Estudio bíblico de Ester 8:1-17

Ester 8:1-17

Continuamos hoy nuestro estudio en el libro de Ester y llegamos al capítulo 8. El título que le hemos dado es: "El mensaje de esperanza pronunciado por el rey". En nuestro programa anterior vimos que las circunstancias habían cambiado completamente. Había salido un decreto del rey, que la nación de Israel tenía que ser destruida, pero Dios por medio de Su providencia, había colocado en el trono, al lado del rey, a una hermosa reina. La voluntad de Dios para esta gente era que ellos regresaran a su propia tierra. Al no haberlo hecho, estaban viviendo al margen de la voluntad de Dios. Pero estaban protegidos por la providencia de Dios, que nos muestra que Dios puede prevalecer, dominar, cambiar las cosas. Y usted y yo, estimado oyente, debemos estar agradecidos por eso, porque Él interviene muchas veces a nuestro favor para que podamos llevar adelante Su propio plan y propósitos, cuando usted y yo estamos fuera de Su voluntad. De modo que, este hombre Amán, el que había preparado ese decreto de destruir a los judíos, murió en la misma horca que había construido para ahorcar a Mardoqueo.

Pero aunque Amán estaba muerto, la amenaza de muerte pendía aún sobre todos los judíos. El decreto que él había enviado a todas las provincias del imperio establecía que los judíos debían ser exterminados en una fecha determinada. Como el decreto era una ley de los medos y los persas, no podía ser cambiado. Ello presentaba un verdadero problema, ¿cuál sería la solución? Este capítulo tiene la respuesta. Veamos lo que nos dicen aquí los versículos 1 y 2 del capítulo 8 de Ester:

"Aquel mismo día, el rey Asuero dio a la reina Ester la casa de Amán, enemigo de los judíos, y Mardoqueo fue presentado al rey, porque ya Ester le había hecho saber lo que él había sido para ella. Se quitó el rey el anillo que había recobrado de Amán y lo dio a Mardoqueo. Y Ester encargó a Mardoqueo la hacienda de Amán".

Entonces, por primera vez Ester dio a conocer que Mardoqueo era su padre adoptivo, el mismo hombre que no se había querido inclinar ante Amán y por quien se promulgó ese decreto, al comienzo de este estudio. Este pasaje nos indica que el rey tenía completa libertad para disponer de la utilización de su anillo. Ésta era realmente una joya importante. Pudo ser oprimido contra la cera blanda para promulgar una ley que destruyera a un pueblo. Éste era el anillo que el rey había entregado a Amán cuando era el primer ministro. Este anillo pasó a Mardoqueo y quedó entonces en buenas manos, pero al rey no parecía importarle mucho el autorizar a otros para que lo usaran. Ahora, el versículo 3, de este capítulo 8 de Ester, dice:

"Volvió luego Ester a suplicar al rey, y se echó a sus pies, llorando y rogándole que anulara la maldad de Amán, el agagueo, y el plan que había tramado contra los judíos".

Ester le suplicó al rey pidiéndole su ayuda, pero nada podía hacerse para cambiar el decreto. No podía ser alterado de ninguna manera. Ni siquiera el rey podía cambiar la ley. Y así fue que, una vez más, el rey tuvo misericordia y extendió su cetro. Leamos los versículos 4 al 6:

"Entonces el rey extendió a Ester el cetro de oro, y Ester se levantó, se puso en pie delante del rey y dijo: Si place al rey, si he hallado gracia en su presencia, si le parece acertado al rey y soy agradable a sus ojos, que se dé orden escrita para revocar las cartas que autorizan la trama de Amán hijo de Hamedata, el agagueo, dictadas para exterminar a los judíos que están en todas las provincias del rey. Porque ¿cómo podré yo ver el mal cuando caiga sobre mi pueblo? ¿Cómo podré yo ver la destrucción de mi nación?"

