Estudio bíblico: El rugido del León (II) - Amós 2:4-16

Serie:   Introducción a los profetas menores   

Autor: Natanael León
Email: natanaeleon@hotmail.com
España
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El rugido del León (II) - Amós 2:4-16

Introducción

Haciendo un breve resumen, recordamos que estamos estudiando "Los Juicios de Dios: El rugido del León". Y que a su vez se divide en dos partes:
Los juicios contra las naciones vecinas (Am 1:3-2:3).
El juicio contra el pueblo de Dios, sobre Judá e Israel (Am 2:4-16).
El recorrido por los seis juicios contra las naciones vecinas de Israel nos sirvió para recordar seis principios básicos, que hemos denominado "lineas rojas" que debieran gobernar la vida de los hombres y las relaciones entre los pueblos:
1. Preservar la dignidad de las personas, no somos cosas. 2. El bienestar de las personas antes que el beneficio económico. 3. La fidelidad en las relaciones. 4. No guardar rencor en el corazón. 5. Los derechos del débil deben limitar la ambición personal. 6. La renuncia a la venganza.
En la siguiente exposición estudiamos la segunda parte del "Rugido del León": Los juicios contra el pueblo de Dios (Judá e Israel), unos versos que a pesar de su antigüedad tampoco nos dejarán indiferentes .

El juicio contra el pueblo de Dios

No es difícil imaginar como estos juicios despertaron el entusiasmo y la simpatía por el profeta ¡Se está predicando contra los enemigos! Sin embargo Amós no se deja seducir por los aplausos, tenía claro que no estaba allí para alegrar los oídos sino para comunicar con integridad la Palabra de Dios. Así que, a sabiendas de que perdería su "popularidad" y aún a riesgo de su propia vida, comienza la tarea de enfrentarlos con su propio pecado y con el juicio de Dios. ¡Que lección más hermosa respecto a la integridad del hijo de Dios!
Pero hay otra lección que quiero destacar: nuestro Dios es un Dios justo. No hace acepción de personas. Por tanto, no solo castiga el pecado de los incrédulos (al mundo) sino que también disciplina a su pueblo (los creyentes, a su iglesia).
Nos equivocamos terriblemente si pensamos que por el hecho de ser creyentes podemos vivir desordenadamente, en indolencia espiritual, deshonrando su nombre y además quedar sin disciplina.
Dios anhela la santidad en su pueblo (quiere que refleje su carácter) y nos exhorta a juzgarnos continuamente a la luz de su Palabra (1 P 1:14-16) (1 Co 11:31-32). Pero si este llamado no es atendido, Él mismo interviene poniendo orden en sus hijos y entre su pueblo:
(He 12:6-8) "Porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo. Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina? Pero si se os deja sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos, y no hijos."
¡Pueblo de Dios! Sí, lo somos, pero no para andar como a cada cual le venga en gana sino como Cristo anduvo.
La división de esta porción es sencilla:
Primero contra Judá, el reino del Sur, dónde aún gobernaba la dinastía de David (Am 2:4-5).
Después contra el reino del norte, contra las 10 tribus que unos 170 años atrás se habían segregado de sus hermanos (Am 2:6-16).

Juicio contra el reino de Judá (el reino del Sur)

(Am 2:4-5) "Así ha dicho Jehová: Por tres pecados de Judá, y por el cuarto, no revocaré su castigo; porque menospreciaron la ley de Jehová, y no guardaron sus ordenanzas, y les hicieron errar sus mentiras, en pos de las cuales anduvieron sus padres. Prenderé, por tanto, fuego en Judá, el cual consumirá los palacios de Jerusalén."
Es de suponer que cuando oyeron este juicio, más de uno empezó a perder el entusiasmo y esperar lo peor, al darse cuenta de que aquel profeta en verdad "no era uno de los suyos".
Dice el refrán: "cuando las barbas de tu vecino veas cortar, pon las tuyas a remojar". ¡Las flechas se acercaban al centro de la diana!
Pero antes de meditar en este juicio conozcamos el contexto, veamos qué estaba pasando en el reino de Judá:
El culto del Templo funcionaba, y funcionaba bien. Se guardaban las fiestas y los sacrificios establecidos. El padre del rey Uzías de Judá, que fue Amasías, Uzías mismo e incluso su propio hijo, el rey Jotam, se encargaron de ello. Aunque sus vidas no estuvieron libres de tropiezos se dice de ellos que "hicieron lo recto ante los ojos del Señor".
