Estudio bíblico de Hebreos 2:10-17

Hebreos 2:10-17

El día de hoy, amigo oyente, regresamos al capítulo 2 de esta epístola a los Hebreos, que estamos estudiando, y vamos a continuar con nuestro estudio partiendo del versículo 10, ya que este versículo y el 9 constituyen el corazón mismo de este capítulo. Leamos entonces el versículo 10 de este segundo capítulo de Hebreos:

"Convenía a aquel por cuya causa existen todas las cosas y por quien todas las cosas subsisten que, habiendo de llevar muchos hijos a la gloria, perfeccionara por medio de las aflicciones al autor de la salvación de ellos"

Jesús no fue un hombre en quien Dios hizo algo. La humanidad de Jesús no significó que Él fuera un genio religioso. No significó que Él fuera el mártir de una causa. Tampoco significó que Él estaba dando un buen ejemplo. La humillación de Cristo logró dos cosas: (1) Trajo gloria y honra para la persona de Cristo; y (2) logró la salvación del hombre, haciendo esa salvación posible. Cristo llevó la humanidad al cielo, y allí hay no solo un Hombre en la gloria, sino que también hay una gloria en aquel Hombre, gloria que no había estado allí antes.

El verbo "convenía", simplemente significa que era apropiado y digno para Él; estaba en armonía y era coherente con Su Persona y propósito el traer muchos hijos a la gloria de esa forma. Y la frase continúa, "convenía a aquel por cuya cause existen todas las cosas y por quien todas las cosas subsisten". Él creó todas las cosas, y esas cosas eran para Él. Si usted quiere saber por qué este universo existe, desde la Biblia nos llega la respuesta de que existe porque Jesús lo quiso; fue Su voluntad. Ése fue el origen de este universo: comenzó en la mente de Cristo.

Destacamos también la frase "habiendo de llevar muchos hijos a la gloria". Este es el propósito actual de Dios. Dios también tiene el propósito futuro de colocar a Su Rey en la colina santa de Sión (ver Salmo 2). Dios está actuando, avanzando en el cumplimiento de ese programa. Pero en la actualidad Él aún está llamando a un pueblo para que invoque y proclame Su nombre; está trayendo muchos hijos al hogar de la gloria.

Continúa diciendo el versículo 10, "perfeccionara por medio de las aflicciones al autor de la salvación de ellos". O sea, al creador o líder es alguien que lleva algo a su término. En otras palabras, el Señor Jesús es el Alfa y el Omega de todo. Él es el principio, y el fin. Lo que Él comienza, lo termina. Él originó nuestra salvación y la consumó. ¿Cómo lo hizo? Lo hizo descendiendo a esta tierra, y asumiendo nuestra humanidad. ¿Y qué hizo cuando llegó a la tierra? Él murió por cada ser humano. Él vino para redimir a la humanidad y para procurar la salvación del hombre. Él reveló a Dios en la tierra, y hoy representa al hombre en el cielo. Veremos este aspecto cuando en nuestro estudio lleguemos al tema de Su sacerdocio.

En cuanto al "perfeccionar por medio de las aflicciones", diremos que Él fue perfeccionado en el sentido de ser hecho completo. La palabra "perfecto" proviene del griego "teleioo", que significa, "llevar hacia la meta o el objetivo, consumar, completar".

Él fue perfeccionado por el sufrimiento. Aunque era el hijo de Dios, o aunque era Dios mismo, Su vida perfecta no nos salva. Su nacimiento virginal no nos salva. Realmente, Su enseñanza no nos salva. Sus milagros no nos salvan, ni tampoco Su ejemplo. Pero es Su muerte en la cruz lo que nos salva. Él fue hecho completo; Él alcanzó ese carácter completo muriendo en la cruz.

Dios no escogió permanecer aislado en el cielo, contemplando el fracaso humano, la corrupción del pecado invadiendo todas las esferas de la vida y la miserable condición espiritual y moral de las personas, así como el destino que les esperaba en esta vida y después de la muerte. Él descendió a la tierra y asumió nuestra humanidad. Y como Cristo Jesús sufrió y murió sobre una cruz, yo estoy dispuesto a confiar en Él. Estoy dispuesto a amarle por lo que ha hecho por mí y por una humanidad perdida. Estimado oyente, ¿no querrá usted también darle las gracias?

