Estudio bíblico de Zacarías 9:5-9

Zacarías 9:5 - 9

Continuamos hoy, estimado amigo oyente, nuestro recorrido por el libro del profeta Zacarías. Nuestros habituales oyentes ya saben que este libro se encuentra en el Antiguo Testamento, de las Sagradas Escrituras, la Biblia.

En nuestro programa anterior habíamos comenzado el estudio de la última división principal de este libro, donde se nos presentan las profecías que aparecen en los capítulos 9 al 14.

La primera profecía abarca los capítulos 9 al 11, que primordialmente tiene que ver con la primera venida de Cristo. Este capítulo 9 comienza con la profecía de la Palabra del Señor contra la tierra de Hadrac. Aunque su ubicación es incierta podría tratarse de Hatarika, una ciudad en las inmediaciones de Hamat (situada a 200 kilómetros al norte de Damasco) y por lo tanto al norte de Israel. Pero aquí se nos describe la marcha de un ejército, y de un gran general, a la Tierra Prometida. Sin lugar a dudas, tenemos aquí uno de los relatos más destacados que uno pueda encontrar en la Palabra de Dios. Todo lo que aquí leemos fue cumplido literalmente, y por lo tanto, históricamente comprobable.

El profeta Zacarías profetizó acerca de una época en la historia universal que estuvo relacionada con Alejandro Magno. Describió en realidad la conquista de Alejandro Magno, que partió de Europa y se dirigió a Asia Menor, lo que nosotros conocemos hoy como la Turquía moderna. Él se apoderó de una ciudad tras otra. Era un hombre muy cruel, y muy ansioso de poder y gloria. Debemos comprender que él tenía un ejército muy pequeño para aquella época, de sólo unos 50.000 hombres. Él no podía dejar detrás de sí a ningún hombre para cuidar o gobernar a de la ciudad que acababa de conquistar, o destruir. De modo que, Alejandro Magno tenía que debilitar a una ciudad de tal manera que no fuera a constituirse en un problema para él en el futuro. O sea que, él no quería tener ninguna dificultad en su retaguardia. Así es que su táctica constituía en aniquilar la mayoría de estas ciudades. Era un hombre muy inteligente, y como dijimos en nuestro programa anterior: arrogante, un hombre joven, muy presumido que murió a la edad de 33 años, que dicho sea de paso, es la misma edad que tenía el Señor Jesucristo cuando fue crucificado. Ahora, lo interesante es que la Palabra de Dios hace aquí una comparación entre los dos. Existe un poema excelente que compara a Alejandro Magno con el Señor Jesucristo; comienza diciendo que tanto Alejandro Magno como el Señor Jesucristo murieron a la edad de 33 años. Sin embargo, Alejandro Magno, murió borracho después de una noche de orgía y libertinaje al llegar a Persia.

Pero este hombre era un general muy destacado, sobresaliente, y él representa, en el libro de Daniel, ese tercer gran poder mundial, "el leopardo" mencionado en el capítulo 7 de Daniel, donde se describe a un macho cabrío que tenía un gran cuerno. Ese macho cabrío era una figura simbólica del imperio greco-macedonio, y ese gran cuerno, era Alejandro Magno. Pero aquí se nos presenta también en el libro de Zacarías. Toda su trayectoria quedó registrada en la historia. Los historiadores Josefo y Flavio, escribieron sobre sus guerras y mencionaron las tierras judías; en los relatos históricos cuentan la marcha de este hombre victorioso y su llegada a esa tierra. Alejandro Magno se apoderó de una ciudad tras otra. Él destruyó a Tiro y a Sidón. Todos pensaban que Tiro era un lugar inexpugnable, porque que se encontraba ubicada en una isla, y porque era una verdadera fortaleza. Ellos eran muy buenos marineros. Los fenicios formaban una gran nación comercial en ese día, y era una de las naciones más ricas. Alejandro Magno, con mucha calma y paciencia, utilizando escombros que se encontraban en el continente, construyó un camino que le permitió llegar a Tiro. Todavía hoy se puede apreciar la obra que él construyó. Él se apoderó de Tiro, y luego se introdujo en territorio de los filisteos, y en el versículo 5 de este capítulo 9 de Zacarías, leemos:

"Verá Ascalón, y temerá; Gaza también, y se dolerá en gran manera; asimismo Ecrón, porque su esperanza será confundida; y perecerá el rey de Gaza, y Ascalón no será habitada."

