Estudio bíblico: La adoración celestial - Apocalipsis 4:1-11

Serie:   Apocalipsis   

Autor: Luis de Miguel
Email: estudios@escuelabiblica.com
España
Resultado:
Votos: 13
Visitas: 65955

La adoración celestial - Apocalipsis 4:1-11

Introducción

Hasta ahora hemos visto el juicio del Señor sobre su Iglesia, y a partir de aquí vamos a considerar los juicios del Señor sobre este mundo impío que le ha rechazado. Este orden es lógico, el juicio debe comenzar por la casa de Dios.
(1 P 4:17) "Porque es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios; y si primero comienza por nosotros, ¿cuál será el fin de aquellos que no obedecen al evangelio de Dios?"
Hay diferentes formas de dividir el libro de Apocalipsis en función de distintos elementos. En estos estudios vamos a guiarnos por un detalle que encontramos de forma repetida y que parece indicar una división en secciones. Podemos observar que en ciertas ocasiones el autor comienza un nuevo relato con una visión del cielo, normalmente llamando nuestra atención con algún detalle del tabernáculo. Estas secciones comienzan en: (Ap 1:12) (Ap 4:1) (Ap 8:1-3) (Ap 11:19) (Ap 15:5) (Ap 19:11). Otro detalle común en cada una de estas sección es que todas ellas terminan con un acto de adoración a Dios.
La primera sección que ya hemos considerado (Ap 1:12-3:22), tuvo que ver con la visión del Hijo del Hombre en medio de los siete candeleros de oro, que tal como se nos explica en el propio texto, eran símbolos de las siete iglesias. Y así comenzó una serie de siete cartas a las siete iglesias en Asia.
La segunda sección (Ap 4:1-7:17), comienza con una puerta abierta en el cielo y una visión del trono de Dios. Después de esto veremos una serie de siete sellos que simbolizan los juicios de Dios sobre este mundo. La sección terminará con la alabanza celestial de aquellos que han salido de la gran tribulación.
¿Cuál es el propósito de esta sección? En principio, lo que más llama nuestra atención son los juicios que van a venir sobre esta tierra, simbolizados por los siete sellos, pero si nos fijamos bien, veremos que aún más importante que esto, es la razón por la que estos terribles juicios han de venir sobre la humanidad y quién es digno de ejecutarlos. Finalmente, toda esta actividad tiene como propósito que el nombre de Dios sea glorificado.
Por lo tanto, la sección comienza con una presentación del trono de Dios del que provienen los juicios. Detenernos a pensar en este trono nos ayudará a entender cómo es Dios y qué tipo de gobierno es el suyo.
Al acercarnos al capítulo cuatro de Apocalipsis, veremos que está dividido en dos partes:
(Ap 4:1-7) Una visión del Trono de Dios.
(Ap 4:8-11) Las reacciones de los cuatro seres vivientes y de los veinticuatro ancianos ante el Trono de Dios.

Una puerta abierta en el cielo

(Ap 4:1) "Después de esto miré, y he aquí una puerta abierta en el cielo; y la primera voz que oí, como de trompeta, hablando conmigo, dijo: Sube acá, y yo te mostraré las cosas que sucederán después de estas."
La visión de Juan comienza con una puerta abierta en el cielo. Esto contrasta con la puerta cerrada de la iglesia de Laodicea a la que Cristo estaba llamando mientras esperaba para poder entrar (Ap 3:20). Pero la puerta del cielo está abierta, invitando a entrar. Esta puerta celestial no ha estado siempre abierta para los hombres pecadores, de hecho, fue Cristo quien se presentó como "la puerta", y quien prometió que todo el que entrare por él sería salvo (Jn 10:9). Esto lo consiguió mediante su obra en la Cruz.
