Estudio bíblico de Malaquías 4:1-6

Malaquías 4:1 - 6

Llegamos hoy, amigo oyente, al último estudio del libro del profeta Malaquías, que es el último libro de La Biblia, las Sagradas Escrituras.

En nuestro programa anterior estuvimos comentando lo que decía el último versículo de este libro: ·"No sea que yo venga y hiera la tierra con maldición". La maldición de Dios vino originalmente a la tierra cuando Adán y Eva se rebelaron contra Dios en el jardín del Edén. A causa de su decisión de desobedecer al Creador, Dios decidió que la Tierra iba a sufrir las consecuencias de ese desacato deliberado, esa duda acerca de la soberanía del Autor de la Vida, y ese deseo de ser como Él. Y Dios maldijo a su propia creación. ¿Y cuál era esta maldición? El pecado. El pecado, que no es otra cosa que la desobediencia deliberada del hombre, su deseo de vivir ignorando a Dios y Sus leyes, y hacer lo que nos place, que rara vez es lo mejor para nosotros, nuestras vidas y las de los que nos rodean. Y comentamos, en anteriores programas, que el pecado significa en su idioma original, "errar en el blanco". Y "erramos en el blanco" cuando no apuntamos bien a la diana, porque nos dejamos distraer y apartamos nuestra atención de Él. Comentábamos alguna vez que una tribu de indígenas en Australia entiende "el pecado", y así lo traduce, como "quedarse corto". ¡Qué imagen más descriptiva, ¿verdad? Uno se "queda corto" cuando no llega a la meta, lo cual sucede cuando no tenemos fuerzas, o hemos escogido nuestra propia meta, que generalmente, no es la de Dios.

Por ello, y aunque suene "políticamente incorrecto" expresarlo así, creemos que "el pecado", se encuentra absolutamente vivo y presente en la familia, en la pareja, en el ámbito laboral y personal, en la sociedad de cualquier cultura, en todos las facetas de la vida humana.

Sólo tenemos que levantar la vista y observar lo que sucede a nuestro alrededor. Todos, absolutamente todos los males que aquejan a este mundo son causa del pecado del hombre, de que el hombre no ha hecho bien las cosas, que se ha desviado del blanco, y en muchas de sus decisiones, "se ha quedado corto."

El último versículo con el cual finaliza el Antiguo Testamento nos parece bastante triste, bastante desesperanzador para el hombre, para la mujer, es decir, para toda la raza humana. Pero gracias a Dios, las Sagradas Escrituras no acaban ahí; hay un Nuevo Testamento, o un "nuevo pacto", que Dios ofreció al hombre. Dios, a pesar de todo y sobre todo, a pesar de nosotros mismos, dio una nueva oportunidad al mundo que Él mismo creó con las mejores de las expectativas. Y esta esperanza se llamó Jesucristo, que nació, vivió y murió por usted y por mí, en una cruz hace algo más de 2.000 años. Jesús, el Hijo de Dios, por medio del cual fuimos salvados, perdonados y aceptados nuevamente en la presencia de Dios.

Tal vez, estimado amigo, el énfasis de todo este libro debiera estar en lo que dice Malaquías, en su versículo 2 de este capítulo 4:

"Mas a vosotros los que teméis mi nombre, nacerá el Sol de justicia, y en sus alas traerá salvación; y saldréis, y saltaréis como becerros de la manada."

Es una referencia clara al Mesías, quien es el Señor, "el sol, quien es justicia nuestra".

En este versículo vemos cómo, mientras que los malvados serán devorador por el ardor de Su ira, aquellos que le temen tendrán una cálida sensación de sanidad o "salvación" a través de sus rayos o "Sus alas". Cuando dice "y en su" sanidad"), no se refiere sólo a la recuperación física del daño hecho por los malvados. Esta enfermedad está ligada de modo inexorable al pecado, porque nuestra sanidad, en todos sus aspectos, sólo viene a través del sufrimiento del Siervo, es decir, Jesús.

¿Qué significa la mención "y saltaréis como becerros de la manada"? Esta imagen descrita por el profeta evoca una vida gozosa, vigorosa y despreocupada. Los becerros, al estar confinados en un establo durante periodos extensos, saltan llenos den vitalidad, y de fuerza al ser soltados bajo la luz del sol.

Ahora, el Antiguo Testamento no concluye con una maldición, y anteriormente ya aludíamos a este tema. Finaliza este libro con la gran esperanza de que, aunque el sol se ha puesto y que hay tinieblas, se acerca un nuevo día, que aún no ha llegado, pero finalmente llegará el amanecer. Se acercará un día cuando la justicia se levantará y la luz se hará sobre este pequeño planeta Tierra en medio del vasto universo. Nos estamos refiriendo a la luz espiritual, por supuesto.

