Estudio bíblico: Construcción y consagración del tabernáculo - Exodo 35:1-40:38

Serie:   El libro de Éxodo   

Autor: Ernestro Trenchard y Antonio Ruiz
Email: antonio_ruiz_gil@hotmail.com
España
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Construcción y consagración del tabernáculo (Exodo 35:1-40:38)

Instrucciones sobre el sábado (Ex 35:1-3)

Es clara la relación de este pasaje con (Ex 31:12-17) que ya comentamos anteriormente, así que no repetiremos enseñanzas ya dadas tanto en el pasaje citado como en otros que tratan sobre el mismo tema. En el capítulo 31, el sábado se coloca al final de las instrucciones recibidas por Moisés sobre el tabernáculo e inmediatamente antes de la ruptura del pacto del cual era señal. El pueblo se había olvidado de la importancia de la consagración del tiempo al Señor y lo usó para hacer un ídolo de fundición. Aquí, la mención del sábado bien puede servir de enlace con lo anterior, ya que siendo el sábado señal del pacto, y habiendo sido éste renovado, su colocación al final de la sección enfatizaría su revalidación y continuidad a la vez que un llamado a guardarlo. Pero de igual forma puede, con propiedad, ser puesto al principio mismo de llevar a cabo las órdenes pertinentes a la construcción del tabernáculo, que constituye la prueba más contundente del restablecimiento de relaciones entre Jehová e Israel. Los israelitas vivirían con impaciencia lo dicho por el Señor en cuanto a erigir la morada, pero la obra del tabernáculo no había de ser una excusa para marginar el día de reposo, señal inequívoca de la relación con el Esposo al que debían obediencia. Sin duda, para ellos, el sábado tendría ahora más significado que antes y obrarían en consecuencia.
La novedad principal, en relación con otros pasajes sobre el tema, la encontramos en el versículo 3, donde se mencionan "vuestras moradas". Este detalle da sentido e importancia excepcional a la morada o casa del Señor. La prohibición de encender fuego ya se anticipaba, aunque no explícitamente, en (Ex 16:23). Es muy posible que tuviese validez especial durante el tiempo en el desierto, ya que el maná que había de ser consumido el sábado había de ser cocinado el viernes, pero sobre todo durante los meses que durase la construcción del tabernáculo, ya que con toda probabilidad se piensa en la labor de forja para hacer los diversos enseres.

La generosa ofrenda del pueblo (Ex 35:4-36:7)

