Estudio bíblico: El ciego Bartimeo recibe la vista - Marcos 10:46-52

Serie:   El Evangelio de Marcos   

Autor: Luis de Miguel
Email: estudios@escuelabiblica.com
España
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El ciego Bartimeo recibe la vista - Marcos 10:46-52

(Mr 10:46-52) "Entonces vinieron a Jericó; y al salir de Jericó él y sus discípulos y una gran multitud, Bartimeo el ciego, hijo de Timeo, estaba sentado junto al camino mendigando. Y oyendo que era Jesús nazareno, comenzó a dar voces y a decir: ¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí! Y muchos le reprendían para que callase, pero él clamaba mucho más: ¡Hijo de David, ten misericordia de mí! Entonces Jesús, deteniéndose, mandó llamarle; y llamaron al ciego, diciéndole: Ten confianza; levántate, te llama. El entonces, arrojando su capa, se levantó y vino a Jesús. Respondiendo Jesús, le dijo: ¿Qué quieres que te haga? Y el ciego le dijo: Maestro, que recobre la vista. Y Jesús le dijo: Vete, tu fe te ha salvado. Y en seguida recobró la vista, y seguía a Jesús en el camino."

Introducción

Este es el último milagro de sanidad que Marcos registra en su evangelio, y sirve de conclusión a toda la sección que venimos estudiando.
Primeramente vemos al Señor deteniéndose en el camino para atender a un ciego. Un ejemplo de lo que acababa de decir: "El Hijo del Hombre vino para servir" (Mr 10:45).
También nos llama la atención que el ciego dejó todo lo que tenía para seguir a Jesús. Una actitud totalmente diferente de la del joven rico, que se había ido triste porque para él sus pertenencias eran más importantes que Jesús (Mr 10:21-22).
Y finalmente veremos al ciego completamente restaurado, habiendo pasado de la mendicidad a recobrar su libertad y dignidad, lo que sirve para ilustrar en qué iba a consistir el "rescate" que Jesús iba a conseguir por medio de la entrega de su propia vida (Mr 10:45).

"Al salir de Jericó"

En estos pasajes Marcos nos presenta al Señor Jesucristo en su último viaje a Jerusalén. Como él mismo había anunciado, su destino era la cruz, pero en el camino no dejaba de enseñar a sus discípulos, bien fuera por medio de sus palabras o por las obras que hacía.
Ahora llega a Jericó, a unos 25 kilómetros de Jerusalén, y allí tuvo lugar un incidente que por su interés, el evangelista lo ha recogido en su relato.
No obstante, notamos cierta diferencia entre los evangelistas en cuanto al punto exacto donde ocurrió el incidente. Mientras que Mateo y Marcos afirman que el milagro se produjo al "salir de Jericó", Lucas dice que fue "acercándose Jesús a Jericó" (Lc 18:35). Quizá la explicación a esta aparente contradicción la debamos buscar en el hecho de que en aquel momento había dos ciudades que se llamaban Jericó: por un lado estaban las ruinas de la antigua ciudad de la que nos habla el Antiguo Testamento (Jos 6) y que fue destruida por Josué, y la nueva Jericó construida por Herodes. Por lo tanto, puede que cada uno de los evangelistas haya tomado como punto de referencia una "Jericó" diferente, y dado que ambas estaban como a un kilómetro y medio de distancia entre sí, deberíamos entender que Bartimeo se encontraba en algún punto intermedio del camino entre ellas. En cualquier caso, éste es un detalle interesante porque pone de evidencia el carácter independiente de los relatos de los evangelios, desmontando la teoría popular de que unos evangelistas copiaban lo que escribían los otros.

"Bartimeo el ciego, hijo de Timeo"

Marcos explica para sus lectores que "Bartimeo" quería decir "hijo de Timeo". La verdad es que la familiaridad con la que se refiere a ellos nos hace pensar que tal vez el padre y el hijo llegaron a ser figuras conocidas dentro de la iglesia primitiva.
También nos dice que Bartimeo era ciego y que como resultado era pobre y se veía obligado a mendigar, dependiendo para su supervivencia de la ayuda de otros. Sin lugar a dudas, su mendicidad era un medio para ganarse la vida muy degradante.
Además, aunque la asistencia a Jerusalén para la fiesta de la pascua era obligatoria para los varones mayores de doce años, Bartimeo se encontraba impedido de ir. Para él, la fiesta lo único que le podía aportar era que por el camino en donde él se ponía a mendigar, en aquellos días pasara mucha más gente de lo habitual y podría encontrar algunas pruebas de la generosidad de los peregrinos que aliviaran en algo su necesidad.

