Estudio bíblico: Edificando en vano - Salmo 127:1

Serie:   Los Salmos   

Autor: Luis de Miguel
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España
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Edificando en vano (Salmo 127:1)

Introducción

Los salmos 120 al 134 son conocidos como cánticos graduales. La opinión más generalizada es que este grupo de salmos constituía el himnario de los peregrinos que subían a Jerusalén para participar en alguna de las fiestas anuales. En ellos los israelitas piadosos expresaban el gozo que sentían por dirigirse a la santa ciudad. No olvidemos que ese tipo de viajes se hacían en familia y acompañados de otros peregrinos (Lc 2:39-45), lo que daba lugar a un ambiente festivo y de entrañable comunión. Por otro lado, también eran conscientes de las dificultades y peligros que un viaje así implicaba, pero confiaban en que Dios los guardaría y libraría de todo mal, algo que también quedaba recogido en estos salmos.
En cuanto al autor del salmo, el título lo atribuye a Salomón, aunque como sabemos, los títulos son posteriores a los poemas. Aun así, los comentaristas han encontrado diferentes razones para pensar que Salomón pudo ser su autor. Por un lado está el hecho de que sean considerados salmos de sabiduría, una temática asociada con el hijo de David; en especial el tema de la vanidad con el que comienza el salmo. También el asunto de la construcción de la "casa" lo han relacionado con el templo que Salomón construyó. La referencia al "amado" en (Sal 127:2), que traduce el nombre dado a Salomón en (2 S 12:24), y por último, la numerosa prole como una bendición de Dios.
No obstante, la referencia a Salomón en el título puede ser traducida también como "acerca de Salomón", "para Salomón" o "dedicado a Salomón". Todo esto deja la puerta abierta para que pensemos que pudo haber sido otro salmo de David para su hijo Salomón. Por su parte, en la Septuaginta se deja sin título, y en la versión siriaca se lo atribuye a David.
Tanto el salmo 127 y el 128 son considerados como salmos de sabiduría. En ellos se abordan dos de los temas constantes en este tipo de salmos: la vanidad de la vida y la bendición de Dios. En cuanto al tema del salmo 127 podríamos resumirlo diciendo que a menos que Dios esté en el centro de la vida (personal o nacional), todo esfuerzo humano será en vano.

Todo depende de la bendición de Dios

(Sal 127:1) "Si Jehová no edificare la casa, en vano trabajan los que la edifican; si Jehová no guardare la ciudad, en vano vela la guardia."
El salmista comienza afirmando que todo en la vida del hombre depende de la bendición de Dios, a quien presenta como el constructor de la casa, el protector de la ciudad y el proveedor del hogar.
Como vemos, el salmo trata de aquellas cosas que Dios da a la humanidad para su felicidad: Una casa donde habitar, una ciudad segura, paz y descanso.

La casa

Empecemos con considerar el término "casa" dentro de la frase: "Si Jehová no edificare la casa". ¿A qué se refiere?
A primera vista parece un término intencionadamente ambiguo. Por ejemplo, podríamos pensar en la casa en que una familia vive, el palacio donde un rey reside, o el templo en Jerusalén donde Dios moraba. En otras ocasiones en la Biblia "casa" significa también "familia" o "linaje" (Dt 25:9) (Rut 4:11) (1 S 2:35). En el Nuevo Testamento la "casa" se refiere a la iglesia de Dios (1 P 2:5). Y tal vez podríamos incluir también cualquier otro proyecto de construcción en que el hombre invierte sus esfuerzos.
Si el salmo fue escrito por David para su hijo Salomón, deberíamos pensar principalmente en los dos conceptos implicados en una "casa para Dios", es decir, un templo, y también un linaje o familia. En (2 S 7:1-29), David se propuso edificar una casa para Dios, es decir, un templo, pero Dios le respondió diciéndole que sería él quien edificaría una casa a David, es decir, un linaje regio y eterno.

