Estudio bíblico de Miqueas 7:15-20

Miqueas 7:15 - 20

Llegamos hoy, amigo oyente, a nuestro último estudio de este breve libro del profeta Miqueas. Vamos a comenzar con el versículo 15 del capítulo 7, y veremos como Dios respondió a la oración del profeta. Usted recordará que en el programa anterior dijimos que Miqueas se presentó ante Dios con una actitud sumisa, confesando sus propios pecados y los pecados del pueblo. Los profetas siempre se identificaron con el pueblo cuando éste hacía confesión de pecados.

Ahora, los siguientes versículos 15, 16, y 17 nos presentan la respuesta de Dios. Veremos que nos ofrecen una proyección hacia el futuro, hacia aquel día cuando el Señor Jesucristo vendrá para establecer Su reino en la tierra. Comenzamos ahora con el versículo 15:

"Yo les mostraré maravillas como el día que saliste de Egipto."

Dios hizo salir a Su pueblo de Egipto por medio de varios milagros. Dios no los sacó de la cautividad en Babilonia de esa manera; en realidad no se menciona ninguna clase de milagros relacionados con Babilonia. Pero la liberación y la salida de Egipto fueron milagrosas. En este versículo 15 Dios dijo que éste sería el patrón de Su intervención en los días futuros, cuando Él lleve a Su pueblo de regreso, otra vez, a su propia tierra. Como esto no ha ocurrido todavía, esta profecía aún está por cumplirse. Continuamos con el versículo 16 de este capítulo 7 de Miqueas, leemos:

"Las naciones verán, y se avergonzarán de todo su poderío; pondrán la mano sobre su boca, ensordecerán sus oídos."

Cuando Dios comience nuevamente a llevar al pueblo israelita de regreso a esa tierra, el mundo estará completamente sorprendido, de la misma manera en que lo estuvo el pueblo egipcio ante su salida de Egipto. Usted recordará la confesión que hizo Rahab, la prostituta. Ella dijo: "Porque hemos oído de cómo Dios os trajo a vosotros a través del mar Rojo; de cómo Dios os ha cuidado". (Josué 2, 10). La actuación de Dios fue una noticia que recorrió todos los pueblos de esa zona. Sigamos con el versículo 17:

"Lamerán el polvo como la culebra; como las serpientes de la tierra, temblarán en sus encierros; se volverán amedrentados ante el Señor nuestro Dios, y temerán a causa de ti."

Esto se refiere a las naciones que no conocían a Dios, y que habían tratado de destruirlos. Cuando Jesucristo, el Hijo de Dios, regrese, Él los librará. Miqueas continuó muy elocuentemente e hizo una pregunta, en el versículo 18:

"¿Qué Dios como tú, que perdona la maldad, y olvida el pecado del remanente de su heredad? No retuvo para siempre su enojo, porque se deleita en misericordia."

Vamos a tratar este versículo en detalle, pero por el momento, leamos lo que Miqueas escribió a continuación, porque a causa de Quién es Dios, esto es lo que el Señor hará, versículos 19 y 20:

"El volverá a tener misericordia de nosotros; sepultará nuestras iniquidades, y echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados. Cumplirás la verdad a Jacob, y a Abraham la misericordia, que juraste a nuestros padres desde tiempos antiguos."

En otras palabras, Dios cumplirá lo que ha prometido. Los pecados de Israel los llevó fuera de su tierra, temporalmente, pero Dios no canceló, a causa de sus pecados, Su promesa, ni el pacto que Él había hecho con este pueblo. Del mismo modo, un hijo de Dios, un creyente, no pierde su salvación, cuando peca. Lo que sí ocurre con el creyente que ha cometido pecado es, que Dios lo lleva a un lugar aparte, y le administra un buen castigo, si no confiesa y enmienda sus asuntos. Pero si esta persona regresa a Dios, entonces, Dios tiene misericordia, y le perdonará. Recordará, estimado oyente, que el hijo pródigo no recibió un castigo cuando regresó arrepentido a la casa de su padre. El castigo ya lo había recibido cuando estaba en la lejanía, arruinado, solo y viviendo como un miserable. Usted puede estar seguro de una cosa, amigo oyente: un hijo de Dios que ha pecado, nunca podrá salirse con la suya, tapando y escondiendo su pecado, sin recibir el castigo de Dios. Eso lo vemos una y otra vez en la Biblia.

Regresemos ahora a esta maravillosa afirmación que tenemos aquí en el versículo 18: ¿Qué Dios como Tú? Quizá esto pueda sorprenderle, pero hay algo que Dios nunca ha visto. Quizá usted no sabía que puede haber algo que Dios no puede ver. Le puede parecer a usted como algo impertinente de nuestra parte, o irreverente e inapropiado. Pero, queremos asegurarle que esta declaración es muy sensata y que tiene una respuesta bíblica. El profeta aquí formuló una pregunta: ¿Qué Dios como Tú?

