Estudio bíblico: La resurrección de Jesús - Marcos 16:1-13

Serie:   El Evangelio de Marcos   

Autor: Luis de Miguel
Email: estudios@escuelabiblica.com
España
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La resurrección - Marcos 16:1-13

(Mr 16:1-13) "Cuando pasó el día de reposo, María Magdalena, María la madre de Jacobo, y Salomé, compraron especias aromáticas para ir a ungirle. Y muy de mañana, el primer día de la semana, vinieron al sepulcro, ya salido el sol. Pero decían entre sí: ¿Quién nos removerá la piedra de la entrada del sepulcro? Pero cuando miraron, vieron removida la piedra, que era muy grande. Y cuando entraron en el sepulcro, vieron a un joven sentado al lado derecho, cubierto de una larga ropa blanca; y se espantaron. Mas él les dijo: No os asustéis; buscáis a Jesús nazareno, el que fue crucificado; ha resucitado, no está aquí; mirad el lugar en donde le pusieron. Pero id, decid a sus discípulos, y a Pedro, que él va delante de vosotros a Galilea; allí le veréis, como os dijo. Y ellas se fueron huyendo del sepulcro, porque les había tomado temblor y espanto; ni decían nada a nadie, porque tenían miedo. Habiendo, pues, resucitado Jesús por la mañana, el primer día de la semana, apareció primeramente a María Magdalena, de quien había echado siete demonios. Yendo ella, lo hizo saber a los que habían estado con él, que estaban tristes y llorando. Ellos, cuando oyeron que vivía, y que había sido visto por ella, no lo creyeron. Pero después apareció en otra forma a dos de ellos que iban de camino, yendo al campo. Ellos fueron y lo hicieron saber a los otros; y ni aun a ellos creyeron."

¿Qué hacemos con la resurrección de Jesús?

Al enfrentarnos con los relatos de la resurrección de Jesús tenemos que decidir si se trata del hecho más glorioso que ha tenido lugar en la historia de la humanidad, o si por el contrario es un fraude colosal. Lo cierto es que no hay un punto intermedio en el que nos podamos detener.
Si Cristo ha resucitado de la forma en la que los evangelios lo describen, esto quiere decir que hay vida más allá de la muerte y que Jesús es el único que ha logrado salir victorioso de la tumba y traer así esperanza a una humanidad que sigue mirando con horror y temor a la muerte. En ese caso, ignorar la resurrección de Cristo nos dejaría sin otra alternativa que esperar el fin de nuestros días sobre este mundo sobreviviendo lo mejor que podamos.
En fuerte contraste con este pesimismo existencial, nos encontramos con aquel grupo de hombres y mujeres que vieron a Jesús después de que resucitó. La ilusión y pasión con la que proclamaban el milagro de la resurrección resultaba contagioso. ¿Se trataba simplemente de una mentira inventada con el fin de perpetuar la memoria de Jesús? Si sólo fuera eso, no podemos entender cómo es que la mayoría de ellos estuvieron dispuestos a morir por defender algo que sabían que era falso. Además, ¿de dónde sacaron la valentía y el poder para enfrentarse a los dirigentes judíos que unos días antes habían crucificado a su Maestro? Esto tampoco era normal, sobre todo si recordamos que desde el momento en que arrestaron a Jesús, todos ellos habían huido cobardemente y habían permanecido ocultos por miedo a los judíos (Jn 20:19). Sin lugar a dudas, algo milagroso había tenido lugar en esas personas. Y cuando consideramos que este pequeño grupo, sin grandes recursos intelectuales, económicos o políticos, transformaron el mundo sólo con la predicación de la resurrección de Cristo, todo esto nos obliga a pensar seriamente en lo que realmente ocurrió en aquel sepulcro a las afueras de Jerusalén hace ahora casi dos mil años.
La cuestión fundamental que tenemos que decidir cada uno de nosotros es si la resurrección de Cristo es cierta o falsa. Y si finalmente descubrimos que Cristo no resucitó, deberemos considerar el cristianismo como un gran fraude del que tendríamos que olvidarnos para siempre. El apóstol Pablo era consciente de esto y lo expresó de esta manera: "Si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe" (1 Co 15:14).

Examinando la evidencia

Pero para tomar una decisión correcta acerca de la resurrección de Jesús, antes tendremos que examinar la evidencia histórica de la que disponemos.
Los documentos en los que se relata la resurrección de Cristo fueron escritos por los apóstoles y sus colaboradores. Ahora bien, ¿es fiable este testimonio escrito?
En el siglo XIX un buen número de críticos hicieron grandes esfuerzos con la intención de demostrar que los evangelios fueron escritos a mediados del siglo II d.C., es decir, unos cien años después de que los acontecimientos hubieran tenido lugar, cuando la verdad de los hechos había quedado gravemente distorsionada por la leyenda y la imaginación.
Sin embargo, los grandes avances que la investigación moderna ha realizado en la determinación de la fecha y paternidad de estos escritos ha aplastado estas teorías, estableciendo una fecha extraordinariamente cercana a los hechos, remontándose en algunos casos a la primera década de la era cristiana. Por lo tanto, podemos estar seguros de que fueron escritos cuando muchos de los testigos oculares de la resurrección de Cristo todavía estaban vivos. Veamos cómo lo expresa el apóstol Pablo en la carta que escribió a los corintios sobre el año 55 d.C.:
(1 Co 15:3-6) "Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras; y que apareció a Cefas, y después a los doce. Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven aún, y otros ya duermen."
Notamos que cuando Pablo escribió esta carta, muchos de los testigos de la resurrección todavía estaban vivos y se les podía consultar. Ahora bien, ¿cómo han respondido los críticos ante estas nuevas evidencias? Pues una vez que quedó demostrado que los documentos históricos fueron escritos por los testigos oculares de los hechos, volvieron a desarrollar nuevas teorías con la clara intención de negar la resurrección de Cristo.
Algunos de ellos no ocultan sus prejuicios al acercarse a la historia, algo que claramente condiciona sus conclusiones. Se trata de personas que afirman que los milagros no existen, así que, puesto que la resurrección de Jesús es un milagro, necesariamente tiene que ser falsa y ahí acaba toda su investigación. Son gente de mente estrecha que se atreven a afirmar que no puede existir nada más que aquello que ellos pueden comprobar con sus sofisticados aparatos científicos. Nos parece que tal actitud es muy prepotente. Y además no tiene en cuenta que la resurrección de Jesús se trata de un hecho histórico que ocurrió hace siglos y que por lo tanto no puede ser verificado con ningún aparato tecnológico de última generación, sino que tiene que ser investigado sobre la base de principios históricos. El tipo de cuestiones que nos debemos plantear son por ejemplo si hay certeza de que los testigos realmente vieron a Jesús resucitado, si los documentos que describen los hechos son fiables...
Otros evitan la cuestión argumentando que aunque los relatos son muy antiguos y auténticos, sin embargo, el propósito de sus autores no era transmitirnos hechos históricos, sino simplemente explicarnos algunas "verdades" espirituales por medio de símbolos. Así que nos dicen que no podemos fiarnos de todo lo que escribieron, porque muchas veces cuadraban sus relatos añadiendo otros detalles inventados por ellos mismos para conseguir el fin que se habían propuesto. Sin embargo, esto no se ajusta a lo que los propios evangelistas afirmaban cuando escribieron. Veamos por ejemplo lo que dice Lucas al comienzo de su evangelio:
(Lc 1:1-4) "Puesto que ya muchos han tratado de poner en orden la historia de las cosas que entre nosotros han sido ciertísimas, tal como nos lo enseñaron los que desde el principio lo vieron con sus ojos, y fueron ministros de la palabra, me ha parecido también a mí, después de haber investigado con diligencia todas las cosas desde su origen, escribírtelas por orden, oh excelentísimo Teófilo, para que conozcas bien la verdad de las cosas en las cuales has sido instruido."

