Estudio bíblico: ¡No limites a Dios con tu poca fe! - 2 Reyes 4:1-7

Serie:   Eliseo   

Autor: Wolfgang Bühne
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Alemania
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¡No limites a Dios con tu poca fe! (2 Reyes 4:1-7)

(2 R 4:1-7) "Una mujer, de las mujeres de los hijos de los profetas, clamó a Eliseo, diciendo: Tu siervo mi marido ha muerto; y tú sabes que tu siervo era temeroso de Jehová; y ha venido el acreedor para tomarse dos hijos míos por siervos. Y Eliseo le dijo: ¿Qué te haré yo? Declárame qué tienes en casa. Y ella dijo: Tu sierva ninguna cosa tiene en casa, sino una vasija de aceite. El le dijo: Ve y pide para ti vasijas prestadas de todos tus vecinos, vasijas vacías, no pocas. Entra luego, y enciérrate tú y tus hijos; y echa en todas las vasijas, y cuando una esté llena, ponla aparte. Y se fue la mujer, y cerró la puerta encerrándose ella y sus hijos; y ellos le traían las vasijas, y ella echaba del aceite. Cuando las vasijas estuvieron llenas, dijo a un hijo suyo: Tráeme aún otras vasijas. Y él dijo: No hay más vasijas. Entonces cesó el aceite. Vino ella luego, y lo contó al varón de Dios, el cual dijo: Ve y vende el aceite, y paga a tus acreedores; y tú y tus hijos vivid de lo que quede."

La calamidad de una viuda

En el capítulo anterior estuvimos viendo una situación política de gran dramatismo. Tres reyes se habían unido en una alianza contra el rey de Moab, pero antes incluso de comenzar la batalla ya estuvieron en peligro de muerte. Siete días después de su despliegue en el desierto de Edom se les había acabado lo más vital: el agua, de modo que los soldados, al igual que el ganado, estaban esperando una muerte segura.
En su gran aflicción buscaron ayuda en el profeta Eliseo, quien les dio instrucciones divinas después de un duro "sermón". Así obtuvieron no sólo abundante agua para su ejército, sino que Dios les dio también una victoria fulminante sobre su enemigo.
Vemos, pues, que en el capítulo 3 de 2 Reyes se trataba de encuentros y altercados de Eliseo con reyes de alto rango, mientras que ahora, en el capítulo siguiente, hallamos primero dos historias notables en las que no son hombres los principales "actores", sino mujeres: una pobre viuda y una rica sunamita.
Aunque la viuda tenía dos hijos, había empobrecido totalmente (al parecer por culpa de su marido ya fallecido) y estaba a punto de perder a sus dos hijos, ya que un acreedor cruel y brutal iba a llevárselos para que fuesen sus siervos.
La sunamita, sin embargo, estaba casada, y en lo material no la faltaba nada. Ella tenía otro problema no menos doloroso: no tenía hijo. Es interesante observar que en ambos casos los hombres no se comportan muy bien. El marido fallecido de la viuda le había dejado un montón de deudas y el marido rico de la sunamita parecía interesarse más por sus negocios que por las preocupaciones de su mujer y la condición de su hijo. Aquí tenemos, pues, un vivo reflejo de nuestra sociedad actual, tanto la secular como la cristiana.

Un hombre de Dios afectuoso

Con este fondo oscuro, Eliseo se destaca positivamente como hombre de Dios. Ve, oye y siente las tribulaciones de estas mujeres agobiadas. Su trato con reyes no le ha hecho ciego para las preocupaciones cotidianas de sus prójimos.
Con esta actitud, Eliseo nos recuerda a nuestro gran Señor del cual leemos en el Salmo que "cuenta el número de las estrellas y a todas ellas llama por sus nombres. Grande es el Señor nuestro, y de mucho poder" (Sal 147:4-5). Pero antes leemos de este gran y potente Dios que "sana a los quebrantados de corazón, y venda sus heridas" (versículo 3).
¡Qué consuelo para cada uno de nosotros que este Dios creador de los millones de estrellas de un universo aparentemente infinito, capaz de dar nombre a cada una de ellas, conoce también nuestras heridas y penas personales y se ocupa de ellas! De la misma manera como la viuda clamó y le contó a Eliseo su calamidad, nosotros también podemos abrir nuestro corazón y derramar nuestra ansiedad delante de Dios. Y qué bendición es cuando podemos ser un miembro de una iglesia donde en vez de esconder los problemas personales, podemos revelarlos confiadamente sin ser despreciados por ello.

