Estudio bíblico de Hebreos 9:28-10:18

Hebreos 10:1-19

Sin ninguna pausa ni interrupción con respecto al capítulo 9, el escritor de esta epístola continuó desarrollando el tema del sacrificio superior. Leamos el primer versículo de este décimo capítulo de Hebreos:

"La Ley, teniendo la sombra de los bienes venideros, no la imagen misma de las cosas, nunca puede, por los mismos sacrificios que se ofrecen continuamente cada año, hacer perfectos a los que se acercan."

Al concluir el capítulo 9 el escritor estaba diciendo que si Cristo no hubiera obtenido la salvación por Su muerte en la cruz en Su primera venida a este mundo, en el futuro no quedaría ninguna esperanza, sino el juicio. Estimado oyente, si usted rechaza al Señor Jesucristo como Salvador, tendrá el futuro más triste que se pueda imaginar. Hemos estado presentes en muchos entierros y algunos de ellos fueron de personas que no habían sido salvas. No hay tristeza mayor que la que se siente en un funeral por parte de los familiares de personas no salvas. Y es lógico que así sea. Recordamos el caso de una esposa, por ejemplo, cuyo esposo falleció. Ella dependía mucho de él. El pastor, en su sermón previo al entierro, no pronunció palabras de consuelo, sino que comunicó las buenas noticias de la salvación del mensaje del Evangelio. Al terminar, en su profunda tristeza ella se acercó al Pastor y le preguntó: "¿Queda alguna esperanza?" Y él le respondió. "Hay esperanza para usted". Es que para él ya no había ninguna esperanza. Él era un hombre que acostumbraba a blasfemar contra Dios y que no quería tener nada que ver con la iglesia, ni con el Señor Jesucristo, ni con los cristianos. Después de la muerte, a él solo le quedaba enfrentarse con el juicio.

Otras traducciones de la Biblia comienzan acertadamente este capítulo con las palabras "Porque" o "Pues", teniendo en cuenta que el escritor continuó exponiendo el tema del sacrificio de Cristo por el pecado.

Dice este versículo 1: "Porque la Ley, teniendo la sombra de los bienes venideros, no la imagen misma de las cosas". La Ley Mosaica cumplió un buen propósito al ser una figura que enseñó a Israel. Como Dios había enseñado a Israel de una manera tan meticulosa, juzgó a la nación con gran severidad. Cuando el Señor Jesús se encontraba en este mundo dijo, en Lucas 13:34, "¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina a sus polluelos debajo de sus alas, pero no quisiste!" Estimado oyente, si usted no cree que el juicio de Dios no fue realmente severo, vaya a Jerusalén y camine por las calles de la ciudad vieja. Recorra el área donde sabemos que Jesús estuvo. En la actualidad, toda esa zona está cubierta de escombros. ¿Por qué? Porque esa ciudad ha sido juzgada. ¡Cuántas veces el Señor había intentado reunirse con Su pueblo elegido! Él les había entregado el Antiguo Testamento con una clara enseñanza del ritual del tabernáculo.

Contrastemos la luz que ellos recibieron con la oscuridad en que otros pueblos vivieron. Los israelitas tuvieron el Antiguo Testamento, que era, y aún es, un libro ilustrado, un libro sencillo como un abecedario. Ese es el motivo por el cual muchas personas no captan su significado. Porque se trata de un simple libro ilustrado, didáctico, en el cual Dios está tratando de decirnos a todos, como si fuéramos niños, que Él murió por nosotros. Y el mensaje que contiene dicho libro es así de sencillo.

