Estudio bíblico: Fidelidad en el manejo de las posesiones - 2 Crónicas 31:1-21

Serie:   Ezequías   

Autor: Wolfgang Bühne
Email: estudios@escuelabiblica.com
Alemania
Resultado:
Votos: 3
Visitas: 4357

Fidelidad en el manejo de las posesiones (2 Crónicas 31:1-21)

(2 Cr 31:1-21) "Hechas todas estas cosas, todos los de Israel que habían estado allí, salieron por las ciudades de Judá, y quebraron las estatuas y destruyeron las imágenes de Asera, y derribaron los lugares altos y los altares por todo Judá y Benjamín, y también en Efraín y Manasés, hasta acabarlo todo. Después se volvieron todos los hijos de Israel a sus ciudades, cada uno a su posesión.
Y arregló Ezequías la distribución de los sacerdotes y de los levitas conforme a sus turnos, cada uno según su oficio, los sacerdotes y los levitas para ofrecer el holocausto y las ofrendas de paz, para que ministrasen, para que diesen gracias y alabasen dentro de las puertas de los atrios de Jehová. El rey contribuyó de su propia hacienda para los holocaustos a mañana y tarde, y para los holocaustos de los días de reposo, nuevas lunas, y fiestas solemnes, como está escrito en la ley de Jehová. Mandó también al pueblo que habitaba en Jerusalén , que diese la porción a los sacerdotes y levitas, para que ellos se dedicasen a la ley de Jehová. Y cuando este edicto fue divulgado, los hijos de Israel dieron muchas primicias de grano, vino, aceite, miel, y de todos los frutos de la tierra: trajeron asimismo en abundancia los diezmos de todas las cosas. También los hijos de Israel y de Judá, que habitaban en las ciudades de Judá, dieron del mismo modo los diezmos de las vacas y de las ovejas; y trajeron los diezmos de lo santificado, de las cosas que habían prometido a Jehová su Dios, y los depositaron en montones. En el mes tercero comenzaron a formar aquellos montones, y terminaron en el mes séptimo. Cuando Ezequías y los príncipes vinieron y vieron los montones, bendijeron a Jehová, y a su pueblo Israel. Y preguntó Ezequías a los sacerdotes y a los levitas acerca de esos montones. Y el sumo sacerdote Azarías, de la casa de Sadoc, le contestó: Desde que comenzaron a traer las ofrendas a la casa de Jehová, hemos comido y nos hemos saciado, y nos ha sobrado mucho: porque Jehová ha bendecido su pueblo, y ha quedado esta abundancia de provisiones.
Entonces mandó Ezequías que preparasen cámaras en la casa de Jehová; y las prepararon. Y en ellas depositaron las primicias y los diezmos y las cosas consagradas, fielmente; y dieron cargo de ello al levita Conanías, el principal, y Simei su hermano fue el segundo. Y Jehiel, Azazías, Nahat, Asael, Jerimot, Jozabad, Eliel, Ismaquías, Mahat, y Benaía, fueron los mayordomos al servicio de Conanías y de Simei su hermano, por mandamiento del rey Ezequías y de Azarías, príncipe de la casa de Dios. Y el levita Coré hijo de Imna, guarda de la puerta oriental, tenía cargo de las ofrendas voluntarias para Dios, y de la distribución de las ofrendas dedicadas a Jehová, y de las cosas santísimas. Y a su servicio estaba Edén, Benjamín, Jesúa, Semaías, Amarías, y Secanías, en las ciudades de los sacerdotes, para dar con fidelidad a sus hermanos sus porciones conforme a sus grupos, así al mayor como al menor; a los varones anotados por sus linajes, de tres años arriba, a todos los que entraban en la casa de Jehová, para desempeñar su ministerio, según sus oficios y grupos; también a los que eran contados entre los sacerdotes según sus casas paternas; y a los levitas de edad de veinte años arriba, conforme a sus oficios y grupos; eran inscritos con todos sus niños, sus mujeres, sus hijos e hijas, toda la multitud; porque con fidelidad se consagraban a las cosas santas. Del mismo modo para los hijos de Aarón, sacerdotes, que estaban en los ejidos de sus ciudades, por todas las ciudades, los varones nombrados tenían cargo de dar sus porciones a todos los varones de entre los sacerdotes, y a todo el linaje de los levitas. De esta manera hizo Ezequías en todo Judá: y ejecutó lo bueno, recto, y verdadero, delante de Jehová su Dios. En todo cuanto emprendió en el servicio de la casa de Dios, de acuerdo con la ley, buscó a su Dios, lo hizo de todo corazón, y fue prosperado."
Después de haber celebrado con gran alegría en Jerusalén la pascua y la fiesta de los panes sin levadura, y después de haber sido bendecido el pueblo, destruyeron los últimos restos de la idolatría en Judá y Benjamín, como también en Efraín y Manasés. La purificación efectuada y el gozo del Señor vivido, les había dado una decisión y fuerza para esta tarea que semanas antes no lo hubieran creído posible.
Después de regresar cada uno a su "posesión" (versículo 1), Ezequías se preocupó de que el culto de los sacerdotes y levitas fuera ejercido según la ley de Jehová. Ezequías mismo dio de su posesión la parte del rey (versículo 3) para los holocaustos y las fiestas anuales, "como está escrito en la ley de Jehová".