¡Una vida sumida en deudas!

La situación de esta pobre viuda suscita algunas preguntas acerca de su marido fallecido, pues fue uno de aquellos "hijos de los profetas". Frente a Eliseo ella le llama "tu siervo". También da un notable testimonio de él al decir: "tú sabes que tu siervo era temeroso de Jehová". Ella le recuerda que su marido era conocido como "temeroso de Dios".
Dicho sea de paso, la persona que mejor me conoce a mí es mi esposa: ¿puede decir ella lo mismo de mí sin ruborizarse ante el Dios omnisciente?
Pero ¿cómo es posible que un "hijo de profeta" deje a sus familiares una carga tan pesada, o sea una herencia negativa, habiendo vivido con temor de Dios? ¡Eso no encaja! ¿Fue por culpa de una enfermedad o de un accidente? ¿O fue un corazón dividido? ¿No es eso incompatible que en nosotros reine el temor de Dios y que al mismo tiempo dejemos esa herencia negativa?
¿Es posible temer a Dios y ser un adicto a la pornografía?
¿Pertenecer a la familia de Dios y vivir en un autoengaño?
¿Ser conocido como creyente y maltratar a su mujer?
¿Ser el responsable de una iglesia y abusar de menores?
¿Confesar ser de Jesucristo y ser un ladrón?
Esta lista de contradicciones podríamos ampliarla.
La Biblia muestra que esto efectivamente es posible. Pensemos en hombres como Abraham, Jacob, Judá, Sansón, David, Pedro etc.
Y lamentablemente, en nuestras iglesias las cosas no van mejor. No queremos hablar aquí de los tristes ejemplos que otras personas nos han dejado de estos hechos humillantes, porque los que conocemos un poco nuestro propio corazón, sabemos que somos capaces de cometer todos estos terribles pecados si no dejamos que la gracia de Dios nos guarde de ellos.
La verdad es que casi siempre son los hijos quienes más tienen que sufrir por los pecados de los padres. El acreedor de nuestra historia echa mano de los dos hijos para hacer de ellos esclavos después de la muerte de su padre endeudado. Esto muestra también algo sobre la triste situación del pueblo de Dios en aquellos tiempos. La ley divina decía que no se debían oprimir a las viudas y a los huérfanos (Ex 22:22-23) (Lv 25:39-42). Parece ser que la gente había olvidado los preceptos de Dios, o bien los habían arrinconado o desechado conscientemente.

¿Qué herencia dejamos nosotros?

¿Es mi vida, mi ejemplo como padre, un estímulo para mis hijos, para que ellos también deseen llevar una vida de entrega al Señor Jesús?
Después de mi fallecimiento, ¿podrán recordar a un padre que "primeramente buscó el reino de Dios" (Mt 6:33) y cuya fuerza fue un "gozo del Señor" contagioso (Neh 8:10)? ¿O acaso soy un ejemplo desalentador para mis hijos y una carga de por vida por mi legalismo, mi mal humor, mi manía de criticar, por ser de poco crédito, avaro y egoísta?
Byron Forrest Yawn escribe lo siguiente en su nuevo libro que considero muy importante ("What Every Man Wishes His Father Had Told Him", "Lo que todo hombre desea que su padre le hubiera dicho": "Los chicos necesitan al padre como el árbol necesita el tronco. He visto hombres fuertes y vigorosos con sus sesenta años que lloraban pensando en lo que su padre debería haber sido, o frente a las huellas imborrables que un padre tirano había dejado en sus vidas. Mucho en la vida de un hombre puede ser el resultado de lo que hizo bueno o malo o lo que no hizo un padre".
"La honra de los hijos son sus padres" (Pr 17:6), esto pudo escribirlo Salomón, porque su padre David fue un hombre "conforme al corazón de Dios", quién lo animaba con consejos y palabras conmovedoras a servir a Dios con corazón perfecto y ánimo voluntario (1 Cr 28:9,20). David había juntado una enorme cantidad de tesoros para que su hijo pudiera edificar el templo de Jerusalén según el modelo que Dios le había dado (2 Cr 29:11,19).
Que Dios nos conceda a nosotros, los padres, ver con nuevos ojos nuestra misión tan importante y nos dé tener en nuestro corazón el deseo de marcar positivamente a nuestros hijos formando conscientemente su carácter por medio de la oración y nuestro ejemplo.
La autora y misionera Patricia St. John dio un precioso testimonio de su padre y también de su madre en la biografía emocionante "Harold St. John - A Portrait":
"Seguramente fue la combinación de la doctrina sencilla y derecha de la madre con la vida espiritual del padre, lo que guardó a los hijos de la tendencia moderna de deshacerse de la fe al entrar en la adolescencia... Para los hijos de Harold St. John la fe era siempre una meta para un adulto tan bella como la puesta de sol dorada que el padre había alcanzado y que ellos también iban a alcanzar viviendo en la gracia y siguiendo las pautas que su madre les había dibujado siempre como la ruta en un mapa".

