Estudio bíblico de Ezequiel 18-20

Ezequiel 18:32-20:48

En nuestro último programa estuvimos considerando el capítulo 18. Dijimos que en este capítulo se exponía con toda claridad que la paga del pecado es muerte, y que Jerusalén fue un terrible ejemplo de ello. Dios mostró además, que en Su juicio, El trata específicamente, e individualmente con cada persona.

También hicimos una aclaración sobre las referencias que se encuentran en este capítulo sobre la vida y la muerte. La palabra "vivo", o una forma parecida a ella, se utiliza unas 13 veces en este capítulo, y la palabra "morir" aparece 14 veces. Así que tenemos aquí presentes a la vida y a la muerte, pero Dios no estaba hablando de vida eterna o de muerte eterna. Dios estaba hablando sobre la forma en la cual El juzga a los individuos en esta vida. Tenemos que mirar a la totalidad de este capítulo desde este punto de vista.

Con respecto al versículo 31 dijimos que estas palabras responden a cierto tipo de psicología que afirma que, el que un individuo presente comportamientos anormales .se debe a que sus padres, o alguno de ellos, no lo trató bien, fue descuidado en su trato con él o no lo amó. Sin negar la influencia de la relación con los padres en la formación del carácter y la personalidad, en el ámbito espiritual, es decir, frente a Dios, cada individuo es un pecador en sí mismo. Cada individuo tendrá que presentarse ante Dios y en ese momento no podrá eludir su responsabilidad culpando a sus padres. Volviendo a aquellos tiempos antiguos, el profeta Ezequiel dejó bien en claro que el israelita, sería juzgado en esta vida en base a la forma en que se había comportado, fuera creyente o no. Ahora, el versículo 32 de este capítulo 18 de Ezequiel dice:

"Porque no quiero la muerte del que muere, dice el Señor Dios; convertíos, pues, y viviréis."

Nuevamente aclaramos que aquí se refirió a la muerte física. Dios no siente el más mínimo agrado al ver morir a alguien. La muerte es para Él un elemento extraño. El no planeó la muerte para la humanidad. Recordemos que el Señor Jesús lloró ante la tumba de Lázaro, incluso teniendo en cuenta que lo iba a traer de vuelta a la vida. La muerte entró en el mundo por el ser humano, a causa de su pecado, y no a través de la obra de Dios. El pecado vino a interponerse entre el hombre y Dios, y además de la muerte física, trajo la muerte espiritual a la humanidad, que quedó de esta manera, separada de Dios.

Llegamos ahora al

Ezequiel 19 - Elegía del Señor por los príncipes de Israel

En este capítulo tenemos 2 lamentaciones: las lamentaciones sobre los príncipes de Israel (versículos 1 al 9), y las lamentaciones sobre la tierra de Judá, el reino del sur de Israel (versículos 10 al 14). Leamos ahora entonces los versículos 1 al 3:

"Levanta tú esta lamentación sobre los príncipes de Israel. Dirás: ¡Cómo se echó entre los leones tu madre, la leona! Entre los leoncillos crió sus cachorros. Ella hizo subir uno de sus cachorros, que llegó a ser un leoncillo y aprendió a arrebatar la presa y a devorar a seres humanos."

Este no fue un lamento de Ezequiel, como han tratado de indicar algunos comentaristas. Este fue un lamento del Señor mismo, en realidad el lamento del mismo que más tarde lloraría sobre Jerusalén (Mateo 23:37-39). Él fue quien estaba lamentándose por los príncipes de Judá. Los príncipes eran un grupo de personas de esa tierra, que tenían muy pocos que se preocuparan por ellos. Pero Dios estaba preocupado. ¿Quién derramó lágrimas sobre ellos? Dios lo hizo.

