Estudio bíblico de Sofonías 1:12-2:2

Sofonías 1:12 - 2:2

Continuamos hoy, amigo oyente, nuestro estudio en este breve libro del profeta Sofonías; regresamos a los últimos versículos del capítulo 1 que nos quedan por leer. El lenguaje del texto pueda parecernos muy duro, quizá el más severo del Antiguo Testamento, pero fue por orden de Dios que el profeta utilizó este lenguaje tan áspero. Recordemos el final del programa anterior en el que estudiamos el versículo 12 de este capítulo 1, que dice:

"Acontecerá en aquel tiempo que yo escudriñaré a Jerusalén con linterna, y castigaré a los hombres que reposan tranquilos como el vino asentado, los cuales dicen en su corazón: el Señor ni hará bien ni hará mal."

"Acontecerá en aquel tiempo que yo escudriñaré a Jerusalén con linterna" - dijo Dios. En otras palabras, Dios anunció que iba a detenerse en la ciudad de Jerusalén, buscando detenidamente, con Su luz, a todas las personas que escondidas en las tinieblas, vivían complacidas en la maldad y el pecado. La frase "castigaré a los hombres que reposan tranquilos", significaba que había personas que no sentían remordimientos por sus maldades y vivían tranquilamente con una conciencia cauterizada. Vivían en una sociedad que era muy acaudalada, y la vida era fácil para ellos.

Y continuó diciendo el Señor: "Los cuales dicen en su corazón: Dios, el Señor ni hará bien ni hará mal". En el programa anterior ya hablamos de aquellas personas que dicen que ignoran a Dios, porque Él "no hace bien, y tampoco hace mal", es decir, que creen que Dios no interviene, ni actúa, y no se manifiesta en las vidas de las personas ni en los acontecimientos humanos. Estas personas tienden a ser potencialmente ateas, un camino espiritual que les llevará a posicionarse en la teología, o filosofía, que manifiesta que "Dios ha muerto", si es que alguna vez existió. Continuamos con el versículo 13 de este primer capítulo de Sofonías, leemos:

"Por tanto, serán saqueados sus bienes, y sus casas asoladas; edificarán casas, mas no las habitarán, y plantarán viñas, mas no beberán el vino de ellas."

Es decir, que todas las cosas que ellos habían obtenido por el pillaje, el saqueo y el robo, todo les sería quitado de la misma manera en que ellos las habían obtenido, y sus casas serían destruidas. Dios advirtió que las ciudades en Israel serían inhabitables, y sólo quedarían escombros sobre ruinas, como consecuencia de Su juicio sobre ellos. Dios había dado una ley a Su pueblo en la que ordenaba que, si un hombre plantaba su viña, no debía ir a la guerra hasta que hubiera comido del fruto de su viña. Todas las leyes de Dios reflejaban la preocupación y la protección del Señor, considerando hasta los más pequeños detalles o situaciones, como el de las viudas, los extranjeros, los recién casados, etc. Todas las leyes buscaban el bien de cada persona que pertenecía a Su pueblo, o convivía con él. Pero, en este versículo Dios habló de Su juicio venidero: plantarán viñas, mas no beberán el vino de ellas, porque han pecado; no podrán dejar de ir a la guerra, no tendrán tiempo libre cuando se casen, no los protegeré, porque el enemigo se acercará y luchará contra ellos, como una inundación que arrastra con todo lo que encuentra a su paso. En el siguiente versículo 14, el profeta agregó:

"Cercano está el día grande del Señor, cercano y muy próximo; es amarga la voz del día del Señor; gritará allí el valiente."

Nuevamente el profeta mencionó el día grande del Señor. Recordemos que este "día grande del Señor" significa el futuro período de la Gran Tribulación. Ciertamente, los días futuros anunciados por Dios, por medio del profeta Sofonías, serían de mucha tribulación para el pueblo de Israel. Después de haber gobernado el rey Josías, nunca tuvieron otro buen rey en el reino del sur o de Judá, los reyes Joacaz, Joacim y Sedequías fueron malos gobernantes, corruptos y desleales con Dios y el pueblo. El juicio anunciado vendría sobre ellos por haberse alejado de Dios; ése iba a ser el "día grande del Señor", que se estaba acercando.