Además de ver una puerta abierta, Juan también escuchó una voz como de trompeta. Sin duda, esta es la voz de Cristo glorificado que ya había escuchado al comienzo de la primera sección (Ap 1:10). También en aquella ocasión la voz se asemejaba al sonido de trompeta, y servía para destacar la autoridad del Señor Soberano que hablaba con Juan. Y otro detalle más de este paralelismo se encuentra en el hecho de que en ambas ocasiones Juan estaba "en el Espíritu" (Ap 1:10) (Ap 4:2).
La voz del Señor llamó a Juan al cielo para que desde un punto elevado pudiera contemplar con una perspectiva mucho más amplia los acontecimientos futuros que van a tener lugar sobre este mundo. Algunos han interpretado esta invitación como una alusión al arrebatamiento de la iglesia, pero no hay tal cosa aquí, sino sólo un llamamiento al apóstol para ir al cielo a recibir una nueva revelación, algo similar a lo que le ocurrió al profeta Ezequiel en el pasado, cuando también vio los cielos abiertos y tuvo una visión de la gloria de Dios (Ez 1:1).
El Señor promete mostrarle "las cosas que sucederán". Esta declaración pone de relieve el carácter ineludible de los acontecimientos que está a punto de ver. No habrá acción humana ni fuerza diabólica que puedan impedirlo. Pase lo que pase en la tierra, Dios tiene la última palabra.
Otro detalle importante es que lo que le iba ser revelado serían "las cosas que sucederán después de estas". Seguramente debamos entender esta frase en conexión a (Ap 1:19), donde a Juan se le ordenó escribir "las cosas que has visto, y las que son, y las que han de ser después de estas". Si "las cosas que has visto" se refieren a la visión que tuvo del Señor Jesucristo glorificado que vimos en el capítulo 1, y "las que son" tienen que ver con la iglesia en su estado actual, reflejado en las distintas cartas que encontramos en los capítulos 2 y 3, entonces "las cosas que han de ser después de estas" se refieren a los acontecimientos futuros que han de ocurrir en este mundo y que son descritos en el resto del libro.
Entonces Juan fue transportado al cielo "en el Espíritu", en referencia al Espíritu de Dios que inspiró a los profetas. Seguramente su experiencia fue similar a la del apóstol Pablo:
(2 Co 12:2-4) "Conozco a un hombre en Cristo, que hace catorce años (si en el cuerpo, no lo sé; si fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe) fue arrebatado hasta el tercer cielo... donde oyó palabras inefables que no es dado al hombre expresar"
Curiosamente, a Pablo no se le permitió contar lo que vio en el cielo, pero por el contrario, a Juan se le dijo que lo escribiera (Ap 1:19). A continuación tenemos una descripción de lo que vio.

Una visión del Trono

(Ap 4:2-7) "Y al instante yo estaba en el Espíritu; y he aquí, un trono establecido en el cielo, y en el trono, uno sentado. Y el aspecto del que estaba sentado era semejante a piedra de jaspe y de cornalina; y había alrededor del trono un arco iris, semejante en aspecto a la esmeralda. Y alrededor del trono había veinticuatro tronos; y vi sentados en los tronos a veinticuatro ancianos, vestidos de ropas blancas, con coronas de oro en sus cabezas. Y del trono salían relámpagos y truenos y voces; y delante del trono ardían siete lámparas de fuego, las cuales son los siete espíritus de Dios. Y delante del trono había como un mar de vidrio semejante al cristal; y junto al trono, y alrededor del trono, cuatro seres vivientes llenos de ojos delante y detrás. El primer ser viviente era semejante a un león; el segundo era semejante a un becerro; el tercero tenía rostro como de hombre; y el cuarto era semejante a un águila volando."
1. Hay un trono establecido en el cielo que gobierna sobre todos
(Ap 4:2) "Y al instante yo estaba en el Espíritu; y he aquí, un trono establecido en el cielo, y en el trono, uno sentado."
Lo primero sobre lo que se llama nuestra atención es sobre el hecho de que hay un trono establecido en el cielo y que ese trono no está vacío.
