Estudio bíblico de 2 Samuel 10:1-11:25

2 Samuel 10:1-11:25

Continuamos hoy considerando la historia de David y Mefi-boset. Y decíamos en nuestro programa anterior, que lo que David había hecho por Mefi-boset era maravilloso. Y decíamos también que hay otras lecciones importantes aquí, que en verdad son grandes verdades espirituales que debemos mirar con atención. Y en primer lugar dijimos, que un hijo de Dios debe reconocer que, desde un punto de vista espiritual, él también es cojo. Y señalamos que nuestros pies nos conducen a dificultades. Es muy interesante la manera en que el alma y los pies están tan relacionados en las Escrituras. Y después de considerar algunas de las palabras de David en los Salmos, llegamos a la conclusión de que en verdad, todos somos espiritualmente cojos ante Dios. Ahora, hay otro aspecto más aquí en esta historia que fue asombroso. David extendió su bondad hacia Mefi-boset por amor a Jonatán, y no por amor a Mefi-boset. En verdad, no había conocido a este joven nunca antes. Actuó de esa manera por su amor por Jonatán, a quien había amado mucho. Cuando David miró a este joven, no vio en él a un cojo sino a Jonatán mismo. Había hecho un pacto con Jonatán, y la bondad, la misericordia, y la gracia que extendió a uno fue por amor al otro.

Ahora, Dios le ha salvado a usted y me ha salvado a mí, también por amor a otro. Y ese otro es la persona del Señor Jesucristo. Cuando aceptamos a Jesucristo como Salvador personal, el apóstol Pablo nos dijo en su carta a los Efesios, capítulo 1, versículo 6, que somos "aceptos en el Amado". Cuando Dios le ve a usted y me ve a mí en Cristo, entonces nos acepta y nos salva. Lo interesante es que David no dijo nada en cuanto a los pies lisiados de Mefi-boset. Lo trató más bien como príncipe. Se sentó a la mesa del rey y sus pies fueron cubiertos de lino. Estimado oyente, Dios ya no tendrá en cuenta nuestro pecado porque ha sido borrado por la muerte de Cristo. Nuestros pecados han sido cubiertos por la sangre del Señor Jesucristo. Ésa es la única manera en que Dios puede perdonar nuestros pecados. El escritor a los Hebreos, en el capítulo 10 de su carta, versículo 17, dijo: "Y nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones."

Es de interés también notar que Mefi-boset tampoco dijo algo en cuanto a sus pies lisiados. Ahora, ¿De qué hablaban David y Mefi-boset cuando se sentaban a la mesa? Pues, hablaban de otro. Y, ¿Sabe usted de quién hablaban? Hablaban de Jonatán. Mefi-boset también había amado a Jonatán. Jonatán era el tema de su conversación. De la misma manera, el Señor Jesucristo, estimado oyente, debe ser el tema central de nuestra conversación cuando hablamos de los asuntos espirituales.

Había otros que se sentaron también a la mesa del rey, los cuales tampoco hablaron de los pies lisiados de Mefi-boset. Había un gran grupo que comía a la mesa del rey. Un día vieron traer a la mesa a este cojo. Ahora, a nadie se le ocurrió empezar a curiosear sobre cómo se había llegado a esa situación. En lugar de hablar ellos, escucharon al rey y le oyeron elogiar a Mefi-boset. Sus corazones rebosaron de amor para con este muchacho. Es que, como dijo el apóstol Pablo en su primera carta a los Corintios, capítulo 13, versículos 7 y 8: "El amor. . . todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca deja de ser."

Ahora, que sepamos, David nunca pudo hacer que este muchacho caminara. Si usted ve, estimado oyente, que no le es posible caminar, es decir, vivir agradando a Dios, acuda entonces al Señor Jesucristo. Recordemos que Cristo dijo al paralítico en el evangelio según San Mateo, capítulo 9, versículos 1 al 8, cuando los amigos del paralítico bajaron a este enfermo por el techo: "Ten ánimo, hijo; tus pecados te son perdonados. Levántate y anda". Y Dios le dice a usted y me dice a mí hoy a través de las palabras del apóstol Pablo en Efesios 4:1-2: "1Yo, pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados: 2con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor."

Amigo oyente, Cristo está invitando hoy en día a cada persona diciéndole: "Venga a mi mesa de salvación así como usted se encuentra, en su situación de cojera espiritual, y le daré a comer". Recordemos Sus palabras allá en el evangelio según San Mateo, capítulo 11, versículo 28: "Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar". También en el evangelio según San Juan, capítulo 7, versículo 37, dijo: "Si alguno tiene sed, venga a mí y beba". Esta escena de 2 Samuel 10 es una descripción maravillosa del evangelio.