La tumba vacía

Después de estas breves consideraciones previas, vamos a centrar nuestra atención en lo que el texto bíblico nos dice acerca de la resurrección de Jesús. Marcos comienza su relato con estas palabras: "Cuando pasó el día de reposo...". Con un poco de imaginación fácilmente podremos entender que aquel sábado tuvo que ser el día más oscuro en toda la vida de los discípulos. Cuando en la tarde del viernes Jesús murió en la cruz, todas sus esperanzas y sueños se deshicieron. Ellos quedaron desanimados, tristes y también asustados. A partir de ese momento su mayor preocupación sería cómo volver nuevamente a la rutina de sus trabajos y ocupaciones, buscando la forma de llenar de alguna manera el enorme vacío que Jesús había dejado en sus corazones y mentes. Después de haber estado tres años junto al Señor, seguro que en esos momentos ninguno de ellos lograba pensar en el futuro con optimismo y alegría, sino todo lo contrario; la desesperación y la falta de significado les presionaban por todas partes.
Pero las mujeres enfocaban el asunto de una manera diferente que los hombres. Algunas de ellas, "María Magdalena, María la madre de Jacobo, y Salomé", se habían puesto de acuerdo para ir al sepulcro para terminar los ritos funerarios y ungir el cuerpo de Jesús rindiéndole así su último homenaje de amor. Lucas nos dice que había también otras mujeres que fueron al sepulcro en esa mañana (Lc 24:10). Esto nos hace pensar que seguramente hubo varios grupos que fueron por separado con la intención de juntarse en el sepulcro.
Ahora bien, ¿qué ocurrió cuando llegaron allí? Pues para su sorpresa, encontraron que el sepulcro estaba vacío y también se les apareció un ángel que les informó de que Jesús había resucitado.
Por lo tanto, la primera evidencia de la resurrección de Jesús es esta tumba vacía. Así lo han interpretado los críticos, que de diversas maneras han intentado explicar este hecho sin aceptar su carácter sobrenatural. Veamos algunas de sus sugerencias:
1. Los discípulos robaron el cuerpo de Jesús
Esta teoría enfrenta varias dificultades. En primer lugar debemos recordar que los principales sacerdotes habían previsto que algo así podía ocurrir, puesto que ellos sabían que Jesús había anunciado que al tercer día iba a resucitar. Esto les llevó a pedir a Pilato que asegurase el sepulcro hasta entonces, a lo que el gobernador romano respondió facilitándoles una guardia para que ellos mismos organizaran el asunto (Mt 27:62-66). A partir de ese momento la custodia del cuerpo de Jesús estaba a cargo de Roma y de las principales autoridades judías. Ahora bien, cuando Jesús resucitó y salió triunfante de la tumba, la guardia romana no pudo hacer nada para impedirlo, sino que se fueron de aquel lugar huyendo a toda prisa (Mt 28:1-15). Ellos fueron los primeros testigos de la resurrección de Jesús. Sin embargo, las autoridades judías compraron su silencio con una gran suma de dinero. Así que, si alguien les preguntaba, decían lo que los judíos les habían mandado: "Sus discípulos vinieron de noche, y lo hurtaron, estando nosotros dormidos". En cualquier caso, este argumento se cae por su propio peso: Si estaban dormidos, ¿cómo supieron que habían sido los discípulos quienes robaron el cuerpo de Jesús? ¿Cómo es posible que unos hombres pudieran retirar la gran piedra que tapaba la entrada del sepulcro sin que ninguno de los soldados escuchara nada? Y otro detalle aun más sorprendente, es que los supuestos ladrones se tomaron la molestia de quitar todos los vendajes del cuerpo de Jesús y dejarlos colocados allí mismo con todo cuidado (Jn 20:6-7). Nada de todo esto parece confirmar la teoría del robo.
Por otro lado, el robo de las tumbas o su violación era un delito, entonces ¿por qué las autoridades judías no presentaron una denuncia ante Pilato para que investigara el asunto y condenara a los discípulos? Estaba claro que ni a los líderes judíos, ni tampoco a la guardia romana, les convenía que se investigara este asunto, porque unos y otros tenían muchas cosas que ocultar.
Además, como ya hemos señalado, los discípulos habían quedado completamente abatidos después de la muerte de Jesús y estaban escondidos por temor a las autoridades judías. En esas condiciones, no era razonable pensar que intentaran robar el cuerpo de Jesús, arriesgando para ello sus vidas. Hay que tener en cuenta también que esto es completamente incompatible con su vida posterior de heroísmo y martirio. ¿Cómo puede ser que la mayoría de ellos murieran por predicar la resurrección de Jesús y que ni uno sólo llegara a retractarse o a confesar que habían sido ellos quienes habían robado el cuerpo de Jesús y que todo era una gran mentira?
2. Las mujeres se equivocaron de sepulcro
Este argumento tampoco es digno de ser tenido en cuenta. Recordemos que además de las mujeres, también los discípulos fueron hasta el sepulcro en aquella mañana (Jn 20:1-10). ¿Acaso se equivocaron todos los que fueron allí?
No debemos olvidar tampoco que las mujeres conocían bien el lugar donde Jesús había sido sepultado porque habían seguido a José de Arimatea y a Nicodemo, observando con mucho cuidado dónde lo colocaban (Mr 15:47).
Pero en cualquier caso, si esto hubiera sido así, cuando los discípulos comenzaron a predicar la resurrección de Jesús en Jerusalén, los dirigentes judíos podrían haberlo desmentido mostrando la tumba verdadera y el cuerpo. El ridículo para los discípulos habría sido mayúsculo y de esta manera sus opositores habrían logrado terminar con el movimiento cristiano cortándolo de raíz. Pero no hicieron nada de esto porque la tumba donde Jesús había sido sepultado quedó realmente vacía y era bien conocida por todos.
3. Cristo no estaba muerto cuando lo sepultaron
Sugieren que fue sepultado vivo, tal vez desmayado, y que después se fue recuperando gradualmente hasta lograr salir de la tumba por sí mismo. Luego fue a buscar a sus discípulos y se presentó ante ellos haciéndoles creer que había vencido a la muerte.
Evidentemente, los defensores de esta teoría tratan al Señor Jesucristo como un mentiroso y le hacen culpable de un fraude que dura hasta nuestros días. Esto en sí mismo es injusto, pero también ignoran otros detalles importantes.
En primer lugar no tienen en cuenta que el centurión romano a cargo de la ejecución de Jesús certificó su muerte después de que un soldado romano traspasara su costado con una lanza (Mr 15:43-45) (Jn 19:33-34). José de Arimatea y Nicodemo también comprobaron que estaba muerto, porque de otra manera no habrían preparado su cuerpo para su estancia permanente en el sepulcro. Los soldados que fueron a custodiar el sepulcro, comprobaron previamente que Jesús estaba allí y que estaba realmente muerto.
Hay que tener en cuenta además que las heridas que Jesús había recibido eran demasiado graves como para pensar que pudiera sobrevivir. Recordemos los brutales azotes, todo el proceso de crucifixión al que fue sometido durante seis horas, sus manos y pies traspasados por los clavos y la lanza que traspasó su costado.
Pero supongamos por un momento que Cristo solamente había sufrido un desfallecimiento momentáneo. ¿Cómo es posible que después de tres días en un frío sepulcro, sin alimentos y sin atención médica pudiera reanimarse? ¿Cómo pudo liberarse de todos los lienzos que lo tenían inmovilizado? ¿Cómo pudo en esas condiciones mover desde dentro la gran piedra que cerraba el sepulcro cuando ni siquiera había podido llevar el madero hasta el Gólgota antes de ser crucificado? ¿Cómo pudo salir sin que ningún soldado romano se diera cuenta de ello y se lo impidiera? ¿Cómo logró en esas condiciones llegar hasta la ciudad y buscar a sus discípulos? ¿Cómo puede ser que en ese estado sus discípulos recibieran la impresión de que él era el Vencedor de la muerte y el Príncipe de la Vida?
Conviene recordar también que son los críticos modernos quienes dudan de que la tumba en la que Jesús fue sepultado quedara realmente vacía, porque ninguno de los líderes judíos que vivieron en aquellos días se atrevió a negar este hecho.

