Estudio bíblico de Levítico 15:16-16:4

Levítico 15:16-16:4

En nuestro programa anterior habíamos comenzado a considerar, en el capítulo 15, algunas enfermedades de carácter íntimo relacionadas con la vida en sociedad. Concretamente, en el caso del hombre, el flujo crónico, probablemente causado por la gonorrea. Habíamos comenzado a ver las medidas para evitar el contagio y los sacrificios rituales para su purificación. Recordemos el

Bosquejo

La purificación de los flujos

1. La purificación del hombre, vv. 1-18.

2. La purificación de la mujer, vv. 19-30.

3. El carácter repulsivo y las reglas para estos flujos, vv. 31-33.

Continuamos hoy nuestra lectura examinando los versículos 15 al 18, que finalizan el primer punto del Bosquejo y dicen lo siguiente:

"Y si un hombre tiene emisión de semen, bañará todo su cuerpo en agua y quedará impuro hasta el atardecer. En cuanto a cualquier vestidura o piel sobre la cual haya emisión de semen, será lavada con agua y quedará impura hasta el atardecer. Si un hombre se acuesta con una mujer y hay emisión de semen, ambos se bañarán en agua y quedarán impuros hasta el atardecer."

Dios está interesado en la procreación de la raza humana. El le dio este don al hombre para su bien e inspiración y, en consecuencia, se encargó de proteger cuidadosamente el sisTema. El ser humano siempre se encuentra en peligro de degradarse a sí mismo por medio de aquellas experiencias que fueron creadas para ser las mejores.

Nuestro Señor enseñó que debían evitarse los pensamientos impíos y sensuales, porque son pecaminosos. Mateo 5:27 y 28 dice: Habéis oído que se dijo: "No cometerás adulterio. Pero yo os digo que todo el que mire a una mujer para codiciarla ya cometió adulterio con ella en su corazón".

Pasemos ahora al segundo punto del bosquejo. Leamos los versículos 19 al 24, que tratan sobre que trata sobre

La purificación en la mujer

"Cuando una mujer tenga flujo, si el flujo en su cuerpo es sangre, ella permanecerá en su impureza menstrual por siete días; y cualquiera que la toque quedará impuro hasta el atardecer. También todo aquello sobre lo que ella se acueste durante su impureza menstrual quedará impuro, y todo aquello sobre lo que ella se siente quedará impuro. Cualquiera que toque su cama lavará su ropa, se bañará en agua y quedará impuro hasta el atardecer. Y todo el que toque cualquier cosa sobre la que ella se siente, lavará su ropa, se bañará en agua y quedará impuro hasta el atardecer. Sea que esté sobre la cama o sobre aquello en lo cual ella se haya sentado, el que lo toque quedará impuro hasta el atardecer. Y si un hombre se acuesta con ella y su impureza menstrual lo mancha, quedará impuro por siete días, y toda cama sobre la que él se acueste quedará impura."

Estos versículos se refieren evidentemente a la impureza de la mujer durante su período menstrual, aunque éste era un flujo periódico. Durante el mismo, era considerada impura y se separaría de sus amigos y seres queridos. Era tratada como un proscrito y un leproso (Números 5:2). Esta regla parecía ser excepcionalmente severa. La única explicación que podemos ofrecer es que constituía un recordatorio de la caída del hombre tal como está registrada en el Génesis, y que acarreó el castigo de la muerte. Al ser humano se le recuerda que tuvo un mal comienzo y que no tenía por qué enorgullecerse. Un ser pecaminoso solamente puede producir el pecado en sus variadas formas. Continuemos leyendo los versículos 25 al 29:

"Si una mujer tiene un flujo de sangre por muchos días, no en el período de su impureza menstrual, o si tiene un flujo después de ese período, todos los días de su flujo impuro continuará como en los días de su impureza menstrual; es impura. Toda cama sobre la cual ella se acueste durante los días de su flujo será para ella como la cama durante su menstruación, y todo sobre lo que ella se siente quedará impuro, como la impureza de su impureza menstrual. Cualquiera que toque esas cosas quedará impuro; lavará su ropa, se bañará en agua y quedará impuro hasta el atardecer. Cuando ella quede limpia de su flujo, contará siete días; después quedará limpia. Al octavo día ella tomará consigo dos tórtolas o dos pichones, y los traerá al sacerdote a la entrada de la tienda de reunión."