Y ahora llegamos, al capítulo 10. Y en este capítulo 10, los mensajeros de David enviados para consolar a Hanún fueron tratados vilmente. Los amonitas fueron vencidos; y los sirios derrotados. Hemos visto ya los triunfos de David. Ahora, llegamos al relato de sus males. Entonces había llegado a ser uno de los grandes reyes de la tierra. En este capítulo 10, veremos que derrotó a los amonitas y a los sirios, pero su motivo, según lo vemos nosotros, no fue el mejor. Su móvil aquí era vengarse del agravio que sufrieron sus mensajeros, que habían sido enviados a Hanún, rey de Amón. Comencemos, pues, el estudio de este capítulo 10, leyendo los primeros 3 versículos, que comienzan a describirnos

Las guerras de David contra Amón y Siria

"Después de esto, aconteció que murió el rey de los hijos de Amón, y reinó en lugar suyo su hijo Hanún. Dijo David: Yo tendré misericordia con Hanún hijo de Nahas, como su padre la tuvo conmigo. Y envió David a sus siervos para que lo consolaran por su padre. Pero cuando los siervos de David llegaron a la tierra de los hijos de Amón, los príncipes de los hijos de Amón dijeron a Hanún, su señor: ¿Crees acaso que por honrar a tu padre, David te ha enviado mensajeros a que te consuelen? ¿No te ha enviado David sus siervos para reconocer la ciudad, inspeccionarla y destruirla?"

Se puede ver que esta gente no tenía ninguna confianza en David. Creían que tenía la intención de atacarlos. Y dice el versículo 4:

"Entonces Hanún tomó a los siervos de David, les rapó la mitad de la barba, les cortó los vestidos por la mitad hasta las nalgas, y los despidió."

Aquel sí que fue un verdadero agravio. No podemos pensar en otra manera más degradante que ésta para humillar a los embajadores de David. Algunos expositores Bíblicos creen que ésta fue una clara provocación a la guerra, mientras que David había tenido la intención de ofrecer un gesto de paz y buena voluntad. Leamos ahora los 5 y 6 de este capítulo 10 del Segundo libro de Samuel:

"Cuando se le hizo saber esto a David, envió gente a su encuentro, porque ellos estaban en extremo avergonzados. Y el rey les mandó a decir: Quedaos en Jericó hasta que os vuelva a nacer la barba, y entonces volved. Viendo los hijos de Amón que se habían hecho odiosos a David, mandaron a tomar a sueldo veinte mil hombres de a pie entre los sirios de Bet-rehob y los sirios de Soba, mil hombres del rey de Maaca, y doce mil hombres de Is-tob."

Entonces, los amonitas vieron que David iba a atacarlos porque habían humillado a sus mensajeros, y entonces, procedieron a prepararse para la guerra. Reclutaron a mercenarios de Siria a un precio considerable, lo cual podemos ver en el relato de 1 Crónicas 19:6-7. Continuemos con los versículos 7 hasta el 10 de este capítulo 10 del Segundo libro de Samuel:

"Cuando David oyó esto, envió a Joab con todo el ejército de los valientes. Los hijos de Amón salieron y se pusieron en orden de batalla a la entrada de la puerta; pero los sirios de Soba, de Rehob, de Is-tob y de Maaca tomaron posiciones aparte en el campo. Viendo, pues, Joab que se le presentaba la batalla de frente y desde la retaguardia, seleccionó a lo mejor de los escogidos de Israel, y se puso en orden de batalla contra los sirios. Entregó luego el resto del ejército en manos de su hermano Abisai, y lo alineó frente a los amonitas."

Los israelitas eran ya veteranos en la guerra. Joab, aparentemente, estaba situando a sus mejores fuerzas militares entre los mercenarios sirios que se aproximaban y los efectivos de los amonitas, para evitar que se unieran. Continuemos leyendo los versículos 18 y 19, versículos finales de este capítulo 10;

"Pero los sirios huyeron delante de Israel, y David les mató a la gente de setecientos carros, y cuarenta mil hombres de a caballo. Hirió también a Sobac, general del ejército, quien murió allí. Cuando todos los reyes que ayudaban a Hadad-ezer vieron cómo habían caído derrotados ante Israel, hicieron las paces con Israel y les quedaron sometidos. De ahí en adelante, los sirios temieron seguir ayudando a los hijos de Amón."

