Estudio bíblico de Nehemías 10-13

Nehemías 10 - 13

En el día de hoy, estimado oyente, llegamos a nuestro estudio final de este libro de Nehemías. Vimos en nuestro programa anterior, que los hijos de Israel habían leído en la Biblia, el Antiguo Testamento, y luego habían confesado sus pecados y, después, se reunieron en un gran servicio de alabanza a Dios. Le alabaron por ser el Creador y le dieron gracias por la redención que habían experimentado cuando el Señor guió a su pueblo fuera de Egipto. Y ésos son dos motivos por las cuales usted y yo debemos dar gracias a Dios. Él es el Creador y, por lo tanto, éste es Su universo. Y tenemos que darle gracias a Él porque nos salvó. De paso quisiéramos preguntarle: ¿Le ha dado gracias a Dios usted porque le ha salvado? Y también: ¿Le ha dicho hoy que le ama? Estimado oyente, necesitamos hacer eso. No debemos esperar hasta el domingo por la mañana para ir a la iglesia y cantar alabanzas a Dios. Allí mismo, en el lugar en que usted se encuentra ahora, puede expresar su alabanza a Dios de quien vienen todas las bendiciones. Porque Él es el Creador, Él me ha dado todo lo que tengo, material y físico, le doy las gracias por eso. Dios me ha salvado a mí, un pecador y por ello también le doy las gracias. ¡Esto es algo verdaderamente extraordinario!

En el capítulo 10 vemos que a cada dirigente de la nación se le pidió que se comprometiese firmemente por escrito en dicho pacto. Porque el pueblo había resuelto obedecer a la Palabra de Dios.

¿Qué clase de pacto ha hecho usted con Dios? Algunas personas se resisten a prometer algo que quizás no puedan cumplir. En las relaciones humanas, cada vez que alguien compra algo, o realiza cualquier transacción comercial, tiene que comprometerse por escrito a realizar ciertos pagos. Es decir que las personas están dispuestas a asumir todo tipo de compromisos y obligaciones en la vida, pero en el terreno espiritual, no están dispuestas a establecer un pacto con Dios. ¿Le ha prometido a Dios algo? Prometerle algo a Dios es un asunto importante, y el Señor quiere saber si realmente hablamos en serio. ¡Cuántas veces le habremos fallado! Pero Él nos comprende y tiene misericordia de nosotros. Y si nosotros tomamos en serio nuestra relación con Él, Él se ocupará de nosotros y nos dará la fortaleza que supla nuestra debilidad para cumplir Su voluntad. Llegamos ahora a

Nehemías 10

Y aquí en el capítulo 10 de Nehemías, tenemos la lista de aquellos que firmaron el pacto, y la podemos leer. Nehemías, el gobernador y veintidós sacerdotes figuran en los primeros lugares de la lista. También firmaron Levitas y cuarenta y dos jefes del pueblo. Leamos el versículo 29 de este capítulo 10 de Nehemías:

"se reunieron con sus hermanos y sus principales, para declarar y jurar que andarían en la ley de Dios, que fue dada por Moisés, siervo de Dios, y que guardarían y cumplirían todos los mandamientos, decretos y estatutos de Dios, nuestro Señor".

El pacto que ellos firmaron era para cumplir la ley y en el pacto citaron expresamente tres asuntos. Obviamente, los incluyeron en la lista porque no habían estado obedeciendo esos aspectos que su relación con Dios requería. Dice el versículo 30:

"Y que no daríamos nuestras hijas a los pueblos de la tierra, ni tomaríamos sus hijas para nuestros hijos".

Éste parece haber sido un problema perpetuo en Israel. Pero en ese momento estaban pactando que no habría más matrimonios mixtos entre ellos y los paganos. Continuemos leyendo el versículo 31:

"Asimismo, que si los pueblos de la tierra vinieran a vender mercaderías y comestibles en sábado, en el día del reposo, nada tomaríamos de ellos en ese día ni en otro día santificado; y que el año séptimo dejaríamos descansar la tierra renunciando a las cosechas de ese año, y perdonaríamos toda deuda".

El segundo asunto al que ser refería el pacto concretaba que no habría actividades comerciales en el día del reposo ni en otros días santos. También se cumpliría fielmente el dejar reposar a la tierra en el séptimo año, ya que éste era el año sabático, un año de liberación.

