Estudio bíblico de Lucas 7:36-8:56

Lucas 7:36-8:56

Nuestro programa de hoy comienza con una invitación muy especial que Jesús recibió para ir a comer a una casa. Vamos a leer, pues, el versículo 36 que nos introduce a un nuevo párrafo titulado

Jesús fue a comer a casa de un fariseo

"Uno de los fariseos rogó a Jesús que comiera con él. Y habiendo entrado en casa del fariseo, se sentó a la mesa."

Esta fue una de las ocasiones notables en que Jesús fue invitado a comer. Tales eventos sociales como una salida a comer, nunca fueron intrascendentes. Recordemos que El había estado denunciando a los Fariseos, y recordemos con quienes les comparó, así que resultaba difícil creer que la invitación de este Fariseo fuese un gesto amistoso. Quizás le invitó a su casa para espiarle, a ver si podía encontrar en El algo malo o reprochable. Continuemos leyendo los versículos 37 al 39:

"Entonces una mujer de la ciudad, que era pecadora, al saber que Jesús estaba a la mesa en casa del fariseo, trajo un frasco de alabastro con perfume; y estando detrás de él a sus pies, llorando, comenzó a regar con lágrimas sus pies, y los secaba con sus cabellos; y besaba sus pies y los ungía con el perfume. Cuando vio esto el fariseo que lo había convidado, dijo para sí: Si este fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que lo toca, porque es pecadora."

En aquel tiempo, si uno tenía invitados, los vecinos tenían derecho a entrar y quedarse junto a la pared o a permanecer en cuclillas mirando. No hacían comentarios; solo observaban la escena. La mujer entró y ocupó un lugar detrás del Señor Jesús. En esos días no se sentaban a la mesa en sillas; se reclinaban en lechos y en uno de ellos se encontraba reclinado Jesús, con Sus pies fuera y por detrás, apoyado en su brazo, mientras conversaba a través de la mesa con su anfitrión. Mientras la mujer permanecía a los pies del Señor Jesús, llorando, porque sus pecados habían sido perdonados, comenzó a humedecer los pies de Jesús con sus lágrimas, secándolos con sus propios cabellos. Después besó sus pies y los ungió con el costoso perfume que traía.

Este anciano Fariseo no hubiera hablado con esta clase de mujer si hubiese estado en la calle. Quizás hubiera podido tener tratos con ella al oscurecer, cuando nadie pudiese verle. Pero no tendría nada que ver con una mujer de esa reputación durante las horas del día. Cuando la vio secando y besando los pies del Señor, pensó que El no debía ser un profeta porque de otra manera hubiera sabido que tipo de mujer era y no aceptaría tener que ver nada con ella. Continuemos leyendo los versículos 40 al 43:

"Entonces, respondiendo Jesús, le dijo: Simón, una cosa tengo que decirte. Y él le dijo: Di, Maestro. Un acreedor tenía dos deudores: uno le debía quinientos denarios y el otro, cincuenta. No teniendo ellos con qué pagar, perdonó a ambos. Di, pues, ¿cuál de ellos lo amará más? Respondiendo Simón, dijo: Pienso que aquel a quien perdonó más. Él le dijo: Rectamente has juzgado."

Esta es una de las más deliciosas parábolas registradas por Lucas. Por el contenido de esta historia podemos ver la dirección que el Señor estaba tomando. Continuemos con el versículo 44;

"Entonces, mirando a la mujer, dijo a Simón: ¿Ves esta mujer? Entré en tu casa y no me diste agua para mis pies; pero ella ha regado mis pies con lágrimas y los ha secado con sus cabellos."

