Estudio bíblico de Romanos 9:17-31

Romanos 9:17-31

Continuamos hoy nuestro estudio del capítulo 9 de esta epístola del apóstol Pablo a los Romanos. Y en nuestro programa anterior, estábamos hablando de la elección de Israel en el propósito soberano de Dios. Ésta es la doctrina de la elección. Y no podemos evadir el tema de la elección ni suavizarlo porque algunos se opongan a tal doctrina. Además, humanamente hablando, no podemos reconciliar la elección soberana de Dios con el libre albedrío de los seres humanos. Ambos aspectos forman parte de la verdad. No podemos penetrar en los tratos misteriosos de Dios, pero sí podemos confiar que Él obrará con justicia. Debemos aceptar este versículo en su significado literal. Recordemos que este es Su universo y Él es soberano. Yo soy una pequeña criatura sobre la tierra, y a Él, siendo Dios, le es posible quitarme la vida en cualquier momento. ¿Cómo sería posible que yo me presente ante Su presencia para expresar mi desconfianza por lo que Él hace? Permítanos decirle, estimado oyente, que eso constituiría una abierta y flagrante rebelión contra Dios.

Hoy yo me inclino ante mi Creador y mi Redentor, sabiendo que cualquier elección que Él haga, es la correcta. A propósito, si es que a usted no le agrada lo que Dios hace, quizá debiera apartarse de Su universo para crear uno que fuera suyo, en el cual usted podría entonces dictar sus propias leyes, sus propias reglas, sus propias normas. Pero mientras usted viva en el universo de Dios, tendrá que comportarse según las reglas de Dios. El hombre, en su pequeñez no puede sino inclinarse ante el Dios Todopoderoso para decir, como dijo Jesús en Juan 7:18, hablando de Dios el Padre: "no hay en Él injusticia". La misericordia de Dios no se extiende como un reconocimiento de la voluntad humana, ni es una recompensa de alguna obra humana. El querer humano y el hacer humano no constituyen ninguna causa que motive las acciones de Dios. El ser humano cree que la decisión y el esfuerzo pueden ser la causa para que Dios le mire favorablemente. Ahora, entienda bien, esto no es una negación de la responsabilidad humana. Alguien ha dicho que el querer y el hacer, pueden indicar la posesión de gracia, pero no constituyen la causa que los origina. La única respuesta final, es que Dios extiende Su misericordia y la extiende, porque Él es Dios, estimado oyente. ¿Quienes somos nosotros para ponerlo en duda? Continuando ahora con este estudio en el capítulo 9 de esta epístola a los Romanos, leamos el versículo 17.

"Porque la Escritura dice al faraón: Para esto mismo te he levantado, para mostrar en ti mi poder y para que mi nombre sea anunciado por toda la tierra".

Moisés fue dado como un ejemplo para mostrar la elección de Dios en Jacob. Y Faraón se dio como ejemplo para mostrar el rechazo de Esaú por Dios. Estos dos hombres revelaron la acción soberana de Dios. Dios no obligó a Faraón a hacer alguna cosa contraria a su voluntad o deseo. Faraón era un pecador orgulloso, brutal, egoísta y malicioso. Dios dijo que usó a Faraón. Pero alguien podría objetar diciendo: "Pero él no había sido elegido". No, no lo había sido. Piense usted en las oportunidades que Dios le dio. Faraón habrá dicho: "Yo soy Faraón. Yo soy el que elige aquí. Yo hago las decisiones. No dejaré ir a los hijos de Israel". Pero, la voluntad de Dios, prevaleció de todas maneras. Cuando la Biblia dice que Dios endureció el corazón de Faraón, significa que Dios obligó a Faraón a adoptar la decisión que él mismo ya había hecho en su corazón. Es decir, que Dios le obligó a hacer lo que Faraón quería hacer. La elección de Faraón por Pablo, como ejemplo aquí, fue buena. Pues, los judíos en los tiempos de Pablo concordarían en que Dios hizo lo correcto en rechazarlo a él. Dios no creó a Faraón de esa manera, pero Dios lo levantó para revelar lo que estaba en su corazón. Dios hizo esto para mostrar Su propia gloria, y le informó a Faraón de eso, según leemos en el libro de Éxodo, capítulo 9, versículo 16, diciendo: "Y a la verdad yo te he puesto para mostrar en ti mi poder, y para que mi nombre sea anunciado en toda la tierra". Ningún perdido jamás ha sido obligado a hacer lo que no quería hacer. No habrá ninguna persona en el infierno que no escogió estar allí. Es usted, estimado oyente, quien decide a donde quiere ir. Y continuó escribiendo en el versículo 18:

"De manera que de quien quiere, tiene misericordia, y al que quiere endurecer, endurece".