Ésta fue una gran victoria para Israel y confirmó a David, sin duda alguna, como el gran soberano de aquel entonces. Y pasamos ahora a

2 Samuel 11

El tema general se refiere a los dos grandes pecados de David. Llegamos entonces a la segunda y última sección del libro segundo de Samuel, que hemos titulado "Las dificultades de David". Acabamos de considerar la primera sección, titulada "Los triunfos de David". Gracias a la bendición de Dios, David se había convertido en uno de los grandes reyes de la tierra. Sin embargo, el pecado registrado en este capítulo 11 colocó a David bajo el juicio de Dios. De aquí en adelante David se enfrentaría con grandes problemas y su vida pasaría a ser una serie experiencias angustiosas. Los eventos de este capítulo son los siguientes: Joab sitió a Rabá. David cometió adulterio con Betsabé. Urías, marido de Betsabé, llevó a Joab la carta que significa su propia muerte. Urías fue muerto, y David tomó por esposa a Betsabé.

Los dos grandes pecados de David fueron cometidos mientras se quedó en Jerusalén, en lugar de salir con su ejército a librar la batalla. David primero cometió adulterio con Betsabé, y luego conspiró el asesinato del esposo de Betsabé, Urías. David creyó que había salido impune en cuanto a su pecado, pero lo que hizo fue desagradable ante los ojos del Señor.

Este pecado hizo que los enemigos de Dios tuvieran ocasión de denigrar Su nombre hasta nuestros días. Impúdica y sugestivamente han llegado a decir: ¡Y éste fue el hombre que le agradó a Dios!

La Palabra de Dios no minimiza el pecado de David; no encubrió al hombre que lo cometió. Dios nunca dijo que su acción no fuese un pecado sino que lo calificó como un pecado, por el cual sería castigado. Comencemos leyendo el primer versículo de este capítulo 11 del Segundo libro de Samuel:

"Aconteció al año siguiente, en el tiempo que salen los reyes a la guerra, que David envió a Joab, junto a sus siervos y a todo Israel, y ellos derrotaron a los amonitas y sitiaron a Rabá, mientras David se quedó en Jerusalén."

Era la época del año cuando los reyes siempre salían a la guerra, al frente de sus ejércitos. En otras palabras, las naciones tenían épocas de guerra, así como hoy tenemos las temporadas de caza o de pesca.

El estado del clima en aquel entonces probablemente tenía mucho que ver con el hecho de si peleaba o no se peleaba y había un tiempo en el que era posible disfrutar de una paz relativa.

Ahora David envió a Joab y al ejército a combatir contra los hijos de Amón. Y David no les acompañó. Se quedó en Jerusalén. Ésta no era su manera habitual de actuar. Se ha preguntado usted alguna vez, ¿Por qué se quedó David? Bueno, podemos ofrecer una sugerencia. Según nuestro parecer, después que David construyó su palacio, lo encontró muy cómodo. Era bastante diferente a la cueva de Adulam, en la cual había vivido como refugiado cuando huía de la persecución de Saul. El palacio era también muy diferente a algunos de los lugares en los que había pasado su juventud. Su palacio era un lugar de lujo y comodidades. Creemos que David también amaba al monte de Sión y que quería quedarse cerca de aquel lugar. En realidad, la prosperidad es una de las cosas que ha atrapado y hecho caer a tantos hombres y mujeres, distorsionando su realidad y desviándoles de sus objetivos. Así que David se quedó en Jerusalén. Ése fue su primer gran error, porque debió haber salido a la guerra con sus hombres. Avancemos ahora con el versículo 2 de este capítulo 11 del Segundo libro de Samuel:

"Un día, al caer la tarde, se levantó David de su lecho, y se paseaba sobre el terrado de la casa real, cuando vio desde el terrado a una mujer que se estaba bañando, la cual era muy hermosa."

En aquel entonces, la terraza era un lugar en el cual la gente pasaba las tardes. No tenían patios como los tenemos hoy. La antigua ciudad de Jerusalén era muy compacta, y la terraza era el lugar donde se reunía la familia. David, pues, subió a la terraza de su palacio y allí pasó algún tiempo caminando de una parte a otra. Quizá, estaba un poco nervioso y en su mente estaba repasando algunos problemas. Sus hombres estaban luchando en el frente, y es posible que sintiera remordimientos de conciencia, por no haberles acompañado. Y mientras caminaba, miró a su alrededor y vio entonces a esta mujer que estaba bañándose en la terraza de su casa. Aunque su acción posterior sería un pecado de David, porque Dios le culpó directamente, evidentemente Betsabé fue un factor que contribuyó a su pecado. Ella pudo haber sido más discreta y recatada.