Por primera vez Jesús reconoció la presencia de esta mujer. No le había prestado ninguna atención hasta este momento, pero entonces se volvió y la miró. Mientras la miraba, le dijo a Simón, que estaba al otro lado de la mesa: "¿Ves esta mujer?". Simón ya había dicho que pensaba que el Señor no sabía que clase de mujer era; de otro modo no habría dejado que le tocase. Ahora el Señor le preguntaba: "¿Simón, conoces realmente a esta mujer? Mírala. Tu crees que la ves pero no la ves en absoluto". El Señor estaba realmente cogiéndole a este Fariseo a contrapelo. Esta es la razón por la que creo que el Señor no había sido invitado a cenar como un gesto amistoso, sino para ser espiado por su anfitrión. Leamos los versículos 45 al 48, para ver lo que el Señor le dijo:

"No me diste beso; pero ella, desde que entré, no ha cesado de besar mis pies. No ungiste mi cabeza con aceite; pero ella ha ungido con perfume mis pies. Por lo cual te digo que sus muchos pecados le son perdonados, porque amó mucho; pero aquel a quien se le perdona poco, poco ama. Y a ella le dijo: Tus pecados te son perdonados."

Es como si el Señor le hubiera dicho: "Hoy no has practicado las más elementales normas de cortesía" El Señor resaltó que no había mostrado buenos modales. Si Simón hubiera sido un anfitrión correcto, habría lavado los pies del Señor. Habría ungido Su cabeza y le habría besado. Esa era la costumbre de aquella época, pero Simón no había guardado esas formalidades.

Hubiera deseado estar presente en aquella cena. Nuestro Señor era el mejor orador para pronunciar discursos de sobremesa. Lo que le dijo hizo palidecer el alma de Simón. Esta pobre mujer de la calle, sin esperanza, quería recibir el perdón. El Dios del cielo estaba allí y El la perdonó. Entonces le dijo a Simón: "Rectamente has juzgado, cuando dijiste que aquel deudor que debía más, sería naturalmente el que amaría más a quien le perdonó la deuda. Pues bien. Ella es una gran pecadora y le ha sido personado mucho. Pero tú, como no crees ser un pecador, ni siquiera has pedido el perdón". Y así fue como aquel anciano e hipócrita Fariseo quedó allí, como un pecador no perdonado.

Para terminar este capítulo 7, leamos los versículos 49 y 50:

"Los que estaban juntamente sentados a la mesa, comenzaron a decir entre sí: ¿Quién es este, que también perdona pecados? Pero él dijo a la mujer: Tu fe te ha salvado; ve en paz."

Esto es pertinente para nuestro tiempo. Si, desde un punto de vista meramente formal, eres miembro de alguna iglesia y nunca le has pedido al Señor Jesús que te perdone, estás perdido. Esta mujer no tenía ninguna obra buena a su favor, ni méritos que cambiasen su situación frente a Dios. Pero ella creyó en el Señor, confió en Cristo y pidió perdón.

Lucas 8:1-56

Tema: Dos parábolas de Jesús: el sembrador y la lámpara encendida; Jesús habló de relaciones personales, calmó una tempestad, expulsó demonios en Gadara, sanó a una mujer con un flujo de sangre, y restauró a la vida a la hija de Jairo.

Todos estos eventos fueron registrados en los otros Evangelios Sinópticos. El primer párrafo nos habla de

Las mujeres que sirvieron a Jesús

Al continuar Jesús su ministerio, vemos que muchas personas iban con El, algunas vinculadas a altos cargos. Leamos los versículos 1 al 3:

"Aconteció después, que Jesús iba por todas las ciudades y aldeas, predicando y anunciando el evangelio del reino de Dios. Lo acompañaban los doce y algunas mujeres que habían sido sanadas de espíritus malos y de enfermedades: María, que se llamaba Magdalena, de la que habían salido siete demonios, Juana, mujer de Chuza, intendente de Herodes, Susana y otras muchas que ayudaban con sus bienes.

