Estudio bíblico: Pablo defiende su apostolado y el Evangelio - Gálatas 1:6-2:21

Serie:   Exposición a los Gálatas   

Autor: Ernestro Trenchard
Email: estudios@escuelabiblica.com
Reino Unido
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Pablo defiende su apostolado y el Evangelio (Gálatas 1:6-2:21)

El apóstol, sorprendido, reprende a los gálatas (Ga 1:6-9)

1. La sorpresa ante el cambio repentino (Ga 1:6)
Más adelante Pablo habrá de mencionar la "dicha" que experimentaron los gálatas al recibir el Evangelio por medio de su ministerio (Ga 4:15), y aun suponiendo una segunda visita al grupo de iglesias en Galacia cuando pudo notar un cambio de ambiente, la bienvenida que habían dado a los judaizantes con su mensaje legalista y nacionalista, no dejaba de sorprender desagradablemente al "padre en Cristo", quien tanto se había esforzado por verles nacer a la luz del Evangelio, ya que suponía un viraje tan rápido y repentino. El tiempo del verbo "dejar" o "volveros" es el presente. El proceso no se había acabado y aún había esperanza de salvar la situación, pero, por el momento estaban "desertando" (como algunos lo traducen) de aquel que les había llamado a la gracia de Cristo. Desde luego, aquel que les había llamado no era el mensajero, sino el Señor, en cuyo Nombre hablaba al rogarles que se reconciliasen con Dios. La frase "la gracia de Cristo" recalca la esencia del mensaje que estaban despreciando, ya que Pablo podría decirles a ellos como a los efesios: "por gracia habéis sido salvos, por la fe, y eso no de vosotros, pues es don de Dios" (Ef 2:8). La "gracia" y las "obras" son incompatibles, presentándose la disyuntiva que el hombre puede algo por sí, en cuyo caso no hace falta la intervención divina, o que Dios lo ha de hacer todo, cuando es inútil que el hombre le presente sus pobres "trapos de inmundicia".
2. Un evangelio "diferente" y falso (Ga 1:6-9)
a) "Diferente" y "adicional". La versión H. A. intenta señalar los matices que distinguen "heteros" y "allos", denotando la primera voz algo diferente, de otra serie, mientras que la segunda indica otro miembro de la misma serie, relacionado, por lo tanto, con lo que ya se ha mencionado. A Pablo le extraña que los gálatas contemplasen pasar a un "evangelio diferente" ("heteros"), puesto que si no era el mensaje que él había proclamado, no podía ser otro de la misma serie, o sea un Evangelio cristiano con ciertas diferencias dentro del tipo general de las Buenas Nuevas. No; si no era el mismo Evangelio de gracia, que tenía por base la Cruz, y que habían de recibir con fe sumisa los convertidos, entonces no era "evangelio" de manera alguna, sino algo inventado por los emisarios del judaísmo que pervertía el verdadero Evangelio y turbaba las almas de los creyentes (Ga 1:6-7).
b) El anatema. A algunos lectores les asombra el lenguaje fuerte y recargado de Pablo aquí. La democracia y el liberalismo, tan extendidos en nuestros días, nos han enseñado que hemos de respetar todas las ideas que no pequen contra el orden moral, o socaven los fundamentos de la sociedad; actitud que es muy estimable en su debida esfera. Es cierto que el cristiano no ha de emplear la fuerza para hacer a nadie aceptar el Evangelio de Cristo. Lo ofrece, suplica en el Nombre de Dios, y más no puede hacer. Pero eso no quiere decir que podemos confundir la verdad y la mentira, y, tratándose de la esfera de la profesión cristiana, hemos de mantener la sana doctrina. Si alguien lo duda, que vuelva a leer las Epístolas de Pablo a Timoteo con las tres Epístolas generales del apóstol Juan. La intromisión de doctrinas falsas dentro de las iglesias puede compararse a un veneno que poco a poco se infiltra en todo el "cuerpo" del testimonio cristiano, convirtiendo el organismo sano en un mero esqueleto de huesos secos, que puede mantener más o menos la forma externa de un cuerpo, pero que ha perdido toda vitalidad y toda utilidad.
Se trataba de la vida o de la muerte del testimonio en Galacia, y no sólo eso, sino de la lucha por conservar (para todas las generaciones posteriores) lo que Pablo llama varias veces en esta Epístola "la verdad del Evangelio". Por eso postula el caso imposible de que él, el apóstol Pablo, cambie su mensaje y lleve una falsificación del mismo a Galacia; o que un ángel del cielo anuncie un evangelio diferente de aquel que ya se había anunciado: en los dos casos habría de rechazarse fulminantemente, quedando el falsificador bajo el "anatema" de Dios. En un principio un "anatema" significaba algo consagrado a Dios, dedicado a su uso exclusivo; pero, andando el tiempo, se daban casos, como el de Acán (Jos 7), en el que un hombre tomaba para sí lo que se había consagrado a Dios, cayendo, por lo tanto, bajo la condenación de Dios. Los judaizantes echaban sus atrevidas manos sobre el tesoro del Evangelio puro, producto de la gracia de Dios, intentando alterar su divina sustancia. Caían, pues, bajo el "anatema", la condenación del sacrílego. No se ve el uso del término en relación con la excomunión de la iglesia en el Nuevo Testamento, siendo ello una extensión indebida de "anatema" que pertenece a los siglos posteriores de la historia eclesiástica. Quedemos con el verdadero significado de "alguien apartado para la condenación de Dios". Aprendamos la inmensa importancia de conservar en su pureza el Evangelio de la gracia de Dios, que tiene a Cristo por su único Centro y Base, y que puede beneficiar al hombre solamente si éste se humilla arrepentido con el fin de aceptar por fe sencilla la salvación que Dios le ofrece.

El origen celestial del evangelio y de la vocación de Pablo (Ga 1:10-17)

1. Pablo rechaza una calumnia (Ga 1:10)
El lenguaje de ciertos pasajes de esta Epístola llega a ser difícil por dos razones: a) Pablo dicta su mensaje bajo la presión de la intensa preocupación que siente frente al peligro de los gálatas, lo que le impulsa a varios incisos que rompen el hilo tanto de la construcción gramatical como de su propio pensamiento; b) ha oído detalles de las calumnias que propalaban los emisarios de los judaizantes que no hace constar, contestándolas, sin embargo, "de paso", al desarrollar sus argumentos en contra de las doctrinas de obras y para aclarar el Evangelio de la gracia. Detrás de (Ga 1:10) se halla alguna alusión que ignoramos, y que hemos de suponer para sacar sentido del texto según ha llegado a nosotros. Si no fuese tan patente la malicia de los calumniadores de los siervos de Dios en todo tiempo, nos parecería imposible que nadie acusara a Pablo de "persuadir" a los hombres o de "buscar su favor", pero es posible que los judaizantes, echando mano a lo que fuera con tal de denigrar la persona y el mensaje de Pablo, hubiesen citado declaraciones como la de (1 Co 9:20-21): "A los judíos me hice como judío, para ganar a judíos; a los que están sujetos a la Ley como sujeto a la Ley (no estando sujeto a la Ley) para ganar a los que están sujetos a Ley. A los que están sin Ley como si yo estuviera sin Ley (no estando sin ley de Dios más en la ley de Cristo), para ganar a los que están sin Ley". Al principio del segundo viaje había hecho circuncidar a Timoteo antes de llevarle consigo como colega, con el fin de que dejase de ser "medio judío" y que pudiese colaborar sin impedimento para la obra entre judíos. En fin, contaban a su manera actitudes y medidas perfectamente justificadas en su contexto, pero que podían presentarse como los veleidosos cambios de un hombre sin principios.
Los mejores expositores creen que debemos enfatizar la palabra ahora en (Ga 1:10) pensando que Pablo hace referencia al lenguaje intransigente de (Ga 1:8-9), diciendo en efecto: "En vista de la enfática condenación que acabo de pronunciar contra los pervertidores del Evangelio único, ¿se atreverá alguien a decir ahora que procuro granjear el favor de los hombres? Si tal cosa hiciera no podría ser el siervo de Cristo". De todas formas, la obra total de Pablo ilustra magníficamente el principio director de su vida: "Para mí el vivir es Cristo".