Ahora, es importante que destaquemos otro detalle. Observemos que la ley estaba relacionada con el tabernáculo y los sacrificios. Esta idea de que uno puede separar los mandamientos de Dios de Su ley ceremonial está totalmente equivocada. Si usted quiere regresar al sistema legal y colocarse bajo los Diez Mandamientos, sería mejor que se construyera un pequeño tabernáculo para usted, y comenzar a criar machos cabríos y ovejas, porque va a necesitar a estos animales. Pero estimado oyente, recuerde que Cristo terminó con ese sistema. Ahora nos encontramos sobre una base o fundamento completamente diferente, y mucho más elevado. Por ejemplo, Dios quiere traer alegría a nuestra vida. La ley nunca prometió alegría. Allí en el Monte Sinaí, cuando la ley fue entregada, hubo truenos y relámpagos, y la gente sentía que podía morirse. Pero cuando vino Jesús, fue Él quien murió para que nosotros pudiéramos tener vida. Continuemos leyendo el versículo 2 de este capítulo 10 de Hebreos:

"De otra manera cesarían de ofrecerse, pues los que tributan este culto, limpios una vez, no tendrían ya más conciencia de pecado."

Es decir, que si los sacrificios que ellos ofrecían podían remover su culpa, un sacrificio habría resultado suficiente.

Es interesante observar que después que Jesús murió, sólo pasaron unos pocos años hasta que el templo fuera destruido. E Israel no ha sido capaz de edificar otro templo. Tienen una pequeña miniatura o maqueta del templo para exhibirla en un hotel de la parte nueva de Jerusalén. Pero no tienen un templo en la actualidad. Y tampoco parece que vayan a tenerlo pronto. Es que cuando Cristo se convirtió en un sacrificio, ese hecho terminó con la necesidad del tabernáculo y del templo.

Hoy los israelitas no están ofreciendo sacrificios. Cierto guía de la ciudad de Jerusalén estaba mostrando la maqueta del templo, y cuando un visitante le preguntó dónde estaba el altar de bronce, el guía lo miró sorprendido y le respondió: "Eso ya ha quedado en el pasado, porque ahora tenemos una religión ética". Hay muchas personas que tienen hoy una religión ética, pero, estimado oyente, aquel sacrificio sangriento era necesario para que toda la familia humana pudiera tener el perdón de los pecados.

La frase inicial del versículo 2, al decir, hablando de los sacrificios, "de otra manera dejarían de ofrecerse" expresa que los adoradores, una vez purificados, ya no se habrían sentido culpables de pecado. Continuemos leyendo el versículo 3 de este décimo capítulo de Hebreos:

"Pero en estos sacrificios cada año se hace memoria de los pecados"

Así es que, en realidad lo que aquellos sacrificios lograron fue recordar a los israelitas que el sistema de sacrificios no estaba completo, porque si lo hubiera estado, no habrían tenido que volver a repetirlos cada día. Los sacrificios eran sólo una sombra, que corresponde a la palabra griega "skian", que significa un esbozo, una figura poco delineada. Los sacrificios antiguos eran una sombra, nunca una substancia. Y, estimado oyente, las sombras no son suficientes. Usted no puede vivir en la sombra de una casa, sino en una casa concreta y material.

Y nuevamente enfatizamos que los sacrificios no tendrían necesitado repetirse, su hubieran sido completos. Por ejemplo, si una persona dice que se ha curado de una enfermedad y todavía sigue tomando regularmente sus medicinas, significa que no se ha sanado. Y cuando una persona continúa trayendo cada año sacrificios, significa que no se ha sanado de la herida de su pecado. Fue Cristo quien hizo el sacrificio único, de una vez por todas. En aquellos sacrificios había como un recordatorio de los pecados, año tras año. Y cada año se celebraba el gran Día de la Expiación. ¿Y qué significado tenía? La respuesta no había aún llegado y no llegaría hasta que allá en el Gólgota Jesús exclamó: "¡Consumado es!" Estimado oyente, entonces sí que la obra de Cristo quedó completa. Y al año siguiente ya no sería necesario celebrar un Día de la Expiación. En realidad, el autor de esta carta nos diría que celebrar hoy ese sacrificio sería pisotear la sangre de Jesús. Y dice el versículo 4 de este capítulo 10 de Hebreos:

"Porque la sangre de los toros y de los machos cabríos no puede quitar los pecados."

