Estudio bíblico de Hebreos 3:7-10

Hebreos 3:6-10

Regresamos hoy, amigo oyente, al tercer capítulo de esta epístola a los Hebreos que estamos estudiando y probablemente una de las cosas que deberíamos enfatizar nuevamente aquí en este capítulo tres, es que aquí se hace una comparación, aunque en realidad es un contraste entre Moisés y el Señor Jesucristo. Nos encontramos en la sección titulada "Cristo es superior a Moisés". Es que, habiendo mostrado la superioridad de Cristo sobre los profetas que hablaron de parte de Dios en el Antiguo Testamento, y habiendo demostrado Su superioridad sobre los ángeles, después tuvo que mostrar que Jesús era superior a Moisés, porque Moisés, era un personaje muy importante para los Hebreos.

En el versículo 3 destacamos que Moisés fue fiel en la casa de Dios, pero el Señor Jesucristo fue el que construyó la casa. Él es el Creador; Moisés es una criatura. Estimado oyente, ahí está la diferencia. Y en los versículos 5 y 6 destacamos que no sólo fue Cristo mejor que Moisés en el sentido de que Él es el Creador y Moisés es una criatura, sino también diremos que lo menor que podría decirse de Moisés es que fue un siervo de Dios; nunca fue llamado un hijo de Dios. Cristo, en cambio, es el Hijo de Dios. Hay mucha diferencia entre el Hijo de la casa y el siervo en la casa. Así que Cristo es superior a Moisés en dos cosas en estas comparaciones. Y es importante destacar este aspecto.

Continuemos profundizando un poco más este contraste entre Moisés y el Señor Jesucristo. Tanto Moisés como el Señor Jesús presentaron un sistema ético. Ahora, creemos que hay un acuerdo general, o un consenso, aun entre aquellos que están fuera de los círculos cristianos, para reconocer que Moisés presentó el mejor sistema legal que se haya conocido, y que el Señor Jesús, en Su Sermón del Monte, pronunció un gran sistema de leyes. Pero sin embargo, hay una enorme diferencia entre los dos. Es que las leyes que vinieron de Dios por medio de Moisés tenían que ver con la conducta. Sin embargo, cuando el Señor Jesucristo pronunció lo que nosotros llamamos el Sermón del Monte, (comenzando con aquellas hermosas bienaventuranzas, como por ejemplo, "Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios") vemos que en vez de tener relación con la conducta, tratan sobre el carácter. Las demandas éticas del Señor Jesús en el Sermón del Monte, aparte de la gracia salvadora del Señor Jesucristo en Su muerte y resurrección, presentan un sistema elevado sin esperanza para el hombre de hoy. Estimado oyente, sólo a través de la redención de Cristo, podemos aun acercarnos a ese nivel o norma. Cuando Dios habló por medio de Moisés, allá en la cima del Monte Sinaí, hubo truenos, relámpagos, un terremoto y terror. Dios advirtió al pueblo que se mantuviera alejado y que ni siquiera permitieran que el ganado tocara el monte. Pero en esta época de la gracia, Dios no ha hablado de esa manera. Él ha hablado desde la cima del Monte Calvario. En aquel monte había una cruz y sobre esa cruz se encontraba un hombre quebrantado, magullado y agonizante, un hombre que era más que un hombre. Él era Dios. Y por Su muerte sobre aquella cruz la gracia de Dios ha fluido por este mundo.

Y le doy gracias a Dios que Él no nos salva por la ley. Si así lo hiciera, tendríamos que reconocer que hemos fracasado y tendríamos que buscar otro camino. Y gracias a Dios que hay otro camino, que es la gracia de Dios.

Volvemos a la frase del versículo 6: "Si (puesto que) retenemos firme hasta el fin la confianza y el gloriarnos en la esperanza". Ya que usted es un hijo de Dios, usted se estará alegrando por una esperanza firme hasta el fin. Ésta es otra razón por la que es difícil deducir quienes, entre los que profesan ser cristianos, realmente han sido salvos y son verdaderamente cristianos, por la resignación o tristeza que expresan en sus rostros. No están disfrutando de la alegría que trae la relación con Cristo.