2. La vida anterior de Saulo de Tarso indica que se convirtió y fue comisionado por una intervención divina (Ga 1:13-14)
En los intereses de un análisis claro, comentamos primeramente los versículos 13 y 14 en los que Pablo hace mención de su vida con anterioridad a su conversión. Esta referencia tiene por objeto recalcar su tema aquí: que recibió tanto su revelación como su comisión directamente del Cielo, y no por un proceso de instrucción de parte de hombres que habían creído antes que él.
a) Su fanática oposición al Evangelio (Ga 1:13). Los gálatas ya habían tenido referencias, probablemente por el propio testimonio de Pablo al anunciarles el Evangelio al principio, de que se había portado como enemigo acérrimo de Jesucristo, llegando a ser el inspirador y guiador de la persecución que se levantó con motivo del testimonio y el martirio de Esteban (Hch 7:58-8:3). Las expresiones en nuestro pasaje son muy fuertes: "Perseguía sobremanera la Iglesia de Dios y la asolaba": con la devastación que corresponde a la nefasta labor de un ejército enemigo que ocupa un territorio después de vencer a sus habitantes.
b) Saulo, joven caudillo del judaísmo. Al mismo tiempo adelantaba a muchos de sus coetáneos hebreos, dando muestra, no sólo de destacados talentos y de una asombrosa actividad, sino también de un celo fanático por las tradiciones de sus padres: frase que indica aquí las "costumbres", el conjunto de los ritos levíticos y de las explicaciones rabínicas que envolvían la Ley con una costra de mandamientos de hombres, escondiendo su verdadera naturaleza. El "judaísmo" es un término que describe la totalidad de la vida de los judíos practicantes en aquel entonces. Quizás el término tuvo su origen entre los gentiles, pero, recalcando el contraste con la gentilidad, había adquirido prestigio propio entre los mismos judíos, bien que nosotros hemos de distinguir muy claramente entre la vida de los fieles del Antiguo Testamento, basada solamente en las Escrituras, y este "judaísmo" que debe por lo menos tanto al fariseísmo como a las Sagradas Escrituras del Antiguo Testamento. Saulo de Tarso se destacaba como caudillo de tal sistema, existiendo entre él y la "secta nazarena", por lo tanto, un abismo aparentemente infranqueable. No por eso debemos subestimar el testimonio de obra y de palabra de los mártires que sufrieron en manos de Saulo y de sus colaboradores del judaísmo. Aquí Pablo recuerda una etapa muy desagradable de su existencia con el solo propósito de señalar la independencia de su visión y de su comisión, que es el tema de este pasaje.
3. La revelación y la comisión (Ga 1:11-12,15,17)
a) "Mi Evangelio no es según hombre" (Ga 1:11). La frase "os hago saber" llama la atención a la importancia de la declaración siguiente, siendo parecida a aquella obra de Pablo: "No quiero que ignoréis..." (1 Co 12:3) (1 Co 15:1) (2 Co 8:1). ¿Qué es lo que tenían que saber para no olvidarlo jamás? "Que el Evangelio que os fue anunciado por mí no es según hombre". Es el Evangelio de la gracia que hemos definido varias veces, y el apóstol subraya que no tuvo su origen en sistema alguno de filosofía o de religión de los hombres. No se había de medir por patrones humanos, pues no brotó del raciocinio ni de la imaginación de los hijos de Adán, sino que se ajustó a una revelación divina. Como tal había de ser recibido.
b) Fue por revelación de Jesucristo (Ga 1:12). Notemos el contraste: el Evangelio dado a Pablo no fue según hombre, pero sí que fue por revelación de Jesucristo. El mismo Señor había descorrido el velo con el fin de que Pablo percibiese la realidad de su Persona y Obra y que fuese hecho ministro de tan sublime misterio. La referencia, desde luego, es al encuentro de Saulo con el Señor glorificado en el camino a Damasco. Es mejor hablar de su "encuentro" que no de su "visión", evitando así la sugerencia de una mera experiencia mística, como la de un sueño. Pablo insiste en que vio realmente al Señor (1 Co 9:1) 1 Co 15:8). Hemos de subrayar la naturaleza objetiva de la "revelación", ya que de ella depende el verdadero apostolado de Pablo, aunque, a renglón seguido, aprendemos que tuvo consecuencias subjetivas, obrando algo dentro de Pablo que llegó a ser el mayor tesoro de su propia experiencia íntima.
c) La dedicación al apostolado (Ga 1:15). Acumulando la evidencia que prueba la naturaleza original y no derivada de su apostolado, Pablo emplea la frase: "el que me separó desde el seno de mi madre", que significa más que el hecho de la mano protectora de Dios en el día de su nacimiento; señala más bien un designio de Dios que arranca de los "tiempos eternos" que puso un sello invisible en el pequeño Saulo cuando nació en el hogar de los piadosos hebreos de Tarso (Jer 1:5) (Is 44:2) (Jue 16:17). El extraordinario acontecimiento del camino a Damasco no fue una casualidad, sino algo determinado en la voluntad y presciencia de Dios antes de que los mundos fuesen. La "separación", pues, no es la del nacimiento de una criatura, sino la dedicación de un instrumento que había de adelantar los propósitos de Dios.
d) El llamamiento del apóstol (Ga 1:15). La dedicación según el propósito de Dios había de hacerse efectiva por medio del llamamiento eficaz de Saulo, que se realizó al dirigirle el Señor glorificado las sentidas palabras: "Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?". Al rendirse Saulo, le fue dada la comisión que le señaló el camino futuro de su servicio. Saulo no había hecho nada que mereciera tan señalada distinción y siempre quedaba maravillado y extasiado ante la gracia de Dios que le escogiera precisamente a él para el apostolado de los gentiles (1 Ti 1:15-17) (2 Ti 1:11-12) (Ef 3:7-9), habiendo sido anteriormente el perseguidor de los miembros del Cuerpo místico de Cristo.
4. La revelación del Hijo en Pablo (Ga 1:16)
Hay peligro de que nuestro análisis rompa el hilo del argumento general del apóstol en este lugar, siendo preciso leer los versículos 15 y 17 como una sola oración gramatical que señala la gran obra de Dios a favor de Saulo de Tarso sin la intervención de los apóstoles que habían sido comisionados por el Maestro durante su ministerio terrenal. Al mismo tiempo no se nos excusa el examen de las frases que integran la expresión total.
La expresión: "le plugo a Dios revelar a su Hijo en mí" reitera el cumplimiento del designio divino en cuanto al apóstol, ya que el "placer" es equivalente al beneplácito de Dios, a sus santos e inescrutables designios de gracia.
Ya hemos recalcado el carácter objetivo —o sea, externo y real— del encuentro de Cristo con el perseguidor en el camino. Aquí la frase es: "Le agradó a Dios revelar a su Hijo en mí para que anunciase la buena nueva de él entre los gentiles". Caben dos interpretaciones de la expresión "revelar a su Hijo en mí". En primer término tenemos que recordar que la preposición "en" (igual en el griego), seguida por el caso dativo, muchas veces indica el instrumento que lleva a cabo una acción, en cuyo caso se trata de una revelación hecha por medio de Pablo para que la anunciase a los gentiles, según los términos de su comisión especial. Podemos aceptar esta interpretación sin dejar de notar que la revelación en el camino llegó a ser interna en el momento en que Saulo se humilló delante de su divino interlocutor. Es la sumisión, unida a la fe, que transforma la presentación externa de Cristo en el Evangelio en una realidad interna, en algo nuestro, que cambia nuestra vida totalmente, gracias a las operaciones del Espíritu Santo. Desde aquel día Pablo "llevaba a Cristo dentro de sí", y por eso pudo anunciar tan eficazmente las buenas nuevas acerca de él a los gentiles, sin excluir a los judíos que querían escuchar.
