Estudio bíblico de Filipenses 2:1-5

Filipenses 2:1-5

En el día de hoy, amigo oyente, llegamos a un nuevo capítulo en nuestro recorrido de esta epístola a los Filipenses. Nos referimos al capítulo 2. Vimos en el capítulo 1, que allí se nos presenta la filosofía del vivir cristiano. Este capítulo fue resumido en un versículo que dice: Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia. El Señor Jesucristo era el centro mismo de la vida de este hombre, y nos estamos refiriendo por supuesto al Apóstol Pablo. Veremos, ahora, que en este capítulo 2, de la epístola a los Filipenses, el Apóstol presentó las normas para el vivir cristiano. Las normas para el vivir cristiano se resumen en conocer la mente, el pensar de Cristo, como veremos más adelante.

La vida cristiana no puede llevarse a cabo por imitación. Se escucha tanto acerca de seguir a Cristo. Y a algunas de estas personas que así se expresan, (especialmente cuando sus vidas no respaldan lo que están diciendo) nos gustaría preguntarles si están tratando de imitar a Jesús. Debemos decir que cuando Pablo dijo aquí que Cristo es la norma del vivir cristiano, él no estaba hablando acerca de una imitación. Él estaba hablando aquí sobre lo que nosotros llamaríamos "impartir", "transmitir". Es decir, que el pensar de Cristo tendría que estar en nosotros, y que solo puede estar en nosotros por medio del poder del Espíritu de Dios.

Hace mucho tiempo aprendí que cuando hacemos las cosas por nosotros mismos, no sólo no las hacemos bien, sino que siempre nos salen mal, equivocadas. Y creo que a todos nosotros nos ocurre lo mismo. Cuántos de nosotros somos voluntariosos y obstinados, nos gusta hacer las cosas como nosotros queremos y tenemos la tendencia de continuar haciéndolas por nuestra propia voluntad. Pero, estimado oyente, cuando lo hacemos así, tropezamos, y entonces le decimos al Señor: "Señor, ahora estoy listo para que Tú te hagas cargo de las cosas". Y es muy hermoso ver como Él se hace cargo de todo.

Tenemos que aprender a detenernos y a observar como actúa el Espíritu de Dios. Ello no quiere decir que nos sentamos y nos quedamos de brazos cruzados. Por supuesto, llevamos a cabo el programa que Dios nos ha encargado realizar, pero el poder y la dinámica provienen del Espíritu de Dios. De esa manera, Su poder utiliza nuestra debilidad, nuestras limitaciones, nuestras carencias naturales y de esa manera, cumple Sus propósitos en nuestra vida.

Al observar este capítulo, encontramos que los primeros cuatro versículos nos hablan acerca de otro asunto. Eso es importante, y vamos a decirle por qué. En este capítulo encontramos una de las declaraciones más importantes que se han hecho en la Biblia sobre la persona de Cristo. Esta declaración ha dado lugar a uno de los temas más polémicos que nos han llegado a través de los siglos. En realidad, este tema fue un asunto que, entre otros temas, el que más contribuyó a dividir a Europa. La teoría promovida fue la de la "Kenosis"; es decir, que en Su encarnación, Cristo se despojó de Su Deidad. Este capítulo aclara que Él no se despojó de su Deidad. Antes de entrar en la controversia, leamos el versículo 1 de esta capítulo 2 de Filipenses, que trata sobre

Los demás

"Por tanto, si hay algún consuelo en Cristo, si algún estímulo de amor, si alguna comunión del Espíritu, si algún afecto entrañable y compasión"

Ahora, ese "si" que se presenta aquí no es un "si" condicional. No es una cláusula condicional que Pablo escribió aquí. Lo que aquí se nos presenta es un "si" argumentativo mas que una condición. Como usted bien sabe, Pablo fue un pensador lógico, como hemos dicho al estudiar el libro de Romanos. Creo que fue un pensador francés el que dijo que "si usted no encuentra que Pablo es lógico, entonces no lo está leyendo bien". Sería más correcto traducir esta frase de la siguiente manera. "Ya que hay algún consuelo en Cristo, ya que hay un algún estímulo de amor, teniendo en cuenta que hay alguna comunión del Espíritu, y dado que hay algún afecto entrañable y compasión."

