Estudio bíblico de Hebreos 9:8-24

Hebreos 9:2-24

En este capítulo 9, a partir del versículo 2 y hasta el versículo 7, hemos visto las diferentes partes del tabernáculo y el mobiliario del mismo, en un párrafo titulado "El nuevo santuario mejor que el antiguo". Pasando ahora a la aplicación espiritual, leamos ahora lo que dice el versículo 8:

"El Espíritu Santo da a entender con esto que aún no se había abierto el camino al Lugar santísimo, entre tanto que la primera parte del Tabernáculo estuviera en pie."

Expresa que el camino hacia la misma presencia de Dios (en realidad, precisamente el que se dirigía hacia el mismo rostro de Dios) aún no se había abierto. Y añaden los versículos 9 y 10:

"Lo cual es símbolo para el tiempo presente, según el cual se presentan ofrendas y sacrificios que no pueden hacer perfecto, en cuanto a la conciencia, al que practica ese culto, ya que consiste solo de comidas y bebidas, de diversas purificaciones y ordenanzas acerca de la carne, impuestas hasta el tiempo de reformar las cosas."

Observemos la frase "que no pueden hacer perfecto" debería entenderse en el sentido en que no podían hacer perfecto al "adorador".

El camino a Dios en el tabernáculo se encontraba bloqueado realmente por tres entradas y compartimentos. Es decir que, la gente podía llegar solamente a esa entrada exterior y allí presentar su sacrificio. Si alguien traía un cordero, colocaba su mano sobre él en un acto de identificación, ya que el animal moriría en su lugar, y entonces el sacerdote se lo llevaba desde allí. Sería muerto y ofrecido en el altar de bronce. El individuo que había traído el cordero no podía ir más allá de esa entrada. Luego, un sacerdote tomaba esa ofrenda, que podría ser un corderito, y ponía su mano sobre él y era sacrificado y ofrecido, y luego esa persona salía de ese lugar. En lo que se refiere al lugar santo, allí sólo podía entrar el sacerdote. Y luego, tenemos el Lugar Santísimo; allí ni el sacerdote ni el pueblo podían entrar. Sólo el sumo sacerdote podía entrar en aquel lugar. Por lo tanto, el tabernáculo o tienda de reunión, constituía un arreglo provisional, temporal, el servicio religioso del ritual y las ordenanzas fueron dadas solamente para un breve período de tiempo.

Ahora Cristo nos puede llevar a Dios, pero sólo Él puede llevarnos allí. En el Evangelio de Juan capítulo 14, versículo 6, el Señor Jesucristo dijo: "Nadie viene al Padre sino por mí". Esta es la verdadera adoración, y la verdadera adoración nos impulsará a servir. Nosotros hoy nos acercamos a un Dios santo en base a un Salvador crucificado. Sólo Él puede impulsarnos a la adoración.

Este fue el motivo por el cual el apóstol Pablo les escribió a los creyentes en Éfeso, en el capítulo 5, versículo 18 les dijo: "18No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu". Observemos de qué habló Pablo primero, después de ser llenos del Espíritu. En el versículo 19 continuó diciéndoles", 19hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones". Esto es adoración. Estimado oyente, la experiencia más emocionante que le puede suceder al hijo de Dios es estar lleno del Espíritu de Dios, y que el Espíritu de Dios tome las cosas de Cristo y las haga reales y verdaderas para nosotros. Esto trae alegría a nuestros corazones. Si usted ha estado en la presencia de Dios para adorar, tendrá alegría en su corazón, tendrá una canción en su corazón. Algunos podrán tener dificultades para expresar con sus labios una canción, pero con toda seguridad la sentirán en su corazón. El adorar a Dios es verdaderamente una hermosa experiencia.

Quisiéramos recapitular lo que hemos dicho sobre el santuario aquí en la tierra, que es inferior al que se encuentra en el cielo. Para hacerlo recurriremos a un bosquejo.

(1) Se encontraba en la tierra. Era un santuario mundano, es decir, que estaba elaborado con elementos materiales de este mundo. Y fue construido sobre esta tierra.

(2) Era una sombra de las cosas que vendrían. Nunca fue la realidad. Algunos se han confundido en el estudio del tabernáculo y han centrado su interés en el tabernáculo terrenal. Pero, en el mejor de los casos, fue simplemente una sombra, una figura del verdadero que se encuentra en el cielo.

