Estudio bíblico de Marcos 1:1-15

Marcos 1:1-15

Hay probablemente más contenido en el primer capítulo del Evangelio de Marcos que en ningún otro capítulo de la Biblia (en este sentido, se puede comparar con Génesis 1). Abarca el ministerio de Juan el Bautista, después de retroceder en el tiempo a las profecías de Isaías y Malaquías. Incluye el primer año del ministerio de Jesús y sigue sus actividades durante un ocupado día del reposo. Concluye con su obra milagrosa de curación de un leproso. Y a pesar de las presiones de una vida muy activa, Jesús dedicó tiempo a la oración.

Este capítulo de abarrotado contenido se convierte en un escrito sorprendente al no ofrecer una genealogía, que es tan prominente en el Evangelio de Mateo. Y en el programa anterior, al ver la introducción, ya hemos aclarado el por qué. Un rey debe tener una genealogía. En cambio un siervo, solo necesita referencias y no un "certificado de nacimiento". La cuestión no es quiénes son sus antepasados, sino más bien cuáles son sus acciones y si es capaz de llevar a cabo su misión y actividades. El Siervo del Señor se destaca aquí por Sus logros. Además de esto, a los romanos y a otros forasteros no les interesaba la genealogía de Jesús, que se remonta a Abraham.

A medida que vamos comenzando el estudio del texto de este Evangelio, pidámosle a Dios que nos lleve a iniciar una relación vital con Jesús. Porque dirigiremos nuestra mirada hacia el Señor Jesucristo. Un comentarista Bíblico afirmó que "una mirada te salva, pero la contemplación te santifica".

Comencemos nuestra lectura con los versículos 1 al 3:

"Principio del evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios. Como está escrito en el profeta Isaías: He aquí, yo envío mi mensajero delante de tu faz, el cual preparara tu camino. Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, haced derechas sus sendas."

Este no es, pues, el comienzo de Juan o de Jesús. Es el principio del Evangelio cuando el Señor Jesús vino a esta tierra, murió sobre una cruz y resucitó. En esto consiste el Evangelio.

En las Sagradas Escrituras se registraron 3 comienzos. Enumerémoslos en su orden cronológico:

1. "En el principio existía el Verbo . . .", dice Juan 1:1. Esta declaración se remontaba a un pasado inmemorial y a un comienzo sin fecha, anterior al tiempo. Aquí la mente humana solo puede andar a tientas. Es lógica, antes que cronológica porque, para entenderme a mí mismo, tengo que poner mi punto de partida en algún momento del pasado para así ponerme en movimiento y continuar. Si veo un avión volando, asumo que en algún lugar se encuentra un aeropuerto. Aunque no sé donde éste se encuentre, sé que el avión debió despegar de alguna parte. Así, cuando contemplo el universo, sé que comenzó en algún lugar y que allí se encontraba Dios. No se nada sobre ese principio. Pero Dios vino desde la eternidad para encontrarse con nosotros. Yo solo tengo que fijar el punto de partida en el lugar y momento en que El se reunió con nosotros, en un pasado tan remoto como pueda imaginar, y darme cuenta de que El se encontraba allí antes de ese momento.

2. "En el principio creo Dios los cielos y la tierra" (dice Génesis 1:1) En este pasaje Bíblico salimos de la eternidad y nos introducimos en el tiempo. Sin embargo, aunque muchos han intentado poner fecha de origen a este universo, hasta ahora nadie la ha podido averiguar. Las conjeturas abarcan un período que se extiende entre las cifras aproximadas de 6.000 billones y 3.000 billones de años. Sabemos muy poco al respecto, pero cuando lleguemos a la presencia de Dios y comencemos a conocer del mismo modo en que El nos conoce a nosotros, entonces nos daremos cuenta que hemos estado viendo la realidad de manera borrosa, con poca claridad, como a través de un espejo imperfecto. En ese día futuro nos sorprenderemos de nuestra pasada ignorancia. Porque nuestro Dios es inmensamente grande y dispuso de suficiente tiempo para crear.

3. "Principio del Evangelio" (dice Marcos 1:1). Esta frase es la misma que encontramos en la primera carta de Juan 1:1, "Lo que existía desde el principio . . ." Aquí sí que tenemos una fecha. Se remontaba a Jesucristo, en el preciso momento en que asumió una naturaleza humana, física. Jesucristo es el Evangelio.

