Estudio bíblico de Números 6:9-7:89

Números 6:7 - 7:89

Continuamos hoy estudiando el capítulo 6 de este libro de Números y en nuestro programa anterior, estábamos hablando sobre los nazareos. Y decíamos que cuando una persona hacía este voto voluntario de nazareo, había tres cosas que le estaban prohibidas: en primer lugar, no debía beber vino ni sidra; en segundo lugar, no debía cortarse el cabello; y en tercer lugar, no debía acercarse a una persona muerta. Decíamos con respecto a esta última prohibición, que tal persona tenía que vivir separada del mundo. En otras palabras, Dios debía ser lo primero en su vida. Recuerde usted que el Señor Jesús dijo en Lucas 14:33: "Así, pues, cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo." Y el Señor hizo mención del padre y de la madre, y de la familia en el versículo 26 del mismo capítulo. En otras palabras, Cristo siempre debe ocupar el primer lugar. El merece tener la más alta prioridad en nuestras vidas. Decíamos también que este voto es voluntario. Dios no manda a nadie, que haga el voto de nazareo. Pero si usted amigo oyente, quiere hacer una promesa y dedicarle su vida, tenga la certeza de que le costará el precio de renunciar a algo.

Ahora, el creyente en Cristo hoy en día, no hace un voto de nazareo y tiene a Jesucristo que le ofrece la oportunidad para vivir íntimamente con El. Ahora, esta opción tiene un carácter voluntario. Es preciso que usted realmente desee escogerla. Pero este andar íntimo con Jesucristo, está a su entera disposición y es necesario que usted viva cerca al Señor, para poder servirle. Son muchos las personas que han estado dispuestas a hacer este sacrificio por El y por eso han gozado, han disfrutado de una relación íntima de compañerismo con Cristo Jesús.

Hoy comenzaremos diciendo que hay varios ejemplos en las Escrituras, de hombres que hicieron este voto. Creemos que Juan el Bautista, por ejemplo, fue nazareo durante toda su vida. Sansón, también era nazareo.

Ahora, usted amigo oyente, no puede consagrarse a sí mismo. Sólo Dios puede consagrarle. En realidad, lo que usted hace, es venir a Dios con las manos vacías, sin ofrecerle nada. Porque no tenemos nada que ofrecerle. Somos pecadores que hemos sido salvados por la gracia. Simplemente, acudimos a Dios con nuestras manos vacías, para ofrecerle nuestra devoción, nuestra adoración, nuestro amor, nuestro servicio, nuestro tiempo. Entonces en nuestra carencia absoluta El nos llena, y nos utiliza para Su honra y para Su gloria.

A veces, cuando usted se declara a favor de Dios, notará que tiene que quedarse sólo. Y es que, El tiene que ser lo primero en su vida. Muchos hoy en día dicen que son cristianos consagrados; pero no tienen el valor de abstenerse de hacer algo o de adoptar una actitud que ofenda a otras personas, porque temen quedarse socialmente excluidos.

El hecho es que si usted, amigo oyente, quiere entregarse al Señor para una dedicación total, será Cristo quien tenga la más alta prioridad sobre toda otra cosa, en cada aspecto de su vida. Usted debe encontrar su satisfacción en las cosas de Dios. El versículo 8 de este capítulo 6 de Números, que leímos en nuestro programa anterior, dice:

"Todo el tiempo de su nazareato estará consagrado a Jehová."

Creemos que muchos de nosotros, hoy en día, perdemos muchas bendiciones. Uno puede ser cristiano, pero eso en sí, no significa que esté consagrado a Dios. Quizás esté Ud. pasando actualmente por momentos de dificultad o aflicción. ¿Por qué no se consagra Ud. a Dios? Si Ud. ya es un cristiano, puede entregarse a Dios de una manera concreta. Ciertamente la consagración a Dios no es garantía de que no habrá dificultades y pruebas, ni removerá las aflicciones, pero las hará más soportables. El Señor Jesucristo dijo en Mateo capítulo 11, versículos 29 y 30: "Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga" ¡Estar unido a El de esta manera, es una experiencia maravillosa!