5. La estancia de Saulo en Arabia (Ga 1:17)
La historia de Lucas en (Hch 9:17-22) nos hace saber que Saulo, ya convertido, disfrutó de la comunión cristiana tanto de Ananías como de otros discípulos en Damasco; pero no se trata aquí del intercambio normal entre cristianos, sino en la procedencia de la misión y de las revelaciones de Pablo. En este sentido puede decir, con toda verdad, "no consulté con ningún hombre" (Ga 1:16), añadiendo que no subió a Jerusalén para recibir la sustancia de su mensaje de aquellos que eran apóstoles antes que él. Tal habría sido lo más natural, pero Dios ordenó algo diferente para su siervo, que llegó a ser un dato muy importante cuando los judaizantes se empeñaban en desvirtuar la esencia de "su" Evangelio. Todos comprenderán que no hay un Evangelio de Pedro y otro de Pablo —recuérdese la enfática negación de (Ga 1:7)—, sino que se trata de la presentación de la justificación por la fe y la naturaleza universal del Evangelio que fue revelado especialmente a Pablo.
En lugar de subir a Jerusalén para consultar su caso con los apóstoles, Saulo fue guiado a ir a Arabia: detalle que Lucas no menciona en Los Hechos, ya que no corresponde a la historia externa. Mucho se ha escrito sobre el viaje a Arabia, pero casi todo sobra si tomamos en cuenta dos factores: a) el término "Arabia" se aplicaba a vastos territorios, desiertos o semidesiertos, que se extendían desde la Península de Sinaí hasta las puertas de Damasco; b) el contexto aclara con luz diáfana que Pablo menciona "Arabia" en contraste con Jerusalén, sede por entonces de los trabajos de los Doce. No hay necesidad de buscar enlaces místicos con el monte Sinaí, como lugar donde se dio la Ley, ni menos aún pensar en una campaña de evangelización; sólo indica un sitio de retiro donde pudo recibir confirmación del llamamiento que le había venido del Cielo, prestándose en el silencio a percibir nuevas revelaciones. Seguramente Pablo volvió a escudriñar entonces las Sagradas Escrituras, tan bien conocidas en cuanto a su texto, a la luz del "apocalipsis" del camino. Cristo mismo, por renovados mensajes, y a través de las Escrituras, había de equipar a su mensajero para el cumplimiento de su misión, sin necesidad de subir a Jerusalén donde se hallaban los apóstoles del ministerio terrenal del Señor. El lugar del retiro podría haberse situado a unas cuantas leguas de la ciudad de Damasco, a donde volvió para seguir con el testimonio entre los judíos que había iniciado en seguida después de su conversión (Hch 9:19-22).

La primera visita a Jerusalén (Ga 1:18-24)

1. La visita a Cefas (Ga 1:18-20)
Estos versículos deben compararse con la narración de Lucas en (Hch 9:24-30). Nos extrañan algo las obvias diferencias, o, mejor dicho, la selección tan especial que hace cada escritor de los aspectos de un incidente que es idéntico histórica y cronológicamente. Todo se explica si tenemos presente el propósito de cada uno. A Lucas le interesaba la manera en que Pablo tuvo que huir de Damasco, siendo presentado a los apóstoles por Bernabé, lo que dio lugar a un testimonio entre los helenistas de las sinagogas de la capital. La oposición de estos helenistas fanáticos motivó la salida de Pablo para Cilicia. Pero detrás de las circunstancias que recogió el historiador, se hallan las experiencias íntimas del apóstol, y en este lugar selecciona aquellas que se relacionan con el tema de su apostolado, que recibió de las manos del Señor glorificado. Tres años de revelaciones y testimonio en Damasco habían transcurrido antes de que se decidiera a subir a Jerusalén. Que la fecha fuese determinada por el complot de los judíos de Damasco no interesa en este lugar, sino el deseo de Pablo de entrevistarse con Pedro: no como "apóstol mayor" que había de transmitirle alguna "gracia", sino como el testigo ocular del ministerio terrenal del Señor, deseando Pablo recibir el relato del siervo de Dios mejor preparado para comunicárselo. El verbo "visitar" traduce "historeo", voz de la cual surge nuestro verbo "historiar", significando entonces "hacer una visita con el fin de recoger información". No había por qué Saulo recibiera por revelación lo que Pedro podía comunicarle personalmente, y se deduce fácilmente que los ratos pasados con Pedro —que no excluyen el testimonio en las sinagogas de los helenistas— se ocupaban por la narración de incidentes parecidos a los que hallamos en el Evangelio según Marcos, que, según el parecer de la mayoría de los escriturarios, concreta el testimonio de Pedro a través de la pluma de Marcos. Hace falta leer todo este pasaje con discernimiento, pues a la vez que Pablo rechaza enérgicamente la idea de recibir la sustancia de su ministerio por medio de los Doce, reconoce plenamente el "ministerio-testimonio" de éstos, en el cual él no tenía parte (Hch 13:31).
Pablo asevera solemnemente la verdad de sus recuerdos personales (Ga 1:20), que hemos de recibir como hechos que no se hallan en pugna con los detalles históricos de Lucas. Podía haber sido conocido por alguno de los hermanos que rodearon a Pedro y a Jacobo durante los breves días de su estancia en Jerusalén, acortada por la presión de los helenistas enemigos del Evangelio, sin que dejara de ser verdad que "no era conocido de vista de las iglesias de Judea que eran en Cristo", que señala una esfera amplia en la que los hermanos solamente oían las buenas nuevas de que el perseguidor de antaño ya predicaba la Fe que en un tiempo destruía (Ga 1:22-23). Todo depende del punto de vista y del principio de seleccionar que informa las dos narraciones. Pablo añade también que no sólo salió para Tarso en Cilicia, sino que también fue a las regiones de Siria y de Cilicia, y no hay por qué pensar en discrepancias, ya que Siria y Cilicia se hallaban muy unidas, y aquí Pablo piensa no sólo en el momento de su partida de Jerusalén, sino en los largos años de sufrimiento y de testimonio que siguieron a su llegada a Tarso. Al igual que los hermanos de Judea, podemos glorificar a Dios por su maravillosa obra de gracia en Saulo de Tarso (Ga 1: 24).
2. Jacobo entre los apóstoles (Ga 1:19)
"No vi a ningún otro de los apóstoles, sino a Jacobo, el hermano del Señor". Los otros apóstoles se hallarían fuera, cumpliendo sus diversas misiones, y es interesante observar que Pablo incluye a Jacobo entre los apóstoles, lo que indica que había recibido también una comisión especial del Señor resucitado (1 Co 15:7) (Hch 12:17) (Ga 2:9) (Stg 1:1).

Otra importante visita a Jerusalén (Ga 2:1-10)

1. Consideraciones generales
Antes de analizar una porción cuya exégesis, por varias razones, resulta bastante difícil, conviene hacer un alto con el fin de orientarnos: es decir, apreciar en lo posible el punto de vista de Pablo al escribir este pasaje, notando el origen de algunas de las dificultades de detalle.
El momento de la visita. "Luego, pasados catorce años", no indica que la visita que se narra a continuación fuese la próxima, en orden cronológico, después de la primera que ya hemos considerado. Sir William Ramsay y otros eruditos que le han seguido han intentado equiparar la visita de Bernabé y Saulo a Jerusalén, sobre la época de la persecución herodiana, con fondos de parte de los creyentes de Antioquía en vista del hambre futura que profetizó Agabo (Hch 11:27-30) con (Hch 12:25), con la que se detalla en (Ga 2:1-10), pero el que escribe percibe poderosas razones que hacen imposibles tales suposiciones.