El asunto final al que se refería el pacto, tenía relación con los primeros frutos y la provisión para los sacrificios. A continuación extractar algunas resoluciones del resto del pacto, incluidas en los versículos 32 al 37:

"Nos impusimos además la obligación de contribuir cada año con cuatro gramos de plata para cubrir los gastos de la obra de la casa de nuestro Dios. para el pan de la proposición y para la ofrenda continua, para el holocausto continuo,. . . Echamos también suertes los sacerdotes, los levitas y el pueblo, acerca de la ofrenda de la leña, para traerla a la casa de nuestro Dios, Y que cada año llevaríamos a la casa del Señor las primicias de nuestra tierra y las primicias del fruto de todo árbol. Asimismo los primogénitos de nuestros hijos y de nuestros ganados. . . También acordamos llevar las primicias de nuestras masas, de nuestras ofrendas, del fruto de todo árbol, del vino y del aceite, Y prometimos no abandonar la casa de nuestro Dios".

Ahora, llegamos a

Nehemías 11

El tema de este capítulo es la Reforma. Aquí encontramos otra gran lista de personas que continúa en el capítulo 12. Estas personas estaban dispuestas a hacer lo que Dios quisiera que hiciesen. De este capítulo veremos unos pocos versículos. Escuchemos lo que dice aquí, el versículo 1, del capítulo 11 de Nehemías:

"Los jefes del pueblo habitaron en Jerusalén, pero el resto del pueblo echó suertes para que uno de cada diez fuera a vivir a Jerusalén, ciudad santa, mientras los otros nueve se quedarían en las otras ciudades".

Ellos echaron suertes, y uno de cada diez se quedaría en la ciudad de Jerusalén. Los otros saldrían a vivir a las otras ciudades. Ésa pudo ser una situación que podría haber dado origen a quejas, porque algunos podrían haber tenido preferencias para vivir en ciudades pequeñas, o en el campo. Veamos lo que dice el versículo 2:

"Y bendijo el pueblo a todos los hombres que voluntariamente se ofrecieron para habitar en Jerusalén".

Incluso en aquel tiempo, hubo mucha gente que quiso trasladarse a vivir fuera de las áreas suburbanas. Pero aquellos que estaban dispuestos a residir en Jerusalén, fueron bendecidos por los demás. Los nombres de esta lista nos resultan desconocidos, pero Dios conoció a cada uno de ellos. Y registró su nombre porque todos tuvieron corazones dispuestos. Veamos lo que dice ahora, el versículo 3:

"Estos son los jefes de la provincia que habitaron en Jerusalén; pero en las ciudades de Judá habitaron cada uno en su posesión, en sus ciudades: los israelitas, los sacerdotes y levitas, los sirvientes del Templo y los hijos de los siervos de Salomón".

En los versículos siguientes se encuentran los nombres de aquellos que estuvieron dispuestos a vivir en Jerusalén. Y Dios tomó nota de su buena actitud. Y esto nos conduce ahora, a

Nehemías 12

Este capítulo continúa con la lista iniciada en el capítulo 11. Pero, ¿quienes eran estas personas? Éstos eran aquellos que estaban alabando a Dios.

La mayor parte de este capítulo nos habla de la dedicación de las murallas de Jerusalén. Aquella fue un evento emocionante y memorable. Los versículos 27 y 28 de este capítulo 12 dicen:

"Para la dedicación del muro de Jerusalén, buscaron a los levitas de todos los lugares donde vivían y los llevaron a Jerusalén, para hacer la dedicación y la fiesta con alabanzas y con cánticos, acompañados de címbalos, salterios y cítaras. Los hijos de los cantores acudieron, tanto de la región alrededor de Jerusalén, como de las aldeas de los netofatitas"

Así que, reunieron a todos los músicos. Celebraron un gran festival de música. Los que figuran en esta lista fueron aquellos cuyos nombres están escritos en el Libro de la Vida del Cordero. En esta ocasión se reunieron para dedicar las murallas de Jerusalén.

