Estudio bíblico: Una prueba decisiva - 2 Reyes 18:13-20

Serie:   Ezequías   

Autor: Wolfgang Bühne
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Alemania
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Una prueba decisiva (2 Reyes 18:13-20)

(2 R 18:13-20) "A los catorce años del rey Ezequías, subió Senaquerib rey de Asiria contra todas las ciudades fortificadas de Judá, y las tomó. Entonces Ezequías rey de Judá envió a decir al rey de Asiria que estaba en Laquis: Yo he pecado; apártate de mí, y haré todo lo que me impongas. Y el rey de Asiria impuso a Ezequías rey de Judá trescientos talentos de plata, y treinta talentos de oro. Dio, por tanto, Ezequías toda la plata que fue hallada en la casa de Jehová, y en los tesoros de la casa real. Entonces Ezequías quitó el oro de las puertas del templo de Jehová y de los quiciales que el mismo rey Ezequías había cubierto de oro, y lo dio al rey de Asiria. Después el rey de Asiria envió contra el rey Ezequías al Tartán, al Rabsaris y al Rabsaces, con un gran ejército, desde Laquis contra Jerusalén, y subieron y vinieron a Jerusalén. Y habiendo subido, vinieron y acamparon junto al acueducto del estanque de arriba, en el camino de la heredad del Lavador. Llamaron luego al rey, y salió a ellos Eliaquim hijo de Hilcías, mayordomo, y Sebna escriba, y Joa hijo de Asaf, canciller. Y les dijo el Rabsaces: Decid ahora a Ezequías: Así dice el gran rey de Asiria: ¿Qué confianza es esta en que te apoyas? Dices (pero son palabras vacías): Consejo tengo y fuerzas para la guerra. Mas ¿en qué confías, que te has rebelado contra mí?"
Habían pasado catorce años, es decir, casi la mitad del reinado de Ezequías. Habían sido años de enormes cambios y reformas. La determinación del rey había hecho mella. Esta larga etapa en la vida de Ezequías recibió una valoración maravillosa de parte de Dios, testificando que toda su obra la hizo "de todo corazón" y "fue prosperado" (2 Cr 31:21).
Después de catorce años de tranquilidad y obra edificadora, la confianza ejemplar y la decisión de Ezequías fueron sometidas a una prueba de fuego. Dios permitió que el rey de Asiria, Senaquerib, cuyo predecesor algunos años atrás había llevado en cautiverio el reino del norte de Israel, se fijase en el insumiso rey de Judá que se había rebelado contra él y llevaba años negándose a pagar los tributos pendientes (2 R 18:7).
Ahora Senaquerib movilizó sus ejércitos e invadió Judá. Tomó "todas las ciudades fortificadas de Judá" y marchaba ya hacia Jerusalén. ¿Cómo reaccionará Ezequías, aquel que había puesto su confianza en Dios como ningún otro? ¿Pondría toda su esperanza en Dios, como lo había hecho desde principio de su reinado, por muy amenazadoras que fueran las potencias enemigas? Las pruebas muestran lo que hemos aprendido en la escuela de Dios. El relato paralelo en 2 Crónicas 32 introduce el sitio de los asirios con las siguientes palabras: "Después de estas cosas y de esta fidelidad vino Senaquerib..."
Después de un tiempo de bendición, Dios a veces permite las pruebas en forma de circunstancias que amenazan nuestra vida, para probar nuestra confianza y nuestra constancia. Debemos conocer nuestro corazón engañoso, que en los tiempos de bendiciones, muy pronto corren el peligro de enorgullecerse y atribuirse a sí mismo todas las victorias y progresos. Una fe que no ha sido puesta a prueba no es fe. A menudo el Señor prueba justo aquellas propiedades que nosotros o nuestros hermanos en la fe calificamos como nuestra fortaleza. Quiere hacernos ver que aun el creyente más espiritual y experimentado es capaz de cometer toda clase de torpezas, si no deja que la gracia de Dios le guarde.
Moisés, el hombre "más manso que todos los hombres que había sobre la tierra" (Nm 12:3), tuvo que experimentar dolorosamente que "perdió la paciencia" y con una ira no precisamente santa golpeó la peña en vez de hablarle como Dios le había mandado. Que se lo digan a Elías y a Pedro, lo profundo que se puede caer cuando confiamos en nosotros mismos. El enebro y el fuego en el patio del sumo sacerdote fueron testigos de ello.

¿Retrospectiva peligrosa?

Podemos imaginarnos que después de tantos años de experiencias políticas positivas, este ataque enemigo le pilló por sorpresa. Las pruebas a menudo vienen del lado donde menos se esperan.
¿Convocó una reunión con sus principales en esta situación tan crítica? ¿O acaso se retiró a orar, para buscar la dirección de Dios? Probablemente no lo hizo. Quizá recordó la táctica de Acaz, su padre impío, que en una situación parecida apaciguó al rey de Asiria con el oro y la plata del templo.
Ezequías que en su juventud había escogido al rey David como modelo, ahora, en la mitad de su vida, de repente se orienta tomando otras pautas. Echa mano de medidas meramente humanas para escapar del peligro inminente, adulando a Senaquerib de forma casi servil: "Yo he pecado; apártate de mí, y haré todo lo que me impongas".
En vez de confesar al Dios de Israel su poca fe y pedir su ayuda, vuelve compungido e incondicionalmente a aquel cuyo yugo había echado de sí tan decididamente hacía unos años. Paul Humburg escribe al respecto:
"En la hora de tribulación la fe de Ezequías cae a un nivel más bajo de lo que estamos acostumbrados a ver en él. Escoge ideales más bajos. En las horas de fe en su corazón no hubo lugar para el temor. En el momento de la angustia y del aprieto quiere ayudarse él mismo y echa mano de esta medida indigna."
Y el precio fue altísimo: El asirio exige 30 talentos de oro y 300 talentos de plata, lo cual equivale aproximadamente a una tonelada de oro y diez toneladas de plata. Hoy, como entonces, esto era un precio desmesuradamente alto, y Ezequías estaba dispuesto a pagarlo.
Los compromisos que no se sujetan a la Biblia exigen siempre un alto precio en la vida espiritual y no cumplen las expectativas.