Continuemos ahora con los versículos 9 y 10 de este capítulo 6 de Números:

"Si alguien muere súbitamente junto a él y contamina su cabeza consagrada, el día de su purificación, es decir, el séptimo día, se afeitará la cabeza. Al octavo día traerá dos tórtolas o dos pichones al sacerdote, a la puerta del Tabernáculo de reunión."

Dios urge a que Sus hijos cumplan los votos que hacen. Si el nazareo era contaminado, tenía que traer un sacrificio. Dios no requiere que se haga un voto, pero cuando se hace una promesa, el no cumplirla es un asunto serio.

Creemos que hay muchos cristianos que han prometido a Dios que harían ciertas cosas que en realidad, nunca han cumplido, y eso explica su condición tan triste, hoy en día. Aparentan comportarse de una manera piadosa pero, en realidad, estas mismas personas abandonan una y otra vez al Señor, y ante el menor contratiempo, experimentan verdaderos fracasos espirituales.

Por otra parte, son muchos hoy en día los que no prometen nada a Dios, porque tienen miedo de no poder cumplir lo prometido. Y así pues, no quieren comprometerse para nada en relación con Dios. Amigo oyente, creemos que esta es una razón por la cual, los creyentes actuales pierden muchas bendiciones.

Ahora, en los versículos siguientes, hasta el versículo 21, de este capítulo 6 de Números, Dios entra en muchos detalles para dar a conocer que El realmente espera que cumplamos nuestros votos al pie de la letra. Y también recalca que no debemos hacer un voto a Dios y luego decidir hacer otra cosa, en lugar de cumplir lo prometido. Pero, por otra parte, promete que si hacemos un acuerdo con Dios y lo cumplimos, El nos bendecirá. Dios es muy serio y muy práctico en cuanto a estas cosas, y nosotros también debiéramos serlo. Dios siempre nos bendecirá si le somos fieles a El y a lo que le hemos prometido. Hay una gran lección espiritual aquí para nosotros. Y esto, amigo oyente, es algo en lo cual usted debe reflexionar mucho y con seriedad en este día. Este capítulo 6 de Números, termina con los versículos que leeremos a continuación, desde el 22 al 27 que incluyen

La bendición sacerdotal

"Jehová habló a Moisés y le dijo: Habla a Aarón y a sus hijos, y diles: Así bendeciréis a los hijos de Israel. Les diréis: El Señor te bendiga y te guarde. El Señor haga resplandecer su rostro sobre ti y tenga de ti misericordia; El Señor alce sobre ti su rostro y ponga en ti paz. Así invocarán mi nombre sobre los hijos de Israel, y yo les bendeciré."

Aquí en el Antiguo Testamento, aunque en forma indirecta, encontramos a la Trinidad en acción. Dios el Padre, es la Fuente de toda bendición. El Señor Jesús es quien hace resplandecer Su rostro sobre nosotros. Y el Espíritu Santo alza Su rostro sobre nosotros y pone en nosotros la paz. Esta es la única manera en que podemos llegar a Dios y experimentar la paz de Dios. El es quien hace que estas cosas sean una realidad en nuestros corazones.

El Dios Trino y Uno les da esta bendición a los israelitas. El censo ya ha sido tomado y todos saben cual es su genealogía. Las banderas han sido levantadas y todos se reúnen junto a su bandera correspondiente. Deben seguir su bandera y deben acampar en los puestos que les han sido asignados en el campamento, junto a sus propias tribus y familias. El campamento ha sido limpiado, purificado. Ahora, el Señor les bendice. Y ésta es la única manera en que Dios puede bendecir.

Muchos creyentes en la actualidad no conocen la bendición de Dios. El problema es que no están preparados para ponerse en marcha, en acción. Tratan de comenzar sin poner primero las cosas en su debido orden. Son como soldados que no están seguros de su origen, de su rango, ni de su misión específica. El Apóstol Pablo, escribiendo a la Iglesia de Corinto, dice en su primera carta, capítulo 14, verso 40: "Pero hágase todo decentemente y con orden." Amigo y hermano que nos escucha, como aquel pueblo en el desierto, conozca usted su linaje; conozca cuál es su bandera; limpie el campamento. ¡Qué bendición tan maravillosa es esta, que Dios el Padre nos guarda, nos protege! El Hijo, hace resplandecer Su rostro sobre nosotros, nos ilumina. Fue Dios el Hijo quien dijo: "Yo soy la luz del mundo." Y Dios, el Espíritu Santo nos concede la paz. ¡Qué capítulo más glorioso es este! Y así amigo oyente, concluimos nuestro estudio del capítulo 6 de Números. Y llegamos al

