Estudio bíblico: Introducción a la Epístola a los Gálatas - Introducción

Serie:   Exposición a los Gálatas   

Autor: Ernestro Trenchard
Email: estudios@escuelabiblica.com
Reino Unido
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Gálatas - Introducción

La importancia del fondo de la Epístola

Entre las leyes fundamentales que han de aplicarse con el fin de conseguir una buena exégesis de cualquier porción de las Sagradas Escrituras, se destacan las siguientes: a) una atención minuciosa al detalle del texto mismo, en la que hemos de ser ayudados por los especialistas en la lengua original; b) una comprensión tal del contexto que nos capacite para comprender el argumento general del escritor inspirado y para discernir las tendencias y finalidades de la porción; c) un estudio del fondo del libro que revelará el porqué de su redacción, siendo de gran importancia saber quién era el autor, quiénes los destinatarios del escrito, cuáles las finalidades principales de la redacción y cuáles las circunstancias externas de aquel entonces, sin olvidar el momento doctrinal que representa; d) un conocimiento de la totalidad de la Palabra Santa, considerada como un solo Libro cuyo Autor es el Espíritu Santo, lo que hará posible ver las enseñanzas de cada porción en la perspectiva general de toda la revelación escrita de Dios: una norma muy necesaria como medio para corregir la tendencia de exagerar ciertas frases, dándoles un sentido que desentona con el conjunto de la doctrina bíblica.
En esta sección hemos de preocuparnos mayormente de explorar el fondo de la Epístola del apóstol Pablo a los Gálatas: tarea grata y de primera importancia, ya que no hay una sola frase de esta carta que no se relacione directa o indirectamente con el propósito del siervo de Dios al dictarla para el bien de los descaminados creyentes en Galacia. Una vez establecido —por las reglas de la hermenéutica— el sentido exacto de cualquier pasaje, es posible ver cómo las grandes verdades de la Palabra son válidas también para la Iglesia en el largo discurrir de su dilatada historia, pero aplicaciones apresuradas, aun cuando se consideran "espirituales", que no se ajustan a una exégesis exacta, se prestan a toda suerte de error. Que nos esforcemos en primer término por entender lo que Pablo quiso decir a los gálatas y por qué. Luego aprenderemos, en la misma escuela, lo que el Señor nos quiere enseñar a nosotros a través del antiguo escrito, en nuestro día, aplicando las lecciones a las necesidades más profundas de nuestra alma y espíritu. Así la palabra apostólica, surgida de unas circunstancias históricas, se hace eterna por las operaciones del Espíritu Santo.

El autor

1. La carta lleva el sello distintivo de Pablo
Poquísimos críticos, aun entre aquellos que se entregan con mayor ahínco a propalar peligrosas y humanas novedades, han puesto en tela de duda la paternidad literaria de esta Epístola. Salió candente de la mente y del corazón de Pablo en el momento de levantarse airado para defender a sus débiles hijos en la fe de la provincia de Galacia frente a las incursiones de los judaizantes, quienes aprovechaban la ausencia del apóstol para enseñar su conocida mezcla de "Ley y gracia", queriendo limitar la Iglesia al ámbito de la nación de Israel. En tales circunstancias queda revelado todo el hombre, y mayormente tratándose de una personalidad tan recia y distintiva como la de Pablo el apóstol. No se puede imaginar, por mucho que se esforzara uno en tan inútil empeño, que otro hombre alguno se hubiera expresado como Pablo lo hace en esta fogosa carta. No podría hacerlo y no habría razones que le llevaran a intentarlo. Tanto la sustancia como la expresión de toda la carta lleva el sello de la personalidad, de la preparación, de la vocación, de las dotes, del celo, de la fuerza espiritual y del corazón dolorido de Pablo en un momento único y especial de su larga carrera como adalid del Evangelio entre los gentiles.
2. La carta revela el corazón de Pablo
Uno de los indiscutidos valores de esta gran epístola consiste precisamente en la revelación del corazón del apóstol. No hallamos aquí el tranquilo desarrollo de los grandes temas de la Ley y la gracia, las obras y la fe, la carne y el Espíritu, que corresponden al magistral tratado doctrinal que llamamos la Epístola a los Romanos, sino una expresión vital de los mismos temas fundamentales arrancada del corazón del pastor de almas al percatarse del peligro de sus ovejas, muy amadas a pesar de sus veleidades y errores. No vemos aquí al doctor que explica su lección desde la cátedra, sino al padre espiritual que echa mano a todos los argumentos y aprieta todos los resortes de la emoción, de la indignación y de la reprensión con tal de alejar a los hijos del borde del precipicio. La violencia de su lenguaje sorprende a algunos que parangonan el cristianismo con el sentimentalismo, pero el estudiante humilde de la Palabra no ha de dedicarse a críticas superficiales de la actuación y expresión de los siervos inspirados de Dios, sino colocarse en su debido lugar de discípulo para aprender todo cuanto el Espíritu nos enseña, aun cuando supone bajar a insospechados y profundos estratos de emoción, indignación —y aun de ira—, frente a la malignidad del enemigo y de sus secuaces.
Dios hace que aun la perversidad del hombre malo le acarree alabanza, pues tanto las maniobras y las intrigas de los judaizantes como la necia sublevación de ciertos elementos en la iglesia en Corinto, motivaron escritos —el que estudiamos y la segunda carta a los corintios— en los cuales el apóstol descubre tanto facetas de su personalidad como profundos movimientos de su corazón, que ignoraríamos si no hubiese tenido que defender la verdad de su autoridad apostólica —amén de la pureza de sus móviles— para contrarrestar los indignos ataques de los enemigos del Evangelio. Las vanas palabras de los perversos se han olvidado hace siglos, pero, por la gracia de Dios, las inspiradas respuestas quedan con nosotros en las páginas del Libro inspirado.
3. La aportación de la evidencia externa
La evidencia interna que revela a Pablo como el autor de Gálatas es tan contundente, tan aceptada por todos los escriturarios de alguna confianza, que la evidencia externa se reviste de importancia muy relativa. Con todo, para completar el cuadro, podemos notar los hechos siguientes:
a) El texto. Gálatas halla su lugar en el Canon muratoriano, como uno de los libros inspirados, siendo recibido desde el principio como genuino (170 d. C.). Forma parte también de las versiones siríacas y latinas viejas, que circulaban antes del fin del siglo II.
b) Citas de Gálatas. Posibles reflejos de Gálatas se hallan en las epístolas de Ignacio (c. 115 d. C.), mientras que Policarpo sin duda cita (Ga 6:7) en las palabras: "Sabiendo que Dios no puede ser burlado, debemos..." (c. 115/6 d. C.). En la llamada Epístola de Bernabé leemos: "Comunicarás en todas las cosas con tu prójimo" que parece reflejar (Ga 6:6) (70-135 d. C.). La hermosa Epístola a Diogneto contiene muchas frases análogas a la de Gálatas, incluso: "Observáis días y meses..." (c. 150 d. C.).
Justino Mártir, el apologista, emplea la cita de (Dt 21:23) —"Maldito todo aquel que es colgado en madero"— exactamente como lo hace Pablo en (Ga 3:13), como también (Is 54:1) según el sentido que el apóstol da al pasaje en (Ga 4:27) (c. 150 d. C.).
Varios escritores heréticos del siglo II citan Gálatas, incluso Marción, quien la incluye en su "canon" (c. 150 d. C.).
Basta la selección anterior para probar que Gálatas se hallaba en las manos de los creyentes, quienes le concedían rango de escrito apostólico, en el curso del siglo II. Siempre hallaba su lugar entre los trece escritos del "apóstol".