Ahora, el versículo 11, de este capítulo 2 de la epístola a los Hebreos, dice:

"Porque el que santifica y los que son santificados, de uno son todos; por lo cual no se avergüenza de llamarlos hermanos"

Destacamos la frase "el que santifica". El ser santificado no significa lo que una persona común cree que quiere decir. Uno pensaría que el término se refiere a una persona muy buena, muy amable. Bueno, la santificación cuando se usa en relación con el Espíritu Santo tiene que ver con la obra de Dios en nosotros, para hacernos llegar a ser la clase de representantes que Él quiere aquí sobre la tierra. Es la obra del Espíritu Santo de Dios en el corazón de los redimidos. Pero, santificación, cuando se usa en relación con la persona de Cristo (como es el caso aquí en la epístola a los Hebreos) no es purificación. No es una "condición" sino una "posición" que tenemos en Cristo. Él fue el Justo que ocupó el lugar de los injustos para llevarnos a Dios. Y así Cristo nos ha introducido ahora en la familia de Dios.

Dice la última parte de este versículo 11 que "no se avergüenza de llamarlos hermanos". Así que en la familia de Dios, Él no se avergüenza de llamarnos hermanos. Ahora, por supuesto, yo no me atrevería a llamarlo hermano, pero Él nos ha hecho formar parte de la familia de Dios. Él es el primogénito de entre muchos hermanos. Él es la cabeza de la familia, y nos llama hermanos porque todos nos hemos convertido en hijos de Dios por medio de la fe en el Señor Jesucristo.

Amigo oyente, esto nos presenta de una manera muy clara, que la doctrina de la paternidad universal de Dios y la hermandad universal del hombre es totalmente falsa. Es una doctrina condenable. Y a la hora de la verdad, la humanidad no tiene mucho de qué jactarse en cuanto la supuesta hermandad universal, teniendo en cuenta las tensiones raciales y la rivalidad, el fanatismo y la agresividad que existe hoy entre religiones, culturas y civilizaciones. Entonces en el versículo 12 de este segundo capítulo de Hebreos, leemos:

"Diciendo: Anunciaré a mis hermanos tu nombre, en medio de la congregación te alabaré."

Este versículo es una cita del Salmo 22, que es el gran Salmo de la cruz. En la primera parte de este Salmo 22, se muestra la humillación de Cristo, y en realidad uno puede leer las siete últimas palabras de Cristo en la cruz. Y comenzando con el versículo 22 de este salmo tenemos la exaltación de Cristo, ya que allí dice: "Anunciaré tu nombre a mis hermanos; en medio de la congregación te alabaré". El profesor McGee cree que este versículo quedaría restringido a los hermanos hebreos, porque fue escrito para los judíos.

Ahora, aquí tenemos otra cita del Antiguo Testamento; se trata del pasaje de Isaías 8:17-18. Leamos el versículo 13 de Hebreos 2:

"Y otra vez dice: Yo confiaré en él. Y de nuevo: Aquí estoy yo con los hijos que Dios me dio."

Este versículo nos revela cómo el Espíritu Santo interpreta la Escritura. Aún hay quienes en la actualidad tratan de dar una interpretación de los profetas que elimine absolutamente cualquier referencia a Jesucristo. En realidad, cuando leemos Isaías 8:17 y 18, parece que el escritor estuviera hablando sobre los hijos de Isaías, al menos esa es la forma en que lo entendemos. Pero aquí en el versículo 13 de este capítulo 2 de Hebreos el Espíritu de Dios interpretó la referencia de Isaías de tal manera que se refiere al Señor Jesucristo. Por lo tanto, cualquiera que hoy intente eliminar al Señor Jesús de los profetas, está contradiciendo la interpretación que el Espíritu Santo ha dado en el Nuevo Testamento.

Recordemos que cuando el Señor Jesús regresó de los muertos, dijo en el evangelio según San Juan, capítulo 20, versículo 17: "Ve a mis hermanos y diles: subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios". Cuando Jesús dijo: "Ve a mis hermanos", se estaba refiriendo a Sus apóstoles en ese momento en particular y, por supuesto, ellos eran todos judíos. Enfatizamos este detalle porque creemos que es muy importante tener presente a quienes fue escrita esta epístola. Nos capacitará para presentar una interpretación correcta que, confiamos, pueda conducir a una aplicación para su corazón y el mío. Veamos ahora lo que dice el versículo 14, de este capítulo 2 de la epístola a los Hebreos:

"Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo"

Esta declaración enfatiza la encarnación del Señor.