¿Quién nos removerá la piedra de la entrada del sepulcro?

La fe en la resurrección de Jesús no sólo ha encontrado oposición en tiempos recientes, sino que los mismos discípulos fueron los primeros en mostrar una enorme resistencia a creer en ella y sólo después de ver las evidencias por sí mismos y de encontrarse en repetidas ocasiones con el Señor Jesús resucitado, llegaron a creerlo.
Ignorando este hecho, algunos críticos han argumentado que los discípulos habían escuchado en tantas ocasiones las afirmaciones de Jesús en el sentido de que resucitaría de los muertos (Mr 8:31) (Mr 9:31) (Mr 10:34), que estaban completamente preparados psicológicamente para ver visiones y confundir la realidad.
Pero tristemente tenemos que admitir que ninguno de los discípulos tomó en serio las palabras de Jesús ni en cuanto a su muerte y mucho menos aun sobre su resurrección. Así que cuando las mujeres fueron a la ciudad para anunciar a los apóstoles que Jesús estaba vivo, la respuesta de ellos fue de incredulidad.
Y de igual manera, cuando las mujeres fueron al sepulcro en esa mañana, no fue para comprobar si Jesús había resucitado, sino para ungir el cuerpo de Jesús y despedirse definitivamente de él. Esto queda confirmado por la preocupación que llenaba sus mentes mientras se dirigían al sepulcro cargadas con sus especias: "¿Quién nos removerá la piedra de la entrada del sepulcro?". Y su preocupación era razonable, puesto que como Marcos nos aclara, la piedra era "muy grande", y de hecho tenía que serlo para tapar por completo la apertura de aquel sepulcro que era como una cueva practicada en la roca.
Estos razonamientos de las mujeres nos dan a entender que tampoco sabían que una guardia de soldados romanos había sido colocada para custodiar el sepulcro, y que muy probablemente no les habrían dejado acceder a ungir el cuerpo de Jesús.
Por lo tanto, había dos grandes dificultades que iban a impedir que llevaran a cabo la obra de amor que se habían propuesto en sus corazones. Una de las dificultades la esperaban, mientras que la otra les era desconocida, pero en cualquier caso, Dios honró su devoción quitando ambas antes de que ellas llegaran.
Nos encontramos aquí con un ejemplo muy vívido de lo que muchas veces nos ocurre a los cristianos. Con frecuencia nos sentimos angustiados y abatidos pensando en dificultades por las que creemos que vamos a pasar, pero cuando llega el momento de la verdad, el Señor ya las ha quitado antes de que tengamos que pasar por ellas. Y hay que decir también que muchos de estos obstáculos nunca llegan a existir fuera de nuestra imaginación, por lo que todo sufrimiento anticipado resulta ser completamente inútil. En lugar de esto debemos confiar en el Señor, estando seguros de que si nos encontramos caminando en su voluntad, él se encargará de quitar cualquier obstáculo.

