Estudio bíblico de Hechos 10:30-12:3

Hechos 10:30-12:3

Continuamos nuestro estudio en el capítulo 10 de los Hechos de los Apóstoles. Dejamos en nuestro programa anterior a Pedro ya en la casa de Cornelio y diciéndole que a pesar de ser abominable para un judío acercarse a un extranjero, había venido porque Dios le había mostrado que a ningún hombre debía considerar impuro. De modo que cuando fue llamado, vino sin replicar. Y luego le preguntó para qué le había hecho venir Y nos preguntamos nosotros, ¿por qué haría Pedro esa pregunta? ¿Por qué no comenzó enseguida a hablarles acerca de Jesucristo? Y dijimos que era porque el Espíritu de Dios controló la situación para que comenzara a hablar a aquella gente con el mayor tacto posible.

Dijimos luego que esto debía servirnos de lección. A veces, se nos hace difícil aproximarnos a las personas para testificar del Señor Jesucristo y cuando lo hacemos, no lo hacemos con tacto. A veces hablamos de manera tan tajante, que podemos llegar a ofender precisamente a los que estamos tratando de ganar para el Señor. Es necesario que seamos guiados por el Espíritu de Dios y debemos ser sensibles a Su dirección. Simón Pedro no empezó enseguida a sermonear ni a predicar. Primero se enteró de lo que ocurría. Entonces Cornelio dijo aquí en los versículos 30 al 33 de este capítulo 10 de Hechos:

"Entonces Cornelio dijo: Hace cuatro días que a esta hora yo estaba en ayunas; y a la hora novena, mientras oraba en mi casa, vi que se puso delante de mí un varón con vestido resplandeciente, y me dijo: Cornelio, tu oración ha sido oída, y tus limosnas han sido recordadas delante de Dios. Envía, pues, a Jope y haz venir a Simón, el que tiene por sobrenombre Pedro, el cual se hospeda en casa de Simón, un curtidor, junto al mar; cuando llegue, él te hablará. Así que luego envié por ti, y tú has hecho bien en venir. Ahora, pues, todos nosotros estamos aquí en la presencia de Dios, para oír todo lo que Dios te ha mandado."

Cornelio le explicó que realmente no sabía por qué le había llamado, excepto que Dios así lo había indicado. Se dio cuenta que Pedro debía tener algún mensaje para él. Pero, claro que él no sabía cuál sería ese mensaje. Entonces Pedro le dijo aquí en los versículos 34 al 37:

"Entonces Pedro, abriendo la boca, dijo: En verdad comprendo que Dios no hace acepción de personas, sino que en toda nación se agrada del que lo teme y hace justicia. Dios envió mensaje a los hijos de Israel, anunciando el evangelio de la paz por medio de Jesucristo; éste es Señor de todos. Vosotros sabéis lo que se divulgó por toda Judea, comenzando desde Galilea, después del bautismo que predicó Juan"

Al parecer, Cornelio y los que estaban reunidos con él habían oído ciertas cosas básicas en cuanto a Jesús de Nazaret, y también acerca del ministerio de Juan el Bautista. Continuemos con los versículos 38 al 40:

"cómo Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y cómo éste anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él. Nosotros somos testigos de todas las cosas que Jesús, a quien mataron colgándolo en un madero, hizo en la tierra de Judea y en Jerusalén. A éste levantó Dios al tercer día e hizo que apareciera"

Pedro presentó los hechos en cuanto a Jesucristo, asumiendo que había algunos incidentes acerca de los cuales ellos ya sabían algo. Afirmó con toda claridad que Jesús había sido crucificado y colgado en un madero, y que había resucitado al tercer día. Éste era el mensaje. Éste era el evangelio.

Ya hemos destacado que no hubo ni un solo sermón que predicado en el libro de los Hechos, que no hiciera mención de la resurrección de Jesucristo. Es que esta verdad constituye el corazón, el tema esencial del evangelio. Mientras que la resurrección no fuera anunciada, el evangelio no sería predicado. Jesucristo murió, fue sepultado y resucitó de los muertos. Estos son hechos históricos. Ahora, la relación que usted tenga hoy con el Cristo resucitado determina su destino eterno, debido a que Él murió por nuestros pecados conforme a las Escrituras y resucitó para declararnos justos, como dijo el apóstol Pablo en su carta a los Romanos, capítulo 4, versículo 25. Leamos nuevamente la última parte del versículo 40 y continuemos con los versículos 41 al 43 de este capítulo 10 de los Hechos.