Así que, estimado oyente, Jesús es superior a los profetas. Él es superior a los ángeles y Él es superior a Moisés. ¡Jesús es extraordinario! No es asombroso que se nos exhorte a meditar y reflexionar sobre Él. En Hebreos 3:1, se nos ha dicho que consideremos, a Cristo, el Apóstol y Sumo Sacerdote de nuestra profesión (o confesión). En Hebreos 12:3, vamos a ser amonestados nuevamente. Dice ese pasaje: "3Considerad a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar". Una persona se sentiría muy desanimada si todo lo que tuviera fuese el Sermón del Monte. Lamentamos que algunos intenten hacer del Sermón del Monte su religión. Si usted no tiene la redención de Cristo, está viviendo sobre una base falsa.

Así que tenemos que considerar a Cristo; considerarle en Su persona, considerarle en sus actos, en Su obra sobre la cruz.

Alguien ha expresado esto de una manera mucho mejor de lo que nosotros podemos hacerlo. Escuchemos lo que dijo:

"Cuando la tormenta se desata con todo su furor, cuando la tempestad desgarra el cielo azul, cuando mis ojos con lágrimas se opacan, entonces mi alma, considera al Señor.

Cuando mis planes caen por tierra, cuando mis más queridas esperanzas son abatidas, cuando cada capricho insensato y pasajero pasa, entonces, mi alma, considera al Señor.

Cuando de mis queridos amigos me separo, cuando mi alma está llena de profunda tristeza, cuando el dolor atormente a cada uno los miembros de mi cuerpo, entonces, mi alma, considera al Señor.

Cuando cansado recorro mi camino, cuando cada día trae nuevas pruebas nuevas, cuando mi esperanza y mi fe se debilitan, entonces, mi alma, considera al Señor.

Con nubes o cálido sol, con tinieblas o luz brillante, con la penumbra del atardecer o la luz del amanecer, cuando mi copa rebosando está, entonces, mi alma, considera al Señor".

Amigo oyente, en esta carta hemos de considerar a Jesucristo, y necesitaremos que el Espíritu de Dios haga que Él sea real para nosotros.

Vamos a leer ahora el versículo 7 de este tercer capítulo de Hebreos, que nos introduce al tema del:

Peligro de dudar

"Por eso, como dice el Espíritu Santo: Si oís hoy su voz"

Observemos que aquí comenzamos con otra expresión "Por eso", que inicia esta sección. Tuvimos la expresión "Por tanto" en el versículo 1 y vamos a ver otra vez la expresión "Por eso" en el versículo 10 y nuevamente "por tanto" en el versículo 11. Es una expresión importante. Como dijimos anteriormente, es como una puerta de batiente, que se desplaza hacia el pasado y después se desplaza hacia el futuro. Es también como una señal de advertencia de peligro al transitar por la gran carretera que conduce al cielo. En efecto, la señal advierte de mirar a ambos lados antes de salir no sea que venga un conductor desaprensivo por el lado equivocado de la carretera.

Por tanto, es decir, en vista de lo que ya ha sido dicho, ya que la palabra hablada por los profetas, y la palabra hablada por los ángeles, y la palabra pronunciada por Moisés era tan importante, ¿qué diremos de la importancia de la palabra hablada por Jesús? Tenemos que ser muy cuidadosos en el sentido de no dudar de Él.

La frase "Si oís hoy su voz" comenzó la cita del Salmo 95:7-11. Leamos ahora los versículos 8 al 10 de este tercer capítulo de Hebreos:

"No endurezcáis vuestros corazones como en la provocación, en el día de la tentación en el desierto, donde me tentaron vuestros padres; me pusieron a prueba y vieron mis obras cuarenta años. Por eso me disgusté contra aquella generación y dije: Siempre andan vagando en su corazón y no han conocido mis caminos."