Después de leer esta relación, leeremos los versículos 4 al 15, sobre la

Parábola del sembrador

"Juntándose una gran multitud y los que de cada ciudad venían a él, les dijo por parábola: El sembrador salió a sembrar su semilla; y mientras sembraba, una parte cayó junto al camino, fue pisoteada y las aves del cielo se la comieron. Otra parte cayó sobre la piedra y, después de nacer, se secó, porque no tenía humedad. Otra parte cayó entre espinos, y los espinos que nacieron juntamente con ella la ahogaron. Y otra parte cayó en buena tierra, nació y llevó fruto hasta de cien granos por semilla. Hablando estas cosas, decía con fuerte voz: El que tiene oídos para oir, oiga. Sus discípulos le preguntaron: ¿Qué significa esta parábola? Él dijo: A vosotros os es dado conocer los misterios del reino de Dios, pero a los otros por parábolas, para que viendo no vean y oyendo no entiendan. Esta es, pues, la parábola: La semilla es la palabra de Dios. Los de junto al camino son los que oyen, pero luego viene el diablo y quita de su corazón la palabra para que no crean y se salven. Los de sobre la piedra son los que, habiendo oído, reciben la palabra con gozo, pero no tienen raíces; creen por algún tiempo, pero en el tiempo de la prueba se apartan. La que cayó entre espinos son los que oyen pero luego se van y son ahogados por las preocupaciones, las riquezas y los placeres de la vida, y no llevan fruto. Pero la que cayó en buena tierra son los que con corazón bueno y recto retienen la palabra oída, y dan fruto con perseverancia."

El sembrador es Jesús. La semilla es Su Palabra. Los pájaros son un símbolo del diablo. Los lugares pedregosos son aquellos que reciben la Palabra de Dios con un entusiasmo humano y emocional. Y los problemas y la persecución desalientan su interés. Por un tiempo estos oyentes de la Palabra manifiestan un gran interés y celo, pero una pequeña dificultad revela su falta de verdadera fe. Solo una parte de la semilla cae en buena tierra y produce una gran cosecha. Estos son los que han oído y se han convertido genuinamente por la Palabra de Dios.

Leamos los versículos 16 al 18, que nos cuentan la

Parábola de la lámpara encendida

"Nadie enciende una luz para después cubrirla con una vasija, ni la pone debajo de la cama, sino que la pone en un candelero para que los que entren vean la luz. Así nada hay oculto que no haya de ser descubierto, ni escondido que no haya de ser conocido y de salir a la luz. Mirad, pues, cómo oís, porque a todo el que tiene, se le dará, y a todo el que no tiene, aun lo que piensa tener se le quitará."

Esta parábola de la lámpara es una de acción. La luz crea responsabilidad. Un hombre que recibe la verdad debe actuar en consecuencia. Seremos considerados responsables por el nivel de luz que hayamos recibido. El caso es que estábamos en la oscuridad hasta que la luz del Evangelio nos alcanzó. A veces tenemos la impresión de que el ser humano es un pecador debido a su debilidad o por causa de su ignorancia. San Pablo dijo cándidamente en Romanos 1 que los seres humanos, cuando conocieron a Dios no le honraron como Dios ni le dieron las gracias. El ser humano es deliberadamente pecador. Esa es la clase de pecadores que todos nosotros somos y la luz que llega creará una responsabilidad. Llegamos a este mundo perdidos, y si no aceptamos la Luz, que es Cristo, permanecemos perdidos. Seremos considerados responsables de acuerdo con el grado de luz que hayamos recibido.

Leamos a continuación los versículos 19 al 21, que nos hablan de

Las relaciones personales

"Entonces su madre y sus hermanos vinieron a él; pero no podían llegar hasta él por causa de la multitud. Y se le avisó, diciendo: Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren verte. Él entonces respondiendo, les dijo: Mi madre y mis hermanos son los que oyen la palabra de Dios y la obedecen."

En este pasaje Jesús estaba manifestando una nueva relación. No estaba negando Sus relaciones familiares, pero estaba dispuesto a declarar una relación infinitamente más profunda, elevada, y más permanente, que trascendería con mucho cualquier relación de sangre. Esta sería una relación que mantendría al creyente vigorosamente muy cerca de El.

Leamos ahora los versículos 22 al 25, en los cuales

Jesús calmó la tempestad

Aconteció un día, que entró en una barca con sus discípulos y les dijo: Pasemos al otro lado del lago. Y partieron. Pero, mientras navegaban, él se durmió. Y se desencadenó una tempestad de viento en el lago, y se anegaban y peligraban. Vinieron a él y lo despertaron, diciendo: ¡Maestro, Maestro, que perecemos! Despertando él, reprendió al viento y a las olas; y cesaron y sobrevino la calma. Y les dijo: ¿Dónde está vuestra fe? Atemorizados, se maravillaban y se decían unos a otros: ¿Quién es éste, que aun a los vientos y a las aguas manda, y lo obedecen?"

