Estudio bíblico de Apocalipsis 15:7-16:9

Apocalipsis 15 -16

Versículos 15:7 -16:9

Estimado amigo, amiga oyente, bienvenidos a un nuevo Programa de "La Fuente de Vida" donde hoy retomaremos nuestro viaje por el libro de Apocalipsis, quizá uno de los más fascinantes que jamás se hayan escrito. Le invitamos a acompañarnos en esta interesantísima travesía por la última sección de la Biblia, y a adentrarnos en una época futura, la cual no ha sucedido aún, pero que algún día lo hará, sin lugar a dudas. ¿De qué época estamos hablando? Del fin de los tiempos, del fin de la Humanidad, y del final de la Historia y del Mundo, tal y como lo conocemos en la actualidad. Comencemos, pues.

Si traemos a nuestra memoria el pasado programa, bien podríamos haber pensado que el apóstol Juan, autor de Apocalipsis, pudiera haber finalizado su relato después de haber hablado de la siega del juicio. Sin embargo, la intensidad del relato de Juan va en aumento, y adquiere tintes cada vez más dramáticos. El apóstol aún tendrá mucho que relatarnos acerca de sus visiones sobre los horrores finales de la Gran Tribulación, del reinado de los mil años de los santos, la gran batalla final y de la bienaventuranza final.

Como usted recordará, ya aludimos al libro con los siete sellos, al toque de las siete trompetas y a continuación abordaremos el derramamiento de las Siete Copas de la Ira de Dios. Veremos que estos elementos se organizan siguiendo la costumbre de los escritores apocalípticos, en grupos de siete y de tres, considerando que los tres grupos de siete son el cenit de algo completo y perfecto.

El capítulo 15, en el cual estamos situados, presenta las siete Copas de la Ira que representan los juicios finales de Dios, en el último período de la tribulación de los siete años. Los juicios de las copas vienen en una ráfaga sucesiva y cada uno de ellos es más fuerte en furia e intensidad que el anterior. Las copas serán las últimas plagas que caerán tras el toque de la séptima trompeta, y concluirán la apertura del séptimo sello.

La escena que leeremos a continuación transcurre en el Cielo. Y antes de hablarnos de los siete ángeles, con las siete copas de la ira, Juan ha descrito a los creyentes que pasaron el martirio por Cristo. Éstos están de pie, junto al mar que parecía como si fuera de vidrio mezclado con fuego. Se dice que los mártires han surgido victoriosos de su contienda con las fuerzas del Anticristo. Y aquí hay algo muy significativo: los mártires sufrieron las muertes más salvajes y, sin embargo, se nos dice que surgieron victoriosos. Fue el hecho de morir, lo que les hizo vencer. Si hubieran continuado viviendo, pero infieles a su fe, al final habrían sido derrotados.

Abramos ahora nuestra Biblia por los versículos 7 y el 8 del capítulo 15 de Apocalipsis, que dicen así:

7 Y uno de los cuatro seres vivientes dio a los siete ángeles siete copas de oro, llenas de la ira de Dios, que vive por los siglos de los siglos. 8 Y el templo se llenó de humo por la gloria de Dios, y por su poder; y nadie podía entrar en el templo hasta que se hubiesen cumplido las siete plagas de los siete ángeles.

Vemos que se reitera la repetición del número siete, que no siempre significa la "perfección", sino también algo que está completado, terminado. En Apocalipsis las diversas series de "sietes" denotan que se están completando a la perfección el cumplimiento de las profecías.

La idea de la Gloria de Dios, simbolizada en humo, es habitual a lo largo del Antiguo Testamento. En la visión del profeta Isaías, todo el templo se llenó de humo (Isaías 6:4). Además, la idea de que nadie podía acercarse mientras hubiera humo, también está relatado en el Antiguo Testamento.

Juan ve que estas siete copas de la ira se vaciarán sobre la Tierra en el período final de la Gran Tribulación. Estas copas eran utilizadas en el servicio del templo de Jerusalén. Una copa de sangre era llevada por el Sumo Sacerdote un día al año, al lugar Santísimo, simbolizando el perdón de los pecados del pueblo, gracias al derramamiento de sangre. Recordemos que este ritual pertenece sólo al periodo del Antiguo Testamento, puesto que, a partir de la muerte de Cristo en la Cruz, de Su sacrificio y del derramamiento de Su propia sangre inocente por nuestros pecados, ya no fue necesario continuar con dicha costumbre.

Ahora, los siete ángeles con vestiduras sacerdotales derramarán las Copas de la Ira sobre un mundo que rechaza a Cristo; un mundo que rechaza la sangre de Jesucristo, y que ahora deberá soportar el juicio y el castigo por sus reiterados pecados.