Es verdad que viendo las injusticias que constantemente se cometen a nuestro alrededor, muchos llegan a dudar de que realmente haya un Dios que continúe rigiendo los asuntos de este mundo.
No cabe duda de que Satanás se ha hecho fuerte en nuestro mundo desde el momento en que el hombre decidió pecar y se unió de ese modo a la rebelión contra Dios. Pero Dios nunca ha abdicado ni lo va a hacer. Él es el único que tiene el derecho legítimo para ocupar ese trono, y como veremos en el resto del libro de Apocalipsis, él va a establecer su reino de justicia, terminando así con Satanás y con todos aquellos hombres que se han negado a deponer su actitud de rebeldía y no han querido acogerse a su oferta de gracia.
Si bien es cierto que la historia de la humanidad puede parecer el resultado de una serie de decisiones humanas, sin embargo, lo que Juan va a ver en esta revelación es algo muy diferente. Dios, el Creador y Señor del universo, sigue conduciendo la historia hacia la meta que él ha fijado. Él está sentado en su trono en el cielo, en el centro de mando supremo, y desde allí gobierna los negocios de la tierra. No estamos abocados a un destino ciego producido por fuerzas incontroladas.
Y a los primeros lectores de Juan, acostumbrados a pensar en el trono de César como el más elevado de este mundo, también debía recordárseles que hay un trono que estaba por encima del suyo y de todos los que a lo largo de la historia han surgido o pueden llegar a surgir. El trono de Dios está en el cielo, y reina sobre todos los demás. Esta fue la lección que Nabucodonosor tuvo que aprender cuando se enorgulleció contra Dios y no le quiso dar gloria:
(Dn 4:32) "Y de entre los hombres te arrojarán, y con las bestias del campo será tu habitación, y como a los bueyes te apacentarán; y siete tiempos pasarán sobre ti, hasta que reconozcas que el Altísimo tiene el dominio en el reino de los hombres, y lo da a quien él quiere."
Por lo tanto, la visión del futuro que Juan tiene comienza con Dios en el control, y en el resto del libro veremos cómo sus enemigos son castigados finalmente mientras él establece su reino de justicia y paz.
Por lo tanto, este trono va a tener un papel muy importante a lo largo del libro. Frente a él se desatarán los siete sellos y se tocarán las siete trompetas que traerán los juicios de Dios sobre este mundo. Ante él adorará la gran multitud de redimidos de todas las naciones (Ap 7:9-10). Desde el trono se pronuncia la sentencia "Hecho está" que anunciará la caída de las ciudades de las naciones y el juicio de la gran Babilonia (Ap 16:17-19). Allí se celebrará la victoria final de Dios (Ap 19:1-8). Ante él se juzgará a todos los hombres (Ap 20:11-15). Y de él saldrá el río de agua de vida (Ap 22:1).
2. ¿Qué sabemos del que está sentado en el trono?
(Ap 4:3) "El aspecto del que estaba sentado era semejante a piedra de jaspe y de cornalina"
Por supuesto, no se hace una descripción del aspecto físico del que estaba sentado en el trono, sino que se usan ciertas sugerencias que nos transmiten una idea de su belleza.
La expresión "semejante a piedra de jaspe y de cornalina" es difícil de determinar debido a la carencia de una terminología científica entre los antiguos, y por lo tanto, los nombres que ellos usaban no se corresponden exactamente con los nuestros. Sin embargo, podemos entender que Juan fue atraído por la belleza del color y el resplandor de la luz que surgía del que estaba sentado en el trono, y ante la dificultad de describir adecuadamente la gloria del que estaba sentado en el trono, la compara con las piedras preciosas más bellas que conocía.