Ester enfatizó claramente al rey que el juicio ejecutado contra Amán resultaría inútil, a menos que se hiciera algo para salvar a su pueblo. Algo, pues, debía hacerse para detener ese exterminio, esa tragedia. Leamos el versículo 7:

"Respondió el rey Asuero a la reina Ester y a Mardoqueo el judío: Yo he dado a Ester la casa de Amán, y a él lo han colgado en la horca, por cuanto extendió su mano contra los judíos".

Era un hecho que el rey le había entregado a Mardoqueo y a Ester la casa de Amán. Pero ello no libraba en absoluto a los judíos. Para ellos la situación no era mejor que antes de la muerte de Amán. Continuó diciendo el rey en el versículo 8:

"Escribid, pues, vosotros a los judíos como bien os parezca, en nombre del rey, y selladlo con el anillo del rey; porque un edicto que se escribe en nombre del rey y se sella con el anillo del rey, no puede ser revocado".

En esta situación, veremos que Mardoqueo se puso en acción rápidamente. Continuemos leyendo el versículo 9:

"Entonces fueron llamados los escribanos del rey en el mes tercero, que es Siván, a los veintitrés días de ese mes; y se escribió conforme a todo lo que mandó Mardoqueo, a los judíos, a los sátrapas, a los capitanes y a los príncipes de las provincias, desde la India hasta Etiopía, a las ciento veintisiete provincias; a cada provincia según su escritura, y a cada pueblo conforme a su lengua, y también a los judíos según su escritura y su lengua".

O sea que, nuevamente y bajo la dirección de Mardoqueo, los escribas fueron convocados para preparar copias del nuevo decreto en cada idioma del reino. Y dicen los versículos 10 a 12:

"Y escribió en nombre del rey Asuero, lo selló con el anillo del rey, y envió cartas por medio de correos montados en caballos veloces procedentes de las caballerizas reales. En ellas el rey daba facultad a los judíos que estaban en todas las ciudades para que se reunieran a defender sus vidas, prontos a destruir, matar y aniquilar a toda fuerza armada de pueblo o provincia que viniera contra ellos, sus niños y mujeres, y a apoderarse de sus bienes; y esto en un mismo día en todas las provincias del rey Asuero, el día trece del mes duodécimo, que es el mes de Adar".

Lo que es importante destacar aquí es que el decreto original no fue cambiado, ni alterado en ninguna manera. No podía ser modificado y permanecía vigente. Pero entonces se preparó otro decreto y fue enviado y distribuido de la misma manera que el primero. Y fue firmado por el rey. Y aquí se destaca nuevamente el poder absoluto del rey, evidenciado en su ejército y en sus oficiales, que estaban en este momento a favor de los judíos. Esto cambiaba totalmente la situación. Cuando este nuevo decreto fue conocido por los judíos, sus corazones se llenaron de alegría y júbilo.

A medida que leemos este relato, podemos con nuestra imaginación visualizar la escena. Debe haber sido tarde en la noche cuando la reina Ester había ido a presentarse ante el rey para interceder por su pueblo. Ahora el nuevo decreto estaba escrito y firmado con el anillo del rey. Aquel era un reino en el que se hablaban muchos idiomas. Podemos decir que todos los amanuenses o escribientes fueron convocados para copiar el decreto en los idiomas de las 127 provincias, y probablemente había cientos de copias en cada idioma.

El reino empleó todos los medios de comunicaciones disponibles en esa época. Los heraldos iban a caballo, en mulas, en camellos, en dromedarios, a través del desierto, por los ríos Éufrates y Tigres o cruzándolos, por la India, y por parte de África. Así fue que los heraldos se esparcieron en todas direcciones, distribuyendo el decreto tan rápidamente como fue posible, a todos los pueblos del reino. El nuevo decreto proveía una vía de salida para los judíos. Si ellos recibían el mensaje con esta buena noticia a tiempo, y lo creían, podían salvar sus vidas.