"Declárame qué tienes en casa"

Después de que la viuda le contara su necesidad, el profeta le hace una breve pregunta. No pregunta: "¿Qué te falta?" o "¿Qué necesitas?", sino que pregunta por aquello que tiene disponible. Con eso es con lo que Dios quiere obrar.
A menudo Dios comienza con lo poco de que disponemos en el momento presente. Así Dios preguntó a Moisés cuando estaba bastante apocado: "¿Qué es eso que tienes en tu mano?" (Ex 4:2), para después hacer maravillas con esa misma vara. Antes de la alimentación de los cinco mil el Señor preguntó a sus discípulos: "¿Cuántos panes tenéis?" (Mr 6:38), para después saciar a la multitud con esos pocos panes y peces. Seis tinajas de agua vacías usó el Señor para transformar el agua en vino en la boda de Caná...

"Solamente una vasija de aceite"

¡Qué pobreza! Sólo le quedaba una vasija con aceite para una unción, pero fue lo suficiente para ser una bendición para muchos por la gracia de Dios.
La aplicación para nosotros está a la vista: Cada hijo de Dios es también "una vasija" un "vaso", una morada o un "templo del Espíritu Santo" (1 Co 3:16) (1 Co 6:19) (Ef 2:22). Dios también nos ha dado una "unción" (1 Jn 2:20) (2 Co 1:21) y con ello nos ha equipado suficientemente para el servicio.
El hecho de no tener talento intelectual, estudios académicos, falta de dinero, el ser demasiado joven o demasiado mayor, todo esto no son razones para dejar de poner con alegría al servicio de Dios lo poco que tenemos. Guillermo Carey, Juan Newton, Georg Müller, Gladys Aylward, Wolfgang Dyck, y muchos otros en la historia de la iglesia actual o antigua, nunca se hubieran puesto en marcha obedeciendo a Dios, si hubiesen puesto su mirada en sus carencias.

"Ve y pide para ti vasijas, vasijas vacías"

Pedir de los vecinos vasijas vacías requería fe y valentía. La duda podría haber llevado a la viuda a pensar que estaría haciendo el ridículo, despertando expectativas que luego terminarían en desengaño, y que después tendría que devolver todas las vasijas vacías y sin usar.
Pero la viuda confió en las palabras de Eliseo y vivió una experiencia maravillosa. Las vasijas vacías y el echar el aceite con las puertas cerradas nos muestran unos principios espirituales importantes. Dios solamente podrá llenar vasijas que están vacías, necesitadas y libres de su propio yo. Hay que evitar cualquier influencia y distracción de fuera; y el obrar de Dios no debe ser semejante a un espectáculo público.
Finalmente debió invertir lo poco que ella poseía para llenar las vasijas que le habían dejado, y sólo así pudo experimentar una enorme ganancia. Ella fue enriquecida dando lo que tenía: "El alma generosa será prosperada; y el que saciare, él también será saciado" (Pr 11:25).