La misma naturaleza de la pregunta demanda una respuesta sobre este tema enigmático. No es la única vez que se menciona esta pregunta, que a la vez, es una afirmación. La encontramos en ese maravilloso himno cantado por el pueblo de Israel después de cruzar el Mar Rojo. En el capítulo 15 del libro de Éxodo, versículo 11, dice: "¿Quién como Tú, oh Señor, entre los dioses? ¿Quién como Tú, magnífico en santidad, terrible en maravillosas hazañas, hacedor de prodigios?" Ellos habían salido de Egipto, donde había muchos dioses. En esa tierra tenían gran cantidad de ídolos, y para demostrar Su poder, y la falsedad de estos ídolos, Dios envió las 10 plagas sobre Egipto. Ésa fue la estrategia de Dios. También, después de los 40 años en el desierto, Moisés nuevamente pronunció estas palabras que podemos leer en el capítulo 33 de Deuteronomio, versículos 26 y 27: "No hay como el Dios de Jesurún, quien cabalga sobre los cielos para tu ayuda, y sobre las nubes con su grandeza. El eterno Dios es tu refugio, y acá abajo los brazos eternos; Él echó de delante de ti al enemigo, y dijo: destruye."

Esta misma pregunta también la hizo Salomón, en el Primer Libro de Reyes, capítulo 8, versículo 23: "El Señor Dios de Israel, no hay Dios como Tú, ni arriba en los cielos ni abajo en la tierra, que guardas el pacto y la misericordia a tus siervos, los que andan delante de ti con todo su corazón". El salmista, en el Salmo 113, versículos 5 y 6, exclamó: "¿Quién como el Señor nuestro Dios, que se sienta en las alturas, que se humilla a mirar en el cielo y en la tierra?" Esta pregunta también la encontramos en los libros de Éxodo, en Deuteronomio, en Reyes, en los Salmos, y en algunos más. Pero, vamos a responder a nuestra pregunta: ¿Qué es lo que Dios no ha visto? Pues, Dios no ha visto a alguien semejante a Él. ¿Qué Dios como Tú? Dios nunca ha visto a alguien semejante a Él; en cambio, usted y yo sí vemos a nuestros semejantes todos los días.

Hay muchas maneras en las cuales Dios es único, y es inigualable. En nuestro pasaje se sugiere solamente una de las muchas facetas en las que Dios es único e inigualable. Ésta es una pregunta profunda, y es tan básica para la comprensión de este libro del profeta Miqueas, que vamos a observarla en detalle. "¿Qué Dios como Tú?"

Amigo oyente, Primeramente, el Dios de la Biblia, es el Creador. Los dioses de los paganos eran solamente criaturas. El apóstol Pablo escribió en su epístola a los Romanos, capítulo 1, versículo 21: "Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido". Hablaba de las personas que, creyéndose listas y sabias, adoraron a las criaturas de la creación, en lugar de adorar al Creador. El profeta Isaías, contemporáneo de Miqueas, en el capítulo 44 de su libro, versículos 16 al 21 habló también sobre aquellos que desviaron su atención del único y verdadero Dios, adorando a ídolos. Quizá usted piense que hoy en día no tenemos ídolos, pero este libro, amigo oyente, ha estado tratando con una variedad de idolatrías de las cuales nosotros también somos culpables.

La codicia es idolatría. La secularización, el materialismo, aquello a lo cual usted se entrega sin reservas, ése es su dios. Aquello que ocupa su tiempo y su dinero, puede ser su dios. También puede ser el placer; puede ser el sexo; puede ser el ganar dinero, el obtener poder, o la fama. Amigo oyente, cualquier cosa que constituye su prioridad, a lo que le sería difícil renunciar, es su dios. No importa a qué iglesia pertenece; usted tiene un ídolo en su vida.

Dios, por medio del profeta Isaías preguntó en el capítulo 46, versículo 5: "¿A quién me asemejáis?" Amigo oyente, Él es el Creador, no podemos pintar un cuadro de Él. Isaías continuó en los versículos 5, 6 y 7: "¿A quién me asemejáis, y me igualáis, y me comparáis, para que seamos semejantes? Sacan oro de la bolsa, y pesan plata con balanzas, alquilan un platero para hacer un dios de ello; se postran y adoran. Se lo echan sobre los hombros, lo llevan, y lo colocan en su lugar; allí se está y no se mueve de su sitio. Le gritan y tampoco responde, ni libra de la tribulación."