Ésta es probablemente una de las imágenes más hermosas de la salvación registradas en la Escritura. No se trata de una imagen muy utilizada en la actualidad, pero es una ilustración que vino directamente de Dios. Bien dijo el apóstol Pablo en Primera de Corintios 10:11; "11Todas estas cosas les sucedieron como ejemplo, y fueron escritas como enseñanza para nosotros, que vivimos en estos tiempos finales". Dios ha enviado un decreto que, en las palabras de Ezequiel 18:4, dice: el alma que peque, esa morirá. Esto no se refiere sólo a un cierto tipo de personas que se encuentran en calles y lugares frecuentados por delincuentes; se refiere a todos los seres humanos. Como dice Romanos 3:23: "por cuanto todos pecaron y no alcanzan la gloria de Dios". Todos tenemos una naturaleza impura, y toda nuestra justicia puede compararse a trapos irremediablemente sucios. Perdemos el color y nos marchitamos como una hoja que ha caído del árbol, y todas nuestras maldades, como el viento, nos arrastran de un lugar a otro (Isaías 64:6) Dios no nos puede salvar hoy a causa de una perfección que no estamos en condiciones de ofrecer. Tampoco nos puede salvar a causa de nuestra imperfección, porque Él no puede bajar su nivel ni devaluar sus normas. Pertenecemos a una raza caída. Éste es el aprieto, la situación sin salida, en la que se encuentra la humanidad. Éste es el problema de la familia humana. Nos agrada pensar que el problema radica en factores externos, en otras personas, cuando en realidad se encuentra en nuestro propio corazón. Dice la Biblia que del corazón surgen los malos pensamientos. El mundo está contaminado; y no solamente el agua de los ríos, del mar, o el aire que respiramos, sino también el corazón humano, que está corrompido. Y Dios tiene que juzgar. Porque los hombres están perdidos y necesitan un Salvador. Por supuesto, éste es un mensaje impopular. A muchos no les agrada que les califiquen de esa manera. Porque a todos nos gusta que nos halaguen, que nos adulen. Pero se trata de un decreto de Dios, que como aquella ley de Media y de Persia, es inalterable y permanece vigente. Es un decreto que, en caso de ser ignorado, implica para los seres humanos la muerte eterna.

Pero gracias a Dios que hay otro decreto que ha salido del trono de Dios. Y es el siguiente: "Reconciliaos con Dios". Nosotros somos embajadores en el mundo actual. Un embajador es el representante de más alto rango nombrado por un país para representarle ante otro. El embajador representa a un país amigo y a un soberano amigo. Nuestro Dios es amistoso. Usted no tiene que hacer nada para reconciliar a Dios. Él ha conseguido la reconciliación para usted. Cristo murió por usted y por mí. ¿Qué podríamos añadir a lo que Dios ya ha hecho?

Usted no puede hacer nada para ablandar el corazón de Dios. Su corazón ya es tierno hacia nosotros porque Jesús ya ha pagado la pena, el castigo por nuestro pecado. Ahora sí que podemos decir, como el apóstol Pablo: Si Dios está por nosotros, ¿quién estará contra nosotros? Estimado oyente, Dios está de parte nuestra. El decreto ya ha sido publicado: Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo. (Hechos 16:31) Si usted deposita su confianza en Cristo, será salvo. Volviendo a nuestra historia, ésta fue la provisión que el rey Jerjes hizo para los judíos. Todo lo que ellos tenían que hacer era creer en el nuevo decreto y actuar en consecuencia. Ello les rescataría de una muerte segura.

Dios tiene un camino, una manera de salvar a los pecadores. Usted no es lo suficientemente bueno como para ir al cielo, y nunca lo será. Dios tiene que trabajar en usted. Usted y yo tenemos que venir Él y aceptar la salvación que nos provee un manto de justicia que es perfecto. Cristo nos da Su justicia. Usted no puede mejorar esa provisión de Dios. Dios no podría llevarnos al cielo tal como estamos, tenemos que experimentar un nuevo nacimiento espiritual. Esto es lo que nuestro Señor le dijo a Nicodemo, un dirigente religioso de los judíos: Os es necesario nacer de nuevo. En Primera de Pedro 1:22 Dios lo explicó de esta manera: Pues habéis nacido de nuevo, no de una simiente corruptible, sino de una que es incorruptible, es decir, mediante la palabra de Dios que vive y permanece para siempre. Es a causa de que las personas oyen y creen en la Palabra de Dios que experimentan un nuevo nacimiento espiritual y sus vidas comienzan a ser cambiadas.