"A éste levantó Dios al tercer día e hizo que apareciera, no a todo el pueblo, sino a los testigos que Dios había ordenado de antemano, a nosotros que comimos y bebimos con él después que resucitó de los muertos. Y nos mandó que predicáramos al pueblo y testificáramos que él es el que Dios ha puesto por Juez de vivos y muertos. De éste dan testimonio todos los profetas, que todos los que en él crean recibirán perdón de pecados por su nombre."

Recordemos que ya hemos señalado antes, que Pedro tenía sus debilidades y sus fallos. Suponemos que en realidad nos regocijamos del hecho de que Pedro fuera tan humano, porque todos somos así y de esta manera podemos identificarnos con él. Pero lo importante fue que Pedro, predicó el evangelio. Y éste era el evangelio: Jesucristo murió; fue sepultado y ha resucitado, y todos los que en Él crean, recibirán el perdón de pecados. Si no compartimos este mensaje con otros, no les estamos comunicando el evangelio. Ahora, los versículos 44 al 48 dicen:

"Mientras aún hablaba Pedro estas palabras, el Espíritu Santo cayó sobre todos los que oían el discurso. Y los creyentes procedentes del judaísmo que habían venido con Pedro se quedaron atónitos de que también sobre los gentiles se derramara el don del Espíritu Santo, porque los oían que hablaban en lenguas y que glorificaban a Dios. Entonces respondió Pedro: ¿Puede acaso alguno impedir el agua, para que no sean bautizados estos que han recibido el Espíritu Santo lo mismo que nosotros? Y mandó bautizarlos en el nombre del Señor Jesús. Entonces le rogaron que se quedara por algunos días."

A este incidente se le ha llamado, el "Pentecostés de los que no eran judíos". Pedro se quedó atónito, sorprendido de que los no judíos también recibieran el Espíritu Santo. Este derramamiento del Espíritu Santo fue hecho audible por su hablar en lenguas. El hablar en lenguas constituyó otra evidencia más para Simón Pedro y para los que estaban con él, de que Dios salvaría también a los no judíos y que les daría Su Espíritu Santo. Pedro relató más tarde este incidente como evidencia de que estos no judíos habían creído en el Señor Jesucristo y que Dios les había dado también a ellos arrepentimiento para vida eterna, como veremos en el capítulo 11. En el capítulo 15, versículos 7 al 11 de este libro de los Hechos, Pedro nuevamente se referiría a este incidente diciendo que comprobó que el Espíritu Santo había sido dado a los no judíos y que ellos eran salvos por medio de la gracia del Señor Jesucristo, de la misma manera en que eran salvados los judíos. Es difícil para nosotros darnos cuenta de la gran barrera que existía en aquel entonces, entre los judíos y la gente de otras naciones. Los judíos de aquellos tiempos simplemente no podían creer que los no judíos iban a ser salvos, aun a pesar del hecho de que el Señor les había dicho que esto sucedería.

Permítanos estimado oyente, dirigir su atención nuevamente al hecho de que el libro de los Hechos de los Apóstoles nos presenta tres conversiones representativas de toda la humanidad, ya que estas tres personas eran descendientes respectivamente de los tres hijos de Noé. El eunuco etíope era descendiente de Cam. Saulo de Tarso era descendiente de Sem. Y Cornelio era descendiente de Jafet. En cada caso el Espíritu Santo presentó a Cristo, utilizó a un mensajero de Dios como Su instrumento y usó la Palabra de Dios, porque la fe viene al oír la Palabra de Dios.

En el caso del eunuco etíope el Espíritu Santo guió a Felipe, y la Palabra usada fue Isaías, capítulo 53. En el siguiente caso, Espíritu Santo guió a Saulo por el camino a Damasco, y Jesús trató con él directamente. Saulo había sido muy bien enseñado en el Antiguo Testamento y creemos que el testimonio de Esteban fue el instrumento humano que Dios usó en su vida. También ahora, en este último caso, vemos que el Espíritu Santo guió en cada detalle de la conversión de Cornelio. Preparó tanto a Cornelio como a Pedro. Y Pedro fue el instrumento humano que predicó a Cristo resucitado ante Cornelio y su familia.