Números 7

que es otra notable sección de este libro. Este capítulo 7 es el segundo capítulo más largo de la Biblia. A propósito, ¿sabe usted cuál es el capítulo más largo? Es el Salmo 119. Todo ese Salmo 119, habla de la Palabra de Dios. Aquí, en Números 6, encontramos 89 versículos, ¿y sabe usted de qué hablan? Hablan de las ofrendas de los príncipes, hablan de lo que trajeron los príncipes, y así realmente, es un capítulo más bien monótono, porque contiene muchas repeticiones. Se nos mencionan todos los príncipes y se nos dice exactamente lo que cada uno de ellos trajo como ofrenda. Las ofrendas de las doce tribus eran idénticas y fueron entregadas en doce días consecutivos. Comencemos, pues, leyendo los primeros dos versículos de este capítulo 7:

"Aconteció que cuando Moisés acabó de levantar el Tabernáculo, lo ungió y lo consagró junto con todos sus utensilios. Asimismo ungió y santificó el altar y todos sus utensilios. Entonces los príncipes de Israel, los jefes de las casas de sus padres, los cuales eran los príncipes de las tribus que estaban sobre los registrados en el censo, se acercaron"

Pasemos ahora al versículo 11, leyendo hasta el 17:

"Y Jehová dijo a Moisés: Presentarán su ofrenda, un príncipe un día y otro príncipe otro día, para la dedicación del altar. El que presentó su ofrenda el primer día fue Naasón hijo de Aminadab, de la tribu de Judá. Su ofrenda fue un plato de plata de mil cuatrocientos treinta gramos de peso y un jarro de plata de setecientos setenta gramos, según el peso oficial del santuario, ambos llenos de la mejor harina amasada con aceite, para la ofrenda; una cuchara de oro que pesaba ciento diez gramos, llena de incienso; un becerro, un carnero, un cordero de un año, para el holocausto; un macho cabrío para la expiación; y para la ofrenda de paz, dos bueyes, cinco carneros, cinco machos cabríos y cinco corderos de un año. Esta fue la ofrenda de Naasón hijo de Aminadab."

¿Conoce usted, amigo oyente, a este hombre Naasón? Bueno, nosotros no le conocemos. Esto es todo lo que sé en cuanto a este hombre; pero, Dios le conocía y Dios tomó nota de las ofrendas que trajo. Bueno, tenemos ahora el caso del próximo hombre que vino a dar su ofrenda. Leamos el versículo 18:

"El segundo día presentó su ofrenda Natanael hijo de Zuar, príncipe de Isacar."

Ahora, ¿sabe usted lo que hizo él? Hizo lo mismo, trajo exactamente la misma ofrenda. ¿Por qué pues no se insertó simplemente aquí una marca de comillas debajo de toda esta lista de la ofrenda anterior? ¿No pudo el Espíritu de Dios simplemente haber dicho que fue la misma ofrenda? Pero el Espíritu Santo registró con mucho cuidado y en detalle lo que cada uno de ellos trajo. Los príncipes se hallan aquí en la lista por nombre y que sepamos, esto fue lo único de importancia que jamás hicieron por el Señor.

Y así, todo este capítulo largo, trata de estos hombres y lo que presentaron como ofrenda al Señor. Hasta se menciona que le ofrecieron una cuchara llena de incienso. ¿Qué significan, pues, todo estos detalles para nosotros? En el Evangelio según Mateo 6:3 y 4, el Señor dijo: Pero cuando tú des limosna, no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha, para que sea tu limosna en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará en público. Amigo oyente, para mucha gente es mejor que la mano derecha no sepa lo que hace la izquierda, porque ambas manos hacen tan poco para el Señor, que sus dueños debieran avergonzarse de ellas; tanto de la derecha como de la izquierda. Pero prestemos atención a esto: El Señor registra cuidadosamente, todo lo que usted hace para El. Y de ello tenemos una prueba en este capítulo.