Esta sección trataba sobre un caso anormal. Era el flujo crónico de la mujer, aparte del período de menstruación, que provocaba una contaminación más prolongada. Se incluían reglas para su aislamiento y se tenía en cuenta que contaminaría la cama en que se acostase y a cualquiera que tocase las cosas que ella había contaminado. También se explicaba la ofrenda que presentaría cuando se hubiese purificado de su flujo.

Estos casos nos dan una visión de la condición de la mujer que sufría de un flujo de sangre, hecho relatado por Lucas 8:38-48. La ley la había excluido del contacto con otros y, sin embargo, ella tocó el manto de Jesús. La ley también la había excluido del templo y de la adoración pública a Dios. La gracia y misericordia del Señor la sanaron, la restauraron a la vida normal y El elogió su fe. Jesús es la fuente para la limpieza de la impureza de nuestros corazones.

Leamos ahora los versículos 31 al 33, que tratan sobre

El carácter repulsivo y las reglas para estos flujos

"Así mantendréis a los hijos de Israel separados de sus impurezas, para que no mueran en sus impurezas por haber contaminado mi tabernáculo que está entre ellos. Esta es la ley para el que tiene flujo y para el hombre que tiene una emisión de semen, contaminándose por él, y para la mujer que está enferma por causa de su impureza menstrual, para el que tenga un flujo, sea hombre o mujer, y para el hombre que se acueste con una mujer impura."

El final de este capítulo dedicado a los flujos crónicos comenta principalmente los pecados sexuales. Se refiere a enfermedades venéreas y la muerte era el castigo para aquellos que no obedeciesen los mandamientos que regulaban los flujos crónicos.

El pecado oculto no es para Dios un asunto trivial, ni ignora El los pecados secretos de los creyentes. Dijo Pablo en 1 Corintios 3:16 y 17: ¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros? Si alguno destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él, porque el templo de Dios es santo, y eso es lo que vosotros sois. Pertenecemos a Dios y somos un templo, donde habita el Espíritu Santo. Abusar de este templo puede ser un pecado mortal. De este pecado mortal habló 1 Juan 5:16, cuando dijo: Si alguno ve a su hermano cometiendo un pecado que no lleva a la muerte, pedirá, y por él Dios dará vida a los que cometen pecado que no lleva a la muerte. Hay un pecado que lleva a la muerte; yo no digo que deba pedir por ése. Es posible, entonces, que un creyente cometa un pecado de tal gravedad que Dios decida llevárselo consigo. Sería inútil orar por esa persona, porque Dios va a disponer de ella. Y ¿cómo saber cual es ese pecado? No lo sabemos. Pero debemos recordar que, cuando es necesario, Dios trata a Sus hijos como un juez que juzga. Eso no quiere decir que cada uno que muere es llevado a Su presencia por ese juicio divino. No obstante, existe un pecado que conduce a la muerte y Dios llama a Sus hijos cuando ellos continúan desobedeciéndole. La desobediencia puede referirse a esta área de los pecados secretos.

El profeta Isaías 59:2, dijo: Pero vuestras iniquidades han hecho separación entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados le han hecho esconder su rostro de vosotros para no escucharos. El hijo de Dios necesita reconocer esta realidad y confesar su pecado. Puede haber pecados secretos que el creyente no confiese. En consecuencia, si Dios le hiere de muerte, no le culpemos por ello. La culpa es del individuo.