¿Quién es el "Sol de Justicia" mencionado en este versículo? No es otro que el Señor Jesucristo. En el Antiguo Testamento, Cristo es presentado como el "Sol de Justicia."

En el Nuevo Testamento, Él es presentado de una forma completamente diferente, como la "Estrella resplandeciente de la mañana". Escuchemos lo que dice el versículo 16 del capítulo 22 de Apocalipsis: Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias. Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana. Aquí Él dice: Yo soy la raíz y el linaje de David. Eso quiere decir que Él es rey, que Él va a reinar sobre esta tierra. Pero Él también es algo más. La estrella resplandeciente de la mañana.

Ahora bien, suele decirse que la astronomía es la ciencia más antigua que el hombre conoce. La astronomía, tal y como la conocemos en el presente, tuvo en realidad su origen en la astrología, la cual está llena de superstición. Y que, como muchas otras ciencias, tuvo su origen en el ocultismo y en la superstición, en lo místico y en lo mitológico. Estos son los antecedentes de la astronomía. De la misma manera, otras ciencias han tenido un origen similar, como por ejemplo, las ciencias químicas, que proceden de la alquimia, la cual nació como un intento por cambiar a los metales básicos en metales más perfectos, como el oro, por ejemplo. Y alguien podría pensar: "Bueno, así es como se pensaba en la era del oscurantismo. Los hombres eran muy supersticiosos por aquel entonces, pero hoy en día, tenemos más ciencia y conocimiento, hemos avanzado mucho".

Pero, ¿realmente hemos avanzado tanto? No nos referimos al avance científico, que resulta innegable, sino el hombre con respecto a la ciencia y la fe. Quizá, estimado oyente se pregunte por qué realizamos este planteamiento.

Esta es la cuestión, amigo oyente, ¿nos hemos superado de veras? En primer lugar, quisiéramos decir que probablemente existan más personas interesadas en el horóscopo y en las predicciones basadas en los signos del zodiaco que aquellos que están interesados en las profecías de la Biblia, la Palabra de Dios. Y en nuestra humilde opinión, estimado oyente, las personas que juegan, creen y actúan de acuerdo con los signos astrales del zodíaco están realizando, ignorantemente, actividades cercanas al ocultismo. Resulta ilustrativo conocer el impresionante aumento de la demanda de temas espiritual, cada cual más exótico, que es el caldo de cultivo de numerosas sectas y religiones, algunas de ellas incluso de tintes espiritistas y hasta satánicos. Es llamativo conocer las estadísticas que declaran que unos cuantos años atrás un porcentaje mayor de la población creía en Dios y un menor en la existencia del diablo o Satanás. Sin embargo, estas cifras han cambiado sustancialmente.

Por otro lado, también debemos destacar que las Escrituras tratan de llamar la atención del hombre repetidas veces para que observe los cielos. El versículo 13 del Salmo 8 dice: Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que tú formaste, digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre, para que lo visites? La respuesta a esto es que todo hombre y mujer son, por naturaleza, se sienten atraídos por la grandeza y los misterios que encierra el Universo. Se puede observar gran parte del Universo desde los modernos telescopios actuales, pero su grandeza es tal que los científicos, los astrónomos, no han podido desentrañar más que algunos conceptos teóricos sobre la expansión o la retracción del Universo. Pero, "Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de Sus manos". (Salmo 19:1). Y Dios le dijo a Abraham: Mira ahora los cielos, y cuenta las estrellas, si las puedes contar (Génesis 15:5).

Ahora, el Antiguo Testamento concluye con las palabras de Dios induciendo al hombre a que mire hacia los cielos, que mire hacia arriba. Y aquí Malaquías concluye con un verdadero golpe de efecto: " No sea que yo venga y hiera la tierra con maldición".

Leamos de nuevo el versículo 2 del capítulo 4 de Malaquías, que dice así:

"Mas a vosotros los que teméis mi nombre, nacerá el Sol de justicia, y en sus alas traerá salvación; y saldréis, y saltaréis como becerros de la manada."

Esta es la promesa de "un nuevo amanecer" para la raza humana, en donde reine la justicia, la paz, el amor y la fraternidad entre los seres humanos. Todos anhelamos un mundo mejor, un mundo diferente, y la iglesia no sólo espera la llegada de ese "nuevo amanecer", la Iglesia tiene el privilegio, y es su misión, anunciar que habrá "un nuevo amanecer", para todo aquel que cree en el Señor Jesucristo.