1. Llamamiento a los generosos y sabios de corazón (Ex 35:4-19)
Nuevamente encontramos la frase "toda la congregación de los hijos de Israel", en esta ocasión para hacer un llamamiento a "todo generoso de corazón" ("nadah", que corresponde a "prothuméoo" en la versión LXX. Algunos ejemplos son (1 Cr 28:21) (1 Cr 29:5) (2 Cr 35:8) (Sal 54:6) y en el Nuevo Testamento, (2 Co 8:11-12), con el fin de recabar materiales que pudieran ser requeridos (versículos 5 al 9). Más específico es el llamamiento a los "sabios de corazón", quienes además de sus bienes habían de ofrecer sus valiosos talentos y su tiempo (versículo 10). El "sabio de corazón" es quien posee el don natural, o adquirido, para el trabajo manual y/o artesano; por lo que podemos observar habrían de colaborar un número indeterminado de ellos además de Bezaleel y Aholiab.
Lo único distintivo, en comparación con el pasaje paralelo, son los materiales citados en el versículo 18, es decir, todo aquello que había de ser utilizado para mantener sujetas las tiendas, el atrio, etc., puesto que estos detalles prácticos serían necesarios a la hora de levantar el tabernáculo.
2. Respuesta al llamamiento anterior (Ex 35:20-29)
Los participantes en la ofrenda. A los participantes se les describe de diversas maneras según su categoría o peculiaridades. Lo más general lo encontramos en el versículo 20, donde vemos la respuesta masiva y completa de "toda la congregación", así como en la frase "los hijos de Israel" (versículo 29) que incluye "así (a) hombres como (a) mujeres" (versículo 22). Después lo más específico: "todo varón"; "todo hombre"; "todo el que ofrecía"; "todas las mujeres sabias de corazón"; "los príncipes" (versículos 21, 23, 24, 25, 27). En suma, todos tienen su lugar en la construcción del santuario; la obra no puede ser completada sin que cada cual aporte su contribución particular (Ef 4:16). Notemos el contraste con (Ex 32:2-3) y (Ex 33:6), y el gran énfasis en la voluntad de cada uno (versículos 21, 22, 29).
El contenido de la ofrenda. Por el versículo 22 sabemos de prendas de oro: cadenas o enganches, aquí quizá broches o anillos; zarcillos, anillos para la oreja o la nariz; anillos para las manos, joyas utilizadas por hombres y mujeres; brazaletes, posiblemente collares de oro alrededor de muñecas y cuello. Además leemos de "ofrenda de oro", como un don separado de las anteriores variedades de ornamentos.
Lo más escogido como las piedras preciosas para las ropas del sumo sacerdote, el contenido del incienso y el aceite de la unción fue ofrecido por los "príncipes" (versículo 27), quienes tenían cosas tan valiosas entre sus posesiones. También se nombran otros materiales en los versículos 23 y 24, que eran necesarios para distintos accesorios del tabernáculo. Otro tipo de ofrenda (versículos 25 y 26) exigía empleo de tiempo y habilidad manual a fin de confeccionar, mediante hilatura, diferentes enseres. La labor de hilar era conocida en la antigüedad, principalmente en Egipto, donde los monumentos representan a mujeres hilando, pero también entre los hebreos (Pr 31:13,19). Tejer era una labor realizada preferentemente por mujeres (2 R 23:7), aunque para uso muy distinto. En el tabernáculo suponemos la colaboración de varones, al menos parcialmente, ya que en Egipto eran hombres los que tejían (sobre todo el tejido artístico), siendo la obra artística parte del tabernáculo.
Naturaleza de la ofrenda. Aparte del énfasis que ya hemos notado en el aspecto voluntario de la ofrenda, la aportación que hicieron se describe de dos maneras:
1. "Ofrenda", "tenufah", literalmente "mecer" (versículo 22), por cuanto lo que se ofrecía era mecido de un lado a otro; se usa para describir sacrificios mecidos mediante los cuales ciertas porciones, que no habían de ser quemadas en el altar sino servir de mantenimiento al sacerdocio (Nm 18:11), fueron consagradas al Señor o dadas a él de forma simbólica (Lv 7:30). Así que, aquellas porciones eran primeramente adjudicadas a los sacerdotes como participación en los sacrificios; pero, en sentido general, era toda ofrenda consagrada al Señor para mantenimiento del santuario y la adoración. Por eso se aplica aquí, como en (Ex 38:24,29) al "oro" y al "bronce" (o cobre) presentado por la congregación.
2. Sacrificio elevado ("terumah", versículos 21 y 24), llamado de esta forma en tanto que elevado de la propiedad particular al Señor para su adoración, para la construcción y mantenimiento del santuario.
Todo ello había de hacerse con "corazón voluntario" u "ofrenda voluntaria" (versículo 29), impelidos a hacerlo así. "Nedavah" es algo dado voluntaria, generosa y liberalmente como un príncipe podría dar. Se refiere sobre todo al motivo e intención y no al modo externo o al componente de la ofrenda. Pasajes donde encontramos el mismo término son, entre otros, (Jue 5:2,9) (1 Cr 29:6,9,14,17) (Esd 2:68). Esta forma de ofrendar es un reflejo del Creador y Señor quien esparce la lluvia generosamente y sin restricción (Sal 68:9); y ama de pura gracia (Os 14:4).
3. Los artífices de la construcción y la provisión suficiente (Ex 35:30-36:7)
No creemos necesario comentar nuevamente lo referente al llamamiento de Bezaleel y Aholiab, así que remitimos al lector al pasaje donde hicimos la exposición (Ex 31:1-11). Tan sólo queremos llamar la atención a (Ex 35:34), donde aparece su labor de enseñar. O sea, estaban capacitados, al parecer sobre todo Bezaleel, tanto para instruir a otros como para llevar a cabo una labor de supervisión y guía; en otras palabras, son los encargados de "perfeccionar a los santos para la obra del ministerio", si queremos usarlo como ilustración anticipada de los dones especiales de (Ef 4:11-12).
Después de reunir Moisés a todos cuantos habían de trabajar en el tabernáculo y de hacer recuento de todo lo recogido, se llega a la conclusión de que la aportación del pueblo ha superado, con creces, lo que se esperaba para la construcción del tabernáculo. Por tanto, se hace necesario disuadir acerca de nuevas ofrendas (Ex 36:2-7). Quedó demostrada la buena disposición de la nación a tomar parte activa y responsable en la relación pactada. Es lo esperado en respuesta a la gracia, perdón, misericordia, amor y salvación de Dios (Mt 26:7) (Fil 4:14-19). Nos imaginamos, además, la desilusión de quienes no fueron diligentes en traer "dentro del plazo" su aportación.
Con todo, y antes de nada, tenemos una obra poderosa del Espíritu de Dios, cambiando y amoldando los ánimos del pueblo en general y los corazones de muchos individuos en particular. Es como un avivamiento resultante de la renovación del pacto. Es, una vez más, el obrar divino ante una situación que parecía irremediable. Otra lección admirable de gracia sobreabundante frente a una situación de bancarrota, de modo que lo postrero viene a ser mejor que lo primero. Dios libre a su pueblo de repetir la historia del becerro de oro; pero igualmente estemos dispuestos a ofrecernos a Dios voluntariamente en el día de su poder (Sal 110:3).