Dar lo que se debe

Ahora viene un pasaje interesantísimo y muy actual concerniente al monedero: Ezequías dio claras órdenes al pueblo, para que dieran lo prescrito para el servicio en el templo y también para el sustento de los pobres y necesitados. Él mismo había dado buen ejemplo y por ello tenía la autoridad moral para dar claras instrucciones a sus súbditos. Un sabio llegó a la siguiente convicción: "Es más fácil seguir huellas que órdenes". En los versículos que siguen se trata de las "ofrendas de paz", los "diezmos", las "primicias" y de "los diezmos de lo santificado, de las cosas que habían prometido a Jehová su Dios" (versículos 5-6), y también "ofrendas voluntarias" (versículo 14).

Ofrendas en abundancia

Nos llama la atención que esta orden del rey no provocara murmuraciones o rechazo. Todo lo contrario, tenemos la impresión de que la gente casi competía por dar lo más posible para el Señor y su obra. En los versículos 6-10 leemos las palabras "muchas primicias" y "en abundancia". Luego leemos que depositaron las ofrendas "en montones", de modo que el rey asombrado preguntó al sumo sacerdote Azarías para qué eran esos montones de provisiones. La respuesta conmovedora de Azarías fue ésta: "Desde que comenzaron a traer las ofrendas a la casa de Jehová, hemos comido y nos hemos saciado, y nos ha sobrado mucho, porque Jehová ha bendecido a su pueblo; y ha quedado esta abundancia de provisiones" (versículo 10). Por mandato del rey incluso hubo que edificar cámaras para guardar toda esa bendición (versículo 11). Es decir, fue donado más de lo que los sacerdotes y levitas necesitaban para vivir.

Ofrendando con alegría

El obedecer los mandatos del libro de Números y Deuteronomio en cuanto a las ofrendas era un buen indicador para ver en qué condición estaba el corazón del pueblo. Ahí se mostraba su obediencia, gratitud y amor para con su Creador, Salvador y Dios.
El "diezmo" de todo ganado y del "fruto de la tierra" debía ser llevado al templo de Jerusalén y mostrarles a los israelitas que no eran propietarios, sino sólo administradores de los bienes materiales que Dios les había encomendado. Además de esto, el diezmo servía para asegurar el mantenimiento de los levitas, que servían en el tabernáculo y después en el templo (Nm 18:21,24).
Todo israelita debía llevar al templo las "primicias" de todo ganado y del fruto de la tierra y ponerlo delante de Dios, recordando de qué esclavitud fue liberado el pueblo de Dios, y que Dios les había llevado a una tierra donde "fluía leche y miel". Las "primicias" debían repartirse entre los levitas y los extranjeros y comerse con gratitud y alegría en la presencia de Dios (Dt 26:1-11).
Cada tercer año, además, debía darse el diezmo de toda la cosecha al levita, al extranjero, al huérfano y a la viuda, que se hallaban en sus cercanías. Este diezmo, por lo tanto, no debía llevarse al templo, sino que servía para el mantenimiento de los levitas y necesitados en sus proximidades (Dt 14:28-29) (Dt 26:12).
Además de esto, todo israelita podía dar "ofrendas voluntarias" cuantas quisiera, en señal de gratitud y alegría. Dios había prometido su bendición especial a los que obedecieran a estos mandamientos para ofrendar. El israelita fiel y obediente no iba a empobrecer por dar estas ofrendas, sino todo lo contrario (Dt 14:29) (Dt 26:15).
(Mal 3:8-10) deja claro que la negligencia en dar el diezmo y las ofrendas de Dios era equivalente a "robar a Dios".