¡No limites a Dios con tu poca fe!

Lo que faltaba no era el aceite, sino las vasijas. Con asombro y agradecimiento la viuda y sus hijos vieron cómo todas las vasijas disponibles fueron llenadas. Probablemente habían juntado a toda prisa todas las vasijas en la vecindad más próxima, y se hubiesen llenado más vasijas, sin límite alguno, si hubiesen ido más lejos y hubieran juntado más vasijas. Pero después de llenarse la última cesó el aceite.
"¡Espera cosas grandes de Dios y emprende cosas grandes para Dios!". Esa fue la experiencia de Guillermo Carey (1761-1834), que siendo un simple zapatero fue a la India siendo usado por Dios para ser uno de los traductores de la Biblia más fructífero y un fundador de iglesias cuyo ejemplo puso en marcha la misión mundial.
Georg Müller (1805-1898) vio en Inglaterra la miseria de los niños de la calle y de los niños huérfanos. Comenzó con una escuela dominical y pidió de Dios "vasijas vacías". Finalmente fundó el primer orfanato con la meta: "Quiero enseñar a la gente, que Dios es fiel y que podemos confiar en Él sin reservas... Si yo, siendo pobre, he podido reunir los medios para la construcción y el mantenimiento de un orfanato, únicamente por medio de la oración y la fe, sin pedir nunca nada a nadie, entonces esto podrá fortalecer la fe de los hijos de Dios...". Al final de su vida, Georg Müller había acogido y sustentado a 10.000 huérfanos con la ayuda de Dios. No limitó a Dios con una fe pequeña.
Esto debería animarnos enormemente y llevarnos a llenar las "vasijas vacías" a nuestro alrededor. Es una gran y bella tarea para las madres con sus hijos, para los maestros en las escuelas, para las familias, para que hermanos y hermanas vayan "por los caminos y por los vallados" (Lc 14:23) a invitar a muchos a la "gran cena".

Suficiente para siempre

Cuando la viuda le cuenta a Eliseo su experiencia de fe, probablemente vencida por la emoción que le produjo la inmensurable bondad de Dios, Eliseo le da una breve pero clara instrucción acerca de lo que debe hacer con el aceite: "Ve y vende el aceite, y paga a tus acreedores; y tú y tus hijos vivid de lo que quede" (versículo 7).
Con otras palabras: Hay suficiente aceite tanto para arreglar el pasado, como para vivir de ello en el presente y futuro. ¡Qué ilustración más alentadora de lo que Pablo les dijo a los Corintios: "Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra" (2 Co 9:8).
Alabamos tu gracia, oh Señor,
que conquistaste nuestro corazón,
nos limpiaste y fuiste nuestro Salvador,
para poder usarnos según tu don.
Sólo vasijas, pero de bendición
para los sedientos alrededor,
permite que sea esta nuestra petición
amado Señor, con todo fervor:
Vacíos, para que tú nos llenes,
simples vasos, quienes
como sello llevan aquel:
"Enviado por Él"

Comentarios

Estados Unidos
  Saraí Mendez  (Estados Unidos)  (24/03/2023)
Hermoso estudio y poderosa explicación.
Ecuador
  Rodolfo Lalan Salazar  (Ecuador)  (28/10/2022)
Muy excelente, gracias por aportar en conocimiento al pueblo de Dios.
Estados Unidos
  Elba I Gonzalez  (Estados Unidos)  (07/07/2022)
Dios le bendiga grandemente.. Agradezco el tiempo que dedica para compartir estos estudios. Aprendo mucho de ellos. Siempre le busco de referencia cuando estoy estudiando un pasaje similar. Muchas Gracias
Paraguay
  Pedro Amado Gómez  (Paraguay)  (03/05/2022)
Aleluya ooh gloria a Dios que tremendo. Me siento agradecido a Dios por éste estudió tan maravilloso.
Argentina
  Juan Paez  (Argentina)  (20/04/2022)
Bendiciones , muy linda enseñanza y eficaz para ponerla por obra , a nuestros hijos carnales y espirituales , un gran paso de fe. Bendiciones !!!
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