Y aquí concluye el capítulo 10 de los Hechos de los Apóstoles. Llegamos ahora a

Hechos 11

En este capítulo Pedro defendió su ministerio y el evangelio avanzó hasta Antioquía. Pedro relató nuevamente los hechos relacionados con la conversión de los no judíos en la casa de Cornelio. Las noticias de que los no judíos habían recibido la Palabra de Dios, no parecieron causar mucha alegría en la iglesia en Jerusalén. Y pidieron a Pedro una explicación de sobre su conducta, y por lo tanto él tuvo que defender su ministerio. Leamos pues los primeros tres versículos de este capítulo 11 de los Hechos, que inician el párrafo en que

Pedro defendió su ministerio

"Oyeron los apóstoles y los hermanos que estaban en Judea que también los gentiles habían recibido la palabra de Dios. Por eso, cuando Pedro subió a Jerusalén, discutían con él los que eran de la circuncisión, diciendo: ¿Por qué has entrado en casa de los que no son judíos y has comido con ellos?"

Como podemos ver, hubo dudas y división. Y debemos comprender aquí que para los judíos, lo que hizo Simón Pedro fue una cosa terrible. El hecho es que si hubiéramos podido conversar con Simón Pedro un mes antes de su visita a la casa de Cornelio, el centurión romano, Pedro mismo también habría dicho que tal cosa constituiría un hecho grave. En realidad, lo que sucedió aquí fue que Pedro les ofreció una disculpa. Y dejó en claro que él de ninguna manera quería ir a llevar el evangelio a los no judíos, pero que el Espíritu de Dios le había guiado en todo ese episodio. Leamos los versículos 4 al 6 de este capítulo 11 de los Hechos:

"Entonces comenzó Pedro a contarles de forma ordenada lo sucedido, diciendo: Estaba yo en la ciudad de Jope orando, y tuve en éxtasis una visión: algo semejante a un gran lienzo suspendido por las cuatro puntas, que bajaba del cielo y llegaba hasta mí. Cuando fijé los ojos en él, consideré y vi cuadrúpedos terrestres, fieras, reptiles y aves del cielo."

Ahora, escuchemos bien su relato. Aquí Pedro nos reveló que aún estaba asombrado por todo lo que le había sucedido. Continuemos con los versículos 7 hasta el 15:

"Y oí una voz que me decía: Levántate, Pedro, mata y come. Yo dije: Señor, no; porque ninguna cosa común o impura entró jamás en mi boca. Entonces la voz me respondió del cielo por segunda vez: Lo que Dios limpió, no lo llames tú común. Esto se repitió tres veces, y volvió todo a ser llevado arriba al cielo. En aquel instante llegaron tres hombres a la casa donde yo estaba, enviados a mí desde Cesarea. Y el Espíritu me dijo que fuera con ellos sin dudar. Fueron también conmigo estos seis hermanos, y entramos en casa de un hombre, quien nos contó cómo había visto en su casa un ángel que, puesto en pie, le dijo: Envía hombres a Jope y haz venir a Simón, el que tiene por sobrenombre Pedro; él te hablará palabras por las cuales serás salvo tú y toda tu casa. Cuando comencé a hablar, cayó el Espíritu Santo sobre ellos, como también sobre nosotros al principio."

Observemos que aquí Pedro les contó lo que pasó por su mente. Leamos los versículos 16 y 17, de este capítulo 11 de Hechos:

"Entonces me acordé de lo dicho por el Señor, cuando dijo: Juan ciertamente bautizó en agua, pero vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo. Si Dios, pues, les concedió también el mismo don que a nosotros que hemos creído en el Señor Jesucristo, ¿quién era yo que pudiera estorbar a Dios?"

El propósito de las lenguas habladas en aquella ocasión fue el proporcionar a Simón Pedro evidencias de que el Espíritu Santo había descendido sobre ellos. ¿De qué otra manera hubiéramos sabido que ellos habían sido bautizados por el Espíritu Santo, lo cual les incluía en el cuerpo de los creyentes? Observemos que recibieron el Espíritu Santo cuando creyeron en el Señor Jesucristo. Continuemos leyendo el versículo 18:

"Entonces, oídas estas cosas, callaron y glorificaron a Dios, diciendo: ¡De manera que también a los que no son judíos ha dado Dios arrepentimiento para vida!"

Aun los judaizantes tuvieron que callarse en ese momento. Los judaizantes eran judíos convertidos al cristianismo que seguían practicando las prescripciones de la ley mosaica. No tuvieron objeciones ni nada más que decir en contra de la conducta de Pedro porque todo esto sin duda provenía de Dios. Por lo tanto, alabaron a Dios. Y éste fue un gran día. La puerta de la iglesia había sido abierta a los no judíos. Vemos ahora, que se estaba preparando el escenario para la proclamación del evangelio hasta los confines de la tierra. Continuemos ahora con los versículos 19 y 20 de este capítulo 11 de los Hechos, que inicia el relato de cuando

El evangelio llegó a Antioquía

"Ahora bien, los que habían sido esparcidos a causa de la persecución que hubo con motivo de Esteban, pasaron hasta Fenicia, Chipre y Antioquía, sin hablar a nadie la palabra, sino sólo a los judíos. Pero había entre ellos unos de Chipre y de Cirene, los cuales, cuando entraron en Antioquía, hablaron también a los griegos, anunciando el evangelio del Señor Jesús."