Entonces este Evangelio de Marcos, que tiene pocas citas del Antiguo Testamento, incluye dos de ellas; dos profecías. Los romanos sabían muy poco sobre profecías pero el escritor siguió esa norma para mostrarles que Aquel personaje del cual él habla, no necesitaba una genealogía, aun que sí requería algunas referencias. Y así fue que Marcos demostró que las referencias sobre Jesús se remontaban a los profetas Isaías y Malaquías. Tanto Juan como Marcos declararon que la llegada de Juan el Bautista cumplía las profecías pronunciadas sobre éste último, que sería el precursor de Cristo.

Continuemos leyendo el versículo 4:

"Juan el Bautista apareció en el desierto predicando el bautismo de arrepentimiento para el perdón de pecados."

Aquí es importante aclarar que el ministerio de Juan el Bautista tenía un carácter preparatorio, en el sentido de preparar a las personas para la venida de Jesucristo al mundo. Porque Jesucristo sería el que perdonaría los pecados. El relato continúa con los versículos 5 y 6:

"Y acudía a él toda la región de Judea, y toda la gente de Jerusalén, y confesando sus pecados, eran bautizados por él en el río Jordán. Juan estaba vestido de pelo de camello, tenía un cinto de cuero a la cintura, y comía langostas y miel silvestre."

Juan el Bautista era un hombre extraordinario, no solo por su mensaje sino también por su forma de vestir y por los alimentos que comía. Había sido apartado o separado para este ministerio. Pertenecía a la orden de los sacerdotes, la tribu de Leví, y se esperaba que sirviese en el templo de Jerusalén. Pero Dios le había llamado a ser un profeta y por ese motivo se encontraba predicando en el desierto. Y mucha gente se había dirigido a aquel lugar para escucharle.

En la actualidad, las iglesias u organizaciones están situadas donde la gente vive, en lugares céntricos o bien comunicados para facilitar el acceso rápido y cómodo de las personas. Juan el Bautista no siguió esa estrategia, sino que se alejó hacia la soledad del desierto y fueron las multitudes las que tuvieron que dirigirse hacia allí para poder escucharle. Escuchemos lo que dice el versículo 7:

"Y predicaba, diciendo: Tras mí viene uno que es más poderoso que yo, a quien no soy digno de desatar, inclinándome, la correa de sus sandalias."

Estas palabras nos revelan algo de su notable personalidad. Inspiraba a las multitudes que le rodeaban. Era un hombre extraño y con un carácter fuerte pero, la mejor forma de calificarlo fue aquella en que le describió el profeta Isaías, presentándole como una voz. Era tan solo una voz. Observemos su humildad. Juan el Bautista era una persona verdaderamente humilde. Y continúa diciendo, en el versículo 8:

"Yo os bauticé con agua, pero El os bautizará con el Espíritu Santo."

En estas palabras vemos la gran diferencia entre Juan y Jesús. El bautismo real, verdadero es el Bautismo con el Espíritu Santo. La ceremonia o rito del bautismo se realiza con agua. Y el Bautismo con agua es en la actualidad muy importante porque constituye un testimonio exterior de una realidad interior que ya ha tenido lugar dentro de una persona. En el Evangelio de Mateo reflexionamos sobre la actitud de Jesús al bautizarse y dijimos que el motivo que tuvo para bautizarse fue el de identificarse con la humanidad.

Ahora llegamos a un momento destacado en la vida de los protagonistas de aquel encuentro. Leamos el versículo 9:

"Y sucedió en aquellos días que Jesús vino de Nazaret de Galilea, y fue bautizado por Juan en el Jordán."

Observemos la frase de Juan. "Jesús vino". Resulta emocionante pensar que Jesús volverá algún día nuevamente. ¡Y esa noticia sí que será un gran titular para una buena noticia! Pero en este pasaje que hemos leído, el Señor Jesús surgió de la oscuridad de 30 años de silenciosa preparación en el pequeño pueblo de Nazaret. Al fin apareció públicamente, y en Su bautismo, se identificó El mismo con la familia humana. Recordemos que en el relato paralelo de este mismo hecho, en Mateo 3:15, cuando Juan trató de impedírselo, al pensar que él no debía bautizar a Jesús, porque Juan el Bautista consideraba que él mismo, necesitaba ser bautizado por Jesús. En aquella ocasión Jesús le había respondido a Juan: "Permítelo ahora".