"Buscáis a Jesús nazareno... ha resucitado"

Las mujeres llegaron al sepulcro con la cabeza hundida en el pecho, se sentían desesperadas, sin ser capaces de vislumbrar ningún futuro. Pero todo iba a cambiar rápidamente.
Para empezar, nada más que llegaron al sepulcro observaron que la piedra de la entrada había sido removida. Se dieron cuenta así de que ellas no habían sido las primeras en llegar a la tumba en aquella mañana. Seguramente lo primero que pensaron es que alguien había profanado el sepulcro, lo que no haría sino añadirles más tristeza y dolor. Luego, cuando miraron dentro, vieron a un ángel que inmediatamente comenzó a hablar con ellas, algo que les produjo mucho temor y espanto.
El evangelista Mateo nos explica que antes de que ellas llegaran, un ángel había estado allí para remover la piedra, con tal energía celestial que se había estremecido la tierra.
(Mt 28:2-4) "Y hubo un gran terremoto; porque un ángel del Señor, descendiendo del cielo y llegando, removió la piedra, y se sentó sobre ella. Su aspecto era como un relámpago, y su vestido blanco como la nieve. Y de miedo de él los guardas temblaron y se quedaron como muertos."
Por supuesto, el ángel no bajó del cielo porque el Señor necesitara su ayuda para salir del sepulcro, puesto que el cuerpo con el que Jesús había resucitado no estaba limitado por ninguna cosa material. El propósito del ángel era mostrar al mundo que Jesús ya no estaba en la tumba, que la muerte había sido vencida por el Príncipe de la Vida. Así que quedó allí para comunicar la buena noticia de la resurrección a todos los que llegasen interesándose por el Señor. Vemos, por lo tanto, que el mensaje glorioso de la resurrección vino primeramente del cielo, antes de que ningún predicador de esta tierra llegase a hacerse eco de él. Recordemos que algo similar ocurrió cuando el Hijo de Dios vino a hacerse hombre en Belén (Lc 2:8-20).
Por lo tanto, después de que el ángel tratara de calmar a las mujeres, les informó de que Jesús había resucitado, y les mostró el lugar donde había sido puesto. En aquel momento tuvieron que ver los lienzos perfectamente colocados, como si el cuerpo de Jesús hubiera salido atravesándolos (Jn 20:6-8). Y a continuación el ángel les encargó que transmitieran a los discípulos, y a Pedro, que Jesús había resucitado y que esperaba encontrarse con ellos en Galilea, tal como les había dicho antes de morir (Mr 14:28).

"Decid a sus discípulos, y a Pedro, que él va a Galilea"

Las mujeres que en aquella mañana habían ido a ungir el cuerpo de Jesús se vieron frustradas en sus planes. Esto también lo había anunciado el Señor cuando unos días antes había sido ungido en Betania. En aquella ocasión, mientras los discípulos criticaban a la mujer por el desperdicio realizado, Jesús dijo que ella se había "anticipado a ungir su cuerpo para la sepultura" (Mr 14:8).
Evidentemente, estas otras mujeres no pudieron realizar este último servicio a su Maestro, pero había otro que sí podrían hacer. Se trataba de ser las primeras portadoras de las buenas noticias de la resurrección a los discípulos. El haber sido testigos de estos hechos gloriosos les hacía responsables de su proclamación.
1. "Decid a sus discípulos, y a Pedro"
El mensaje debía ser entregado en primer lugar a los discípulos. Todos recordamos que ellos habían abandonado al Señor en el momento de su arresto, pero él estaba tendiéndoles nuevamente la mano con el fin de perdonarles y restaurarles nuevamente al ministerio apostólico.
Notemos también que en la comisión que el ángel dio a las mujeres había una alusión especial a Pedro. Seguro que este apóstol tenía una carga muy grande en su corazón por haber negado tres veces a Jesús. Después de esto no había tenido ocasión de pedirle perdón puesto que había muerto. Así que no es de extrañar que se hubiera sumido en una profunda depresión. Pero el Señor también sabía esto y por eso añadió esta pequeña nota personal para él. Y podemos imaginarnos cómo esto tuvo que emocionar el corazón de Pedro cuando lo escuchó. A pesar de su deslealtad, Jesús seguía amándole y deseaba verlo de nuevo.
Por lo tanto, una de las primeras cosas que aprendieron de la resurrección de Cristo fue su disposición a perdonar al pecador. Él no había resucitado con la intención de vengarse de sus enemigos. Esta fue una gran lección que los apóstoles rápidamente compartieron con otros. Podemos ver cómo en su primera predicación, Pedro y los otros apóstoles ofrecieron el perdón de Dios y la restauración a aquellos judíos que unas semanas antes habían gritado para que Jesús fuera crucificado:
(Hch 2:36-38) "Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo. Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos? Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo."
2. "Él va delante de vosotros a Galilea, allí le veréis, como os dijo"
El mensaje del ángel trasmitido por las mujeres tuvo que resultarles auténtico a los discípulos, porque cuando ellos estaban solos con el Señor en el aposento alto celebrando la pascua, él les había dicho exactamente las mismas palabras, y había muy pocas posibilidades de que las mujeres hubieran llegado a conocer este detalle (Mr 14:28).
Sin embargo, surge la pregunta: ¿Por qué ir a Galilea? Tal vez habría sido más razonable quedarse en Jerusalén, donde de hecho tuvieron lugar algunas de las apariciones de Jesús después de su resurrección (Lc 24:33-39), y donde vino el Espíritu Santo sobre los discípulos (Hch 2) y comenzó la expansión del evangelio (Lc 24:47).
Sin embargo, podemos suponer algunas de las razones por las que el Señor quiso reunirse con sus discípulos en Galilea.
Fue allí, en el mar de Tiberias, después de una infructuosa jornada de pesca, donde Jesús llevó a cabo la restauración definitiva del apóstol Pedro (Jn 21:1-19). Para él tuvo que ser como volver a empezar, puesto que había sido precisamente en ese contexto donde el Señor le había llamado la primera vez para ser un discípulo suyo (Mr 1:16-18).
Fue también en Galilea donde Jesús se apareció a los discípulos y renovó la comisión apostólica, ampliándola para enviarles hasta el fin del mundo con nuevo poder y autoridad (Mt 28:16-20). Al hacer esto desde Galilea, alejados de Jerusalén, estaban mucho más cerca de los gentiles, a los que finalmente habrían de dirigirse.
Salir de Jerusalén para ir a Galilea a encontrarse con Jesús implicaba también que cualquier persona que quisiera seguirle tendría que salir del sistema religioso que Jerusalén representaba para ir a Galilea, fuera del judaísmo oficial. Es allí donde el Señor pasó cerca de cuarenta días enseñándoles y teniendo comunión con ellos.
Sin embargo, una vez que estuvieron algún tiempo en Galilea, nuevamente volvieron a Jerusalén y desde muy cerca de allí el Señor ascendió al cielo. Esta nueva entrada en la capital después de la resurrección, indicaba que Jesús no había renunciado a sus derechos legítimos de Rey. Pero en ese momento los discípulos sí que entendieron el tipo de Rey que realmente era, algo que no comprendieron en su primera entrada cuando las multitudes le aclamaron sin darse cuenta de la obra que él realmente había venido a realizar.