El diezmo

Es interesante ver que antes de existir la ley, el diezmo era algo usual en hombres temerosos de Dios. Abraham dio a Melquisedec el diezmo (Gn 14:20) y Jacob prometió a Dios: "de todo lo que me dieres, el diezmo apartaré para ti".
El diezmo es señal de que no somos poseedores de los bienes recibidos, sino sólo administradores. El diezmo, por lo tanto, no tiene nada que ver con legalismo, sino con la actitud de nuestro corazón. Aquel que haya reconocido y experimentado en su vida la riqueza de la gracia de Dios y tenga el deseo de seguir las pisadas del Señor (aunque a distancia, por nuestra debilidad), no preguntará con avaricia: "¿cuánto tengo que dar de mis ingresos?", sino que agradecido considerará: "¿cuánto puedo quedarme para mí de mis ingresos, sin defraudar el dinero del Señor?".
Rany Alcorn escribe al respecto:
"Misericordia antes que legalismo — con esta afirmación intentamos justificar que lo normal para los creyentes ricos es dar menos que el israelita más pobre. Con ese barniz teológico lo que dicen en realidad es que Dios ha rebajado sus normas en cuanto a las ofrendas y que la gracia del Nuevo Testamento es más débil que la de la ley. Esta manera de ver las cosas es un insulto para la obra de Cristo que salva y capacita... Tenemos que probar nuestro corazón para ver si, al decir que el diezmo hoy ya no está en vigor, usamos la gracia meramente como salvoconducto para aferrarnos tanto más a las riquezas materiales. El Nuevo Testamento muestra claramente que los creyentes son llamados a estar más dispuestos a sacrificarse y a ser más generosos y no lo contrario."

El cuidado de los siervos de Dios

Ezequías fundamenta con un argumento interesante su exhortación a dar para el sustento de los sacerdotes y levitas: "para que ellos se dediquen a la ley de Jehová" (versículo 4). Sería lógico pensar que aquellos que sirven en el templo son lo suficientemente espirituales como para cumplir este servicio aún sin el apoyo material suficiente. Pero se ve que Ezequías conocía la astucia y los abismos de su propio corazón y de ahí que conocía también los corazones de los sacerdotes y levitas. Cualquier siervo de Dios que sirve al Señor "a pleno tiempo", con la confianza que Dios garantizará su abastecimiento, conoce la tentación de hacer compromisos en situaciones de crisis. O de echar por la borda convicciones espirituales, cuando aparentemente no entran ingresos para poder sufragar gastos necesarios y urgentes. Recuerdo la visita de un evangelista del Siberia, padre de ocho hijos, que estuvo hace unas semanas aquí con nosotros. Bastante abatido nos contó que si bien bastantes iglesias le apoyaban con donativos para la misión social dentro de su ministerio, casi nadie, sin embargo, pensaba en el hecho de que como evangelista también tenía una familia numerosa.
Abraham, el "padre de los creyentes" se fue a Egipto cuando hubo hambre en la tierra de Canaán, y lo hizo a pesar de todas las promesas de Dios que tenía. Allí negó tanto a su mujer, como las promesas de Dios (Gn 12:9-20).
En Nehemías 13 leemos que en ese tiempo los levitas no recibieron el diezmo. La consecuencia: Huyeron cada uno "a su heredad" (Neh 13:10). Desatendieron sus tareas en el templo, porque se sintieron obligados a trabajar por su sustento.
En nuestros días también es frecuente que hermanas y hermanos dotados y comisionados por Dios en su vida cotidiana pierdan su fe práctica, por hallar poco o ningún apoyo material de sus hermanos en la fe. Ezequías fue lo suficientemente sobrio como para prevenir este peligro, y nosotros haremos bien si seguimos su ejemplo.
En aquel tiempo todo israelita pudo decir gozoso y agradecido: "Jehová ha bendecido a su pueblo; y ha quedado esta abundancia de provisiones".
La alegría a la hora de dar es siempre el resultado de un avivamiento personal y común. De esto tenemos la prueba en la Biblia, en el Antiguo y Nuevo Testamento, y también en la historia de la iglesia en todos los siglos.

Se requiere fidelidad

En conexión con la administración de las ofrendas generosas del pueblo, se menciona en los versículos 11 al 20 tres veces la palabra "fidelidad": "depositaron las primicias y los diezmos y las cosas consagradas, fielmente" (versículo 12); "para dar con fidelidad a sus hermanos sus porciones conforme a sus grupos, así al mayor como al menor" (versículo 15); "porque con fidelidad se consagraban a las cosas santas" (versículo 18).
Es necesaria la fidelidad para emplear espiritualmente los propios ingresos como buen administrador. También se requiere la fidelidad para administrar lealmente los donativos que hermanos en la fe nos han encomendado. Es triste que el desfalco de dineros no se limita al ámbito de la economía. Es un problema actual y escandaloso, que también encontramos en misiones e iglesias cristianas.
Dinero encomendado es "dinero santo" entregado a "manos santas" y tiene que ser administrado con temor de Dios y fidelidad.
Aquí también se aplica lo dicho en (1 Co 4:2): "Se requiere de los administradores, que cada uno sea hallado fiel."
De modo que este desafiante capítulo de la vida y el servicio de Ezequías cierra con el testimonio conmovedor de Dios: "En todo cuanto emprendió en el servicio de la casa de Dios, de acuerdo con la ley y los mandamientos, buscó a su Dios, lo hizo de todo corazón, y fue prosperado" (versículo 21).
Copyright © 2001-2024 (https://www.escuelabiblica.com). Todos los derechos reservados
CONDICIONES DE USO