Y luego dijo: "Es amarga la voz del día del Señor, gritará allí el valiente". El profeta estaba anunciando que llegaría a existir el muro de los lamentos, y que quedaría en pié hasta que pasase el período de la Gran Tribulación, porque Israel nunca llegará a conocer la paz hasta cuando el Príncipe de Paz regrese y ellos le reciban y reconozcan como su Mesías. Continuemos con el versículo 15:

"Día de ira aquel día, día de angustia y de aprieto, día de alboroto y de asolamiento, día de tiniebla y de oscuridad, día de nublado y de entenebrecimiento"

Aquí encontramos una frase que describe una situación de angustia que va en aumento. El Dr. Feinberg, un reconocido erudito bíblico, en uno de sus magníficos libros sobre los profetas menores, escribió que ese texto es una "aliteración". Una aliteración es una frase retórica que consiste en una repetición notoria de un mismo fonema, es decir que reitera el mismo pensamiento, con otras palabras para reforzar la idea que se quiere comunicar. Aquí el profeta empleó palabras que se repetían, como en este versículo, que dice: "Día de ira aquel día, día de angustia y de aprieto, día de alboroto y asolamiento, día de tiniebla y de oscuridad". Es obvio su esfuerzo por describir la grave y angustiosa situación que se acercaba.

Sofonías pronunció palabras ásperas y con gran intensidad para advertir al pueblo acerca del juicio que estaba anunciando. Es muy posible que nos hagamos esta pregunta: ¿Cómo es posible que un Dios de amor puede planificar unos hechos que causarían tanto dolor y sufrimiento? A medida que sigamos en nuestro estudio llegaremos a comprender algunos aspectos más profundos del amor y la misericordia de Dios. Como ya lo mencionamos en el programa anterior, y para comprenderlo mejor, podemos comparar a Dios Padre con ese padre que llevó a su pequeña hija al hospital, porque necesitaba una operación de urgencia. El padre amaba a su niña, y por amor, él mismo la llevó al hospital para recibir los necesarios cuidados médicos. Esa misma historia se puede relatar de otra manera en la que el padre podría parecer cruel y duro por llevar a su hija a un lugar donde unos desconocidos la iban a infligir dolor y sufrimiento; pero, en realidad, el padre estaba haciendo todo lo que estaba de su mano, por amor a su hijita, aunque ella no lo comprendiera así.

Todas las profecías que tienen que ver con este día de ira, con un juicio de Dios, tienen un mensaje profundo, y que es el eterno, fiel, misericordioso e incondicional amor de Dios. Amigo oyente, a pesar de lo que ocurra, en este planeta Tierra, y en su propia vida, recuerde que Dios ES AMOR. En un programa anterior relatamos una anécdota sobre una veleta, un molinillo de viento, que estaba colocada sobre el tejado de un granero en medio de un gran campo. El dueño de ese campo había escrito con letras brillante las palabras "Dios es amor" en la superficie del molinillo. Cercano a esa granja vivía el famoso predicador Sr. Spurgeon, y un día, paseando por allí, observó esa curiosidad y le preguntó a su vecino: "¿Quiere usted decir que el amor de Dios cambia tanto como el tiempo?" Y este agricultor contestó: "No, por supuesto que no". Y luego, continuó diciendo: "No quiero decir eso, sino que sin importar de donde sopla el viento, Dios siempre es amor". Ese granjero había comprendido la verdad más grande y más profunda que el ser humano necesita saber: Dios siempre ha sido, es y será amor, en todas las dimensiones que pudiéramos comprender con nuestra mente humana. Aun en tiempos de juicio, Dios es y seguirá siendo un Dios de amor. Y Él juzga porque es coherente con Su naturaleza; Él juzga aquello que es contrario a Sus leyes que son justas y guardan al ser humano de si mismo, protegiéndolo. No podría ser sólo bueno y bondadoso para con Sus criaturas sino fuera también un juez justo. Pero, a pesar de ser el Juez severo, Dios también es absolutamente justo, todos sus juicios y castigos siempre han sido justos, pero impregnados de su eterno e incondicional amor. Dios no va a permitir la existencia del pecado a través de toda la eternidad; todo llegará a su fin, y llegará ese día en que los hijos del Altísimo, del Dios viviente, ya no tendremos que luchar contra las enfermedades y las tristezas y las decepciones de corazón. Pero, amigo oyente, Dios ha prometido que juzgará el pecado; y habrá un juicio en el cual Dios quitará el pecado del universo, porque Dios ES AMOR. Continuemos con el versículo 16 de este primer capítulo de Sofonías:

"Día de trompeta y de algazara sobre las ciudades fortificadas, y sobre las altas torres."