Los griegos aquí, como usted recordará, eran judíos que hablaban griego y que practicaban las costumbres griegas. Hasta aquí observará usted que la predicación había estado dirigida solamente a los judíos. Continuemos con los versículos 21 y 22:

"Y la mano del Señor estaba con ellos, y gran número creyó y se convirtió al Señor. Llegó la noticia de estas cosas a oídos de la iglesia que estaba en Jerusalén, y enviaron a Bernabé para que fuera hasta Antioquía."

Hubo un gran movimiento del Espíritu de Dios en Antioquía y la Iglesia en Jerusalén oyó estas noticias. Por tanto, la Iglesia en Jerusalén envió a Bernabé hasta Antioquía. Veremos ahora que Antioquía pronto se convertiría en el segundo centro de la Iglesia. El hecho es que el centro realmente se desplazó de Jerusalén a Antioquía. Continuemos con los versículos 23 y 24 de este capítulo 11 de los Hechos:

"Éste, cuando llegó y vio la gracia de Dios, se regocijó y exhortó a todos a que con propósito de corazón permanecieran fieles al Señor. Era un varón bueno, lleno del Espíritu Santo y de fe. Y una gran multitud fue agregada al Señor."

Observemos lo que se dijo en cuanto a Bernabé: Era varón bueno, y lleno del Espíritu Santo, y de fe. Realmente todo cristiano debiera caracterizarse por esta bondad, por estas cualidades espirituales.

Ahora, en realidad, Bernabé llegó a ser el Pastor de aquella Iglesia. Comenzó exhortando, lo cual hacía por medio de la predicación y la enseñanza. Y la congregación creció, porque mucha gente se unió al Señor. Ahora, al crecer la Iglesia, Bernabé se dio cuenta de que necesitaba un segundo Pastor, y él sabía dónde encontrar uno bueno. Continuemos con los versículos 25 y 26 de este capítulo 11 de los Hechos:

"Después fue Bernabé a Tarso en busca de Saulo; y cuando lo halló, lo llevó a Antioquía. Se congregaron allí todo un año con la iglesia, y enseñaron a mucha gente. A los discípulos se les llamó cristianos por primera vez en Antioquía."

Bernabé tuvo que ir para buscar a Saulo y traerle con él. Sin embargo, descubrió que Saulo era poco reacio a venir. Ahora, fue aquí en Antioquía donde los creyentes en el Señor Jesucristo, por primera vez, fueron llamados cristianos. Ahora, no creemos que este término haya sido usado para burlarse de los creyentes en Cristo Jesús. Creemos que simplemente significaba que éstos eran los seguidores de Cristo. Y fue un nombre excelente. Y el capítulo 11 de los Hechos concluye diciendo aquí en los versículo 27 al 30:

"En aquellos días, unos profetas descendieron de Jerusalén a Antioquía. Y levantándose uno de ellos llamado Agabo, daba a entender por el Espíritu que vendría una gran hambre en toda la tierra habitada; la cual sobrevino en tiempo de Claudio. Entonces los discípulos, cada uno conforme a lo que tenía, determinaron enviar un socorro a los hermanos que habitaban en Judea; lo cual en efecto hicieron, enviándolo a los ancianos por mano de Bernabé y de Saulo."

El incidente registrado aquí, también fue verificado por la historia secular. Hubo un hambre general, pero su efecto se sintió especialmente en Jerusalén donde la Iglesia había sido muy perseguida y sufrían una necesidad acuciante. Y era maravilloso ver el espíritu fraternal; el vínculo de amor que mantenía unidos a los miembros de la Iglesia primitiva. Ante esta circunstancia, los otros creyentes enviaron ayuda a la Iglesia afligida en Jerusalén.

Ahora, recordemos que Saulo había sido uno de aquellos que antes había hecho daño a la Iglesia en Jerusalén por su persecución contra ella. ¡Cuán maravilloso fue ver que con sus propias manos, un Saulo transformado trajo entonces ayuda para esa misma Iglesia! Ése es el verdadero cristianismo, estimado oyente. Así es como debe ser. Y pasemos ahora a

Hechos 12:1-3

En este capítulo encontramos la muerte de Jacobo y el arresto de Simón Pedro. Este capítulo describe un período de persecución promovido por el rey Herodes Agripa. Alguien ha dicho que la sangre de los mártires fue la simiente de la Iglesia. Y es un hecho comprobado que al aumentar la persecución, la Iglesia crece y la Palabra de Dios se extiende. Leamos el versículo 1 de este capítulo 12 de los Hechos, que comienza con un párrafo titulado

La muerte de Jacobo

"En aquel mismo tiempo, el rey Herodes echó mano a algunos de la iglesia para maltratarlos."

