Estudio bíblico: El día del Señor vendrá - 2 Pedro 3:1-18

Serie:   2 Pedro   

Autor: Eric Bermejo
Email: estudios@escuelabiblica.com
Reino Unido
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El día del Señor vendrá (2 Pedro 3:1-18)

Introducción

En los capítulos anteriores el apóstol Pedro nos ha animado a tomar en serio nuestra vida cristiana. Su enfoque se basa en el hecho de que este mundo presente en el que vivimos es temporal, y que siendo cristianos, debemos comportarnos en él como peregrinos que nos dirigimos al Reino eterno de nuestro Señor Jesucristo. Por lo tanto, el tiempo que pasamos aquí debemos aprovecharlo para prepararnos para ese otro mundo celestial.
Pero hemos considerado también que este peregrinaje no está exento de peligros. El apóstol nos ha advertido de que esos peligros no se encuentran únicamente en el mundo, sino que se han infiltrando en la propia iglesia cristiana. Se trata de falsos profetas que se presentan como auténticos líderes espirituales, y que con sus artimañas logran engañar a muchos (2 P 2:2).
Ahora, al llegar al capítulo 3, Pedro nos avisa de que muchos de esos falsos maestros gozarán de prestigio dentro de la "falsa ciencia". Notemos bien la sutileza diabólica de esta táctica. El gran enemigo de Dios usa a gente profesional, con estudios, carreras y títulos impresionantes, para confundir a aquellos cristianos sencillos que no tienen el mismo nivel académico que ellos.
Pero, gracias a Dios, no todos los teólogos, ni tampoco todos los científicos están de parte del diablo. Y tampoco debemos olvidar lo que dice (1 Jn 5:5): "¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?".

El día del Señor

Haciendo una lectura rápida de este capítulo nos damos cuenta de que el tema central es la Segunda Venida del Señor, o como Pedro la llama, "la promesa de su advenimiento" (2 P 3:4), o el "Día del Señor" (2 P 3:10).
Pedro ya había hablado del "Día del Señor" en el primer gran sermón de la era cristiana que encontramos recogido en (Hch 2:14-42). Allí lo describió como un día espantoso de juicio sobre los moradores de la Tierra, en el cual hasta la misma naturaleza sufrirá temibles convulsiones, y todo el mundo quedará completamente destruido por el fuego. Veamos cómo lo describe Pedro en este capítulo:
(2 P 3:7) "Pero los cielos y la tierra que existen ahora, están reservados por la misma palabra, guardados para el fuego en el día del juicio y de la perdición de los hombres impíos."
(2 P 3:10) "Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas."
(2 P 3:12) "Esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios, en el cual los cielos, encendiéndose, serán deshechos, y los elementos, siendo quemados, se fundirán!"
Todo esto ocurrirá como consecuencia de la intervención deliberada de Dios en un acto de solemne juicio sobre un mundo endurecido en su rebeldía contra él, moralmente corrupto y depravado hasta el límite, y que además, a todas sus maldades, añadió el terrible crimen del asesinato del Hijo de Dios cuando vino a este mundo.
Y si realmente hay un Dios en el cielo (y lo hay), y si el Señor Jesucristo es de verdad su Hijo (y lo es), los hombres no pueden hacer lo que hacen y esperar que no haya consecuencias.
Es verdad que han pasado dos mil años y el juicio divino no ha llegado, lo que ocasiona que la gente se burle del "Día del Señor", y muchos crean que nunca va a ocurrir tal cosa:
(2 P 3:3-4) "En los postreros días vendrán burladores, andando según sus propias concupiscencias, y diciendo: ¿Dónde está la promesa de su advenimiento? Porque desde el día en que los padres durmieron, todas las cosas permanecen así como desde el principio de la creación."
Las personas no deben dudar de que el juicio de Dios vendrá (2 P 3:10). Pero, entonces, ¿por qué tarda tanto?
Para intentar contestar esta pregunta debemos recordar la predicación del mismo apóstol Pedro en Jerusalén tan sólo siete semanas después de que Jesús hubiera sido crucificado. Allí había miles de personas escuchándole, y él les hizo ver la magnitud del crimen que habían cometido al crucificar al Hijo de Dios, pero ante la sorpresa de todos, les anunció de parte de Dios un mensaje de perdón y reconciliación. Para ello se hizo eco de las palabras del profeta Joel, quien hablando acerca del juicio de Dios les dijo: "todo aquel que invocare el nombre de Jehová será salvo" (Jl 2:32) (Hch 2:21).
Dios, en su inmensa misericordia, no quiere que nadie perezca (2 P 3:9), y ha abierto un periodo de gracia que todavía dura hasta el día de hoy. Pero finalmente el Día del Señor vendrá (2 P 3:10) para juicio y perdición de los hombres impíos (2 P 3:7).

