Estudio bíblico de 1 Juan 1:1-4

1 Juan 1:1-4

Continuamos hoy, amigo oyente, nuestro estudio de la primera epístola del Apóstol Juan. Recordemos que esta primera división trata el siguiente tema, de acuerdo con nuestro Bosquejo: Dios es luz: como los hijos amados pueden tener una relación de compañerismo con Dios.

Como adelantamos en la introducción, Juan escribió esta carta para enfrentarse a la primera herejía que había entrado a la iglesia, que fue el gnosticismo, cuyos seguidores se jactaban de poseer un conocimiento superior. Aceptaban la deidad de Jesús pero negaban Su humanidad. Observemos como Juan presentaría el verdadero gnosticismo, es decir, el verdadero conocimiento de Dios. Para retomar mejor el hilo del argumento del capítulo, leamos nuevamente el primer versículo, para examinar la primera división y el prólogo, división titulada

Dios es luz (prólogo)

"Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida."

Con referencia a la frase Lo que era desde el principio, en nuestro programa anterior hicimos referencia a 3 principios o comienzos. El primero tuvo lugar en Génesis 1:1, en la creación. El segundo fue descrito en el Evangelio de Juan 1:1, y se remonta al pasado llegando mucho más lejos que la misma creación del mundo. Se extiende hasta la misma eternidad.

Ahora el tercer comienzo es el que se inició en 1 Juan 1:1, que dice: 1Lo que era desde el principio, lo cual se refiere al tiempo en que Cristo vino a este mundo en Belén. Cuando Él tenía aproximadamente 30 años de edad, Juan llegó a conocerlo. Juan y su hermano Jacobo se encontraron con El en Jerusalén. Más tarde, ellos estaban con su padre, reparando redes cuando Jesús se acercó y los llamó para que lo siguieran. Entonces ellos dejaron a su padre (probablemente un pescador de buena posición) con el personal contratado y siguieron a Jesús. Y luego, Juan dijo que quería contarles a sus lectores algo acerca de Él y entonces afirmó la realidad de la personalidad total de Jesús, pues dijo: (1) lo que hemos oído. - es decir, por el sentido del oído; (2) Lo que hemos visto (por medio del sentido de la vista); (3) Lo que hemos contemplad (es decir, mirando fija y atentamente) y (4) (lo que) palparon nuestras manos (por medio del sentido del tacto).

El apóstol Juan estaba hablando, por supuesto, de la encarnación de Jesús y de su propia asociación con Él cuando se encontraba aquí en la tierra.

Al decir lo que hemos oído no estaba expresando sus opiniones o especulaciones. Estaba hablando del hecho de que había realmente escuchado al Señor Jesús, había oído Su voz, y al escucharle, había escuchado a Dios.

El versículo prosigue diciendo lo que hemos visto con nuestros ojos, Los apóstoles no solo le habían oído hablar, sino que también le habían visto con sus propios ojos. En nuestro tiempo, no podemos contemplarlo con nuestros ojos físicos, pero podemos verle con los ojos de la fe. El apóstol Pedro nos dijo: 8Vosotros, que lo amáis sin haberlo visto, creyendo en él aunque ahora no lo veáis, os alegráis con gozo inefable y glorioso (como podemos leer en 1 Pedro 1:8). Y el Señor le dijo a Tomás, que no creería que había resucitado hasta que pudiera verle y tocarle: Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron y creyeron (como podemos leer en Juan 20:29). Hoy estamos viviendo por fe y el Señor Jesucristo puede ser tan real para nosotros como lo fue con Tomás.

Y el versículo continúa diciendo lo que hemos contemplado: la palabra Griega aquí significa "contemplar con atención". Por ejemplo, un teatro sería el lugar donde uno se sienta y observa, no simplemente con una mirada rápida, sino con una mirada constante y durante un par de horas. Juan estaba diciendo que durante tres años habían estado contemplando a Jesús. En su Evangelio, en el capítulo 3, versículo 14, escribió: Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Durante la travesía del desierto, la gente que había sido mordida por las serpientes, para recibir la sanidad tenía que mirar a la serpiente de bronce que había sido levantada sobre una estaca. Juan estaba aplicando aquel incidente al señor Jesús, diciendo que ahora tenemos que mirarle a Él con fe para recibir la salvación. Después de haberlo hecho, tenemos que contemplarle a El atentamente, y esto es lo que haremos al recorrer esta epístola. Es decir, que el mirarle, nos salva; el contemplarle atenta y constantemente, nos santifica. En su Evangelio Juan escribió, en el capítulo 1, versículo 14: Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros lleno de gracia y de verdad; y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre. Muchos de nosotros necesitamos hacer mucho más que simplemente mirarle para recibir la salvación: necesitamos pasar tiempo contemplándole atentamente con los ojos de la fe.