Vivimos en una época en que las cuestiones sexuales atraen enormemente a las personas. Los pecados sexuales y todo tipo de abusos se practican desenfrenadamente, dando origen a graves enfermedades que pueden llegar a ser epidémicas. Por todo ello, este capítulo tiene una lección para nuestro tiempo. La imagen es negativa, pero está basada en la familia humana, de la cual formamos parte.

Llegamos así al capítulo 16, lo cual es como salir de la oscuridad hacia la luz. Es como salir de un túnel y encontrarse con el sol del mediodía.

Levítico 16:1-4

Tema: El Gran Día de la Expiación o del perdón. El Yom Kipur.

Este capítulo contiene para nosotros una de las mayores lecciones espirituales. Los Temas tratados hasta ahora en Levítico han sido las ofrendas, los sacerdotes y el pecado. Ninguno de ellos ha tratado final y completamente el Tema del pecado. Llegamos entonces a la sección del libro que trata más extensamente que ninguna otra ese Tema. Los detalles expuestos señalan más específica y adecuadamente la obra de Cristo en la redención. El tratamiento del Tema constituye una imagen anticipada de Su obra redentora.

Decía el apóstol Pablo en Colosenses 2:16 y 17: Por tanto, que nadie os critique por lo que coméis o bebéis, o por cuestiones tales como los días de fiesta, las lunas nuevas y los sábados. Todo esto no es sino la sombra de lo que ha de venir, pero la realidad misma es Cristo. Una sombra puede compararse a una fotografía. Aunque esa fotografía sea un sustituto deficiente de la cosa o persona real, señala hacia esa realidad. Hengstenberg comentó: "La aclaración de la doctrina de los tipos, en la actualidad completamente descuidada, es un problema muy importante para los futuros teólogos". La figura, o tipo de este Gran Día de la Expiación merece un estudio cuidadoso.

El Dr. Kellog explicó de la siguiente manera el significado del Gran Día de la Expiación. "Fue quizás la característica más importante de toda la legislación de Moisés". Los rabinos designaban al Día de la Expiación con el término Yoma, equivalente a "El Día". Era en dicho día en que la cuestión del pecado era tratada de forma más adecuada que en cualquier otra ceremonia del sisTema legal de Moisés.

Observemos la frase del versículo 16: " . . . a causa de sus transgresiones, por todos sus pecados". Y luego, en el versículo 22, "El macho cabrío llevará sobre sí todas sus maldades . . ." Y el versículo 21, " . . . confesará sobre él todas las maldades, rebeliones y pecados de los hijos de Israel". El haría, pues, expiación, obtendría el perdón de todas sus maldades, rebeliones y pecados. Esto era lo mejor que aquel sisTema legal podía ofrecer hasta que llegase Cristo.

Las instrucciones y restricciones de este día surgieron como consecuencia de la rebelión y desobediencia de Nadab y Abiú, hijos de Aarón, cuando entraron en el Lugar Santísimo de la tienda de reunión y fueron castigados inmediatamente por juicio directo de Dios (incidente relatado en el capítulo 10 de este libro de Levítico). Algunos escritores tratan conjuntamente este capítulo 16, con el 10.

El Día del Perdón, o expiación, se celebraba en el séptimo mes, y en el décimo día. Estos números son significativos en la mayor parte de la Biblia. El séptimo era el mes sabático y denotaba descanso y cese de trabajos. Seguramente no carece de significado que este mes hubiese sido elegido para exponer el descanso que implicaba la redención lograda por Cristo. Dice la carta a los Hebreos 4:10, Pues el que ha entrado a su reposo, él mismo ha reposado de sus obras, como Dios reposó de las suyas.