La sangre de aquellos sacrificios de animales cubría los pecados hasta que el Cordero de Dios viniera a quitar el pecado del mundo, como anunció Juan el Bautista en Juan capítulo 1, versículo 29: "El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo."

Ahora llegamos a un gran pasaje. Leamos los versículos 5 al 10 de este décimo capítulo de Hebreos:

"Por lo cual, entrando en el mundo dice: Sacrificio y ofrenda no quisiste, mas me diste un cuerpo. Holocaustos y expiaciones por el pecado no te agradaron. Entonces dije: He aquí, vengo, Dios, para hacer tu voluntad, como en el rollo del libro está escrito de mí. Diciendo primero: Sacrificio y ofrenda, holocaustos y expiaciones por el pecado no quisiste, ni te agradaron (cosas que se ofrecen según la Ley), y diciendo luego: He aquí, vengo, Dios, para hacer tu voluntad, quita lo primero para establecer esto último. En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre."

Queremos insertar aquí una referencia para hacer que esta sección de la Palabra de Dios sea muy significativa para usted, estimado oyente. Retrocediendo al libro de Éxodo, encontramos en el capítulo 19 la preparación para la entrega de la ley de Moisés, y en el capítulo 20, le entrega de los Diez Mandamientos. Después, Dios hizo la provisión misericordiosa del sistema de sacrificios. Es que el altar estaba ligado a la ley. Después, en el capítulo 21, nos encontramos con algo que parecía estar muy fuera de lugar. Es una de las más hermosas referencias de la Biblia. La ley ya había sido entregada y entonces Dios le dijo a Moisés en los versículos 1 y 2, de este capítulo 21 de Éxodo leemos: "Estas son las leyes que les propondrás. Si compras un siervo hebreo, seis años servirá; pero al séptimo saldrá libre, de balde". Es decir, que ellos no podían tener un esclavo de su propio pueblo por más de seis años. Y continuó diciendo en los versículos 3 al 6: "3Si entró solo, solo saldrá; si tenía mujer, su mujer saldrá con él. 4Si su amo le dio una mujer, y ella le dio hijos o hijas, la mujer y sus hijos serán de su amo, y él saldrá solo. 5Pero si el siervo dice: Yo amo a mi señor, a mi mujer y a mis hijos; no quiero salir libre, 6entonces su amo lo llevará ante los jueces, lo arrimará a la puerta o al poste, y le horadará la oreja con un punzón. Así será su siervo para siempre".

En aquellos tiempos, si usted veía a un hombre andando por la calle con la oreja perforada, sabía entonces que él había recibido una esposa, y que había pagado el precio de una esclavitud permanente para ella. Esa era una gran ley y un hermoso detalle. Pero, ¿cuál era el significado de todo esto?

Bien, continuemos ocupándonos del significado de ese hecho y leamos lo que nos dice el Salmo 40, versículos 6 y 7: "Sacrificio y ofrenda no te agradan; has abierto mis oídos (o perforado de la misma manera en que se lo hacía al siervo) Holocausto y expiación no has demandado. Entonces dije: He aquí, vengo; en el rollo del libro está escrito de mí". Este pasaje fue citado en el libro de Hebreos y aplicado al Señor Jesucristo. Aquí tenemos uno de las figuras más hermosas de todas las Sagradas Escrituras. El Señor Jesucristo vino a esta tierra, y creció llegando a la madurez. Y a la edad de 30 años, comenzó su ministerio terrenal. Cuando llegó al final de ese ministerio pudo decir: "¿Quién de ustedes me acusa de pecado?" Él era santo, inocente, sin mancha, separado de los pecadores. Él podía haber salido de la tierra cualquier día en que hubiera deseado hacerlo, regresar al cielo y dejar a esta tierra en el pecado, es decir, que nos podía haber dejado a usted y a mí en la esclavitud del pecado. Pero, estimado oyente, Él nos amó, y Dios amó al mundo de tal manera que entregó a Su único Hijo. Así fue que, en vez de que su oreja fuera perforada con un punzón, a Él le fue dado un cuerpo. ¿Un cuerpo para qué? Para morir en la cruz. Como dice el versículo 10, "En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre". Y refiriéndonos otra vez a la Ley en el Éxodo, si un amo le entregaba a su esclavo una esposa para casarse y él la amaba, podía optar por quedarse compartiendo la esclavitud con ella. De la misma manera, al Señor Jesucristo le fue dado, como Su esposa, el cuerpo de creyentes que llamamos la iglesia. En Su oración de Juan capítulo 17 el Señor le dijo a Su padre sobre ellos: "Éstos son míos. Tú me los diste". El Señor Jesús nos ama; Él pagó el precio por nosotros. Pero el detalle interesante fue que Él no permaneció en la esclavitud (como el antiguo esclavo); Cristo Jesús regresó al cielo, a la derecha de la Majestad en las alturas, y algún día va a liberarnos de la esclavitud del pecado para que estemos con Él. Sólo Él podía hacerlo. Realmente, esta sección de la Biblia nos presenta una hermosa figura de Cristo. Continuemos leyendo el versículo 11 de este capítulo 10 de Hebreos:

