Estudio bíblico: Golpe tras golpe - 2 Reyes 20:1-11

Serie:   Ezequías   

Autor: Wolfgang Bühne
Email: estudios@escuelabiblica.com
Alemania
Resultado:
Votos: 3
Visitas: 11895

Golpe tras golpe (2 Reyes 20:1-11)

(2 R 20:1-11) "En aquellos días Ezequías cayó enfermo de muerte. Y vino a él el profeta Isaías hijo de Amoz, y le dijo: Jehová dice así: Ordena tu casa, porque morirás, y no vivirás. Entonces él volvió su rostro a la pared, y oró a Jehová y dijo: Te ruego, oh Jehová, te ruego que hagas memoria de que he andado delante de ti en verdad y con íntegro corazón, y que he hecho las cosas que te agradan. Y lloró Ezequías con gran lloro. Y antes que Isaías saliese hasta la mitad del patio, vino palabra de Jehová a Isaías, diciendo: Vuelve, y di a Ezequías, príncipe de mi pueblo: Así dice Jehová, el Dios de David tu padre: Yo he oído tu oración, y he visto tus lágrimas; he aquí que yo te sano; al tercer día subirás a la casa de Jehová. Y añadiré a tus días quince años, y te libraré a ti y a esta ciudad de mano del rey de Asiria; y ampararé esta ciudad por amor a mí mismo, y por amor a David mi siervo. Y dijo Isaías: Tomad masa de higos. Y tomándola, la pusieron sobre la llaga, y sanó. Y Ezequías había dicho a Isaías: ¿Qué señal tendré de que Jehová me sanará, y que subiré a la casa de Jehová al tercer día? Respondió Isaías: Esta señal tendrás de Jehová, de que hará Jehová esto que ha dicho: ¿Avanzará la sombra diez grados, o retrocederá diez grados? Y Ezequías respondió: Fácil cosa es que la sombra decline diez grados; pero no que la sombra vuelva atrás diez grados. Entonces el profeta Isaías clamó a Jehová; e hizo volver la sombra por los grados que había descendido en el reloj de Acaz, diez grados atrás."
En el capítulo anterior hemos visto cómo Ezequías fracasó en la prueba decisiva de su confianza en Dios. Frente al sitio del poderoso rey de Asiria se desvaneció su confianza en Dios y oímos de su boca la oferta vergonzosa: "Yo he pecado; apártate de mí, y haré todo lo que me impongas" (2 R 18:14).
¡Con qué recuerdos y con qué remordimiento habrá llevado a cabo esta acción!
Pero no sirvió para nada. El rey de Asiria, ni le dio las gracias por este enorme pago tributario, sino que avanzó aún más con su ejército para sitiar la ciudad de Jerusalén.
Ezequías tuvo que aprender dolorosamente que en los tiempos de crisis, cuando la fe es puesta a prueba, todas sus ideas para ayudarse a sí mismo no eran apropiadas para salir del apuro. No sólo perdió todas sus riquezas, por las que había trabajado durante años, sino que entregó el oro y la plata en manos de un enemigo impío que con ello cimentó aún más su poder, teniendo razón suficiente para burlarse de Ezequías y ridiculizar la esperanza en Dios que hasta entonces había tenido.
Las palabras hirientes y provocadoras del asirio habrán retumbado en sus oídos: "¿Qué confianza es esta en que te apoyas?" (2 R 18:19).
Fueron recuerdos dolorosos de años dorados y bendecidos en los caminos de su Dios. Pero eso ahora había pasado a la historia ...
Años perdidos, posesiones perdidas, fiabilidad perdida, fuerza perdida, autoridad perdida; seguro que muchos de nosotros recordaremos pérdidas parecidas. Pérdidas dolorosas que sufrimos en las encrucijadas de nuestra vida por querer salir del cenagal sin ayuda.