Esta persecución empezó bajo Agripa primero, nieto de Herodes el Grande. Herodes el Grande fue el rey que trató de matar al niño Jesús cuando dio la orden para la matanza de los niños en Belén. Si alguna vez ha habido una familia que estuviera en enemistad contra Dios, fue esta familia de Herodes. Que sepamos, ni un solo miembro de esa familia se convirtió a Cristo.

Usted recordará que hasta aquí, la persecución contra la Iglesia había provenido mayormente de los líderes religiosos, y especialmente de los saduceos. Pero en este momento, surgió en las esferas del gobierno. La persecución se desplazó de la religión a la política. Y quizá Herodes hizo esto para tratar de ganarse el favor de ciertas personas y sectores influyentes. Lo que sabemos es que Herodes comenzó a perseguir a algunos de la iglesia. Ahora, quisiéramos aclarar aquí, que la palabra "maltratar" no describe realmente lo que hizo. La realidad fue que el rey Herodes desencadenó una persecución brutal y despiadada contra la Iglesia. El versículo siguiente nos dice, sin rodeos, lo que hizo. Escuchemos el versículo 2 de este capítulo 12 de los Hechos:

"Mató a espada a Jacobo, hermano de Juan"

Jacobo se convirtió así en otro mártir de la Iglesia. Él fue el segundo mártir mencionado en la Biblia, pero es nuestra opinión que hubo muchos otros que ya habían muerto por proclamar el nombre del Señor Jesucristo. Ahora, el versículo 3 dice:

"y al ver que esto había agradado a los judíos, procedió a prender también a Pedro. Eran entonces los días de los Panes sin levadura."

Jacobo fue muerto, pero Pedro sería milagrosamente preservado aun en medio de esta persecución. Encontramos aquí un ejemplo de la voluntad soberana de Dios obrando en la Iglesia. Estamos seguros que muchos que se preguntaron: "¿Por qué dejó Dios que uno de los principales líderes de la iglesia en Jerusalén Jacobo muriera, mientras a Pedro le permitió vivir? ¿Por qué permitió Dios esto?" Y muchos hacen la misma pregunta hoy. La respuesta es que ésta fue la voluntad soberana de Dios. Y Dios aún actúa así en la actualidad.

En muchos casos el Señor ha quitado por medio de la muerte a muy cualificados miembros de una iglesia. Y en cambio ha dejado a otros que quizás no sean tan fieles. Ahora, ¿por qué hace eso? Quizá algunos piensen que Dios se ha equivocado, porque su forma de actuar no nos resulta fácilmente comprensible, desde un punto de vista humano. Yo por ejemplo, no habría escogido a los que Dios había escogido para retirarles de esta tierra. Pero la vida y la muerte están en manos de un Dios soberano, que obra según Su propia voluntad. Éste es el Universo de Dios y no el nuestro. Esta es la Iglesia de Dios y no la nuestra. Y la mano de un Dios soberano se mueve en la iglesia.

Pero aun en medio de las circunstancias más trágicas de la vida, aquellas en que llegamos a rebelarnos porque Dios ha permitido que nos suceda algo que va más allá de nuestra capacidad de soportar el dolor, es bueno recordar que Él tiene algo que comunicarnos. Es que muchas veces el trajinar de la vida nos aturde y nos impide percibir la realidad del mundo espiritual, aquella dimensión en la que Dios actúa. Y es en esas situaciones en que quedamos perplejos e inmovilizados por la confusión, o por la desilusión, Dios quiere hablarnos. Estimado oyente, nos despedimos recordando las palabras del apóstol Pablo, aquel hombre llamado Saulo, que fue transformado por Dios, quien nos dejó estas palabras de ánimo, escritas en Romanos 8:37-39: "pero en todo esto salimos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Estoy convencido de que nada podrá separarnos del amor de Dios: ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los poderes y fuerzas espirituales, ni lo presente ni lo futuro, ni lo alto ni lo profundo ni ninguna otra de las cosas creadas por Dios. ¡Nada podrá separarnos del amor que Dios nos ha mostrado en Cristo Jesús, nuestro Señor!"

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