Ahora, quisiéramos compartir con usted lo que escribió el salmista en el Salmo 84, versículo 11, que dice así: "Porque sol y escudo es El Señor Dios; gracia y gloria dará El Señor. No quitará el bien a los que andan en integridad". Y en el libro del profeta Isaías, capítulo 60, versículo 19, leemos lo siguiente: "El sol nunca más te servirá de luz para el día, ni el resplandor de la luna te alumbrará, sino que El Señor te será por luz perpetua, y el Dios tuyo por tu gloria

El Nuevo Testamento concluye, en cambio, con una esperanza diferente. Ya hemos leído anteriormente este versículo, y nos resulta maravilloso, porque dice: Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias. Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana. Jesucristo proclama que es del linaje de David, y por lo tanto es el "Sol de Justicia". Pero también, Él es la "Estrella resplandeciente de la mañana."

Y aquí tenemos algo que resulta interesante. El Nuevo Testamento no comienza con el "Sol de Justicia". El primer anuncio público del Mesías en el Nuevo Testamento fue hecho de manera privada a Zacarías, el sacerdote. Se le comunicó la venida de un precursor del Mesías, de un heraldo, de su hijo quien se llamaría Juan, el Bautista. Los magos del oriente acudieron a Jerusalén, ¿qué buscaban? Ellos mismos afirmaron: Hemos visto Su estrella en el oriente, y venimos a adorarle. No es una estrella oriental. Si ellos hubieran seguido una estrella oriental, hubieran terminado su peregrinaje en la zona de la actual China. La estrella estaba en el occidente, según lo que nos relata la Biblia, y ellos vinieron en esa dirección. ¿No le parece interesante, amigo oyente que, aunque el sol sale por el Oriente, esta estrella estaba situada en el occidente?

Ahora bien ¿cómo asociaron estos magos la venida de Cristo a esta Tierra, con dicha estrella? Es necesario conocer lo que dice el libro de Números, donde se relata que un profeta pagano del Oriente de Moab expuso esta profecía que encontramos en el capítulo 24, versículo 17, donde dice así: "Lo veré, mas no ahora; lo miraré, mas no de cerca; saldrá ESTRELLA de Jacob, y se levantará cetro de Israel, y herirá las sienes de Moab, y destruirá a todos los hijos de Set".

Los dos varones, de vestiduras blancas que se aparecieron a los apóstoles mientras el Señor Jesucristo ascendió al cielo, dijeron: "Este mismo Jesús que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo". (Hechos 1:11). Ya hemos visto en el libro del profeta Zacarías que los pies de Jesucristo tocarán nuevamente esta tierra, en el monte de los Olivos, cercano a la ciudad de Jerusalén. La estrella, por tanto, es la señal de Su primera venida para llevarse a Su iglesia. Sin embargo, cuando esto suceda, Él aún no vendrá a la Tierra. Cuando Él vino por primera vez, no lo hizo como el "Sol de Justicia". El énfasis no es sobre Su nacimiento, sino a Su muerte. Y resulta muy interesante recordar que Él, Jesucristo, no ordenó, ni rogó a nadie para que se recuerde Su nacimiento, sino Su muerte.

Se cuenta una historia de la época de la segunda guerra mundial en la que un niño caminaba con su padre por la calle. El muchacho observó que de vez en cuando había una estrella de color azul en algunas ventanas. En otras, en cambio, se podían ver estrellas de oro. El padre le explicó que esas señales indicaban que en esos hogares, las familias habían perdido a su hijo en la guerra; esas familias, -le comentaba su padre-, "habían dado a su hijo por nuestro país, por nosotros". Algo más tarde, cuando apenas se vislumbraban ya los últimos rayos de sol del día, el niño señaló la estrella vespertina en el horizonte. Y entonces, le dijo a su papá: "Mira, papá, Dios ha dado a Su Hijo". Y así es, querido amigo, Dios nos ha dado a Su Hijo, y Su estrella nos lo recuerda. Ese niño de la historia, tenía toda la razón. Por muchos años, líderes de muchas naciones han estado persiguiendo con denuedo la paz para el mundo, la seguridad y prosperidad para el mundo, pero no ha habido un resultado positivo hasta ahora. En la "guerra contra el pecado", Cristo murió, y murió para dar vida a los hombres y a las mujeres, liberándolos de la ignorancia del pecado, y para lograr la victoria sobre la tumba y la muerte. ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria? (1 Corintios 15:55), dijo el Apóstol Pablo.

