Estudio bíblico: Resultados de la justificación - Romanos 5:1-11

Serie:   La Epístola a los Romanos   

Autor: Ernestro Trenchard
Email: estudios@escuelabiblica.com
Reino Unido
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Resultados de la justificación (Ro 5:1-11)

Rasgos esenciales del pasaje

A primera vista nos resulta difícil relacionar todos los movimientos de este pasaje con el argumento general del Apóstol, hasta tal punto que muchos expositores han considerado la porción (Ro 5:1-11) o el pasaje (Ro 5:12-21) como un paréntesis insertado en el tema de la justificación que halla su continuación natural en la exposición de la doctrina de la santificación en (Ro 6:1) y adelante. De hecho, los paréntesis vienen a ser movimientos del argumento general, pero, para comprender esto hemos de ver la Obra de la Cruz detrás del tema de la justificación. De esta pujante raíz brotan ramas de doctrina que afectan no sólo al creyente en su vida presente y futura, sino también a la suerte de toda la raza. Si limitamos el significado de la justificación a la declaración judicial que Dios pronuncia, dejando al creyente sin culpa delante de su Trono por hallarse en Cristo, nos costará mucho seguir el hilo del argumento apostólico; pero si comprendemos que Pablo nunca pierde de vista la persona de Cristo en la obra de la Cruz —firme base de la justificación— percibiremos fácilmente el enlace que verdaderamente existe entre los párrafos. El justificado es el que acepta por la fe el hecho de la Cruz y la Resurrección de Cristo, de modo que la nueva relación con Dios que resulta de "estar en Cristo" produce una verdadera revolución espiritual que no se limita a los aspectos judiciales de la posición del creyente frente al Trono de Dios. El pasaje (Ro 5:1-5) describe la vida subjetiva del creyente justificado. El versículo 5, mediante el concepto del amor, enlaza la vida subjetiva al gran hecho del amor de Dios al entregar a su Hijo por los débiles y los impíos, que es el tema de los versículos 5-8. El movimiento de los versículos 9-11 explaya las consecuencias lógicas de la obra del amor que también encerraban en sí la reconciliación. La vida de victoria del Hijo garantiza la consumación de la obra en el corazón de cada creyente, quien no podrá estar expuesto a la ira escatológica. Quienes antes se gloriaban en sí mismos y en los vanos "triunfos" del mundo, se glorían ya en Dios, y es notable que la adoración se presenta como el clímax de una cadena de bendiciones que arranca de la Cruz. No sólo eso, sino que la gracia de Dios triunfa y "reina" en el vasto ámbito de la vida humana, puesto que el acto único de obediencia de Cristo en la Cruz ha inaugurado un régimen de bendición para la raza, ya que al elevarla potencialmente a esferas más altas que las del Edén, provee una gloriosa contrapartida a la ruina universal que brotó del acto de desobediencia de Adán (Ro 5:12-21). El reino de gracia que se describe en el versículo 21 constituye la culminación del Evangelio de gracia que Pablo ha proclamado hasta aquí, bien que será necesario volver a subir otra gloriosa cima de triunfo al contemplar la victoria sobre el pecado en la vida del creyente al final del capítulo 8. El análisis del aparente fracaso de la misión de Israel dará lugar también a explayar otro aspecto del triunfo de la gracia en la esfera de la providencia, que terminará con una doxología triunfal (Ro 11:33-36). Anticipamos movimientos posteriores del argumento de la Epístola para que el lector comprenda la unidad total del libro dentro del ritmo impuesto por la alternación de la tragedia con el triunfo. Una lectura superficial de la Epístola nos dejará confusos y desorientados, pero el análisis cuidadoso del rico pensamiento de Pablo nos hará comprender que todos los fragmentos del mosaico están colocados en su debido lugar en relación con el cuadro total de las sublimes verdades que constituyen la visión que tuvo Pablo de la obra de la gracia.