No les digo a las personas que "comprometan sus vidas a Dios", como si ellas tuvieran algo que comprometer. ¿Cree usted que Él desea su vieja vida? Estimado oyente, Él desea darle una nueva vida. Quiere regenerarle. Quiere salvarle.

En los días de Ester, los judíos tenían que reconocer que se había promulgado un decreto para exterminarlos. También tenían que creer que el rey estaba de parte de ellos y había publicado otro decreto para salvarles. Nosotros también tenemos que creer que el Rey de reyes está de parte nuestra. Yo soy un embajador de Cristo y en consecuencia, de parte de Dios debo decirle: "Reconcíliese con Dios". Él ya está reconciliado con usted.

En nuestro relato, el segundo decreto del Rey fue distribuido. Leamos a continuación los versículos 13 y 14:

"La copia del edicto que había de darse por decreto en cada provincia, para que fuera conocido por todos los pueblos, decía que los judíos debían estar preparados aquel día para vengarse de sus enemigos. Los correos, pues, montados en caballos veloces, salieron a toda prisa, según la orden del rey; y el edicto también fue promulgado en Susa, capital del reino".

La situación requería actuar con prisa, y la situación actual también requiere obrar con rapidez. No estamos tratando de alarmarle, pero ésta podría ser la última vez que usted tenga la oportunidad de aceptar a Cristo como Salvador. Ahora es el momento apropiado para creer en Cristo. La única ocasión en la que Dios quiere que usted actúe con rapidez, es para aceptar a Su Hijo. Continuemos leyendo el versículo 15:

"Salió Mardoqueo de delante del rey con vestido real de azul y blanco, una gran corona de oro, y un manto de lino fino y púrpura. La ciudad de Susa se alegró y regocijó entonces"

El atuendo real que estaba usando Mardoqueo era verdaderamente diferente a aquella ropa áspera y a las cenizas que llevaba hace poco. Su aparición en la ciudad indudablemente reafirmó la alegría producida por el nuevo decreto del rey. Observemos el contraste entre los dos decretos. El decreto de Amán trajo aflicción, y el decreto del rey, alegría.

La salvación puede traer alegría s su vida. Usted puede asistir a actividades de diversión, probar todos los placeres imaginables y pasar un tiempo agradable o divertido. Si usted no es salvo, puede incluso llegar a participar en todos los excesos, aprovechando el placer hasta sobrepasar todos los límites. Usted habrá satisfecho sus necesidades por unos momentos, pero a la mañana siguiente, se sentirá mal y no habrá experimentado lo que la verdadera alegría realmente significa. Sólo cuando usted venga a Cristo, experimentará esa verdadera alegría, que produce paz y satisfacción, como una experiencia constante e integral. Leamos ahora el versículo 16:

"y los judíos tuvieron luz y alegría, gozo y honra".

Dios le ofrece a usted la luz. Jesús es la luz del mundo. Él también es la alegría, y el verdadero honor, que el sistema del mundo no puede dar. Lo que realmente trae honor y dignidad a los pecadores es recibir al Salvador, quien es Dios manifestado en un cuerpo humano, y que murió por ellos. Ello levantará los pecadores del lodo, del fango, de la suciedad. Esa experiencia capacitará a un pecador para caminar por esta tierra con la cabeza alta, regocijándose. ¡Y cómo necesitamos esa alegría en los tiempos de ansiedad en que vivimos! Estimado oyente cristiano, ¿está usted alegre, con ese gozo que surge en lo profundo de su corazón? Si usted no está lleno de esa satisfacción, venga a Cristo y Él le dará motivos para estar alegre y satisfecho. Finalmente leamos el último versículo de este capítulo 8, el versículo 17:

"En cada provincia y en cada ciudad adonde llegó el mandato del rey y su decreto, los judíos tuvieron alegría y gozo, banquete y día de placer. Y muchos de entre los pueblos de la tierra se hacían judíos, pues el temor de los judíos se había apoderado de ellos".