Las Epístolas y los Hechos de los Apóstoles

Si se trata de explorar el fondo histórico de las Epístolas, no podemos prescindir de la historia de los viajes de Pablo según se relatan en los capítulos trece a veinte de Los Hechos. Según la sabia estrategia misionera que el Señor le había revelado, Pablo predicaba en ciudades y pueblos que eran generalmente o nudos de comunicaciones terrestres o bien puertos marítimos. Después de fundar iglesias, en las que el Espíritu Santo obraba al derramar sus dones, el apóstol pasaba a otros sitios según su vocación de "adalid" (Ro 15:18-20). Pero no se olvidaba de las iglesias así fundadas, sino que volvía a visitarlas, al ser ello posible, o, faltando eso, les enviaba a alguno de sus colaboradores para fortalecerles y orientarles. En varias ocasiones el colaborador era el portador de una carta escrita por el apóstol, aunque en otras las cartas fueron enviadas por mensajeros cuyos nombres ignoramos. Estas cartas podían servir para animar a cristianos que pasaban por trances difíciles, para contestar preguntas que le habían hecho, o bien para corregir faltas que habían llegado a su conocimiento. De todos modos, fueron todas el producto de sus viajes y de su obra misionera de la manera en que una buena recogida de fruto corresponde a algún árbol sano que la produzca.

Los receptores de la carta

Esta Epístola a los Gálatas surge sin duda alguna de las expediciones misioneras de Pablo, pero si bien nadie duda de que Pablo fuese el autor de ella, los escriturarios no están de acuerdo en cuanto a la identificación de los receptores. Las diferencias de parecer son debidas a que la provincia de Galacia —según los romanos la habían delimitado— incluía regiones étnicas ajenas en su idioma y raza de la provincia original de los gálatas. Los nombres que más suenan en el primer viaje —Antioquía pisidiana, Iconio, Listra, Derbe— pertenecían a las regiones étnicas de Frigia y de Licaonia, pero políticamente se hallaban incluidas en la provincia administrativa de Galacia. Los verdaderos gálatas se hallaban en la región norteña de la provincia, destacándose las ciudades de Pisino y de Ancira, de las cuales no leemos nada directamente en el relato de Lucas. Si los gálatas eran "verdaderos gálatas", en el sentido racial y lingüístico, entonces su evangelización pertenece a un período algo oscuro del segundo viaje, cuando Pablo y su compañía pasaron por "la región de Frigia y de Galacia", siéndoles vedada por entonces la entrada en las provincias de Asia y de Bitinia, y antes de abrirse la puerta que había de llevarles a Macedonia (Hch 16:6-10). No hay válidas razones en contra de esta suposición, ya que Lucas deja muchísimo sin contar en cuanto a la labor de Pablo durante los años 47 a 57, interesándole más bien el adelanto del Evangelio en dirección occidental. Tal obra, sin historia detallada, concuerda bien con la interesante información de (Ga 4:12-14) que nos hace saber que Pablo predicó el Evangelio a los gálatas en un principio, no como parte de un plan fijo, sino a causa de una enfermedad que le retuvo entre ellos. En cambio el principio de la obra en el sur de Galacia —Antioquía pisidiana, etc.— señala el momento en que Pablo, revelado ya como el apóstol a los gentiles, empieza a poner por obra su gran plan estratégico con toda autoridad y ponderación (Hch 13:13-16). Es el momento en que Lucas cesa de hablar de "Bernabé y Saulo", sustituyendo la frase por la otra, muy significativa por cierto, de "Pablo y su compañía". No viajó desde Perge a la Antioquía pisidiana por la casualidad de una enfermedad, sino con el propósito de situarse sobre la gran ruta que atravesaba Asia Menor (según el término moderno) desde el Oriente hacia el Occidente.
Sería muy difícil —hasta el punto de ser increíble— que Pablo se dirigiera a frigios y licaonios, en un momento de profunda pasión, bajo el estilo de "¡Oh gálatas insensatos! ¿Quién os fascinó...?" (Ga 3:1). En tales momentos los arreglos administrativos de Roma nada significaban, y se trataba de hablar a los hombres directa y personalmente, lo que exige términos que corresponden a las profundas verdades étnicas.
Es decir, los gálatas a quienes Pablo se dirigió eran gálatas "de verdad". Historiadores señalan que no mucho después se desgajó la parte sur de la provincia administrativa, empleándose luego nombres que correspondían a la realidad étnica.
Por otra parte, muchos escriturarios creen que la evangelización de la verdadera Galacia, en el sentido de las observaciones anteriores, es algo nebulosa, llamándoles la atención las claras noticias que Lucas nos da sobre las iglesias de la Antioquía pisidiana, Iconio, Listra, etc., creyendo, pues, que es mejor pensar en lo conocido que en lo vagamente apuntado. Les extraña también que Pablo no haga mención de la carta de los apóstoles y Ancianos en Jerusalén sobre la posición de los creyentes gentiles frente a los judíos y sus costumbres (véase el párrafo posterior, La gran crisis), si la carta se escribiera en fecha posterior al llamado Consejo de Jerusalén (Hch 15). La contestación viene a ser que la carta de Jerusalén se dirigió a hermanos gentiles de un área limitada (Hch 15:23), siendo mucho más importante en áreas distantes las verdades que se recibían directamente de Pablo, como autorizado apóstol a los gentiles. En efecto, no convenía que Jerusalén se considerara como la metrópoli de la Iglesia, sino más bien enfatizar que su verdadero Centro se hallaba a la Diestra de Dios.
Si la carta se dirigiera a los "gálatas del Sur", vendría a ser la primera de Pablo que haya llegado a nuestras manos, pues, según esta hipótesis, tendría que haberse escrito muy pronto después de finalizar el primer viaje y antes de las consultas en Jerusalén. Tal fecha alejaría mucho nuestra epístola de la que Pablo envió a los santos en Roma en el año 57, lo que no parece admisible, toda vez que existe una relación tan estrecha de pensamiento y de expresión entre las dos que a veces se ha hablado de la Epístola a los Gálatas como el esbozo preliminar de la que Pablo dirigió a los romanos: concepto que necesitaría aclararse bien, pero que subraya claramente la íntima relación que a todas luces existe entre estos dos grandes escritos de Pablo: las Epístolas de la Justificación por la Fe.
Por nuestra parte, pues, y tras un extendido escrutinio de los datos que se alegan de una parte y de otra, creemos mejor fundada la hipótesis que admite la fundación de un grupo de iglesias entre los gálatas de raza —una rama de la gran familia celta— durante el segundo viaje misionero de Pablo, y que éstos eran los hermanos, entusiastas al principio, pero poco estables, que recibieron el Evangelio con gozo y que "tan pronto" (o súbitamente) prestaron oído a los emisarios de los judaizantes.