Construcción del tabernáculo y sus enseres (Ex 36:8-38:20)

Esta sección consta de tres partes. La primera (Ex 36:8-38), nos relata la confección del tabernáculo o tienda interior; la segunda (Ex 37:1-28), del mobiliario interior del tabernáculo; la tercera (Ex 38:1-20), el atrio con el altar de holocaustos y el lavacro. El boceto de construcción ya fue anticipado en (Ex 35:11-19), y aquí sólo es dada relevancia al arca del testimonio (Ex 37:1-9), atribuyendo su fabricación a Bezaleel. Este hecho no contradice lo dicho en (Dt 10:3), donde el arca pareciera ser obra de Moisés, ya que no se pretende allí que éste tuviera pericia artística, sino que de hecho fue el gran inspirador del proyecto como instrumento escogido que era para recibir la revelación divina acerca del tabernáculo en su conjunto. La maqueta la tenía en su mente y en su corazón.
En el orden de los detalles encontramos un orden expreso propio de una organización cuidadosa y sistematizada donde nada deja de tener sentido. Así, primero el tabernáculo, luego los utensilios interiores, el incienso (Ex 37:29) para el altar de oro, después los muebles exteriores, etc. Esto contrasta con la descripción ya estudiada en los capítulos 25 al 31, cuyo énfasis principal es el dramatismo espiritual surgido al describir el "camino" provisto por Dios para llegar al hombre y posibilitar la entrada de éste hasta su misma presencia. Esta provisión anticipada en misericordia, figura de cosas celestiales, resultó grandemente necesaria para recibir al pueblo luego de su apostasía descrita en los capítulos 32 al 34, que ya consideramos en su lugar.
Un detalle no encontrado antes es la procedencia del material empleado para confeccionar "la fuente de bronce" (Ex 38:8). Los espejos eran de bronce o de metal bruñido, de modo que bien podían ser utilizados como materia prima para el lavacro. Aprendemos del sacrificio de estas mujeres al desprenderse de algo tan personal. El problema estriba en explicar quiénes eran estas mujeres y qué función cumplían. "Velaban" significa "organizar grupos para la guerra" (Cole), aplicándose también al servicio de los levitas (Nm 4:23) (Nm 8:24). Pero sobre todo se usa en un pasaje paralelo en (1 S 2:22). Podemos pensar en un tipo de organización del culto, pero en qué consistía expresamente el servicio de estas mujeres es más difícil determinarlo. No nos parece adecuado hacer un parangón con los templos cananeos, pues tales prácticas fueron prohibidas. (1 S 2:22) nos dice del enorme pecado de confundir a las mujeres de Jehová con las de Baal. Puede ser que se dedicaran a la limpieza de la "tienda", aunque no se explica que hubiera tantas para ese menester. O bien que interviniesen en canto o danza (Ex 15:20) en las fiestas religiosas. O, según una tradición judía, puede tratarse de un turno de mujeres a la entrada cuidando "la puerta", aunque esto es improbable en vista del verbo usado. Una última posibilidad es un servicio consistente en ayuno y oración (Lc 2:37), lo que avalaría una variante textual. Pese a tantas sugerencias hemos de reconocer que no lo sabemos con certeza. Lo que sí parece evidente es que esta "milicia sagrada", compuesta de mujeres, cumplía un servicio, como los levitas, aunque de una entidad distinta.
Por último decir que las diferencias de (Ex 38:9-20) con el pasaje paralelo en el capítulo 27 son insignificantes y no merece la pena comentarlas.

Dirección de la obra y los empleados (Ex 38:21-31)