Jesús dio la orden de cruzar el mar. Y surgió una tormenta que no era ordinaria. La intensidad de la tempestad sugería la ferocidad de Satanás. El Señor se dispuso a descansar porque estaba tan cansado que el violento temporal no le perturbó. Los discípulos se asustaron porque temieron que todos los que estaban a bordo perecerían. La tempestad no le molestó a Señor pero sí la actitud de Sus discípulos. El reprendió al viento y al mar, como quien reprende a un perro sujeto a una correa. Literalmente el mandato fue "¡Quédate amordazado!" El milagro consistió en el hecho de que el viento cesó inmediatamente y el mar, cuyas olas podrían haberse prolongado por horas, se calmaron instantáneamente quedando tan inmóviles como un cristal. Con cuanta frecuencia El nos hace pasar por las tormentas de la vida para que tengamos que acercarnos más a El y aprender así qué clase de Hombre El es realmente.

En el siguiente párrafo, tenemos el relato en que

Jesús expulsó demonios en Gadara

Nuestro Señor llegó a Gadara donde vivía un maníaco que estaba poseído por demonios. Debido a su profesión médica, Lucas trató esta historia con mayor detalle que los otros escritores. Leamos los versículos 26 y 27:

"Arribaron a la tierra de los gadarenos, que está en la ribera opuesta a Galilea. Al llegar él a tierra, vino a su encuentro un hombre de la ciudad, endemoniado desde hacía mucho tiempo; no vestía ropa ni habitaba en casa, sino en los sepulcros."

Aparentemente los endemoniados eran 2 y Lucas seleccionó a uno con un propósito definido. ¿Por qué? Lucas era un médico y estaba intentando presentar una ilustración. En cuanto al asunto de los demonios, hay quienes creen que pertenecen a la categoría de los fantasmas, duendes, gnomos, sátiros, fábulas, hadas, etc. Por muchos años el punto de vista del cristiano sobre los demonios fue que si tales personajes existieron alguna vez, ya no existen en la actualidad. Sin embargo, yo creo que estamos presenciando una manifestación y resurgimiento de la posesión demoníaca en nuestro tiempo. Es difícil explicar qué está ocurriendo en nuestra sociedad contemporánea, sin creer en la existencia de los demonios.

Lucas trató el Tema de los demonios con una notable intuición, desde el punto de vista de un médico, más que de una perspectiva científica. El relato que Mateo registró de esta historia fue práctico y realista. El de Marcos fue más emocional y espectacular. Anteriormente en su relato, Lucas trató sobre lo demoníaco y aclaró que el demonismo y las enfermedades eran diferentes. La posesión demoníaca es una realidad, tanto como puede serlo el cáncer o la lepra. Los demonios perturban a los seres humanos física, mental y espiritualmente. Pueden destruir las almas de las personas y ser la perdición eterna de los seres humanos. En el próximo capítulo Lucas nos dirá que los demonios son sinónimos de los espíritus impuros.

El caso del endemoniado de Gadara es uno de los peores que ha quedado registrado. Hay que considerar algunos hechos relacionados con este relato. La tribu de Gad habitaba la región de Gadara. Esta tribu no había cruzado el Río Jordán con Josué, cuando Israel habitaba la tierra. El hombre poseído por los demonios estaba desnudo y vivía entre las tumbas y cuevas. Su personalidad se había degradado y destruido. No tenía voluntad propia; estaba poseído y controlado por los demonios. Continuemos leyendo los versículos 28 y 29:

"Al ver a Jesús, lanzó un gran grito, y postrándose a sus pies exclamó a gran voz: ¿Qué tienes conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te ruego que no me atormentes. (Jesús le ordenaba al espíritu impuro que saliera del hombre, pues hacía mucho tiempo que se había apoderado de él; y lo ataban con cadenas y grillos, pero, rompiendo las cadenas, era impelido por el demonio a los desiertos.)"