"Y oyendo que era Jesús nazareno, comenzó a dar voces"

Pero aquel día Bartimeo percibió la presencia de un peregrino especial, se trataba de Jesús nazareno, del que él había escuchado hablar mucho.
Inmediatamente comenzó a "dar voces" con el fin de llamar su atención. De ninguna manera quería perder la oportunidad que tenía delante de él. Y lo cierto es que se trataba realmente de una oportunidad única, ya que Jesús nunca más volvió a pasar por allí. ¡Cuántas oportunidades irrepetibles pierde la gente de nuestro tiempo para acercarse y conocer a Jesús!
Pero Bartimeo no era así, con una actitud decidida y vigorosa, no dejó de "dar voces" hasta que consiguió que Jesús le atendiera. Y así ocurre con mucha frecuencia; las personas que no esperaríamos, en los lugares menos indicados, son precisamente aquellas que actúan movidas por un fuerte deseo de conocer a Jesús.

"¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!"

Así pues, un mendigo ciego, de la ciudad maldita y despreciada de Jericó, había llegado a una comprensión más exacta y más profunda de la Persona y la Obra de Jesús que los eruditos rabinos de Jerusalén. ¡Qué paradoja! ¡Mientras Israel era ciego a la presencia del Mesías entre ellos, un judío ciego lograba percibirlo con toda claridad!
Bartimeo había sido privado de la vista y no pudo ver las obras de Jesús, pero las noticias que había recibido eran suficientes para convencerle de que Dios había cumplido su promesa y había enviado al Mesías. En cierto sentido, a nosotros nos ocurre lo mismo; hemos oído hablar de su poder, de su gracia, y de su deseo de salvar a los pecadores, aunque no lo podemos ver con nuestros propios ojos.
Notemos también que el ciego no sólo "veía" a Jesús como "el hombre de Nazaret", sino que lo reconoció como el "Hijo de David". Bartimeo entendió que Jesús era el verdadero Hijo de David, el Mesías anunciado, el Rey tan largamente esperado por Israel, el Salvador del mundo.
Pero no sólo se dirigió a él como el descendiente legítimo del rey David, también reconoció su deidad. La forma en la que él esperaba que Jesús tuviera misericordia de él era devolviéndole la vista. Evidentemente una solicitud así nunca se había hecho a ningún rey de Israel, ni siquiera al mismo David.

"Y muchos le reprendían para que callase"

No sabemos con exactitud por qué la multitud hizo esto:
Tal vez, para ellos un ciego no tenía ninguna importancia y además, su forma de gritar y llamar la atención no estaban en consonancia con la dignidad de la persona de Jesús.
Quizá tenían prisa por llegar a Jerusalén para establecer a Jesús como rey y no querían que aquel mendigo les retrasara en su objetivo.
Por otro lado, su forma de dirigirse a Jesús como "el Hijo de David", no gustaba nada a los dirigentes religiosos, ni tampoco habría sido bien interpretado por los romanos. Tal vez las multitudes que le seguían pensaron que aquello podría frustrar los planes mesiánicos que ellos se habían formado en cuanto a Jesús.
Lo cierto es que cada vez que una persona quiere acercarse a Jesús, siempre hay oposición. A veces será el diablo quien nos querrá hacer creer que nosotros no somos importantes para Dios y que no debemos pensar que él nos va a prestar la menor atención, otras nos hará ver que Dios tiene cosas mucho más importantes en las que pensar que en nuestras pequeñas necesidades. En otras ocasiones puede ser una persona quien nos "bloquee" el acceso a Cristo; bien puede ser un "amigo" o "amiga", la familia, la sociedad... Otros nos intentarán desanimar diciéndonos que es "muy pronto" o "muy tarde" para tomar una decisión de seguir a Jesús, o que vamos "muy deprisa" o "muy lejos"...
El Señor permite todo esto para probar cuánto deseamos realmente llegar hasta él. Y Bartimeo es un ejemplo extraordinario de una voluntad firmemente decidida por acercarse a Jesús. Podemos imaginarlo en su situación de ciego luchando contra toda aquella gente que le quería hacer callar, desorientado sin poder ver exactamente cuál era la actitud de Jesús frente a su clamor, pero no cesando en su empeño. Su determinación y perseverancia en medio de las dificultades son ejemplares para nosotros, que muchas veces abandonamos por mucho menos. A él no le importaron los reproches de los que estaban a su alrededor, ni hizo caso del ridículo que su importunidad probablemente le acarrearía, porque por encima de todo estaba su deseo de conocer a Jesús.
Esta inquebrantable insistencia de Bartimeo nos recuerda a la viuda que pedía justicia ante el juez y que finalmente la obtuvo por su perseverancia (Lc 18:1-8).