Si usted, estimado oyente visita este lugar, podrá sacar fotografías de las ruinas del antiguo templo de la deidad pagana de Dagón. Esa zona ha sido devuelta a la nación de Israel. Y en Asdod, ellos habían construido un puerto artificial y muchos edificios de apartamentos. Literalmente, miles de personas han ido a vivir a esa zona. Cuando el turista se introduce al interior, encuentra la ciudad de Ascalón, la cual fue una ciudad muy progresista, pero no se encuentra en el mismo sitio original. Antes estaba ubicada sobre la costa. Y allí se pueden encontrar las ruinas y por supuesto, debemos señalar es un lugar ocupado por un parque en el que se puede pasear y descansar, pero ya no es una ciudad. Es interesante notar como la Palabra de Dios se cumple literalmente. Alejandro Magno destruyó esas grandes ciudades filisteas. Y leemos luego en el versículo 6 de este capítulo 9 de Zacarías:

"Habitará en Asdod un extranjero, y pondré fin a la soberbia de los filisteos."

Ahora, aquí no se nos dice que será habitada. Sencillamente se nos dice que no vivirá allí gente de elevada posición. Y luego dice: "Y pondré fin a la soberbia de los filisteos". O sea que, Alejandro Magno le puso el "punto final" a la nación Filistea. Después de eso, ellos ya no volvieron a surgir como nación, nunca más. Después de esa conquista de Alejandro Magno, ya no volveremos a saber nada destacable acerca de ese pueblo. Y en el versículo 7 leemos:

"Quitaré la sangre de su boca, y sus abominaciones de entre sus dientes, y quedará también un remanente para nuestro Dios, y serán como capitanes en Judá, y Ecrón será como el jebuseo."

Así es que, Dios dijo que Él iba a ponerle fin a la nación Filistea. Pero, ¿qué hay en cuanto a la ciudad de Jerusalén? Este guerrero, Alejandro Magno, destruyó todo lo que se encontraba a su paso. No importaba a qué ciudad llegaba, él la arrasaba sin compasión. Si él tenía que esperar unos cuantos meses, como lo hizo delante de la ciudad de Tiro, para apoderarse de ese lugar, a él no le preocupaba el tiempo. Él tenía por táctica y por norma no dejar ninguna fortaleza a sus espaldas, en la retaguardia. Y como ya hemos dicho, Alejandro Magno fue un general muy inteligente. Luego, tenemos esta declaración un poco extraña aquí en el versículo 8, donde dice:

"Entonces acamparé alrededor de mi casa como un guarda, para que ninguno vaya ni venga, y no pasará más sobre ellos el opresor; porque ahora miraré con mis ojos."

Bien, ahora Zacarías se estaba refiriendo a ese pequeño templo que el pueblo de Dios estaba construyendo. Dios le mostró a Zacarías que Él iba a protegerlo de Alejandro Magno. Leamos una vez más este versículo 8:

"Entonces acamparé alrededor de mi casa como un guarda, para que ninguno vaya ni venga, y no pasará más sobre ellos el opresor; porque ahora miraré con mis ojos."

Dios dijo eso y Zacarías tuvo el valor de presentar ese mensaje. El pueblo de Israel sabía que podían confiar en la exactitud de la Palabra de Dios y que eso iba a ser cumplido. Dios dijo que Él iba a proteger ese pequeño edificio, ese pequeño templo. Esto debería haber servido de ánimo a este pueblo, para continuar la edificación del mismo, simplemente porque Dios lo había dicho, aunque llegase ese gran conquistador mundial, Alejandro Magno. Él no iba a permitir que nadie destruyera el templo. Ahora, ¿por qué no destruyó Alejandro la ciudad de Jerusalén? Recordemos que el rey Nabucodonosor llegó a destruirla completamente. Y lo mismo hicieron los demás generales que marcharon contra la ciudad de Jerusalén. La mayoría de los conquistadores la dejó en ruinas y escombros. Jerusalén ha sido destruida una y otra vez.