La Escritura dice que Dios endureció el corazón de Faraón y que Faraón también endureció su propio corazón. Lo primero lo encontramos en el libro de Éxodo en varias partes. Primero en el capítulo 4, versículo 21. También en el capítulo 7, versículo 3. En el capítulo 9, versículo 12. Capítulo 10, versículo 20 y 27. Y en el capítulo 11, versículo 10. El lector debe examinar cada versículo detenidamente. Solamente queremos mencionar aquí el versículo 21, del capítulo 4 de Éxodo, para ilustrar el hecho de que Dios endureció el corazón de Faraón. Leemos en Éxodo capítulo 4, versículo 21: "Y dijo el Señor a Moisés: Cuando hayas vuelto a Egipto, ocúpate de hacer delante de Faraón todas las maravillas que he puesto en tus manos; pero yo endureceré su corazón, de modo que no dejará ir al pueblo".

Los ejemplos de Faraón endureciendo su propio corazón los encontramos en Éxodo capítulo 7, versículos 14 y 22. También en el capítulo 8, versículos 15 y 32. Y en el capítulo 9, versículos 7 y 34. Y aquí también quisiéramos leer solamente uno de estos pasajes en los versículos 15 y 32 del capítulo 8 de Éxodo. Dice allí: "Pero al ver el faraón que le habían dado reposo, endureció su corazón y no los escuchó, tal como el Señor lo había dicho" Y luego, "Pero también esta vez el Faraón endureció su corazón y no dejó partir al pueblo".

El apóstol Pablo recalcó el hecho de que Dios endureció el corazón de Faraón, para concluir su argumento de que Dios no fue injusto en su rechazo de Esaú. La palabra para endurecer aquí, puede significar "pesado" y entonces leeríamos: "Entonces el Señor dijo a Moisés, el corazón de Faraón está endurecido, o está pesado". La misma palabra aparece también en el capítulo 7 de Éxodo, versículo 12, donde leemos: "Y las manos de Moisés se cansaban" (o sea le resultaban pesadas). Dios no cambió el corazón de Faraón. Lo dejó con su peso de iniquidad. Eso no frustró el propósito de Dios, sino más bien lo cumplió. Faraón rechazó la salvación de Dios. Y ahora, Dios pudo rechazarlo a él.

Así también, Dios pudo rechazar a gran parte de Israel en los tiempos de Pablo. Ésta fue la respuesta del apóstol a un pueblo del cual alguien dijo: "Los judíos creían que los no judíos no podrían ser recibidos por Dios de manera alguna". Y el apóstol Pablo mostró que se equivocaron en cuanto a las dos premisas.

Dios, estimado oyente, no es arbitrario en Sus tratos con la humanidad. Cuando Él rechaza, sigue siendo justo. El dudar esto constituye una rebelión contra Dios. Decir que Dios crea a los hombres para que perezcan, es leer algo en este pasaje que no está aquí. Pasando ahora al versículo 19 de este capítulo 9 de la epístola a los Romanos leemos:

"Pero me dirás: ¿Por qué, pues, inculpa? ¿Quién ha resistido a su voluntad?"

Éste es el razonamiento del hombre natural. Si Dios endureció el corazón de Faraón, ¿por qué inculpó a Faraón? ¿No estaba él llevando a cabo el propósito de Dios? Y en el versículo 20, leemos:

"Pero tú, hombre, ¿quién eres, para que alterques con Dios? ¿Dirá el vaso de barro al que lo formó: Por qué me has hecho así?"