Algunos temas mencionados antes, como son la ofrenda de oro y de bronce (Ex 35:22,24) y la mención del tributo para rescate (Ex 30:1), son más elaborados con el fin de poner en cifras lo que había sido mencionado sólo de forma general. De ahí la frase "las cuentas del tabernáculo" (versículo 21), o, más literalmente "la enumeración de las cosas", que traducido a lenguaje conocido sería los costos del tabernáculo. Nada es dejado a la improvisación; todo es ordenado y controlado sabiamente. Destaquemos los siguientes puntos: El objeto de las cuentas (Ex 38:21). Este es el "tabernáculo del testimonio", llamado así porque guardaba en "el arca" las dos tablas de piedra, los diez mandamientos (Ex 25:16,21,22). Era este el palacio donde estaba el trono de Jehová; daba realce profundo a la morada del Señor; fue la señal material de que Jehová podía manifestar su nombre, hacer palpable su presencia, y evidenciar su santidad con hechos de gracia y misericordia. Pero el pacto tiene un carácter espiritual y moral. La santidad y estima divinas de la ley se ve en que tan solo el "sacrificio" podía satisfacer las demandas del trono y proveer el precio de nuestro rescate, sin lo cual no habría salvación, ni comunión, ni adoración, ni servicio.
1. Los contables (Ex 38:21-23)
"Los levitas bajo la dirección de Itamar" (versículo 21). En principio no hemos de pensar en el nombramiento realizado más tarde para cumplir tareas especiales por parte de los levitas o Itamar (Nm 3:2,4) (Nm 4:28,33). Es posiblemente un anticipo de aquello y más bien hemos de pensar aquí en encargados, nombrados al efecto de registrar y administrar todo lo percibido. "Cuentas" o números casi siempre se refiere a personas, pero en esta ocasión a cosas. No sólo habían de inventariar sino también averiguar el peso y estimar o tasar el valor de tales objetos. No parece necesario enumerar los diferentes artículos, y tan solo nos es dado el peso del oro, la plata y el bronce. Parece que la supervisión de este servicio concreto corrió a cargo de Itamar, citado ya en (Ex 6:23), de la misma manera que la construcción estaba bajo las órdenes de Bezaleel y Aholiab (versículos 22 y 23).
2. Lo contado (Ex 38:24-31)
Los materiales calculados son de tres clases: oro (versículo 24); plata (versículos 25 al 28); y bronce o cobre (versículos 29 al 31). Cada uno de esos metales fueron luego usados en uno u otro lugar del tabernáculo siguiendo las instrucciones que Moisés había recibido. Hemos de destacar la procedencia de la plata (versículos 25 y 26), ya que fue recogida del medio siclo de "los empadronados de la congregación", de "todos los que pasaron el censo", siguiendo las directrices de (Ex 30:13). Esto parece demostrar que el pueblo había sido ya censado antes de la construcción del tabernáculo (Nm 1:46); la cantidad recogida corresponde exactamente al número de varones (603.550) si estimamos cada talento en tres mil siclos. No se menciona la cantidad de plata recogida por medio de las ofrendas voluntarias (Ex 35:24); y debemos notar la frase "según el siclo del santuario" (versículo 26), ya que las cosas santas han de ser sopesadas a la luz de la revelación de Dios. En cuanto a la credibilidad histórica de las cantidades ver (Gn 15:14), y una ilustración de riquezas entre nómadas en (Nm 31:50) y contexto. (Para más detalle argumentado sobre el tema ver Keil y Delitzsch, The Pentateuch, pp. 251- 253.)

Las vestiduras sacerdotales (Ex 39:1-31)

Es posible que debamos asumir la traducción de la versión Moderna en el versículo 1 para leer: "Y del hilo de jacinto y púrpura y escarlata, hicieron los paños bordados destinados para hacer servicio en el Santuario; e hicieron las vestiduras santas que eran de Aarón; como Jehová había mandado a Moisés". Los "paños bordados" o de servicio son distinguidos de las vestiduras sacerdotales, y quizá hayamos de pensar en "paños" que cumplían el servicio de tapar o envolver muebles y utensilios cuando era levantado el campamento (Nm 4:7-12). Su funcionalidad, en este y otros usos, es evidente, pensando en una ordenada conservación.
La técnica empleada para producir el hilo de oro necesario para el efod es un método peculiar no encontrado en otro lugar del Antiguo Testamento (versículo 3).
No se nombra el Urim y Tumim pese a la descripción detallada del "pectoral" (versículo 8). Esto nos lleva a pensar que no se trataba de objetos manufacturados sino naturales. Dada la función de facilitar la comprensión de la voluntad divina no debían ser "trabajados" por manos humanas.
"El cinto" (versículo 29), aunque en singular y con artículo definido, quizá hayamos de entenderlo colectivamente, ya que hemos de pensar en los mismos materiales y forma para el cinto de los sacerdotes, si bien es cierto que en este texto la referencia es al cinto que componía parte de las ropas sumosacerdotales.
El turbante (versículos 30 y 31), traduce "nazar", separar, y de ahí nazareo (Nm 6:9,12); aquí "diadema" o corona real, puesto que llevarla era señal de distinción o separación. El orden en que son dadas las vestiduras sacerdotales es análogo a la posición en que son colocados el arca y el altar de oro en los capítulos 25 al 31. Todo es situado entre estos dos extremos. Todas las ropas quedan incluidas entre el efod y la mitra, o dicho de otro modo, la parte principal de las vestiduras oficiales y la señal más enfática de la dignidad de su oficio. Para el significado y mayor explicación de las vestiduras véase comentario.