El poseído por el demonio reconoció a Jesús. El apóstol Santiago nos dijo en 2:19, Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan. Los demonios son los enemigos de Dios y como tales, serán juzgados.

¿Cuál fue el origen de los demonios? No podemos ser dogmáticos. El mundo físico tiene elementos inherentes que no pueden ser vistos, como el átomo. De la misma manera, en el mundo espiritual hay ciertos elementos que no podemos ver. Los ángeles son reales, aunque no podamos verlos. Hay 2 clases de ángeles: aquellos que están con Dios y le sirven y los que cayeron con Satanás en el principio. Homero habló de "daimon" y de "Theos" como si fuesen sinónimos. Hesíodo, el filósofo griego, dijo que todos los demonios eran buenos, mientras que otro filósofo griego, Empédocles, declaró que los demonios son tanto malos como buenos. Detrás de todas las formas de idolatría y de las religiones antiguas ha estado el demonismo.

Los demonios controlan al ser humano de manera que éste no puede hacer lo que desea. Le pueden conducir a realizar acciones terribles, y le pueden impulsar a llevar a cabo acciones que destruyan su alma. Pueden inducir crímenes entre miembros de la familia y al suicidio. Impulsan así a realizar actos que las personas luego son incapaces de explicar por qué los han cometido. Estos son sucesos de la vida diaria, sin embargo, la mayoría de las personas culpan a cualquier factor para explicar la causa de estos hechos tremendos, menos a los demonios. Leamos los versículos 30 al 33:

"Jesús le preguntó: ¿Cómo te llamas? Él dijo: Legión. Muchos demonios habían entrado en él y le rogaban que no los mandara al abismo. Había allí un hato de muchos cerdos que pacían en el monte; y le rogaron que los dejara entrar en ellos. Él les dio permiso. Entonces los demonios salieron del hombre y entraron en los cerdos, y el hato se precipitó por un despeñadero al lago, y se ahogó."

Los demonios no querían ir al abismo o lugar donde están encarcelados los otros ángeles caídos, de los cuales nos habla el libro de Judas 6: (Y a los ángeles que no conservaron su debido puesto, sino que abandonaron su propio hogar, Dios los retiene en prisiones oscuras y eternas para el gran día del juicio.) Los demonios quieren habitar el cuerpo de una persona. Cuando un demonio es expulsado de ella, andará vagando y volverá a intentar entrar nuevamente en esa persona; o, si no puede, se dirigirá a otra persona para intentar lo mismo. No quiere permanecer sin un cuerpo. Vemos en este pasaje que estaban dispuestos a ir a los cuerpos de los cerdos que se alimentaban en las laderas antes que ir al abismo, y así se lo pidieron al Señor. Observemos que los cerdos prefirieron morir antes que tener a los demonios morando en ellos. Dicen los versículos 34 al 36:

"Los que apacentaban los cerdos, cuando vieron lo que había acontecido, huyeron y dieron aviso en la ciudad y por los campos. Y salieron a ver lo que había sucedido; vinieron a Jesús y hallaron al hombre de quien habían salido los demonios sentado a los pies de Jesús, vestido y en su cabal juicio; y tuvieron miedo. Los que lo habían visto les contaron cómo había sido salvado el endemoniado."

En aquel hombre se realizó una maravillosa transformación. Solo Cristo puede liberar del poder de Satanás. Necesitamos pedir la ayuda de Dios para hacer frente al resurgimiento del demonismo en nuestra época. Los versículos 37 al 40 añaden lo siguiente:

"Entonces toda la multitud de la región alrededor de los gadarenos le rogó que se alejara de ellos, pues tenían gran temor. Entró, pues, Jesús en la barca y se fue. El hombre de quien habían salido los demonios le rogaba que lo dejara quedarse con él, pero Jesús lo despidió, diciendo: Vuélvete a tu casa y cuenta cuán grandes cosas ha hecho Dios contigo. Él, entonces, se fue, publicando por toda la ciudad cuán grandes cosas había hecho Jesús con él. Cuando volvió Jesús, lo recibió la multitud con gozo, pues todos lo esperaban."