Golpe tras golpe

Comparando las fechas en la vida de Ezequías llegamos a la conclusión de que los relatos sobre su vida no están narrados cronológicamente. Si Ezequías reinó 29 años en Judá, y si en el año 14 de su gobierno Senaquerib con el ejército asirio puso cerco a Jerusalén, entonces tenemos que situar la enfermedad de Ezequías descrita en 2 Reyes 20 justo en ese período del cerco de Jerusalén. Porque después de su oración emotiva en su lecho de muerte, Dios alargó su vida otros 15 años con la promesa: "y te libraré a ti y a esta ciudad de mano del rey de Asiria" (2 R 20:6).
Evidentemente Ezequías "cayó enfermo de muerte" justo durante el asedio de Jerusalén, y es bien posible que esta enfermedad estuviera vinculada a su fallo delante de Senaquerib, siendo quizá una disciplina de Dios para dirigir los pensamientos y hechos de Ezequías otra vez hacia Dios y sus promesas.
Pero en primer lugar vemos a un rey que aparte de haber sufrido pérdidas materiales, ahora además tenía que temer la destrucción de Jerusalén. Y justamente en ese momento le sobrevino una grave enfermedad aparentemente incurable. Y precisamente en esa situación abrumadora vino el profeta Isaías a visitar al rey enfermo. No le trajo flores; tampoco consoló al rey con algunos salmos alentadores de su antepasado David. Vino a él con el breve pero fulminante mensaje divino: "Jehová dice así: Ordena tu casa, porque morirás, y no vivirás" (2 R 20:1).
Eso era todo lo que tenía que decirle. Después de llevar a cabo su mandato divino, dejó atrás un rey que después de estas palabras no podía hacerse ya ilusiones acerca de su estado de salud y cuyo tiempo ahora se le escapaba.
Recordemos: Ezequías había liberado con la ayuda de Dios al país de Judá y a la ciudad de Jerusalén de la idolatría. Después hizo purificar, arreglar y abrir el templo, la casa de Dios, para celebrar de nuevo los cultos. Lo que siguió fue un gran avivamiento entre los sacerdotes, los levitas y el pueblo, de modo que la fiesta de los panes sin levadura y la pascua pudieron celebrarse con un gozo indescriptible. Pero esos tiempos pasaron.

Ahora la cosa se pone seria

Ahora ya no se trata del país de Judá, ni tampoco de la ciudad de Jerusalén, sino de su propia "casa". El agua le va llegando al cuello: "Jehová dice así: Ordena tu casa, porque morirás, y no vivirás".
El conocimiento de su muerte próxima cambió de golpe su situación. La bolsa, los datos económicos y los resultados de la liga de fútbol, de repente ya no tienen ninguna importancia, cuando estamos ante las puertas de la eternidad.
¿Qué había que ordenar aún en su casa, antes de que fuera demasiado tarde?
¿Había cosas en su matrimonio que debía aclarar y por las que debía pedir perdón? A este respecto sólo sabemos que su mujer se llamaba Hepsiba, lo cual se menciona después de la muerte de Ezequías, siendo ella la madre de Manasés (2 R 21:1). No conocemos su procedencia y su nombre significa "mi deleite está en ella"; pero ¿qué nos podrá decir esto sobre su matrimonio?
En el momento de tener que ordenar su casa, parece ser que aún no tenían hijos. Aunque en este punto difieren los comentaristas, la mayoría, no obstante, piensan que Manasés, el sucesor al trono, quien empezó a reinar con 12 años, nació después. En este punto, por lo tanto, no habría mucho que ordenar, excepto la cuestión preocupante de quién sería rey después de Ezequías.
¿Había problemas sin solucionar con los empleados? ¿Había facturas aún sin pagar u otras cuentas que saldar? ¿Habría cosas en sus cámaras privadas, que debía destruir antes de morir y que nadie hubiera sospechado ver en el Reformador Ezequías?
No lo sabemos. Pero por experiencia sabemos que aparentemente es más fácil reformar el pueblo de Dios y la casa de Dios que la propia casa. El celo por el Señor y su causa termina a menudo delante de la puerta de nuestra propia casa.
Dentro de nuestras cuatro paredes queda de manifiesto lo vacías e hipócritas que son a menudo nuestras predicaciones y nuestras palabras piadosas en otro entorno. "Luz en la calle y la casa a oscuras". ¿No nos ocurre esto muchas veces en nuestra vida privada? ¿Qué se dirá de nuestra vida matrimonial y de la educación de nuestros hijos?

¿Dónde está el fiador?

Mientras se alejaban los pasos del profeta, vemos a un rey que se enfrentaba a la muerte. "Entonces él volvió su rostro a la pared" orando con gran lloro: "Te ruego, oh Jehová, te ruego que hagas memoria de que he andado delante de ti en verdad y con íntegro corazón, y que he hecho las cosas que te agradan" (2 R 20:3).
Por los apuntes de Ezequías en (Is 38:10-20) sabemos que su oración no consistió solamente de esta única frase que nos huele un poco a alabanza propia. Pero no, en su lecho de muerte fue consciente de sus pecados y sabía que sin un "fiador" no podía ser acepto delante de Dios: "Desfalleciendo alzaba en alto mis ojos: Oh Jehová estoy en calamidad, sé tú mi fiador. ¿Qué diré? El que me lo dijo, él mismo lo ha hecho... He aquí, la aflicción amarga se me tornó en salvación: amorosamente libraste mi alma del hoyo de destrucción, porque echaste tras tus espaldas todos mis pecados" (Is 38:14-15,17).
En esta oración tan conmovedora vemos las luchas y penas que sufrió Ezequías ante la muerte temprana anunciada. No obstante, parece ser que estas luchas intensas ocurrieron dentro de un período de tiempo relativamente corto. Después de visitar a Ezequías en su enfermedad, Isaías aún no había llegado a su casa, cuando Dios le mandó volver y darle al rey las buenas nuevas: "Yo he oído tu oración, y he visto tus lágrimas; he aquí que yo te sano; al tercer día subirás a la casa de Jehová" (2 R 20:5).
Dios además le prometió otros 15 años de vida y la liberación de manos de los asirios. Finalmente, Isaías mandó poner masa de higos sobre la llaga de Ezequías, "y sanó". Dios puede hacer que sanemos con una sola palabra, pero a menudo utiliza a los médicos, los medicamentos, o como aquí, la masa de higos.

