Primeramente, viendo la impresión que nuestros pecados produjeron en Jesús, esto nos debería llevar a ser mucho más sensibles y a tener siempre un temor reverente para no pecar más.
Y consideramos también que para que Jesús pudiera decir a sus discípulos que "no se turbe vuestro corazón" (Jn 14:1), él mismo tuvo que sufrir la angustia y la aflicción.