El apóstol Pablo mostró que lo que en realidad estaba tratando aquí era la actitud correcta y la reverencia que el hombre debía tener para con Dios. Dios no tiene que presentar informe alguno a ninguna de sus criaturas, acerca de Su conducta. Dios no está nada obligado a agradar a los orgullosos. Es una blasfemia que el hombre acuse a Dios de ser injusto. Es ateísmo decir que Dios no puede hacer como Él quiere hacer. El hombre es la criatura. Pero lo que pasa es que el hombre trata de crear a Dios en su propia imagen. Sin embargo, Dios es el Creador. Dios no está obligado a contestar al hombre. El razonamiento humano no es la respuesta al problema. La respuesta se encuentra solamente en el misterio y en la majestad de la soberanía de Dios. La fe deja allí este asunto y lo acepta en una obediencia humilde. La incredulidad se rebela contra esto y permanece bajo la misma ira y juicio del Dios de quien duda.

En los versículos siguientes, Pablo usó la ilustración del alfarero y el barro. Dios, estimado oyente, es el alfarero y nosotros el barro. Dios sacó al hombre del polvo de la tierra y lo formó. Declaró que en la muerte su cuerpo físico volvería al polvo. El salmista dijo en el Salmo 103, versículo 14: "Se acuerda de que somos polvo". Muchas veces nos olvidamos de esto. Abraham adoptó una actitud correcta ante Dios cuando dijo, en Génesis 18:27, "Te ruego, mi Señor, que me escuches, aunque soy polvo y ceniza". Y dice el versículo 21:

"¿Acaso no tiene potestad el alfarero sobre el barro para hacer de la misma masa un vaso para honra y otro para deshonra?"

El pensamiento en el versículo 20 era el de Dios como Creador. Lo comparó al alfarero. El versículo 21 tiene que ver con el propósito y el destino, más bien que con el origen. Este versículo nos lleva a la casa del alfarero del cual habló Jeremías en el capítulo 18, de su libro, versículos 1 al 6, cuando dice: "Palabra del Señor que vino a Jeremías, diciendo: Levántate y desciende a casa del alfarero, y allí te haré oír mis palabras. Descendí a casa del alfarero, y hallé que él estaba trabajando en el torno. Y la vasija de barro que él hacía se echó a perder en sus manos, pero él volvió a hacer otra vasija, según le pareció mejor hacerla. Entonces vino a mí palabra del Señor, diciendo: ¿No podré yo hacer con vosotros como este alfarero, casa de Israel? dice el Señor. Como el barro en manos del alfarero, así sois vosotros en mis manos, casa de Israel".

Estimado oyente, Dios metió Su mano en la misma masa de la humanidad y sacó un poco de barro e hizo a un Moisés. Nuevamente metió la mano para sacar del mismo barro a un Faraón. En el principio todo era barro feo, desagradable, ciego y pecaminoso. Dios no lo creó así. Su gracia y Su misericordia hacen una vasija para honra, es decir, para un uso especial. Y el alfarero está en su derecho para hacer otra vasija para deshonra, es decir, para un uso común. Y, "¡Ay del que no siendo más que un tiesto como cualquier tiesto de la tierra, pleitea con su Hacedor! ¿Dirá el barro al que lo modela: ¿Qué haces? o tu obra: ¿no tiene manos?" como dijo Isaías en el capítulo 45 de su profecía, versículo 9. Volviendo ahora al capítulo 9 de la epístola a los Romanos, leamos el versículo 22:

"¿Y qué, si Dios, queriendo mostrar su ira y hacer notorio su poder, soportó con mucha paciencia los vasos de ira preparados para destrucción?"

Pablo ya ha establecido el hecho de que Dios tiene libertad para obrar según el misterio y la majestad de Su soberanía. Ahora, habiendo dicho esto, Pablo procedió a mostrar que Dios trataba con paciencia y misericordia aun a las vasijas que caerían bajo su ira. Nunca podremos decir que Dios las había preparado para la destrucción. La rebelión y el pecado del barro fue lo que las preparó para el juicio. Dios habría tenido toda la razón en ejercer un juicio inmediato sobre ellas, pero trató a estas vasijas, no como barro muerto, sino como criaturas con libre albedrío y les dio amplias oportunidades para revelar cualquier inclinación que pudieran tener para obedecer a Dios. Aunque Dios aborrece el pecado y lo juzgará de una manera final, Su misericordia constantemente se extiende hacia las criaturas implicadas. Y los versículos 23 y 24 de este capítulo 9 de la epístola a los Romanos, nos dicen:

"Él, para hacer notorias las riquezas de su gloria, las mostró para con los vasos de misericordia que había preparado de antemano para gloria. A estos también ha llamado, es decir, a nosotros, no sólo de los judíos, sino también de los que no son judíos".