El 10 es otro número importante de la Biblia, y parece transmitir la idea de aquello que expresa la voluntad total de Dios. Había 10 mandamientos; ni uno más, ni uno menos. Dios requirió la décima parte y el remanente de Israel fue definido en Isaías 6:13 como una décima parte. El número 10 comunicaba la mente y el propósito de Dios. El décimo día, en este pasaje, expresaba la verdad de que Cristo vino ha cumplir a Voluntad de Dios, cuando llegó al mundo al cumplirse el tiempo, cuando fue humillado y herido por nosotros, para lograr nuestra redención.

La palabra equivalente a "expiación" es la hebrea kaphar, que significa "cubrir". Dios no quitó los pecados en el Antiguo Testamento. Los cubrió hasta que Cristo viniese a removerlos. Hay varios pasajes de la Biblia que enseñan esta verdad: Hechos 17:30, Por tanto, habiendo pasado por alto los tiempos de ignorancia, Dios declara ahora a todos los hombres, en todas partes, que se arrepientan; Romanos 3:24 y 25: siendo justificados gratuitamente por su gracia por medio de la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios exhibió públicamente como ofrenda de redención, liberación y perdón por su sangre a través de la fe, como demostración de su justicia, porque en su tolerancia, Dios pasó por alto los pecados cometidos anteriormente; Hebreos 9:15, explica que "Jesucristo intervino con su muerte, a fin de unir a Dios y a los hombres como mediador de un nuevo pacto o testamento, para que sean perdonados los pecados cometidos bajo el primer pacto y para que aquellos a quienes Dios ha llamado puedan recibir la herencia eterna que él les ha prometido; Y Hebreos 9:8 y 9 declara que "Con esto, el Espíritu Santo nos da a entender que, mientras la primera parte de la tienda seguía sirviendo para el culto, el camino al santuario todavía no estaba abierto. Todo esto es un símbolo para el tiempo presente, pues las ofrendas y sacrificios que allí se ofrecen a Dios no pueden hacer perfecta la conciencia de los que así le adoran.

El Día del Perdón, o de la expiación, señalaba a Cristo y a Su redención como ningún otro sacrificio, ceremonia u ordenanza del Antiguo Testamento. Revela a Cristo, nuestro Gran Sumo Sacerdote entrando por nosotros en el Lugar Santísimo del cielo.

Ahora veremos, de este capítulo 16, un breve

Bosquejo

El Gran Día del Perdón: capítulo 16.

1. La preparación del sacerdote, vv. 1-6.

2. La preparación del lugar, vv. 7-19.

3. La preparación del pueblo, vv. 20-34.

En este programa solo cubriremos parte de la primera sección, es decir los versículos 1 al 4. titulada,

La preparación del sacerdote

Leamos ahora los versículos 1 y 2:

"El Señor habló a Moisés después de la muerte de los hijos de Aarón, cuando se acercaron a la presencia del Señor y murieron. Dijo el Señor a Moisés: Di a tu hermano Aarón que no en todo tiempo entre en el lugar santo detrás del velo, delante de la tapa que está sobre el arca, no sea que muera; porque yo apareceré en la nube sobre esa tapa."

Las instrucciones, ordenanzas y ritual para el Gran Día del Perdón tuvieron un carácter esencial después del citado incidente de la muerte de Nadab y Abiú. Esta celebración ofrecía una explicación a la muerte repentina de aquellos 2 hombres. La absoluta santidad de Dios y la completa pecaminosidad del hombre quedaban aclaradas en este servicio ritual.

Existe un gran abismo entre Dios y el ser humano, pero tal abismo no permanece estático. Y damos gracias a Dios por ello. Porque ha tendido un puente. Dios anima al ser humano a venir hacia El pero, eso sí, tú debes acercarte a El de la manera indicada por Dios. De esta forma, puedes aproximarte con confianza. Como bien lo expresó la carta a los Hebreos 10:19-22. Por tanto, hermanos, ahora podemos entrar con entera libertad en el santuario por medio de la sangre de Jesucristo, siguiendo el camino nuevo, el camino de vida que él nos abrió a través del velo, es decir, a través de su propio cuerpo: Jesús es nuestro gran sacerdote que está al frente de la casa de Dios. Acerquémonos, pues, a Dios con un corazón sincero y una fe completamente segura, limpios nuestros corazones de mala conciencia y lavados nuestros cuerpos con agua pura. Y el apóstol San Pablo lo expresó de esta manera en Efesios 2:18: Pues por medio de Cristo, unos y otros podemos acercarnos al Padre por un mismo Espíritu.

