Dios promete que de la simiente de la mujer nacería el Redentor (Gn 3:15), y confiando en ello, Adán y Eva se unen para procrear hijos.
Dios promete a Abram y Sara que tendrán un hijo, y ellos también se unen para que la promesa se cumpla.
El Señor dice "harán un santuario para mí, habitaré en medio de ellos" (Ex 25:8). El esfuerzo por levantar el tabernáculo, conforme al plan de Dios, se une a la esperanza de que él habite luego en medio del pueblo.
Josué recibe la promesa de la tierra ("os la he entregado", (Jos 1:3), pero Israel debe luchar por tomar posesión de ella ("esfuérzate y sé valiente", (Jos 1:6,9).
David confía en Dios ("vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos", (1 S 17:45) y también sale corriendo a pelear con Goliat (1 S 17:48).