Estudio bíblico de Números 8:1-26

Números 8

Continuando nuestro estudio en el libro de Números, llegamos hoy al capítulo 8. En este capítulo tenemos las lámparas del candelero y la pila o lavacro para los Levitas, y se continúa describiendo la purificación que es necesaria como preparación para la marcha a través del desierto. Tenían que estar limpios, porque iban a seguir a Dios y servirle. Al principio parece que todo esto acerca del candelero está aquí fuera de lugar, porque uno esperaría encontrar este capítulo en el libro de Exodo, donde aparecen las instrucciones para el tabernáculo. Pero, al examinarlo más detenidamente, veremos que Dios tenía una buena razón para mencionar aquí estos detalles sobre el candelero. Leamos los primeros cuatro versículos de este capítulo 8 de Números:

La luz del candelero

"Habló el Señor a Moisés y le dijo: Habla a Aarón y dile: Cuando enciendas las lámparas, las siete lámparas del candelabro alumbrarán hacia adelante. Aarón lo hizo así: colocó las lámparas en la parte anterior del candelabro, tal como el Señor lo mandó a Moisés. El candelabro estaba hecho de oro labrado a martillo; desde su base hasta las flores era labrado a martillo. Conforme al modelo que el Señor le mostró a Moisés, así hizo el candelabro."

Este candelero era uno de los artículos más hermosos en todo el mobiliario del tabernáculo. Estaba hecho de oro labrado a martillo; era la obra de un artesano que lo había diseñado en forma de ramas de almendro, con una gran flor de almendro en el extremo superior de cada brazo, que servía para sostener las lámparas. Creemos que la luz de estas lámparas, revelaba y realzaba la belleza del candelero.

Esta es una de las figuras más perfectas de Cristo que hallamos en el tabernáculo. Las lámparas iluminadas representan al Espíritu Santo, quien revela la hermosura de Cristo. El candelero es simbólico de Cristo, quien envió al Espíritu Santo al mundo y es el Espíritu de Dios quien ahora toma las cosas de Cristo y nos las revela.

Ahora podemos entender por qué el candelero se encuentra mencionado aquí, entre las ofrendas de los príncipes a Dios, que acabamos de estudiar en el capítulo anterior, y la purificación de los Levitas, descrita en el resto de este capítulo 8 de Números. Esto nos recuerda que todo lo que hagamos debe ser hecho a la luz de la presencia de Cristo, simbolizada en el candelero. Todo debe ser hecho a la luz de la Palabra de Dios.

Al principio de la Iglesia, encontramos cuatro marcas distintivas de la Iglesia visible. Las hemos llamado, las impresiones digitales espirituales de la Iglesia visible. Y aquí están. En Hechos, capítulo 2, versículo 42, leemos: "Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones". La Iglesia tiene que caminar iluminada por esta luz. La Iglesia tiene que recibir sus instrucciones de la Palabra de Dios, y no de algún libro de conducta eclesiástica o algo por el estilo.

Ahora, observemos lo siguiente. El candelero era fuente de luz. Y el Señor Jesucristo es la luz del mundo. El se revela así en la Palabra de Dios. Significa que nuestras ofrendas y nuestro servicio para El, todo debe ser hecho a la luz de Su presencia. Dicho de otra manera, debe ser llevado a cabo de acuerdo con Su Palabra. Y, amigo oyente, usted no le encontrará revelado en ningún otro lugar, sino sólo en la Palabra de Dios. Aquí es donde se puede aprender de El.

Comenzando ahora con el versículo 5, y extendiéndonos hasta el fin del capítulo, tenemos esta sección que trata sobre

La purificación de los levitas

La luz del candelero y el lavacro eran para el beneficio de los levitas. Los levitas tenían que venir al lavacro para su purificación, aunque ya habían estado ante el altar de bronce, el cual habla de la cruz de Cristo. Y esto nos habla de cómo Dios mantiene puros a Sus siervos. Los versículos 5 y 6 de este capítulo 8 de Números dicen:

"El Señor habló a Moisés y le dijo: Aparta a los levitas de entre los demás hijos de Israel, y purifícalos, haz expiación por ellos."