Hay aquí otro detalle digno de observación. Veamos que se usa su nombre "Jesús" al describir el hecho de que Jesús vino. Encontraremos que en este Evangelio se utiliza su nombre común, Jesús, que en Marcos se usa con mayor frecuencia que cualquiera de sus nombres.

Pero observemos la escena que se produjo, leyendo los versículos 10 y 11:

"E inmediatamente, al salir del agua, vio que los cielos se abrían, y que el Espíritu como paloma descendía sobre El; y vino una voz de los cielos, que decía: Tú eres mi Hijo amado, en ti me he complacido."

Aquí tenemos a la Trinidad reunida de una manera muy definida. Vemos al Señor Jesús, la segunda persona de la Trinidad; también apareció el Espíritu de Dios, tercera persona de la Trinidad, descendiendo sobre El como una paloma y, finalmente, escuchamos la voz del Padre, primera persona de la Trinidad, que resonó desde los cielos diciendo: "Tú eres mi Hijo amado" De una manera clara, el escritor concentra nuestra atención sobre la Trinidad. Y esa presencia de la divinidad es, por cierto, el sello de aprobación del cielo sobre la persona de Jesús y su dedicación a la misión que le trajo a este mundo.

También podemos observar que los acontecimientos se sucedieron muy rápidamente. Jesús era el Siervo. Juan el Bautista fue el que le presentó y después, Dios el Padre le identificó y expresó su aprobación acerca de El. Y a continuación, la tentación le inició en su ministerio público. Leamos el versículo 12:

"Enseguida el Espíritu le impulsó a ir al desierto.

"Impulsar" aquí es una palabra que denota intensidad y seriedad. El Espíritu de Dios le condujo directamente al desierto para que fuese tentado. Es muy importante que comprendamos lo siguiente. Porque nos enfrentamos nuevamente con la siguiente pregunta. ¿Podía El llevar a cabo Su tarea? Otros hombres habían fracasado y no habían podido resistir la tentación. En el Génesis vimos que Adán, el primer hombre, falló. Después, Noé pudo pasar por la experiencia del Diluvio pero, luego, literalmente hablando, se calló de bruces, al protagonizar un deplorable incidente con sus hijos. Más tarde, vimos que Abraham experimentó varios fracasos en su vida. Y Moisés también fracasó, porque después de haber liberado a los israelitas de la esclavitud en Egipto y de conducirles a través del desierto, tuvo un fracaso en un grave incidente público y no se le permitió entrar en la tierra prometida. Y el rey David también fracasó. En contraste con todos aquellos importantes personajes del pasado, Jesús no fracasaría y veremos que la tentación daría comienzo a las actividades de Jesús. Leamos el inicio del relato de esa tentación, en el versículo 13:

"Y estuvo en el desierto cuarenta días, siendo tentado por Satanás; y estaba entre las fieras, y los ángeles le servían."

En esta descripción no tenemos los detalles que nos ofrecieron los evangelistas Mateo y Lucas. Jesús permaneció en el desierto durante 40 días y fue tentado por Satanás. Sufrió la tentación durante todos aquellos 40 días. Algunos parecen tener la impresión de que ayunó por 40 días y entonces, fue tentado por Satanás. No fue así, sino que estuvo siendo tentado todo el tiempo.

Otros tienen la idea de que allí El fue tentado por Satanás y que las fieras salvajes, más o menos, contribuyeron a la tentación. Lo que Marcos nos está diciendo es que El estaba allí en compañía de las fieras y los ángeles, y tanto unas como otros le servían. Las bestias son una parte de la creación que ha sido colocada bajo el dominio del ser humano. Por tal motivo Dios creó a esas criaturas. Recordemos que cuando estudiamos el Génesis afirmamos que todo en aquel libro constituía una preparación para hacer un hogar para el ser humano. Por lo que sabemos en la actualidad, la tierra es el único lugar habitable para los seres creados y donde existe una raza humana. En este pasaje se explica que las fieras, que estaban bajo el control del Hombre Jesucristo, le servían, y que los ángeles del cielo también estaban a Su servicio. Esto es lo que Marcos quiere decirnos aquí.

