitual. No andan cambiando libremente de situación, apartándose de su curso previsto. Éste en el cual usted y yo vivimos no es un universo loco. Tiene un propósito, y el Señor Jesús es Aquel que le da ese propósito.

Avancemos en este capítulo 1 de Hebreos y leamos ahora el versículo 3:

"Él, que es el resplandor de su gloria, la imagen misma de su sustancia y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas"

Aquí tenemos otra gran declaración, la tercera. Dice aquí "Él, que es el resplandor de su gloria". Ese resplandor significa brillo, un brillo que emite fulgor. El sol allá en el espacio, nos da una buena ilustración de este brillo. Nunca podríamos apreciar la gloria de este sol mirándolo directamente; si lo intentáramos, la luz nos cegaría. Pero de los rayos del sol nosotros recibimos luz y recibimos el calor, y en realidad, hasta efectos positivos para nuestra salud. Y en una manera parecida, sabríamos muy poco acerca de Dios aparte de la revelación que Dios nos ha dado en Su Hijo. El Señor Jesucristo es el brillo que nosotros vemos. Nadie ha visto a Dios, pero ahora sabemos acerca de Él por medio de Jesucristo. Así como los rayos del sol con su calor y luz nos hablan del sol físico, así el Señor Jesús nos revela hoy a Dios.

Cuando Él utiliza aquí esta otra expresión "Y la imagen misma de su sustancia", esa palabra "imagen misma" quiere decir, en realidad, "grabada en acero". La palabra griega usada es "caraktér". De allí obtenemos la palabra "carácter". Así es que decimos que el Señor Jesucristo es la revelación de Dios, porque Él es Dios. Él no es sólo el material impreso; Él es el grabado de Dios en acero porque Él es la copia exacta, la imagen de Dios. El apóstol Pablo dijo en su epístola a los Colosenses, capítulo 2, versículo 9: "Porque en Él - o sea en Jesucristo - habita corporalmente toda la plenitud de la divinidad."

Luego se nos presenta una cuarta declaración. Notemos lo que se dice en cuanto a Él. "Y quien sustenta todas las cosas con la Palabra de Su poder". Aquel pequeño niño Jesús, que yacía en el seno de María en Belén, pudo haber ordenado con una palabra que este universo existiera. Él mantiene todos los elementos por Su palabra poderosa. No sólo creó todas las cosas por medio de Su Palabra, pero mantiene unidos todas las cosas.

¿Se ha detenido usted alguna vez a pensar, amigo oyente, en cuanto a la cantidad de poder necesaria para mantener unido el universo? El hombre ha aprendido muy poco en cuanto a este poder, pero ha aprendido algo. Por ejemplo, el hombre ha descubierto el átomo, algo tan diminuto, lo liberó, es decir, desintegró el átomo, y al hacerlo, seguramente liberó una gran cantidad de poder. Ahora, ¿quién puso todo ese poder en el átomo? ¿Quién mantiene todos esos átomos juntos? Bueno, es el Señor Jesucristo. Él proporcionó el programa y el propósito. Él es la persona de Dios y Él es el preservador de todas las cosas. Él no sólo creó al universo por Su Palabra, sino que Él sustenta, mantiene todas las cosas. Usted y yo somos mantenidos en esta tierra por esa fuerza que llamamos fuerza de gravedad, Si Dios alterara esa fuerza de atracción terrestre, estaríamos vagando por el espacio. Así que Él mantiene todos los elementos juntos. Este universo se desintegraría sin su supervisión y poder constante. Ahora, Dios no es un atlas que sostiene la tierra de forma pasiva. Él está implicado activamente en mantener toda la creación. Por lo que podemos ver, esta acción suya es aún mayor que haber creado el universo en el principio. Él mantiene el orden creado en funcionamiento. Ésta es una de las extraordinarias acciones que Dios está llevando a cabo en la actualidad.

Veamos ahora la quinta declaración que se menciona aquí. Escuche usted: "Habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo". El Señor Jesucristo proveyó la limpieza, la purificación de nuestros pecados. Él perdonó nuestros pecados. Él purificó nuestros pecados. Él pasó a través del castigo por el pecado por usted y por mí, amigo oyente. Él ha pagado ese castigo sufriéndolo Él mismo. La limpieza, la purificación fue lograda por su obra en la cruz por usted y por mí. Y hoy somos aceptados en el amado Salvador. Aquel que venga a Cristo recibe una redención plena, y el perdón completo de sus pecados.

Debemos terminar aquí porque nuestro tiempo ha llegado a su fin. Le sugerimos lea usted todo el capítulo 1, para que al estar familiarizado con su contenido, podamos aclarar mejor las dudas que puedan surgir. Y esperamos contar con su compañía en nuestro próximo encuentro. Finalizamos recordándoles que esta quinta declaración que acabamos de considerar es toda una apelación para usted, estimado oyente, para que evalúe cuál es su situación actual frente a Dios. Esta afirmación nos recuerda las palabras de el capítulo 3 de Juan, versículo 16: "16De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna. 17Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él". Aunque estas palabras tienen un alcance muy amplio, universal, esperamos que usted se sienta aludido de manera personal. Hoy suele decirse que, a consecuencia del egoísmo humano, "cada uno va a lo suyo" y, realmente, es una de las características de una naturaleza humana viciada por el mal. Ahora, en los asuntos espirituales, y por motivos muy diferentes, cada uno "tiene que ir a lo suyo" en el sentido en que debe preocuparse uno mismo de su relación personal con Dios. Nadie puede hacerlo por usted, o representarle a usted en un asunto tan trascendental como la vida eterna y la salvación del alma. La invitación del Evangelio ha sido presentada a través de siglos de la historia de la iglesia y sus ecos no han podido ser silenciados por el alboroto humano de la confusión, el orgullo del materialismo o las voces que se esfuerzan por demostrar que Dios no es hoy un concepto relevante. Le invitamos, pues, estimado oyente a dejarse alcanzar por Dios, a entregarse en una actitud de fe y confianza, única respuesta que el requiere a la entrega que hizo de su Hijo Jesucristo en la cruz. Recuerde usted, la motivación, el propósito de Dios en la redención, tan directamente expresado en las palabras del Evangelista Juan: "para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna."

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