La posición y vida del creyente justificado (Ro 5:1-5)

La paz del justificado (Ro 5:1). El margen de la Versión H. A. —"Justificados, pues, por la fe, tengamos paz para con Dios..."— refleja muchos buenos textos griegos, pero la gran mayoría de los traductores y expositores prefieren guardar la forma indicativa —"tenemos paz"—, pues no carece de buen apoyo textual y, a la vez, hace justicia al contexto, que se compone de una serie de afirmaciones, resultados inconmovibles del hecho de la justificación, entre las cuales desentonaría una exhortación. La diferencia en el vocablo griego depende de una sola letra ("o" corta u "o" larga), fácil de confundir en el proceso de la transcripción de los manuscritos.
La paz que brota de la justificación es la "paz para con Dios", o sea, "en relación con Dios", ya que la sentencia condenatoria se ha cumplido en Cristo, en quien se halla el justificado por la fe. En otros lugares (Fil 4:6-7) Pablo describe la paz interna del creyente que no depende de las circunstancias —adversas o favorables—, ya que su confianza está en Dios, ante quien expone sus ruegos. Aquí la paz se relaciona estrechamente con el tema de la reconciliación que surgirá en el estudio de los versículos 10 y 11. El pecado que provocaba la ira de Dios se ha quitado por la obra de la Cruz, y, gracias a ella, el creyente, estando en Cristo, puede gozarse en la presencia de Dios sabiendo que no existen ya acusaciones en contra suya, pues el Dios que podría condenar es ahora el "Dios que justifica" (Ro 8:31-34). Todo es "por medio de nuestro Señor Jesucristo": único Agente divino capaz de llevar a cabo la obra de la expiación, base de la justificación.
La esfera de la gracia (Ro 5:2). Hemos sido introducidos a una nueva esfera de gracia que se contrasta dramáticamente con la del mundo descrito en (Ef 2:2-3). Tengamos en cuenta también la esfera anterior de la Ley, sometida a aquel mandamiento que obraba ira y que nos condena a causa de nuestras transgresiones. Hemos salido de la antigua esfera para adentrarnos en una nueva iluminada por el sol del amor divino; los nubarrones de juicio se han agotado al romperse la tempestad de la ira divina sobre la Víctima del Gólgota, de modo que ahora andamos libres en el resplandor de la Resurrección. La Versión H. A. quiere hacer justicia al original griego cuando traduce "hemos sido introducidos por la fe en esta gracia": expresión que insinúa la presentación oficial de un suplicante ante la presencia real. "Por la fe" no se halla en algunos manuscritos, en cuyo caso el Introductor es Cristo mismo, único Mediador entre Dios y los hombres. "Estamos firmes" en esta esfera, ya que nuestra nueva posición no depende ni de nuestras pobres obras, ni de nuestros sentimientos fluctuantes, sino del valor de la obra de Cristo que él mismo presenta delante del Trono.
La esperanza de la gloria de Dios (Ro 5:2). Se hizo constar la pérdida de la gloria de Dios en (Ro 3:23), pero la justificación nos devuelve la antigua perspectiva de Adán en su inocencia, maravillosamente ampliada por la obra de Cristo. Tanto la esperanza como la gloria del hombre del mundo se desvanecen con espantosa rapidez, pero el término "esperanza" en el Nuevo Testamento expresa la seguridad que goza el creyente, quien sabe que Dios ha de cumplir todas sus promesas en Cristo, de modo que dista mucho de las fluctuantes "esperanzas" humanas. El hecho mismo de fijar nuestra mirada en la gloria de Dios, que se ha de manifestar no sólo en sí mismo sino también en los redimidos, nos separa completamente de los hombres de este siglo presente. Los hombres se glorían —se jactan— en su cultura, en sus artes, en sus inventos —hasta en sus mortíferos instrumentos de guerra— como algo suyo que no se relaciona con Dios el Creador, de modo que las asombrosas posibilidades de la personalidad humana se estropean y se desvanecen. En cambio, el creyente se gloría en la perspectiva eterna, lo que transforma también las posibilidades de su vida aquí; una vida que ahora adquiere profundidad en relación con el plan eterno de Dios.