Este juicio es una acción directa del Señor Jesucristo sobre la Tierra; Jesús, de carácter manso y humilde, manifestará de esta forma Su ira por los pecados y la rebelión del hombre. Resulta difícil imaginarse a Jesucristo, a quien se compara con un manso cordero, estar lleno de ira, ¿verdad? Es más fácil, en cambio, pensar en un león rugiendo. La Biblia nos dice que algún día el mundo quedará sorprendido y aterrorizado de la Ira del Cordero, la ira del Señor sobre hombres y mujeres que, a pesar de múltiples avisos y demostraciones sobrenaturales, se niegan a aceptar a Jesucristo como su Señor y Salvador personal. Ya hemos comentado que Jesús no fuerza a nadie a aceptarle como su Señor y Salvador; esto es voluntario y, por ello, depende de usted, y no de Dios, ser salvo y disfrutar de la vida eterna.

Estos siete Ángeles, con sus siete Copas de oro, representan los juicios de Dios. Llegamos ahora al capítulo 16 de Apocalipsis y al derramamiento de las 7 Copas de la Ira; leamos el versículo 1:

1 Oí una gran voz que decía desde el templo a los siete ángeles: Id y derramad sobre la tierra las siete copas de la ira de Dios.

La voz del Templo es la voz de Dios ordenando a Sus mensajeros celestiales a provocar sus terrores sobre la Humanidad; con esta orden dará comienzo el derramamiento sobre la tierra de las últimas y terribles plagas, las peores de todas. Éstas tendrán una cierta similitud con las diez plagas de Egipto, y con los terrores que siguieron al toque de las siete trompetas del Apocalipsis, capítulos 8 al 11.

Recordemos que, cuando el Señor Jesucristo abrió el Libro de los Siete Sellos se inició una serie de sucesos relacionados con el número siete, que indica la perfección absoluta. Jesucristo continúa en el control de los acontecimientos hasta el final de Apocalipsis. Él es Quien está marchando hacia la victoria, a quien pertenecen el poder, y la gloria, y la majestad. Dios le ha entregado a Jesucristo la ejecución del juicio, y será Él Quien dé la orden para actuar a los ángeles, los cuáles actuarán sin demora alguna. Es difícil aceptar la idea de un Dios amoroso y misericordioso, provocando tremendas catástrofes y destruyendo el mundo, aun siendo este rebelde y hostil hacia Dios. Pero así es. Dios es amor; pero también es Santo y Justo, y como tal, debe actuar con justicia; ello implica juzgar y emitir un veredicto de inocencia o culpabilidad; y al final, lo creamos o no, todos nosotros seremos juzgados en el Tribunal de Cristo.

Amigo, amiga oyente, la Biblia dice que absolutamente todo, algún día, desaparecerá al igual que el humo. Tal vez usted recuerde la historia cuando los apóstoles le dijeron al Señor Jesucristo en cierta ocasión que mirara y admirara la hermosura del Templo de Jerusalén. Él les respondió que, algún día, no quedaría piedra sobre piedra en aquel lugar, hecho que sucedió en el año 70, cuando Jerusalén fue literalmente arrasada por el Imperio Romano en venganza por su sublevación.

Amigo oyente, todo lo que nos rodea está sujeto al juicio de Dios. Dios va a juzgar a los habitantes de la Tierra. Y todo desaparecerá como el humo. Es por eso que la Biblia nos invita a tener tesoro, no en esta Tierra, sino en el Cielo, y a realizar nuestras inversiones allí, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. (Mateo 6:19). Muchos mantienen la fe en sus inversiones, en los ahorros bancarios, en sus bienes materiales, y olvidan que algún día todo será quemado por el fuego, por la Ira de Dios. Leamos ahora lo que nos dice el versículo 2 de este capítulo 16:

2 Fue el primero, y derramó su copa sobre la tierra, y vino una úlcera maligna y pestilente sobre los hombres que tenían la marca de la bestia, y que adoraban su imagen.

La primera Copa, el primer terror, traerá una plaga sin precedentes de úlceras malignas y purulentas. La palabra original es la misma que se usa para describir los granos y las llagas de la plaga de Egipto (Éxodo 9:8-11); los dolores que siguen a la desobediencia de Dios (Deuteronomio 28:35) y la llaga maligna de Job (Job 2:7).

El comentarista bíblico Dr. Vincent escribió: "Cada ángel, al llegar su turno, se retira de la escena celestial, para derramar su juicio de ira sobre la tierra"; es decir, que abandona el lugar de la misericordia celestial, para ejecutar su correspondiente juicio.