Nehemías trajo a la ciudad gente de todas las regiones de la nación para la dedicación del muro, porque Jerusalén era la ciudad donde se encontraba el templo. Leamos ahora, el versículo 40, de este capítulo 12 de Nehemías:

"Llegaron luego los dos coros a la casa de Dios. A mi lado estaban la mitad de los oficiales"

A continuación Nehemías presentó la lista de los sacerdotes. Todos ellos se encontraban allí. Escuchemos ahora, lo que dice el versículo 43:

"Aquel día se ofrecieron numerosos sacrificios, y se regocijaron, porque Dios les había dado gran alegría; también se alegraron las mujeres y los niños. Y el alborozo de Jerusalén se oía desde lejos".

Los extranjeros, los visitantes, los turistas y otros viajeros que pasaban por aquella tierra, podían escuchar estos gritos de alabanza y de alegría y probablemente se preguntaron: ¿Qué es lo que está ocurriendo allí? Y seguramente se acercaron para averiguarlo. Debió ser un magnífico testimonio ante el mundo pagano que les rodeaba.

Una de las razones por las cuales creemos que la gente pasa de largo por nuestras iglesias hoy, es porque piensan que nosotros somos un grupo muy apagado y aburrido. Y lo interesante es que la mayoría de las veces tienen razón. Tendría que haber más alegría por la presencia del Señor en nuestras reuniones En la carta del apóstol Pablo a los Filipenses, encontramos que la fuente del poder espiritual es la alegría que brota de nuestra relación con Cristo. Y recordemos que Nehemías dijo, "porque el gozo del Señor es vuestra fuerza".

Bien, llegamos ahora a

Nehemías 13

En este capítulo vemos otra vez una demostración de que la vigilancia constante es el precio que ha de pagarse por la libertad. Y también es el precio de la libertad cristiana.

En algún momento entre el capítulo 12 y el 13, Nehemías regresó a su trabajo en el palacio de Susa. Recordemos que él había solicitado un permiso para ausentarse temporalmente de sus responsabilidades. Había estado en Persia por una temporada, quizás por un año o dos, cuando pidió otro permiso para ausentarse para poder regresar a Jerusalén. ¿Y qué fue lo que encontró allí? Pues descubrió algo que le impactó mucho. La gente no había mantenido la debida separación de los demás pueblos. Y veamos lo que dice aquí en los versículos 1 al 3, de este capítulo 13:

"Aquel día se leyó a oídos del pueblo el libro de Moisés, y fue hallado escrito en él que los amonitas y moabitas no debían entrar jamás en la congregación de Dios, por cuanto no salieron a recibir a los hijos de Israel con pan y agua, sino que dieron dinero a Balaam para que los maldijera; pero nuestro Dios volvió la maldición en bendición. Cuando oyeron, pues, la Ley, separaron de Israel a todos los mezclados con extranjeros".

La historia de Balaam puede leerse en Números 23 y 24. Los israelitas leyeron el relato y decidieron que lo que debían hacer era obedecer la Palabra de Dios. Habían realizado matrimonios mixtos con los amonitas y moabitas, lo cual Dios había prohibido. Los israelitas entonces, fueron conscientes de que tenían que expulsarles de la tierra. Y leamos ahora el versículo 4:

"Antes de esto, el sacerdote Eliasib, encargado de los aposentos de la casa de nuestro Dios, había emparentado con Tobías"

Aquí tenemos al sumo sacerdote, que a través del casamiento de un hijo o de una hija, era pariente de Tobías. En otras palabras, el sumo sacerdote mismo había desobedecido a Dios en este asunto tan importante. Dios había prohibido estrictamente los casamientos mixtos con los paganos. El les había dado, creemos, una ilustración bastante humorística. Había dicho que no se debía arar con buey y con asno juntamente. Usted se da cuenta de que el buey era un animal puro, mientras que el asno era un animal impuro. Y tampoco deberían unirse un creyente y un no creyente. Leamos el versículo 5, de este capítulo 13 de Nehemías en el que continúa hablando del sacerdote Eliasib:

"y le había hecho una gran habitación, en la cual guardaban antes las ofrendas, el incienso, los utensilios, el diezmo del grano, del vino y del aceite que se había mandado dar a los levitas, a los cantores y a los porteros, y las contribuciones para los sacerdotes".