Nos gloriamos en las tribulaciones (Ro 5:3). Una vez que la luz de la revelación se haya enfocado en Cristo, resulta ser relativamente fácil que el creyente se gloríe en la esperanza de la gloria de Dios. Mientras tanto, sin embargo, le es preciso desenvolver su vida dentro de un mundo bajo el yugo de vanidad, en el cual gime, como los demás seres afectados por el decreto divino (Ro 8:20-24), estando expuesto, además, a los embates de los enemigos del Evangelio. ¿Cuál ha de ser su actitud íntima en medio de las aflicciones? No buscará el dolor como si fuera el remedio para la concupiscencia ni se endurecerá contra él a la manera de los ascetas, pues su filosofía de la vida dista mucho de la de los estoicos, sabiendo que Dios quiere darle todos sus dones en abundancia (Gn 2:9) (1 Ti 6:17). Se gloría en la tribulación, no por lo que es en sí —algo contrario a los deseos del Dios de amor frente a su criatura— sino por los resultados que produce en un mundo de pecado, donde el gemir ha llegado a ser una necesidad: "Nos gloriamos... sabiendo que la tribulación obra paciencia, la paciencia un carácter aprobado y el carácter aprobado la esperanza...". "Paciencia" ("hupomoné") significa algo mucho más que la paciencia pasiva que ha dejado de protestar en medio de circunstancias adversas, pues viene a ser más bien la entereza de ánimo de quien todo lo soporta con miras a la finalidad de la lucha. El fruto de esta paciencia es "dokinié", traducido "aprobación" en la Versión H. A., y viene a ser el carácter aprobado de quien ha pasado por las aflicciones sin desmayos ni quejas. La diferencia entre el bisoño y el veterano no consiste en el uniforme, ni —necesariamente— en el valor, sino en la manera de portarse cada uno en la batalla. El veterano ha pasado ya por mil apurados trances, de modo que su capitán confía en que se portará con firmeza en el próximo. El bisoño puede tener valor y entusiasmo, pero no se sabe aún cómo reaccionará frente al fuego al hallarse rodeado por los enemigos. Sólo se convertirá en veterano a través de las duras pruebas de las repetidas luchas. Lo que interesa a Dios es que los suyos adquieran entereza y carácter aprobado —algo que pasará a la eternidad—, lo que es imposible sin la disciplina de las diversas aflicciones. El creyente dotado de inteligencia espiritual se identificará con los deseos y propósitos de su Dueño y por eso aprenderá a "gloriarse en la tribulación".
Aflicción y esperanza (Ro 5:4). Lo extraordinario es que la esperanza surja de la aflicción, puesto que lo normal en la vida humana es que la aflicción continuada produzca depresión, complejos y hasta desesperación. Ya hemos meditado en una parte del principio que hace que la esperanza brote de la amarga raíz de la aflicción, pues sólo la disciplina produce "el apacible fruto de la justicia" (He 12:11). Pablo, sin embargo, sugiere más que eso, pues sigue diciendo: "La esperanza no avergüenza porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo" (Ro 5:5). Nos cuesta trabajo seguir todos los eslabones de la cadena de bendiciones, pues la lógica es celestial y no humana. Parece ser que Pablo nos enseña que la esperanza que surge de la aflicción se basa en la revelación del amor de Dios, ya hecha historia en el Gólgota y realizada por el Espíritu Santo dentro de nuestros corazones, en estrecha relación con nuestras experiencias, por la obra subjetiva del Espíritu Santo.
La base es la Cruz y toda nuestra esperanza brota del padecimiento de muerte del Redentor, de modo que no es extraño que el creyente, extasiado ante esta manifestación del amor divino, llegue a comprender que la "participación de sus padecimientos" va ligada con la gloriosa esperanza que halla su máxima expresión en la Resurrección (Fil 3:10-11).