La obra acabada y su supervisión (Ex 39:32-43)

Hallamos aquí reminiscencias al Génesis al menos en dos detalles: 1) "trajeron" (versículo 33). Todos los componentes del tabernáculo, una vez más detallados, son traídos a Moisés para inspección y nombramiento al igual que los animales fueron traídos a Adán (Gn 2:19). 2) La aprobación de la obra (versículo 43), recuerda (Gn 1:31). La bondad en este caso consistía en haber hecho todo como Jehová había mandado (versículos 32, 42, 43); conjugaba belleza y utilidad, faltando sólo erigirlo para que el Señor morase entre su pueblo. En algún sentido percibimos analogías sugerentes que miran a la "nueva creación".
"Y los bendijo" (versículo 43). Puesto que todo respondía y era adecuado a la voluntad del Señor nada impedía la bendición. Por otro lado, la generosidad de la nación, junto con la diligencia y celo que mostraron al llevar a cabo la obra en tan escaso espacio de tiempo, aporta evidencia adicional de su voluntad de servicio obediente; de este modo quedaba expedito el camino a la bendición.

El tabernáculo levantado (Ex 40:1-38)

1. El mandato emitido (Ex 40:1-15)
El mandato para que el tabernáculo fuese erigido incluye varios elementos:
La fecha en que había de ser levantado (Ex 40:2,17), o sea, "el día primero del primer mes, en el segundo año". Teniendo en cuenta la llegada a Sinaí, fue "en el mes tercero de la salida ... de Egipto" (Ex 19:1), y contando los dos períodos de cuarenta días (Ex 24:18) (Ex 34:28) calculamos alrededor de medio año para la construcción del tabernáculo. Con todo, como ya dijimos al comentar (Ex 34:29-35), algunos hablarían de siete meses mientras otros se acercarían más a cinco. Es dudoso fijar fechas.
El detalle de la edificación (Ex 40:3-8). Las órdenes dadas a Moisés incluyen la preparación de todo lo necesario para el servicio interno del tabernáculo, como puede ser poner en orden la mesa (versículo 4), que equivale a colocar los panes de la proposición de la forma prescrita (Lv 24:6-7); encender las lámparas del candelero (versículo 4); o echar agua en el lavacro (versículo 7).
La unción del tabernáculo y la consagración de Aarón y de sus hijos (Ex 40:9-15). La aplicación del término "santísimo" para el altar de bronce y holocaustos (versículo 10), en comparación con "santo" para otros utensilios (versículo 9), no atribuye un grado mayor de santidad al referido altar de sacrificios, ya que como vemos en (Ex 30:10,29) al altar de oro o incienso y otros utensilios también se les llama "muy santos" o "santísimos". Quizá la intención sea peraltar la santidad divina vindicada frente al hombre pecador que se acercaba y al pecado que afrentaba a Dios. De hecho, este altar era el más expuesto al contacto con el pueblo en contraste con el "lugar santo", donde sólo entraban los sacerdotes. La preciosa "sangre" del sacrificio está en el punto de mira del adjetivo "santísimo". Por otro lado, es posible entenderlo del efecto resultante para todo aquel que se acercaba al altar con su sacrificio y confesión de pecado, es decir, el de ser santificado.
En cuanto a la "unción" y "consagración" del tabernáculo y de Aarón y sus hijos, asumimos que habían de esperarse las instrucciones sobre sacrificios "desde el tabernáculo de reunión" (Lv 1:1), antes de llevarse a efecto estas prescripciones (Lv 8-9). Con todo, el relato parece exigir este requisito antes de erigir el tabernáculo (versículo 17). Reconocemos que nos faltan elementos de juicio para determinar con exactitud los detalles. La frase: "Y Moisés hizo conforme a todo lo que Jehová le mandó; así lo hizo" (versículo 16), podemos entenderla entonces en dos sentidos: 1) la unción y consagración fueron realizadas antes de realizar el tabernáculo; y 2) Moisés llevó a cabo estas instrucciones con plena obediencia pero tiempo más tarde, lo que nos llevaría a Levítico. Nos inclinamos por lo segundo, pues lo primero crearía varios inconvenientes. Si estamos en lo cierto, Moisés levantó el tabernáculo sin estos requisitos, aunque habiendo recibido una visión de conjunto cuyos detalles deberían realizarse por etapas, lo que quizá contiene también una intención didáctica. La "unción" es el concepto que aglutina tanto el tabernáculo y sus enseres como a las personas que habían de ministrar en él. La unción separa a personas y cosas del pecado, e incluso del uso común, para llegar a convenir a todo propósito de santidad, o, lo que es lo mismo, para cumplir finalidades que se inscriben en el designio de Dios y son adecuados a su voluntad. El "aceite" simboliza la obra del gran agente de la santificación: el Espíritu Santo.
2. El mandato obedecido (Ex 40:16-33)
La importancia del tabernáculo es nuevamente enfatizada en la minuciosidad de los detalles de construcción, mientras la exactitud de la obediencia sube de tono con la mención séptuple de las cosas hechas "conforme al modelo" (versículos 16, 19, 21, 25, 27, 29, 32). La obra de la salvación no ha de ser dejada al capricho o quehacer humanos, sino que es enteramente debida a la iniciativa y planteamiento divinos. El acercamiento de Jehová al hombre pecador, así como el camino a recorrer por éste para encontrarse con Dios, queda reflejado admirablemente en el orden en que fueron "montadas" las diversas partes del tabernáculo; todo el conjunto viene a ser un paradigma del evangelio.
Como ya hemos anticipado, aún no ha llegado el momento para la unción del tabernáculo, que sucedería más tarde (Lv 8:10-11), pero parece ser que no sólo fue erigido sino que funcionó provisionalmente, al menos como sede de la gloria del Señor y comunicación de su voluntad (versículo 34) (Lv 1:1). El conjunto de los detalles nos hacen mirar a la consumación de la obra y al funcionamiento de todo conforme a lo previsto. Los "panes" están en su lugar (versículo 23), el incienso es quemado (versículo 27), el sacrificio es ofrecido (versículo 29), los sacerdotes lavan sus manos y pies y entran al tabernáculo de reunión (versículos 31 y 32), etc. Con todo, parece evidente que esta "crónica" se escribe después de Levítico 9, pudiendo haber cronología distinta entre unos y otros detalles. Las cosas vistas desde la perspectiva divina de conjunto (versículo 1 al 15) son descritas más tarde desde la perspectiva del mediador de Israel (versículos 16 al 33), en el orden de erigir el tabernáculo, en las acciones realizadas por Moisés excepcionalmente, y en los detalles diversos que muestran su funcionamiento. Así llegamos al final.

