Estudio bíblico: La experiencia de los gálatas cuando recibieron el Evangelio por la fe - Gálatas 3:1-6

Serie:   Exposición a los Gálatas   

Autor: Ernestro Trenchard
Email: estudios@escuelabiblica.com
Reino Unido
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La experiencia de los gálatas cuando recibieron el Evangelio por la fe (Gálatas 3:1-6)

Consideraciones generales

Veremos que el capítulo 3 de Gálatas se compone de varias secciones que corresponden a distintas facetas del argumento del apóstol. Con todo, existe cierta unidad de pensamiento en todo el capítulo ya que Pablo no pierde de vista los grandes temas de la gracia y la fe, que contrasta con los de la Ley y las obras. Nos acercamos, pues, al estudio de una de las porciones doctrinales más importantes de la Biblia, puesto que nos es imposible seguir los movimientos de la obra de Dios frente a los hombres a través de los siglos si no sabemos distinguir la operación de la gracia de Dios y al mismo tiempo discernir el verdadero propósito de la Ley. Por una coincidencia puramente fortuita y externa, los capítulos 3 y 4 de Gálatas suplementan los mismos capítulos de Romanos, subrayando los dos pasajes la supremacía de la gracia de Dios, que ha de ser recibida por la fe del hombre arrepentido, con el necesario corolario de que la Ley cumple una misión subordinada, temporal y transitoria al exhibir la naturaleza del pecado, señalándolo como la transgresión de los mandamientos de Dios, claramente revelados a través de los preceptos legales. Esta obra no deja de ser importante, puesto que "encierra" a todo y a todos bajo la condenación de Dios, con el fin de que busquen la vida en Cristo, pero, por su misma naturaleza, la Ley no puede dar vida.
Es necesario que comprendamos que la gracia de Dios halló el medio de expresarse desde el principio, puesto que la Obra de expiación y de redención, consumada de una forma visible e histórica en la Cruz del Calvario, había sido determinada desde antes de la fundación del mundo (Ap 13:8) (1 P 1:18-20) (1 Co 2:7-8). Un propósito de Dios es algo sustancial y real: tan real que servía desde siempre como base para la manifestación de su misericordia sin que sufriera mengua su absoluta justicia. Desde luego, el designio tuvo que realizarse en la consumación de los siglos para que todos comprendiesen la relación que existía entre la gracia de Dios y su justicia (Ro 3:25-26) (He 9:26), pero al leer el Antiguo Testamento es preciso que comprendamos que Dios obraba en gracia sobre la base del Sacrificio expiatorio ya determinado en el sagrado consejo del Trino Dios. Pablo insiste en esta continuidad del "Evangelio", que es el hilo de escarlata y de oro que une a todas las secciones de la revelación escrita y determina que, en el fondo, todos los santos del Antiguo Testamento se salvaban, como nosotros, por aceptar con arrepentimiento y fe lo que Dios proveía. Comprendían menos que nosotros, que vivimos en la plena iluminación del "nuevo siglo", pero su actitud era igual, como iguales eran las bendiciones de la justificación, el perdón y la vida que recibían.
Los judíos y los judaizantes se equivocaron sobre todo en su manera de entender la Ley, creyendo que era algo añadido al pacto con Abraham, concediendo una superioridad moral a los israelitas que estaban bajo la Ley, lo que supone que pensaban cumplir sus requisitos "de alguna manera", procurando "establecer su propia justicia" porque no habían entendido la justicia de Dios como la perfecta expresión de las demandas de su Trono. No querían comprender que constituía una demanda inflexible, cuyo cumplimiento era imposible a todo hijo de Adán (Ro 10:3). Los israelitas humildes se disponían a obedecer cuanto Dios había ordenado, pero, dándose cuenta de su fracaso, se echaban sobre la misericordia de Dios, según la tónica de tantos de los salmos, sabiendo que de alguna manera había perdón y bendición para el arrepentido que acudía a Dios.
El Antiguo Testamento señala varios pactos que son de pura gracia: es decir, en ellos Dios promete todo y hace todo, quedando el hombre humilde como mero receptor, por la fe, de lo prometido. El más importante de estos pactos es el abrahámico (Génesis capítulos 12 y 15), pero pensamos también en el davídico de 2 Samuel capítulo 7, y, frente a la raza humana, en el noético de Génesis capítulo 9. Todos ellos son reflejos, dentro del marco de determinadas circunstancias históricas, del propósito de gracia ya determinado en Cristo antes de la fundación del mundo. Dios puede otorgar promesas y bendiciones, que reciben los hombres de fe, porque la base de la expiación por el pecado ya se ha determinado según un designio inquebrantable de Dios.
El pacto del Sinaí se destaca en vivo contraste con los pactos de gracia, puesto que Dios exige condiciones que los hombres han de cumplir si quieren recibir las bendiciones prometidas. Los israelitas asienten a las condiciones, y prometen obediencia (Ex 19:8) (Ex 24:3). Pablo reitera una y otra vez que el pacto legal tenía finalidades disciplinarias, poniendo al descubierto el pecado y probando una y otra vez la notoria debilidad del hombre caído. Cumplía su misión sin desplazar el pacto de gracia que Dios había confirmado con juramento a Abraham, y gracias a esto Dios podía seguir tratando con un pueblo que había quebrantado el pacto legal desde los primeros días de su proclamación (Ex 32:11-19). Si recordamos estos grandes principios, seguiremos sin dificultad el argumento del apóstol a través de los diferentes movimientos de este capítulo 3. Cada frase merece un estudio detenido, y es preciso que entendamos otros usos secundarios de la Ley a la luz de las enseñanzas de este documento fundamental. Procuraremos contemplar la hermosa perspectiva de la gracia a través de los ojos del gran apóstol especialmente comisionado e inspirado para comunicar a los hombres la plenitud del Evangelio.