La vanidad de la vida

La idea central del primer versículo del Salmo es que todo esfuerzo del hombre resulta inútil sin la presencia de Dios en él. En realidad, la vida sin Dios, tal como explica el autor de Eclesiastés, es "vanidad de vanidades" (Ec 1:2).
Sísifo fue un personaje de la mitología griega que fundó el reino de Corinto. Ambicionaba el dinero, y para conseguirlo recurría a cualquier forma de engaño. Era tan astuto que incluso consiguió engañar a los dioses. Cuenta Homero en La Odisea que Sísifo engañó al dios de la muerte, Tánatos, y se las arregló para salir del Hades y volver a su casa, por lo cual los dioses le impusieron un castigo ejemplar. Dicho castigo consistió en perder la vista y tener que empujar una pesada piedra por la ladera de una montaña empinada, hasta que cuando estuviera a punto de llegar a la cima, la gran roca caería hacia el valle, para que él nuevamente volviera a subirla. Esto se repetiría una y otra vez por toda la eternidad.
Albert Camus, filósofo existencialista agnóstico, consideraba que Sísifo personificaba el absurdo de la vida humana; una metáfora del esfuerzo inútil e incesante del hombre a lo largo de toda su vida. Tal vez puede encontrar cierto placer circunstancial en un momento dado, como cuando Sísifo luchaba por llegar hacia las alturas, pero aunque esto pudiera reconfortar la conciencia humana por un breve espacio de tiempo, no hace que nuestras vidas merezcan la pena. Marchar nuevamente de regreso a la parte baja de la montaña para comenzar de nuevo una y otra vez es trágico, y muestra la condición miserable del hombre.
El mismo filósofo razonaba que lo único que puede hacer que la vida valga la pena es que nuestras acciones se enmarquen en un proyecto de vida que tenga sentido. Pero Camus afirmaba que la vida en sí misma no tiene sentido, ya que afirmar lo contrario significaría aceptar que existen cosas más allá de nosotros que estructuren la realidad, pero para él, eso no existía. Así que, lo único que puede darle sentido a la vida es uno mismo, viviendo todas las experiencias posibles, para lo que hay que rechazar las normas morales impuestas por la sociedad y probar de todo. Sólo el hombre rebelde será el hombre satisfecho.
Ahora bien, la Biblia enfoca el asunto de una manera muy diferente. Los seres humanos somos criaturas creadas por Dios, y por lo tanto, encontramos en él nuestra razón de ser y existir. Pongamos un sencillo ejemplo.
Cuando Steve Jobs y John Lasseter estaban pensando en la creación de la primera película animada por ordenador a la que más tarde titularon "Toy Story", sus pensamientos eran estos: "se basaba en la idea de que los objetos tienen una esencia propia, un propósito para el que fueron creados. Si el objeto tuviera sentimientos, estos girarían en torno a su deseo de cumplir con su cometido. El objetivo de un vaso, por ejemplo, es contener agua; si tuviera sentimientos, sería feliz cuando estuviera lleno y se pondría triste al vaciarse... En cuanto a los juguetes, su propósito es que los niños jueguen con ellos, y por lo tanto su miedo existencial sería el verse apartados o sustituidos por juguetes más nuevos... Nuestra historia arranca desde el punto de vista del juguete, que pierde y trata de recuperar la única cosa que le importa: que los niños jueguen con él. Esta razón fundamenta la existencia de todos los juguetes, y es la base emocional de su propio ser". (Steve Jobs. Walter Isaacson. Debate. Página 362)
El razonamiento de estos creadores de películas de dibujos animados era muy simple: si un objeto inanimado llegara a tener sentimientos, sería feliz si consiguiera llevar a cabo el propósito con el que fue creado. El argumento es muy simple, y todos los que vieron su película lo entendieron sin dificultad. Ahora bien, ¿por qué no entendemos entonces que nosotros nunca llegaremos a ser felices mientras no cumplamos con el propósito con el que hemos sido creados?