Resulta sorprendente leer que la gente de Gadara le pidiese al Señor que se fuera de sus costas. Preferían tener a los cerdos, que a El. Hay en nuestro tiempo muchas personas que deberían realizar un examen de conciencia ante la posibilidad de que prefieran tener en sus vidas otras cosas -de valor equivalente a los cerdos- antes que tener a Cristo.

El párrafo siguiente se titula

Jesús sanó a la mujer con un flujo de sangre y restauró a la vida a la hija de Jairo

Cuando Jesús regresó a la otra orilla del Mar de Galilea, las multitudes de reunieron a su alrededor. Entre aquella gente, había 2 personas desesperadas. Leamos los versículos 41 al 44:

"Entonces llegó un hombre llamado Jairo, que era un alto dignatario de la sinagoga; postrándose a los pies de Jesús, le rogaba que entrara en su casa, porque tenía una hija única, como de doce años, que se estaba muriendo. Y mientras iba, la multitud lo oprimía. Pero una mujer que padecía de flujo de sangre desde hacía doce años, y que había gastado en médicos todo cuanto tenía y por ninguno había podido ser curada, se le acercó por detrás y tocó el borde de su manto. Al instante se detuvo el flujo de su sangre."

Jairo vino para que el Señor sanase a su hija, no para que la resucitase. Su fe era pequeña, pero su situación desesperada. Creyó que Jesús tendría que tocarla. Mientras Jesús hablaba con él, fueron interrumpidos por la mujer con el flujo de sangre, que había estado sufriendo de este mal por 12 años. La hija de Jairo tenía 12 años. Así fue que 12 años de oscuridad terminaban y 12 años de luz se apagaban. Veamos los versículos 45 al 48

"Entonces Jesús dijo: ¿Quién es el que me ha tocado? Todos lo negaban, y dijo Pedro y los que con él estaban: Maestro, la multitud te aprieta y oprime, y preguntas: ¿Quién es el que me ha tocado?. Pero Jesús dijo: Alguien me ha tocado, porque yo he sentido que ha salido poder de mí. Entonces, cuando la mujer vio que había sido descubierta, vino temblando y, postrándose a sus pies, le declaró delante de todo el pueblo por qué causa lo había tocado y cómo al instante había sido sanada. Él le dijo: Hija, tu fe te ha salvado; ve en paz."

En medio de tanta gente que le apretaba, solo la mujer fue sanada. Continuemos leyendo los versículos 49 al 53:

"Estaba hablando aún, cuando vino uno de casa del alto dignatario de la sinagoga a decirle: Tu hija ha muerto; no molestes más al Maestro. Oyéndolo Jesús, le respondió: No Temas; cree solamente y será salva. Entrando en la casa, no dejó entrar a nadie consigo, sino a Pedro, a Jacobo, a Juan y al padre y a la madre de la niña. Todos lloraban y hacían lamentación por ella. Pero él dijo: No lloréis; no está muerta, sino que duerme. Y se burlaban de él, porque sabían que estaba muerta."

Vemos que cuando llegaron a la casa de Jairo las plañideras ya habían comenzado su trabajo. Solo detuvieron sus llantos para burlarse de Jesús, en su incredulidad. Continuemos leyendo los versículos 54 al 56:

"Pero él, tomándola de la mano, clamó diciendo: ¡Muchacha, levántate! Entonces su espíritu volvió, e inmediatamente se levantó; y él mandó que se le diera de comer. Sus padres estaban atónitos; pero Jesús les mandó que a nadie dijeran lo que había sucedido."

Finalmente, observemos nuevamente el método que Jesús utilizaba para restaurar a alguien a la vida era siempre el mismo. El les hablaba, y ellos escuchaban Su voz. Una vez más nuestro Señor había demostrado que era Dios. Y así ocurrirá también en el día de la resurrección de los creyentes. Pero hasta que ese día llegue, la voz de Jesús resuena en un mundo donde muchísimas personas están espiritualmente muertas en sus maldades y pecados. Para ellas, Jesús continúa hoy hablando, desde Juan 5:24, El que oye mi palabra y cree al que me envió tiene vida eterna, y no vendrá a condenación, sino que ha pasado de muerte a vida.

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