Dice aquí, "por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, el también participó de lo mismo". Cristo vino de una forma en la que ellos no estaban esperando que Él viniera. Sin embargo, ellos deberían haber sabido, porque los profetas habían expuesto claramente la manera en que Él vendría a la tierra por primera vez. Pero como dice George McDonald: "Ellos estaban esperando un rey para que los elevara y matara a sus enemigos. Y llegó un niño que hizo llorar a una mujer."

Como nosotros fuimos hechos de carne y sangre, Él asumió esa naturaleza humana de carne y sangre. Él vino a este mundo por medio de un nacimiento humano, de la misma manera en que usted y yo vinimos al mundo.

Dice también aquí: "Para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte". Cristo no vino sólo para nacer, porque Su nacimiento no salva a nadie, sino Su muerte. Es por medio de Su muerte que Él nos salva, no por Su nacimiento o Su vida. Su muerte nos trajo salvación y liberación de la muerte espiritual y eterna. Leamos ahora, el versículo 15 de este capítulo 2 de la epístola a los Hebreos:

"Y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre."

Un expositor Bíblico explicó este versículo de la siguiente manera: "La ley de Dios exigió y exige la muerte para el pecado. La Biblia dice: "El alma que peque morirá. La paga del pecado es muerte". En primer lugar, Satanás fue la causa del pecado y, aunque él es un usurpador, puede exigir, en un sentido con justicia, que el pecador debe morir. Él tenía el poder, la autoridad para exigir que cada pecador debiera pagar el castigo del pecado. A causa de todo esto, todos los hombres, porque todos son pecadores, tenían miedo a la muerte y estaban sujetos a esclavitud, por causa del pecado, para servir al pecado y así, servir a Satanás". Hasta aquí la cita. Continuemos leyendo ahora el versículo 16 de este segundo capítulo de Hebreos:

"Ciertamente no socorrió a los ángeles, sino que socorrió a la descendencia de Abraham."

Cuando Cristo dejó el cielo y vino a la tierra, pasó por delante de los ángeles y vino al hombre caído. Él asumió la simiente de Abraham. Vino en la línea genealógica de Abraham. Dios comenzó su preparación en el mismo principio, con Adán y Eva. En aquel tiempo Dios dijo que vendría la simiente de la mujer (como podemos ver en Génesis 3:15). Entonces Dios dijo que vendría en la línea de Abraham, y un poco más adelante en la historia supimos que nacería en la tribu de Judá, en la familia de David, de la nación de Israel. Y que iba a nacer de una virgen. El Señor colocó suficientes señales orientativas para que todos, no sólo los sabios de Oriente, sino todos debieran haber sabido encontrar el camino hacia Belén cuando Jesús nació. Continuemos leyendo ahora el versículo 17 de este capítulo2 de Hebreos:

"Por lo cual debía ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo."

El Señor Jesús vino a la tierra como un ser semejante a los hombres. En la Epístola a los Filipenses capítulo 2, versículo 7 leemos: "se despojó a sí mismo, tomó forma de siervo y se hizo semejante a los hombres". Fue una semejanza real con los seres humanos. "Esta semejanza", según un expositor Bíblico, "se expresó mayormente donde las huellas de la maldición del pecado era más aparentes, o sea, en la pobreza, en la tentación, y en la muerte violenta e inmerecida". Hasta aquí la cita. Él podía haber nacido en el palacio del César, pero en cambio nació en medio de una verdadera pobreza, en un establo que se encontraba detrás de un mesón. ¿Por qué? Para que Él pudiera experimentar algo de los efectos del pecado en la humanidad. ¿Y donde percibimos mejor esos efectos? Los vemos en la pobreza, los vemos en la tentación, y los vemos en la muerte violenta e inmerecida. Es en esas áreas donde se manifiesta el pecado.

Es una tragedia que gente inocente tenga que sufrir. Debemos dar gracias a Dios que algún día Él va a cambiar totalmente esta situación de injusticia en que viven tantas personas, muchas de las cuales no pueden vivir con dignidad o ni siquiera sobrevivir.