La sublime prueba del amor (Ro 5:5-8)

La Cruz y la experiencia del creyente (Ro 5:5-6). La sección que estudiamos suele titularse Los efectos (frutos) de la justificación, que quiere señalar la continuidad del pensamiento del Apóstol. Ya hemos visto que tal continuidad depende más bien del hecho que hace posible la declaración de justicia, que de la declaración en sí. Esto es muy evidente en (Ro 5:5-8), pues Pablo no puede exponer los resultados subjetivos de la gracia sin acudir al hecho histórico de la Cruz como prueba sublime del amor. Según el tenor constante de las Escrituras, la realidad histórica de la obra de la Cruz se imprime como sublime lección de amor en el corazón del creyente por medio del Espíritu Santo que nos fue dado. De paso podemos notar que Pablo introduce aquí el tema de la obra del Espíritu Santo —en relación con la Cruz—como primer paso hacia la doctrina desarrollada de esta obra que nos espera en el capítulo 8. No habrá esperanza —como elemento de importancia primordial en la vida del creyente justificado— si no se graba en el corazón la sublime lección del amor sin par de Dios que se pone de relieve en la muerte expiatoria de Cristo.
El amor divino supereminente (Ro 5:6-8). La lección principal de estos versículos se destaca claramente y la exégesis no ofrece dificultad, aunque algunos expositores no ven tanta diferencia entre el hombre justo y el bueno ("dikaios" y "agathos"). El argumento de Pablo depende de esta diferencia, sin embargo, y el contexto aquí basta para determinarla. En los asuntos normales de los hombres —dice— sería difícil hallar a alguien dispuesto a arriesgar su vida para salvar la de un hombre conocido como recto, que daba a cada uno lo suyo, cuidando también de guardar para sí lo que le correspondía. En cambio, si un hombre bueno, que había manifestado un interés altruista en sus semejantes, aun a costa de sacrificios personales, se hallara —digamos— en una casa incendiada, quizá, —como excepción y como última manifestación de amor— alguien llegaría hasta precipitarse a través de las llamas, a riesgo de su propia vida, para salvarle. No se trata aquí de casos especiales en los que obra el impulso psicológico del amor materno o el entusiasmo de un amigo (Jn 15:13), sino de las condiciones normales de la sociedad. Pablo destaca el amor divino sobre el fondo del egoísmo de los hombres en general. Quizá se halle el héroe que dé su vida por un hombre bueno, llevado por móviles de gratitud o de admiración, pero Dios presenta el valor real de su amor en que dio a su Hijo a la muerte por nosotros cuando aún éramos débiles, impíos, pecadores y enemigos. Es decir, se manifiesta como un amor que no conoce más aliciente ni móvil que su propia naturaleza divina, puesto que Dios es amor. Es muy interesante que Pablo introduzca este tema aquí, en el corazón de una sección que ha sido criticada muchas veces por su fuerte sabor jurídico, y en ello vemos el perfecto equilibrio de la doctrina apostólica. La justificación es una metáfora sacada de los sistemas legales de la sociedad, pero no pasa de ser uno de los aspectos del Evangelio de la gracia, que es el amor de Dios en operación.
Doctrina soteriológica (Ro 5:6-8). En (Ro 3:23) Pablo declaró tajantemente que "todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios", subrayando una tragedia antropológica que hizo posible que Dios proveyera una salvación universal. Ésta brotó de la fuente de su gracia, siendo puesta a disposición de todo aquel que creyera, sin diferencias de raza, de religión, de sociedad o de moralidad. Vuelve al mismo tema aquí para poner de relieve el amor de Dios que ha de grabarse en el mismo ser del creyente como base para toda manifestación de gracia en su vida. Una vez comprendido el sentido general del pasaje, podemos agrupar los términos que describen el estado del hombre perdido: "débil", porque no halla en su naturaleza caída fuerzas morales o espirituales que le encaminen a Dios; "impío", por cuanto lleva adelante su vida en olvido de Dios, lo mismo si es religioso o vicioso; "pecador", porque nunca llega a cumplir las exigencias del Dios santo que era su Creador; "enemigo", a causa de la desobediencia y rebeldía del hombre frente a su Rey. El versículo 8 nos recuerda que todo eso éramos nosotros cuando Cristo murió a nuestro favor. Los términos que hemos agrupado refuerzan la doctrina bíblica de la depravación total del hombre como pecador por naturaleza e incapaz de salvarse. Al mismo tiempo, el amor de Dios, manifestado en la muerte expiatoria de su Hijo, se fija precisamente en estos seres débiles, impíos, pecadores y enemigos, sin indicio alguno de preferencias. De hecho, una salvación limitada por decreto divino a unos cuantos pecadores seleccionados destruiría toda la eficacia del argumento del Apóstol. Como en todas partes de las Escrituras, aprendemos que el hombre es un pecador perdido, incapaz de salvarse a sí mismo, siendo, a la vez, objeto del amor salvador de Dios, y, por ende, salvable. El propósito de Pablo es el de ensalzar el amor de Dios en el hecho histórico de la muerte de Cruz frente al mundo pecador. No se halla aquí ninguna teoría que explique el porqué de la Cruz, sino el sencillo hecho: "Cristo... murió por los impíos... por nosotros", sin esperar que hubiera mejoría moral en los objetos de su obra salvadora.
El versículo 6 nos hace ver que la Muerte fue realizada "a su debido tiempo", recordando, de paso, el desarrollo del programa divino determinado en la eternidad. Históricamente varios factores —que percibimos a medias— se combinaron de tal forma que aquel momento, y no otro, fue el más propicio para la realización de la Obra y para la extensión del Evangelio, pero la frase notada refiere todo al propósito divino que regía todo detalle de la gran intervención redentora de Dios en el mundo (Jn 2:4) (Jn 7:30) (Jn 8:20).