La postura de la falsa ciencia

Frente a estos mensajes proféticos que encontramos en la Palabra de Dios, muchos científicos e intelectuales de nuestro tiempo se burlan, asegurándonos que nada de todo eso va a ocurrir. Nunca, nos dicen, va a irrumpir en la historia de nuestro mundo nada que provenga de un mundo espiritual fuera del nuestro. Y la razón por la que hacen este tipo de declaraciones tan absolutas es, porque según ellos, no existe tal cosa como un mundo inmaterial, sobrenatural y eterno más allá del mundo material que conocemos. Decir que puede existir algo así, nos dicen ellos, son meras supersticiones producto de mentes medievales y anticientíficas.
Por lo tanto, el hecho de que Jesús de Nazaret regrese nuevamente a este mundo en poder y gloria para terminar con el actual orden de cosas e introducir uno completamente nuevo, que incluya cielos nuevos y tierra nueva (2 P 3:13), les parece que es un mito absurdo y no dudan en reírse de aquellos que no piensan como ellos.
El apóstol Pedro, inspirado por el Espíritu Santo, se adelantó a su tiempo para corregir las teorías de estos pretendidos científicos que rechazan la Palabra de Dios. Ellos se basan en la "Teoría de la Uniformidad". Sobre ella se han construido otras muchas teorías con las que intentan dar una explicación "razonable" a la existencia del universo y de la vida. Por ejemplo, la teoría del Big-bang, o la teoría de la evolución de las especies, se basan en esta teoría. Como vemos, aunque presumen de ser científicos, sólo logran acumular teorías una encima de la otra sin haber llegado a demostrar satisfactoriamente la primera de ellas.
Ahora bien, ¿en qué consiste la Teoría de la Uniformidad? Básicamente dice que todos los procesos geológicos y orgánicos que se han producido en este mundo han sido graduales, uniformes e invariables a través de inmensos periodos de tiempo. Esto implica que estos procesos siempre han funcionado al mismo ritmo, sin que nunca hayan conocido ninguna interrupción o hayan alterado su ritmo gradual y constante.
Según los que defienden esta teoría, llegan a la conclusión de que todas las cosas que conocemos son el producto de una evolución lenta e inalterable. Creen ver ejemplos de todo ello en la sedimentación geológica, la formación de las estalactitas y los cambios genéticos.
Con una cosmovisión así, este tipo de personas ven imposible la Segunda Venida de Jesús irrumpiendo en la historia del mundo y cambiando su curso. Esto les parece una locura que violaría su Teoría de la Uniformidad, que para ellos es una ley física de la naturaleza de carácter inalterable.
Curiosamente, también los teólogos liberales de nuestro tiempo han asumido estas teorías como ciertas y se han lanzado a vaciar la Biblia de todo elemento milagroso, dando por sentado que éstos no pueden existir porque constituirían una negación de leyes físicas, que según esos científicos, no pueden ocurrir. Así que, mutilan el texto bíblico para quedar bien con ese tipo de "ciencia" que se ha constituido en la nueva diosa de nuestros tiempos, y que parece tener la última palabra sobre cualquier asunto relacionado con lo que pasa, ha pasado o puede pasar en este mundo.
Pero estas teorías no son preceptos inflexibles. Es verdad que muchos científicos a lo largo de los años han estado observando el mundo físico y han notado cómo es su funcionamiento normal. Después de eso han llegado a conclusiones dentro de los límites de su área de observación, el tiempo en que han podido vivir, y su capacidad de observación. Esas conclusiones se han convertido para algunos en Leyes. Pero dadas las evidentes limitaciones de todo tipo que los científicos tienen para llevar a cabo sus observaciones, estas conclusiones no deberían ser nunca leyes inflexibles e inalterables.