Amigo oyente, el futuro no está escrito en las estrellas. En una famosa obra de Shakespeare, el asesino romano Bruto le dice a Marco Antonio: "No está en nuestras estrellas, sino en nosotros mismos que somos los seguidores". Su futuro, amigo oyente, no está en las estrellas, ni tampoco lo está su presente. Si usted desea ayuda y guía para el presente, amigo oyente, desde aquí le recomendamos experimentar una vida con una nueva meta: la vida eterna, y un nuevo modelo a seguir: Jesucristo. Él dice: Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo". (Juan 16:33) ¿Se siente usted desanimado o con temor, por los tiempos que nos toca vivir? No hay ayuda para usted en las estrellas, amigo y amiga que nos escucha. Pero sí la hay en Jesucristo. Jesús no es una fórmula o una varita mágica, no es un talismán para la buena suerte, no es la receta del éxito económico, ni de una vida sin problemas ni dificultades. El mismo Jesús tuvo que lidiar con numerosas dificultades. Y desde aquí afirmamos que creer en Jesús no es superstición, ni una falsa sensación de seguridad ante una vida incierta. Creer en Jesús es una elección excelente; es, de hecho, la mejor elección que usted podrá jamás hacer. Porque Jesús no le promete abundancia, pero le promete vida en abundancia; Jesús no le promete una vida en paz; pero en Él, usted podrá encontrar esa paz; no le promete una vida segura; pero en Él usted podrá encontrarse completamente seguro; no le promete felicidad, pero sí gozo, que es alegría en cualquier tipo de situación y circunstancia.

Si en usted conviven hábitos contradictorios, tanto buenos como malos; si su vida está determinada por su status social, su casa, o el modelo de su vehículo, o por la adicción a los tranquilizantes y antidepresivos, por el sexo o la mentira. Si usted está buscando "algo diferente" que le ayude a recuperar la orientación y la meta en su vida, si desea rescatar a ese hijo o hija que se han perdido, a ese marido o esposa que parece haberse convertido en su enemigo; ¡Cristo en una solución que le invitamos a probar! Le invitamos a que le dé, a Jesucristo, una oportunidad, al menos para ver si todo lo que estamos transmitiendo a lo largo de estos programas es real o es simplemente una quimera.

Recuerde amigo, amiga, que la Biblia no nos fue confiada por Dios para aumentar nuestro conocimiento, sino para que Su Palabra transforme nuestras vidas.

De modo que, en el día de hoy, amigo oyente, continuamos esperando que esa "Estrella resplandeciente de la mañana" aparezca. Porque la Biblia dice que Él, Jesucristo, es esa Estrella resplandeciente de la mañana para la iglesia en el presente. Es importante que notemos eso. Leamos lo que dice el Apóstol Pedro, en su segunda epístola, capítulo 1, versículo 19, para ilustrar lo que estamos diciendo: "Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos, como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones". " El lucero de la mañana" habla del traslado a los cielos de la iglesia, el rapto o el arrebatamiento, como lo llaman algunas versiones bíblicas, cuando Él venga a sacar a Su iglesia de este mundo. Y eso puede tener lugar en cualquier momento, no habrá ninguna clase de señal que previamente nos ponga sobre aviso. El gran predicador cristiano Juan Wesley lo expresó de la siguiente manera: "Él aparecerá como aparece la luz del día, de las alturas, antes de la luz de la mañana".

Amigo oyente, con estas palabras nos despedimos del Antiguo Testamento de la Biblia, con la esperanza de la futura venida de Cristo a la Tierra para establecer Su Reino; esa es la esperanza del Antiguo Testamento.

Bien, amigo oyente, concluimos así nuestro estudio del libro del profeta Malaquías. Y con él finalizamos también nuestro estudio del Antiguo Testamento. Esperamos que este apasionante recorrido por las Sagradas Escrituras, y el estudio de los libros del Antiguo Testamento hayan fortalecido su fe o, al menos, despertado en usted un renovado deseo de leer la Biblia para descubrir todas sus riquezas y sabiduría.

En nuestro próximo programa, nos adentraremos en uno de los libros más polémicos, interesantes y controvertidos de todos los tiempos: el Apocalipsis, donde se describe el final del mundo, tal y como hoy lo conocemos. Como siempre, le invitamos a que se una a nosotros en este fascinante viaje y descubra, por usted mismo, la voluntad de Dios para su vida, mediante Su Palabra, que es la única y verdadera "fuente de vida". ¡Que Dios le bendiga a usted y a su familia, es nuestra oración!

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