La gloria y la guía de Dios (Ex 40:34-38)

1. La presencia del Señor (Ex 40:34-35)
Remitimos al lector a nuestro comentario de (Ex 13:21-22) sobre la nube y la columna de fuego, lo cual nos evita la tarea de repetir la explicación. Pero, hay ciertos detalles que hemos de traer a colación en este lugar. Por el libro de Números sabemos que el tabernáculo ocupó el centro del campamento de Israel estando orientado hacia el este. Los levitas acamparían alrededor (Nm 1:53), mientras que el lugar más cercano a la "tienda" estaría ocupado por Moisés y los sacerdotes (Nm 3:38). Todo era símbolo de la presencia de Jehová en medio de su pueblo hablando al mismo tiempo de separación a causa de su santidad. En relación con su presencia tenemos la manifestación del Señor por medio de una nube, o más literalmente "la nube", el símbolo bien conocido que revelaba a la vez que escondía su gloria.
El tabernáculo según fue construido y más tarde erigido presentaría una apariencia espléndida. No obstante, parodiando a la visión de Ezequiel había "tendones ... carne piel ..., pero no había en ellos espíritu". Ahora, el Señor toma posesión haciendo de aquel lugar sede de su presencia, jefatura y encuentro con su pueblo. La nube era evidencia visible, casi sensible, del favor de Dios hacia Israel. El pueblo tendría acceso a su presencia, dentro de las limitaciones contenidas en el sacerdocio y el velo; recibiría perdón por el significado del sistema levítico y gozaría de comunión hasta el nivel máximo que era posible en aquella dispensación. La presencia de Jehová era arras de la permanencia del pacto de gracia establecido y luego renovado. La teología de su presencia vista anteriormente (Ex 25:8) (Ex 29:43-46), pasa a convertirse en un hecho irrefutable. La manifestación de la "gloria" era tan potente que "no podía Moisés entrar" (1 R 8:10-11), aún menos el resto del pueblo. El tabernáculo es aceptado, la adoración comienza; al hombre sólo le cabe la reverencia y la gratitud ante la obra diseñada por Dios, que apunta a cosas mejores, y de la que participa sólo por gracia; Dios se glorifica al oír, responder y bendecir a su pueblo.
2. La guía del Señor (Ex 40:36-38)
Dios puso su morada en medio de su pueblo significando esto santificación y bendiciones múltiples, pero también nos dice que Jehová toma posesión del gobierno y dirección de su pueblo. Las enseñanzas de este pasaje, que serán elaboradas más ampliamente en (Nm 9:15-23), e ilustradas en (Nm 10:13,33-35) (Dt 1:31), revelan una confianza implícita en el futuro, pues la guía del Señor tiende constantemente al cumplimiento de las promesas referentes a Canaán. La guía del Señor no sólo habla de progreso sino también de protección para el camino (Nm 10:35). La nube y la columna de fuego exponen gráficamente el sentido providencial que rezuma en todo el libro de Éxodo.
3. La gloria del Señor (40:34-35)
Definición y usos del término. El término "gloria", "kabod", conviene a la manifestación visible de Jehová teniendo en Éxodo un uso teológico importante. "Kabod" lleva consigo la idea genérica de "peso", de ahí el prestigio u honor de una persona junto con la honra que le es debida. En el Antiguo Testamento tiene usos muy diversos: los bienes (Gn 31:1) (Sal 49:17); la clase noble (Is 5:13); la importancia específica de una nación en la historia (Is 16:14) (Is 21:16); la posición honorable en la sociedad (Gn 45:13); el esplendor del trono (1 R 3:13); etc. Estos significados, despojados de cualquier contenido piadoso, nos haría entender lo que Satanás, el usurpador, ofreció al Señor Jesucristo en el desierto (Mt 4:8-9). La gloria de Dios es su carácter revelado; la manifestación de uno, varios o todos sus atributos; su magnificencia, majestad, excelencia o perfecciones que despiertan admiración y adoración. Su gloria reclama del hombre la honra que este debe reconocer y dar cabalmente.
Al seguir su uso en Éxodo vemos la "gloria" inmediatamente después del envío del maná (Ex 16:7,10); con motivo de la ratificación del pacto (Ex 24:16-17); en la proclamación del "nombre" (Ex 33:18,22); y en relación con el tabernáculo (Ex 29:43) (Ex 40:34-35). Hay otro uso secundario del vocablo al hablar de la "honra y hermosura" de las vestiduras de Aarón y de sus hijos, sin que este uso derivado esté exento de significado.