Observemos que todo esto fue establecido a causa de la intrusión de aquellos 2 hijos de Aarón en el Lugar Santísimo. Y hemos leído en el versículo 2, que Aarón mismo no podía entrar en todo tiempo al Lugar Santísimo. Pero ahora es como si Dios nos dijera que El puede entrar en todo momento a Su Lugar. Para nosotros en la actualidad es diferente. Podemos venir en todo momento y en cualquier lugar y entrar en la presencia de Dios, siempre y cuando vengamos por medio de Cristo.

Finalmente, leamos los versículos 3 y 4:

"Aarón podrá entrar en el lugar santo con esto: con un becerro para ofrenda por el pecado y un carnero para holocausto. Se vestirá con la túnica sagrada de lino, y los calzones de lino estarán sobre sus carnes, y se ceñirá con el cinturón de lino y se cubrirá con la tiara o turbante de lino (estas son vestiduras sagradas). Lavará, pues, su cuerpo con agua y se vestirá con ellas."

La característica única y significativa de este día era que solo el sumo sacerdote llevaba a cabo el ritual. No recibía ninguna ayuda para ello. El versículo 17 de este capítulo 16, dice: Cuando Aarón entre a hacer expiación para obtener el perdón de los pecados en el lugar santo, nadie estará en la tienda de reunión hasta que él salga, para que haga expiación por sí mismo, por su casa y por toda la asamblea de Israel. Todo el trabajo era realizado por Aarón, desde las tareas de menor importancia hasta las propias del oficio de sumo sacerdote. Todos los demás sacerdotes se retiraban de la tienda de reunión. Solo él entraba porque el acto de la expiación era exclusivamente ejecutado por él.

Esto es importante como figura de Cristo. Cuando El llevó los pecados del mundo se encontraba totalmente solo. Por eso exclamó las palabras del Salmo 22:1, Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? ¿Por qué estás tan lejos de mi salvación y de las palabras de mi clamor? Cristo fue abandonado por Dios y los hombres cuando llevó nuestros pecados en la cruz. No obstante, El y el Padre estaban en comunión con respecto al plan de la salvación. Antes de su muerte, Jesucristo dijo, en Juan 16:32, Mirad, la hora viene, y ya ha llegado, en que seréis esparcidos, cada uno por su lado, y me dejaréis solo; y sin embargo no estoy solo, porque el Padre está conmigo. Este es un gran misterio. Fue San Pablo el que dijo en 2 Corintios 5:19, que Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo mismo.

El sumo sacerdote se quitaba sus ropas, que reflejaban belleza y gloria y, después de lavarse, se vestía únicamente con el mismo traje de lino que llevaban los demás sacerdotes. Quedaba desprovisto de adornos, pero puro y limpio.

Este era una hermosa imagen que prefiguraba a Cristo, que dejó Su gloria y asumió la naturaleza humana para morir en la cruz. Juan lo describió adecuadamente en 1:1, 14, 18. En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios. Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros, y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad. Nadie ha visto jamás a Dios; el unigénito Dios, que está en el seno del Padre, El le ha dado a conocer. Nuestro Señor no dejó Su deidad, pero se despojó de Su gloria cuando vino a esta tierra como un hombre. Esa humillación fue elocuentemente descrita en la carta a los Filipenses 2:5-8. Haya, pues, en vosotros esta actitud que hubo también en Cristo Jesús, el cual, aunque existía en forma de Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse, sino que se despojó a sí mismo tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres. Y hallándose en forma de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.

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