La visita que hemos de considerar tuvo lugar catorce años después de la conversión de Pablo, o quizá después de la visita de (Ga 1:18) (probablemente la segunda hipótesis es la mejor) y coincide cronológicamente con aquella que Lucas narra extensamente en (Hch 15). El problema en las dos porciones es igual: la posición de los convertidos de entre los gentiles frente a sus hermanos de descendencia hebrea. Las personas son iguales: Pablo y Bernabé por una parte, y Pedro, Jacobo y Juan por otra, aunque el último no se destaca en el relato de Lucas. Los lugares de procedencia y de destino son iguales: Antioquía de Siria y Jerusalén. Las diferencias no ofrecen dificultad alguna si tenemos en cuenta que, según su propósito especial al escribir a los gálatas, Pablo trataba de las discusiones privadas entre los líderes, mientras que Lucas, como historiador de los primeros tiempos de la Iglesia, se fijaba en la gran reunión final en la que los apóstoles y ancianos expusieron sus puntos de vista frente a la congregación, estando todos de acuerdo con el resumen que hizo Jacobo de la situación y con la carta que los apóstoles y hermanos ancianos escribieron a los hermanos gentiles de Siria y de Cilicia (Hch 15:1-29). En vista de la tenaz oposición de los judaizantes en Jerusalén y Judea, es imposible que las consultas de (Hch 15) hubiesen llegado tan pronto a feliz término si los líderes no se hubiesen puesto de acuerdo de antemano.
b) La construcción gramatical. Otra dificultad se debe a la irregularidad de la construcción gramatical de este pasaje. Es muy conocido que el poderoso pensamiento de Pablo suele romper el molde de la gramática, llevándole a expresiones parentéticas que a veces se prolongan hasta que se pierde de vista la construcción original. Bajo la presión de las fuertes emociones asociadas con la redacción de la carta a los gálatas, esta tendencia se destaca más aún, y especialmente en el pasaje que nos toca estudiar. El exegeta ha de suponer a veces cómo Pablo pensaba terminar las oraciones gramaticales que deja en el aire. Con todo, el hilo del pensamiento nunca se rompe, aunque necesita seguirse con sumo cuidado.
c) La necesidad de combinar la claridad con el tacto. Le es preciso a Pablo mantener su propia autoridad apostólica, pues de ella depende la validez del ministerio especial que el Señor resucitado le había encomendado como precioso "depósito". Los emisarios de los judaizantes que habían llegado a Galacia se afanaban por desvirtuar el valor de sus enseñanzas intentando precisamente socavar su autoridad apostólica y ensalzar la de los Doce, como los comisionados directamente por Cristo. Pablo, pues, tenía que colocar cada cosa en su sitio, reconociendo la naturaleza peculiar de la obra apostólica de los Doce, sin dejar por ello que sobresaliera por encima de la comisión que él mismo había recibido del Señor. Si no fuera por la ayuda del Espíritu Santo en el proceso de la inspiración, le habría sido imposible pasearse con éxito sobre esta cuerda floja, corrigiendo los conceptos falsos y propagandísticos de los judaizantes en cuanto a la autoridad de los Doce y al mismo tiempo mantener el debido respeto frente a los apóstoles del Cordero. Si en algún momento nos parece que falla en este último aspecto, recordemos que no lucha contra los apóstoles mismos —véanse los términos respetuosos de (Ga 1:18) (Ga 2:7,9)—, sino contra el uso que los falsos hermanos hacían de los nombres de los antiguos apóstoles con el fin de desbaratar su propia obra.
d) Las maniobras en el fondo. Al considerar el texto veremos indicios de maniobras en el fondo, y quizá de una falta inicial de plena comprensión de parte de alguno de los apóstoles, que, por prudencia, Pablo deja de señalar claramente, pero que determinan al mismo tiempo la forma de las expresiones de Pablo. Pero no se desanime el estudiante frente a las dificultades, pues las lecciones principales se destacan claramente para quien quiere verlas.
2. El porqué de la visita a Jerusalén de Pablo y de Bernabé (Ga 2:1-2) (Hch 15:1-2)
Ciertos judaizantes habían enseñado claramente en Antioquía, iglesia gentil en su mayor parte, que si los convertidos varones no se circuncidaban conforme al rito de Moisés, no podían ser salvos. El rito era más bien abrahámico que mosaico (Gn 17), pero se consideraba como parte esencial del cuerpo legal del Sinaí. Según el relato de Lucas, hubo discusión en la iglesia de Antioquía, seguida por la decisión de enviar a Bernabé y a Pablo, con otros hermanos, hasta Jerusalén para que la cuestión se decidiera allí mismo de donde procedían los emisarios de los judaizantes, y donde se hallaban algunos de los antiguos apóstoles —otros estarían ausentes por las exigencias de sus trabajos de apostolado—. No hay nada en tal narración que discrepe con la declaración de Pablo aquí de que subió con Bernabé "por revelación" con el fin de exponer a los apóstoles el Evangelio que predicaba entre los gentiles. En el fondo la cuestión era la misma, y, desde luego, presupone una extensa labor ya realizada entre los gentiles, que corresponde a lo que llamamos el "primer viaje". Pablo estaba en íntimo contacto con el Señor, dándose perfecta cuenta de la importancia trascendental de la crisis provocada por los judaizantes frente al éxito de su labor entre les gentiles. Por revelación aprendió la necesidad de subir a Jerusalén, y su guía celestial coincidía con lo que el Espíritu iba señalando a través de las circunstancias del momento en la iglesia en Antioquía.
No sólo fue necesario que se afirmase la libertad de los convertidos de entre los gentiles, sino también que los apóstoles y otros líderes de la iglesia en Jerusalén comprendiesen la naturaleza y la autoridad divina de la comisión de Pablo como apóstol de los gentiles. El segundo punto se puso de relieve durante los intercambios privados, mientras que el primero es el que se manifestó claramente en público.
Lo antedicho aclara el significado de la frase: "no fuera que tal vez yo corriese, o hubiese corrido, en vano" (Ga 2:2). El apóstol, según la metáfora que salta frecuentemente de su pluma, habla de sus grandes trabajos en Cilicia, Antioquía y las ciudades evangelizadas durante el primer viaje, como de la carrera de un atleta en el estadio. Tantos esfuerzos, tantas manifestaciones del poder del Espíritu Santo, habrían de quedar frustrados —por lo menos en parte— si la Iglesia se dividiese en dos sectores, uno judío, guiado por los Doce, y el otro gentilicio, orientado por Pablo y sus colaboradores. La extensión de la propaganda de los judaizantes, pretendiendo el apoyo de los Doce, sumiría a las iglesias en trágicas luchas que impedirían la plena manifestación del Espíritu Santo. Ante disyuntiva tan trágica, frente a un peligro tan amenazador, Pablo y Bernabé habían de hacer constar en Jerusalén lo que el Señor iba haciendo, procurando llegar a una buena comprensión con los líderes de la primera etapa de la evangelización del mundo.
3. La presencia de Tito (Ga 2:1,3-4)
El "caso de Tito" se reviste del mismo significado aquí como las atrevidas declaraciones de los judaizantes en (Hch 15:1), destacando la gran cuestión de aquellos momentos: "¿Habían de ser circuncidados los convertidos gentiles o no?" Aquí tenemos la primera mención de Tito, que, como hijo en la fe del apóstol, habrá sido convertido o en Antioquía o durante el primer viaje misionero. No se le nombra en Los Hechos, pero por el período de la redacción de esta carta, cumplía misiones difíciles y delicadas como el enviado de Pablo a la iglesia en Corinto, según se destaca en la segunda carta a los corintios. Más tarde había de confirmar la obra en la isla de Creta (Tit 1:4-5). Pablo le llevó consigo para poner a prueba la libertad de los gentiles, personificada en un siervo del Señor, colaborador del apóstol e incircunciso. ¿Se le recibiría o no como hermano en Cristo y siervo de Dios en Jerusalén?