"Entonces Jesús, deteniéndose, mandó llamarle"

¿Pasaría de largo el Maestro? ¿Haría oídos sordos a su clamor? Por supuesto que no. Aquel que había venido a dar su vida en rescate por muchos, no pasaría de largo frente a este alma que suplicaba desde lo profundo de su corazón. Para otros, Bartimeo tal vez no era más que un pobre hombre, víctima de su enfermedad, alguien que no contaba dentro de los grandes planes de gobierno que todos se hacían en torno a Jesús. Pero el Señor no pensaba como ellos, él sí se conmovía ante la necesidad y miseria que el pecado ha introducido en este mundo y que quedaba patente en la situación en la que se encontraba Bartimeo.
Por eso, en medio de aquella situación, Jesús lograba distinguir perfectamente entre las voces de la multitud de curiosos que le acompañaban, y la de aquel hombre, que aunque ciego, tenía un conocimiento auténtico de su persona y una fe inquebrantable en él.
Así que el Señor mandó llamarle, y de repente, la actitud de la gente cambió por completo: "ten confianza; levántate, te llama". ¡Que contradictoria es la gente! Hacía un momento le estaban mandando callar, y acto seguido le animan a que vaya a Jesús porque seguro que le sanaría. ¿Por qué no le animaron desde el principio? Aquí tenemos una clara evidencia de que no es muy sabio dejarse condicionar por las opiniones de la gente, ya que éstas cambian constantemente sin demasiada lógica.

"El entonces, arrojando su capa, se levantó y vino a Jesús"