"Ellas se fueron huyendo del sepulcro"

La visita de las mujeres al sepulcro no debió de durar mucho tiempo, pero sin duda fue muy intensa y difícilmente la olvidarían. Una vez que escucharon las indicaciones del ángel, ellas "se fueron huyendo del sepulcro, porque les había tomado temblor y espanto; ni decían nada a nadie porque tenían miedo".
Todos los relatos acerca de la resurrección tienen el sello de la naturalidad, lo que los hace completamente creíbles. A nadie le extraña, por ejemplo, esta reacción de las mujeres.
El evangelio de Mateo añade que se fueron con "temor y gran gozo" (Mt 28:8). Y aunque puede parecer contradictorio, lo podemos entender sin dificultades. Era lógico que sus emociones estuvieran mezcladas. El gozo por el anuncio de la resurrección de su amado Maestro se cruzaba con el temor reverente y la emoción por lo que el ángel les acababa de decir en el sepulcro.
Esto hizo que en el camino no dijesen nada a nadie, lo que no quiere decir que incumplieran el mandamiento que acababan de recibir. Más bien debemos entender que su entusiasmo era demasiado grande como para detenerse a hablar con nadie en el camino. Ellas iban rápidas, como si tuvieran alas en los pies, en busca de los apóstoles para entregarles el mensaje recibido.
De esta manera, las mujeres abandonaron el sepulcro en donde había sido colocado Jesús, y Marcos no vuelve a hacer referencia a él. De hecho, en muy pocos días aquel sepulcro quedó definitivamente abandonado por varios siglos. Tal vez podríamos pensar que rápidamente se habría convertido en un lugar de peregrinaje para muchos de los discípulos que Jesús había tenido a lo largo de su ministerio, pero lo cierto es que no fue así. Pasaron varios siglos sin que nadie se interesase por él, y la razón la debemos encontrar en la resurrección. ¿Para qué ir a un sepulcro donde Jesús ya no estaba, máxime cuando habían tenido la ocasión de verlo a él en persona? Pero cuando el cristianismo se convirtió para la mayoría de las personas en una mera religión de ceremonias, dogmas y liturgias frías y muertas, sin ningún contacto real y vital con Cristo resucitado, fue entonces cuando comenzaron a buscar sitios sagrados y reliquias a las que hicieron objetos de su veneración.

"Habiendo resucitado Jesús el primer día de la semana"

Jesús fue sepultado en la tarde del viernes y resucitó el domingo por la mañana. Hay personas que ven un problema en el hecho de que Jesús no permaneció en el sepulcro durante tres días completos. Sin embargo, debemos notar que lo que Jesús dijo es que él resucitaría al tercer día, no en el cuarto (Mr 9:31).
Ahora bien, el hecho de que resucitara en el día domingo, el primer día de la semana, tiene cierta importancia. Todos sabemos que los judíos celebraban el sábado con una religiosidad extrema, sin embargo, los primeros cristianos, que eran todos ellos judíos, hicieron del domingo su día más especial, algo que ha llegado hasta nuestro tiempo. ¿Cuál fue la causa de este cambio tan revolucionario? Pues esto se debió a que Jesús resucitó precisamente en domingo. Ahí empezó todo.

"Apareció primeramente a María Magdalena"