La insensatez de los gálatas (Ga 3:1-5)

La reconvención que Pablo dirige a los gálatas es fuerte. Le parece una verdadera locura que hayan prestado oído a los judaizantes después de todo lo que Dios había hecho a su favor. Eran insensatos, y parecía como si alguien les hubiese hechizado por "echarles el mal ojo", que es como hemos de entender el verbo "fascinar". Su insensatez consistía en las inconsecuencias siguientes:
1. Eran infieles a la clara presentación de Cristo crucificado (Ga 3:1)
Tan explícita había sido la predicación de Pablo al hablarles de la Cruz que, según el verdadero sentido del verbo traducido "exhibir", es como si lo hubiese publicado cual edicto por medio de carteles que todos tuviesen que leer. No había lugar a duda. El meollo del Evangelio, la Obra de Cristo en la Cruz, se había dado a conocer con una claridad diáfana, siendo aceptada con sumisión por los gálatas. ¿Cómo, pues, podían estar dispuestos a dar oído a mensajes que socavaban la plenitud de la Obra consumada de la Cruz? Claro está, los judaizantes no negaban que la Cruz tuviese importancia, pero, al querer añadir ritos y obras a la Obra, desvirtuaban el valor único y completo de lo que Cristo había perfeccionado una vez para siempre.
2. Negaban la realidad de su propia recepción del Espíritu por la fe (Ga 3:2)
"¿Recibisteis el Espíritu por el principio de las obras de la Ley o por el oír de la fe?". Esto es lo que Pablo quería saber de estos insensatos que estaban para negar la sublime realidad de que, al aceptar el Evangelio con sumisión, habían recibido también la potencia del Espíritu Santo. Una y otra vez en este capítulo Pablo emplea la preposición griega "ek" o "ex" seguida por el caso genitivo, que normalmente significa el acto de sacar alguna cosa de dentro de cierto lugar. Por extensión, viene a representar la participación en la naturaleza o el origen de algo; aclarando el sentido más, determina el principio detrás de un acto u operación. Los gálatas no recibieron el Espíritu "ex ergon" sino "ex akoes pisteos", no "de la sustancia de las obras", sino "de la fe", o "según el principio de la fe". La virtud se hallaba en la Persona que Pablo había presentado en su proclamación, pero el medio de recibir la bendición pertenecía totalmente a la esfera de la sumisión de la fe, sin que nadie les hubiese exigido obra ni mérito alguno. ¡Cuán insensatos eran al olvidarse de un hecho tan evidente de su propia experiencia espiritual!
3. Creían que los comienzos espirituales podían consumarse por medios carnales (Ga 3:3)
Para Pablo todo rito externo, vaciado del contenido espiritual que habría podido tener en sus principios, pertenecía a la esfera de la "carne", del esfuerzo humano, aun cuando pretendía cumplir una finalidad religiosa. Así su propia vida antes de su conversión, como hombre eminentemente religioso, era según la carne (Fil 3:3-6). El Espíritu Santo había iniciado la obra de Dios en los corazones de los gálatas, y ¡ahora dejan que los judaizantes les persuadan de que pueden llegar a un nivel más elevado de vida religiosa por medio de la circuncisión y del cumplimiento de las "costumbres" de los judíos! Lo más sublime que cabe al hombre es que el Espíritu Santo de Dios more en su corazón y que obre por medio de su ser. Es la culminación de la vida cristiana, y no cabe experiencia más elevada. En contraste, los ritos son meros juegos de niños carnales. ¡Cuánta insensatez se encerraba en el desliz de los gálatas! La gran exhortación del apóstol es: "Si vivimos por el Espíritu, por el Espíritu también andemos", como veremos al considerar el tema de la santificación por medio del Espíritu Santo (Ga 5:25).
4. Ponían en peligro aquello por lo cual habían sufrido (Ga 3:4)
Sabemos que las iglesias de Frigia y de Licaonia, en el sur de la provincia romana de Galacia, habían entrado en el Reino por medio de muchas tribulaciones (Hch 14:22), pero, por ser tan escasas las referencias a la fundación de las iglesias del norte de la provincia, nada sabemos de las persecuciones que padecieron aparte de esta alusión en (Ga 3:4). Las circunstancias eran análogas en todas las ciudades donde se hallaban sinagogas de los judíos, y lo más natural es que los gálatas, tan entusiastas en su recepción del apóstol y su mensaje (Ga 4:14-15), hubiesen compartido con Pablo y sus compañeros los penosos resultados de la oposición de los judíos recalcitrantes, quienes obrarían o por medio de las autoridades o por medio de soliviantar a las multitudes. El hecho es que habían padecido "tantas cosas" al recibir el Evangelio, gozándose, sin duda, entonces por el privilegio de ser hechos participantes de los padecimientos de Cristo, su Señor y Salvador.