En base a ello, Pablo comenzó a desarrollar su argumento orientándolo con un sentido profundamente práctico hacia ciertas situaciones de nuestra vida de convivencia con otras personas. Porque esta convivencia ofrece aspectos problemáticos. Como todas las épocas, la convivencia y la colaboración con otras personas, presenta situaciones conflictivas. Podríamos decir que en la sociedad de consumo, la conflictividad aumenta considerablemente. Leamos el versículo 2 de este capítulo 2 de Filipenses:

"Completad mi alegría, siendo del mismo sentir, conservando el mismo amor, unidos en espíritu, dedicados a un mismo propósito."

Aunque el apóstol estaba privado de la libertad al estar encadenado, se estaba alegrando en el Señor. Pero añadió que se alegraría aun más si supiera que el Evangelio estaba actuando en las vidas de los creyentes Filipenses.

Dice aquí sintiendo del mismo sentir, conservando el mismo amor, unidos en espíritu, dedicados a un mismo propósito. Podemos apreciar que había habido una pequeña dificultad en la Iglesia de Filipos, como dijimos anteriormente. No era una gran dificultad, sino algo de menor importancia. Y Pablo quería que ellos fueran del mismo parecer.

Él no quería que ellos fueran un vivo retrato uno del otro, como un duplicado. Ese es un gran peligro que puede existir entre los cristianos en la actualidad. Tampoco se espera que sean un vivo retrato de sus líderes espirituales. Hay personas que tratan de imitar a aquellos a quienes admirar y por quienes sienten un gran afecto.

El sentir, la unidad hacia un mismo propósito, es permitir que la mente, la forma de pensar de Cristo esté en nosotros. Ello permite que haya diferencias de expresiones, diferencia de dones, como pudimos apreciar en la carta de Pablo a los Corintios, diferencias en métodos de servicio e incluso diferencias en doctrinas menos importantes. Nadie debería enfrentarse con sus hermanos en la fe por causa de ciertas cosas, es decir, poner en peligro la unidad del Cuerpo de los creyentes, de la familia espiritual, por cuestiones no esenciales y de menor importancia. Si tenemos la mentalidad de Cristo, estaremos en los grandes principios de la de fe.

Continuemos leyendo ahora el versículo 3 de este capítulo 2 de Filipenses:

"Nada hagáis por rivalidad o por vanidad; antes bien, con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo."

Observemos la primera frase de este versículo que acabamos de leer. Recordemos que él ya había mencionado este asunto antes. Ahora estaba diciendo Nada hagáis por rivalidad o por vanidad. Había dicho que algunas personas estaban predicando a Cristo por envidia o rivalidades. Y podemos afirmar que las dificultades actuales de la Iglesia no se deben a diferencias doctrinales. Son causadas por pasiones o sentimientos humanos como la envidia y las rivalidades que provocan conflictos. Algunas personas causan problemas con toda naturalidad. Parece que son personas problemáticas por naturaleza, que han nacido para vivir en permanente conflicto con aquellos que les rodean. Si siguiéramos este pedido del apóstol de actuar sin esa destructiva rivalidad, o sin envidia, se resolverían casi la totalidad de los problemas entre cristianos.

En vista de este principio del apóstol, diremos que si usted está llevando a cabo alguna actividad en su iglesia a través de conflictos y enfrentamientos personales, sería mejor que no hiciera nada en absoluto. Lo mismo podría decirse si usted realiza actividades porque espera que su trabajo sea reconocido de alguna manera por los demás. Hay algunos creyentes que hacen tal o cual cosa porque esperan recibir un reconocimiento público de sus acciones y méritos. Es que están impulsados por un afán de protagonismo. Y entonces nos preguntamos: ¿necesitan los cristianos ser reconocidos, halagados, y elogiados por lo que hacen? En este consejo del apóstol Pablo que acabamos de leer, en el sentido de no hacer nada por egoísmo o vanidad, y sin provocar conflictos, ni dar lugar a rivalidades, elimina la actitud del cristiano de intentar desarrollar su protagonismo, y de tratar de convertirse en una persona de importancia. Esta forma de ser, tan común también en nuestros días, no encaja en absoluto con esta primera parte del capítulo, y queda totalmente desautorizada por el supremo ejemplo del Señor Jesucristo, presentado en la última parte del capítulo.