La primera copa de juicio está relacionada con gérmenes y bacterias, que atacarán a los seguidores del Anticristo. La Sagrada Escritura declara que la vida de la carne se encuentra en la sangre (Levítico 17:11). También la muerte está en la sangre, y las llagas o úlceras malignas que aparecerán serán más dolorosas que la lepra o el mismo cáncer. En el momento en que el hombre descubra un antídoto para una enfermedad, otra plaga peor aparecerá. De esta manera y por medio de estos juicios, Dios revelará físicamente lo que es el ser humano moralmente, totalmente corrupto. Esta plaga, como veremos, es similar a la sexta plaga de Egipto, siendo, al menos en apariencia, la misma clase de llaga o úlcera que se presentaba allí. Y lo interesante es que Moisés predijo que algún día vendría un juicio sobre Israel, como podemos leer en el libro de Deuteronomio en su capítulo 28, versículo 15: "Pero acontecerá, si no oyeres la voz de Jehová tu Dios, para procurar cumplir todos sus mandamientos y sus estatutos que yo te intimo hoy, que vendrán sobre ti todas estas maldiciones y te alcanzarán". Más adelante en el versículo 27, continúa: "Jehová te herirá con la úlcera de Egipto, con tumores, con sarna, y con comezón de que no puedas ser curado". Más adelante, en el versículo 35 de este mismo capítulo 28 de Deuteronomio, leemos: "Te herirá Jehová con maligna pústula en las rodillas y en las piernas, desde la planta de tu pie hasta tu coronilla, sin que puedas ser curado".

Moisés ya predijo esta plaga, que ahora vemos dirigida hacia aquellos que han recibido la Marca de la Bestia. Sin embargo, aquellos que han rechazado ser marcados con la señal de la Bestia, se encontrarán en una situación igualmente dramática: no podrán comprar, ni vender. Esto implicará que no podrán comprar alimentos, ni dar de comer a su familia. Pero aquellos que tienen grabada la marca de la Bestia, y disfrutaron los privilegios de su protección, Dios les juzgará con esta úlcera maligna, dolorosa y pestilente al final de la Gran Tribulación.

Sin embargo, vemos en Apocalipsis que los juicios de Dios no siempre provocan la conversión de la gente a Dios. Leamos ahora el versículo 3 de este capítulo 16 de Apocalipsis, que dice así:

3 El segundo ángel derramó su copa sobre el mar, y éste se convirtió en sangre como de muerto; y murió todo ser vivo que había en el mar.

Si comparásemos las 10 plagas de Egipto con la lista de los terrores que siguieron al toque de las siete trompetas y las plagas narradas en este capítulo, veríamos elementos comunes; el granizo, las tinieblas, las aguas que se vuelven sangre, las heridas ulceradas, y la llegada de las hordas más allá del Éufrates. También observamos la diferencia entre los terribles sucesos que siguen a las siete trompetas que vimos anteriormente, donde la destrucción fue limitada a una tercera parte de la Tierra, y las consecuencias de una destrucción completa por el derramamiento de las Copas.

La segunda Copa, el segundo terror, es la conversión de todas las aguas del mar en sangre. Éste y el próximo acontecimiento, la conversión de los ríos y de las fuentes de agua dulce en sangre, nos recuerda a la plaga de Egipto, cuando el agua del Nilo se convirtió en sangre (Éxodo 7:17-21). Ahora, todo el mar se convertirá en sangre: se convirtió en sangre como de muerto. El mar se convertirá en la tumba de toda la vida que allí habita. La refrescante brisa del mar se tornará en un hedor irrespirable debido a los cuerpos de millones de animales marinos muertos que flotarán en su superficie. Y, aunque la Biblia no lo menciona, es evidente que el poco comercio que aún quedaba, quedará totalmente paralizado.

La tercera Copa de la Ira hace su aparición en los versículos 4 al 7 del capítulo 16 de Apocalipsis:

4 El tercer ángel derramó su copa sobre los ríos, y sobre las fuentes de las aguas, y se convirtieron en sangre. 5 Y oí al ángel de las aguas, que decía: Justo eres tú, oh Señor, el que eres y que eras, el Santo, porque has juzgado estas cosas. 6 Por cuanto derramaron la sangre de los santos y de los profetas, también tú les has dado a beber sangre; pues lo merecen. 7 También oí a otro, que desde el altar decía: Ciertamente, Señor Dios Todopoderoso, tus juicios son verdaderos y justos.

El agua dulce, que para entonces será un bien escaso, tras una prolongada sequía, - lo vimos en Apocalipsis 11, versículo 6- ahora correrá la misma suerte que los océanos. Además del sufrimiento provocado por la sed, los adoradores del Anticristo no tendrán agua limpia ni para lavar sus llagas. Esta plaga, similar a la de la tercera Trompeta, es nuevamente mucho más severa y dramática. En aquella ocasión sólo quedó afectada una tercera parte del agua dulce del planeta. Ahora, en cambio, la totalidad del agua potable terrestre se tornará en "no potable". Y como usted sabe, la vida sin agua es inviable, por lo que esta plaga implicará necesariamente la destrucción de la vida a una escala sin precedentes en la historia de la Humanidad.