La señal del reloj de sol de Acaz

En presencia de Isaías fue curada la llaga de Ezequías, y podemos imaginarnos un poco el cambio de emociones que vivió el rey en aquellas horas. Hace un momento estaba lleno del terror de la muerte y ahora había en él alegría exuberante y agradecimiento por el perdón de su culpa y la tremenda promesa de poder vivir otros 15 años.
En semejantes situaciones solemos prometer muchas cosas: "Andaré humildemente todos mis años, a causa de aquella amargura de mi alma... El que vive, el que vive, éste te dará alabanza, como yo hoy; ... cantaremos nuestros cánticos en la casa de Jehová todos los días de nuestra vida" (Is 38:15,19-20).
Los acontecimientos posteriores en la vida de Ezequías mostrarán que tales votos e intenciones sinceras no fueron de mucho peso.
Lo que nos asombra es que Ezequías pidiera una señal. Quiere una prueba visible de que las promesas de Dios se van a cumplir. ¿Era poca fe, o se revela aquí una nueva confianza de Ezequías en el poder y la gracia de Dios?
Dios le concede su petición y el rey puede escoger: ¿querrá que avance la sombra del reloj de sol o que retroceda?
Es interesante que aquí es usado el reloj de sol de Acaz, para darle a Ezequías la certidumbre mediante una señal sobrenatural.
Justamente a este rey impío (el padre de Ezequías) Dios le había dicho hace años lo siguiente por boca de Isaías: "Pide para ti señal de Jehová tu Dios, demandándola ya sea de abajo en lo profundo, o de arriba en lo alto. Y respondió Acaz: No pediré, y no tentaré a Jehová. Dijo entonces Isaías: Oíd ahora, casa de David. ¿Os es poco el ser molestos a los hombres, sino que también lo seáis a mi Dios? Por tanto, el Señor mismo os dará señal..." (Is 7:10-14).

¿Habrá que decir que todo se lo llevó el viento?

Dios quiere dar certeza y nosotros le somos "molestos" si no le damos la ocasión de poner a prueba su omnipotencia en determinadas situaciones.
Ezequías escogió lo difícil, es decir, que la sombra retrocediera. Él sabía por su experiencia cotidiana que las cosas están sometidas a la ley de la entropía: todo pasa, se pasa, se deshace con el tiempo. Sabía que el sol estaba sometido a las leyes naturales y que jamás retrocede. Dejar retroceder la sombra del reloj de sol, eso sólo podía hacerlo el Creador del universo, el Señor de las leyes naturales.
Y eso precisamente ocurrió: La sombra del reloj de sol de Acaz retrocedió diez grados.
No sabemos de qué forma solucionó Dios el problema. Él puede parar el sol como en la vida de Josué (Jos 10:12-13) y también hacer retroceder el tiempo.
Esto debería ser una importante lección espiritual para nosotros: Si entendemos bien las profecías de la Biblia, entonces contamos con que en la sociedad y en la cristiandad todo irá a peor y cada vez más rápidamente. Pero de esta historia (y también en la historia de la iglesia) aprendemos también que con la oración y la obediencia podemos dar a Dios la oportunidad, no sólo de frenar la decadencia y caída de la cristiandad, sino de invertir la tendencia.
Aún en los últimos tiempos, Dios puede intervenir y vivificar espiritualmente, dando un avivamiento, al menos por un breve espacio. Esto nos da esperanza para cada uno de nosotros y para nuestras iglesias.
Los grandes avivamientos en los tiempos de Ezequías y Josías en los últimos tiempos de Israel son una prueba de ello.
Recordemos las palabras del misionero pionero William Carey (1761-1834): "Espera grandes cosas de Dios. Emprende grandes cosas para Dios".
Copyright © 2001-2024 (https://www.escuelabiblica.com). Todos los derechos reservados
CONDICIONES DE USO