Primeramente que Dios siempre ha tenido un fuerte deseo de acompañar al hombre a través de su peregrinaje por esta vida. Ya lo demostró cuando en el desierto mandó que se le construyese una tienda o tabernáculo donde morar a fin de acompañar al pueblo en su viaje por el desierto, pero cuando el Verbo se hizo hombre, consideramos que Dios ha dado un paso muy grande en su deseo de acercarse al hombre y vivir en comunión con él.
Apreciamos también que no se trató simplemente de una breve aparición momentánea, sino que él llegó a "habitar" entre nosotros.
También la comparación con el tabernáculo nos enseña que el Verbo no dejó de ser Dios cuando se hizo hombre, sino que su naturaleza divina quedó velada por su humanidad de la misma manera que las gruesas capas de pieles que cubrían el tabernáculo impedían ver la gloria de Dios que se manifestaba en el lugar santísimo.