3. La disposición de otros elementos en relación al trono
(Ap 4:3-7) "... Y había alrededor del trono un arco iris, semejante en aspecto a la esmeralda. Y alrededor del trono había veinticuatro tronos; y vi sentados en los tronos a veinticuatro ancianos, vestidos de ropas blancas, con coronas de oro en sus cabezas. Y del trono salían relámpagos y truenos y voces; y delante del trono ardían siete lámparas de fuego, las cuales son los siete espíritus de Dios. Y delante del trono había como un mar de vidrio semejante al cristal; y junto al trono, y alrededor del trono, cuatro seres vivientes llenos de ojos delante y detrás. El primer ser viviente era semejante a un león; el segundo era semejante a un becerro; el tercero tenía rostro como de hombre; y el cuarto era semejante a un águila volando."
Juan nos da muchos detalles sobre todo lo que rodea ese trono. Fijémonos en algunos de ellos:
Alrededor del trono había dos cosas: Un arco iris que daba completamente la vuelta al trono (Ap 4:3), y también veinticuatro tronos en los que estaban sentados veinticuatro ancianos con ropas blancas y coronas de oro en sus cabezas (Ap 4:4).
Del trono salían relámpagos y truenos y voces (Ap 4:5).
Delante del trono había dos cosas: Siete lámparas de fuego (Ap 4:5) y también un mar como de vidrio semejante al cristal (Ap 4:6).
Junto al trono y alrededor de él: Cuatro seres vivientes llenos de ojos delante y detrás (Ap 4:6-7).
A continuación vamos a pensar en lo que quiere decir cada uno de estos detalles.
4. Alrededor del trono: el arco iris y veinticuatro tronos
Empecemos por notar la disposición de estos dos elementos. El trono está en el centro y a su alrededor dos círculos, uno vertical, con el arco iris, y otro horizontal en el que estaban colocados los veinticuatro tronos.
Estos elementos y su disposición alrededor del trono son importantes, porque cualquier cosa que proceda el trono pasará por estos dos círculos. Dentro de muy poco se nos va a decir que de ese trono saldrán los terribles juicios que van a venir sobre este mundo, y de alguna manera, se nos va a enseñar que vienen caracterizados por lo que estos dos círculos simbolizan.
Primer círculo: el arco iris
El arco iris nos conduce directamente a la historia del diluvio y al momento cuando Noé salió del arca y erigió un altar a Dios. Fue entonces cuando Dios le hizo una promesa que afectaría a toda la humanidad en el futuro: nunca más destruiría este mundo por medio del agua (Gn 9:8-17). La señal de este pacto sería el arco iris. Así que, cada vez que Noé viera que el cielo se nublaba con la intención de llover, él estaría tranquilo recordando el pacto de Dios que garantizaba que no vendría otro diluvio.
Esta historia nos recuerda dos cosas muy importantes:
Primero, que Dios limita sus juicios por su misericordia. Dios tiene que juzgar a este mundo, pero le duele enviar sus terribles juicios, así que, en su misericordia retrasa el momento de hacerlo dando nuevas oportunidades de arrepentimiento para los hombres.
Y por otro lado, el arco iris es también un símbolo de la ofrenda aceptada (Gn 8:20-22). Dios aceptó el sacrificio que Noé presentó, y como sabemos, también ha aceptado el sacrificio que Cristo ofreció en la Cruz. Este último garantiza a todos los que creen en él que serán librados de la ira venidera (1 Ts 1:9-10).
Segundo círculo: veinticuatro tronos
Es interesante notar que ya en este momento hay tronos alrededor del trono de Dios. Ahora bien, ¿quiénes son las personas que están sentadas en esos tronos? El texto no nos dice quiénes son, pero sí que nos dice mucho acerca de ellos. Aquí son descritos como "veinticuatro ancianos, vestidos de ropas blancas, con coronas de oro en sus cabezas". De esto podemos deducir algunas cosas:
Eran "ancianos". No se trata de seres angelicales, porque no tenemos noticias de que los ángeles envejezcan. Debemos entender que son hombres de madurez, conocedores de los propósitos del Rey y capaces de comunicarlos (Ap 7:13-17). Algo similar a los ancianos de Israel que cooperaban con Moisés en la dirección del pueblo (Ex 24:1) (Nm 11:16-17).