Amigo oyente, si Dios le va a usar, tendrá que limpiarle primero. El tiene Su propio método para purificarle. Veamos, ahora, como Dios limpió a los levitas. Leamos los versículos 7 y 8:

"Así harás para purificarlos: Rocía sobre ellos el agua de la expiación y haz pasar la navaja por todo su cuerpo; ellos lavarán sus vestidos y así quedarán purificados. Luego tomarán un becerro, con su ofrenda de la mejor harina amasada con aceite, y tú tomarás otro becerro para la expiación o sacrificio por el pecado."

Los levitas tenían que ser limpiados para el servicio. Debían ser rociados con el agua de la purificación, lo cual se hacía en la pila o lavacro. En segundo lugar, afeitaban todo su cuerpo. En tercer lugar, lavaban sus vestidos para purificarse. Y en cuarto lugar, ofrecían una ofrenda por el pecado.

Ahora, ¿recuerda usted lo que Dios había dicho en cuanto a Leví? Leví era uno de los hijos de Jacob y cuando Jacob le bendijo, le dijo, como leemos en Génesis capítulo 49, versículos 5 al 7; le dijo Jacob: "Simeón y Leví son hermanos; armas de maldad son sus armas, en su consejo no entre mi alma, ni mi espíritu se junte en su compañía. Porque en su furor mataron hombres, y en su temeridad desjarretaron toros. Maldito sea su furor, que fue fiero; y su ira, que fue dura. Yo les apartaré en Jacob, y los esparciré en Israel". Obviamente, necesitaban ser limpiados.

Lo importante para el hijo de Dios en la actualidad, no es cómo camina, sino por dónde camina. El Apóstol Juan, en su primera carta, capítulo 1, versículo 7 dice: "Pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado". Es que, la luz y el lavacro están aquí colocados juntos. Cuando usted camina en la luz, ve que hay imperfecciones en su vida. Entonces va usted al lavacro para lavarse y quitarlas. Eso es lo que ocurre cuando confesamos nuestros pecados. Ahora, fijémonos, que hay cuatro pasos que se dan aquí para la purificación:

1. "Rocía sobre ellos el agua de la expiación." Usted recordará que cuando Cristo lavó los pies de los discípulos, Simón Pedro no quería aceptar ese gesto. El Señor Jesús le dijo entonces, según leemos en Juan 13:8: "Si no te lavare, no tendrás parte conmigo". Eso significa que no tendría comunión o compañerismo con El. Juan lo explica en su primera carta 1:7 diciendo: "Pero si vivimos en luz, como Dios está en luz, tenemos comunión unos con otros." Sí, pero cuando yo vivo en la luz, veo las cosas que están mal en mi vida. ¿Qué debemos hacer entonces? ". . . y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado." El sigue limpiándonos de pecado, a medida que le confesamos nuestros pecados. El mismo apóstol Juan, en ese mismo capítulo 1:9 dice: "Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad". Esto es algo muy importante, amigo oyente. Esto es para los creyentes. Si usted quiere servir a Dios, tiene que confesar sus pecados. El altar de bronce representa la cruz, y es el lugar donde el pecador acude a Dios para recibir la salvación. Y el lavacro o pila, es el lugar al que el creyente, el santo de Dios, viene para ser purificado.

2. Bueno, el segundo paso que se da aquí para la purificación es el siguiente: "Haz pasar la navaja sobre todo el cuerpo." Y el escritor a los Hebreos, en el capítulo 4 de su carta, versículo 12 dice: "Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón". La Palabra de Dios, amigo oyente, puede penetrar hasta lo más íntimo de su vida y encontrar allí las cosas malas que ni usted aún sabía que existían o que eran malas. Esta es la razón por la cual Juan dice en su primera carta, capítulo 1, versículo 7: ". . . mas si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado." Figurativamente hablando, necesitamos pasar aquella navaja afilada sobre nosotros. ¿O es que usted cree no tener ninguna mancha? Tendríamos, pues, que tener a mano esa navaja, es decir, que debiéramos comenzar a utilizar la Palabra de Dios. La Biblia es una luz, pero también es una navaja cortante.