"Ciertamente, todo sacerdote está día tras día ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados."

Como dijimos antes, las ofrendas sólo podían cubrir el pecado: constituían una expiación, pero nunca podían quitar los pecados. Las ofrendas eran nada más que un recordatorio de que los hombres eran pecadores y que el problema del pecado aún no había sido solucionado. Y continúa diciendo el versículo 12:

"Pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios."

¿Por qué se sentó? ¿Por qué estaba cansado? No, estimado oyente. ¿Por qué no quería hacer nada más? No. Jesús se sentó porque Su obra había terminado. Dice aquí que Él se ofreció "una vez para siempre". Y el versículo 13 añade:

"Allí estará esperando hasta que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies."

Nuestro Señor está simplemente esperando. Hay unos cuantos más que van a ser salvos. Nosotros oramos: "Ah, Señor Jesús, ven pronto". Pero Él dice: "No, todavía no. Vamos a esperar porque quiero salvar a algunas otras personas". Él le está dando a usted una oportunidad, si usted no es salvo. El Salmo 110, versículo 1, dice: "El Señor dijo a mi señor; siéntate a mi diestra, hasta que ponga a mis enemigos por estrado de tus pies". Y esta es una referencia a la segunda venida de Cristo a la tierra. Pero mientras tanto Él no viene, está esperando para que más miembros de la familia humana vengan a Él. Continuemos leyendo el versículo 14;

"Y así, con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados."

Una ofrenda puede hacer lo que muchas ofrendas no pudieron hacer. Si Cristo no puede salvarle y guardarle, amigo oyente, entonces, Dios no tiene ninguna otra forma para salvarle y guardarle. Y ahora, los versículos 15 al 17, nos dicen:

"El Espíritu Santo nos atestigua lo mismo, porque después de haber dicho: Este es el pacto que haré con ellos después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en sus corazones, y en sus mentes las escribiré, añade: Y nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones"

Esta es la parte esencial de la cita del capítulo 31 de Jeremías, donde Dios dijo: "Yo voy a hacer un nuevo pacto con Israel". Dios no ha terminado sus tratos con ellos. Al leer su Biblia usted será consciente de ello.

Ahora, permítanos recordarle que en esta sección de Hebreos estamos viendo la mayor división de la Palabra de Dios. Es como un valle colocado entre el antiguo pacto y el nuevo pacto, entre el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento. Y recordemos que Dios entregó ambos. Retrocediendo por un momento al versículo 9, observemos que dice: "quita lo primero para establecer esto último". O sea, quita el primer pacto para establecer el segundo pacto. Cuando el Señor Jesús murió en la cruz, sucedió algo muy importante: el velo, o la cortina del templo fue rasgada en dos partes. Los hombres ya no tendrían que venir a Dios por medio del sacrificio de toros y machos cabríos; entonces, el Señor Jesús abrió un camino para nosotros a través de Su propio cuerpo, un camino para usted y para mí. Y veamos nuevamente el versículo 10 de este capítulo: "En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre". Esto daba terminada la realización de sacrificios. Resulta interesante ver que desde la destrucción del templo en el año 70 D.C. por el romano Tito, no se han ofrecido sacrificios de sangre en Jerusalén. Y en la actualidad tampoco se ofrecen allí sacrificios, y la posibilidad de que se ofrezcan en un futuro cercano son muy lejanas. Así que Cristo quitó lo primero, para establecer lo último.