El versículo 1 termina diciendo y palparon nuestras manos. Juan estaba diciendo que ellos hicieron más que simplemente contemplarle desde la distancia: le tocaron. El apóstol Juan mismo se reclinó en su pecho en la reunión del aposento alto. Hablando a los Suyos después de la resurrección, les dijo: 39Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy. Palpad y ved, porque un espíritu no tiene carne ni huesos como veis que yo tengo. 40Y diciendo esto, les mostró las manos y los pies (como podemos leer en Lucas 24:39 y 40).

El Dr. G. Campbel Morgan adoptó la posición de que cuando el Señor Jesucristo extendió sus manos a Tomás y a los otros discípulos, ellos quedaron todos tan abrumados que no le tocaron. En cambio, se inclinaron en reverencia ante El. Esta habría sido la actitud normal. Eso sería algo normal. Pero Juan nos dijo claramente aquí que ellos tocaron al Señor. En este punto no estamos de acuerdo con el Dr. Morgan, aunque no nos atreveríamos a estar en desacuerdo con un hombre de su calibre a menos que hubiera una razón para ello. Porque creemos que cuando Juan dijo que le tocaron, quiso decir que pusieron sobre El sus manos y con sus dedos palparon las huellas de los clavos, que los convencieron de que El era un hombre, la Palabra, el Verbo hecho encarnado, Dios manifestado en un cuerpo humano.

Después de la muerte del apóstol Pablo, aproximadamente en el año 67 de nuestra era, en la iglesia surgió una herejía llamada Gnosticismo, de la cual ya hemos hablado en la introducción a este libro, y que es lo opuesto al Agnosticismo. El agnosticismo proclama que la realidad de Dios es desconocida y probablemente incognoscible, es decir, que no se puede conocer. Ahora, mientras el agnóstico está diciendo: "Yo no sé", el Gnóstico dice: "Yo sí sé". Así que los gnósticos fueron un grupo que se introdujo en la iglesia alegando tener un conocimiento superior que los cristianos normales no tenían. Se consideraron a sí mismos en un nivel superior de santidad, y creían que tenían un conocimiento mayor que el resto de los creyentes.

Los gnósticos presentaron algunas ideas novedosas, que hemos tratado más detalladamente en la introducción a esta epístola. Una de sus enseñanzas heréticas era que Jesús, cuando nació, era simplemente un hombre. Era sencillamente como cualquier otro ser humano en el momento de su nacimiento, pero en Su bautismo, el Cristo vino sobre El y después, cuando colgaba de la cruz, el Cristo lo dejó. Juan refutó esta enseñanza en términos claros, sin dejar lugar a dudas, cuando en su Evangelio afirmó Y el Verbo se hizo carne (como podemos leer en Juan 1:14). Y aquí en su primera epístola, enfáticamente declaró que después de que Jesús resucitara de los muertos, aun era un ser humano. En esencia, el apóstol Juan dijo "lo hemos tocado con las manos", es decir, que tenía un cuerpo normal, con carne y huesos. Es que el apóstol no estaba hablando sobre una teoría, sino de "Alguien" a quien había escuchado, había visto y había tocado. Continuemos ahora leyendo el versículo 2 de este primer capítulo:

"Pues la vida fue manifestada y la hemos visto, y testificamos y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre y se nos manifestó"

Dice aquí que la vida fue manifestada. Es decir, que la vida fue expuesta abiertamente, en público, de manera que las personas pudieran verla. Juan estaba hablando sobre la Palabra de Vida, del Señor Jesucristo, como veremos en el próximo versículo.