Creemos que Cristo está presente en cada salmo, aunque admitimos que no somos capaces de encontrarlo en todos. Sin embargo, él está aquí en el Salmo 95. Dicen los versículos 7 al 11 de ese Salmo: "porque él es nuestro Dios; nosotros, el pueblo de su prado y ovejas de su mano. Si oís hoy su voz, no endurezcáis vuestro corazón, como en Meriba, como en el día de Masah en el desierto, donde me tentaron vuestros padres, me probaron y vieron mis obras. Cuarenta años estuve disgustado con la nación, y dije: Es pueblo que divaga de corazón y no han conocido mis caminos. Por tanto, juré en mi furor que no entrarían en mi reposo."

El pasaje que estamos estudiando de Hebreos 3:7-11, interpreta esta porción del Salmo 95, e Israel nos fue puesto como un ejemplo. Consideremos esto por un momento. La generación de Israel que salió de Egipto dudó de Dios, y por causa de su duda, nunca entraron en la tierra de Canaán.

Este pasaje concluye con la frase "No entrarán en mi reposo". Y podemos destacar la palabra "reposo". En este capítulo y en el siguiente, hay por lo menos una docena de referencias a la palabra "reposo", pero no siempre significa la misma clase de reposo.

Está el reposo de la salvación. El Señor Jesús se refirió a este aspecto en Mateo 11:28, cuando dijo: "Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar". En realidad quiso decir, "Yo levantaré la carga del pecado que pesa sobre vosotros". Como Él llevó esa carga por nosotros en la cruz, nuestros pecados son perdonados y tenemos redención por medio de su sangre, el perdón de los pecados. En consecuencia, usted no tiene que hacer nada para que Dios le perdone; Cristo ya lo ha hecho cuando murió por usted. Todo lo que usted tiene que hacer es creer en Él y aceptarle como su Salvador.

El pueblo de Israel conocía el reposo de la redención. Ellos ya no eran esclavos en Egipto. Salieron en libertad por medio de la sangre que habían pintado en las jambas de las puertas. Fueron liberados con poder; Dios los condujo a través del Mar Rojo. Fue Dios quien los había liberado. Pero después, siglos más tarde, el Señor Jesús diría, en el citado Evangelio de Mateo 11:29; "Llevad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas". Esa es una diferente clase de descanso, de reposo. No es el reposo de la redención; podríamos llamarlo el reposo de la obediencia, el reposo de disfrutar de la vida cristiana.

Cuando los hijos de Israel salieron de la tierra de Egipto, a medida que cruzaban el Mar Rojo, cantaban la canción de Moisés. Dice esa canción en Éxodo 15:1, "Cantaré yo al Señor, porque se ha cubierto de gloria; ha echado en el mar al caballo y al jinete". Dios les había mostrado Su grandeza liberándolos. Una vez que salieron de Sinaí, un viaje de unos once días les podría haber conducido a la Tierra Prometida. Pero no fue así. Quisieron enviar espías para reconocer la tierra. No era necesario; Dios había dicho que Él los cuidaría, pero ellos no creyeron en Dios. Así que Dios cedió a sus deseos y les permitió enviar espías. Aunque los espías contemplaron aquella hermosa tierra, quedaron muy impresionados por los gigantes, y se vieron a sí mismos tan pequeños como saltamontes. Entonces regresaron al pueblo para presentarle un informe lleno de dudas; excepto Caleb y Josué que insistieron que Dios se ocuparía de los gigantes si confiaban en Él. Pero el pueblo aceptó el informe de la mayoría y pasaron cuarenta años en un viaje que normalmente les hubiera llevado unos pocos días. ¿Y cuál fue el motivo? La incredulidad.