Y ahora, una pregunta que es fundamental, amigo oyente: "¿su religión, le sostiene a usted y lo levanta cuando está caído, o es usted quien la sostiene, soportándola como una carga?" Hay personas que nos dicen: "Yo encuentro que vida cristiana, es aburrida, difícil y deprimente". Pero Dios no quiere que sea así. Dios no quiere que usted "cargue" con su fe, como si se tratara de un pesado fardo. Es Dios quien quiere llevar la carga de su vida. Él quiere llevarlo a usted y quiere llevarme a mí. Amigo oyente, yo creo que Dios me ha estado llevando a mí por mucho tiempo, y creo que he sido una carga pesada para Él. Así es que, Dios es justo. Él es el Creador. Él nos lleva. "En el principio creó Dios los cielos y la tierra", - nos dice el libro de Génesis. Y es una blasfemia ir más allá de eso. No podemos ir más allá de Él. Desde el infinito hasta el infinito, Él es Dios; de lo Eterno a lo Eterno, Él es el Creador. Así es como todo comenzó. Ahora, hay otra cosa en la cual Dios es diferente.

Segundo. El Dios de la Biblia es santo y justo. Esto es un tema importante en este breve libro de Miqueas, y es importante para los 66 libros de la Biblia. Los dioses paganos eran pequeños, despreciables, eran innobles, malos, perversos, y horribles.

Los dioses de los griegos, por ejemplo, en la cumbre del Monte Olimpo, eran una simple proyección del propio hombre, la idealización del prototipo del hombre y de la mujer. Eso fue todo. Y, ¿qué hacían esos dioses imaginarios? Bueno, se comportaban como niños malcriados, volubles, caprichosos, egoístas, y eran vengativos. Los dioses de los paganos, amigo oyente, no eran dignos de imitar. ¡Qué difamación y calumnia sobre el único y verdadero Dios! Amigo oyente, ¿ha notado usted cuántas veces se habla en las Escrituras de la hermosura de la santidad de Dios? Dios, nuestro Dios, es hermoso. Él es maravilloso. Dios dijo de sí mismo: "Yo soy santo, Yo soy justo". Él dijo: "Mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos". Usted puede leer este versículo en Isaías, capítulo 55, versículo 8. Ahora, Dios es Santo, y Él aborrece el pecado. Él demuestra su enojo, su ira, contra el pecado. Y es contra el pecado que se desata la ira de Dios. Esa es la razón por la cual viene el juicio y el castigo; no hay forma de escapar, amigo oyente. No hay ninguna salida, no puede ser de otra manera. El juicio de Dios va a tener lugar. Y una vez más, queremos hacer una aplicación de este pequeño libro. Tiene una verdadera aplicación para nosotros en el presente.

Este mundo ha sido sacudido en los recientes años. Este mundo en el cual nacimos, ha cambiado mucho. No podríamos haber imaginado que íbamos a ver las cosas que han sucedido en nuestros propios días. Amigo oyente, y ¿qué está detrás de todo esto? Bueno, nuestro Dios, es un Dios santo, y Él revela Su enojo contra el pecado. Él juzga. Sabemos que un día de juicio vendrá en el futuro, para los pecadores que no acepten a Cristo. Pero Dios está presente y está actuando hoy.

Amigo oyente, un pueblo impío, un pueblo que rechaza a Dios, deberá afrontar y sufrir las consecuencias. Debemos reconocer que, como personas, usted y yo, somos pecadores y debemos acudir a Dios. Eso es lo que significa "humillarse ante Dios". No podemos acercarnos a Él, jactándonos de lo que hemos hecho. Usted tiene que acercarse a Él confesando: "Yo soy un pecador y necesito Tu salvación, y hoy acepto Tu salvación". Amigo oyente, usted sabe que no puede ir al cielo por méritos propios o por su propia justicia. Permítanos ahora, mencionar la tercera característica que encontramos en el versículo 18:

"¿Qué Dios como tú, que perdona la maldad, y olvida el pecado del remanente de su heredad? No retuvo para siempre su enojo, porque se deleita en misericordia."

Aquí es donde podemos apreciar cuán maravillosamente diferente es Dios. Él no tiene quien le iguale. No hay ni siquiera uno que le llegue cerca. "¿Quién como Tú, oh Señor, entre los dioses? ¿Quién como tú, magnífico en santidad, terrible en maravillosas hazañas, hacedor de prodigios?" (Éxodo 15:11). ¿Y cuáles son esos milagros que Dios ha hecho? Bueno, podemos leer en Éxodo, capítulo 33, versículos 18 y 19, donde se nos dice: "Él entonces dijo: Te ruego que me muestres tu gloria. Y le respondió: yo haré pasar todo mi bien delante de tu rostro, y proclamaré el nombre del Señor delante de ti; y tendré misericordia del que tendré misericordia, y seré clemente para con el que seré clemente". O sea, que fue, como si Dios hubiera dicho: "Moisés, yo voy a hacer esto para ti, no porque tú eres Moisés, el líder de mi pueblo, sino que lo estoy haciendo para ti, porque soy misericordioso". Amigo oyente, todo lo que usted tiene que hacer es acercarse a Dios y reclamar esto de Él. Él es tan bueno hoy como en el pasado. Y no hay nadie como Él. Escuche una vez más lo que se dice en Éxodo, capítulo 34, versículos 5 al 7: "Y el Señor descendió en la nube, y estuvo allí con él, proclamando el nombre del Señor. Y pasando el Señor por delante de Él, proclamó: ¡Señor! ¡Señor! fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad; que guarda misericordia a millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado, y que de ningún modo tendrá por inocente al malvado; que visita la iniquidad de los padres sobre los hijos y sobre los hijos de los hijos, hasta la tercera y cuarta generación".