Sofonías mencionó en este versículo el "día de trompeta". Cuando Dios estableció el uso de las trompetas que el pueblo de Israel debía hacer sonar en su marcha por el desierto y también dio instrucciones para su empleo en otras circunstancias, como por ejemplo, como una señal de alarma, al acercarse un enemigo. En el libro de Números, capítulo 10, versículo 9, después de mencionar Moisés las diferentes maneras en que Dios le indicó que debían usarse las trompetas de plata, Dios le dijo: "Y cuando saliereis a la guerra en vuestra tierra contra el enemigo que os molestare, tocaréis alarma con las trompetas; y seréis recordados por el Señor vuestro Dios, y seréis salvos de vuestros enemigos".

Regresamos al nuestro texto de estudio. Sofonías mencionó el día de la trompeta. Pero en esta profecía el profeta advirtió que se tocarían las trompetas con sonido de alarma, pero Dios no los iba a liberar. ¿Por qué? Porque Él había decidido ejecutar su ya anunciado juicio sobre Su pueblo, porque había decidido entregarlos al enemigo; Dios no los iba a liberar del enemigo. Continuamos con el versículo 17:

"Y atribularé a los hombres, y andarán como ciegos, porque pecaron contra el señor; y la sangre de ellos será derramada como polvo, y su carne como estiércol."

La situación que describe el profeta es semejante a una operación en la cual el médico cirujano opera a un paciente gravemente enfermo de cáncer; el médico, por el bien y para restablecer la salud del paciente cortará y quitará todo aquello que él estime oportuno, y tratará de limpiar las zonas afectadas por la enfermedad. A veces el bisturí del cirujano tendrá que cortar una gran masa enferma, pero si no procediera de esa forma tan radical quedaría un foco que contaminaría todo el resto del cuerpo, y la enfermedad se extendería irremediablemente hasta causar la muerte al paciente. Es decir, un cirujano sólo quiere salvar la vida de su paciente. Y éste es también el método que utiliza Dios. Dios también realiza una cirugía drástica, radical, pero Él lo hace por amor a la salud del cuerpo. Continuemos leyendo el último versículo de este primer capítulo de Sofonías:

"Ni su plata ni su oro podrá librarlos en el día de la ira del Señor, pues toda la tierra será consumida con el fuego de su celo; porque ciertamente destrucción apresurada hará de todos los habitantes de la tierra."

Hay personas que creen que con dinero pueden conseguir todo lo que puedan desear. Creen que, si emplean buenas sumas de dinero, pueden conseguir cualquier cosa, incluso rodearse de gente que les admire, les aplauda, les escuche y que les ame; la realidad es que es imposible comprar el amor, el afecto o la amistad con el oro o la plata. Aun así, hay personas que opinan que el dinero resuelve todos los problemas y dificultades que tiene la vida; creen que el dinero es la respuesta a todos los problemas. Dios advirtió que cuando Él comience a juzgar: "Ni su plata ni su oro podrán liberarlos en el día de la ira del Señor, pues, toda la tierra será consumida con el fuego de su celo; porque ciertamente destrucción apresurada hará de todos los habitantes de la tierra". Y, ¿por qué Dios iba a ser tan severo? La única respuesta válida es porque los amaba. Si Él no hubiera juzgado y castigado a Su pueblo, la generación siguiente tendría que haber sido exterminada completamente. Todo el pueblo hubiera tenido que ser sacrificado. Así es que, por amor a las generaciones futuras, Dios tuvo que actuar y quitar el cáncer del pecado y la rebelión que estaba destruyendo a la nación.