La gloria de la Deidad. El Creador se distingue de las cosas hechas mientras su potencia se manifiesta de las formas más diversas a través de las cosas creadas (Sal 29). Nunca se confunde con la naturaleza o cualquiera otra cosa creada, aunque soberanamente pueda utilizar cuanto ha creado para manifestar su gloria, voluntad o propósito. Dios mismo ordenó admirablemente los elementos naturales en las plagas y en otros incidentes en Éxodo (Ex 14:21) (Ex 16:10-13).
Es el Dios Santo, en tanto que distinguido de la creación, y es único; muestra además su santidad al hacer de sí mismo norma absoluta de conducta; su carácter perfecto hace que sea bueno lo que él quiere y malo cuanto sea opuesto a su voluntad, separándose también de cuanto le resiste y opone. Obra en la historia tendiendo a poner fin a todos los ídolos (Is 42:8), primero con su providencia luego con la redención. Esto explica bien su actuación contra los dioses de Egipto, objetivo prioritario de las plagas. A la vez que se da a conocer, rescata y purifica a su pueblo de toda contaminación idolátrica para que le honren debidamente. Cuando Dios revela su gloria el hombre conoce de su poder incomparable; sabe de su gobierno, invisible pero real; conoce mas de su santidad (Ex 14:4,17,20).
No debe a nadie su existencia. Existe por sí mismo sin depender de nadie para su subsistencia. Hace compatible el ser y el estar donde es preciso. Su eternidad está asociada con su omnipresencia, no sólo haciéndose presente en todo lugar sino en el tiempo, de modo que puede ser refugio "de generación en generación" (Sal 90:1-2). No es estático pero sí inmutable, no cambia (Mal 3:6); por tanto, cualquier idea de pacto se fundamenta en esta verdad. Sin duda su "gloria" está asociada a su ser esencial definido de alguna manera en (Ex 34:5-7).
Trascendencia y condescendencia. Es trascendente en tanto que supera todas las categorías finitas. Es "el alto y sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo". Esto lo supo Moisés cuando le oyó decir: "No podrás ver mi rostro; porque no me verá hombre y vivirá" (Ex 33:20); encontrando la misma idea en la "nube" que protege de la visión directa de Jehová, ya que el "kabod" expresa su esencia divina (Ex 24:15-17). Pero llega al mundo visible sin menoscabo de su trascendencia. La realidad de su ser se distingue de la nube y de la columna de fuego, pero a la vez estas formas visibles manifiestan la cercanía de su presencia, ya sea en gracia o en juicio. Desde aquella "nube", asociada con el "arca", Dios habló para revelar su voluntad, para bendecir o pleitear con su pueblo, pero en cualquier caso manifiesta la condescendencia divina. Las promesas a los patriarcas acerca de Canaán se hacen realidad en la "gloria". Dios había dicho: "Y estableceré mi pacto entre mí y ti, y tu descendencia después de ti en sus generaciones, por pacto perpetuo, para ser tu Dios, y el de tu descendencia después de ti" (Gn 17:7), y estas palabras quedan rubricadas en (Ex 40:34-38).
Este Dios puede decir ciertamente: "Yo habito en la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados" (Is 57:15). Conocer a Jehová despierta el deseo de que algún día el mundo le conozca (Hab 2:14); ejemplo supremo de ello es Cristo mismo: "que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado ... yo los he enviado al mundo ... por los que han de creer en mí por la palabra de ellos" (Jn 17:3,18,20). Implicado está la reconciliación de Dios con la humanidad que hiciera posible otro estado de cosas junto con una nueva vida (Is 40:5). A esto precisamente apuntan las "sombras" del tabernáculo con el sacerdocio y los sacrificios.