Sin embargo el pueblo no andaba el mismo camino. Mira lo que pasó bajo el reinado de Uzías:
(2 R 15:3-4) "E hizo lo recto ante los ojos de Jehová, conforme a todas las cosas que su padre Amasías había hecho. Con todo eso, los lugares altos no se quitaron, porque el pueblo sacrificaba aún y quemaba incienso en los lugares altos."
O bajo el gobierno de Jotam, su hijo:
(2 Cr 27:2) "E hizo lo recto ante los ojos de Jehová, conforme a todas las cosas que había hecho Uzías su padre, salvo que no entró en el santuario de Jehová. Pero el pueblo continuaba corrompiéndose."
1. Acusación
La acusación en este caso es triple: "...porque menospreciaron la ley de Jehová, y no guardaron sus ordenanzas, y les hicieron errar sus mentiras, en pos de las cuales anduvieron sus padres".
Pero se puede resumir así: Cambiaron la Palabra de Dios por las tradiciones de los hombres, lo que aquí llama "las mentiras de sus padres".
Un verso que con pocas palabras nos recuerda una de las grandes batallas que continuamente libra el creyente y el cristianismo en general: La contienda entre la Escritura y la tradición, entre la Palabra de Dios y la sabiduría hereditaria de los hombres" (J.A. Motyer). Convertir las costumbres en santas, por tanto en incuestionables", "las opiniones o experiencias en doctrinas", "canonizar los errores de los padres..."
Zacarías tiene un ejemplo de como una iniciativa bien intencionada se convierte en costumbre y esta, finalmente, en una tradición u obligación que condiciona la vida de las personas. Nos referimos a los "ayunos conmemorativos" en torno a la caída de Jerusalén y la destrucción del templo y que por iniciativa propia el pueblo empezó a guardar durante el exilio en Babilonia (Zac 7-8). En este caso lo interesante, lo loable, es que terminaron cuestionando la oportunidad de los mismos y buscando la dirección de Dios. Pero no siempre ocurre esto entre el pueblo de Dios.
(Zac 7:2-3) "... el pueblo de Bet-el había enviado a Sarezer, con Regem-melec y sus hombres, a implorar el favor de Jehová, y a hablar a los sacerdotes que estaban en la casa de Jehová de los ejércitos, y a los profetas, diciendo: ¿Lloraremos en el mes quinto? ¿Haremos abstinencia como hemos hecho ya algunos años?"
El catolicismo romano tiene mucha experiencia en este camino y literalmente viven atrapados en "sus mentiras, en pos de las cuales anduvieron sus padres" (tradiciones y doctrinas de hombres). Sin embargo no debemos conformarnos con señalar "a los de enfrente".
También el mundo evangélico tiene una tradición que pesa y que se niega a revisar a la luz de la Biblia: ¿Hemos reflexionado alguna vez en el hecho de que el cristianismo cuando nació, era la única religión en el planeta que no tenía objetos sagrados, ni personas sagradas, ni espacios sagrados, y aún así cambió muchas vidas y conquistó un imperio?
Sin embargo nosotros, y hablo en términos generales, hemos creado nuestro propio clero - para el ministerio y para la música -, sacralizado edificios, objetos, costumbres, dependemos de organizaciones paraeclesiales, y un sin fin de cosas más que no tienen el respaldo de la Escritura. Y además, están aquellos que desplazan descaradamente la Palabra a favor de "nuevas revelaciones" (palabras de hombres).