Llegamos ahora a un párrafo que hemos titulado:

Cómo tener una relación de compañerismo con Dios

Juan se disponía a decir algo que era extraordinario. Iba a explicarnos que podemos tener una relación de comunión o compañerismo con Dios. Una de las perspectivas más gloriosas que tenemos ante nosotros en la actualidad es que podemos tener esa relación con El. Leamos entonces el versículo 3 de este primer capítulo de 1 Juan.

"Lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre y con su Hijo Jesucristo."

Al ver esta frase: lo que hemos visto y oído, recordamos que ésta fue la tercera vez que el escritor la pronunció; y esta realidad, a estas alturas, debería estar penetrando en nuestra conciencia.

¿Por qué estaba Juan repitiendo esta expresión? La respuesta está a continuación: para que también vosotros tengáis comunión con nosotros. El estaba diciendo que los cristianos podían tener una relación de compañerismo entre sí.

Y continúa diciendo el versículo y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre y con su Hijo Jesucristo. ¿Cómo vamos nosotros a tener alguna vez comunión con Dios? Realmente, se presenta un dilema. Dios es santo y el hombre es impío. ¿Cómo puede tenderse un puente sobre ese abismo? ¿Cómo reunir a Dios y al hombre, o, como lo expresó el profeta Amós en su capítulo 3, versículo 3: Andarán dos juntos si no están de acuerdo? ¿Cómo pues podemos tener una relación de compañerismo? Para sobrepasar este obstáculo aparentemente infranqueable, Juan iba a presentar tres métodos. Dos de ellos, eran métodos humanos y no funcionarían. El otro es el método de Dios y es el único que funciona.

Antes de entrar en ello, diremos algo sobre la comunión o el compañerismo. Es traducción de la palabra Griega "koinonia", que contiene la idea de tener algo en común, algo que compartir. El compañerismo cristiano significa compartir las cosas de Cristo. Y para llevar esto a cabo, debemos conocer al Señor Jesús - no solo saber algo acerca de Él, sino conocerle como nuestro Salvador personal.

En nuestro tiempo hemos perdido el verdadero significado de la palabra "comunión". Generalmente se piensa en la vida social, en los breves saludos convencionales, en comidas compartidas, en conversaciones animadas sobre cualquier tema intrascendente de la vida diaria, excepto sobre el gran tema que les haría a los creyentes experimentar la comunión verdadera, y nos referimos al tema de Cristo.

(Permítanos presentar una ilustración en cuanto a un lugar donde la palabra comunión se usaría correctamente y se expresaría en un verdadero compañerismo. Si uno visita la Universidad de Oxford en Inglaterra, verá que allí existe un colegio que se especializa en Shakespeare. Ahora, supongamos que uno tenga interés en saber todo en cuanto a Shakespeare, quizá con el propósito de enseñar sobre su vida y obras en alguna ocasión. Pues, entonces iría a Oxford y estudiaría en este colegio en particular que se especializa en este autor. Ahora, cuando si uno llega a aquella institución, a la hora de comer se sentaría alrededor de una mesa, en la cual se encontraría con otros alumnos que estudian a Shakespeare, y se encontraría también con los profesores que están a cargo de la enseñanza. Los oiría a todos hablando del mismo tema de una forma en la cual nunca habría oído hablar antes. Por ejemplo, cuando uno recuerda la historia de Romeo y Julieta, cree que ella era la única joven con la cual él había salido, ya que Romeo había expresado en una ocasión que el sol nunca había contemplado a alguien como ella desde el principio del mundo. Pero, en realidad, en esa ocasión, él no estaba hablando sobre Julieta, sino de otra joven. Y así, uno llegaría a la conclusión de que todavía necesita aprender mucho sobre este autor. Entonces, comenzaría a estudiar y a examinar más libros de la biblioteca y a asistir a más conferencias sobre el tema. Y después de haber pasado en esa escuela algún tiempo por 2 o 3 años, se le nombraría miembro de la junta de gobierno y de esa manera, tendría un trato directo con especialistas que centrarían sus conversaciones en todo lo relacionado con Shakespeare y sus obras. O sea, que usted podría identificarse con ellos más íntimamente, compartiendo los conocimientos sobre dicho autor. En este caso podríamos hablar de una verdadera relación de comunión, de una relación de afinidad y auténtico compañerismo.)