Observamos aquí que por temor, muchos se hicieron judíos, es decir, que aceptaron su religión. La nación de Israel fue un mejor testigo ante el mundo que el mérito que le hemos reconocido.

El acontecimiento clave de estos últimos programas fue la caída del malvado Amán en desgracia. Habiendo subido tanto en su posición social y política, hasta llegar al cargo de primer ministro, su caída fue vertiginosa y espectacular, en unas pocas horas, terminando su vida ahorcado como el criminal que realmente era. En contraste, vimos la trayectoria ascendente de un hombre honrado, fiel a sus convicciones religiosas, leal a su soberano y a su pueblo, hasta llegar a ocupar el cargo más alto del reino, después de los reyes, prácticamente la posición de la cual había caído Amán.

Amán murió en la misma noche y en la misma horca que él había construido para Mardoqueo. Ésta es la revelación de una gran verdad que se haya presente por toda la Palabra de Dios. Pablo la enunció para los cristianos en Gálatas 6:7, donde dijo lo siguiente: "No os engañéis, Dios no puede ser burlado. Pues todo lo que el hombre siembre, eso también segará". ¿No es interesante que la horca que Amán había preparado para ahorcar a un hombre inocente fuera la misma horca en la que él sería ahorcado?

En el Antiguo Testamente, hemos visto que el patriarca Jacob pasó por esa experiencia. Engañó a su padre, se puso las ropas de su hermano Esaú y el anciano Isaac las olió y dijo: "huele como mi hijo Esaú". Y Jacob se puso en sus manos una piel de cabritos y el anciano Isaac, que estaba ciego, extendió su mano tocando las de Jacob y dijo: "éstas son las manos de Esaú". Jacob se creía muy inteligente. Él era un hombre de Dios, pero Dios no le dejaría salirse con la suya. Un día, cuando él era anciano y el padre de doce hijos, éstos le trajeron una túnica de muchos colores, manchada con la sangre de un cabrito y le dijeron: "¿es esta la túnica de tu hijo?" y Jacob se derrumbó y lloró. Él también fue engañado con respecto a José, su hijo favorito.

El apóstol Pablo supo mucho de cómo opera esta ley en su propia experiencia. Él fue el hombre que aparentemente dio la orden para el apedreamiento o lapidación del Esteban; significativamente, los que le apedrearon pusieron las ropas de Esteban a sus pies. Pero no pudo evitar las consecuencias. Alguien podía decir: "bueno, pero el se convirtió a Cristo y sus pecados fueron perdonados". Sí, fueron perdonados, pero tendría que sufrir las consecuencias. Aquello que uno siembra, eso mismo segará. Y Pablo recogería su propia cosecha. En su primer viaje misionero, fue al país de Galacia y llegó a la ciudad de Listra, donde fue apedreado y lo dejaron por muerto. Así que Pablo experimentó en carne propia la verdad de estas palabras: "Todo lo que el hombre siembre, eso también segará". Es que Dios no puede ser burlado. Y volviendo a nuestra historia, vimos entonces a esta ley cumpliéndose en la vida y conducta de estos hombres, de carácter opuesto, que cosecharon cada uno, de acuerdo con la semilla que habían sembrado. Estimado oyente, es necesario tomar en serio la Palabra de Dios, porque además de describir acertadamente la realidad humana, hemos visto que lo que esa Palabra anuncia, se cumple. Por eso le invitamos a dirigirse a Dios por el único camino que esa Palabra señala, y que es Jesucristo. Su muerte en la cruz por mis pecados y los suyos, y la victoria de Su resurrección abrieron un acceso directo a Dios, Si usted confía en él, como Él llevó su pena, su castigo, queda libre de toda condenación por la gracia de Dios y tiene la vida eterna. De esa manera, en su paso por este mundo, y bajo el control del Espíritu de Dios podrá ser usted un sembrador sabio, que reciba la bendición de Dios en la recolección de una abundante cosecha.

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