El lenguaje de (Ga 2:3-4) es difícil, pero hemos de entender, detrás de la frase "y esto a causa de los falsos hermanos introducidos solapadamente...", que los judaizantes ejercieron fuertes presiones con el fin de que un gentil incircunciso no fuese recibido como siervo de Dios en Jerusalén, y aunque no podemos dogmatizar sobre este punto, es muy probable que Pedro y sus compañeros aconsejasen que Tito fuese circuncidado como un "gesto" de amor y confraternidad que reconciliase a los hermanos judaizantes. Algo parecido hizo Pedro en Antioquía según Pablo ha de narrar en (Ga 2:11-13). Frente a la maniobra, y frente aun a los consejos bienintencionados —pero equivocados— de los líderes de Jerusalén, Pablo se puso fuerte, viendo en ello un ataque contra "la verdad del Evangelio" en su plenitud, luchando por conservar la libertad cristiana para los gálatas mismos y para todos los convertidos gentiles que representaban: "A quienes ni por un momento cedimos, con sumisión, para que la verdad del Evangelio permaneciese con vosotros" (Ga 2:5).
La maniobra se destaca claramente del lenguaje de (Ga 2:4). Las frases "introducidos solapadamente...", "de una manera furtiva para espiar nuestra libertad en Cristo Jesús..." son metáforas basadas sobre la entrada de espías y traidores dentro de una ciudad sitiada con el fin de entregar la fortaleza al enemigo. Es probable que los guías de Jerusalén no comprendieron aún todo el alcance del peligro, creyendo que la paz de la Iglesia se mantendría mejor por transigir con los judaizantes; pero Dios había levantado ya su campeón, Pablo, quien supo discernir lo que requería el momento de peligro, aprovechando la crisis para mantener la libertad de los creyentes y la universalidad del Evangelio. El transcurso del llamado Consejo de Jerusalén, tal como Lucas lo narra en (Hch 15), evidencia que había ganado la batalla en privado antes de que la cuestión de los gentiles se debatiera en público. Tito quedó como el símbolo de la libertad de los convertidos de entre los gentiles, quienes entraban en la Iglesia sobre la única base de la Obra perfecta de Cristo que habían recibido con sumisión y fe. Timoteo (Hch 16:1-3) es ejemplo del tacto que se requería en un caso especial de un "medio judío", con el fin de que no se le limitara su esfera de servicio entre sus compañeros de raza. El que confunda los casos muestra poco discernimiento de los tiempos y de las circunstancias.
4. Pablo y los adalides en Jerusalén (Ga 2:6-10)
a) "Los de reputación". A primera vista le choca al lector cierto despego o tono despreciativo en la manera en que Pablo hace referencia a Pedro, Juan y Jacobo. Ya hemos notado su difícil cometido en las "consideraciones generales", y ahora nos toca examinar la frase que verdaderamente emplea, fijándonos en su sentido exacto. "Hoi docountes" se emplea en (Ga 2:2), dos veces en (Ga 2:6) y otra vez en (Ga 2:9), "hoi docountes stuloi einai", traducido en la. Vers. H. A. por "los de reputación", "los reputados por ser algo", "los de reputación" y "los reputados por columnas". Es importante notar que en todos los casos la frase se halla en el tiempo presente, significando no "los que parecían ser algo cuando yo subí a Jerusalén", sino "aquellos que los judaizantes destacan ahora, al hablar con vosotros en Galacia, como personas reputadas de verdad como apóstoles, en contraste con la opinión que tienen de mi apostolado". Pablo no rebaja en nada la comisión de los que eran apóstoles antes que él, sino que quiere corregir el error de pensar que los líderes de Jerusalén habían de destacarse por encima del apóstol que había sido expresamente comisionado por el Señor para llevar el Evangelio en su plenitud a los gentiles. La misma consideración explica la frase de igual índole en (Ga 2:6): "cuales hayan sido en otro tiempo, nada me importa: Dios no hace acepción de personas". Antes habían sido designados como apóstoles-testigos, con el importante cometido de establecer la base de la verdad en cuanto a la Persona y la Obra de Cristo: cosa que Pablo reconoce plenamente en otros lugares. Pero aquí dice en efecto: "Sea cual fuere su labor en cuanto a Cristo manifestado en carne, ahora todos hemos de obrar como los enviados del Señor glorificado, sea en una esfera, sea en otra". Era posible reconocer las operaciones del Espíritu Santo a través de los primeros apóstoles, sin que por ello se rebajase en nada la misión del apóstol a los gentiles. En otras palabras, tan eficaz fue el llamamiento de (Hch 9:1-19) como lo había sido el de (Mr 3:13-19).
b) Los adalides no tenían más comunicaciones del Espíritu para entregar a Pablo (Ga 2:6-7). Las comunicaciones que el Señor resucitado había dado ya a Pablo, tanto en la primera visión como en revelaciones posteriores, eran completas en sí, aparte de lo que Pedro pudo enseñarle sobre el ministerio terrenal del Señor. Los intercambios de Jerusalén proporcionaron oportunidades para explayar lo que Dios iba señalando por su Espíritu a través de los apóstoles, viéndose claramente que Pablo había recibido ya la sustancia de las revelaciones sobre el Nuevo Pacto, unida con el "depósito" especial que el Señor le había entregado sobre la naturaleza de la Iglesia (Ef 3:1-12) (Col 1:24-29). Pablo habría podido añadir, si hubiese llegado el caso, no solamente que los apóstoles anteriores nada tenían que comunicarle en cuanto a revelaciones divinas, sino que él, en el cumplimiento de su ministerio especial, tenía bastante que entregarles a ellos.
c) Los adalides de Jerusalén reconocieron la vocación especial de Pablo (Ga 2:7-9). Las frases más importantes aquí son las siguientes: "viendo que se me había confiado el Evangelio de la circuncisión...", "conociendo la gracia que se me había dado...". Hay que distinguir estas frases claramente del significado de las "diestras de compañía" de (Ga 2:9), en las que participa Bernabé. Las que hemos subrayado quieren decir que Pedro y los demás comprendieron por obra del Espíritu que Pablo había recibido una comisión apostólica de igual importancia que la suya, procedente igualmente de una "gracia" especial de Dios, con la diferencia de que él había de dedicarse especialmente a la extensión del Evangelio entre los gentiles, mientras que ellos habían sido llamados en primer término para anunciar las Buenas Nuevas a los hebreos. Sin embargo, en el transcurrir del tiempo, los demás apóstoles también extendieron su ministerio entre los no judíos. Dios iba revelando las etapas de su plan, mayormente por medio de Pablo, manifestando las Epístolas generales de Pedro que él, por lo menos, ensanchó los horizontes de su ministerio en la medida en que Dios iba aclarando su voluntad; seguramente los demás apóstoles —con la excepción de Jacobo— hacían igual. Nuestro pasaje trata de la crisis, del momento en que las nubes aún oscurecían algo el panorama, pero pronto habían de dispersarse por los nuevos rayos de luz que eran las sucesivas revelaciones de Dios a los apóstoles.
d) Por aquel entonces distintas esferas de ministerio correspondían a Pedro y a Pablo, (Ga 2:7). "Viendo que se me había confiado el Evangelio de la incircuncisión como a Pedro el de la circuncisión", escribe Pablo. Pedro había utilizado las "llaves del Reino" primeramente para abrirlo a los judíos en el Día de Pentecostés, y posteriormente para dar entrada a los creyentes gentiles en la casa de Cornelio. A pesar de haber sido el instrumento en las manos de Dios para aclarar el camino a los gentiles en Cesarea, no se sintió por lo pronto llamado a dedicarse a una obra extensa entre la incircuncisión. En esta fecha (47 d.C.) seguía siendo por antonomasia "el apóstol de la circuncisión", pero ya hemos notado razones para creer que por fin había de superar tal época, fiel a la guía divina por medio del Espíritu y lo que las providencias de Dios iban señalando. El punto principal del argumento aquí es que los apóstoles en Jerusalén reconocieron el apostolado especial de Pablo a los gentiles, resultando válidas todas sus enseñanzas en la provincia de Galacia, a pesar de las contradicciones de los judaizantes.