El precio que hay que pagar por hacer compromisos que no están de acuerdo con la Biblia

Para juntar esa enorme cantidad, Ezequías tuvo que dar su propia fortuna de oro y plata, y más aún, todo el oro y la plata que se hallaban en el templo. La Biblia describe esta trágica escena con pocas palabras, pero de gran peso: "Entonces Ezequías quitó el oro de las puertas del templo de Jehová y de los quiciales que el mismo rey Ezequías había cubierto de oro, y lo dio al rey de Asiria".
Ezequías probablemente había estado juntando durante años con mucho esfuerzo este tesoro y estas reservas de oro y plata. Y ahora, en pocas horas, estaba dispuesto a arrancar y entregar lo que, visto tipológicamente, hablaba de la gloria de Dios y del precio de la redención.
¿Qué recuerdos pasarían por la mente de Ezequías al arrancar el oro de las puertas y de los quiciales que él mismo había cubierto hacía unos años, y entregárselo todo a los asirios?
Nunca olvidaré cómo un antiguo colaborador apreciado y dotado para la obra evangelística entre la juventud vino a mí con varias cajas llenas de valiosos libros cristianos. Cuando era más joven había trabajado y ahorrado mucho para poder comprarse esos comentarios y biografías que luego había leído, sacando gran provecho de ellos. Me los entregó con las siguientes palabras: "Toma, para mí ya no tienen ninguna utilidad. Quizá puedes aprovecharlos tú, o se lo das a alguien que se interese por ellos."
Al menos no quiso dinero por estos desechos eliminados...

"Compra la verdad y no la vendas" (Pr 23:23)

Es muy deprimente ver desarrollos parecidos en nuestros días. No son pocos los hermanos que durante años han dado a muchos creyentes orientación y ejemplo por su fidelidad, entrega y temor de Dios, y que después, en relativamente poco tiempo, parecen abandonar las convicciones bíblicas vividas y predicadas durante años.
Diferentes situaciones de crisis que Dios permite para probarnos, a menudo originan que echemos por la borda valores espirituales y morales como si fueran un peso superfluo. Eso es muy triste. Sólo en las tormentas de nuestra vida, en las situaciones de crisis en la iglesia, donde el viento del postmodernismo nos sacude y parece relativizar todo, se revela si nuestra teología hasta ese momento era meramente un asunto de la mente y dogmas adoptados de otros, o si era una convicción que Dios nos ha dado basada en la Biblia y que defendemos con todas nuestras fuerzas. La sed de honores, el afán por tener éxito, las ansias de armonía, hambre de poder y lamentablemente también el puro materialismo, son las causas más profundas por las que muchos líderes espirituales parecen perder toda orientación en nuestros tiempos.
Las posiciones bíblicas básicas por las que muchos reformadores estaban dispuestos a morir en la hoguera, hoy con ligereza se califican de anticuadas y rápidamente van a la basura. ¡Es asombroso! Pensemos por ejemplo cómo en la teología liberal, y ya también dentro del movimiento evangélico de la iglesia emergente, se habla en tono burlador y despectivamente de la muerte expiatoria del Hijo de Dios en la cruz. Algunas misiones que hace décadas empezaron como obra de fe dando ejemplo positivo, ahora no rehuyen "lloriquear y extender sus necesidades económicas continuamente ante un mundo cínico".
Es para exclamar como Jeremías: "¡Cómo se ha ennegrecido el oro! ¡Cómo el buen oro ha perdido su brillo! Las piedras del santuario están esparcidas por las encrucijadas de todas las calles" (Lm 4:1).

El oro perdido

Lo que Acaz, su padre impío, consiguió con entregar los tesoros de la casa de Dios, no funcionó con Ezequías. Aunque el rey de Asiria aceptó con mucho gusto el oro y la plata, ni en sueños pensó en cambiar sus planes de asedio. Ezequías tuvo que vivir lo necio que es confiar en los hombres.
Dios se preocupó de que el heraldo de Senaquerib planteara en alta voz a oídos de Ezequías y Jerusalén la pregunta burlona: "¿Qué confianza es esta en que te apoyas? ... Mas ¿en qué confías?" (2 R 18:19-20).
Es para avergonzarse cuando Dios tiene que hacernos tal pregunta por boca de hombres impíos.
Muy desagradable para Ezequías, puesto que su confianza en Dios era lo que le caracterizaba.
¡Qué vergüenza, cuando los creyentes dan ocasión a artículos burlones en la prensa secular, por ejemplo, sobre intrigas dentro de "misiones de fe evangélicas" y sus líderes!
Qué razón tenía Paul Humburg:
"Los caminos que emprendemos con nuestras propias fuerzas y sabiduría siempre acarrean humillaciones. Precisamente cuando queremos mostrar nuestra inteligencia sale a la luz nuestra necedad. Cuando confiamos en nuestra fuerza, se revela nuestra impotencia: humillaciones que Dios quería que no tuviéramos que pasar por ellas."

Comentarios

Venezuela
  Maria Luisa Rojas Tovar  (Venezuela)  (17/04/2022)
Que triste cuando, se toman decisiones sin tomar en cuenta a Dios, sin dejarse guiar por El Espíritu Santo, y después queremos que Dios nos bendiga, una gran lección.

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