Por otro lado, cuando se habla de "Leyes" que rigen los procesos normales de la naturaleza, deberíamos asumir que hay Alguien que las ha establecido. No parece lógico pensar que tantos procesos perfectamente coordinados como podemos observar en este mundo, sean el producto de una serie de accidentes, de fuerzas impersonales, de mero azar. Ante estos hechos, lo lógico y científico sería decir que detrás de este orden necesariamente tiene que haber un Dios que ha diseñado y creado el mundo que conocemos colocando sus leyes y teniendo un propósito específico en su mente.
La evidencia es tan grande que lo único que pueden hacer los que no la quieren aceptar es "ignorarla". Y esto es lo que Pedro nos dice en esta epístola.
(2 P 3:5-6) "Estos ignoran voluntariamente, que en el tiempo antiguo fueron hechos por la palabra de Dios los cielos, y también la tierra, que proviene del agua y por el agua subsiste, por lo cual el mundo de entonces pereció anegado en agua"
Ignoran toda la evidencia, y la ignoran con desprecio, porque si la tuvieran en cuenta, tendrían que creer en Dios, y eso no lo quieren hacer. Así que, se lanzan en los brazos de cualquier absurda teoría que les "libre" de creer. Veamos cómo expresó este proceso el apóstol Pablo.
(Ro 1:20-23) "Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa. Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido. Profesando ser sabios, se hicieron necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles."
Ahora bien, si hay un Dios en el cielo que ha creado el universo entero con todos sus procesos y leyes físicas (y la ciencia no puede decir que no haya sido así), entonces, ese Dios tiene la capacidad para suspenderlas o cambiarlas cuando él quiera, a fin de llevar a cabo sus determinados propósitos.
Lo hizo hace dos mil años, cuando suspendiendo las leyes normales de la naturaleza, introdujo a su Hijo en este mundo por medio de un nacimiento virginal. Y lo hará nuevamente cuando vuelva a introducir por segunda vez a su Hijo en este mundo con el fin de dar paso al Día del Señor, grande y terrible.
No deberíamos dudar de que Dios tenga el poder y vaya a hacer tal cosa. Pedro nos acaba de decir que este mundo conserva las claras evidencias de una intervención de Dios en el pasado que sirvió para traer un juicio universal sobre el mundo de aquel entonces (2 P 3:5-6). Evidentemente, se estaba refiriendo al Diluvio universal, un gigantesco cataclismo, cuyas monstruosas olas barrieron los valles, las llanuras, los montes... arrastrando consigo grandes civilizaciones que habían llegado a un estado de corrupción moral de tal magnitud que fue necesario cortarlas de raíz. Este suceso, nos dice Pedro, rompió por completo la Teoría de la Uniformidad.
Pero sobre esto, los críticos dicen que el Diluvio universal es simplemente un mito, una leyenda, que surgió como consecuencia de una gran inundación local en la región de Mesopotamia, y que se fue exagerando sin control. Pero hay infinidad de evidencias que confirman que "el mundo de entonces pereció anegado en agua", por lo que Pedro dice que "estos ignoran voluntariamente". Esta expresión da a entender claramente que hay una evidencia, pero que la gente prefiere no tenerla en cuenta, así que la suprimen, como si no existiera.