(3) Era inaccesible para el pueblo. Uno no podía entrar en aquel lugar. Si usted hubiera sido un israelita en aquel día, no habría podido entrar corriendo en la presencia de Dios. Habría sido detenida en la primera entrada. Habría necesitado presentar allí un sacrificio, y no habría podido llegar más lejos; el sacerdote estaba allí para realizar el rito en lugar suyo. Sin embargo hoy, amigo oyente, nosotros somos un sacerdocio de creyentes, y cada uno de nosotros tiene acceso a Dios. Ese es uno de los grandes privilegios que tenemos porque Cristo partió el velo en dos partes y ha entrado a la presencia de Dios, frente al rostro mismo de Dios. Él se encuentra precisamente allí, y Él está allí por nosotros y a favor nuestro. Los israelitas no tuvieron ese privilegio bajo el antiguo pacto.

(4) Era temporal. Pero el Señor Jesucristo va a mantener el camino abierto por la eternidad. Necesitamos a alguien que lo mantenga abierto a través de la eternidad. El tabernáculo terrenal sólo era un arreglo provisional y temporal.

(5) Era ineficaz para cambiar los corazones de las personas. Esta es la característica que quisiéramos enfatizar por encima de todas las demás. El santuario terrenal no tenía absolutamente nada que ver con la acción de cambiar las vidas de las personas. Pero usted, estimado oyente, hoy puede venir a Cristo, y Él puede cambiar su vida. Sólo Él puede para adorar a Dios en espíritu y en verdad, y convertirlo en una realidad en su vida. Para algunas personas su relación o asistencia a la iglesia se parece a nuestra actitud cuando éramos niños, cuando en el hogar nos entreteníamos con los juegos infantiles. Hay cristianos que, aunque hayan llegado físicamente a la edad de la madurez, aún consideran a la iglesia como un entretenimiento. Desempeñan las más variadas actividades en el seno de la comunidad cristiana, ejercen responsabilidades en las diversas áreas de trabajo de la misma. Alguien dijo que se mantienen tan ocupados como las hormigas termitas y son exactamente tan efectivos como ellas. Creen que están sirviendo a Dios. Estimado oyente, usted nunca podrá servir a Dios hasta que le haya adorado.

Leamos ahora el versículo 11 de este noveno capítulo de Hebreos, que inicia un nuevo párrafo de este capítulo, que hemos titulado:

El sacrificio superior

"Pero estando ya presente Cristo, sumo sacerdote de los bienes venideros, por el más amplio y más perfecto tabernáculo, no hecho de manos, es decir, no de esta creación"

La frase "de los bienes venideros" realmente se refiere a "cosas buenas que han sucedido". Pensemos en las cosas buenas que nos han llegado por medio de Cristo.

Y continúa diciendo el versículo, "por el más amplio y más perfecto tabernáculo, no hecho de manos". Este tabernáculo no es algo que el hombre haya construido aquí. El tabernáculo mejor no pertenece a esta creación natural, en cuanto a los materiales de construcción o constructores.

Todo esfuerzo que se lleve a cabo para endulzar la adoración por medio de elementos naturales o artísticos altamente elaborados, sólo sirve para agradar a la naturaleza humana, es decir, a la parte física del ser humano. No beneficia a sus necesidades humanas en absoluto. Necesitamos reconocer que hay un verdadero tabernáculo o santuario en el cielo, que hay un verdadero Sumo Sacerdote allí, y que hay una adoración espiritual. Usted puede adorarle a Él en cualquier parte y es hermoso cuando las personas pueden reunirse en una iglesia para adorar verdaderamente a Dios. Estamos seguros que muchos de nuestros oyentes han estado en reuniones de este tipo, y habrán comprobado que es una experiencia maravillosa. Continuemos leyendo el versículo 12 de este capítulo 9 de Hebreos:

"Y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar santísimo, habiendo obtenido eterna redención."

El profesor McGee cree que este versículo prueba que Cristo llevó literalmente Su sangre al cielo. Veamos lo que dice: "No por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por Su propia sangre". O sea, que se refiere literalmente a Su propia sangre derramada en la cruz del calvario. Él entró. ¿Y cómo entró? Por Su propia sangre. El Suyo fue un sacrificio superior y el único digno del tabernáculo verdadero.