Ahora, la comunión para el creyente significa que se reúne con otros creyentes para compartir las palabras de Cristo, así como las verdades y las experiencias de la vida cristiana. Esa fue la clase de comunión de la que el apóstol Juan estaba hablando cuando dijo: para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre y con su Hijo Jesucristo.

Leamos ahora el versículo 4 de este primer capítulo de 1 Juan, que inicia un párrafo que hemos titulado

Caminar en la luz

"Estas cosas os escribimos para que vuestro gozo sea completo."

Ahora, esta fue la segunda razón que el escritor Juan mencionó para escribir su epístola: el motivo del apóstol fue que la alegría de los creyentes fuera completa. Es una magnífica experiencia tener gozo, alegría, no simplemente algo de alegría, sino que disfrutemos de una gran alegría, porque estamos experimentando una auténtica comunión. La palabra Griega "koinonía" se refiere a un acto de comunión, como por ejemplo, un encuentro o culto de comunión en una iglesia o comunidad de creyentes. El orar, es un acto de comunión, así como el entregar nuestra ofrenda en la iglesia. Pero en este capítulo, Juan estaba hablando sobre la experiencia de la comunión, y que era lo mismo en que estaba pensando el apóstol Pablo cuando escribió, 10Quiero conocerlo a él y el poder de su resurrección, y participar de sus padecimientos hasta llegar a ser semejante a él en su muerte (como podemos leer en la carta a los Filipenses 3:10).

Estimado oyente, el objetivo final de la predicación es que, a través de la convicción y el arrepentimiento, los hombres y mujeres acudan a Cristo para recibir la salvación, y que esa experiencia, ese comienzo de una relación con Dios traiga una gran alegría a sus corazones, tal como le sucedió a aquel eunuco Etíope que experimentó un encuentro con Cristo con la ayuda de Felipe el evangelista. El no continuó su largo viaje recordando que gran predicador y que persuasivo había sido Felipe; el simplemente continuó su viaje sintiendo una gran alegría. ¿Por qué? Porque había llegado a conocer a Cristo. Y el propósito de esta epístola del apóstol Juan fue que usted y yo compartiéramos todo aquello que, proviniendo de la persona y la obra de Cristo, ha llenado nuestra vida. Que el Espíritu de Dios pudiera hacer que el Señor Jesús y Dios el Padre fueran hasta tal punto reales en nuestra vida, que nuestra comunión con ellos y los unos con los otros pudiera ser una experiencia dulce, agradable y enriquecedora.

Y ahora regresamos a la consideración de un problema que mencionamos anteriormente. El apóstol Juan había dicho que él había escrito estas cosas para que pudiéramos tener una genuina relación de comunión y compañerismo cristiano, y para que, como fruto de esa relación, nuestra alegría, nuestra satisfacción fuera toda lo completa que puede ser en esta vida. Y tal alegría sería natural y realmente plena, integral, si pudiéramos tener una relación íntima de comunión y compañerismo con Dios. Sin embargo, había que superar un obstáculo, una barrera. El apóstol Juan hizo frente a un verdadero dilema que todo hijo de Dios reconoce. La misma posibilidad de que un ser humano tenga comunión con Dios es una de las perspectivas más gloriosas, más extraordinarias que tenemos ante nosotros. Pero inmediatamente, nuestras esperanzas de alcanzar esa inigualable experiencia quedan frustradas cuando nos enfrentamos con un importante dilema.

Pero esto ya pertenece al tema de nuestro próximo estudio sobre esta carta. Nuestro tiempo ha llegado a su fin y debemos concluir por hoy. Estimado oyente, le agradecemos la atención prestada y esperamos contar con su participación y compañía en nuestro próximo encuentro. Por tal motivo, le sugerimos que, además de repasar los primeros 4 versículos que hemos considerado hoy, se adelante por sí mismo en la lectura de este primer capítulo, llegando al menos hasta el versículo 7. Le esperamos, pues, para continuar en breve este recorrido por la primera epístola de Juan, que forma parte de nuestro extenso viaje "a través de la Biblia."

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