Hay una distinción clara que se hace aquí entre los vasos de ira y los de misericordia. Dios mostró tanta paciencia para con los vasos de misericordia como para con los vasos de ira, pero los vasos de ira estaban preparados para la destrucción por ellos mismos, mientras que Dios es el que prepara los vasos de misericordia.

Godet sugirió aquí que los vasos de ira se referían a la misma nación judía que fue destruida en el año 70 D.C. Jesús anunció la destrucción, pero Él era sufrido y paciente. Lloró sobre la ciudad, y oró, diciendo: "Padre, perdónalos". (Lucas 23:34). El apóstol Pedro dijo además que el evangelio sería predicado primeramente a ellos. Pero por fin el juicio vino con la destrucción de Jerusalén por Tito en el año 70 D.C., y la dispersión consiguiente de la nación. Y Dios había salvado a un remanente. Los del remanente eran vasos de misericordia.

He aquí la analogía de Dios: Su paciencia con Faraón fue cumplida en la nación de Israel, y la subsiguiente destrucción de Israel vino después que experimentó ampliamente la paciencia de Dios.

Ahora llegamos a un párrafo titulado

La elección de los no judíos en las profecías de la Biblia

Ésta es la última división de este capítulo 9. Pablo ha dejado bien en claro que la nación de Israel fue escogida gracias a la voluntad soberana de Dios y no por algún mérito de los israelitas. Dios no solamente ha escogido a una nación, sino que también ha salvado a aquellos de aquella nación que se han convertido a Él, y siempre hay un remanente. Pero Dios también está tomando un pueblo para Su nombre de entre los que no son judíos. Leamos los versículos 25 y 26 de este capítulo 9 de la epístola a los Romanos:

"Como también en Oseas dice: Llamaré pueblo mío al que no era mi pueblo, y a la no amada, amada. Y en el lugar donde se les dijo: Vosotros no sois pueblo mío, allí serán llamados hijos del Dios viviente".

La primera profecía mencionada en el versículo 25 es una cita de Oseas capítulo 2, versículo 23 y se refiere a la nación de Israel. El apóstol Pedro también se refiere a esta profecía en cuanto al remanente creyente en sus tiempos, los cuales perpetuaron a la nación. A esta gente que se había convertido a Cristo les dijo, en su primera carta, capítulo 2, versículos 9 y 10: "Pero vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable. Vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, ahora sois pueblo de Dios; en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia".

La segunda profecía que se cita aquí en el versículo 26, es de Oseas capítulo 1, versículo 10 y se refiere a los no judíos en cualquier parte de la tierra que se conviertan a Cristo ahora y en el futuro. En el libro de los Hechos de los Apóstoles, capítulo 15, versículo 17, leemos: "Para que el resto de los hombres busque al Señor, y todos los que no son judíos, sobre los cuales es invocado mi nombre".

Y por tanto, Dios también alcanzó a Europa con el evangelio. No envió el evangelio a Europa porque el pueblo allí era superior, en manera alguna. A veces se ha dado a entender que la raza blanca se cree superior a las demás razas. Pero la verdad, estimado oyente, es que nunca lo ha sido y nunca lo será. Ante Dios todos somos iguales, y por lo mismo debemos considerarnos así los unos a los otros. Dios nos ha permitido escuchar el evangelio, sólo debido a Su misericordia. Leamos ahora los versículos 27 y 28 de este capítulo 9 de la epístola a los Romanos:

"También Isaías proclama acerca de Israel: Aunque el número de los hijos de Israel fuera como la arena del mar, tan sólo el remanente será salvo, porque el Señor ejecutará su sentencia sobre la tierra con justicia y prontitud".