Esfuerzos inútiles

La Biblia habla con claridad de la frustración de los esfuerzos humanos al margen de Dios. Esa fue la situación de Adán y Eva una vez que decidieron rebelarse contra Dios. A Adán se le dijo que por causa de su pecado su labor diaria sería obstaculizada: "Maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida. Espinos y cardos te producirá, y comerás plantas del campo" (Gn 3:17-18); y a la mujer se le dijo: "Multiplicaré en gran manera los dolores en tus preñeces; con dolor darás a luz los hijos" (Gn 3:16). Aun así, aunque en nuestro estado actual estas tareas de construcción y vigilancia de las que habla el salmista engendran mucho trabajo, y con frecuencia frustración y tristeza, todo cambia radicalmente si tenemos un proyecto de vida en sintonía con Dios.
No es suficiente vivir sólo para el momento, disfrutando cuando se pueda y aguantando el sufrimiento cuando nos toque. El salmista insiste en que es necesario tener un proyecto de vida que esté anclado en Dios, y que se desarrolle en sintonía con él. Y quiere hacernos notar que vivir de otro modo no tiene sentido.
Con el paso de los años las personas descubren que los momentos de auténtica felicidad son escasos e insignificantes en comparación con los grandes problemas que se deben enfrentar. Incluso cuando se reflexiona sobre la rutina de la vida diaria, parece que no vale la pena. Los pequeños placeres momentáneos no justifican nuestra vida en un mundo lleno de tanto dolor y tragedia.
Aun así, observa el salmista, el hombre que no tiene a Dios en su vida sigue edificando casas, se esfuerza por construir ciudades seguras y lucha por ganarse la vida, pero ¿con qué finalidad? No hay duda de que buscan tener paz y dar un sentido a su existencia, pero el resultado obtenido es el contrario: "en vano trabajan".

Una profunda sensación de frustración

Tarde o temprano la persona que vive sin Dios tiene que enfrentarse con esa profunda sensación de frustración. ¿Cómo la resuelven? La mayoría de la gente pone el "piloto automático" y se deja llevar; evitan pensar sobre su situación, y siguen con sus vidas a la espera de aquellos pequeños momentos de "felicidad". Otros intentan evadirse de la realidad por medio de las drogas. Y siempre hay personas que se suicidan porque en su desesperación no ven otra salida.
En cuanto a esto último, resultan alarmantes los datos de muertes por suicidio en España por su clara evolución en ascenso. El año 2020 se convirtió en el año con más suicidios en la historia de España desde que se comenzaron a registrar en 1906. En total, 3.941 personas se quitaron la vida, lo que supone un incremento del 7,4% con respecto a 2019. Un dato alarmante es que los suicidios en menores se han duplicado. Por otro lado, el Observatorio del Suicidio en España, habla sobre algunos estudios epidemiológicos que han llegado a la conclusión de que la ideación suicida podría afectar a lo largo de la vida a "entre el 5% y el 10% de la población española". Lo que significa que en un año podrían producirse alrededor de 80.000 intentos de suicidio en el territorio nacional. Y esto es algo que se ha notado especialmente entre niños y adolescentes. El Informe Anual 2020 del Teléfono/Chat ANAR (Ayuda a niños y adolescentes en riesgo) en tiempos de COVID-19 ha dejado algunos datos preocupantes. Durante el confinamiento estricto, las consultas relacionadas con las ideaciones suicidas aumentaron un 244,1% respecto al año anterior. A final de año, el suicido fue el segundo problema más detectado en los casos atendidos en las Líneas de Ayuda de ANAR.