e) "Las diestras de compañía" (Ga 2:9). Esta frase, traducida por "la mano en señal de compañía" en la Vers. H. A., no es corriente en las Escrituras, ni se usaba mucho entre los hebreos, si bien no era desconocida del todo. Parece ser que su origen se halla entre los persas, y el dar la mano como garantía de fidelidad era costumbre bastante extendida en el mundo grecorromano. El acuerdo que representa fue el de manifestar plena comunión y cooperación en la predicación del Evangelio, reconocido como un solo mensaje, fuese revelado a los Doce o a Pablo, siendo Pablo y Bernabé los encargados de su extensión entre los gentiles, y los demás entre los judíos (Ga 2:9). El hecho de que la señal se diera no sólo a Pablo, sino también a Bernabé significa que se refería a la extensión del Evangelio, y no a su revelación, puesto que ésta correspondía a un apóstol en el sentido restringido de la palabra. Bernabé fue llamado a propagar el Evangelio igual que Pablo, pero no había sido comisionado como apóstol para completar la revelación de Dios a los hombres bajo el Nuevo Pacto. Pronto después se rompió la hermosa colaboración entre Pablo y Bernabé para la extensión del Evangelio, pero no por eso dejaron de cumplir cada uno su misión, en plena comunión con los adalides de Jerusalén.
f) El cuidado de los pobres (Ga 2:10). Tito no había sido obligado a circuncidarse, lo que mantenía enhiesta la libertad de los creyentes gentiles, confirmada por los acuerdos que siguieron las discusiones públicas de (Hch 15). Pablo había expuesto con detalle el Evangelio que predicaba entre los gentiles, pudiendo manifestar a la entera satisfacción de los apóstoles en Jerusalén que no propagaba herejías, sino verdades reveladas del Cielo, conformes en todo con lo que los demás apóstoles habían recibido. Se habían reconocido distintas esferas de operaciones por el momento, sin que por ello se pensara en una Iglesia hebrea y otra gentil. Los apóstoles en Jerusalén habían reconocido el apostolado de Pablo, expresando su comunión con su labor de la extensión del Evangelio entre los gentiles. El pasaje termina en una nota menor; la recomendación a Pablo de que se acordase de los pobres, siendo éstos en primer término, según la luz que echan otros pasajes sobre el asunto, los miembros de la iglesia de Jerusalén que, después del período "comunidad-iglesia" (Hechos capítulos 2 a 6), seguido por la persecución que dirigió Saulo de Tarso, habían quedado sumidos en una pobreza crónica. Pablo ya había manifestado su interés en este asunto (Hch 11:27-30), y más tarde había de esforzarse mucho por levantar el interés de las iglesias pudientes de las provincias romanas en sus hermanos necesitados de Jerusalén, viendo todos los apóstoles en este gesto un medio práctico para evidenciar la unidad de espíritu y de amor entre todas las iglesias de Cristo (Ro 15:25-28) (2 Co 8-9). La lección queda clara: grandes cuestiones doctrinales no han de divorciarse nunca de una generosa manifestación del amor fraternal entre los miembros del Cuerpo de Cristo.

Pablo reprende a Pedro en Antioquía (Ga 2:11-21)

1. La ocasión (Ga 2:11-13)
"Cuando Cefas vino a Antioquía" no determina el momento. Podría haber sido inmediatamente después del llamado "Consejo de Jerusalén", antes de la partida de Pablo para el segundo viaje misionero (Hch 15:35-41), en cuyo caso el fallo de Pedro sería especialmente desastroso, puesto que acababan de dirimirse cuestiones análogas en Jerusalén. Podría haber pensado que la recomendación a los hermanos gentiles de tomar en consideración los escrúpulos de los hermanos judíos en cuanto a las leyes alimenticias (Hch 15:28-29) le justificara en su apartamiento de la "mesa" de los hermanos gentiles en la presencia de aquellos judíos estrictos que habían venido de parte de Jacobo. Por otra parte nada nos obliga a creer que el incidente de la "reprensión" siguiera inmediatamente después del hermoso testimonio de Pedro en Jerusalén sobre la posición de los hermanos gentiles (Hch 15:7-11), y es más probable que Pablo cita un caso anterior a las discusiones en Jerusalén. Pedro visitaba los creyentes judíos en todas partes de Israel en el curso de sus trabajos apostólicos (Hch 9:32), lo que le llevaría cerca de Antioquía en el Norte, haciendo posible la visita durante el intervalo que separa el primer viaje de Pablo del segundo. La fecha no afecta para nada la lección, y hemos de recordar que si Pablo cita el incidente no es para que los gálatas sacaran la idea de que fuese superior a Pedro por haberle reprendido en público, sino para subrayar la unanimidad de criterio que por fin surgió de la crisis producida por la comprensión parcial de la libertad cristiana. El incidente pone de relieve la enorme importancia de predicar y practicar los grandes principios del Evangelio único.
2. La teoría y la práctica de Pedro (Ga 2:11-14)
Nadie que haya leído con un poco de atención el capítulo 10 de Los Hechos, con el discurso de Pedro que se resume en (Hch 15:7-11), puede tener la menor duda sobre la plena comprensión de Pedro del hecho de que tanto el judío como el gentil se salvan por la gracia, entrando ambos en la Iglesia por medio del arrepentimiento y la fe, sin diferencia alguna en cuanto al medio de su salvación. Está clarísimo también que Pedro no quería en manera alguna colocar sobre la cerviz de los gentiles el yugo legal que ni los judíos de aquella generación ni sus padres habían podido llevar. La dificultad no surge de diferencia alguna doctrinal, sino del grado de condescendencia que había de observarse frente a los creyentes judíos que se hallaban atados por "las costumbres de sus padres". Equivocadamente, Pedro quería ganar a los recalcitrantes por consideraciones de tipo práctico, esperando que se reconciliasen así con la idea de la extensión del Evangelio entre los gentiles, sin que sufrieran demasiado por la aparente violación de sus escrúpulos en cuanto a las leyes alimenticias, etc. Bien se podía pedir por entonces a los hermanos gentiles que se abstuvieran voluntariamente a prácticas que repugnaban a todos los judíos, sin mengua de su libertad esencial en Cristo (Hch 15:28-29), pero Pedro, después de un período de plena comunión con los hermanos gentiles en el "ágape" de la iglesia de Antioquía, cedió en algo muy esencial, retirándose de la compañía de sus hermanos incircuncisos con el fin de no desagradar a los judíos estrictos venidos de Jerusalén. Pedro era apóstol, y su ejemplo no podía por menos que revestirse de importancia trascendental, ejerciendo inevitablemente una fuerte presión sobre los creyentes en general. Pablo vio que la "solución fácil" de un exceso de consideración frente a los judaizantes, traería como consecuencia que los gentiles tendrían que seguir "las costumbres" y aceptar el yugo de "las costumbres", si habían de mantener plena comunión con sus hermanos hebreos. Se puede resumir el sentido de la reprensión de Pablo por decir que apelaba a la doctrina de Pedro —y a sus costumbres anteriores—, para poner en claro la inconsecuencia de su actitud después de la llegada de los hermanos de Jerusalén.
Notemos de paso que otros hermanos judíos, y hasta el mismo Bernabé, fueron arrastrados por el ejemplo de Pedro —"empezando a retraerse y separarse"— a una posición francamente hipócrita (Ga 2:13), ya que, según el significado de este vocablo, echaban la careta de las "costumbres" sobre sus verdaderos sentimientos y creencias. Es evidente el peso del ejemplo de Pedro y la necesidad de la reprensión pública de Pablo, que, por lo que podemos deducir, fue aceptada como "palabra de Dios".
3. Una paráfrasis del discurso de Pablo (Ga 2:14-21)
Partes del discurso de Pablo resultan oscuras en nuestras traducciones, tanto por la forma abreviada de ciertas expresiones, como por el uso especial de algunos términos que se emplean con cierta ironía, a la manera de los judíos. Por ejemplo, la palabra "pecador" se emplea "entre comillas", representando la opinión que los judíos tenían del gentil que nada sabía del efecto purificador de la Ley, siendo ajeno a los pactos con Israel. La paráfrasis siguiente intenta dar el sentido general tanto por suplir las expresiones que probablemente faltan, como por escribir "entre comillas" las frases que han de tomarse en sentido especial.