El énfasis en este versículo es que Cristo entró una vez en el lugar santo y obtuvo una redención eterna. Los sacerdotes israelitas entraban continuamente, y sólo conseguían algo temporal. Esto coloca la autoridad e importancia sobre el sacrificio de Cristo, y nos recuerda que la vida de Cristo nunca salvó a nadie. Usted puede seguir sus enseñanzas y pensar que es salvo, pero, estimado oyente, Sus enseñanzas nunca salvaron a nadie. Fue la muerte de Cristo, fue Su redención lo que nos salva. Ahora, dice el versículo 13:

"Porque si la sangre de los toros y de los machos cabríos, y las cenizas de la becerra rociadas a los impuros, santifican para la purificación de la carne"

Aquí se mencionan "las cenizas de la becerra". Esta es una referencia a la ordenanza de la vaca rojiza en Números 19. La vaca era quemada completamente y sus cenizas llevadas fuera del campamento a un lugar limpio. Cuando un hombre quedaba ceremonialmente impuro (principalmente por tocar un cuerpo muerto) el sacerdote tomaba las cenizas, las mezclaba con agua, y rociaba al infractor. Este acto servía para purificarlo ceremonialmente para que pudiera ser restaurado al compañerismo con el resto del pueblo. Aquí destacamos que la vaca tenía un simbolismo particular. Se usaba una hembra, en vez de un macho. En la primera carta de Pedro capítulo 3, versículo 7 se nos dijo que la mujer era más frágil y delicada. Nuestra impureza proviene de nuestra debilidad. Somos débiles y Cristo descendió y experimentó físicamente, en el cuerpo, nuestra debilidad.

El texto nos dice que se usaba una vaca roja. Creemos que el color rojo nos habla del hecho de que Cristo se hizo pecado por nosotros, no de una manera intelectual: Él realmente se hizo pecado por nosotros. ¿Y cómo sabemos que el color rojo es el color del pecado? Isaías dijo en su primer capítulo, versículo 18: "Venid luego, dice el Señor, y estemos a cuenta: aunque vuestros pecados sean como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; aunque sean rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana". Así que tenía que ser una vaca roja, que señalaba al hecho de que Él se hizo pecado por nosotros.

El animal no tenía que tener ningún defecto. Seguramente no podía representar a Cristo, a menos que fuera perfecto. Cristo es santo, inocente, puro y separado de los pecadores.

La vaca roja también tenía que ser un animal sobre el cual nunca se hubiera colocado un yugo. Este detalle simboliza el hecho de que, aunque Cristo se hizo pecado por nosotros, Él nunca estuvo sometido a la esclavitud del pecado.

La becerra debía ser conducida fuera del campamento, y allí era sacrificada en presencia del sumo sacerdote. En este detalle, vemos la figura de que el Señor Jesús es, a la vez, la ofrenda, y el Sumo Sacerdote. Él se ofreció a Sí mismo.

La sangre de la ofrenda era rociada por el sumo sacerdote ante el tabernáculo siete veces. Muchos piensan que en la Biblia el siete es el número de la perfección. Pero el significado principal de dicho número es que indica el carácter de algo completo. Aquí nos habla del hecho de que el sacrificio de Cristo fue una operación terminada. Así, un sacrificio se ocupó del pecado del creyente.

La totalidad del cadáver de la vaca debía ser quemado, una vez más, en presencia del sumo sacerdote. Es que Dios amó al mundo de tal manera que entregó a Su único Hijo, Jesús se entregó libremente a sí mismo, pero probablemente nosotros nunca hayamos pensado en la aflicción que se vivió en el cielo en el día en que Él murió.

El libro de Números también nos relata que ramas de cedro y de hisopo eran echadas al fuego en que se incineraba a la vaca. Este detalle nos resulta sugestivo. EL primer libro de los Reyes, capítulo 4, versículo 33 dice que el rey Salomón "también disertó sobre los árboles, desde el cedro del Líbano hasta el hisopo que nace en la pared". Salomón conocía toda la gama de los árboles y de la vida vegetal, todo el reino de la naturaleza. Por lo tanto creemos que este detalle nos habla del hecho de que el Señor Jesucristo no sólo redimió a la humanidad, sino que también ha redimido a este mundo. Vivimos en un mundo maldecido por el pecado; el mundo gime sufriendo con dolores como de parto, pero será liberado. Algún día será redimido y el pecado será removido.