¿Por qué creemos en el Diluvio Universal?

1. Porque lo dice la Biblia
En primer lugar tenemos la Biblia. Es verdad que para algunos este maravilloso libro sólo se trata de viejas leyendas y tontas supersticiones. Pero lo ciento es que la Biblia es un libro serio, que traza con cuidadosa exactitud los momentos más importantes de las actuaciones de Dios con la raza humana a través de la historia. Actuaciones de juicio y también actuaciones de salvación, pero siempre con la mirada puesta en el momento cumbre cuando en el escenario de la historia humana aparecería el Salvador del mundo, Jesucristo, el Hijo de Dios.
Ahora bien, ¿qué crédito vamos a dar a la Biblia? Hay muchas personas que están dispuestas a leer a historiadores antiguos como Josefo y Herodoto y tomar en serio lo que dicen, pero que al mismo tiempo menosprecian los escritos bíblicos.
Pero notemos que el Señor Jesús sí que creyó en la veracidad de todos estos textos, incluyendo el relato de Génesis en cuanto al Diluvio Universal, tal como vemos en (Mt 24:38-39). Incluso nos avisó, tal como hizo Pedro en esta epístola, de que era un solemne antecedente del Juicio Final.
Por lo tanto, la cuestión se reduce a lo siguiente: O creemos lo que nos dicen los incrédulos que se burlan de estas cosas, o creemos en lo que nos dice Dios mismo en su Palabra. ¿Quién es más digno de nuestra confianza? ¿El Creador o los hombres? No olvidemos que los seres humanos, por mucho que sepan de química, física y astronomía, y por muchos diplomas y títulos que tengan, sólo han logrado rascar un poco la superficie de un inmenso y complejo cosmos que les desborda por todos los lados. Hombres, que por otro lado, pronto mueren y se convierten en polvo. Por supuesto, el Creador no tiene ninguna de esas dificultades. Siempre será mejor creer en Aquél que además de haberlo diseñado y creado, es eterno, en lugar de poner nuestra confianza en personas muy limitadas por sus capacidades, y también por sus prejuicios.
2. Porque es confirmado por la tradición
La Real Academia de la Lengua dice que se llama tradición a la transmisión de un hecho antiguo de generación a generación a fin de que su conocimiento no se pierda con el paso del tiempo.
Y así ocurrió con la historia del Diluvio Universal. Es un hecho bien conocido que la historia de un inmenso diluvio, y de una embarcación salvadora, forma parte de la memoria histórica de culturas primitivas por todo el mundo. Citamos unos párrafos de un artículo sobre el diluvio que apareció en la revista Muy Interesante (una revista secular) hace algún tiempo.
"La historia del Diluvio es tan conocida mundialmente como esa otra historia sobre la supervivencia por mar de un hombre y una mujer privilegiados, y acompañados casi siempre por otros miembros de la familia o sus seguidores, junto con diversos animales y plantas para renovar la vida en un mundo devastado. Tan sólo el nombre de Noé y de los diferentes animales que él llevaba consigo varían en las numerosas partes del planeta donde se ha conservado esta leyenda.
Las diferentes versiones locales se asemejan tanto entre sí, que cuando los Españoles llegaron al Nuevo Mundo, descubrieron que tanto las naciones Indias civilizadas, como las tribus selváticas, estaban ya familiarizadas con la épica del Diluvio. Algunos de los conquistadores consideraron ese conocimiento insospechado de la tradición religiosa cristiana, como una simple triquiñuela del Demonio para sembrar la confusión entre los verdaderos creyentes.
Resulta comprensible que un acontecimiento de la magnitud del Diluvio Universal, perviva en la memoria de las generaciones supervivientes".
3. Por la evidencia geológica
Este planeta refleja de manera visible la realidad de una intervención de parte de su Creador como fue el Diluvio Universal. Citamos ahora las palabras del Doctor Henry Morris:
"Los fósiles no representan un proceso evolutivo larguísimo e indefinido a través de millones de años de la historia del mundo. Los fósiles, más bien, son documentos en piedra que nos hablan de un mundo antiguo, muy similar al nuestro, que fue destruido por una enorme catástrofe global.
Dios ha preservado por toda la faz de la tierra, para que todos lo puedan ver mientras dure el mundo, este tremendo monumento de su soberano control de este mundo que Él ha creado.
Y de la manera que Él pudo destruir el mundo rebelde de entonces mediante las aguas del diluvio, de la misma manera Él reserva los cielos y la tierra que existen ahora, para el fuego en el día del Juicio y de la perdición de los hombres impíos".
El Doctor Morris era un científico creyente, americano, con un currículum tan largo, que ocuparía varias páginas. Murió hace muy pocos años, y esta cita ha sido tomada de su libro titulado "El nacimiento maravilloso del planeta Tierra".
Otro libro titulado "El Diluvio del Génesis" escrito por Morris y Whitcomb, y publicado por CLIE, bien merece la pena una cuidadosa lectura. Cubre todos los aspectos de este enorme evento de forma magistral.
En nuestro pasaje bíblico, el apóstol Pedro está usando el hecho histórico del Diluvio, ocurrido en el pasado de nuestra historia, como una prueba de la realidad del juicio futuro que Dios va a ejecutar en este mundo. Algunos ignoran las evidencias del pasado, y hasta las ridiculizan en un vano intento por intentar cambiar lo que ocurrirá en el futuro. Pero nosotros, como creyentes, debemos predicar todos estos hechos que forman parte también del Evangelio de Cristo.

¿Por qué todavía no ha llegado el Juicio de Dios después de dos mil años?