La fecha y ocasión de la carta

Aceptando la hipótesis de que la carta se dirigió a un grupo de iglesias fundadas en el norte de Galacia (Hch 16:6-10) (Ga 1:1) (1 P 1:1), hemos de recordar que Pablo volvió a visitarlas al principio de su tercer viaje (Hch 18:23) (Hch 19:1), pues la frase "las regiones superiores" corresponde bien a la meseta galática. La mención de "la primera vez" en (Ga 4:13), lleva implícita en sí una segunda visita realizada antes de la redacción de la carta, y sería entonces cuando tuvo que reprenderles al percibir los primeros brotes de legalismo entre ellos, lo que motivó la frialdad que, a su vez, arrancó la triste pregunta: "¿Me he hecho vuestro enemigo por deciros la verdad?" (Ga 4:16).
El acontecimiento principal del tercer viaje —después de la visita a "las regiones superiores"— fue el de la fundación de una gran iglesia en Éfeso, que dio lugar a la evangelización de toda la provincia de Asia. La visita de Pablo duró de dos a tres años (Hch 20:31), y durante su estancia en la capital de Asia recibiría noticias perturbadoras acerca del estado espiritual de las iglesias en Galacia. Con toda certeza se puede fijar la fecha de la carta a los romanos en los principios del año 57, redactándose en Corinto (Hch 20:1-3) con (Ro 15:25), y ya hemos considerado razones para situar la redacción de Gálatas en una fecha aproximada a la de Romanos a causa de la semejanza de los temas y aun la repetición casi exacta de ciertos pensamientos y frases (Ga 4:5-7) (Ro 8:14-17). Hemos de pensar, pues, en una fecha un poco antes de la salida de Pablo de Éfeso o poco después, durante su recorrido por Macedonia y antes de llegar a Acaya. Como datos adicionales, notemos que le fue posible a Pablo hacer una referencia que podemos llamar "normal" a las iglesias en Galacia al redactar la primera carta a los corintios (1 Co 16:1), de modo que el mal habrá llegado a su apogeo después de la fecha de dicha carta, que no es fácil fijar, pero que pertenece al período de la obra en Éfeso, digamos el año 55 a 56. También el espíritu y el "tono" de partes de la segunda epístola a los corintios se asemejan a los de Gálatas, especialmente en lo que se refiere a la defensa de la autoridad apostólica de Pablo (2 Co 10:1-13:10), lo que indica también una aproximación de fecha. Si Romanos, pues, fue escrita en Corinto durante la primavera del año 57, lo más probable es que Gálatas corresponda al período inmediatamente anterior, en fecha cerca de la de 2 Corintios, o sea, hacia el fin del año 56 o principios del 57. El silencio relativo de Romanos en cuanto al problema judaizante puede indicar que la carta a los gálatas ya había surtido efecto, y de hecho no se señala la región como foco de errores legalistas en épocas posteriores. Con todo, el "argumento basado sobre el silencio" es siempre dudoso, de modo que la falta de referencias al problema en Romanos podría obedecer al hecho de que Pablo conocía bastante la condición de la iglesia de la metrópoli por las informaciones de sus amigos, deduciendo que lo que hacía falta era la formulación de las grandes doctrinas, que en sí servían para excluir los errores judaizantes, sin que tuviera que luchar contra elementos enemigos dentro de la iglesia. Al tratar de los prejuicios de los cristianos criados en el judaísmo, lo hace con suavidad, exhortando a los "fuertes" que traten con consideración a los escrupulosos de conciencia (Ro 14:1-15:7).