En otras palabras, había cambiado completamente el uso del almacén del templo para facilitarle una habitación para Tobías. Ahora, ellos ya no traían las ofrendas del pueblo a este lugar. Así que limpiaron esa habitación y pusieron quizás allí una alfombra mullida, algunos buenos muebles, una cama e invitaron a Tobías a que fuera a vivir a ese lugar. En realidad le habían dicho que lo podía usar en cualquier oportunidad que lo deseara. Bueno, veamos lo que nos dicen aquí los versículos 6 al 8 de este capítulo 13 de Nehemías:

"Pero cuando ocurrió esto, yo no estaba en Jerusalén, porque en el año treinta y dos de Artajerjes, rey de Babilonia, había ido adonde el rey estaba; pero al cabo de algunos días pedí permiso al rey para volver a Jerusalén; y entonces supe del mal que había hecho Eliasib por consideración a Tobías, haciendo para él una habitación en los atrios de la casa de Dios. Esto me dolió mucho, y arrojé todos los muebles de la casa de Tobías fuera de la habitación".

Todo esto había sucedido mientras Nehemías estaba ausente. Y nos agrada ver a Nehemías en acción: Fue al templo, tomó todo lo que pertenecía a Tobías y lo arrojó fuera de la habitación. Continuemos con la lectura del versículo 9:

"Luego mandé que limpiaran las habitaciones e hice volver allí los utensilios de la casa de Dios, las ofrendas y el incienso".

Entonces aquella sala fue puesta en orden y restaurada a su uso original en el servicio de Dios. Pero Nehemías no se detuvo allí. El versículo 10, de este capítulo 13 de Nehemías, dice:

"Encontré asimismo que las porciones para los levitas no les habían sido dadas, por lo que los levitas y cantores que hacían el servicio se habían ido cada uno a campo".

Aquí vemos que los Levitas que servían en el templo no habían sido apoyados económicamente, y habían tenido que conseguir trabajo en los campos. Por lo tanto, el servicio de Dios había sido descuidado.

Ahora, en el versículo 14, de este capítulo 13 de Nehemías, leemos esta oración de Nehemías:

"¡Acuérdate de mí por esto, Dios mío, y no borres las obras de misericordia que hice en la casa de mi Dios, y en su servicio!"

Nehemías pidió a Dios que registrase lo que había hecho, y el Señor hizo precisamente eso, aquí en Su Palabra.

Ahora, Nehemías también descubrió que la gente estaba incumpliendo el día del reposo. Leamos los versículos 15 y 16:

"En aquellos días vi en Judá a algunos que pisaban en lagares en sábado, que acarreaban haces de trigo y cargaban los asnos con vino, y también de uvas, de higos y toda clase de carga, para traerlo a Jerusalén en sábado; y los amonesté acerca del día en que vendían las provisiones. También había en la ciudad tirios que traían pescado y toda clase de mercancías, y las vendían en sábado a los hijos de Judá en Jerusalén".

Esta gente venía desde la costa y estaban trayendo pescado para vender. Ahora, el versículo 17, dice:

"Entonces reprendí a los señores de Judá y les dije: ¿Qué acción tan mala es esta que cometéis, profanando así el sábado, el día del reposo?"

Lo grave del asunto fue que los jefes de Judá eran los que permitían esto. Ahora, dice el versículo 18:

"¿No hicieron así vuestros padres, y trajo nuestro Dios todo esta aflicción sobre nosotros y sobre esta ciudad? ¿Y vosotros aumentáis su furor sobre Israel profanando el sábado?"

Nehemías recordó al pueblo la ira de Dios que había caído previamente sobre la nación por haber hecho lo que estaban haciendo precisamente en ese momento. Leamos entonces, lo que dicen los versículos 19 al 21, de este capítulo 13 de Nehemías:

"Sucedió, pues, que al caer la tarde, antes del sábado, ordené que se cerraran las puertas de Jerusalén y que no las abrieran hasta después del sábado; y puse a las puertas algunos de mis criados, para que no dejaran entrar carga alguna en sábado. Una o dos veces, pasaron la noche fuera de Jerusalén los negociantes y los que vendían toda especie de mercancía. Pero yo les advertí diciéndoles: ¿Por qué os quedáis vosotros delante del muro? Si lo hacéis otra vez, usaré fuerza contra vosotros. Desde entonces no volvieron en sábado".