La alternativa que presentó el apóstol Pablo, se encuentra en la segunda parte del versículo. El urgió a los Filipenses a actuar de la siguiente manera: antes bien, con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo. Quizás al decir esto, el escritor esta aludiendo al problema que existía entre dos mujeres: Evodia y Sintique. Es posible que cada una de ellas se sintiese desplazada por la otra.

Si este problema fuera abordado con estos consejos del apóstol, se resolverían los problemas del afán de protagonismo, de querer destacar, de temer ser desplazados por otros de nuestra posición y actividades. También se eliminarían problemas administrativos de conflictos de competencias o funciones entre comités de trabajo, o directivos. Y no tendría lugar ninguna lucha por aumentar o conservar la influencia. Bueno, entonces debemos estimar cada uno a los demás como superiores a nosotros mismos. Por otra parte debemos reconocer que no podemos resolver estas tendencias naturales nuestras por nuestras propias fuerzas. ¿Acaso cree alguien que podemos cumplir llevar a la práctica la actitud que describe el apóstol al final de este versículo 3, de eliminar nuestra tendencia natural y tan arraigada de ceder nuestra superioridad, adoptando una decisión de estimar cada uno a los demás como superiores a él mismo ? Necesitamos pedir en oración la ayuda, la intervención del Espíritu Santo, para controlar las reacciones de nuestra naturaleza vieja.

Ahora, el versículo 4 de este segundo capítulo de la carta a los Filipenses dice:

"No busquéis vuestro propio provecho, sino el de los demás."

Aquí dice los demás. Esta es una palabra muy importante en esta primera sección del capítulo.

En una ocasión nos hemos sentido sorprendidos y abrumados de gratitud al recibir unas palabras de estímulo, junto con un donativo, para este programa de radio, de otro programa. Provenía de un hombre cuyo programa se emitía por la misma emisora de radio. No sabemos mucho acerca del director de ese programa, pero sí podemos decir algo importante sobre esa persona. Y es que estaba exponiendo la mente, la forma de pensar de Cristo. Estaba cumpliendo el consejo de Pablo de velar no solo por sus propios intereses, sino también por los intereses de los demás.

Así es que las palabras los demás son claves en este pasaje Bíblico. Y es que la fe cristiana es la que primero convirtió a los demás en personas importantes. ¿Por qué descendido Cristo de la gloria del Cielo a esta tierra? Fue por los demás. Y además podemos formularnos otra pregunta. ¿Por qué deberíamos proclamar el Evangelio? Pues, por los demás. El pensar en los demás antes que en nosotros mismos es tener la mentalidad, la forma de pensar de Cristo.

Entonces, vamos a leer a continuación el versículo 5 de este segundo capítulo de la carta a los Filipenses, que comienza el párrafo en el cual el autor expone

La mente de Cristo - La humildad

"Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús:"

¿Qué fue lo que caracterizó a la mente de Cristo? Pues, fue la humildad. Recordemos que al estudiar la carta del apóstol Pablo a los Efesios consideramos detenidamente los versículos 1 y 2 del capítulo 4, que dicen: 1Yo, pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados: 2con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor. Estas palabras que reflejan humildad, amabilidad, paciencia y tolerancia describen para nosotros cómo es la mente, la forma de pensar de Cristo.