Los judaizantes y sus errores

1. El origen de los judaizantes
¿Quiénes eran los judaizantes, contra cuyas enseñanzas Pablo reaccionó tan enérgicamente? Desde luego, se han de distinguir netamente de los judíos incrédulos que rechazaban al Nazareno y perseguían a sus seguidores. Los judaizantes habían aceptado a Jesús como su Mesías nacional, hallándose por lo tanto dentro de la esfera de la profesión cristiana. Su error consistía en no doblegarse ante la revelación que Dios dio a Pedro al enviarle a la casa de Cornelio (Hch 10:1-11:18) y en no aceptar el apostolado de Pablo, con las profundas doctrinas que el Señor resucitado le iba entregando sobre la verdadera naturaleza de la Iglesia.
En un principio todos los creyentes pensaban como los judaizantes, ya que la predicación del Evangelio se limitaba a Jerusalén y a los judíos, sin que nadie comprendiera aún que el Evangelio había de extenderse universalmente, ofreciéndose la salvación en igualdad de condiciones tanto a gentiles como a israelitas. Eso les habría parecido algo incompatible con las promesas especiales que Dios había dado a su pueblo terrenal, a los circuncisos, a los encargados de recibir y transmitir la Palabra de Dios. La Iglesia se consideraba todavía como el "Resto fiel" de Israel, que había reconocido y aceptado a su Mesías, quien pronto volvería para bendecir a su pueblo arrepentido (Hch 3:17-26). No se dudaba de que los gentiles podían ser bendecidos, pero sólo a través del verdadero Israel.
Todo eso fue natural e inevitable cuando el Evangelio se predicaba en "Jerusalén y toda Judea", pero cuando las manecillas del reloj de Dios señalaron la hora de revelar la naturaleza universal de la Iglesia, fue preciso ensanchar el corazón y recibir con humildad y alegría revelaciones que tuvieron su origen en las operaciones del Espíritu Santo tanto como cualquiera de las profecías del Antiguo Testamento. A Pedro le costó comprender que no había diferencia alguna entre el judío y el gentil en esta dispensación, aun después del reiterado rechazamiento del Mesías por los guías del pueblo y la gran mayoría de los judíos carnales (Hch 10:9-16) (Ga 2:11-21). Y si a tal hombre de Dios, apóstol del Cordero, le costara comprenderlo —aunque por fin llegó a identificarse plenamente con la doctrina revelada a Pablo—, ¿es de extrañarnos que los carnales entre los judíos convertidos se resistieran a aceptar la verdad claramente proclamada ya, de que, como pecadores todos, tanto judíos como gentiles habían de acudir a Cristo para recibir el perdón de los pecados y la vida eterna, sin más condiciones en ambos casos que el arrepentimiento y la fe? Creían que Pablo enseñaba doctrinas contrarias a los pactos y promesas de Antiguo Testamento, e insistían en que los varones de entre los gentiles fuesen circuncidados, pasando por la puerta de Israel para llegar a la Iglesia. A eso se añadía la responsabilidad de guardar la Ley. Los judaizantes, pues, eran los rezagados de entre los creyentes judíos, o sea, los tradicionalistas y legalistas, que no podían o no querían aceptar la nueva luz que Dios iba dando sobre la extensión del Evangelio y sobre la formación y la naturaleza de la Iglesia en esta dispensación. Menos mal si quedaban en su rincón de Judea como "las decenas de millares de judíos creyentes, todos celosos por la Ley" (Hch 21:20), pero algunos no se contentaron con un papel pasivo, sino que, sintiendo "celo misionero", seguían en pos del apóstol con el fin de dirigir a los nuevos convertidos gentiles al redil del judaísmo (Ga 6:12-13).
2. La gran crisis
Los apóstoles y ancianos de Jerusalén habían aceptado las consecuencias de la revelación que Dios había dado a Pedro, comprendiendo el significado del hecho de que el Espíritu Santo había caído también sobre gentiles creyentes (Hch 11:18); pero el espíritu intransigente de los tradicionalistas de Jerusalén se iba endureciendo. La cuestión no entró en fase aguda hasta después del primer viaje misionero de Pablo, cuando miles de gentiles en Siria, Cilicia, Chipre, Frigia y Licaonia profesaban fe en Cristo. El gran centro era Antioquía en Siria, y fue allí donde los judaizantes alzaron su grito de alarma en medio de los creyentes gentiles: "Si no os circuncidáis conforme al rito de Moisés, no podéis ser salvos", turbando su espíritu en gran manera (Hch 15:1). Pablo y Bernabé se esforzaron por convencer a los propagandistas y por consolar a los hermanos, pero todo fue inútil. Los judaizantes insinuaban (sin razón) que venían de Jacobo y de los apóstoles y ancianos de Jerusalén y que por eso interpretaban el verdadero sentir del mensaje cristiano mejor que Pablo. Con tal motivo, y en vista del peligro de que la Iglesia quedase dividida, Pablo, Bernabé y otros hermanos de Antioquía, subieron a Jerusalén, para hablar primeramente en privado con los apóstoles presentes (Ga 2:1-10) (Hch 15:15). Estando de acuerdo los guías, fue posible reunir la iglesia en Jerusalén, bajo la guía de los apóstoles y de los ancianos, con el fin de que las conclusiones llegasen a los oídos de todos y que luego se plasmaran en una carta que había de enviarse a los hermanos gentiles de las regiones más afectadas: Antioquía, Siria y Cilicia (Hch 15).
En esta ocasión el testimonio de Pedro fue magnífico: "Dios que conoce los corazones (de los gentiles en la casa de Cornelio) les dio testimonio, dándoles el Espíritu Santo lo mismo que a nosotros (los judíos); y ninguna diferencia hizo entre nosotros y ellos, purificando por la fe sus corazones. Ahora, pues ¿por qué tentáis a Dios, poniendo sobre la cerviz de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros tuvimos fuerzas para soportar? Por el contrario, creemos ser salvos por la gracia del Señor Jesús de igual manera que ellos". Nada más claro se halla ni en las páginas de la gran Epístola que hemos de estudiar.
La carta que "los apóstoles y los hermanos que son ancianos" (Hch 15:23) enviaron luego a los hermanos gentiles de las provincias mencionadas ha presentado dificultades a algunos, pero en síntesis no hace sino proclamar la libertad de los creyentes gentiles en Cristo, recomendando además que se abstuvieran de prácticas que fuesen escandalosas tanto para los creyentes judíos, dentro de la Iglesia, como para los israelitas que se hallaban en sus colonias en casi todos los lugares donde se predicaba el Evangelio. Fue una medida para el tiempo de transición, perdiendo mucho de su efecto al aumentarse progresivamente la proporción de gentiles en la Iglesia, al par que el número de los judíos de raza iba disminuyendo.
3. Las actividades posteriores de los judaizantes
Es evidente que muchos de los "celosos de la Ley" entre los creyentes judíos de Israel no se contentaron con los resultados del llamado "Consejo de Jerusalén", sino que se jactaban de su integridad al mantener las "costumbres de sus padres" —y nadie se lo impedía en aquella etapa del desarrollo de la Obra— saliendo algunos de ellos a las provincias para desbaratar en lo posible lo que Pablo iba edificando. Téngase en cuenta que consideraban a Pablo como el mayor responsable del derrumbamiento de la posición de privilegio que habían ocupado los judíos. En otro párrafo trataremos del tema de la autoridad apostólica de Pablo, pero notamos aquí que se hallaban brotes del error judaizante en Corinto (1 Co 1:12) (2 Co 11:13,22); en Filipos (Fil 3:2-3); en Éfeso (1 Ti 1:3-11) y sobre todo entre las iglesias de Galacia, según veremos. El "problema judío" ocupaba la atención de los cristianos que meditaban en los caminos de Dios en todas partes, recibiendo cumplida contestación de parte de Pablo en los capítulos 9 a 11 de Romanos; pero además de estas legítimas cavilaciones, se hallaban tendencias judaizantes, más o menos confesadas, más o menos veladas, en todas partes. Lo malo no era que los creyentes judíos se portasen como tales en cuanto a sus costumbres sociales y religiosas —Pablo mismo lo hacía cuando las circunstancias lo aconsejaban como algo útil y no dañino (1 Co 9:20)—, sino el hecho de querer forzar a los gentiles a entrar en el redil de Israel como medio de salvarse, lo que anulaba el valor de la Muerte de Cristo y apartaba las almas de su bendita Persona (Ga 2:21) (Ga 5:4). El gentil era dueño de su persona y hallando la salvación en Cristo, no tenía por qué pasar por la puerta del judaísmo ni someterse al sistema legal. El judío podía seguir sus costumbres si quería, pero tenía que admitir que su salvación le venia por vía de la Cruz, en la que todas las sombras anteriores se habían cumplido, no descansando para nada en los privilegios especiales de Israel, ni en rito alguno de los que se ordenaban en el Antiguo Testamento como prefiguración de lo que Cristo ya había realizado.
Gracias a los trabajos de Pablo y de sus colaboradores, el Evangelio se extendía cada vez más entre los gentiles. Los judíos comprensivos —especialmente los helenistas, que se expresaban en griego— se adaptaban a las nuevas circunstancias, perdiendo rápidamente su carácter especial de judíos. Los tradicionalistas se restringían más y más a Judea, llegando por fin a ser una mera secta del judaísmo. Pablo, quien había luchado denodadamente por la verdad de la libertad en Cristo de todos los creyentes, llegó a ver cómo Dios concedió la victoria en esta reñida batalla por medio de sus obras providenciales y por la potencia del Espíritu Santo.