Algunos argumentan que la Iglesia Cristiana ha estado anunciando la Segunda Venida de Cristo durante dos mil años, asegurando muchas veces que las señales que veían a su alrededor indicaban que ya estaba a las puertas, sin embargo, todavía no ha llegado. Por lo tanto, se ríen de nosotros y nos dicen que es hora de olvidarse de esas vanas supersticiones.
El apóstol Pedro nos da dos razones.
En primer lugar nos explica que Dios no mide el tiempo como lo hacemos nosotros (2 P 3:8): "Mas, oh amados, no ignoréis esto: que para con el Señor un día es como mil años, y mil años como un día".
Y en segundo lugar, si el Señor parece retrasar su promesa, lo hace con el fin de extender su inmensa e inmerecida misericordia, porque él desea que muchos más clamen al Señor y sean salvos antes de que venga el Día del Señor, grande y terrible en el que se terminarán las oportunidades.

¿Cuál debe ser la actitud de los creyentes frente a estos anuncios?

A raíz de la exposición de estos anuncios de juicio, Pedro nos aconseja nuevamente que tomemos la vida cristiana con mucha seriedad (2 P 3:11-18). Deberíamos estar redimiendo el tiempo y aprovechando cada oportunidad para progresar en la vida cristiana. Y necesitaremos todo el tiempo que el Señor decida concedernos para ir formando el carácter del cual hemos hablado en estos estudios, e ir haciendo firme así nuestra vocación y elección.
Debemos reflexionar muy seriamente en todas estas cuestiones. Recordemos que el propósito de Dios es que los creyentes redimidos por la sangre de Cristo lleguemos a reemplazar un día a los ángeles que rodean su Trono (excelsos, competentes y fieles ministros suyos), para administrar el Reino. Esto es lo que dice el autor de Hebreos: "Porque no sujetó a los ángeles el mundo venidero, acerca del cual estamos hablando" (He 2:5). Pero si hemos de ocupar ese lugar de honor y privilegio, será necesario que ya ahora empecemos a prepararnos, no despilfarrando la vida en nimiedades, cosas sin trascendencia, o incluso mundanas y pecaminosas.
Si para ocupar un pequeño puesto de responsabilidad en un organismo oficial del Estado se requieren personas competentes, con estudios y experiencia, pues ¿cuánto más para la Administración Celestial? ¿O con nuestra actitud despreocupada vamos a darle a Dios la impresión de que lo que él nos ofrece no nos parece que valga la pena? Eso sería un insulto a Dios, y quien así piense, sufrirá una pérdida de la que no se recobrará jamás.
Pensemos brevemente en algunas cosas que están implícitas en el llamamiento y propósito de Dios para nosotros en el futuro:
Compartir el mismo Trono de Cristo (Ap 3:21).
Tener autoridad sobre las naciones(Ap 2:26).
Juzgar al mundo y a los ángeles (1 Co 6:2-3).
Hacer que todos los dominios se sometan al Reino del Señor (Dn 7:27).
Colaborar con el Señor para convertir el mundo entero en un vergel, en un auténtico Paraíso (Ro 8:19-21).
Anunciar en los siglos venideros a seres celestiales y a generaciones no nacidas todavía, las excelencias y glorias de nuestro gran Dios, por lo que de él hemos aprendido y experimentado mientras estábamos en este mundo; cosas que los ángeles no pueden hacer (Ef 3:10) (1 P 2:9).
¿Creemos realmente todo esto, o es simplemente una aceptación cerebral teórica que no afecta a nuestras vidas, ni nos hace reajustar toda nuestra forma de vivir y nuestras escalas de valores?
Si no podemos decir un "Sí" de verdad; es el momento de cambiar, y de hacer los reajustes necesarios en nuestras vidas para prepararnos adecuadamente para ese día glorioso.
La necesidad urgente de la hora que vivimos, es la de una generación de creyentes dispuestos a ser gigantes espirituales. Cristianos totalmente dedicados a Dios, y dispuestos a decir "NO" a la impiedad, y a los deseos mundanos, para vivir vidas disciplinadas e íntegras, vidas que honren a Dios en medio de este mundo en el cual vivimos (Tit 2:12). Cualquier cosa que tienda a enfriar en lo más mínimo tal clase de determinación y devoción, indicaría un punto de tragedia espiritual en la vida de tal persona.
¡Amén y Amén!

Comentarios

Colombia
  Leda Barros  (Colombia)  (26/09/2023)
Actualmente vivo en Colombia la Riohacha la Guajira
Dios los bendiga.
Gracias por el estituto Bíblico
Colombia
  Claudia Marcela Giraldo Castro  (Colombia)  (18/03/2021)
Dios los bendiga grandemente por tan bonita labor. Estos estudios son muy edificantes, y más ahora en este tiempo de tanta confusión.
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