Debemos buscar por encima de cualquier otra cosa que el nombre de Cristo sea glorificado.
Debemos reconocer y agradecer la manifestación del poder del Espíritu Santo allí donde se produzca.
Debemos huir del exclusivismo espiritual que confunde la lealtad a la propia iglesia o denominación con la fidelidad al Señor.
Debemos cuidarnos de ser intolerantes con aquellos que no hacen las cosas exactamente igual que nosotros.
Debemos alegrarnos siempre que el Señor utiliza a otros hermanos nuestros para manifestar su nombre.