La autoridad apostólica de Pablo

1. El apostolado de los Doce
Por la consideración de pasajes como (Mr 3:13-19), los capítulos 13 a 17 de Juan, (Hch 1:21-22), con tantos otros, es evidente que el Maestro escogió a los Doce —Matías reemplazó legítimamente a Judas— para que estuviesen con él como discípulos, no sólo para aprender profundas lecciones espirituales, sino también para actuar como testigos oculares y fidedignos de todo cuanto él era y hacía. Este conocimiento, que abrazaba todo el ministerio del Señor desde el bautismo de Juan hasta la Resurrección, formaba la base imprescindible de su "proclamación" del Evangelio, ya que la oferta de la salvación depende totalmente de la Persona y la Obra de Cristo. Pablo mismo reconoció esta labor que él no podía compartir por cuanto había sido el enemigo de Cristo y no le había acompañado para saber la verdad en cuanto a su Persona y Obra. Tan "apóstol" era como los demás, pero fue llamado por el mismo Señor resucitado, quien se dignó presentarse delante del perseguidor en el camino a Damasco con tal poder que no sólo fue convertido, sino que, acto seguido, a través de Ananías de Damasco, recibió su comisión apostólica (Hch 9:15-16) (Hch 22:11-15) (Hch 26:12-23) (1 Co 15:7-10). Un "apóstol", en el sentido restringido de la palabra —en ciertos casos equivale sencillamente a "misionero"— es uno que recibió revelaciones especiales de parte del Señor, sea durante su ministerio en la Tierra, sea por comunicaciones desde el Cielo, con el fin de ordenar el Nuevo Pacto y completar la Palabra total de las Sagradas Escrituras.
2. El apostolado de Pablo
A Pablo le fue concedido ser "apóstol de los gentiles" —sin que por ello dejara de testificar a los judíos—, y como tal recibió del Señor revelaciones sobre algo que había sido escondido en el Antiguo Testamento, es decir, la fundación y la formación de la Iglesia como pueblo espiritual de Cristo, como su "Cuerpo" y su "Esposa". Creyentes de toda raza y nación pueden asociarse con la "Cabeza" de esta Iglesia sin más condiciones que las de la sumisión y la fe que forjan el eslabón de una unión vital (Ef 3:1-13) (Col 1:24-2:7) (2 Ti 1:8-14). Al recalcar Pablo la realidad de su apostolado, que se derivaba únicamente del Señor Resucitado y de manera alguna de los hombres, no lo hace para engrandecerse a sí mismo, pues siempre es consciente de las manchas anteriores de sus tiempos como perseguidor —considerándose hasta "el más pequeño de todos los santos" (Ef 3:8)—, sino para que la Palabra de Dios en su boca, o por su pluma, sea recibida como mensaje tan inspirado como el de los profetas del Antiguo Testamento. Si los creyentes de su generación no reconocieran ampliamente su autoridad apostólica, alegando que no había acompañado al Señor, entonces las verdades más características de la Iglesia quedarían sin fundamento. Tendremos ocasión de estudiar (Ga 1:11-2:10) en detalle, pero es preciso notar en esta Introducción que, por difíciles que nos parezcan algunas de las frases de aquel pasaje, fue absolutamente necesario que se manifestara claramente que Pablo era apóstol comisionado directamente por el Maestro, responsable, pues, ante quien le envió para cumplir su cometido hasta el fin, sin chocar con la labor de quienes eran apóstoles antes que él, pero, a la vez, sin hallarse subordinado a ellos.