Y ésa es la razón por la cual, en el presente, no podemos ver, ni andar, por las calles de Jerusalén, ni por los lugares donde anduvo el Señor Jesús. Ha habido tantos escombros en ese lugar que la ciudad se ha construido una y otra vez sobre sus propias ruinas. Podemos decir que un lugar, como el mencionado estanque de Betesda, en los tiempo de Jesucristo, por ejemplo, se encuentra a unos doce o quince metros debajo del nivel donde se encuentra la actual ciudad, debajo de la superficie actual. Así es que, esta ciudad ha sufrido mucho en manos del hombre. Alejandro Magno, siendo un hombre brutal como lo era, ciertamente iba a destruir la ciudad de Jerusalén, porque entre todas las naciones había sido la única que se le resistía obstinadamente. Pero Dios dijo: "entonces acamparé alrededor de mi casa". Dios prometió que Él iba a protegerla.

Ahora, ¿realmente hizo Dios eso? El historiador judío Josefo tuvo mucho que decir en cuanto a Alejandro Magno. No vamos a tomar el tiempo para leer todo lo que escribió, solamente vamos a citar algo brevemente. Si usted desea informarse más detalladamente, puede hacerlo leyendo este libro de las profecías de Zacarías. Usted descubrirá que la explicación que Josefo dio era la siguiente: el gran Sumo Sacerdote de aquella época tuvo una visión en la que él tenía que salir al encuentro con el conquistador que se aproximaba. Cuando Alejandro Magno se acercó a Jerusalén, vio al sumo sacerdote, que le salía a recibir. Y en lugar de permitir que su ejército avanzara y diera muerte a todos los habitantes, Alejandro se dirigió al Templo de Jerusalén y allí adoró. Él había comentado con sus generales que, antes de partir de una localidad llamada "Días", él tuvo una visión en la que iba a encontrarse con un hombre que representaba al Dios vivo y verdadero. Después Josefo escribió que Alejandro fue a Jerusalén y allí adoró. Una historia asombrosa.

Ahora, otra tradición cuenta que no sólo se presentó ante él el sumo sacerdote vestido en sus ropas ceremoniales, sino que trajo consigo el libro de Daniel. Y que le mostró allí, en el libro de Daniel, lo que Dios había profetizado en cuanto a Alejandro Magno. Esto le tocó al conquistador de tal manera que entró a la ciudad, ofreció sacrificios, y adoró al Dios vivo y verdadero. Pero no destruyó a Jerusalén. Esto convierte a esta profecía en algo muy excepcional. Pero, todo este relato verídico, no cambia el hecho de que Alejandro Magno fue un general muy brillante en su época, pero también fue una persona muy cruel y brutal, arrogante y engreída.

Llegamos ahora a la siguiente porción de las Escrituras que tiene un profundo sentido. Nos referimos a un versículo que se usó en la entrada triunfal del Señor Jesucristo a Jerusalén. Porque Él, el Hijo de Dios también entró a esa ciudad. Y ahora se nos ofrece una comparación entre Alejandro Magno y Aquel que vendrá, el Hijo de Dios. Vamos a leer un versículo muy importante, el versículo 9 de este capítulo 9 de Zacarías, que dice:

"Alégrate mucho, hija de Sion; da voces de júbilo, hija de Jerusalén; he aquí tu rey vendrá a ti, justo y salvador, humilde, y cabalgando sobre un asno, sobre un pollino hijo de asna."

Ahora, si usted desea leer como relatan este evento los evangelios, puede encontrarlo en el evangelio según Mateo, capítulo 21, versículo 5. Y sería muy útil si usted puede tener delante de sí ese pasaje bíblico para leerlo. Usted podrá notar que existen unas diferencias entre lo que se mencionó en Zacarías, y lo que relató Mateo. Algunas personas creen que esta era una cita errónea de la profecía. Por supuesto que hay personas que están tratando de encontrar errores en la Biblia, y no la estudian. Veamos, entonces, lo que nos dice el evangelio según Mateo, capítulo 21, versículo 5: "Decid a la hija de Sion: He aquí, tu Rey viene a ti, Manso, y sentado sobre una asna, sobre un pollino, hijo de animal de carga". Hay ciertas partes de esta profecía que no están citadas en este versículo. En el próximo programa, hablaremos con más detenimiento acerca de esta profecía, y veremos porque sólo la parte que cita Mateo es lo que fue cumplida. El resto del texto bíblico se refiere a la segunda venida de Cristo a la Tierra.