El apóstol Pablo citó aquí las palabras del profeta Isaías en el capítulo 10 de su profecía, versículos 22 y 23. Solamente un remanente de Israel será salvado durante el período de la gran tribulación. Si usted quiere saber el porcentaje, hoy en día no hay más de quince millones de judíos en todo el mundo. En el período de la gran tribulación, sabemos que Apocalipsis 7 indica que solamente 144.000 judíos serán sellados para protección y salvados; son una pequeña parte del total. Aunque creemos que otros serán salvos durante ese período, estos 144.000 serán testigos de Él, y un pequeño remanente se salvará. Ahora, no sabemos si esta cifra es literal o simbólica, pero sabemos que representa un pequeño porcentaje, pero es un remanente. Siempre ha sido así con los judíos. Y siempre ha ocurrido así también con un remanente de entre los no judíos. Siempre es sólo un remanente que es salvado según Su gracia. El mismo hecho de que solamente salve a uno, revela Su misericordia y Su gracia, porque a la verdad, no existe nadie que merezca ser salvado. Y el versículo 29 de este capítulo 9 de la carta de Pablo a los Romanos dice:

"Y como antes dijo Isaías: Si el Señor de los ejércitos no nos hubiera dejado descendencia, como Sodoma habríamos venido a ser, y a Gomorra seríamos semejantes".

En este versículo el apóstol Pablo citó las palabras de Isaías del capítulo 1, versículo 9 de su profecía. Ésta fue una declaración sorprendente, pero un clímax apropiado para la soberanía de Dios. Aun la nación elegida habría sido como Sodoma y Gomorra en su depravación y rebelión contra Dios, si Él no hubiera intervenido con Su misericordia soberana y rescatado a un remanente. ¡Qué denuncia del fariseísmo orgulloso y de la orgullosa membresía de Iglesia que hay hoy en día! Solamente la misericordia de Dios es lo que evita que vayamos al infierno, estimado oyente. Y ahora, el versículo 30 nos dice:

"¿Qué, pues, diremos? Que los no judíos, que no iban tras la justicia, han alcanzado la justicia, es decir, la justicia que es por fe"

Ésta fue una declaración emocionante. Los no judíos que no quisieron ni actuaron, hallaron justicia en Cristo, porque Dios lo obró y así lo quiso. Las Escrituras del Antiguo Testamento lo habían profetizado, pero ahora la historia lo confirmaba, según Pablo testificó. Usted puede leer acerca de la visita del apóstol Pablo al país de Galacia, en su primer viaje misionero, en el libro de los Hechos de los apóstoles, capítulos 13 y 14; y también puede leer acerca de Pablo en Atenas, en el capítulo 17 del mismo libro de los Hechos de los apóstoles, versículos 15 al 34. Isaías ya había dicho que los no judíos también serían salvados. Y ahora, el versículo 31 dice:

"Mientras Israel, que iba tras una ley de justicia, no la alcanzó".

En otras palabras, los judíos, tratando seguir a una ley que debiera haber producido justicia, no alcanzaron esa ley. Ésta fue una declaración trágica. Ellos trataron de producir una justicia propia por medio del sistema mosaico. Pero no lo lograron y si lo dudamos, observemos a la nación judía en el día de hoy. Es un hecho que algunas personas que proclaman su religiosidad son las más difíciles de alcanzar con el evangelio. Incluso, algunas personas son miembros formales de una iglesia, sin haber tenido una experiencia personal con Jesucristo.

Nunca podrá usted reconciliar la soberanía de Dios y la responsabilidad de los hombres. Pero Pablo dejó claro que si usted es salvado, estimado oyente, la responsabilidad es suya. Usted tiene que aceptar lo provisto por Dios. La Biblia dice con toda claridad que Dios ha hecho su parte al proveer una salvación para todo el mundo. Las puertas están abiertas para que todo aquel que quiere, pueda venir. Y el Señor dijo el evangelio según San Juan, capítulo 6, versículo 37: "... y al que a mí viene, no le echo fuera". Por favor, no se ponga usted a un lado para decir: "Yo no soy uno de los elegidos". Si usted quiere ser salvo, usted está entre los elegidos. Si usted no quiere, pues no lo está. Es así de sencillo.

Ya llegamos antes a la conclusión de que: Dios es soberano. Él obrará según Su voluntad, y Su voluntad es justa. No hay posibilidad alguna de injusticia con Él. Dios no se equivoca, como los seres humanos. Estimado oyente, ¿Por qué no confía usted en Dios? ¡Dios puede, y quiere salvarle completamente!

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