Hasta ahora hemos comentado mucho acerca del sepulcro vacío, y aunque es un presupuesto necesario para creer en la resurrección de Jesús, sin embargo no puede ser tenida como una prueba definitiva que sirva para demostrarla. Por esta razón, a partir de aquí el evangelista nos va a relatar diferentes ocasiones en las que Jesús se apareció vivo. Marcos selecciona tres de ellas: María Magdalena, dos discípulos que iban de camino al campo y los once discípulos que se encontraban reunidos. Leyendo los otros evangelios, el libro de los Hechos y la primera carta de Pablo a los corintios, veremos que esta lista es mucho más larga.
Estas apariciones tenían el propósito de convencer a sus discípulos de la realidad de su resurrección, y también proveía de un tiempo para instruirles y prepararles para su futuro ministerio.
María Magdalena fue la primera que vio a Jesús una vez que resucitó. En ese momento se encontraba sola, tal vez porque después de dar el aviso a los apóstoles ella se había separado del grupo de mujeres y había regresado nuevamente al sepulcro. Es cierto que es difícil establecer una cronología precisa de todo cuanto ocurrió en aquella mañana, y en gran medida esto se debe al hecho de que el sepulcro se encontraba cerca de Jerusalén, lo que hacía relativamente fácil ir y volver en muy poco tiempo (Jn 19:20) (Jn 19:41-42).
María Magdalena había estado junto a la cruz cuando Jesús murió, también acompañó a José de Arimatea y a Nicodemo cuando llevaron su cuerpo hasta el sepulcro, y en la mañana del primer día de la semana fue de las primeras en llegar para ungir el cuerpo de Jesús (Mr 15:40) (Mr 15:47) (Mr 16:1). Y ahora también fue la primera en ver al Señor resucitado, siendo premiado así su intenso amor y devoción por él.
Marcos añade que Jesús había echado de ella a siete demonios (Mr 16:9), lo que sirve para mostrarnos que por grande que haya sido nuestra caída, si nos arrepentimos y creemos en Cristo, somos restaurados para disfrutar plenamente de la comunión con él.
Después de su encuentro con Jesús fue rápidamente a hacérselo saber a los que habían estado con él. Seguramente ésta era la segunda vez que hacía ese recorrido, porque Juan nos dice que en una ocasión previa sólo había explicado a los discípulos que se habían llevado del sepulcro al Señor y que no sabía dónde lo habían puesto (Jn 20:1-2). Si en ese momento ya hubiera tenido lugar el encuentro con el Señor, por supuesto también lo habría incluido en su informe. Así que lo más probable es que fue en su segunda visita al sepulcro cuando Jesús se encontró con ella.

"Ellos, cuando oyeron que vivía, no lo creyeron"

Cuando las mujeres encontraron a los discípulos, ellos "estaban tristes y llorando". Y cuando les contaron que Jesús estaba vivo, "no lo creyeron". No es difícil imaginarse la escena. El más absoluto pesimismo inundaba los corazones y las mentes de los discípulos.
Ahora bien, ¿por qué no creyeron a las mujeres cuando les anunciaron que Jesús había resucitado? Algunos han pensado que tratándose de mujeres, su testimonio no les inspiró confianza. Sin embargo, ocurrió lo mismo cuando más adelante dos que iban de camino al campo estuvieron con Jesús y regresaron para dar la noticia a los discípulos (Mr 16:12-13). Por todo ello, cuando finalmente el Señor se apareció a los once, tuvo que reprocharles "su incredulidad y dureza de corazón porque no habían creído a los que le habían visto resucitado" (Mr 16:14).
En el fondo del asunto, el problema de los discípulos era que no habían aceptado todavía ninguno de los anuncios que habían escuchado de Jesús en cuanto a la necesidad de su muerte y resurrección. Y esto era debido a que no comprendían que era imposible reinar sobre los hombres pecadores si primero éstos no eran reconciliados con Dios, y para ello había que solucionar previamente el problema del pecado. Esta fue la razón por la que Jesús había muerto y resucitado:
(Ro 4:25) "El cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación."
Pero los discípulos, al igual que el resto de la nación judía, esperaban un Mesías que rompiera el dominio imperialista de los romanos por la fuerza. Bajo esa perspectiva, un Mesías que muriera crucificado quedaba definitivamente descalificado. Y después de eso, hablar de su resurrección, ya no tenía ningún sentido. Así que no nos extraña la oposición inicial de los discípulos a los anuncios que recibieron acerca de la resurrección de Jesús.
Pero precisamente esta predisposición tan negativa de los discípulos a creer se convierte en un fuerte argumento para nuestra fe. Si al primer rumor que ellos hubieran escuchado sobre la resurrección de Jesús se hubieran entregado plenamente a predicarlo al mundo, nosotros habríamos desconfiado. Pero aquí nos encontramos con personas nada propensas a sugestionarse con facilidad con visiones, o a creer cosas que no encajaran con sus planteamientos teológicos. Por lo tanto, si finalmente aceptaron como un hecho la resurrección de Jesús fue porque quedaron totalmente convencidos por las evidencias.

"Después apareció en otra forma a dos de ellos"