Leamos ahora los versículos 14 y 15:

"Después que Juan había sido encarcelado, Jesús vino a Galilea proclamando el evangelio de Dios, y diciendo: El tiempo se ha cumplido y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos y creed en el evangelio."

Después de la tentación, encontramos a Jesús comenzando su ministerio y actividades públicas. Observemos una vez más el destacado titular del escritor Marcos: "Jesús vino". Después de que Juan el Bautista fuese encarcelado, Jesús llegó a Galilea. Comenzó allí a desempeñar su ministerio, predicando el evangelio de Dios, como dice el texto Bíblico, diciendo que había llegado el tiempo y que el reino de Dios estaba cerca. El Evangelio de Dios consistía en anunciar que el reino de Dios se encontraba cerca. En el evangelio de Mateo se mencionaba al "Reino de los cielos". Y surge la pregunta: ¿hay alguna diferencia entre el "Reino de Dios " y el "Reino de los Cielos"? Sí, la hay. Y también hay una superposición. El Reino de los Cielos es el gobierno de Dios sobre la tierra; el Reino de Dios incluye a la totalidad de Su universo, incluso más allá de los límites de esta tierra. Así que el Reino de los Cielos está en el Reino de Dios. Mateo estaba aplicando el gobierno de Dios específicamente a esta tierra. En cambio Marcos estaba extendiéndose más allá, incluyendo una zona más amplia, porque el Reino de Dios abarca a todo el universo, con todas sus criaturas. Por lo que a la tierra se refiere, decir "el reino de los cielos se ha acercado", o decir "el reino de Dios se ha acercado" sería pronunciar dos frases sinónimas, es decir, que equivaldría a lo mismo. Pero el reino de Dios incluiría, además, regiones situadas más allá de la tierra. Mientras que, como acabo de decir, el reino de los cielos significa el gobierno de los cielos sobre la tierra.

El mensaje de Jesús era el mismo que el de Juan el Bautista en el Evangelio de Mateo: "Arrepentíos y creed al Evangelio". Yo creo que en nuestro tiempo, el mensaje realmente ha experimentado un giro, es decir, que nosotros lo expresamos colocamos a la fe, antes del arrepentimiento. Aunque en realidad ambos, la fe y el arrepentimiento, van unidos en el tiempo. Cuando cambias de dirección y te diriges hacia Jesucristo por la fe, estás realmente yendo en dirección a El y apartándote de algo más. Y esa acción de alejarse de algo, es el arrepentimiento. Si no ha habido un cambio de dirección, un apartarse de algo, entonces, aparentemente, no ha tenido realmente lugar un cambio de rumbo real de dirigirse hacia Cristo. Y es cierto que si se ha realizado un verdadero giro en dirección a Cristo, habrá una manifestación visible de un cambio en la vida, mostrando que el creyente está apartándose de algo. Así que en absoluto existe una contradicción de términos. Lo importante es que las personas crean en el Evangelio.

Ya hemos hablado algo sobre la rapidez en el desarrollo de los acontecimientos, que caracteriza a la narración en este Evangelio. Recordemos que este Evangelio fue escrito para un pueblo como los romanos, caracterizados por ser hombres de acción. Y movidos por ese impulso, ellos fueron los poderosos que llegaron a dominar al mundo por un prolongado período de tiempo. Al principio, en la introducción, dijimos que el Evangelio de Mateo había sido escrito para las personas religiosas. El Evangelio de Marcos, para los que mostraban su preferencia por la fuerza del ser humano. En Evangelio de Lucas fue escrito pensando en las personas inclinadas al pensamiento y a la reflexión. Y el Evangelio de Juan, fue dirigido a las personas como seres humanos viviendo en la miseria espiritual, como seres que necesitan la salvación.

El último versículo que hemos leído, el 15, contenía la primera invitación de Jesús registrada en este Evangelio, en la que se proclamaba un mensaje de buenas noticias. En aquel tiempo, igual que hoy, la invitación divina es a creer, que es entregarse de todo corazón, confiadamente, a un objeto de fe. Así que, creer en el Evangelio, significa creer en Jesús mismo como el Hijo de Dios, como el Salvador, porque El y Su obra en la cruz constituyen la esencia, el contenido mismo del Evangelio. Solo por este medio se puede entrar en el reino de Dios; es decir, que se recibe como un regalo de la gracia de Dios.

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