Un proyecto de vida

Frente a esta sensación de frustración que cada vez inunda más a la humanidad, la Biblia afirma que el hombre puede tener un proyecto para su vida en una relación correcta con su Creador. Y no se trata sólo de tener una razón para vivir, sino que Dios ha trazado un proyecto especial para cada persona. El mismo rey David escribió en otro salmo: "Mi embrión vieron tus ojos, y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas, sin faltar una de ellas" (Sal 139:16). La idea es que Dios prepara de antemano, no sólo el código genético de cada persona, sino también la sucesión de eventos que marcarán su experiencia en esta tierra.
Si Dios tiene un plan preparado para cada persona, esto significa que nuestro deber es descubrir ese plan único.
Pero esta visión de la vida contrasta profundamente con la filosofía que rige nuestro mundo occidental moderno.
Mientras que la Biblia afirma que la vida humana sólo se puede vivir en plenitud y con sentido dependiendo de una correcta relación con el Creador de ella, nuestro mundo parece obsesionado con lo que describen como "éxito", que según ellos se mide en términos de riqueza, poder, estatus y fama. No hay duda de que ambos planteamientos chocan frontalmente.
Mientras el mundo habla de autosuficiencia humana, del hombre que se "ha hecho a sí mismo", la Biblia nos llama a tener fe en Dios y depender de él.
Mientras que el mundo piensa en lo que el éxito puede aportar a la persona en el momento presente, la Biblia se enfoca en lo que el hombre puede construir con Dios para beneficio de los demás con una proyección eterna.

Una falsa sensación de autosuficiencia

Sin duda, hay aquí algo que hiere el orgullo humano: Todo esfuerzo del hombre resulta vano sin Dios. Esto es un ataque directo contra la autosuficiencia humana, que es descrita aquí como inútil, insensata, absurda.
Necesitamos reconocer nuestra propia debilidad aparte de Dios. Aunque no nos guste admitirlo, dependemos constantemente de él en todos los sentidos. Todo el mundo material con el que interactuamos ha sido creado por él; las leyes físicas y espirituales a las que estamos sujetos han sido colocadas y son mantenidas por él; la vida que disfrutamos se la debemos a él. ¡Cómo podemos pretender ser independientes de él!
Pensemos por ejemplo en el agricultor. Él se puede afanar en labrar la tierra, pero si Dios no le da semilla, no tendrá nada que sembrar. Si Dios no le da vida a la semilla, ésta nunca llegará a germinar. A menos que Dios envíe la lluvia, el viento y el sol a su tiempo, la cosecha se perderá.
Pero el hombre olvida con mucha facilidad que vivimos en un mundo que no es nuestro, sino de Dios. Él es el soberano y tiene la última palabra sobre lo que ocurre en su mundo. Por todo eso, no podemos hacer nada sin el permiso divino. Por ejemplo, los edificadores de la torre de Babel dijeron: "Vamos, edifiquémonos una ciudad y una torre, cuya cúspide llegue al cielo; y hagámonos un nombre" (Gn 11:4), pero Dios intervino y deshizo todos sus planes. Y del mismo modo, si Dios quiere que una ciudad o imperio caiga, por mucho que el atalaya avise del peligro, y el soldado se disponga para la batalla, todos sus esfuerzos resultarán inútiles. El hombre no puede hacer nada sin el permiso divino.
Así que, aunque los hombres sepan cómo edificar o proteger una ciudad, de nada sirve toda su ciencia si Dios no está con ellos. Podemos planificar algo cuidadosamente, trabajar duro en ello, ser responsables y creativos al implementar nuestros planes, pero todo saldrá mal de una manera que nunca habíamos previsto. Esto es sobre lo que razona el autor de Eclesiastés una y otra vez, para llegar a la conclusión de que sólo aquello que procede de Dios es bueno y duradero.

El ser humano necesita a Dios

Finalmente, todo depende de la bendición de Dios. Pensemos en algunas situaciones cotidianas.
Una persona puede comenzar la edificación de una casa, pero no puede llegar a terminarla porque muere antes de ello.
La construcción puede fracasar por desgracias imprevistas.
O si llega a concluirse con éxito, puede convertirse en motivo de conflictos sin fin.