Pero este cambio no ocurrió en Judá de forma automática, el verso indica que fue la consecuencia de un proceso. Prestemos atención:
"Menospreciaron la ley de Jehová...". Una referencia a la "Torah o cinco primeros libros del A.T. He insistimos en este "...de Jehová". Al tenerla en poco lo que realmente estaban haciendo era evitar que el Señor se acercara a ellos como maestro, que se estableciese una relación personal con Dios con base en la Palabra revelada. ¿Y qué produce esto? Una religión vacía y un corazón cada vez más lejos de Dios. De ahí las duras palabras del profeta Isaías (Is1:10-20) (Is 2:6-9). Cuando me presento delante de Dios para adorar... ¿es un acto vacío? ¿una simple formalidad? ¿Dónde está realmente mi corazón? (1 Jn 2:15-17). Y ¿cuál es mi relación con la Palabra de Dios? ¿Como una canción bonita, que me agrada y después me olvido de ella? (Ez 33:30-32) (Stg 1:22). Este tipo de comportamiento siempre ha merecido el reproche de Dios (Ez 33:29-33). Esto sucedió en el corazón, en la mente, pero a ¿a dónde les condujo? El verso continua diciendo:
"No guardaron sus ordenanzas...". La expresión "ordenanzas" o estatutos, hace referencia al aspecto inalterable e imperecedero de la Palabra de Dios: "permanece para siempre". Desechar al Señor como maestro hizo que sus instrucciones respecto al culto, a la vida de la nación, a la vida del individuo y sus relaciones perdieran valor, y empezaron a considerarse anticuadas o poco adecuadas para las nuevas realidades. Terminaron por introducir las costumbres paganas en el culto y adoptar un estilo de vida que no se correspondía con su llamado. Por eso concluye: "y les hicieron errar sus mentiras...". Esa idea falsa de que el descuido de la Palabra como base de nuestra relación con Dios y nuestra conducta, tanto en lo personal como en Iglesia, no tiene importancia y que incluso la podemos "mejorar", terminó desviándolos totalmente de Dios hasta convertirlos en un pueblo irreconocible y aborrecible. ¿Qué son "Sus mentiras"? Todas aquellas cosas que se presentan tanto como complementos o como sustitutos o alternativas a la Palabra de Dios. No importa cuánta apariencia tengan de sabiduría o de modernidad.
Una actitud, "menospreciar la Ley de Jehová", les lleva a una conducta, "no guardar Sus ordenanzas", y finalmente determina que sus vidas estén orientadas por la mentira.
En aquel tiempo, lo mismo que hoy y siempre será así, el pueblo de Dios estaba rodeado de naciones y personas que representaban "otras voces" rivales a la Palabra. En consecuencia los gobernantes, los sacerdotes, los profetas, o la gente del pueblo tenían que enfrentarse cada día a ellas y tomar una decisión ¿Permanecer en la Palabra o ceder a sus llamados?
¿Cómo sonaban? No lo sé. Pero quizás podría ser así: "Hay que estar con los nuevos tiempos", "así no prosperarás", "con esto mejoras tu imagen, extenderás tu influencia" "todos lo hacen ¿por qué tú no puedes?".
La disyuntiva para nosotros es exactamente la misma. Cada día debemos enfrentar estas o "otras voces" y tomar decisiones. Y la mejor manera de asegurarnos decisiones correctas es hacer precisamente lo contrario a lo que Judá hizo, dar valor a lo que ellos menospreciaron:
Dejarnos enseñar cada día por el Señor por medio de Su Palabra, cultivar por tanto una vida de comunión y dependencia de Él.
Hacer de la Palabra la base sólida y suficiente donde se edifique nuestra vida y la vida de la asamblea local. Iglesias bíblicas, asentadas en la Palabra.
2. Castigo
Guerra que traería el asolamiento del territorio y la destrucción de la propia capital, de Jerusalén. Esto se cumplió finalmente en el año 587-586 por mano de los ejércitos de Babilonia.

Profecía contra Israel (el reino del Norte)

(Am 2:6-16) "Así ha dicho Jehová: Por tres pecados de Israel, y por el cuarto, no revocaré su castigo; porque vendieron por dinero al justo, y al pobre por un par de zapatos. Pisotean en el polvo de la tierra las cabezas de los desvalidos, y tuercen el camino de los humildes; y el hijo y su padre se llegan a la misma joven, profanando mi santo nombre. Sobre las ropas empeñadas se acuestan junto a cualquier altar; y el vino de los multados beben en la casa de sus dioses.
Yo destruí delante de ellos al amorreo, cuya altura era como la altura de los cedros, y fuerte como una encina; y destruí su fruto arriba y sus raíces abajo. Y a vosotros os hice subir de la tierra de Egipto, y os conduje por el desierto cuarenta años, para que entraseis en posesión de la tierra del amorreo. Y levanté de vuestros hijos para profetas, y de vuestros jóvenes para que fuesen nazareos. ¿No es esto así, dice Jehová, hijos de Israel? Mas vosotros disteis de beber vino a los nazareos, y a los profetas mandasteis diciendo: No profeticéis.