Un poco más adelante en este capítulo se nos dice que incluso el mismo cielo tuvo que ser purificado (como veremos en el versículo 23). Alguien podría extrañarse de que hubiera impureza en el cielo. Es que allí fue donde se originó el pecado, cuando Lucifer promovió una rebelión. En consecuencia, el sacrificio de Cristo fue adecuado y completo. Fue una operación terminada que abarcó a toda la creación de Dios que había sido afectada por el pecado.

Otro detalle fue que las cenizas de la vaca debían ser guardadas en un lugar limpio y después mezcladas con agua cuando fueran a ser utilizadas. Creemos que el agua nos habla de la Palabra de Dios. Es la Palabra de Dios la que revela el pecado en la vida del creyente.

El sacrificio de Cristo proveyó redención para el futuro, para su redención y mi redención. También proveyó redención para los pecados de aquellos que vivieron en los tiempos del Antiguo Testamento. Los creyentes del Antiguo Testamento fueron salvos por la fe. Abraham fue salvo por la fe. ¿Cómo? Él creyó en Dios y trajo un cordero. ¿Y fue aquel cordero adecuado? No; pero representó figurativa y anticipadamente a Cristo. Así que el sacrificio de Cristo se proyecta hacia el futuro y hacia el pasado. Continuemos leyendo el versículo 14 de este capítulo 9 de Hebreos:

"¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?"

Si la sangre de los animales pudo remover la impureza ceremonial, con toda seguridad, la sangre de Cristo sí puede remover la culpa del pecado. Después de todo, si la sangre de los toros y de los machos cabríos hubiera sido adecuada, Cristo nunca habría derramado Su sangre para llevar a cabo la obra apropiada.

Dice aquí en el versículo 14, "limpiará vuestras conciencias". La ordenanza de la vaca roja en Números 19 nos habla de la vida del creyente y del hecho de que como creyentes, usted y yo necesitamos una purificación constante. Dice la primera carta de Juan, capítulo 1, versículos 7 y 9: "7Pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros y la sangre de Jesucristo, su Hijo, nos limpia de todo pecado. 9Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad". Es que la sangre de Cristo purifica no el cuerpo sino la conciencia.

Es la conciencia de la persona la que necesita ser purificada. Y usted y yo no lo habremos logrado hasta que nos apropiemos de este sacrificio maravilloso de Cristo, reconociendo Su autoridad para perdonar y limpiarnos completamente del pecado. Fue la conciencia la que ha sido despertada por la Palabra de Dios, pero que también puede descansar en una salvación terminada. Figurativamente hablando, por la noche podemos apoyar nuestra cabeza sobre la almohada sabiendo que nuestros pecados son totalmente, completamente, plenamente perdonados. Podemos saber que tenemos la relación adecuada con Dios porque Cristo la ha hecho apropiada.

El versículo 14 también dice "limpiará vuestras conciencias de obras muertas". Las obras muertas tienen que ver con las obras que usted realiza para salvarse. Es que, desde un punto de vista espiritual, estamos muertos en nuestras transgresiones y pecados, y todo lo que una persona muerta puede producir son obras muertas. Así que cualquier cosa que usted haga para tratar de obtener su salvación constituye una obra muerta.

Como las buenas obras nunca son una causa de salvación, sino que son un resultado de la salvación, el escritor continuó diciendo "limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo". La palabra servir implica realmente "adorar". Se trata de "adorar al Dios vivo". La adoración y el servicio van juntos. Usted no puede servir a Dios sin adorarle; y tampoco puede adorarle sin servirle. Cuando vemos hoy a un creyente perezoso, que no hace nada para Dios, no cuestionamos su salvación, pero sí ponemos en duda su adoración. ¿Adora esa persona realmente a Dios? Porque si usted, estimado oyente, se postra ante Él en adoración y alabanza, entonces usted se va a levantar y comenzará a hacer algo para Él. Continuemos leyendo ahora el versículo 15 de este noveno capítulo de Hebreos:

"Por eso, Cristo es mediador de un nuevo pacto, para que, interviniendo muerte para la remisión de los pecados cometidos bajo el primer pacto, los llamados reciban la promesa de la herencia eterna"