"Si tú, Pedro, siendo judío de raza, vives como los gentiles y no como los judíos (pues tal ha sido tu costumbre aquí en Antioquía antes de la llegada de los hermanos de Jerusalén), ¿cómo puedes obligar (con tu ejemplo de ahora) a los gentiles a judaizar (a portarse como judíos en sus costumbres de comer, etc., si han de seguir en comunión práctica contigo)? "Nosotros", aun siendo "judíos por naturaleza" y no "pecadores de entre los gentiles" (según la frase despectiva de los judíos) hemos llegado a comprender, a pesar de ello, que el hombre no es justificado por medio de las obras de la Ley, sino por la fe en Cristo Jesús. Nosotros mismos, pues, también creímos en Cristo Jesús para que fuésemos justificados por la fe en Cristo y no por las obras de la Ley, puesto que por obras nadie será justificado. Mas si, mientras procuramos ser justificados en Cristo, también nosotros mismos fuimos hallados "pecadores" (sobre el mismo nivel que los "pecadores de los gentiles"), ¿resulta ser Cristo ministro de pecado (ya que en él hemos perdido nuestros privilegios de raza para hallarnos sobre el mismo plano de destitución espiritual que caracteriza a los gentiles)? ¡Lejos sea tal pensamiento (pues solamente se ha revelado la verdadera naturaleza nuestra, que es igual a la de los gentiles, como pecadores de la raza de Adán)! (El mal consiste en que) si ahora empiezo a reedificar lo que antes derribé, me convierto en un transgresor (pues o me equivoqué al derribarlo, o incurro en falta por volverlo a levantar). El hecho real y fundamental es que morí bajo la acción de la Ley en la Muerte expiatoria de Cristo, hasta el punto de que la Ley ya no tiene nada que decirme, habiendo cumplido su sentencia; así morí para la Ley con el fin de llevar una vida que es de Dios y para Dios. Con Cristo he sido (y estoy) crucificado en cuanto a mi vieja naturaleza, y ya no vivo yo por las energías de la carne, sino que vive Cristo en mí. La vida que ahora se manifiesta por medio del cuerpo se debe a la fe en el Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo por mí. Al mantener esta posición no desecho la gracia de Dios (para Israel) porque si un hombre pudiese conseguir la justicia por medio de la Ley, no haría falta que Cristo hubiera muerto."
Al criterio del que escribe, todo el pasaje desde 2:14 hasta 2:21 pertenece al discurso de reprensión, sin que sea necesario pensar que en un momento dado Pablo deja el recuerdo de su mensaje para añadir pensamientos análogos que le vienen a la mente en el momento de redactar la carta a los gálatas. Ahora nos toca volver al detalle del discurso del cual hemos querido trazar libremente el argumento general.
4. Los judíos y los gentiles (Ga 2:14-17)
Es evidente por la paráfrasis antecedente que la primera parte de la reprensión de Pablo depende de las relaciones existentes entre judíos y gentiles. Abraham y sus descendientes habían sido escogidos y apartados de las naciones —que caían cada vez más en la idolatría, con su prolongada secuela de males morales y espirituales—, con el fin de servir a Dios como vaso limpio que contuviera y transmitiera las verdades que Dios iba revelando a los hombres. Eran siervos y no dueños; pero, andando el tiempo, su elección para un servicio universal llegó a ser motivo de orgullo nacional, a pesar de todas las lecciones que Moisés y profetas posteriores diesen al pueblo sobre el particular (Dt 7:7 -8) (Is 56:7) (Jer 7:11) (Mr 11:17) (Ro 2:17-29). "Yo soy judío —se decían—; a mi pueblo Dios dio las promesas, los pactos y la Ley. Yo evito las abominaciones de las naciones, y ordeno mi comida y mis costumbres conforme a la Palabra de Dios y las buenas tradiciones de mis padres. Soy totalmente diferente de los idólatras y me apartaré de ellos en todo menos el contacto necesario para los negocios de la vida". Por tales razonamientos el judío llegó a pensar en sí mismo como elegido de Dios, y del gentil como "pecador" que no conocía a Dios. He aquí el escándalo de la predicación de la plenitud del Evangelio por boca de Pablo, ya que tales diferencias cesaron de tener validez. "Todos pecaron y no alcanzan la gloria de Dios" (Ro 3:23), para que de todos, judíos o gentiles, Dios pudiese tener misericordia sobre la base de la Obra expiatoria de Cristo. Es evidente que a los judíos que aceptaron a Cristo como su Mesías nacional les costó abandonar la idea de una diferencia esencial entre "el judío de raza" y el "pecador gentil". Estas diferencias se echaban de ver muy claramente en la comida, aborreciendo el judío el comer de animales inmundos, como el cerdo, y de hecho, no quería comer ninguna carne animal que no fuese preparada según el proceso "kosher", propio únicamente de los carniceros hebreos.
a) La doctrina de la justificación por la fe (Ga 2:16). La plena comprensión de esta doctrina puso fin a las diferencias externas entre los creyentes de las distintas razas, ya que colocó a todos sobre el mismo nivel de "pecadores", condenados ante el Tribunal de Dios e incapaces de salvarse. Frente a esta unidad esencial en el pecado y en la salvación, las demás diferencias llegarían a estimarse como muy poca cosa, a pesar de la persistencia de los "celosos de la Ley" dentro de la iglesia en Jerusalén. He aquí la base de la primera parte del argumento del apóstol. Pedro, a pesar de ser judío de raza, imbuido anteriormente de los prejuicios de su nación en contra de los gentiles y de sus prácticas, había recibido y predicado la justificación por la fe, llegando a comprender el corolario, o sea la unidad en Cristo de todos los creyentes, fuesen judíos o gentiles. O tenía que mantener sus convicciones con todas sus consecuencias o admitir que Cristo había hecho mal al reducir a los judíos al nivel de los "pecadores" gentiles.
Incidentalmente Pablo aprovecha la ocasión para expresar en términos lapidarios la doctrina de la justificación por la fe, hasta el punto de que este pasaje puede parangonarse con (Ro 3:21-31) como expresión precisa y contundente de la base de la salvación, no por obras, ni por raza, sino por la fe en Cristo, en quien hallamos la justificación. Es de notar que la fe salvadora que resalta de estos pasajes no es un mero asentimiento intelectual a la Obra de Cristo, sino una relación vital que une al creyente con el Salvador. "En Cristo" es una frase clave del Evangelio, que expresa por medio de una sola preposición de dos letras una relación profunda y vital, que sólo puede establecerse cuando el pecador se arrepiente y se echa en los brazos del Salvador, abandonando todo mérito propio y toda pretensión humana.
b) "¿Es acaso Cristo ministro de pecado?" (Ga 2:17). Reiteramos que esta frase difícil se explica por el hecho de que el Evangelio de Cristo reducía a los judíos privilegiados al nivel de los "pecadores" gentiles para que fuesen salvos todos por el mismo medio del arrepentimiento y la fe. Al insistir los judaizantes en mantener sus costumbres, sus diferencias y su separación, lanzaron una acusación velada contra Cristo mismo, ya que no admitían aquella igualdad en el pecado de todos que sólo pudo incluirles en la salvación universal que brota de la Cruz. Pablo dice en efecto: "Pedro; si no podemos admitir ni por un momento que la obra de Cristo es equivocada al reducirnos a todos al mismo nivel, que seas consecuente y dejes las diferencias carnales que quieren reflejar todavía aquella pretendida superioridad que, para nosotros, ha cesado para siempre en Cristo".