Su reacción a la llamada de Jesús fue inmediata y entusiasta. Notemos los verbos que utiliza el evangelista para sugerirnos la presteza con la que Bartimeo respondió al llamado: "Arrojó", "se levantó", "vino".
¡Qué diferente de muchas personas que cuando escuchan el evangelio dicen: "ahora soy muy joven, cuando esté a punto de morirme ya le entregaré mi vida al Señor"! Esta actitud demuestra dos cosas: por un lado, un grado elevado de insensatez, puesto que nadie sabe el momento de su muerte, y por otro, que no aman al Señor ni su salvación, porque de otro modo, no dejarían pasar ni un instante antes de entregarle su vida. Pero el ciego Bartimeo no era así.
Un detalle muy interesante es que el ciego "arrojó su capa". No debemos olvidar que para un mendigo como él esto era muy significativo, puesto que sería lo único que tenía. De alguna manera podríamos decir que para él la capa era tan valiosa como las fincas o las casas que el joven rico pudiera tener. Pero la diferencia entre ambos fue que Bartimeo no dudó ni por un momento en deshacerse de ella con tal de poder llegar hasta Jesús.
Parece como si el evangelista quisiera completar el tema que trató cuando el joven rico rechazó convertirse en un seguidor de Jesús porque no quiso renunciar a sus riquezas, y por eso nos presenta ahora a Bartimeo como un ejemplo positivo de lo que es la actitud correcta de aquellos que quieren seguir a Jesús. En cualquier caso, seamos pobres o ricos, el convertirnos en discípulos de Jesús nos debe llevar inevitablemente a la ruptura de nuestra relación con las posesiones: "Cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo" (Lc 14:33). Ahora bien, renunciar a lo que se tiene no quiere decir necesariamente que tengamos que venderlo todo. Por ejemplo, allí mismo, en la ciudad de Jericó, Jesús alabó a Zaqueo porque a raíz de su encuentro con él, decidió dar la mitad de sus bienes (no todos sus bienes) a los pobres (Lc 19:8-9). Debemos entender por lo tanto, que renunciar a todo significa que debemos admitir que todo lo que tenemos queda a la completa disposición de Jesús para los propósitos que él estime convenientes. Esto implica que en ocasiones podemos recibir un mandato directo de venderlo todo para dárselo a los pobres, como fue el caso del joven rico, o en otras ocasiones, nos dará la responsabilidad de administrarlo hábilmente para los intereses de su reino, pero siempre considerando que a partir de entregar nuestra vida al Señor todo cuanto tenemos es de él y no nuestro.
Esto que comentamos fue la gran diferencia entre Bartimeo y el joven rico: ambos tenían que rechazar su apego a las posesiones por el apego a Jesús, pero sólo uno de ellos estuvo dispuesto a hacerlo. Aquí tenemos la clave para entender cuál era la "cosa que le faltaba" al joven rico: le faltaba Jesús, le faltaba amarle de verdad, tanto como para desear estar con él más que cualquier otra cosa. Tenía que dejar de atesorar dinero para atesorarle a él. No entendía que el mayor tesoro del cielo es Cristo, así que si lo que realmente deseaba era la vida eterna, lo que necesitaba era tener a Cristo. Eso era lo que le faltaba.
Pero Bartimeo era diferente. Cuando escuchó que Jesús le llamaba, arrojó decididamente su capa para ir a Jesús sin pensarlo dos veces. Él sí apreciaba a Jesús.
Nosotros también debemos librarnos de todo aquello que nos pueda suponer un obstáculo para atender el llamamiento del Señor. En ocasiones esto puede ser un pecado concreto al que no estamos dispuestos a renunciar completamente, pero en otras, puede ser algo que no sea necesariamente pecaminoso, pero que nos "pesa" a la hora de seguir con diligencia a Jesús, como por ejemplo una afición, un trabajo, alguna amistad, las posesiones ...
(He 12:1) "Por tanto, nosotros también teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante."
Bartimeo obedeció la voz del Señor, y aunque era ciego, llegó hasta donde Jesús estaba, convirtiéndose para nosotros en un buen ejemplo de aquellos que "andan por fe y no por vista" (2 Co 5:7).

"Respondiendo Jesús, le dijo: ¿Qué quieres que te haga?"

La pregunta puede resultar un poco extraña: "¿Qué quieres que te haga?". Si Jesús tenía poder para sanarle y aquel hombre lo necesitaba tanto, ¿por qué hacerle esa pregunta?
Pero observemos el pasaje dentro de su contexto. En el relato anterior Jesús preguntó exactamente lo mismo a Jacobo y Juan: "¿Qué queréis que os haga?" (Mr 10:36). Ellos contestaron mostrando su ambición en asuntos puramente materiales. Ahora Jesús se encuentra con un hombre ciego que estaba mendigando, así que lo más probable es que él quisiera algún tipo de ayuda económica. Pero los intereses de Bartimeo no eran los de los hijos de Zebedeo. El quería recobrar la vista para estar con Jesús. Esto lo vemos con total claridad cuando más adelante, una vez que fue sanado y el Señor le dijo que se fuera, él decidió acompañarle en el camino hacia Jerusalén sin separarse de él.
Así que, la pregunta sirvió para poner en evidencia lo que realmente había en su corazón y cuál era el interés concreto que tenía en Jesús. No debemos olvidar que siempre hay personas que se acercan a Dios sólo porque están interesadas en solucionar algún problema concreto que les atormenta en la vida, pero no porque tengan interés en él.
Por otro lado, si Jesús lo hubiera sanado inmediatamente, no habría tenido lugar ni el más mínimo intercambio de palabras. Pero el Señor quería tener un encuentro con Bartimeo en el que éste pudiera expresar su necesidad y evidenciara su fe, para de esta manera llegar a establecer una relación de comunión personal con él.
Y también podemos decir que este encuentro nos enseña a pedir cosas concretas. Bartimeo había comenzado pidiendo "misericordia" (Mr 10:47-48), pero luego cuando estuvo ante el Señor concretó de qué manera esperaba esa misericordia: "Maestro, que recobre la vista". El ciego sabía muy bien lo que quería y lo pedía con precisión y constancia. A veces nosotros oramos de forma tan genérica y apática que nunca llegamos a ver respuestas concretas. Pero Bartimeo es un buen ejemplo del que "pide con fe, no dudando nada" (Stg 1:6).