Pues he aquí, yo os apretaré en vuestro lugar, como se aprieta el carro lleno de gavillas; y el ligero no podrá huir, y al fuerte no le ayudará su fuerza, ni el valiente librará su vida. El que maneja el arco no resistirá, ni escapará el ligero de pies, ni el que cabalga en caballo salvará su vida. El esforzado de entre los valientes huirá desnudo aquel día, dice Jehová."
Y finalmente el profeta se dirige directamente a sus oyentes. El arquero finalmente apunta al centro de la diana.
1. La acusación de Dios
Amós empieza su discurso con las mismas palabras que al resto de naciones "Así ha dicho Jehová: por tres pecados... y por el cuarto", pero a continuación en vez de destacar un solo hecho concreto menciona ¡al menos cuatro! que justifican el juicio de Dios.
I. La corrupción de la justicia (Am 2:6)
Lo que aquí se dice acerca de la degradación de los jueces es terrible: "vendieron por dinero al justo". Esto puede ser una referencia a como las clases pudientes de Israel sobornaban a los jueces para ganar los juicios contra los inocentes. Pero también cabe la posibilidad de algo peor. Los acreedores ricos conseguían, sobornando a los jueces, que éstos condenaran a los deudores pobres, y luego los vendían como esclavos para cobrar la deuda. Todo esto contradiciendo la Ley de Dios (Lv 25:37-40,42-43).
La expresión "y al pobre por un par de zapatos" bien puede significar que los jueces se dejaban sobornar fácilmente o, lo más probable, que los pobres llegaban a ser vendidos a causa de deudas pequeñas o insignificantes. Había una desproporción evidente entre la deuda y el cobro de la misma. El afán del dinero los hacía injustos y despiadados, y esto con sus hermanos.
Meditando en la facilidad con que también nosotros tendemos a convertir en "impagables" las ofensas recibidas muchas veces con el propósito de humillar, la desproporción entre los hechos y nuestra actitud, me acordaba de la parábola de nuestro Señor acerca de los dos deudores en (Mt 18:23-35). Recordemos las palabras finales:
(Mt 18:32-35) "Entonces, llamándole su señor, le dijo: Siervo malvado, toda aquella deuda te perdoné, porque me rogaste. ¿No debías tú también tener misericordia de tu consiervo, como yo tuve misericordia de ti? Entonces su señor, enojado, le entregó a los verdugos, hasta que pagase todo lo que le debía. Así también mi Padre celestial hará con vosotros si no perdonáis de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas."
A la luz de estas enseñanzas, ninguna ofensa debería convertirse en "gran" e "impagable" al punto de que difícilmente pueda ser perdonada. E incluimos incluso a aquellas que humanamente hablando lo son. La clave está en tomar "nuestra reclamación" y colocarla al lado de la cruz de Cristo:
Toda ofensa es pequeña comparada con nuestra ofensa a Dios.
Todo sacrificio o esfuerzo que debamos hacer en pos de la reconciliación o el perdón queda empequeñecido al compararlo con lo que hizo nuestro Señor y el precio que costó nuestro perdón.
(Fil 2:5-8) "Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz."
Todo acto de misericordia o de desprendimiento que debamos hacer queda pequeño cuando lo comparamos con la gracia de Dios a nuestro favor.
II. La opresión del pobre (Am 2:7)
"Pisotear en el polvo de la tierra las cabezas de los desvalidos" hace referencia al desprecio y la prepotencia con que la clase dominante trataba a sus hermanos. No tenían ningún tipo de remordimiento en humillarlos y arrástralos a un estado de desesperación.
Una frase interesante es "tuercen el camino de los humildes". Hay diferentes interpretaciones. Normalmente se entiende como que "pervierten la causa de los débiles". Pero hay una que me llamó mucho la atención: "al ponerlos en tales dificultades económicas y sociales los empujan a toda clase de vicios, robos y asesinatos".
Evidentemente la situación de pobreza extrema no justifica muchos de estos comportamientos (como los vicios o la violencia), pero delante de Dios no solo serán ellos los que van a dar cuentas sino también los que provocaron o empujaron a estas situaciones. En este caso los poderosos dentro de Israel.