Creemos que esta mujer, Betsabé, también fue culpable en parte. ¿Qué hacía ella bañándose en público? Ahora, cuando decimos "en público", queremos decir que a David le fue posible verla fácilmente desde la terraza de su palacio. Y nos preguntamos si ella no habrá creído que había la posibilidad de que David u otros la vieran y que por tal motivo se bañó intencionadamente en su terraza. Sin duda conocía la fama de David en cuanto a las mujeres. Pero continuemos la lectura aquí en el versículo 3 de este capítulo 11 del Segundo libro de Samuel:

"Envió David a preguntar por aquella mujer, y le dijeron: Aquella es Betsabé, hija de Eliam, mujer de Urías, el heteo."

Ahora, Urías era en realidad un extranjero. Sigamos adelante con el versículo 4:

"Envió David mensajeros que la trajeran, y la tomó; cuando llegó, él durmió con ella. Luego ella se purificó de su inmundicia, y regresó a su casa."

Ésta es la historia, y ha sido descrita en un lenguaje breve y sencillo, para que comprendamos todas las implicaciones. Si David hubiera estado en el campo de batalla con sus hombres, esto nunca habría sucedido. Y si Betsabé se hubiera bañado dentro de la casa, tampoco habría ocurrido nada. Y el versículo 5 de este capítulo 11, dice:

"La mujer concibió y mandó a decir a David: Estoy embarazada."

Ahora, David tuvo entonces un verdadero problema. ¿Qué iba a hacer? Urías, esposo de Betsabé, era uno de los soldados valientes de David. Era uno de sus leales seguidores. Veamos lo que ocurrió aquí en los versículos 6 y 7:

"Entonces David envió a decir a Joab: Envíame a Urías, el heteo. Y Joab envió a Urías a David. Cuando Urías llegó ante él, David le preguntó por la salud de Joab, por la salud del pueblo y por la marcha de la guerra."

David fingió que hacía volver de la guerra a Urías para consultas y para saber como se desarrollaba la guerra. Y el versículo 8 dice:

"Después dijo David a Urías: Desciende a tu casa, y lava tus pies."

Cuando Urías salió de la casa del rey, le enviaron un presente de la mesa real.

David hizo todo lo que pudo, en este caso, para tratar de absolverse de cualquier culpa. Y dice el versículo 9 de este capítulo 11 del Segundo libro de Samuel:

"Pero Urías durmió a la puerta de la casa del rey, con todos los guardias de su señor, y no descendió a su casa."

Vemos entonces que Urías durmió a la puerta de la casa del rey. Y esto reveló la lealtad de Urías al rey David. En una época de guerra, este hombre no quería ir a su propia casa. Y esta actitud sorprendió realmente a David. Y también fue un reproche para David, que estaba disfrutando del lujo de su palacio. Continuemos con el versículo 10:

"Le hicieron saber esto a David diciendo: Urías no ha descendido a su casa. Entonces David dijo a Urías: ¿Acaso no vienes de viaje? ¿Por qué, pues, no descendiste a tu casa?"

David trató de poner a Urías en una posición en la que a David no le pudieran considerar responsable del embarazo de Betsabé. Y dice el versículo 11:

"Urías respondió a David: El Arca, Israel y Judá habitan bajo tiendas; mi señor Joab y los siervos de mi señor, en el campo; ¿cómo iba yo a entrar en mi casa para comer y beber, y dormir con mi mujer? ¡Por vida tuya y por vida de tu alma, nunca haré tal cosa!"

Urías era un gran hombre. Aunque que fuera un extranjero, fue totalmente leal a Israel. Su actitud hizo que el doble pecado de David fuera aún más grave. Urías dijo: "El ejército y mi comandante están en el campo de batalla y se hallan en gran peligro. No estoy dispuesto a regresar a mi casa para disfrutar de lujos y comodidades". Y veamos lo que hizo entonces David, aquí en los versículos 12 y 13:

"David dijo entonces a Urías: Quédate aquí hoy también, y mañana te despediré."

Se quedó Urías aquel día y el siguiente en Jerusalén. 13David lo convidó a comer y a beber con él hasta embriagarlo. Por la tarde salió a dormir en su cama, junto a los guardias de su señor; pero no descendió a su casa.