"Vete, tu fe te ha salvado... y seguía a Jesús en el camino"

La curación se produjo en respuesta a la fe del hombre, demostrada por su persistente vehemencia, por su reconocimiento de Jesús como Mesías y por su petición al Señor.
Ahora Bartimeo volvía a ver. Hasta este momento no había visto a Jesús, ésta era la primera vez. Tal vez podemos preguntarnos cómo esperaba que fuera Jesús. ¿Pensaba en una ser glorioso rodeado de santos ángeles? ¿O creía que sería una figura vestida de ropaje real y rodeado de nobles en el camino hacia el trono? Lo cierto es que cuando pudo ver, se dio cuenta de que Jesús era simplemente un viajero. ¿Quedó defraudado por ello? No, sino que siguió reconociéndole como su Rey y continuó el camino con él "glorificando a Dios" (Lc 18:43).
Tal vez pensó que si hubiera sido un Rey de ese otro tipo, tal como lo imaginaban sus discípulos (Mr 10:42), no se habría acercado tanto a los hombres que sufrían como él para escuchar su clamor y traerles alivio.
Bartimeo se sentía profundamente agradecido. No era ese tipo de personas que una vez que reciben de Dios lo que desean ya no se acuerdan más de él. ¡De ninguna manera iba a dejar a su bendito benefactor!, así que se unió a él en el camino que le llevaba a Jerusalén.
Bartimeo había recibido la vista, y con ello había ganado su independencia; nunca más tendría que volver a mendigar. Era libre de su enfermedad, recuperó también su dignidad social, e incluso podía ir a Jerusalén a participar de la pascua como un judío más. Sin duda, para él esa pascua tuvo que ser muy especial, porque bien podía decir que había sido librado de la esclavitud en la que se había encontrado debido a su estado. Todo esto viene a confirmar e ilustrar las palabras que Jesús había dicho: "El Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos" (Mr 10:45).

Preguntas

1. ¿Por qué cree que Marcos incluyó este incidente en su evangelio? Razone acerca de su importancia en relación con el contexto.
2. ¿Cómo manifestó Bartimeo su fe en Jesús? Intente recopilar el mayor número de evidencias posibles y explíquelas con sus propias palabras.
3. Analice el comportamiento de la multitud a lo largo del pasaje. ¿Qué aprende de ello?
4. Jesús le preguntó al ciego: "¿qué quieres que te haga?". ¿Por qué lo hizo?
5. ¿En qué aspectos cambió la vida de Bartimeo después de su encuentro con Jesús?

Comentarios

Estados Unidos
  Tom Valdez  (Estados Unidos)  (07/02/2024)
Muy buena reflexión y buena explicación, me ayuda mucho y sigo clamando a mi Dios.
México
  Graciano Rodriguez Soto  (México)  (19/09/2023)
Excelente estudio, de mucha bendición.
México
  Jose C Lopez  (México)  (28/06/2023)
Hoy JESÚS desea socorrerle como lo hizo con Bartimeo y proveerle de lo que usted necesita. Pero, ¿sabe usted qué pedir?
Chile
  Rodrigo Olivares  (Chile)  (11/06/2023)
El ciego Bartimeo creyó con fe y su fe lo sanó. Dios no puede sanar si no hay fe de por medio. Todos los ejemplos de sanación de la vida de Jesús hablan de lo mismo. Debemos tener fe con convicción de que Dios hará un milagro en nuestras vidas sin dudar. Hasta el día de hoy Dios hace milagros si lo pedimos en nombre de Jesús. Amén.
Panamá
  Benjamín Robles  (Panamá)  (07/05/2023)
Dios bendiga, muy ilustrativo y excelente explicación del tema
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