Los contornos "humanos" de la gloria. Es preciso ver la transición del tema al Nuevo Testamento. Seleccionamos tres pasajes que reclaman con preferencia nuestra atención. El primero es Isaías 6, donde nos es presentado el trono con el Rey sentado, que por su gloria trascendente contrasta fuertemente con Uzías. La mención del "Señor sentado" y las "faldas" de sus vestiduras evocan contornos humanos enmarcados en la "kabod" de Dios. El segundo pasaje es (Ez 1:22-28). Junto con una descripción grandiosa, que recuerda la sublimidad y santidad inaccesible del Señor, señales inequívocas de su "gloria", leemos: "y sobre la figura del trono había una semejanza que parecía de hombre sentado sobre él". El tercer pasaje es (Dn 7:9,10,13,14); los elementos de la teofanía de Dios son parecidos a los dos pasajes anteriores. Muy posiblemente sirvió de base para el título "Hijo del Hombre" que el Hijo de Dios asumió para sí. Una vez vista esta evidencia, renunciando por nuestra parte a desarrollar con detalles dichos pasajes, pasamos al Nuevo Testamento tratando de enlazar con lo dicho hasta el momento.
La "gloria" en el Nuevo Testamento. En (He 1:3) leemos que el Hijo es "el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia". Hemos de distinguir los matices. Por una parte la unidad divina ("resplandor"), por otra la distinción entre personas ("imagen misma"); de este modo queda equilibrada la doctrina. En la cláusula "el resplandor de su gloria" hallamos revelada la gloria esencial del Hijo eterno. No es una gloria distinta a la que manifestaba la presencia de Dios en medio de su pueblo. Es la gloria contemplada en la transfiguración. La que tuvo el Verbo antes de que el mundo fuese. La misma del camino a Damasco, aunque podamos distinguir matices teológicos en los pasajes que acabamos de aludir.
En (Jn 1:14) hallamos vinculación con lo anterior del mismo pasaje. Aprendemos de la eternidad del Verbo, su comunión y distinción con el Padre, su plena deidad, su actividad creadora; oímos del Verbo como poseedor y fuente de vida, siendo así luz de los hombres, etc. Recogiendo todo leemos: "Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó (literalmente puso su tabernáculo) entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como la que pertenece al del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad".
En (2 Co 4:6) también se habla de la gloria de Dios. Esta gloria ha sido revelada en Cristo, y por el Espíritu de Dios somos capacitados para verla. Quienes rehusan ver a Dios en Cristo pierden toda oportunidad de conocerle (Jn 1:18) (1 Jn 2:23) (2 Jn 1:9) (Jn 15:23). Asimismo no se trata de un conocimiento intelectual sino el que se deriva del Espíritu de Dios (Mt 16:17) (Ga 1:16) (1 Co 2:10,14). Por la fe esta gloria irrumpe "en nuestros corazones"; esta posibilidad presupone la obra de la cruz y la resurrección (1 Co 2:8) (1 Co 1:18,23), pues no es otro que el Cristo resucitado quien, por su Espíritu, viene a nuestros corazones como "la esperanza de gloria" (Col 1:27). Este mismo Cristo manifiesta su continuada presencia en medio de su pueblo (Mt 28:20); él mismo vendrá de nuevo con "poder y gran gloria" (Mt 24:30) para cumplir plenamente la profecía de Daniel 7.
En la puerta del tabernáculo estaba Moisés, sin poder entrar "porque la nube estaba sobre él, y la gloria de Jehová lo llenaba" (versículo 35), todo un cuadro de debilidad repetido en el caso de Isaías y otros a lo largo de la Biblia. Pero donde otros no podían llegar lo hizo Cristo; no ya en un santuario terrenal sino en el celestial, como sumo sacerdote y víctima. Entró como precursor más allá del velo a fin de que "tengamos un fortísimo consuelo los que hemos acudido para asirnos de la esperanza puesta delante de nosotros" (He 6:18). Por la fe nos apropiamos de las benditas palabras de (Jn 14:6,9) siendo entonces la contemplación de su gloria un hecho. La gloria de su presencia no ha de faltar, ni en nuestros corazones ni en la Iglesia de todos los tiempos, y llegará el momento cuando oigamos la voz del cielo diciendo: "He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios" (Ap 21:3).

Temas para meditar y recapacitar

1. Analizar el capítulo 40, con referencia especial a los versículos 34-38, desde la perspectiva de ser "un broche de oro" para todo el libro de Éxodo.
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