Sus "ropas blancas", sus "coronas de oro" y los "tronos" que ocupan, nos recuerdan también a los vencedores de las iglesias (Ap 3:5) (Ap 3:11) (Ap 3:21). Estos vencedores son aquellos que han creído que Jesucristo es el Hijo de Dios (1 Jn 5:5). Como más adelante veremos, estos ancianos adoran a Dios porque los ha redimido por medio de la sangre del Cordero y los ha hecho reyes y sacerdotes (Ap 5:8-10).
Tenían "coronas de oro en sus cabezas". Esto implica que les ha sido concedido el derecho de gobernar porque son justos.
Es interesante notar que Dios ha querido asociar consigo a sus criaturas en el gobierno del universo. La idea de que Dios es un gobernador solitario es falsa. Él no es un tirano, sino que desea delegar su autoridad en otros. El Señor Jesucristo anunció que en el futuro Dios invitará a los creyentes a sentarse en tronos y juntarse a él en el gobierno de este universo:
(Mt 19:28) "Y Jesús les dijo: De cierto os digo que en la regeneración, cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de su gloria, vosotros que me habéis seguido también os sentaréis sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel."
Todas las decisiones que salen del trono de Dios pasan por ellos. Entendemos que no son autómatas que simplemente hacen lo que se les dice de una forma mecánica. Son seres con libre albedrío que han rendido su voluntad a Dios y han aprendido de él a gobernar los destinos de este mundo. En realidad, cada uno de los creyentes nos estamos preparando en este tiempo para ese destino final. Las decisiones que tomamos, la forma en la que administramos nuestro tiempo y los dones que Dios nos ha dado, van formando en nosotros un carácter que perdurará por la eternidad.
5. Del trono salían relámpagos y truenos y voces
Los relámpagos, voces y truenos que salen del trono nos hacen pensar en la manifestación de Dios en el Sinaí cuando dio la ley (Ex 19:16-19). Fue una escena aterradora, de tal manera que los que oían, "rogaron que no se les hablase más, porque no podían soportar lo que se ordenaba" (He 12:18-20). En realidad, era lógica su reacción, pues Dios estaba descendiendo del cielo para dar su justa ley, que manifiesta nuestro pecado y nos señala como culpables.
Y aquí en Apocalipsis ocurre algo similar. Aunque el terror en esta ocasión es mayor, puesto que en todas las veces en que aparecen los relámpagos, truenos y voces en el libro de Apocalipsis, siempre se relacionan con los juicios de Dios que salen del trono (Ap 8:5) (Ap 11:19) (Ap 16:18). Es decir, si en el monte Sinaí Dios dio a conocer las justas demandas de su ley, en Apocalipsis se presenta trayendo el juicio por toda desobediencia de los hombres. Por esto, la escena que aquí se nos presenta inspira terror. Aunque en este punto es interesante notar que mientras que todo esto ocurre, los veinticuatro ancianos permanecen impasibles en sus tronos, como si ellos no fueran afectados por estos juicios. La razón es que ellos forman parte de los que han sido redimidos por la sangre del Cordero y no temen su ira (Ap 5:8-10).
6. Delante del trono: siete lámparas y un mar de vidrio
Ahora nos tenemos que situar delante del trono. Esto sería lo primero que vería cualquiera que se acercara a él.
Por ejemplo, recordamos el trono que había diseñado el rey Salomón. Cualquiera que se acercara a él se habría encontrado con doce leones en las escaleras que subían hasta el trono (1 R 10:18-20). Y no cabe duda de que estaban colocados allí con la finalidad bien calculada de hacer entender a todos de qué tipo de trono se trataba.
"Ardían siete lámparas de fuego"
Ahora, cuando nos acercamos al trono de Dios nos encontramos con siete lámparas ardiendo para dar luz. Esto nos recuerda al candelero de oro con siete lámparas que era usado en el tabernáculo para iluminarlo (Ex 25:31-40). Estos detalles nos indican que el gobierno de Dios es el del reino de la luz.