Recuerde que hace poco estudiábamos en el Evangelio según San Lucas, el incidente en el que Jesús fue al templo y se detuvo ante las arcas de las ofrendas. ¿Fue Jesús un entrometido al aproximarse a aquel lugar? ¿Tenía algo que hacer allí? Por supuesto que sí. Y tenía el derecho de estar allí. Resulta que El es el Señor de la Gloria y el Señor del Templo. Entonces observó cómo presentaba la gente sus ofrendas. Vio que los ricos dejaban muchísimo dinero. Notó, por lo menos en sus apariencias, que eran generosos. Luego observó a una viuda que echó sólo dos monedas de cobre. Ahora, comparadas con la riqueza de aquel templo, sus adornos y riquezas, aquellas dos monedas no valían nada. Ella no ayudó en nada a pagar el edificio o su construcción, pero Jesús no consideró su ofrenda desde ese punto de vista humano. Había dado todo lo que tenía, y para Jesús, aquella había sido la ofrenda más importante de todas. Ella había dado más que cualquiera otra persona.

Jesús sabe exactamente lo que usted y yo le damos, amigo oyente. Y El conoce igualmente, cuánto guardamos, o nos reservamos para nosotros. No nos agrada esa expresión piadosa de algunas personas que dicen, que lo que ellas dan, queda como una especie de secreto entre ellos y el Señor. Nos preguntamos si ellas realmente se dan cuenta de que el Señor observa y registra lo que están dando.

Este capítulo 7 de Números, es en realidad un capítulo extraordinario. Tiene 89 versículos y seguramente Ud. ya se habrá dado cuenta que, desde un punto de vista de la minuciosidad de los detalles, y considerando la repetición de los mismos, es un capítulo monótono. ¿Sabe usted lo que creemos nosotros? Creemos que el Señor aun lo tiene registrado y presente, dando valor a todos y a cada uno de sus detalles. Creemos que El abre los libros y dice: "Bueno, veamos lo que ofrendó este príncipe." Dios toma nota minuciosa de todas las ofrendas. Algunas eran muy generosas, pero, el escritor de estas páginas, guiado por el Espíritu Santo no pasó por alto ningún detalle.

Amigo oyente, usted nunca ha hecho algo por El, que El no haya observado. Y no nos referimos solo a asuntos relacionados con las ofrendas voluntarias de dinero u otros bienes materiales. Puede incluirse aquí a Su trabajo, a todo servicio realizado para El, por muy humilde que haya sido, o que quizás haya pasado desapercibido para los demás. En la mayoría de los casos, Ud. no recibirá un reconocimiento público ni una recompensa, a nivel humano. Pero tenga la seguridad de que Dios le recompensará por eso. Debemos hablar con más libertad en cuanto a estas cosas, y sin complejos, al comprobar la naturalidad y sinceridad con que la Palabra de Dios trata estos asuntos.

El Evangelio de Marcos 9:41, que describe los sufrimientos de los seguidores de Cristo en los tiempos difíciles de la Gran Tribulación, destaca el detalle de uno de los servicios más sencillos que se podrá ofrecer en aquellos tiempos a los que sufran persecución: simplemente, el que de un vaso de agua en el nombre de Cristo, con toda seguridad recibirá su recompensa. Realmente, Dios aprecia detalles tan poco costosos en términos humanos, pero que describen la personalidad de quienes los realizan.

Y la forma adecuada de tratar los Temas relacionados con nuestra función de mayordomos, al disponer de los bienes que Dios ha puesto en nuestras manos, es no perder de vista una noción fundamental. Los elementos materiales y la forma en que los utilizamos, sin dejar que ellos nos dominen u obsesionen, revelan la realidad espiritual, es decir, la condición espiritual de cada uno. El episodio que oportunamente hemos citado, sobre la viuda pobre en el templo, nos ha vuelto a recordar que los ojos de Dios no se fijan en la cantidad de riquezas, ni en la manera espectacular en que aquellas se pueden utilizar para resaltar el orgullo humano o una supuesta generosidad personal. Mas allá de toda ostentación, la mirada divina penetra hasta el lugar más íntimo del ser humano, poniendo al descubierto sus verdaderas motivaciones, y el alcance de la entrega personal de una persona que se acerca a Dios con un corazón humilde y agradecido.

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