Ahora, si resultaba que Cristo no les bastaba y que los judíos habían tenido razón al perseguir a Pablo, entonces sus sufrimientos habían sido una locura; una triste pérdida en la esfera natural sin compensación en el Reino de Dios, algo "vano" o sin sustancia. Pero la última frase de (Ga 3:4) nos hace vislumbrar la posibilidad de una recuperación: "Si es que realmente fue en vano", lo que viene a significar que el apóstol no quería cerrar del todo la puerta de la esperanza, pensando que los gálatas aún habían de reaccionar favorablemente al serles demostrada la locura de sus tendencias actuales.
5. Dejaban de reconocer el origen espiritual de las obras de poder (Ga 3:5)
Dios había bendecido abundantemente los principios de la obra entre los gálatas, concediendo milagros que se efectuaban por la potencia del Espíritu a través de los hermanos de fe. La palabra "milagros" traduce "dunameis", enfatizando la potencia de Dios manifestada en la obra de curación. Era Dios mismo quien suministraba abundantemente el Espíritu (así el griego) y efectuaba potentes obras entre ellos. ¡Y cómo lo hacía? ¿A través de hombres que hacían obras legales y se afanaban por cumplir las costumbres judaicas? Bien sabían los gálatas que no fue así, sino que el Espíritu se manifestaba con abundancia por medio de instrumentos sumisos a la voluntad de Dios, en la medida de su fe. El hecho de que los verbos "suministra" y "obra" de (Ga 3:5) se hallan en el tiempo presente nos hace pensar que no habían cesado del todo los milagros y las manifestaciones especiales de la potencia del Espíritu entre las iglesias de Galacia, de modo que la evidencia de cómo Dios obraba se hallaba aún delante de sus ojos si querían verlo. El progreso del espíritu legalista pronto cortaría las mismas raíces de toda vitalidad espiritual.
6. El gran principio es el de la fe (Ga 3:2,5-6)
El versículo 6 termina el argumento basado sobre las lecciones de la experiencia de los gálatas mismos, y a la vez introduce la discusión sobre el ejemplo de Abraham. Por el momento hemos de notar cómo la cita de (Gn 15:6) redondea el argumento precedente, diciendo Pablo en efecto: "Hermanos de Galacia: vuestra propia experiencia de que recibisteis la salvación, y la plenitud del Espíritu, acompañadas de obras de poder, por la sumisión de la fe y no por obras no es nada extraño, pues ya en el umbral de la historia de Israel se dijo de Abraham: "Creyó a Dios y le fue contado (abonado en cuenta) por justicia". Dios siempre ha obrado de la misma manera, supliendo él la potencia del Espíritu sobre la base de la Obra de la Cruz —siquiera en perspectiva—, pudiendo abonar en la cuenta del patriarca la justicia una vez que éste hubo aceptado con sencillez de corazón las promesas que le fueron otorgadas. No seáis infieles ni vuestra propia experiencia ni a la de Abraham, de quien tanto os hablan los judaizantes. La base de toda bendición es la Obra de Cristo en la Cruz, tal como os la presentamos. Dios obra poderosamente por su Espíritu, sin regatear nada, allí donde el principio de la fe está en operación. La norma de las obras es algo antagónico a la de la fe, siendo carnal a pesar de ser "religioso", tendente no a la vida sino a la muerte."
Esta demostración por la experiencia de los gálatas ha de ser reforzada por otras consideraciones que dejaremos hasta la próxima sección.

Temas para meditar y recapacitar

1. En (Ga 3:1) Pablo se dirige indignado a los gálatas llamándoles "gálatas insensatos". Analice los versículos 1 a 5 del capítulo 3 para entresacar cinco manifestaciones de la inconsecuencia de los gálatas, relacionándolas con la doctrina general que adelanta Pablo en este pasaje.
Copyright ©. Texto de Ernesto Trenchard usado con permiso del dueño legal del copyright, Centro Evangélico de Formación Bíblica en Madrid, exclusivamente para seguir los cursos de la Escuela Bíblica (https://www.escuelabiblica.com).

Comentarios

España
  Andres Ruiz  (España)  (11/08/2020)
Que nunca olvidemos que nuestra sumisión a la fe en Cristo y no nuestros propios esfuerzos y disciplina nos hace receptores de la Promesa En Cristo para Salvación de nuestras vidas.

A Dios sea la Gloria y la Honra.
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