El peligro de los gálatas

1. Los gálatas eran celtas
Volvamos por un momento a los receptores de la carta que nos corresponde estudiar. Si, como creemos, eran gálatas de raza, entonces pertenecían a la gran familia celta que tuvo sus orígenes en la cuenca del río Danubio, y que, obedeciendo a impulsos o presiones que ignoramos, se derramaron sobre distintas regiones de Europa occidental y meridional durante los siglos IV y III a.C. Los resultados de las invasiones quedan registrados en nombres como Galicia, País de Gales, Galia (el antiguo nombre de Francia), el idioma gaélico, del norte de Escocia y de Irlanda, Galacia, etc. Por los años 278-277 considerables contingentes de galos lograron establecerse en el corazón de la península que ahora llamamos Asia Menor. Divididos originalmente en tres tribus, terminaron por fusionarse bajo una dinastía de reyes, el último de los cuales, Amintas, legó sus territorios a Roma, después de haber incluido en ellos partes de las regiones étnicas de Frigia y de Licaonia, al sur de Galacia propiamente dicho. Por eso pasaron a ser distritos de la provincia romana de Galacia, sin que se hubiese producido fusión alguna lingüística o racial.
Los celtas se caracterizan por sus súbitos entusiasmos seguidos por períodos de frialdad o de pasividad. J. B. Lightfoot pensaba quizá con razón, que las expresiones de Pablo en (Ga 4:12-20), describiendo la recepción tan entusiasta que los gálatas otorgaron al apóstol, seguida por un cambio repentino de actitud bajo la influencia de los judaizantes, correspondían bien a las características de la raza celta que ya hemos notado. No es cuestión de primera importancia, pues muchas gentes de varias razas han girado como veletas al ser movidas por los vientos de una propaganda hábil, pero lo notamos como algo que nos ayuda a comprender mejor las circunstancias de los trabajos del apóstol.
2. El error de los gálatas
Tal error podría resumirse muy sencillamente haciendo constar que no debieran haber hecho caso de los judaizantes, ya que habían recibido el Evangelio por medio de Pablo; era de sentido común, pues, que hubiesen consultado con él antes de entregarse a propagandistas que desconocían. Como veremos al llegar al estudio del capítulo 3, Pablo les reprocha el haber sido infieles a todo cuanto Dios había hecho en medio de ellos por la predicación de Cristo crucificado, por las poderosas operaciones del Espíritu Santo y por el principio de la de la fe (Ga 3:1-5). Tenían en sí mismos y entre las iglesias ya formadas la prueba fehaciente de que no necesitaban ser circuncidados y colocados bajo el yugo de la Ley para recibir la salvación y para beneficiarse de las abundantes manifestaciones del poder del Espíritu Santo. El fallo en la interpretación de su propia experiencia era tan notorio que a Pablo le parecía una obra de magia: "¡Oh, gálatas insensatos! ¿Quién os fascinó (hechizó) a vosotros, ante cuyos ojos Jesucristo fue exhibido como crucificado?".
Seguramente los propagandistas judaizantes emplearían argumentos como los siguientes para embaucar a los gálatas incautos:
a) ¿No veis que ese Pablo es un intruso, que va predicando sus doctrinas por doquier sin haber estado jamás con el Señor Jesucristo? Más aún, por años era el jefe de los perseguidores de nuestros hermanos en Jerusalén. ¿De dónde saca su autoridad? ¿Por qué hemos de creer su historia de una visión cuando nadie puede probar que fuese real? Es un alucinado o un farsante.
b) Examinad el Antiguo Testamento (recordemos que poco existía del Nuevo Testamento escrito aún) y veréis que Dios llamó a Abraham, declarándole que había de ser bendecido él mismo y luego las naciones por medio de él y de su simiente. ¿Cómo, pues, creéis que podéis prescindir ahora de Israel para ser salvos? ¿Para quiénes son las promesas y los pactos del Antiguo Testamento? ¿No son para Israel? ¿A quiénes predican los profetas sino a los israelitas?
c) ¿No profetizan los siervos de Dios que queda un futuro de bendición para Israel, con la promesa de que la nación regenerada dominará en todo el ámbito del mundo? ¿Qué pasará con tales promesas si los gentiles se salvan por la sola fe, sin más ni más, y sin establecer relación alguna con Israel?
d) Recordad que el Señor Jesucristo no salió de Israel, sino que ministraba a los judíos.
Si tenemos en cuenta estos temas de la propaganda de los judaizantes, estaremos mejor preparados para comprender el desarrollo del argumento de Pablo al querer librar a los gálatas del error en que estaban a punto de caer. De paso podemos notar que Pablo aún tenía esperanzas de salvar a sus hijos, pues a pesar de haber prestado oído a los judaizantes, no habían llegado —por lo que se puede entender— al extremo de circuncidarse, repugnándoles, quizá, el rito. Estaban al borde del precipicio, pero Pablo esperaba salvarles todavía del último efecto de su desvarío.

El método del apóstol

Como hemos visto ya, el desarrollo ordenado y tranquilo de los temas de la Ley y la gracia, de las obras y la fe, de la carne y del Espíritu, se hallan en (Ro 1:16-8:39). Al redactar la carta de los Gálatas, Pablo echa mano de un argumento tras otro, cada uno muy convincente y completo en sí, acumulando golpe tras golpe contra el error con tal de hacer prevalecer la verdad. Sus expresiones enérgicas se explican por la gravedad del peligro, ya que se trataba de manifestar una vez para siempre la suficiencia de la Obra de Cristo y la universalidad de la Iglesia; ¡Imaginémonos lo que habría sido el resultado si el apóstol hubiese fracasado en el intento de defender la verdad del Evangelio! La batalla duró desde el principio de su ministerio y no cesó hasta que el apóstol mismo había terminado su carrera, pero sin duda esta carta representa el momento culminante de la lucha. Los diferentes "movimientos" de su argumento, o sea, la sucesión de fuertes contraataques contra la doctrina judaizante se señalan en el resumen del contenido de la Epístola que adelantamos a continuación. El buen estudiante leerá varias veces, y con sumo cuidado, todo el contenido de esta Epístola, pidiendo al Señor su luz, al par que procura seguir las líneas generales de los argumentos por medio de las notas siguientes.