Dice aquí que Cristo es "mediador de un nuevo pacto". El énfasis recae en el hecho de que Él es el mediador del nuevo pacto. Aquellos que estuvieron bajo el pacto antiguo, los creyentes del Antiguo Testamento, fueron salvos porque esperaban con ansia Su venida cuando presentaban sus sacrificios. No sabemos cuánto entendieron, y sin embargo, el Señor Jesús dijo en el capítulo 8 del Evangelio de Juan versículo 56: "56Abraham, vuestro padre, se gozó de que había de ver mi día; y lo vio y se gozó". El libro del Génesis no nos contó este detalle, pero sí lo mencionó el Señor Jesús. Creemos que todas las personas del Antiguo Testamento esperaron con ansia la venida de Cristo. Fue como si Dios hubiera salvado "a crédito". La sangre de los toros y machos cabríos nunca pudo remover sus pecados. Ellos presentaron sus sacrificios por fe, y cuando Cristo vino, murió para redimir "los pecados pasados", como dice Romanos 3:25. Es decir, que Él murió por los pecados de todos aquellos que vivieron en el período que se extendió desde Adán hasta el tiempo de la cruz. Y desde aquel tiempo usted y yo también acudimos a Él por la fe. Y continúan diciendo los versículos 16 y 17 de Hebreos 9:

"Pues donde hay testamento, es necesario que conste la muerte del testador, porque el testamento con la muerte se confirma, pues no es válido entre tanto que el testador vive."

Si usted, amigo oyente, ha hecho su testamento y aún está vivo, entonces su testamento, su última voluntad no beneficia a nadie. No opera hasta que usted muera. Ahora aquí la mención se refiere al testamento hecho por una persona que murió. Mientras vivía, no era válido. Lo que queremos decir es que la vida misma de Cristo nunca podía salvarle a usted. Fue la muerte de Cristo la que le salva. Y en los versículos 18 al 22, leemos:

"De donde ni aun el primer pacto fue instituido sin sangre, porque habiendo anunciado Moisés todos los mandamientos de la Ley a todo el pueblo, tomó la sangre de los becerros y de los machos cabríos, con agua, lana escarlata e hisopo, y roció el mismo libro y también a todo el pueblo diciendo: Esta es la sangre del pacto que Dios os ha mandado. Además de esto, roció también con la sangre el Tabernáculo y todos los vasos del ministerio. Y según la Ley, casi todo es purificado con sangre; y sin derramamiento de sangre no hay remisión."

Aquí se repitió la palabra "sangre" seis veces, revelando el lugar y poder de la sangre en el ritual del Antiguo Testamento. Dice aquí "sin derramamiento de sangre no hay remisión". Esta frase es el axioma del Antiguo Testamento. Y la sangre también es importante en el Nuevo Testamento. En el Apocalipsis encontramos que la victoria fue ganada por medio de la sangre del Cordero, no por medio del ingenio, fuerza física o incluso espiritual de alguna persona. Y dice el versículo 23:

"Fue, pues, necesario que las figuras de las cosas celestiales fueran purificadas así; pero las cosas celestiales mismas, con mejores sacrificios que estos"

Como ya dijimos, estas cosas espirituales necesitaron purificación porque el pecado se originó en el cielo. La sangre de los toros y machos cabríos nunca ha sido derramada en el cielo, lo cual nos habría parecido crudo. Sin embargo, el hecho de que la sangre de Cristo esté en el cielo, no reviste ninguna crudeza. Leamos el versículo 24 de este capítulo 9 de Hebreos:

"Porque no entró Cristo en el santuario hecho por los hombres, figura del verdadero, sino en el cielo mismo, para presentarse ahora por nosotros ante Dios."

El tabernáculo o tienda de la tierra fue solamente una figura, porque la realidad se encuentra en el cielo. Dice aquí que Cristo entró allí "para presentarse ahora por nosotros ante Dios", es decir, ante el mismo rostro de Dios. Cristo no ha entrado en un santuario construido por el hombre, es un santuario espiritual, pero real. Él murió en la tierra para salvarnos. Y Él vive en el cielo para mantenernos salvos. Cristo Jesús se encuentra allí por causa nuestra. Esperamos contar con su compañía en nuestro próximo programa, para continuar reflexionando en este capítulo 9 hasta finalizarlo.

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