Justamente cuando las sombras de la tarde anunciaban el comienzo del sábado, los comerciantes venían con sus mercaderías pensando que las podrían vender. Nehemías se subió al muro para comprobar si los vendedores ya habían llegado y, efectivamente, allí estaban esperando fuera de las puertas. Vinieron un sábado y se encontraron con las puertas cerradas, y entonces regresaron el segundo sábado para encontrarse también con las puertas cerradas. Ante la advertencia de Nehemías, no volvieron a aparecer, porque sabían que Nehemías cumpliría lo que estaba diciendo.

Ahora, a Nehemías le llamó la atención otro incumpliendo de la Palabra de Dios. Leamos los versículos 23 al 25:

"Vi asimismo en aquellos días a judíos que habían tomado mujeres de Asdod, amonitas, y moabitas; y la mitad de sus hijos hablaban la lengua de Asdod, porque no sabían hablar la lengua de Judá, sino que hablaban la lengua de cada pueblo. Reñí con ellos y los maldije, hice azotar a algunos de ellos y arrancarles los cabellos, y les hice jurar, diciendo: No daréis vuestras hijas a sus hijos, ni tomaréis de sus hijas para vuestros hijos, ni para vosotros mismos".

Nehemías descubrió que los judíos se habían casado con mujeres de naciones paganas. Nehemías discutió con ellos y pronunció una maldición sobre ellos. Y les obligó a jurar que no continuarían realizando matrimonios con extranjeros. Aquí vemos que estaba aplicando medidas extremas, pero en aquel contexto histórico lejano y en aquellas circunstancias, su acción fue necesaria.

El avivamiento o renovación espiritual siempre conduce a una reforma. Cuando llega ese revivir espiritual, todo aquello que requiere una limpieza, es limpiado, purificado. Luego, Nehemías concluyó diciendo en los versículos 29 al 31, de este capítulo 13:

"¡Acuérdate de ellos, Dios mío, de los que han profanado el sacerdocio y el pacto del sacerdocio y de los levitas! Los purifiqué, pues, de todo lo extranjero, y puse a los sacerdotes y levitas por sus grupos, a cada uno en su servicio; lo mismo hice para la provisión de la leña en los tiempos señalados, y para la entrega de los primeros frutos. ¡Acuérdate de mí, Dios mío, para bien!"

Estos últimos versículos resumen la gran contribución de Nehemías al bienestar espiritual de su pueblo. Todos los extranjeros fueron apartados de sus posiciones de honor y responsabilidad, y los sacerdotes y Levitas fueron asignados a sus ocupaciones habituales. Y también se reanudaron las ofrendas para el templo. Y destacamos las últimas palabras de Nehemías, que fueron: "Acuérdate de mí, Dios mío, para bien". Y Dios contestó su oración, registrando su obra extraordinaria en Su Palabra, la cual quedó como un recordatorio permanente para todos los tiempos. Estamos seguros de que Dios se acordó de él para bien. Yo lo recuerdo a él de esa manera, y espero que usted también, porque fue gran hombre de Dios.

Y así, estimado oyente, concluimos nuestro estudio del libro de Nehemías. Dios mediante, en nuestro próximo programa, pasaremos al Nuevo Testamento y comenzaremos a estudiar, la Segunda Epístola del apóstol San Pablo a los Corintios, y le invitamos a que nos acompañe. Y, recordando a Nehemías, le decimos que Dios quiere favorecerle, quiere su bien y, por tal motivo ha mostrado su gracia y misericordia por usted, enviando a Su Hijo el Señor Jesucristo a morir en lugar de los pecadores, en lugar mío, en lugar suyo. Y lo único que tiene que hacer es apropiarse por la fe de ese bien supremo que El quiere para usted, que es la salvación. Y que El le ofrece. Y entonces, como Nehemías, usted podrá mantener esa relación con Dios, una relación de compañerismo, fructífera, que le dio sentido a la vida de aquel gran hombre, en esta tierra y para la eternidad. Dios utilizó a Nehemías para cumplir Sus propósitos en aquella generación. Estimado oyente, esa puede ser, a partir de hoy, su propia experiencia.

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