El contenido de la Epístola

1. Salutación e introducción (Ga 1:1-5)
Las salutaciones son muy breves y secas comparadas con las de otras Epístolas, ya que la mente de Pablo está embargada por el peligro de los gálatas. Con todo se destacan aquí: a) La autoridad apostólica de Pablo que tuvo su origen en Dios Padre y en Jesucristo, levantado de los muertos (Ga 1:1). b) El sacrificio de la Cruz que sólo puede borrar los pecados y librarnos de este presente siglo malo (Ga 1:4).
2. El Evangelio único (Ga 1:6.9)
Pablo se manifiesta altamente sorprendido de que los gálatas estuviesen dispuestos a dejar el Evangelio único por algo que pretendía ser "otro", pero que quedaba en nada, ya que ningún ser humano o angelical tenía autoridad para proclamar un Evangelio diferente de aquel que habían recibido.
3. El argumento basado en la experiencia de Pablo (Ga 1:10-2:21)
a) Pablo recibió "su" Evangelio por una revelación especial de parte de Jesucristo (Ga 1:11-12).
b) Su vida anterior no le predisponía a ver una visión del Señor, pues fue jefe de los judíos perseguidores de la Iglesia (Ga 1:13-14).
c) El Hijo de Dios se reveló "en él" según un propósito eterno de Dios, comisionándole a evangelizar a los gentiles (Ga 1:15-16).
d) No recibió su comisión y sus revelaciones de los hombres, pues no tuvo trato con los apóstoles en Jerusalén hasta tres años después de su conversión y comisión (Ga 1:17-24).
e) Catorce años después de su conversión subió a Jerusalén con Bernabé y Tito para dirimir la cuestión de la posición de los gentiles frente al judaísmo. Hubo intento de someter a los creyentes gentiles a la servidumbre de la Ley, pero Tito no fue obligado a circuncidarse, ni siquiera en Jerusalén, y por fin Jacobo, Cefas y Juan reconocieron la "gracia" especial que Pablo había recibido como apóstol de los gentiles, dándole a él y a Bernabé las "diestras de compañía" en cuanto a la evangelización sistemática de las naciones. La historia recalca la autoridad apostólica de Pablo como derivada del Señor resucitado, y no de los Doce, pero a la vez subraya la identidad esencial entre la doctrina y la obra de todos los apóstoles.
4. El argumento basado en la reprensión de Pedro (Ga 2:11-21)
Es posible que este incidente preceda el de (Ga 2:1-10) cronológicamente, pero de todas formas las lecciones son iguales.
Cefas (Pedro) no dudaba en lo más mínimo que tanto judíos como gentiles habían de entrar en el Reino por la sola condición del arrepentimiento y de la fe (Hch 15:7-11), pero podemos pensar que vislumbraba la posibilidad de una división en la Iglesia si el ejemplo apostólico forzara a todos los creyentes judíos a comer en la misma mesa con los gentiles. Las "costumbres" ordenaban a los judíos que se abstuvieran de ciertas viandas y en especial de toda carne que no fuese sacrificada según el rito y totalmente libre de sangre. Por algún tiempo Pedro se gozaba en la comunión general de judíos y de gentiles en Antioquía, pero luego, bajo la presión de ciertos creyentes judíos que habían descendido de Jerusalén, tanto él como Bernabé se apartaron para comer sólo con los judíos, observando "las costumbres". Pablo vio el peligro de que la cuestión de "mesas" y de "comidas" llegase a ejercer tal presión sobre los gentiles, que éstos tendrían que judaizarse para poder tener comunión con sus hermanos. Frente al peligro señaló la doctrina que Pedro predicaba para hacer resaltar la inconsecuencia de sus prácticas. El discurso termina con una maravillosa presentación de la nueva vida de Cristo en los creyentes que han muerto con Cristo a la Ley.
El incidente adelanta los argumentos de Pablo, ya que recalca el Evangelio de la "libertad", que Pedro aceptó, a pesar de que los judaizantes citaban su nombre —indebidamente— al intentar trastornar la fe de los gálatas.
5. El argumento basado sobre la experiencia de los gálatas mismos (Ga 3:1-5)
Los gálatas eran "insensatos", ya que se habían olvidado de los principios de su propia fe y vida. Toda su bendición se basaba:
a) En la clara proclamación de Jesucristo corno crucificado.
b) En la potencia del Espíritu Santo.
c) En la fe que habían puesto en Cristo. ¿Cómo podían pensar en acabar por medios carnales lo que Dios había empezado en ellos por medio de abundantes manifestaciones del poder del Espíritu Santo?
Es evidente que los judaizantes presentaban la obra de Pablo como algo incompleto, que necesitaba acabarse por la entrada en el redil de Israel y por las obras legales (Compárese con las doctrinas de los Adventistas del Séptimo Día).
6. El argumento basado sobre el ejemplo de Abraham (Ga 3:6-14)
Ya hemos notado que los judaizantes recalcarían la imposibilidad de conseguir bendiciones aparte de Abraham, el padre de Israel, quien recibió las promesas y el pacto. Muy hábilmente Pablo recurre al mismo ejemplo, recalcando el hecho de que Abraham fue justificado por la fe (Ga 3:6) (Gn 15:6), de donde deduce que los verdaderos hijos de Abraham son aquellos que participan del mismo principio fundamental de la fe, que caracterizó la vida del patriarca (Ga 3:6-9). La Ley es diferente en su esencia de la fe, pues obra por medio de una obediencia carnal. Siendo ésta imposible al hombre caído, la Ley no puede hacer más que maldecir al infractor de sus preceptos. Cristo sólo puede rescatarnos de tal maldición, llevándola él mismo sobre "el árbol maldito" (Ga 3:10-13). En conclusión Pablo señala la bendición que puede llegar hasta los gentiles por medio de Jesucristo, en quien reciben el Espíritu Santo, la misma vida de Dios.
7. El argumento basado sobre el pacto incondicional (Ga 3:15-18)
Puesto que un contrato humano es respetado entre gente honrada, ¡cuánto más el pacto que otorgó Dios a Abraham de pura gracia, en relación con la Simiente prometida, y sin que Abraham tuviera que aportar nada, excepto la sumisión de la fe! Tal pacto es independiente de la Ley que había de darse 430 años más tarde (Ga 3:15-18). Es importante saber que el pacto de gracia otorgado a Abraham no fue abrogado nunca en el Antiguo Testamento, llegando a incorporarse en el Nuevo Pacto sellado por la Sangre de Cristo.
8. El argumento basado sobre el verdadero uso de la Ley (Ga 3:19-24)
Frente a los argumentos de Pablo, algún rabino podría contestar: "Demasiadas pruebas, Pablo, pues por tal camino vas a quitar toda importancia a la Ley, que es obviamente un error". Pablo expone su gran argumento de que las exigencias de la Ley "encerraban" a todos en una mazmorra de desesperación, ya que nadie podía "vivir" por cumplir sus preceptos. La Ley actúa también de "guardián" o "carcelero" que vigila al pobre cautivo legalista. Cambiando la metáfora, y dándola un giro más optimista, la Ley es el "paidagogos", o guardián de niños en una casa grecorromana, que había de llevarnos a Cristo, a la plena promesa mesiánica, en vista de la imposibilidad de hacer nada nosotros mismos. ¡He aquí el gran servicio que presta la Ley, dando el conocimiento del pecado que troca el pecado en transgresión, con el fin de que la única puerta de esperanza llegue a ser aquel que murió bajo la pena de nuestros pecados con el fin de darnos vida en asociación con su vida de resurrección!
9. Las bendiciones de los hijos (Ga 3:25-29)
El "ayo" deja paso a Cristo, para que "en Cristo" el creyente reciba la vida y posición de hijo, revestido de la justicia de Cristo, hecho uno con todos los creyentes en Cristo en quien todas las diferencias humanas quedan borradas. Al mismo tiempo llega a ser hijo y heredero de Abraham en toda la parte espiritual de las promesas que él recibió.
10. El argumento de la libertad de los hijos (Ga 4:1-11)
He aquí el comienzo de otro contraataque que se basa primordialmente en el hecho de la redención de los creyentes en Cristo, y redención supone libertad: libertad que se contrasta no sólo con la servidumbre del esclavo, sino también con las limitaciones del heredero antes de entrar en sus posesiones. Toda la gran obra de Dios en Cristo tiene por finalidad que recibamos la "adopción de hijos", basándose la figura en la práctica de colocar a algún joven en una nueva familia con todos los privilegios y responsabilidades de un hijo mayor (Ga 4:1-7).
Si los gálatas habían tenido experiencia de tan gloriosa libertad, ¿cómo podían volver a esclavizarse bajo los miserables rudimentos de los mandamientos humanos? (Ga 4:8-11).
11. El argumento basado sobre el contraste entre sus buenos principios y su triste caída (Ga 4:12-20)
El apóstol reprende a los gálatas, y a la vez quiere renovar en ellos los recuerdos conmovedores de tos comienzos de la obra de gracia entre ellos rememorando el entusiasmo y el espíritu de sacrificio de los primeros tiempos, que se unían a un gran afecto a su persona, a pesar de los manifiestos estragos de su enfermedad. ¿Dónde había volado tanta felicidad? Los que iban solícitos tras ellos no les habían proporcionado bien alguno.
12. El renovado argumento sobre la libertad y la alegoría de Sara y Agar (Ga 4:21-5:1)
Ya que los gálatas querían ejemplos de la Ley, Pablo les cita el caso de Sara y Agar, de la Ley (el Pentateuco aquí), haciendo ver que el hijo de la "libre" era también hijo de la promesa, mientras que Agar, esclava ella misma, sólo pudo dar a luz un hijo nacido a la servidumbre. El texto bíblico señaló que había incompatibilidad entre las dos mujeres y sus hijos, de la forma en que la hay entre "la Jerusalén actual", hecha semejante a Sinaí, el monte de la Ley, por una parte, y la nueva Jerusalén, la ciudad de la gracia, por otra. El argumento es difícil para nuestra mentalidad occidental, pero cuadraba bien con el ambiente que iban creando los judaizantes en Galacia. El resumen se halla en (Ga 5:1): "Para libertad Cristo nos libertó; estad, pues, firmes, y no os sujetéis otra vez a un yugo de servidumbre".
13. Avisos solemnes sobre el peligro de la sujeción legal (Ga 5:2-15)
De diversas formas Pablo quiere hacer a los gálatas comprender el peligro del legalismo. El gentil que se circuncidaba, después de haber manifestado hallar su vida en Cristo, decía en efecto que Cristo no era suficiente, y que le hacía falta algo más. En cambio el principio fundamental de la Iglesia es "la fe que obra por el amor" (Ga 5:2-6).
Pablo condena rotundamente a los perturbadores de los gálatas, volviendo a señalar las tristes consecuencias del legalismo. Si querían "Ley", ya podrían fijarse en el resumen de toda ley entre los hombres: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo" (Ga 5:7-15).
14. El argumento basado sobre la potencia del Espíritu Santo (Ga 5:16-26)
Por medio de sus repetidos argumentos Pablo ha demostrado que la salvación es por la gracia y no por la Ley, que se apropia por la fe y no se gana por las obras. Le resta el aspecto más positivo de su mensaje: todo es vano aparte de las operaciones del Espíritu Santo, quien lucha contra todas las manifestaciones de la carne. Por "carne" aquí hemos de entender todo lo natural en el hombre caído, todo lo que procede de la Caída, hallándose por lo tanto en franca oposición a todo lo que procede de Dios. La lucha fundamental se describe en (Ga 5:17), y los creyentes son exhortados a "andar" en el Espíritu, dejándose "guiar" por el Espíritu, para producir el fruto del Espíritu (Ga 5:16,18,22,25). En vivo contraste se hallan las "obras de la carne", que incluyen no sólo los crímenes y los vicios de una vida desordenada, sino también todo movimiento de envidia, de celos y de partidismos (Ga 5:19-21).
Igual que en (Ro 6:1-10), Pablo considera que la "carne" en los creyentes se halla crucificada, juntamente con todas sus pasiones y deseos. He aquí el camino a la santidad y no los vanos esfuerzos legales.
15. El argumento basado sobre la ley de la siembra y la cosecha (Ga 6:1-10)
Es característico de las epístolas de Pablo que empiecen con la exposición de doctrina, para dar paso al final a consideraciones prácticas. Algo de eso se ve en esta Epístola, con variantes que se deben al carácter tan especial del escrito. La "ley de Cristo" de (Ga 6:2) es obviamente la "ley del amor" que llevará al creyente a pensar en sus hermanos con deseos de serles de ayuda, al par que considera su propia obra con modestia (Ga 6:1-6).
Los legalistas pensaban cubrir el vacío moral y espiritual de sus vidas por la careta de las obras y observancias religiosas, pero no podían engañar a Dios, quien establece que todo cuanto el hombre sembrare, eso también segará. Lo que es solemne amonestación para el legalista, el creyente carnal y el indiferente, llega a ser un bendito principio de bendición espiritual en el caso del creyente humilde, anulando el pesimismo, ya que todo cuanto siembra para el Espíritu y en el poder del Espíritu producirá fruto para vida eterna, o sea, fruto espiritual en la esfera de la vida eterna. Así no ha de desanimarse ni desmayarse, pues la cosecha es segura (Ga 6:6-10).
16. Argumento-epílogo basado en el tema de la Cruz (Ga 6:11-18)
Aparentemente Pablo mismo empuña la pluma del escribiente para dar más fuerza emotiva a las últimas palabras de su carta. Con grandes letras traza su último llamamiento a sus hijos que peligran. ¿No veis —les dice en efecto— que todo ese hablar de la circuncisión no tiene más objeto que el de evitar persecución por Cristo, unido con el afán de "gloriarse" en el número de los circuncidados que han entrado en el redil de Israel? La falsa jactancia de los judaizantes hace surgir de nuevo de lo profundo de su corazón el tema de la Cruz: "Lejos esté de mí el gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por la cual el mundo está crucificado para mí, y yo para el mundo" (Ga 6:11-14). Vuelve al tema fundamental, a la Cruz donde muere el "yo" y la carne bajo la sentencia de la Ley y al mundo por nuestra asociación con la Muerte de Cristo. He aquí un tema en el cual es lícito gloriamos, ya que toda la honra y la alabanza es para Aquel que murió y resucitó, mientras que nosotros llegamos al fin de todo lo meramente humano, esperando tan sólo la "nueva creación" que brota de la Resurrección de Cristo, y que se confirmará por los siglos de los siglos. Por tal "regla" convenía que viviesen los gálatas, experimentando la gracia de Dios en sus espíritus, libres de preceptos que, habiendo revelado el pecado, dejan paso a la obra vital del Espíritu de Cristo.