3. Ahora, el tercer paso que se da aquí para la purificación, se expresa de la siguiente manera: "Y lavarán sus vestidos." Un vestido habla de los hábitos de la vida. Debemos lavar nuestras ropas. Tenemos ciertos hábitos de los cuales debemos librarnos. Y en realidad, muchos de nuestros hábitos pueden perjudicar nuestro testimonio para el Señor.

4. Finalmente, el cuarto paso requería lo siguiente: "Tomarás otro becerro para expiación o sacrificio por el pecado." Se necesitaba un becerro para el holocausto y para la ofrenda de cereales correspondiente, y otro becerro para la ofrenda por el pecado. Estas ofrendas, como ya lo hemos visto, nos hablan de Cristo. El holocausto nos habla de quién es El. Y la ofrenda de cereales nos habla de su perfección impecable. La ofrenda de paz nos habla del hecho, de que Jesucristo hizo la paz entre nosotros y Dios, mediante la sangre derramada en la cruz. Y la ofrenda por el pecado nos habla de lo que El ya ha hecho por nosotros. En otras palabras, todo este proceso de limpieza y purificación se lleva a cabo a la luz de la persona y la obra de Cristo. El hizo todo esto por nosotros. Lo hizo para que pudiéramos servirle. Continuemos ahora leyendo los versículos 9 hasta el 11, de este capítulo 8 de Números:

"Harás que los levitas se acerquen al Tabernáculo o tienda de reunión, y reunirás a toda la congregación de los hijos de Israel. Cuando hayas acercado a los levitas a la presencia del Señor, pondrán los hijos de Israel sus manos sobre los levitas. Entonces presentará Aarón a los levitas delante del Señor como ofrenda de los hijos de Israel, y servirán en el ministerio del Señor."

Ahora, tenemos que entender esto muy bien. Podemos desempeñar varias funciones en una congregación de creyentes como, por ejemplo, cantar, leer la Palabra, enseñarla, pero no seremos efectivos hasta que nuestra manera de vivir esté de acuerdo con la luz de la Palabra de Dios. Necesitamos mirarnos a la luz de la Palabra de Dios, que como un espejo, nos proyectará nuestra imagen real, es decir, nos retratará como verdaderamente somos, tal como Dios nos ve. Solo así conoceremos nuestros fallos y fracasos, y entonces deberemos confesar todo pecado a Dios, sabiendo que nos perdonará y limpiará. Será ésta una buena forma de utilizar eficazmente aquella navaja afilada, que cortará hasta lo más profundo de nuestra vida, quitando todo lo que ofende a Dios. Necesitamos vigilar y, con Su ayuda, controlar o desechar ciertos hábitos si queremos ser usados por Dios. Es triste que muchos hayan permitido que un sólo habito malo malogre su testimonio y servicio cristianos. La verdad es que todo lo que somos y tenemos, debe someterse a este proceso de purificación, que está fundamentado en la persona y la obra de Jesucristo. Es muy necesario reconocer esto.

Vemos luego que todo el proceso tenía que ser realizado según instrucciones muy explícitas para que los Levitas pudiesen servir al Señor. No creemos que sea necesario entrar en todos estos detalles, de modo que, leeremos solamente los versículos 14 y luego el 19 de esta sección. El versículo 14 dice:

"Así apartarás a los levitas de entre los hijos de Israel, y serán míos los levitas."

Luego, el versículo 19 dice:

"Yo he dado los levitas, como un don, a Aarón y a sus hijos, de entre los hijos de Israel, para que ejerzan el ministerio de los hijos de Israel en el Tabernáculo de reunión, y reconcilien a los hijos de Israel obteniendo el perdón del Señor para ellos, y no haya plaga entre los hijos de Israel cuando se acerquen al santuario"

Recuerde que ya hemos mencionado que nuestro Señor en Su oración sacerdotal de Juan 17:6 dijo en cuanto a los creyentes: ". . . tuyos eran, y me los diste". El Señor Jesucristo pagó un precio y nos redimió para Dios con Su propia sangre. Ahora, el Padre nos ha entregado una vez más, como regalo, al Señor Jesucristo. Le pertenecemos a El.