Como creyentes recordamos que antes estábamos bajo la potestad de Satanás y su reino de tinieblas (Col 1:12-13). Él había cegado nuestro entendimiento para que no apreciáramos "la luz del evangelio de la gloria de Cristo" (2 Co 4:4), y de esta manera el diablo sigue controlando a las personas para mantenerlas en oscuridad e ignorancia. Pero ahora Cristo nos ha liberado de él para trasladarnos a su reino de Luz.
(1 Jn 1:5) "Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él"
El gobierno de Dios es "transparente". No hay nada oscuro que el hombre pueda descubrir en él. Sin embargo, no a todo el mundo le atrae esta idea, porque lo primero que él va a hacer es sacar a la luz nuestros propios pecados. Por esta razón muchos huyen y se apartan porque no quieren ser reprendidos.
(Jn 3:19-20) "Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas."
En cuanto a las siete lámparas que están delante del trono, el autor nos explica que son "los siete espíritus de Dios". Y probablemente, aquí como en (Ap 1:4), la expresión se refiere a la plenitud del Espíritu Santo.
Esto es muy apropiado en este contexto, ya que la luz y el conocimiento de Dios es una obra del Espíritu Santo tanto en los creyentes como en los inconversos.
(1 Co 2:11-12) "... Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios. Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido"
"Había como un mar de vidrio semejante al cristal"
Encontramos un antecedente de este "mar de vidrio" en el templo de Salomón (1 R 7:23-26). Estaba colocado en el atrio de afuera y era un lavacro tan grande que lo llamaban en aquel entonces "el mar". Los sacerdotes lo utilizaban para lavarse y purificarse. El Nuevo Testamento se refiere a él como "el lavacro de la regeneración, y de la renovación del Espíritu Santo" (Tit 3:5).
Ahora en Apocalipsis notamos nuevamente que este mar de vidrio estaba delante del trono, lo que sugiere que todos los que se acercan a él son limpiados y regenerados. En este poder regenerador del Espíritu Santo radica el triunfo del gobierno de Dios. Y por supuesto, todos los que han sido limpiados en este mar serán librados de los juicios de Dios.
Otro detalle que podemos notar es que este mar de vidrio es descrito como "semejante al cristal", algo que nos recuerda al momento cuando Moisés, Aarón y los ancianos tuvieron una visión de la gloria de Dios (Ex 24:10). En ambos casos la idea es que el suelo de la sala del trono era tan claro que hacía que la gloria de Dios resplandeciera a través de él.
Para ello, era necesario que fuera un "mar" en calma, lo que nos transmite la idea de serenidad y quietud, en contraste con el caos y el desorden de este mundo.
7. En medio del trono y alrededor: cuatro seres vivientes
Ahora nos encontramos con cuatro seres vivientes de los que nuevamente la Palabra no nos aclara quiénes son. Sin embargo, sí que nos dice lo que son. Son seres vivientes de toda clase de vida: uno semejante a un hombre, otro a un águila, otro a un becerro y otro a un león. En cualquier caso, por la descripción que se hace de ellos, podemos decir que no se corresponde con ninguna especie animal que nosotros conozcamos en nuestro mundo.
En la visión que Ezequiel tuvo de la gloria de Dios al comienzo de su ministerio, vio también cuatro seres vivientes que guardaban un parecido innegable con los que ahora encontramos en Apocalipsis (Ez 1:5-14). Y más adelante nos explica que eran querubines (Ez 10:1-22).
Un detalle interesante son sus ojos: Están "llenos de ojos delante y detrás" (Ap 4:6,8). De este modo pueden mirar hacia todos los lados; hacia Dios y hacia la creación. No hay nada que les esté oculto, y además, siempre están alerta.