Veamos ahora lo que dice el evangelio de Juan, porque Juan también citó esto en el capítulo 12 de su evangelio, versículo 15. Y él escribió: "No temas, hija de Sión; he aquí tu Rey viene, montado sobre un pollino de asna". Esto es todo el texto mencionado por Juan. Ahora, ¿por qué o cuál es la razón por la que se presentó a la profecía tan condensada y abreviada?

Bueno, vamos a ver que la porción que se cita en el Nuevo Testamento fue cumplida durante la primera venida de Cristo, y la segunda parte será cumplida en la segunda venida de Cristo. Esto lo veremos en nuestro próximo programa y vamos a detenernos para observar las lecciones que de este tema podemos extraer. También vamos reflexionar sobre el tema de la así llamada "entrada triunfal" de Jesucristo. En realidad podemos considerar esa cabalgata de Jesucristo como el principio del fin.

También señalaremos algunos detalles más en los que nos detendremos en nuestro próximo encuentro, el programa siguiente. Jesucristo no entró únicamente ese día de la llamada "entrada triunfal". Él entró tres veces por las puertas de esa muy amada ciudad. Y usted lo podrá leer por sí mismo, en los evangelios, como por ejemplo, en Marcos, en el capítulo 11, el autor escribió que Jesús entró primero durante el día del Sábado. Ese fue en realidad el día que se conoce o se festeja como "el domingo de ramos", solamente que en realidad fue un "sábado de ramos", y Él, el Hijo de Dios entró como Rey. Jesucristo entró en Jerusalén, pero no hizo nada, como nos demuestra Marcos; solamente observó el Templo y la ciudad. Allí no estaban los cambiadores de dinero, porque era el día sagrado, el Sabat, el sábado. Él entró como el Rey, pero al salir, lloró sobre la ciudad de Jerusalén, como su Rey.

Luego, Él entró una segunda vez en la ciudad, y ese fue el domingo. Era el "domingo de ramos". Los cambiadores de dinero estaban en el templo, y ahora sí, Jesucristo realizó un acto con mucha autoridad y valentía. Jesucristo comenzó, para la sorpresa de todos, a limpiar el templo. En esa visita Él entró en Jerusalén como sacerdote. Usted puede leer este episodio en el capítulo 21 del evangelio según Mateo, versículo 12. Él entró como el Sacerdote en Jerusalén y en el Templo.

El lunes Él regresó por tercera vez. En su camino, se nos relató que maldijo la higuera. El evangelista Mateo, en el capítulo 21 de su evangelio, versículo 23, nos comenta que Él enseñó en el templo. Esta fue la tercera visita a Jerusalén y al Templo, y en esa ocasión lo hizo como el profeta de Dios. Así es que, Él vino como Rey, como Sacerdote, y como Profeta a la ciudad de Jerusalén. Cualquier israelita instruido sabía lo que Jesucristo estaba haciendo. Él se estaba presentando, a sí mismo, como el Mesías. Entonces, ¿entró Él de manera humilde por el hecho de estar montado en un pollino? Y la respuesta es: "No". Él era manso y humilde, pero no porque estuviera montado en un pollino. Y hay muchas cosas amigo oyente que debemos aclarar, en nuestro próximo programa. Estamos entrando a aquello que pensamos es uno de los pasajes de la Escritura más importantes: el versículo 9 del capítulo 9 de Zacarías. Y lo notable es que esta cita también la encontramos en el Nuevo Testamento, pero solamente una parte. Aquello que fue citado fue cumplido, y el resto no tendrá cumplimiento hasta cuando Él, Jesucristo, venga por segunda vez.

Bien, amigo oyente vamos a detenernos aquí por hoy. Retornaremos, en nuestro próximo programa y esperamos que usted vuelva a sintonizarnos. Mientras tanto, le sugerimos leer el resto de este capítulo 9 de Zacarías, para estar mejor informado y quizá, mejor preparado para nuestro próximo estudio. Será pues, hasta nuestro próximo programa, amigo oyente, es nuestra oración ¡que Dios bendiga su vida y su familia, al estudiar y conocerle a Él, el Eterno, cada vez más! Pero recuerde, la mejor manera de conocer a una persona es cultivar un trato personal, y eso mismo ocurre con Dios.

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