Esta realidad es de gran importancia. En el primer pacto había muchas reglas y normas. El antiguo pacto era una ley, una ley que abarcaba muchos detalles. Había una ley ceremonial muy detallada con respecto a los sacrificios; estaban los Diez Mandamientos y otros mandamientos y reglas. De hecho, las reglas, las normas, apelan a la naturaleza humana. Las personas creen que resulta fácil obedecer las reglas, y esta es la razón por la cual algunos dicen hoy que el Sermón del Monte es su religión. Puede que no sepan exactamente lo que dicho sermón dice o lo que significa, pero les agrada porque tiene reglas, aunque se engañen a sí mismos al creer que pueden obedecerlas. La totalidad de la historia de la humanidad y la enorme cantidad de cultos y sectas que han surgido en nuestro tiempo demuestran que esto es cierto. Al hombre le gusta vivir de acuerdo con ciertas reglas y cumplir con ciertos rituales.

Ahora, en el nuevo pacto estamos bajo un sistema totalmente diferente. Pablo había mencionado a los creyentes de Corinto, en su segunda carta, capítulo 3 y el versículo 6 lo siguiente: "6el cual asimismo nos capacitó para ser ministros de un nuevo pacto, no de la letra, sino del Espíritu, porque la letra mata, pero el Espíritu da vida". Algunos han sostenido la extraña interpretación de que no deberíamos poner énfasis en el estudio de la Biblia, porque aquí "la letra" se refiere a la Biblia, y es el Espíritu el que da vida. Por supuesto que esto no fue lo que el apóstol quiso decir, como así lo aclara el versículo siguiente, el 7, que dice: "7Si el ministerio de muerte grabado con letras en piedras fue con gloria..". Obviamente, en "la letra" tenemos una referencia a los Diez Mandamientos y es que los Diez Mandamientos eran como un ministerio de muerte. En ese sentido, "la letra" mata. La ley nunca salvó a nadie. Y dice aquí que mata porque coloca al ser humano bajo el juicio de Dios. Es el Espíritu el que da vida, y usted y yo estamos viviendo en este día en que el Espíritu Santo es el que nos regenera, nos guía, y nos muestra la voluntad de Dios. Dice al versículo 18 de este décimo capítulo de Hebreos:

"Pues donde hay remisión de éstos, no hay más ofrenda por el pecado."

Aquí decimos que el sistema de sacrificios comenzó con Abel y terminó con la muerte de Cristo. Este versículo concluye la sección doctrinal de este libro.

Y así llegamos a un párrafo que en nuestro bosquejo hemos titulado:

Un nuevo estímulo

En los versículos 19 al 25 tenemos la sección práctica de este capítulo, y se nos habla sobre el privilegio y la responsabilidad. Leamos entonces el versículo 19 de este décimo capítulo de Hebreos:

"Así que, hermanos, tenemos libertad para entrar en el Lugar santísimo por la sangre de Jesucristo"

Aquí dice libertad y otros traducen como "confianza". Se refiere a confianza al hablar y excluye la idea de arrogancia. ¿Y cómo entramos en el lugar santísimo, es decir, en Su Presencia? Pues, por medio de la sangre de Jesús. Estimado oyente, debemos interrumpir aquí nuestro estudio y esperamos que nos acompañe en nuestro próximo encuentro, al continuar examinando este importante capítulo de la carta a los Hebreos.

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