Un texto que deberíamos tener presente en lo que hoy llamamos "las relaciones sociales" está en Proverbios:
(Pr 14:31) "El que oprime al pobre afrenta a su Hacedor; mas el que tiene misericordia del pobre, lo honra."
El que comete atrocidades como las descritas aquí contra el pobre, los indefensos o débiles en la sociedad, no solamente peca contra su prójimo sino contra Aquel que lo hizo a Su propia imagen y semejanza.
III. La inmoralidad en nombre de la religión (Am 2:7)
"Y el hijo y su padre se llegan a la misma joven, profanando mi santo nombre". Posiblemente estas palabras se refieren a una de las formas más degradantes del culto idolátrico, lo que se conoce como "la prostitución sagrada". Relaciones sexuales practicadas como forma de agradar a un dios o en este caso para "estimularle a favor de la fertilidad de los animales, campos y personas". Formaba parte del culto al dios Baal.
"La religión cananea usaba actos humanos procreadores como recordatorios y estímulos para que el dios Baal realizara su función de hacer humanos, animales y tierra fértil. En los días de Amós el Santo Señor estaba siendo adorado como un Baal cananeo. Pero él sólo puede ser adorado como él lo dicta (Mt15:9), no por nuestras nociones de religión emocionante" (Comentario Bíblico Siglo XXI).
Todas las clases sociales, sin excepción, se habían corrompido con estas prácticas, sin embargo Amós pone énfasis en el comportamiento de los gobernantes y los poderosos de Israel. Con su ejemplo estaban justificando en los demás los mismos pecados.
IV. La autocomplacencia (Am 2:8)
"Sobre las ropas empeñadas se acuestan junto a cualquier altar; y el vino de los multados beben en la casa de sus dioses". La túnica exterior podía entregarse como prenda o garantía del cumplimiento de una obligación. Pero Dios había establecido una ley al respecto: "no le podía ser retenida al pobre". Al ponerse el sol debía ser devuelta. ¿Por qué? Porque generalmente era la misma prenda que se utilizaba para protegerse del frío durante la noche (Ex 22:26-27).
Pues ellos no solo se las retenían sino que además las utilizaban como alfombras para recostarse en las celebraciones religiosas, bien fuera en Betel o en Dan, donde se adoraba a Dios en la forma de becerros de oro, o en alguno de los muchos santuarios paganos introducidos en el país.
Todos entendemos que las multas o sanciones una vez pagadas es dinero que debe ir a las arcas públicas y contribuir así al bien general. Pero allí no pasaba esto. El dinero o especies recaudadas por este medio, muchas veces de forma injusta, era utilizado para el deleite propio en los cultos idolátricos.
A este pecado o reproche de Dios lo hemos llamado de "autocomplacencia". ¿Por qué? Pues porque después de vender al deudor, extorsionar al pobre, empujarles a la delincuencia, sobornar a los jueces, se presentaban ante Dios o ante los ídolos de forma relajada, satisfechos, sin ningún remordimiento, como si todo esto fuese lo normal.
En sus mentes habían creado una disociación o separación entre la religión y las relaciones con sus hermanos de sangre. La una cosa era totalmente independiente de la otra.
Esta forma de entender "la religión" era comprensible en los pueblos paganos que vivían a su alrededor, pero no en un pueblo que tenía el testimonio del Dios verdadero en su historia, un llamamiento de Dios y que había recibido Sus mandamientos.
(Dt 6:4) "Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es."
(Lv 19:17-18) "No aborrecerás a tu hermano en tu corazón; razonarás con tu prójimo, para que no participes de su pecado. No te vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo Jehová."
Este tipo de comportamiento, separar nuestra relación con Dios de nuestra relación con el prójimo, también fue denunciado por nuestro Señor Jesucristo entre los religiosos judíos de su época (Lc 10:25-28) y a continuación viene la parábola de "el buen samaritano". Jesús mismo, con su vida y con su muerte en la cruz, nos dio ejemplo de cómo estas dos realidades deben armonizar en la vida de un hijo e hija de Dios.
El Apóstol Juan nos vuelve a recordar, en términos muy claros, que no puede haber separación entre nuestra relación con Dios y nuestro amor al prójimo, especialmente a los hermanos. Lo contrario pone en duda la realidad de nuestra conversión a Dios.