Ahora, David trató otra forma para engañar a Urías a fin de que se fuese a su casa. Entonces, David logró que Urías se emborrachara, pero aun en ese estado, este hombre no volvió a su casa. Y dicen los versículos 14 y 15:

"A la mañana siguiente, escribió David una carta a Joab, la cual envió por mano de Urías. En ella decía: Poned a Urías al frente, en lo más recio de la batalla, y alejaos de él, para que sea herido y muera."

Según nuestro parecer, ésta fue la peor parte del pecado de David. Con premeditación él planeó el asesinato de Urías. Y esta acción fue injustificable. La Palabra de Dios nos presentó un relato completo de lo que David hizo. Dios no lo encubrió, sino que lo puso en evidencia. Estos fueron los hechos. Y David fue culpable. Continuemos con los versículos 16 y 17 de este capítulo 11 del Segundo libro de Samuel:

"Así, cuando Joab sitió la ciudad, puso a Urías en el lugar donde sabía que estaban los hombres más valientes. Salieron los de la ciudad y pelearon contra Joab; cayeron algunos del ejército de los siervos de David, y murió también Urías, el heteo."

Esta escena hiela la sangre. ¿No le parece? Avancemos con los versículos 18 al 20:

"Entonces Joab mandó a comunicar a David todos los asuntos de la guerra. Y dio esta orden al mensajero: Cuando acabes de contar al rey todos los asuntos de la guerra, si el rey comienza a enojarse, y te dice: ¿Por qué os habéis acercado tanto a la ciudad para combatir? ¿No sabíais lo que suelen tirar desde el muro?"

Aquí el que Joab anticipase la reacción de David puede haber sido una forma de encubrir al mensajero el verdadero significado del mensaje. Continuemos con los argumentos que le sugirió Joab al mensajero, leyendo los versículos 21 al 25:

"¿Quién hirió a Abimelec hijo de Jerobaal? ¿No arrojó una mujer desde el muro un pedazo de rueda de molino, y murió él en Tebes? ¿Por qué os habéis acercado tanto al muro? Entonces tú le dirás: También tu siervo Urías, el heteo, ha muerto. Partió el mensajero y, al llegar, contó a David todo aquello que Joab le había mandado. Dijo el mensajero a David: Pudieron más que nosotros los hombres que salieron al campo en contra nuestra, bien que les hicimos retroceder hasta la entrada de la puerta; pero los flecheros tiraron contra tus siervos desde el muro, y murieron algunos de los siervos del rey; también murió tu siervo Urías, el heteo. David respondió al mensajero: Así dirás a Joab: No tengas pesar por esto, porque la espada consume, ora a uno, ora a otro; refuerza tu ataque contra la ciudad, hasta que la rindas. Y tú aliéntale."

Éstas son palabras muy "piadosas" que salieron de la boca de David. Fue un verdadero pecador, estimado oyente. Había cometido una acción terrible. ¿Qué le iba a suceder entonces? Bueno, Dios le castigaría. Continuaremos este interesante estudio en nuestro próximo programa. Pero nos detenemos aquí para hacer una reflexión. Resulta sorprendente comprobar los extremos de maldad a los que pudo llegar la mente de una persona que, en otros momentos demostró nobleza y buenos sentimientos ante un enemigo como Saúl, y lealtad a valores como la amistad en el caso de Jonatán. Casos como éste nos horrorizan y ofenden nuestra sensibilidad. También hay que considerar que contemplamos aquellas escenas como un drama ajeno. Pero cuando nos implicamos en situaciones que nos afectan directamente, nuestras pasiones se despiertan y asumen el control de nuestros actos hasta extremos que, en circunstancias normales, rechazaríamos absolutamente. Es posible que no podamos predecir cómo actuaríamos ante ciertas personas que amenazaran nuestra seguridad personal o nuestra posición en la sociedad. Ante aquellos que en su tiempo eran los máximos exponentes de la hipocresía, Jesucristo dijo en el Evangelio según Marcos 7:21,22 que de dentro del corazón humano salen los malos pensamientos, la inmoralidad sexual, los robos, los asesinatos, los adulterios, la codicia, las maldades, el engaño, los vicios, la envidia, los chismes, el orgullo y la falta de juicio. Estimado oyente, solo el Espíritu de Dios puede regenerar esta naturaleza humana, cuando una persona se abre a la gracia de Dios para recibir la salvación que Dios ha provisto, para todos aquellos que creen en Él. Estimado oyente, ¿está usted dispuesto a dejarse transformar?

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