No podemos saber con seguridad si estos dos que iban al campo eran los mismos que aquellos dos a los que Jesús se apareció cuando iban de camino a Emaús, una aldea a unos diez kilómetros de Jerusalén y de los que nos habla Lucas (Lc 24:13-35). De cualquier manera, parece que en ambos casos la muerte de Jesús había terminado con sus esperanzas y una vez que había pasado el día de reposo intentaban volver a sus ocupaciones y rehacer así su vida lo antes posible, alejándose cuanto antes de Jerusalén para dejar enterrada allí su pesadilla.
Ahora bien, las breves indicaciones que Marcos nos da sobre esta aparición nos tienen que llevar a reflexionar sobre algunos temas importantes en relación con la resurrección.
1. "Apareció en otra forma"
¿Qué quiere decir esto? ¿Se refiere simplemente a que Jesús apareció en otras circunstancias diferentes a las que antes lo había hecho con María Magdalena? ¿O quiere decir que su aspecto era diferente al que había tenido antes de morir?
En el encuentro que Jesús tuvo con los dos que iban a Emaús y que Lucas describe, vemos que no le reconocieron durante el camino, pero la razón que nos da es porque "los ojos de ellos estaban velados, para que no le conociesen" (Lc 24:16). ¿Tenía esto algo que ver con que la apariencia de Jesús había cambiado después de su resurrección, o era simplemente que el dolor que sentían les impedía reconocerle? ¿Se trataba tal vez de que iba vestido de una forma distinta que además no les dejaba ver su rostro?
Seguramente había algo de todo esto, pero parece que el problema principal de los dos del camino a Emaús radicaba en el hecho de que después de que vieron a Jesús morir crucificado, habían llegado a la conclusión de que él no podía ser el Mesías, así que tampoco esperaron que resucitara y mucho menos que fuera a acompañarles en el camino. Por esta razón Lucas nos dice que el Señor dirigió la conversación para que se dieran cuenta a través de las Escrituras de que "era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria" (Lc 24:25-27). Sólo después de que lograron entender esto, fue cuando le reconocieron.
Pero en cualquier caso, aunque era evidente que el problema principal de estos dos era de carácter teológico, también podemos ver por otros pasajes que el cuerpo con el que Jesús había resucitado presentaba algunas características diferentes al que había tenido antes de morir y que esto pudo en algunos casos dificultar su identificación en un primer contacto.
En relación a esto tenemos que decir que los testigos que vieron a Jesús resucitado nos confirman en repetidas ocasiones que él era realmente un hombre al que podían identificar: caminaba junto a los discípulos que iban a Emaús (Lc 24:15), dejaba que Tomás tocara sus heridas (Jn 20:27), comía con sus discípulos un trozo de pez asado (Lc 24:42-43), y hasta les preparó el desayuno en una ocasión (Jn 21:8-12). De esta manera Jesús mismo quería hacerles entender que él no era un espíritu o un fantasma (Lc 24:39-40).
Sin embargo, considerando estos relatos, también es cierto que su cuerpo tenía características nuevas. Por ejemplo, era capaz de presentarse de repente a donde los discípulos estaban reunidos con todas las puertas bien cerradas (Jn 20:19), y de igual manera desaparecer al terminar de hablar con los dos de Emaús (Lc 24:31). Parece que no estaba sujeto a las leyes del espacio y del tiempo.
Era el mismo hombre, pero había entrado en un género de existencia distinto. Incluso las heridas que le habían causado la muerte seguían estando presentes, pero ya no tenían ningún efecto sobre él. Este nuevo cuerpo no estaba sujeto a las leyes de la biología y tampoco tendría que volver a morir.
2. "Fueron y lo hicieron saber a los otros"
Tampoco estos dos discípulos guardaron las buenas noticias para sí mismos, sino que una vez que estuvieron seguros de que habían visto a Jesús regresaron para informar de ello al resto de los discípulos. Podemos imaginarnos que su viaje de regreso no fue con el corazón apesadumbrado como había sido el de ida, sino que ahora sus pasos eran ligeros y su corazón se desbordaba de alegría.
Sin embargo, el resultado fue el mismo que cuando María Magdalena había dado noticias parecidas: "ni aun a ellos creyeron". Este es un detalle más que nos hace dudar de que estos dos discípulos fueran los mismos que Jesús encontró en el camino de Emaús. Recordemos que Lucas nos dice que cuando los dos de Emaús regresaron a dar la noticia a los discípulos, ellos ya se estaban regocijando de la resurrección de Jesús.
(Lc 24:33-35) "Y levantándose en la misma hora, volvieron a Jerusalén, y hallaron a los once reunidos, y a los que estaban con ellos, que decían: Ha resucitado el Señor verdaderamente, y ha aparecido a Simón. Entonces ellos contaban las cosas que les habían acontecido en el camino, y cómo le habían reconocido al partir el pan."
3. "Y ni aun a ellos creyeron"
Ya hemos comentado la resistencia de los discípulos a rendirse totalmente a la evidencia, y hemos considerado algunas de las posibles causas: la dureza de sus corazones para creer en lo que el Señor les había anunciado en repetidas ocasiones y también sus ideas equivocadas en cuanto a cómo sería el Mesías cuando viniera. Pero hay otro aspecto más que debemos considerar.
La resurrección de Jesús fue completamente diferente a las otras resurrecciones que ellos habían visto. Por ejemplo, cuando resucitó a Lázaro, éste volvió a la vida en la misma forma y condición en la que se había ido cuatro días antes, y finalmente tendría que volver a morir. Pero la resurrección de Jesús marcó un antes y un después. Como ya hemos dicho, su cuerpo manifestaba cierta continuidad con el que había tenido antes de morir, de tal manera que sus discípulos podían identificarle, pero al mismo tiempo había también otros rasgos que lo hacían totalmente diferente. Con ese nuevo cuerpo fue capaz de ascender al cielo en gloria sin necesidad de tener que volver a pasar por la muerte, y de esa misma manera volverá un día no muy lejano (Hch 1:9-11). La resurrección de Jesús superaba el horizonte de la propia experiencia de los discípulos, y no resultó fácil para ellos aceptar algo que era del todo inusual.
Además, muchos de los judíos que creían en la resurrección de los muertos la asociaban con el final de los tiempos y el comienzo de un mundo nuevo. Marta lo expresó de esta manera cuando Jesús le anunció que su hermano Lázaro iba a resucitar: "Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día postrero" (Jn 11:23-24). Los discípulos participaban de estos planteamientos teológicos, así que la resurrección de Jesús fue algo totalmente inesperado para ellos por el momento en el que tuvo lugar. ¿Cómo era posible que Jesús hubiera resucitado a una condición definitiva y diferente en pleno mundo viejo en el que nada había cambiado? Para ellos este nuevo tipo de vida debía estar unida necesariamente a un mundo nuevo, pero nada de esto parecía estar ocurriendo.
Aquí tenemos otro detalle más que debe fortalecer nuestra fe en la resurrección de Jesús. Si ésta hubiera sido una invención de los discípulos, se habría ajustado a las ideas y conceptos en que los discípulos se habían formado, en lugar de explicar los hechos de una manera en la que hasta ellos mismos tenían dificultades para entender y aceptar.
Así que, si llegaron a creer en la resurrección de Jesús con una certidumbre absoluta, tal como se desprende de sus predicaciones y escritos, fue porque se trató de un hecho histórico real que ellos pudieron comprobar y así vencer toda resistencia inicial.