Una salvación completa (Ro 5:9-11)

Salvos de la ira (Ro 5:9). (Ro 5:9-11) completa el pensamiento anterior de una demostración sin par del amor de Dios en la muerte de Cristo frente a hombres que nada merecían. Si tanto hizo en el pasado, podemos estar confiados en cuanto al porvenir, pues nuestra salvación nos ha de librar del día de ira que alcanzará a los rebeldes y vemos en la vida de Cristo a la Diestra la garantía de una salvación completa. Las expresiones son ricas en doctrina y necesitan tomarse una por una. En cuanto a la ira, escribe James Denney: "Es la ira venidera... esta liberación de la ira no agota el concepto de Pablo sobre el porvenir, pero constituye una parte importante del mismo hallándose implícito en esta liberación todo lo demás" (Romans. Expositors Greek Testament, II, pág. 625). Jesús es "nuestro Libertador de la ira venidera" (1 Ts 1:10) y guardará a los vencedores "de la hora de la prueba que ha de venir para probar a los que habitan sobre la tierra" (Ap 3:10). (Véanse las notas sobre Romanos 1:18 para una definición de la ira de Dios). Quien no se ha refugiado en Cristo está expuesto a esta ira, y constituye un gran consuelo saber que nosotros, los creyentes que antes éramos impíos y enemigos, seremos salvos de las variadas manifestaciones futuras de la ira. Lo superlativo ya se ha hecho, de modo que "mucho más" seremos salvos de la ira venidera.
(Ro 5:9) reitera que somos justificados en su sangre, que recuerda todo el tema de la propiciación y su fruto en la justificación, enseñando a la vez que esta gran obra abarca necesariamente la liberación futura del creyente cuando los nubarrones de la ira divina estallen sobre los contenciosos (Ap 6:16-17).
La reconciliación y sus consecuencias (Ro 5:10). Aquí el Apóstol introduce un nuevo concepto: el de la reconciliación que surge de los términos ya mencionados de "enemigos" y de "la ira". En la experiencia humana la reconciliación presupone un estado anterior de enemistad existente entre ciertos individuos o comunidades y, normalmente, la reconciliación se efectúa por medio de concesiones mutuas. Si se trata de un súbdito rebelde, éste ha de acogerse a las condiciones de alguna amnistía promulgada por el monarca legítimo. Como siempre ocurre cuando se trata de aplicar metáforas humanas a la esfera de las operaciones divinas, tenemos que tomar en cuenta los atributos de Dios y los factores que rigen en sus relaciones con los hombres pecadores. A causa de su justicia esencial e inmutable, Dios no puede ofrecer la amnistía sobre la sola base de su misericordia. A causa de su depravación el súbdito no puede ofrecer nada que facilitara la reconciliación. Pero la muerte del Hijo de Dios ha efectuado la propiciación, que, según la definición que hemos expuesto anteriormente, satisface la justicia de Dios por medio de un acto divino en la persona de quien realmente representa la raza rebelde. Esta propiciación —la satisfacción que se ofreció frente a la justicia de Dios en orden a toda la raza— lleva implícita en sí la reconciliación, ya que, de parte de Dios, no existe ya nada que impida que esté en paz con los hombres. Prácticamente son éstos los que han de acogerse a las condiciones de la reconciliación, ya provista por la gracia divina, deponiendo su actitud rebelde y sometiéndose a su Señor por medio del arrepentimiento y la fe. Por eso los siervos de Dios, desde cierto punto de vista, son embajadores que proclaman a todos los pecadores: "¡Reconciliaos con Dios!" (2 Co 5:18-20). En el original de (2 Co 5:18) el pronombre "os" no aparece; Pablo no está rogando a los corintios —creyentes ya, pese a todas sus debilidades— que se reconcilien con Dios, sino que describe la labor del ministro, por la que se dirige a todos, en el nombre de Cristo, ofreciéndoles la reconciliación ya efectuada.