Nuestro servicio para El no se apoya pues en normas o leyes. Esta no es la manera de servir al Señor Jesús. Le servimos porque le amamos y estamos en una nueva relación con El. Hemos sido unidos a El y somos parte de El. ¡Cuán maravilloso es saber que no estamos obligados a hacerlo por normas ni reglas, sino que voluntariamente queremos agradarle! Avancemos ahora hasta el final del capítulo, y leamos los versículos 24 al 26:

"Los levitas de veinticinco años para arriba entrarán a ejercer su ministerio en el servicio del Tabernáculo de reunión. Pero desde los cincuenta años dejarán de ejercer su ministerio, y nunca más lo ejercerán. Servirán con sus hermanos en el Tabernáculo de reunión, para hacer la guardia, pero no servirán en el ministerio. Así harás con los levitas en cuanto a su ministerio."

A los levitas solo les era permitido servir en el tabernáculo, una vez que hubiesen cumplido los 25 años. En nuestro estudio del capítulo cuatro, nos enteramos de que los levitas no podían entrar en el servicio sacerdotal, hasta que cumplieran los 30 años. Los sacerdotes ejercían su servicio desde los 30 hasta los 50 años. Los levitas que realizaban actividades relacionadas con el tabernáculo, instalándolo, desarmándolo o haciendo cualquier otro tipo de tareas, tenían edades comprendidas entre los 25 y los 50 años. En el capítulo 1 de Números versículo 3, vimos que cuando se efectuó un censo de todos los que podían salir a la guerra, los que fueron contados eran sólo los que tenían veinte años o más.

Ahora, esto hace surgir la pregunta en cuanto a la edad en que las personas eran consideradas responsables. Si miramos en el capítulo 14, versículo 29 de este libro de Números, leemos lo siguiente:

"En este desierto caerán vuestros cuerpos, todo el número de los que fueron contados de entre vosotros, de veinte años para arriba, los cuales han murmurado contra mí.

Al parecer, en este caso, 20 años era la edad de responsabilidad. Pues, al muchacho que tenía 19 años se le permitiría entrar en la tierra prometida. Pero el que tenía 20 años, que había murmurado, tendría que morir en el desierto."

Nos gustaría sugerir, que la edad de responsabilidad podría ser bastante más elevada de lo que muchos de nosotros creemos que es. Pensamos que, quizás, un niño pequeño es responsable de sus acciones, pero no parece ser así. Es verdad que un niño puede aceptar al Señor como su Salvador personal, y por cierto, son muchos los que lo han hecho. Pero la edad de responsabilidad tiene que ser más elevada que esta tierna edad de la niñez. Creemos que en realidad, la edad de responsabilidad es diferente para cada persona. Dios ciertamente la hizo diferente para las diferentes formas de servicio. En los pasajes que hemos considerado, un hombre podría ser soldado por ejemplo, a los 20 años; un levita podría servir en el tabernáculo a los 25 años; y un sacerdote, por su parte, comenzaba su servicio sacerdotal a los 30 años. Lo importante, amigo oyente, es que debemos instruir a los niños y niñas y animarlos a aceptar al Señor, como su Salvador personal, a una edad temprana. ¡Lo importante es que nuestros hijos, nuestros niños, confíen en el Señor Jesucristo, como su Salvador personal! Y así, amigo oyente, concluimos nuestro estudio de este capítulo 8 de Números, porque nuestro tiempo ya se ha agotado. En nuestro próximo programa, Dios mediante, entraremos en nuestro estudio del capítulo 9 y en este capítulo, consideraremos la celebración de la Pascua y la nube que cubría el tabernáculo o tienda de reunión. Como recordará Ud. por nuestro bosquejo, ese capítulo, junto con el capítulo 10, forma parte de la segunda división mayor de este libro de Números, que hemos intitulado: "en marcha, hacia adelante". Y veremos que la pascua es celebrada por todo el pueblo de Israel, en la marcha a través del desierto, pero que surge un problema. Le invitamos, pues, a acompañarnos durante nuestro recorrido por el capítulo 9 de Números en nuestro próximo programa. No olvidemos nuestra cita diaria con la Palabra de Dios, que nos alimenta espiritualmente, proporcionándonos satisfacción, nos ilumina corrigiendo nuestro rumbo cuando éste se desvía, nos señala la presencia de los elementos impuros que debemos apartar de nuestra vida, y nos provee la paz que necesitamos, en medio de la inquietud de nuestra época.

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