Llegamos ahora al capítulo 2. El capítulo 2 nos hablará del juicio de la tierra y de todas las naciones. Observaremos que Dios no sólo ha juzgado a Su propio pueblo, sino que Dios juzga a todas las naciones; y este capítulo 2 del profeta Sofonías ofrece muchos detalles. Pero, antes de llegar a esos juicios, Dios demostró una vez más Su gracia y Su paciencia. Él no quería que nadie pereciera, y por ello Dios, por medio del profeta envió una última llamada de atención a Su pueblo. Podríamos pensar que Su paciencia había llegado a su fin, pero Él ahora nuevamente dijo en el versículo 1 del capítulo 2 de Sofonías:

"Congregaos y meditad, oh nación sin pudor"

¿Por qué Dios les llamó la atención y les dio un calificativo tan humillante? No fue que porque Él había dejado de amarles sino porque el pecado del pueblo y de toda la nación, era tan obvio y descarado. Dios odia al pecado, pero ama al pecador. Dios no tolera el pecado, pero tiene paciencia con el pecador. Su pueblo, la nación escogida por Él, le había dado la espalda, no quería saber nada de Él, ni de Sus leyes; querían ser independientes, autónomos, sin tener que dar cuenta a nadie, y menos aún, al Dios de sus padres. La tristeza del corazón de Dios debía ser inmensa porque Su pueblo renegaba, y se rebelaba, contra Él. Ahora, por medio del profeta Dios enviaba un mensaje en el que les recomendó que se reunieran como pueblo, como un cuerpo, y que meditaran y reflexionaran juntos. Continúa diciendo el versículo 2:

"Antes que tenga efecto el decreto, y el día se pase como el tamo; antes que venga sobre vosotros el furor de la ira del Señor, antes que el día de la ira del Señor venga sobre vosotros."

Una vez más Dios volvió a convocar a Su pueblo, como un Padre llamaría a sus hijos, para celebrar una reunión familiar. Les recomendó, con paciencia y amor, que se reunieran para meditar y reflexionar; Dios animó a Su pueblo a que se arrepintieran, y para que se volvieran a Él, antes de que fuera demasiado tarde. Con cuanta paciencia Dios advirtió una y otra vez que no se podía jugar con Su santidad, y que se debía tomar una decisión a favor, o en contra de Él. A Dios no se le puede engañar, porque Él conoce los pensamientos e intenciones de cada ser creado por Él, ni tampoco puede ser comprado con limosnas o buenas acciones. A Dios, desde siempre, desde los comienzos de la historia de la humanidad, le importó más el estado del corazón de Sus criaturas, que cualquier rito o ceremonia religiosa.

Siglos más tarde, Jesucristo, el obediente mensajero, el Hijo del Dios fue enviado a esta Tierra para hablarnos, en un comprensible lenguaje humano, del amor eterno del Padre. En el famoso "Sermón del Monte", Jesucristo dijo -lo podemos leer en el Evangelio de Mateo, capítulo 5, versículo 8: "Bienaventurados, dichosos, los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios". Algo más adelante el Apóstol Juan escribió: "la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado". (1ª carta de Juan, capítulo 1, versículo 7).

Cuando Dios, con paciencia y amor advirtió a Su pueblo que estaban acumulando juicio sobre sus cabezas por los pecados que constantemente cometían, Él siempre les brindaba oportunidad para el arrepentimiento. Dios no ha cambiado, estimado oyente. Dios desea restablecer esa comunión perdida con el ser humano. Dios desea fervientemente que le conozcamos, Usted y yo, al nivel profundo de una relación entre Padre e hijo, o hija. Y eso solamente es posible porque Jesucristo ya pagó por nuestros pecados, ya canceló totalmente la deuda de justicia que teníamos con Dios. Ahora, sólo es cuestión de aceptar ese regalo, esa oferta gratuita. ¿No querría Usted, hoy, amigo oyente, decidirse a comenzar un nuevo camino, una nueva vida, limpio de corazón delante de Dios? Solamente tiene que pedirle en oración: "Dios, me arrepiento sinceramente de todo aquello que te ha ofendido y me ha separado de Ti Acepto el regalo de la salvación y te doy gracias, Jesucristo, por tu sacrificio en la cruz al morir por mí". Es tan sencillo como esta breve oración. Dios siempre escucha, y siempre está cercano a cualquier corazón que Le busca sinceramente. Si usted ha hecho esta oración, eso significa que usted ha nacido espiritualmente y ahora pertenece a la Familia de Dios.

Posiblemente tenga dudas o preguntas y desde aquí le invitamos a que se ponga en contacto con nosotros. También le animamos a que, por su cuenta, lea todo el capítulo 2 del libro de Sofonías, para poder comprender más fácilmente los estudios siguientes. Nos despedimos hasta el próximo programa y continuaremos rogando a Dios por usted y su familia, para que la luz de Dios ilumine las verdades que Él desea compartir con usted por medio de este estudio que estamos realizando "a través de la Biblia".

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