El versículo 6, expresa cómo el Dios Eterno juzgará con justicia a los asesinos de los creyentes y los predicadores del Evangelio. Esta mortandad no tendrá paralelo en la historia (Mateo 24:21), como tampoco lo tendrá la venganza de Dios (Romanos 12:19-21). El ángel del versículo 6, dice: "Por cuanto derramaron la sangre de los santos y de los profetas, también tú les has dado a beber sangre; pues lo merecen", y con ello exonera a Dios de cualquier acusación posible en el sentido de que sus juicios sean demasiado severos. Porque la generación perversa, sin paralelo en la historia, que vivirá en aquel entonces derramará más sangre inocente que cualquier otra antes de ella; sangre de los santos (6:9 y 17:6) y profetas (11:7-10). El juicio de Dios, estimados oyentes, aunque aquí pueda parecer lo contrario, siempre es y será, justo y proporcional.

Amigo, amiga oyente, cualquier cosa que Dios haga es justa. Muchos son los que le echan la culpa a Dios por cosas que hace el hombre, como las guerras, las hambrunas, los genocidios, los desastres naturales, la pobreza, las enfermedades, la injusticia social, las desigualdades económicas. Lo crea o no, Dios creó un mundo perfecto que el hombre, poco a poco, ha ido destruyendo. La Biblia dice que las guerras y, en general, todos los conflictos son provocados por el egoísmo del corazón del hombre, capaz sólo de pensar en sí mismo. Siendo así, habiendo el hombre provocado el caos en la Creación en todos los niveles posibles: económico, social, político, ambiental, etc., ¿quiénes somos nosotros para tachar a Dios de cruel e injusto? Tengamos cuidado con lo que decimos, pues la Biblia también dice que algún día cada uno de nosotros compadecerá ante el Tribunal de Cristo para dar cuenta de cada palabra que salió de nuestra boca.

Veamos ahora lo que dicen los versículos 8 y 9 acerca del derramamiento de la cuarta copa:

8 El cuarto ángel derramó su copa sobre el sol, al cual fue dado quemar a los hombres con fuego. 9 Y los hombres se quemaron con el gran calor, y blasfemaron el nombre de Dios, que tiene poder sobre estas plagas, y no se arrepintieron para darle gloria.

Nuestro Señor Jesucristo predijo que habría señales en el sol durante el período de la Gran Tribulación: "Entonces habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, confundidas a causa del bramido del mar y de las olas". Eso lo leemos en el evangelio según Lucas, capítulo 21, versículo 25. El sol, que siempre ha suministrado luz, calor y energía, se convertirá ahora en un agente destructivo y mortal. Sin agua para beber, los habitantes de la tierra quedarán expuestos a un calor insoportable. Algunos estudiosos del tema han especulado incluso que esto podría llegar a derretir gran parte de los glaciares (suponiendo que, cuando esto suceda, quede aún algún glaciar sin derretir) lo cual aumentaría en unos 60 metros el nivel de los océanos. De ser esto cierto, muchas de las ciudades más grandes del mundo quedarían totalmente inundadas, lo cual resultará en una pérdida de vidas todavía más catastrófica. La interrupción resultante en el transporte marítimo, debido a la anegación de casi la totalidad de puertos marítimos, dificultaría enormemente la distribución de los escasos víveres y agua potable aún disponible.

En el versículo 9 expresa que, por increíble que parezca, los pecadores se empecinarán en no acceder al arrepentimiento y, en lugar de ello, blasfemarán a Dios, pues conocerán perfectamente que es Él quien ha causado todas sus aflicciones.

Seamos cristianos o no, por nuestra propia naturaleza humana, solemos preferir seguir nuestro propio camino, a nuestra manera. Muchos niños, cuando aprender a hablar, lo primero que dicen es "yo solo". Y de adultos, muchos seguimos repitiendo esta misma frase a lo largo de toda nuestra existencia: "Yo solo"; "yo solo puedo", "yo solo soy capaz", "yo solo puedo alcanzarlo todo", o "yo solo me basto para ser feliz".

Amigo y amiga que nos escucha: Usted, solo, no puede, ni sabe, ni llega, ni es capaz. Usted necesita a otros. Nadie es autosuficiente. Y es más, usted, quizá, necesite de algo o Alguien más grande que usted mismo, para lograr trascenderse a sí mismo, lograr sus objetivos y vivir plenamente feliz y realizado. Quizá usted necesita a Dios, pero aún no lo sabe. ¿No desea darle una oportunidad?

Éste es el pensamiento con el cual nos despedimos hoy de usted. ¡Que Dios bendiga Su Palabra, y a usted, estimado oyente!

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