Amigo oyente, cuán maravilloso es Dios. Dios no declara inocente al culpable. El pecado es pecado, desde el momento en que ocurrió, hasta el día del juicio final. Pero Dios, amigo oyente, perdona al pecador arrepentido y le borra y limpia todas Sus acusaciones. Dios perdona, porque Su santidad ha sido satisfecha. Y Su perdón se declara en un lenguaje figurativo muy comprensivo. Es como una deuda que ha sido pagada. Usted recordará que Isaías dijo en el capítulo 43 de su libro, versículo 25: "Yo, Yo soy el que borro tus rebeliones por amor a Mí mismo, y no Me acordaré de tus pecados". El apóstol Pedro dijo: "Arrepentíos y convertíos para que sean borrados vuestros pecados". Nosotros somos deudores ante Dios. "La paga del pecado es muerte" - nos dice la Escritura. (Romanos 6:23a). Amigo oyente, Su perdón se declara como la sanidad de una enfermedad. El perdón de Dios se describe como la limpieza de una polución, de una contaminación, porque el pecado es como una contaminación; pero existe el lavamiento de la regeneración, y la renovación del Espíritu Santo. Y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado. (1 Juan 1:7) ¡Cuán maravilloso es nuestro Dios, amigo oyente!

Ahora, ¿cómo perdona Dios? Dios es diferente y no hay nadie como Él en Su forma de perdonar. Su forma de perdonar es diferente a la suya y a la mía. Generalmente nuestro perdón hacia los demás intenta "cobrar" algo a cambio.

Hace algún tiempo un hombre le escribió a un profesor de Biblia diciéndole que había estado hablando mal de él, pero que se había dado cuenta de su error, y le pedía perdón. El profesor le contestó que lo que debía hacer, no era pedirle perdón a él; lo que tenía que hacer era hablar con las personas ante las cuales lo había difamado, y que además, arreglara este asunto con Dios. Es que, amigo oyente, el perdón humano es algo muy fácil de conseguir.

Pero, amigo oyente, Dios no perdona hasta que la deuda haya sido pagada. Pero Cristo la pagó en la cruz; allí es donde Él nos redimió. Él nos redimió a todos, a cada uno. Nosotros, todos, nacimos y pertenecíamos al pecado. Hemos ofendido la santidad de Dios, y estamos en deuda con Él. Nosotros, todos estamos contaminados con una enfermedad, el pecado. Pero Cristo pagó la deuda. Y Cristo es Aquel que nos perdona. Por su llaga fuimos nosotros curados, nos explica el profeta Isaías, en el capítulo 53, versículo 5. Hoy puede ser su día de reconciliación y perdón, estimado oyente, si usted acepta el regalo de la salvación que Cristo compró en la cruz para usted. Sólo así podrá estar con Dios, y no apartado de Él, en la Eternidad, en el Cielo. No lo demore, haga HOY su decisión por Cristo, y experimentará Su perdón, Su limpieza, en un corazón nuevo. De esta manera, podrá usted nacer de nuevo espiritualmente, y pertenecer así a la Familia de Dios.

Amigo oyente, queremos volver a hacer esta pregunta: "¿Qué Dios como Tú, que perdona la maldad, y olvida el pecado del remanente de su heredad? No retuvo para siempre su enojo, porque se deleita en misericordia".

¿No le parece Dios maravilloso, amigo oyente? Él va a restaurar a Israel algún día a su tierra, no porque ellos son maravillosos, sino porque Él es maravilloso. Amigo oyente, yo voy a ir al cielo algún día. Usted me puede decir: "Bueno, usted cree que es una persona muy buena". No lo soy, amigo oyente. Yo sé que un día iré al cielo, ¡únicamente porque Jesús murió por mí! Iré, porque la deuda ha sido pagada, y no hay Dios, como mi Dios. Y así, llegamos al final de nuestro estudio de este libro de Miqueas. Dios mediante, en nuestro próximo programa, volveremos al Nuevo Testamento para comenzar nuestro estudio en la Segunda Epístola del Apóstol Juan. Será hasta entonces, ¡que Dios le bendiga!

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