Es que ellos no creyeron en Dios lo suficiente como para entrar en la tierra. Creyeron lo suficiente como para salir de Egipto, pero no lo suficiente como para entrar en Canaán. Dios dijo que aquella generación de incrédulos moriría en el desierto y que Él conduciría a sus hijos a la Tierra de la Promesa. Y más tarde veremos que Josué efectivamente llevó a la generación siguiente introduciéndola en la tierra. Tuvieron que cruzar otra corriente de agua, el río Jordán. ¿Y cómo lo hicieron? Bueno, Dios envió el arca del pacto adelante del pueblo (que era el símbolo de la presencia de Dios) sobre los hombres de los sacerdotes. Cuando los pies de estos sacerdotes tocaron el borde del río, las aguas del río Jordán se dividieron. Y los sacerdotes que llevaban el arca del pacto del Señor, permanecieron firmes en el medio del lecho seco del río Jordán, y todos los israelitas cruzaron por la tierra seca del mismo lecho, como podemos ver en Josué 3:17. Entonces tomaron 12 piedras del medio del lecho del río, donde los sacerdotes habían reposado con el arca, y las colocaron sobre la orilla como un monumento en memoria del gran evento. Después las reemplazaron con 12 piedras de la Tierra de la Promesa. Cuando las aguas del Jordán regresaron y cubrieron aquellas 12 piedras, ese hecho fue simbólico de la muerte de Cristo. Las 12 piedras que fueron tomadas del lecho del río y colocadas como un monumento en la otra orilla, nos hablan de la resurrección de Cristo.

Pablo habló de este tema en Romanos 6:4, donde dijo: "Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva". Nosotros estamos ahora unidos al Cristo vivo, y ésa es la única manera en que podemos disfrutar de la experiencia de Canaán. Canaán no es el cielo. Vamos encontrar un día que hay un reposo eterno, y Jesús da ese descanso, pero la pregunta hoy es: ¿Ha entrado usted en el reposo que los creyentes pueden tener mientras permanecen en la tierra? ¿Es usted un cristiano alegre? Usted encontrará que la única forma de hacerlo es estudiar la Palabra de Dios y creerla. Nos preguntamos cuántos cristianos, cuántos miembros de iglesia realmente estudian la Palabra de Dios. El libro de Hebreos va a decirnos que la Palabra de Dios es viva y poderosa. Ahora, esto se refiere al Señor Jesucristo, pero también se refiere a la Palabra escrita. Por lo tanto, la única forma en que usted y yo podamos permanecer cerca de Él es permaneciendo cerca de la Palabra de Dios. Y la única forma en que usted y yo podemos disfrutar de las uvas y los frutos de la tierra, y de la belleza y el placer de ello, es estudiando la Palabra de Dios. Sin un conocimiento personal de la Palabra de Dios, ser un miembro de una iglesia será como llevar un yugo, sentirse intimidado para contribuir con dinero, y obligado a hacer ciertas cosas. Así, todo se convierte en un deber, en una obligación, en vez de acercarse a la maravillosa persona de Cristo.

El escritor de esta epístola a los Hebreos estaba hablando a aquellos que ya eran salvos, pero no habían entrado a disfrutar de las bendiciones de la vida cristiana. Ellos dudaron de Dios y, como resultado, estaban viviendo la experiencia del desierto, (en vez de vivir el placer de las experiencias de Canaán).

Y añadió el versículo 10: "Por eso me disgusté contra aquella generación y dije: Siempre andan vagando en su corazón y no han conocido mis caminos". Observemos dónde se equivocaron. ¿En su mente? No, en sus corazones. Ahora retenga usted ese pensamiento en su mente por un momento. La generación de Israel que salió de Egipto fue citada a los creyentes hebreos en los días apostólicos, como una advertencia para no repetir su pecado. Había peligro de que así lo hicieran. Y, estimado oyente, nosotros estamos ante el mismo peligro, el peligro de equivocarnos en nuestros corazones.

Bien, esto ha sido todo por hoy y esperamos encontrarnos nuevamente con usted para continuar con el estudio de este tercer capítulo de Hebreos. Le sugerimos que lea los versículos restantes para poder avanzar con nosotros en este recorrido por esta epístola tan profunda y, a la vez, práctica.

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