Como acabamos de destacar, cuando Cristo vino a esta tierra supo lo que era la verdadera pobreza. A veces, en las guerras, cuando poblaciones enteras han tenido que ser evacuadas a causa de los ataques, o a causa de catástrofes naturales, mujeres se han visto obligadas a dar a luz niños en las circunstancias y lugares más inesperados. Así le sucedió también a Jesús, que nació en circunstancias de una gran aglomeración de gente, cuando hubo grandes desplazamientos de multitudes de un pueblo a otro. Recordemos que César había decretado que todos aquellos que se encontraban bajo la jurisdicción de Roma, tenían que inscribirse o empadronarse para pagar los impuestos que les correspondían. María había tenido que trasladarse a Belén, aunque se encontraba muy próxima a dar a luz a su hijo. Cuando llegó a Belén, no había lugar para ella en el mesón, y entonces el Señor Jesucristo tuvo que nacer en un establo. Él podría entonces comprender y compadecerse con todos aquellos niños que tendrían que nacer en un entorno tan precario para su seguridad y su salud.

El Señor Jesucristo vino a la tierra y asumido un cuerpo humano. Por ello, Él puede compadecerse de usted y de mí, no importa quién sea usted o donde se encuentre. Él le conoce y le comprende, no simplemente porque sea Dios, sino también porque se convirtió en un hombre. Él conoce perfectamente las situaciones por las que usted y yo estamos pasando.

En el siglo pasado y en los tiempos actuales somos conscientes de las dramáticas situaciones de pobreza que se viven en el Oriente Medio, especialmente entre los árabes. Nuestros corazones son sensibles a los sufrimientos de los refugiados. No podemos aprobar que ellos recurran a la violencia y a la muerte, pero por otra parte, ¿sabía usted que algunos de ellos han estado viviendo en esos campamentos miserables desde el año 1948? Sus condiciones de vida son extremadamente pobres. Incluso sus propios hermanos de raza no les han permitido integrarse entre los ciudadanos de sus propios países. Y así, han permanecido confinados a estos campamentos. Bueno, en el caso del Señor Jesucristo, había una pobreza miserable en el Oriente Medio cuando Él vivió allí. Dice aquí en el versículo 17 de este segundo capítulo de Hebreos, "debía ser en todo semejante a sus hermanos". Así que Él llegó rodeado de pobreza: La pobreza de la familia de Jesús era casi imposible de describir. Nació en una raza que se encontraba bajo el yugo romano. Como dijimos, no nació en un palacio, sino en un establo. En todos los aspectos Él fue hecho semejante a sus hermanos. Se convirtió en uno de ellos. Si usted hubiera vista a aquel niño jugando en Belén, con ropas rotas y sucias, usted no le habría reconocido, no se habría imaginado quién era. Cuando los artistas le pintan, en sus obras le han reflejado como un niño hermoso, radiante y con ropas resplandecientes. Pero Él probablemente fue un niño normal, con el rostro sucio como el de sus compañeros de juegos. Por todos ello, Él fue hecho semejante a Sus hermanos en todo.

Al enfatizar la deidad de Cristo existe el peligro de subestimar Su humanidad. Cualquiera de nosotros puede sentirse afortunado al no haber nacido en Belén, y de no haberse criado en Nazaret. Incluso los niños de esta época que viven en esos lugares no tienen muchas oportunidades para desarrollar una vida digna. ¡Imaginémonos como habrá sido en tiempos de Jesús! Así que Jesucristo se convirtió en un ser humano verdadero y surgió de ese contexto social. Fue como una raíz en la tierra seca. Con toda seguridad, usted no habrá tenido jamás un pensamiento, ni habrá soportado un sufrimiento que Él no haya conocido y experimentado. Por ese motivo, Él puede ser un Sumo Sacerdote compasivo y fiel.

Y dice finalmente el versículo 17, "para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo". Otra versión traduce "para hacer propiciación por los pecados del pueblo". El "propiciatorio" era la tapa del arca de pacto de Dios con Su pueblo. Cristo hizo un propiciatorio para que usted y yo viniéramos a Él. Y estimado oyente, lo que usted y yo necesitamos es misericordia, compasión. Y Dios tiene mucha misericordia disponible para nosotros, porque Jesús preparó ese propiciatorio, y cualquiera puede acudir a Él y encontrar todo lo que su alma necesita. Así que Cristo proveyó ese propiciatorio para los pecados del ser humano, y ése es el único lugar en el cual usted puede obtener la gracia de Dios.

Estimado oyente, debemos concluir aquí, pero continuaremos en nuestro próximo programa, en el que finalizaremos este segundo capítulo de esta carta a los Hebreos, y comenzaremos por el tercero. Esperamos contar con su compañía en nuestro próximo encuentro y le sugerimos que lea usted anticipadamente esos pasajes, para que pueda asimilar mejor el estudio que estamos realizando.

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