Depender de Dios no implica inactividad

Ahora bien, el hecho de que la presencia de Dios en nuestros planes sea imprescindible para su buen fin, eso no quiere decir que la fe implique inactividad. La intención del salmo no es dar a la pasividad un sello de aprobación. No se niega el valor del trabajo humano, sino que se pone en primer plano la actuación divina.
En el salmo está claro que Dios quiere implicarse en la vida del hombre para bendecirle, pero quiere hacer mucho más que eso, quiere implicarse activamente en las tareas de los hombres. Quiere construir junto a los edificadores de la casa, quiere cuidar la ciudad junto a la guardia que vela por ella. Aquí está la clave de todo: el salmista no le dice al edificador que deje de trabajar, o al guardia que descuide su deber, no, lo que supone es que éstos harán todo lo que puedan, pero lo harán con Dios, confiando en el hecho de que él asegura todo esfuerzo para hacerlo efectivo. Todo esto nos muestra la relación mutua que hay entre la bendición divina y el trabajo humano. Ningún trabajo puede prosperar sin la bendición de Dios, pero en los asuntos terrenales, también son necesarios los esfuerzos humanos.
Alguien ha ilustrado esto con la música que produce una flauta: el ser humano, como el músico, presiona las teclas de la flauta, pero es necesario que el viento pase por el tubo, es decir, que Dios infunda su bendición por medio de su Espíritu. Por esta razón Moisés oraba así: "la obra de nuestras manos confirma" (Sal 90:17).

Una advertencia a los creyentes

El salmista hace una advertencia importante a los incrédulos que quieren construir sus vidas, casas, familias o imperios comerciales al margen de Dios, pero este mismo principio debe ser tenido en cuenta también por los cristianos cuando tratan de hacer cosas para Dios, porque, no lo olvidemos, es posible hacer muchas cosas para Dios sin contar con él. Por ejemplo:
Podemos trabajar incesantemente sin escuchar la voz de Dios, ni hablar con él por medio de la oración, confiando en nuestras fuerzas y laboriosidad.
Podemos idear estrategias para el crecimiento de la Iglesia aplicando los mismos métodos que se utilizan en el mundo comercial, lo que resultará en un trabajo vano, porque no hemos tenido en cuenta lo que Dios nos ha enseñado en su Palabra.
Construir con Dios implica consultarle, buscar su luz, pedir su dirección, reclamar su sabiduría para todas las cosas. Implica llevarle todas nuestras cargas en oración, colocar ante él todos los obstáculos que encontramos en nuestro camino. Supone tomar decisiones en sintonía con su voluntad, escoger aquellas cosas que le agradan. Implica no depender de nuestra inteligencia y capacidad, sino de la suya.
El Señor Jesucristo habló con claridad sobre esto: "Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer" (Jn 15:5).
Esta lección fue aprendida por los discípulos de una forma dolorosa. En (Jn 21:1-13) vemos que Pedro estaba desanimado después de su fracaso al haber negado tres veces a Jesús antes de su muerte, y decidió regresar a su antigua ocupación de pescador. Varios discípulos más se unieron a él. Pero después de una dura noche de trabajo, "no pescaron nada". Fue entonces cuando el Señor se acercó a ellos y les dijo: "Echad la red a la derecha de la barca, y hallaréis", y cuando le obedecieron consiguieron una pesca increíble. Esto fue una buena enseñanza que no olvidarían cuando más tarde comenzaran a ejercer como "pescadores de hombres"; sin Cristo y la comunión con él, todo trabajo resulta infructuoso.
Cuando años después el apóstol Pablo reflexionaba sobre la labor evangelística que había realizado, concluyó muy acertadamente diciendo: "por la gracia de Dios soy lo que soy; y su gracia no ha sido en vano para conmigo, antes he trabajado más que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo" (1 Co 15:10).
Si finalmente somos bendecidos por Dios en la construcción o protección de la casa, debemos tener mucho cuidado de no envanecernos por ello. Recordemos la advertencia que Moisés hizo al pueblo: "... no digas en tu corazón: Mi poder y la fuerza de mi mano me han traído esta riqueza. Sino acuérdate de Jehová tu Dios, porque él te da el poder para hacer las riquezas, a fin de confirmar su pacto que juró a tus padres, como en este día" (Dt 8:17-18). Cuando dependemos de Dios no hay lugar para el orgullo humano.
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