Otras consideraciones

Inmediatamente después de que Jesús ascendió al cielo, los apóstoles comenzaron a predicar la resurrección de Jesús a muy poca distancia del lugar donde había sido sepultado, y a pesar de la dura oposición de los líderes judíos, miles de personas llegaron a creer, entre ellos un buen número de sacerdotes (Hch 2:41) (Hch 4:4) (Hch 6:7). Por supuesto, si todo esto hubiera sido un montaje de los apóstoles, habría sido imposible que allí mismo en Jerusalén, donde habían ocurrido todos los hechos, hubiera tantísimas personas que aceptaron como verdadero el hecho de la resurrección de Jesús.
Y en cuanto a los mismos apóstoles, ¿qué hizo que aquel pequeño grupo de atemorizados discípulos se convirtieran en irresistibles misioneros que pusieron el mundo del revés sin que hubiera fuerza que pudiera detenerlos? La predicación apostólica de la resurrección, con el entusiasmo y el poder con que la llevaban a cabo, es imposible entenderla a no ser que realmente tuvieran un contacto auténtico con Cristo resucitado.
Es cierto que las primeras apariciones de Jesús después de resucitar fueron muy discretas. Tal vez nosotros habríamos pensado en preparar un espectáculo a lo grande, pero el Señor no lo hizo. Sin embargo, ocurrió algo totalmente revolucionario en todas las personas que vieron a Jesús resucitado y es que sus vidas ya nunca más volvieron a ser iguales.
¿Y qué diremos de los millones de personas que a lo largo de todos estos siglos han visto cómo sus vidas han sido transformadas desde el momento en que creyeron en la resurrección de Jesús? Una inmensa multitud de hombres y mujeres, pobres y ricos, sabios e ignorantes, civilizados y salvajes, dan testimonio de la realidad de su experiencia.
Es seguro que si nos dijeran que una persona de nuestro tiempo ha resucitado, nosotros también reaccionaríamos con la misma incredulidad con la que lo hicieron los apóstoles cuando recibieron la noticia de la resurrección del Señor. Sin embargo, Jesús no era un hombre como nosotros. Él fue único en todo lo que hizo, en todo lo que dijo y en todo lo que fue. No vino a este mundo como los demás hombres, y por lo tanto, tampoco nos debe extrañar que no terminara sus días en un frío sepulcro como el resto, sino que resucitara y ascendiera al cielo en gloria. De cualquier otro hombre nos parecería imposible, pero no en el caso de Jesús. Él fue extraordinario en todo, no sólo en su resurrección.

La importancia de la resurrección

La resurrección de Jesús puso de manifiesto de forma concluyente que él era el Hijo de Dios.
(Ro 1:4) "Fue declarado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de entre los muertos."
Y fue también la respuesta del Padre al veredicto humano sobre su Hijo a quien acusaron de embustero y blasfemo.
(Sal 2:1-8) "¿Por qué se amotinan las gentes, y los pueblos piensan cosas vanas? Se levantarán los reyes de la tierra, y príncipes consultarán unidos contra Jehová y contra su ungido, diciendo: rompamos sus ligaduras, y echemos de nosotros sus cuerdas. El que mora en los cielos se reirá; el Señor se burlará de ellos. Luego hablará a ellos en su furor, y los turbará con su ira. Pero yo he puesto mi rey sobre Sion, mi santo monte. Yo publicaré el decreto; Jehová me ha dicho: Mi hijo eres tú; yo te engendré hoy. Pídeme, y te daré por herencia las naciones, y como posesión tuya los confines de la tierra."
La resurrección es la prueba de que Dios ha aceptado el sacrificio de Jesús y de que el poder de Satanás, la muerte y el pecado han sido definitivamente vencidos para todos aquellos que confían en él (Ro 4:25).
La resurrección de Jesús inauguró una nueva era para el hombre. Como ya hemos dicho, él no regresó a la vida en las mismas condiciones en las que murió. Por lo tanto, nuestra identificación con él nos introduce en una dimensión de vida humana completamente nueva, en la que libres de la muerte tenemos un futuro realmente esperanzador.
(1 Co 15:20) "Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho."
(Col 1:18) "Y él es la cabeza del cuerpo que la iglesia, el que es el principio, el primogénito de entre los muertos para que en todo tenga la preeminencia."
(1 P 1:3) "Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos."
La resurrección de Jesús transforma también a los creyentes en su vida presente aquí.
La resurrección de Jesús puso en evidencia que él es radicalmente diferente a todos los demás líderes religiosos que la historia de la humanidad ha conocido. Otros tal vez nos pueden indicar cómo vivir en este mundo para que las cosas nos vayan bien y podamos encontrar cierta paz, pero no nos pueden decir con seguridad nada en cuanto al más allá. En cambio Cristo volvió de la muerte y nos ha hablado con seguridad acerca de la vida eterna. A él debemos escucharle.

Preguntas

1. En esta lección hemos considerado cuatro grupos de evidencias a favor de la resurrección de Jesús. ¿Cuáles son? Explíquelos razonando ampliamente cada uno de ellos con sus propias palabras.
2. Razone sobre las causas por las que los discípulos fueron reacios a creer en la resurrección de Jesús al principio.
3. ¿Qué tres hechos importantes en la vida de Jesús fueron anunciados por ángeles? Justifique su respuesta con las citas bíblicas adecuadas.
4. ¿Cuál cree que sería el estado de ánimo de los discípulos antes de la resurrección de Jesús? ¿Qué pensarían cuando las mujeres les anunciaran que estaba vivo y que quería verlos? ¿Qué pudieron aprender de esto?
5. Razone sobre la importancia de la resurrección.

Comentarios

Argentina
  Cintia Mougel  (Argentina)  (07/12/2023)
Hola buenos días escribo desde Argentina, provincia de Buenos Aires. muchas gracias por subir estas enseñanzas bíblicas han sido de gran bendición para mi vida, siempre los leo.
Ecuador
  Milton Murillo Jimenez  (Ecuador)  (03/06/2023)
Buena enseñanza, que nos permite tener una mejor comprensión del texto que estudiamos, oramos para que el ministerio de Escuela Bíblica continúe el trabajo maravilloso del Espíritu
Venezuela
  Wolfgang Coronado Vargas  (Venezuela)  (03/02/2023)
Estoy interesado en los estudios bíblicos en especial la resurrección de Jesucristo.
México
  Gregorio Diaz  (México)  (25/06/2021)
Buenas tardes, leí el estudio de la Resurrección de nuestro Señor Jesucristo, El no murió el viernes, dice su palabra que fueron tres días y sugun la palabra un día empieza y termina (inicio al ponerse el sol y termina al ponerse el sol) es mi comentario y espero sea de edificación, Dios les bendiga.
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