c) Reedificando lo derribado (Ga 2:18). El reproche de este versículo se dirige claramente a Pedro, que volvió a las costumbres declaradas inválidas cuando comió con los gentiles tanto en la casa de Cornelio como en Antioquía; pero con mucho tacto Pablo generaliza la condenación utilizando la primera persona singular: "Si lo que derribé, eso mismo reedifico, transgresor me hago". El sentido es claro, pues Pedro volvió a establecer diferencias que habían caducado según su propia predicación de la salvación por la fe. El término "transgresor" se diferencia del de "pecador" en que éste señala la condición de la persona apartada de Dios, mientras que aquél presupone el conocimiento de una Ley cuyos preceptos son traspasados por el transgresor. Si Pedro tenía razón en apartarse de los gentiles en la ocasión de la reprensión, entonces había transgredido los preceptos de la Ley por su actuación anterior. Si había tenido razón al comer con los gentiles en la casa de Cornelio, entonces, como consecuencia lógica, se hacía transgresor de las normas del Reino al separarse de sus hermanos en Cristo en Antioquía.
d) Muertos a la ley (Ga 2:19). ¡Cuánta doctrina sabe Pablo condensar en unas cuantas palabras! Detrás de la declaración: "Yo por la Ley morí para la Ley a fin de vivir para Dios" se halla el gran principio que informa la totalidad de su doctrina: el creyente se halla identificado con Cristo en todo el sentido de su Muerte y de su Resurrección. Cuando Cristo murió bajo la sentencia de la Ley, en el lugar de Pablo, éste también murió en él (2 Co 5:14). Posteriormente la Ley no tenía nada que decir al "ajusticiado" bajo su sentencia, de modo que la libertad de la Ley brota de la misma acción condenatoria de la Ley en el Calvario (Ro 7:4). El creyente vive, sin embargo, y puesto que su vida es la del Cristo Resucitado, vive "para Dios".
e) Crucificado y resucitado con Cristo (Ga 2:20). Este versículo viene a ser una ampliación de los conceptos de (Ga 2:19). La muerte a la Ley se realizó mediante el principio de la identificación, exclamando el creyente: "He sido crucificado con Cristo". El tiempo perfecto y pasivo del verbo en el griego indica que las consecuencias de tal "crucifixión" son permanentes: "He sido (y soy) crucificado con Cristo". Con todo, el creyente no se sume en una pasividad mortal, puesto que vive más intensamente que nunca. Esta vida suya, sin embargo, no es la de la "carne", sino la de Cristo resucitado, hecha efectiva en él por la potencia del Espíritu Santo: "Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí". La nueva vida es enteramente de Cristo, pero se manifiesta por medio del cuerpo ("carne" equivale a "cuerpo" en este contexto) gracias a la fe del creyente que depende en todo y por todo de su Salvador: del Hijo de Dios que le amó y se entregó por él en el Calvario. El amor del Salvador provee la vida que la fe del creyente aprovecha para todos los efectos de la nueva vida que brota de la Cruz y de la Resurrección de Cristo.
La hermosa frase de adoración y de gratitud "el Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí" vitaliza y personifica la doctrina de la justificación por la fe y de la santificación posicional, haciéndonos ver que no es sólo un dogma que Dios ha revelado, sino algo que aconteció en la vida de Pablo, cuando se rindió ante la gloriosa Persona del Salvador. Meras actividades cristianas que no surjan de las verdades esenciales de esta identificación entre el creyente y su Señor no pasan de ser hojas muertas amontonadas en el suelo de este mundo. Todo fruto del Espíritu brota de nuestra comprensión de que el viejo "yo" murió con Cristo para que su vida de resurrección se manifieste a través del "yo" del nuevo hombre.
Tanto este versículo como el pasaje análogo de (Ro 6:1-10) revelan el pensamiento de Pablo sobre los tres aspectos del "yo" del creyente. El primero es el de su personalidad creada por Dios, el ser que persiste a través de su variada experiencia. Pero el "yo" de los hijos de Adán se halla en íntima asociación con el "yo" que es el "viejo hombre": aquella parte de la "carne" que es peculiar a cada individuo, y que estropea y afea la imagen de Dios en el hombre. Al convertirse, Dios crea en él el "nuevo hombre", que es la vida de Cristo ya asociada con el "yo" de la personalidad esencial del ser humano. Idealmente no se debe ver, desde el momento de la conversión, más que las facciones del nuevo hombre a través de la personalidad del cristiano que "vive por medio de su fe en el Hijo de Dios", siendo recreado en su imagen. Realmente se establece una lucha constante entre la "carne" y el "Espíritu" (Ga 5:17) en la que el Espíritu Santo puede conseguir la victoria si solamente se rinden a él los resortes de la voluntad de la "personalidad" del creyente. Si existen estados de rebeldía, entonces las facciones del "viejo hombre" vuelven a afear la personalidad que, idealmente, ha muerto con Cristo para vivir para Dios en el poder de la Resurrección.
5. "No desecho la gracia de Dios" (Ga 2:21)
El último versículo de esta sección podría parecernos un anticlímax tras las sublimes alturas de los versículos 19 y 20. De hecho Pablo redondea aquí su argumento al reprochar la claudicación de Pedro. "No desecho la gracia de Dios" podría resumir, en forma negativa, su doctrina de la gracia como base de la justificación por la fe. Pero también Pablo podría aseverar que su doctrina no desechaba la gracia de Dios manifestada en el llamamiento de Israel, sino que establecía su verdadero sentido, puesto que, si la justificación podía haber llegado al hombre por medio de la Ley durante la operación del antiguo pacto, entonces "en balde murió Cristo", o sea, no habría sido necesario que muriera. Ahora bien, la Cruz es la base de la manifestación de la gracia de Dios desde antes de la fundación del mundo (Ap 13:8), y el pacto de gracia que Dios otorgó a Abraham data de un tiempo muy anterior a la Ley (Ga 3:17). Entonces, según la lógica espiritual de Pablo, la salvación del hombre dependía siempre de la Obra de la Cruz, siendo aprovechada únicamente por los creyentes de espíritu humilde que buscaban en Dios el perdón y la bendición. La función de la Ley se ha de describir más tarde (Ga 3:19-24), pero se halla implícita aquí la doctrina de que la Ley no puede hacer más que revelar el pecado, hallándose la plena manifestación de la gracia de Dios en la Muerte de Cristo.
6. Las reacciones de Pedro
Ignoramos por completo las reacciones de Pedro, de Bernabé, de los demás hermanos judíos que disimularon con ellos, pero sabemos que la lógica espiritual de Pablo, la lógica del Espíritu Santo, prevaleció por fin entre todos los líderes de la Iglesia, notándose una exacta correspondencia de doctrina entre los diversos escritores inspirados del Nuevo Testamento, sea en las Epístolas de Pablo, de Pedro, de Juan o de Santiago. La crisis que hemos venido considerando produjo momentos de tensión, momentos de incomprensión y de angustia, trayendo consigo la dura necesidad de la lucha; pero las providencias de Dios ordenaban las circunstancias a fin de que prevaleciera lo que Pablo llama "la verdad del Evangelio", o sea, la plenitud del Evangelio de gracia, cuyo Centro es Cristo y su Obra, ofreciéndose la salvación a todo hombre de fe, de la raza que sea. La verdad no se conserva siempre aureolada de un dulce nimbo de luz resplandeciente, sino que a veces se ha de discernir, "por un espejo, oscuramente", a través del polvo de la controversia.
7. Un paso más en el argumento
La sección de reminiscencias personales se cierra con (Ga 2:21), y en ella Pablo ha lanzado un ataque más contra las murallas de herejía que los judaizantes intentaban levantar alrededor de las iglesias de Galacia. La sección es completa en sí, pero Pablo ha de volver al ataque desde ángulos diversos, empeñando todo su ser y su saber en la tarea de salvar a sus hijos en la fe de los errores que los asediaban.

Temas para meditar y recapacitar

1. Discurra sobre la visita que hace Pablo a Jerusalén según (Ga 2:1-10), destacándose las lecciones más importantes.
2. Explique el porqué de la reprensión de Pedro, y trace las líneas generales del discurso de Pablo (Ga 2:11-21).
Copyright ©. Texto de Ernesto Trenchard usado con permiso del dueño legal del copyright, Centro Evangélico de Formación Bíblica en Madrid, exclusivamente para seguir los cursos de la Escuela Bíblica (https://www.escuelabiblica.com).
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