También se nos dice que "tenían cada uno seis alas", aunque no se nos dice nada acerca de su función. Quizá podemos conjeturar que son emblemas del continuo servicio que rinden a Dios, particularmente en lo que respecta a la adoración. En (Is 6:2) se nos habla de querubines que estaban ante el trono de Dios y que también tenían seis alas. Ellos las usaban para cubrirse sus rostros en señal de reverencia, seguramente porque no podían mirar directamente a la gloria del que estaba sentado en el trono.
Estos cuatro seres vivientes aparecen con frecuencia en Apocalipsis y vemos que además de tomar parte activa en las terribles manifestaciones de la ira de Dios, siempre se encuentran cerca de él rindiéndole su adoración.

Reacciones de los seres vivientes y los ancianos

(Ap 4:8-11) "Y los cuatro seres vivientes tenían cada uno seis alas, y alrededor y por dentro estaban llenos de ojos; y no cesaban día y noche de decir: Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era, el que es, y el que ha de venir. Y siempre que aquellos seres vivientes dan gloria y honra y acción de gracias al que está sentado en el trono, al que vive por los siglos de los siglos, los veinticuatro ancianos se postran delante del que está sentado en el trono, y adoran al que vive por los siglos de los siglos, y echan sus coronas delante del trono, diciendo: Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas."
1. La reacción de los seres vivientes
Encontramos ahora que lo que los cuatro seres vivientes hacen sin cesar "día y noche", es adorar a Dios. No olvidemos que la adoración es la actividad principal en el cielo y que allí tendremos la capacidad de hacerlo sin descanso. Por lo tanto, la adoración centrada en la dignidad de Dios que se manifiesta en su carácter y en sus obras, es la experiencia del cielo más real que podemos tener en esta vida presente.
En cuanto a los seres vivientes, notamos que están "llenos de ojos", lo que les permite observar todas las maravillas de las obras de Dios, y como consecuencia pueden adorarle continuamente por ellas.
Quizá de esto tendríamos que aprender mucho los hombres. El diablo ha introducido en nuestro mundo el interés por disfrutar de todas las cosas que la vida nos ofrece pero sin tener en cuenta a la Fuente de esa vida. Pero ¿qué sentido tiene el interés por la música y no desear conocer al que nos ha dado la capacidad para poder disfrutar de ella? ¿Por qué querer descubrir los maravillosos mecanismos que mueven este mundo y no tener interés en conocer a su Diseñador? Esta actitud hace perder al hombre el disfrute pleno de cada una de estas cosas. Deberíamos buscar a través de cada una de ellas la comunión con Dios y adorarle consecuentemente por la maravilla de su propio ser.
Aquí vemos algunas de las razones de la adoración de los cuatro seres vivientes. Fijémonos que la adoración consiste en reconocer quién es él, y en expresarlo con admiración y sumisión.
"Santo, santo, santo"
Su canto nos recuerda al de los serafines que vio el profeta Isaías (Is 6:1-3). Aquí estos cuatro seres vivientes expresan la misma idea: Dios es santo, absolutamente puro y diferente de todo cuanto existe. Quizá el hecho de que la palabra "santo" se repita tres veces tiene como objeto abarcar a la Trinidad.
"Es el Señor Dios Todopoderoso"
También identifican a Dios como el ser más poderoso que existe. Él puede hacer sin esfuerzo cualquier cosa que su santa voluntad se proponga, tanto en relación con la creación, la redención o los juicios. Nadie puede oponerse a él.
"El que era, el que es, y el que ha de venir"
Como seres vivientes, lo que ellos aprecian del que está sentado en el trono es el hecho de que él es "el que era, el que es, y el que ha de venir". Ellos son seres vivientes y entienden que no se han hecho a sí mismos, ni son la fuente de su propia existencia. Por esta razón alaban a Dios por su eternidad, porque él es el único que tiene completa autonomía, es siempre el mismo y sus años nunca se acabarán.