Amigo oyente, `por cierto, ¿quién se preocupa por usted hoy? Bueno, suponemos que habrá algunos que se interesan por usted. ¿Se preocupan verdaderamente por usted las personas entre quienes trabaja? ¿Se preocupan verdaderamente por usted las personas de la comunidad cristiana o iglesia a la que asiste? ¿Y qué diremos de su familia? En una ocasión un empresario de éxito nos dijo que honestamente se había preguntado en varias ocasiones, quienes, incluyendo las personas más allegadas, se preocupaban realmente por él y cuantas se interesaban únicamente por lo que podían obtener de él. Es muy triste que alguien tenga que formularse esa pregunta cuya respuesta es fácil de adivinar. Le respondimos que Dios sí se preocupaba realmente por él, y por usted, estimado oyente, y por mí. Y este es un pensamiento consolador en el enorme universo en que vivimos y en el que, siendo pequeños nos sentimos como perdidos. Pero Dios tiene su mirada puesta sobre nosotros, y se preocupa por cada uno.

Los príncipes de Judá eran personas por las que no demasiada gente, en aquellos días, hubiera querido derramar una lágrima. Ellos eran Joacaz y Joacim, dos reyes que tenían una historia bien triste y solitaria. Solo Dios se preocupaba por ellos.

Cuando Él comenzó a hablar del león, se estaba refiriendo al león de Judá. Cachorro de león, Juda. Esta fue la forma en que fue señalado por Jacob en Génesis 49:9 al pronunciar sus profecías sobre cada uno de sus 12 hijos. En Números 23:24 leemos, Este pueblo como león se levanta, como león se yergue. El Señor Jesús fue llamado el León de la tribu de Judá en Apocalipsis 5:5, que dice: 5Entonces uno de los ancianos me dijo: «No llores, porque el León de la tribu de Judá, la raíz de David, ha vencido para abrir el libro y desatar sus siete sellos». Leamos ahora los versículos 10 al 12 de este capítulo 19:

"Tu madre fue como una vid plantada en medio de la viña, junto a las aguas, que da fruto y echa vástagos a causa de las muchas aguas. Y ella tuvo varas fuertes, para cetros de reyes; elevó su estatura por encima del ramaje, y fue vista por causa de su altura y por la abundancia de sus sarmientos. Pero fue arrancada con ira, derribada en tierra. El viento del este secó su fruto y sus fuertes ramas fueron quebradas y se secaron consumidas por el fuego."

Este fue el lamento sobre la tierra de Judá. Ese pueblo llegó a esta tierra y Dios los bendijo. Fueron como una vid plantada en aquella tierra. Pero entonces El arrancó la vid y ellos fueron conducidos al cautiverio. Esta es, pues, una canción triste, describiendo la sórdida historia de la nación. Y llegamos así al

Ezequiel 20

Los capítulos 20 al 24 contienen las predicciones finales sobre el juicio de Jerusalén. Hay en esta sección dos detalles sobre los cuales queremos llamar su atención. En primer lugar, observemos cuan extenso e intenso fue el mensaje de Dios a ese pueblo. Dios estaba dispuesto a perdonarles hasta el mismo día en que Nabucodonosor sitió la ciudad. Él podría haber hecho salir a Nabucodonosor de los alrededores de la ciudad de la misma manera en que lo hizo previamente con los asirios, y no le había permitido destruir la ciudad. Sin embargo, el pueblo de Dios no se volvió a Dios, y llegó el juicio. Justo hasta el último momento la misericordia se extendió sobre ellos. En segundo lugar, el mismo día en que comenzó el sitio de Jerusalén, murió la esposa de Ezequiel y Dios le dijo que no debía llorar ni guardar luto por su esposa. Consideramos a este hombre Ezequiel en marcado contraste con el profeta Jeremías. Jeremías tenía el corazón de una mujer, y lloró en varias ocasiones; el mensaje que el comunicó quebrantó su corazón. Y como lloró, el Señor Jesús fue comparado con Jeremías. Francamente hablando, Ezequiel era casi como un actor desempeñando un papel. El actuó de acuerdo con su papel, pero no fue conmovido por él. Pareció mostrar un carácter duro durante todo su ministerio. Es que Ezequiel fue simplemente un portavoz de Dios. Llegamos ahora a un párrafo que hemos titulado

Revisión de la larga historia de pecados de Israel, futuro juicio y restauración

En el capítulo 20 tenemos una mirada retrospectiva a los pecados de la nación. Nuevamente recalcamos que no era el profeta Ezequiel el que estaba expresando sus palabras, sino la Palabra de Dios. Era como el mensajero de Correos que se limita a entregar un mensaje. Puede ser un mensaje de buenas noticias, que traiga alegría, o un mensaje que cause aflicción. Los afectados son principalmente los que reciben el mensaje. Ahora, veamos lo que dice el versículo 1 de este capítulo 20 de Ezequiel:

"Aconteció en el año séptimo, en el mes quinto, a los diez días del mes, que vinieron algunos de los ancianos de Israel a consultar al Señor, y se sentaron delante de mí."