"Salvos por su vida" (Ro 5:10). Hemos tenido que extendernos algo en la definición de la reconciliación porque el término se entiende a veces subjetivamente, como si todo dependiera de las actitudes y los sentimientos de los hombres; pero el texto declara el hecho —"fuimos reconciliados"— con el fin de añadir otro corolario de "mayor a menor", haciendo constar que si fuimos reconciliados, "mucho más, una vez reconciliados, seremos salvos por su vida" (la del Hijo). No nos cabe más aquí que anotar la tremenda importancia bíblica de la vida de resurrección y de gloria del Hijo, quien "en cuanto murió, para el pecado murió una vez para siempre; mas en cuanto vive, vive para Dios" (Ro 6:10). La Muerte terminó con la muerte por haber quitado de en medio el pecado, de modo que la Vida del Resucitado encierra en sí la vida y la victoria de toda la nueva raza que se acerca a Dios por medio de él. No sólo eso, sino el Mediador administra los gloriosos resultados de su victoria sobre la muerte desde la Diestra de Dios, esperando el triunfo final sobre todos sus enemigos (He 10:13-14). Aquella Vida, es nuestra vida y garantiza nuestra manifestación con él en gloria (Col 3:3-4) por lo que dice el Señor a los suyos: "Porque yo vivo, vosotros también viviréis" (Jn 14:19). El concepto de salvación por su vida se destaca maravillosamente en la declaración de (He 7:25): "De aquí que también puede salvar para siempre (o hasta la consumación) a los que por él se acercan a Dios, estando vivo para siempre para interceder por ellos". La muerte redentora es la base de toda la Obra de gracia, pero todos los aspectos de nuestra vida espiritual dependen de su vida actual y brotan de ella, pues "Dios, siendo rico en misericordia, nos dio vida juntamente con Cristo" (Ef 2:4-5).
Gloriando en Dios (Ro 5:11). Si no siguiéramos bien el pensamiento del Apóstol podríamos creer que el versículo 11 constituía un anticlímax después de la nota triunfal de los versículos 9 y 10. Hemos de comprender, sin embargo, que Pablo ve en la adoración la cima de la vida espiritual del creyente. Si anteriormente desechó todo motivo de jactancia humana con el fin de que el creyente se gloriara tanto en la perspectiva eterna, como en los efectos de las aflicciones presentes, aquí nos hace saber que lo más sublime de la vida nueva es gloriamos en Dios mismo, al quedar el creyente extasiado frente a la Persona misma, con referencia especial al Dios que es amor (Ro 5:6-7) (Jn 3:16) (1 Jn 4:9-10). Es verdad que "hemos recibido ahora la reconciliación", pero lo importante no es el don, sino su efecto, pues una vez derribadas las murallas de odio y de rebeldía, llegamos a la presencia de Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo para contemplarle como él es, rindiéndole el homenaje de nuestros corazones reconciliados.
El Agente y los medios. Hemos llegado en este pasaje a una de las cimas de la obra de Dios a nuestro favor al contemplar diversos aspectos de una nueva vida que se ha hecho posible por la justificación, que, a su vez, depende de la Cruz. ¡Pero cuánto han costado las bendiciones de este sublime inventario de riquezas espirituales! Volvamos a notar las referencias tanto al Redentor como a los medios que empleó en su obra: a) El Agente que realizó la obra de gracia: Cristo murió (Ro 5:6-7); por él seremos salvos de la ira (Ro 5:9); nos gloriamos en Dios por nuestro Señor Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la reconciliación. b) La obra cruenta que realizó: Cristo murió (Ro 5:6-7); justificados en su vida victoriosa que es fuente y garantía de la nuestra: una vez reconciliados seremos salvos por su vida (Ro 5:10).

Preguntas

1. Discurra sobre los frutos de la justificación por la fe tal como se detallan en (Ro 5:1-11).
2. Dése una clara definición del concepto de reconciliación, con referencia a (Ro 5:9-11), notando paralelos en otras Epístolas.
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