Usted y yo no podemos ser humildes. No podemos ser mansos y dóciles. No somos por naturaleza de esa forma de ser. ¿Cómo podríamos ser humildes si nuestra tendencia natural nos impulsa a sentir orgullo? Queremos ponernos en pie, destacarnos lo más posible y mantener nuestro punto de vista, nuestra opinión. Todos somos así. Estimado oyente, usted no puede decir que no tiene esa forma de ser. Nadie soporta el ser ofendido por otros. Ninguno de nosotros quiere ser ignorado. Y desarrollamos complejos si hemos sido criados de una manera en que nos hemos sentido pisoteados. Alguien contaba en cierta ocasión, que había un joven de una familia muy buena que se había convertido en un vagabundo rebelde. Ahora, ¿por qué hizo eso? Bueno, él tenía un hermano que era muy inteligente. Y siempre estaba escuchando elogios sobre lo bien que este hermano hacía las cosas. En consecuencia, él se fue en la dirección contraria, rebelándose contra esas comparaciones. Así es, pues, como reaccionamos, como reacciona la persona natural. No se podría uno dirigir al joven rebelde diciéndole: "Bueno, hijo, no te preocupes, ignora todo lo que has oído". El no podrá ignorarlo, desechándolo de su mente. Alguien que no ha experimentado un nuevo nacimiento espiritual no está ni siquiera dispuesto a adoptar un lugar humilde ante los demás.

A partir de este versículo 5 hemos llegado a la gran declaración teológica de las Sagradas Escrituras. Algunos la consideran la declaración doctrinal más importante del Nuevo Testamento relativa a la persona de Cristo, y es conocida como la "kenosis", que se refiere al hecho de vaciarse. Este pasaje dejará en claro que Cristo no se vació a Sí mismo de Su deidad. Estos versículos que siguen a continuación nos presentarán los siete pasos de la humillación a la que Cristo se sometió. Quisiéramos bosquejar los aspectos de la magnitud de lo que se dice en los siguientes versículos. Quisiéramos poder comprender cuan elevada era la posición que El tenía, y cuan baja la posición a la que voluntariamente llegó. La inmensa distancia en años luz en las dimensiones del espacio no es nada comparada con la enorme distancia que El recorrió.

Así que vamos a considerar los siete pasos que el recorrió hacia abajo, en Su humillación. Y luego vamos a ver siete pasos hacia arriba, que constituyen la exaltación de Cristo. Tenemos, entonces, en primer lugar, en Su humillación, la mente de Cristo; el sentir de Cristo. Luego, tendremos el sentir de Dios. Y es el sentir de Dios, el Padre, el de ensalzar al Señor Jesucristo. Estimado oyente, si usted quiere saber hoy qué es lo que usted puede hacer que le coloque en la voluntad de Dios, le diremos lo siguiente. es importante que recuerde esto: Ya que el propósito de Dios el Padre es el de exaltar a Jesucristo, creemos que esa es precisamente la voluntad de Dios para cada uno de nosotros. Tenemos que exaltar a Jesucristo, donde quiera que nos encontremos, y en todo lo que hagamos. Debemos ser uno con el Padre en este propósito máximo y final, que es la exaltación del Señor Jesucristo. Y vamos a observar el primer paso que Él tomó, aunque hoy no tengamos tiempo de considerarlo en profundidad. El primer paso al descender tuvo lugar cuando dejó la gloria del Cielo. El descendió más y más hacia esta tierra, recorriendo esa enorme distancia hasta llegar exactamente al lugar en que nosotros nos encontramos. El comprender lo que el Señor realmente hizo por nosotros se sitúa totalmente más allá de nuestra comprensión humana.

Este comienza a la declaración tan importante que viene a continuación y que examinaremos en nuestro próximo programa nos recuerda lo que escribió el apóstol Pablo en su segunda carta a los Corintios 8:9. Allí dice lo siguiente. 9Ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre siendo rico, para que vosotros con su pobreza fuerais enriquecidos. En estas palabras, así como en el pasaje que leeremos en nuestro próximo encuentro, pueden verse los alcances de la humillación del Señor Jesucristo. Y lo verdaderamente importante fue que el apóstol destacó el propósito de su humillación, el motivo por el cual El descendió desde las riquezas de la gloria del cielo, hasta la pobreza y miseria de los seres humano. Y lo hizo para que aquellos que se reconocen pecadores, son conscientes de su necesidad de salvación y creen que Jesucristo les puede liberar de su miseria y perdición espiritual, reciban a través de Su obra en la cruz, una vida de calidad en esta tierra, así como la vida eterna y las riquezas que en esa vida futura, Dios tiene preparadas para aquellos que le aman.

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