Temas para meditar y recapacitar

1. Discurra sobre los gálatas como receptores de esta carta, notando su raza, su localización geográfica, el momento de su evangelización y su peligro espiritual en la época de la redacción de la Epístola.
2. ¿Quiénes eran los judaizantes? ¿Cuál fue su origen? ¿Cómo reaccionaron frente a la conversión de los gentiles? ¿Cuál fue su actuación entre las iglesias de Galacia?
3. Discurra sobre el método que emplea Pablo para convencer a los gálatas de su error, señalando lo más sustancial del contenido de la Epístola.
Copyright ©. Texto de Ernesto Trenchard usado con permiso del dueño legal del copyright, Centro Evangélico de Formación Bíblica en Madrid, exclusivamente para seguir los cursos de la Escuela Bíblica (https://www.escuelabiblica.com).

Comentarios

Colombia
  Campo Elias Palma Millán  (Colombia)  (18/06/2020)
Nada fácil lograr que se entienda en toda su dimensión el pensamiento del gran Saulo de Tarso. Se me hace apasionante todo lo que concierne a su gran obra evangelizadora, releerlo nos educa en su aprendizaje. Gracias
Argentina
  Ricardo Nazario  (Argentina)  (04/06/2020)
Muy bueno. Extenso, detallado, claro para entender y seguir una línea explicativa. Un gran trabajo, excelente...
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