(1 Jn 4:19-21) "Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero. Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto? Y nosotros tenemos este mandamiento de él: El que ama a Dios, ame también a su hermano."
2. El agravante sobre Israel
Antes de dictar sentencia el Señor argumenta acerca de la especial gravedad de su comportamiento. Y lo hace con las palabras que van desde el verso 9 al 12.
(Am 2:9-12) "Yo destruí delante de ellos al amorreo, cuya altura era como la altura de los cedros, y fuerte como una encina; y destruí su fruto arriba y sus raíces abajo. Y a vosotros os hice subir de la tierra de Egipto, y os conduje por el desierto cuarenta años, para que entraseis en posesión de la tierra del amorreo. Y levanté de vuestros hijos para profetas, y de vuestros jóvenes para que fuesen nazareos. ¿No es esto así, dice Jehová, hijos de Israel? Mas vosotros disteis de beber vino a los nazareos, y a los profetas mandasteis diciendo: No profeticéis."
Queda de manifiesto, de forma inapelable, "la bondad de Dios" y "el desprecio de Israel". Repasemos los versos rápidamente:
Verso 9. "El don de la tierra prometida". El Amorreo representa aquí a todos los moradores de Canaán. Dios les recuerda que la tierra que disfrutaban y que habían corrompido con sus pecados no era el producto de su esfuerzo y valentía sino un don de Dios.
Verso 10. "La liberación de Egipto y el cuidado en el desierto". Esto significó en primer lugar un gran despliegue de poder por parte de Dios, no en vano Egipto era la gran potencia del momento. Y después un despliegue añadido de amor y cuidados durante cuarenta años en el desierto.
Verso 11. "Dios les declara Su voluntad y Su palabra". Y se menciona dos clases especiales de personas: Los profetas y los nazareos. Gentes de entre el pueblo, con un llamado de Dios, con una especial dedicación y con un mensaje. Quizás lo que más llama la atención es la referencia a los nazareos. Los nazareos eran personas que de forma voluntaria, por un tiempo, se dedicaban a Dios. Los requisitos para estas personas están en Números 6. Estos incluían no tomar vino, no cortarse el cabello etc... Con su estilo de vida consagrado denunciaban la corrupción a la vez que estimulaban a otros a corregir sus vidas.
Y ahora la pregunta de Dios, una pregunta que implica una respuesta afirmativa: "¿No es esto así, dice Jehová, hijos de Israel?". La respuesta del pueblo, su ingratitud y desprecio, está recogida en las palabras del verso 12: "Mas vosotros disteis de beber vino a los nazareos, y a los profetas mandasteis diciendo: No profeticéis". Acallaron la Palabra y corrompieron cualquier modelo que pudiese causarles algún remordimiento. El propio Amós experimentaría este intento de silenciarle (Am 7:10-13).
3. El castigo
De nuevo el juicio vendrá a través de la guerra. En este caso el instrumento usado por Dios fue el imperio Asirlo (llegados desde las tierras de Mesopotamia) los cuales conquistaron el territorio, destruyeron Samaria y llevarán cautivo al pueblo.
(Am 2:13-16) "Pues he aquí, yo os apretaré en vuestro lugar, como se aprieta el carro lleno de gavillas; y el ligero no podrá huir, y al fuerte no le ayudará su fuerza, ni el valiente librará su vida. El que maneja el arco no resistirá, ni escapará el ligero de pies, ni el que cabalga en caballo salvará su vida. El esforzado de entre los valientes huirá desnudo aquel día, dice Jehová."
"El carro lleno de gavillas". Una imagen tomada del mundo agrícola. Imaginemos un carro lleno de manojos o gavillas de trigo, bien atados por el centro y apretados unos contra otros hasta llenar el carro. Feínberg escribe:
"El sentido del versículo es que Israel ha estado recorriendo toda la gama de pecados al alejarse del Señor; no ha tenido ni obedecido controles ni restricciones en su vida voluntariosa. Ahora Dios lo apretará en su lugar y lo cercará de modo que no pueda escapar".
Inevitablemente Dios les hará sentir todo el peso de su justicia a causa de sus muchos pecados. No habrá escape: ni la habilidad humana ni la fuerza podrán libarles del justo juicio de Dios. Ni el arquero, ni el ligero de pies, ni el jinete ni el valiente escaparán.
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