Dios es Santo, Todopoderoso y Eterno. No hay nadie que se pueda comparar a él. En el tiempo en que se escribió Apocalipsis, los emperadores romanos reclamaban ser adorados como dioses, pero sus pretensiones se desvanecen en lo absurdo cuando las miramos a la luz de quién es realmente Dios. Ni los Césares, ni ningún otro hombre después de ellos, por muy importante que haya sido, ha creado el universo, no es eterno y tampoco tiene ningún control sobre el futuro de este mundo.
2. La reacción de los ancianos
Desde sus tronos, los veinticuatro ancianos ven a los cuatro seres vivientes adorar a Dios. A ellos esta actitud les parece completamente justa, así que ellos mismos abandonan sus tronos, se quitan sus coronas, y las colocan delante del trono de Dios mientras le adoran diciendo: "Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas".
De este modo, ellos también reconocen que la vida y la autoridad que tienen, expresada aquí por sus coronas, la han recibido de Dios. Así que, reconocen el poder y la dignidad que sólo le corresponden a él. Así que, mientras que los seres vivientes adoran a Dios por sus atributos, los veinticuatro ancianos lo hacen por sus hechos en la creación.
Sería razonable que todos los hombres reconociéramos que no nos hemos hecho a nosotros mismos ni somos productos de la casualidad, sino que todo lo que somos y tenemos se lo debemos a él.
En cuanto a los términos utilizados en la adoración resumimos lo siguiente:
"Gloria": el reconocimiento de los atributos y las perfecciones de Dios.
"Honra": la reverencia, respeto y temor debido a Dios.
"Acción de gracias": gratitud a Dios por su creación y providencia.
3. La dignidad de Dios
Como estamos viendo, en este capítulo se subraya la dignidad de Dios como Creador: "Porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas". ¿Cuál es la razón por la que Dios hizo todas las cosas? Algunos creen que fue hecho primordialmente para el disfrute y placer del hombre. Pero aunque al hombre le gusta colocarse en el centro de todo, el universo fue hecho para Dios: "por tu voluntad existen y fueron creadas".
Ahora bien, si este mundo fue hecho para servir a la voluntad de Dios, entonces está claro que algo está funcionando muy mal. ¿Cuál es el problema? Pues que siendo criaturas, debemos nuestra existencia a Dios, y no queremos reconocer que hemos sido creados para hacer su voluntad. En lugar de eso el hombre no quiere tener en cuenta a Dios y ha trazado su propio camino. El profeta Isaías lo describió perfectamente:
(Is 53:6) "Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino..."
Nos hemos descarriado, hemos elegido un camino equivocado y peligroso. No se trata necesariamente de pecados como el asesinato, la violación o el robo, sino el pecado de no querer reconocer los derechos legítimos que Dios tiene sobre nuestras vidas. Y nuestra vida no podrá funcionar correctamente en tanto que vaya por un camino diferente para el que Dios la diseño, es decir, para vivir de acuerdo a su voluntad.
Cuando los veinticuatro ancianos y los cuatro seres vivientes adoran a Dios reconociendo estos hechos, de alguna manera están reclamando que el universo debe regresar a la voluntad de Dios. Para ello es necesario que el hombre se arrepienta. ¿Pero que ocurrirá si se sigue negando a hacerlo? Esta pregunta será contestada en próximos capítulos. Allí veremos que Dios no sólo tiene la autoridad suprema sobre este mundo por ser su Creador, sino que veremos también la dignidad del Cordero en la esfera de la redención y del juicio. Porque es necesario que este mundo sea juzgado, y que Dios tome el control absoluto sobre él como la única forma posible para que pueda volver a funcionar correctamente.

Comentarios

Estados Unidos
  Maria del Villar  (Estados Unidos)  (30/11/2023)
Dios los bendiga. Feliz de poder estudiar apocalipsis a través de sus conocimiento, siendo de gran ayuda para entender claramente este libro de tanta importancia para todos los que amamos a nuestro Señor y Salvador Jesucristo.
Copyright © 2001-2024 (https://www.escuelabiblica.com). Todos los derechos reservados
CONDICIONES DE USO