La gente estaba comenzando a acercarse cada vez más a Ezequiel para escucharle. Esto ocurrió aproximadamente en el año 590 AC. La destrucción de Jerusalén tuvo lugar poco después, aproximadamente entre los años 588 y 586 AC. No podemos ser dogmáticos en cuanto a estas fechas. Y dijo el profeta en el versículo 2:

"Y vino a mí palabra del Señor, diciendo"

Aquí volvemos a ver el ya citado énfasis en que se trataba de la Palabra de Dios y no de su propio punto de vista. Escuchemos el principio del mensaje en los versículos 3 y 4 de este capítulo 20:

"Hijo de hombre, habla a los ancianos de Israel y diles: Así ha dicho el Señor Dios: ¿A consultarme venís vosotros? Vivo yo, que no os responderé, dice el Señor Dios. ¿Quieres tú juzgarlos? ¿Los quieres juzgar tú, hijo de hombre? Hazles conocer las abominaciones de sus padres"

Esta gente se acercó al profeta para criticar y quejarse de Dios. Decían que no era justo que Él les estuviera juzgando, y que tampoco era justo destruir Jerusalén. Parecía que la gente comenzaba a comprender que lo anunciado iba finalmente a ocurrir.

Ezequiel iba a tratar con ellos nuevamente el mismo tema de siempre, porque a Dios no le molesta presentar Sus acusaciones o repasar Sus razones para el juicio que se disponía a enviar. Dice el versículo 5:

"Y diles: Así ha dicho el Señor Dios: El día que escogí a Israel y que alcé mi mano para jurar a la descendencia de la casa de Jacob, cuando me di a conocer a ellos en la tierra de Egipto, cuando alcé mi mano y les juré, diciendo: Yo soy el Señor, vuestro Dios"

Dios retrocedió al mismo principio de la historia de aquel grupo de gente, cuando Él llamó a este pueblo en la tierra de Egipto, los liberó de su esclavitud allí y los condujo al desierto. Y continuó diciendo en el versículo 13:

"Pero se rebeló contra mí la casa de Israel en el desierto; no anduvieron en mis estatutos y desecharon mis decretos, por los cuales el hombre que los cumpla, vivirá; y mis sábados profanaron en gran manera. Dije, por tanto, que derramaría sobre ellos mi ira en el desierto para exterminarlos."

La generación que fue al desierto se rebeló contra Dios y El permitió que murieran en el desierto. Y dicen los versículos 21 y 22:

"Pero los hijos se rebelaron contra mí; no anduvieron en mis estatutos ni guardaron mis decretos para ponerlos por obra, por los cuales el hombre que los cumpla, vivirá; y profanaron mis sábados. Dije entonces que derramaría mi ira sobre ellos, para consumar mi enojo en ellos en el desierto. Sin embargo, retraje mi mano a causa de mi nombre, para que no fuera profanado a la vista de las naciones ante cuyos ojos los había sacado."

Ahora, la siguiente generación fue también rebelde. Leamos los versículos 25 y 26:

"Por eso yo también les di estatutos que no eran buenos y decretos por los cuales no podrían vivir. Y los contaminé en sus ofrendas cuando hacían pasar por el fuego a todo primogénito, para desolarlos y hacerles saber que yo soy el Señor."

Este es un pasaje extraño de la Biblia y existen diferencias de opinión entre los especialistas en cuanto a su significado. Creemos que la idea aquí es la misma que el Apóstol Pablo expresó en su segunda carta a los Corintios 2:15, 16, que dicen: Porque fragante aroma de Cristo somos para Dios entre los que se salvan y entre los que se pierden; para unos, olor de muerte para muerte, y para otros, olor de vida para vida. Cuando entregó a este pueblo Su Palabra y ellos la rechazaron, entonces El los abandonó a sus propios caminos. La misma ley, que era buena, se convirtió en mala, porque los condenaba y los juzgaba. Lo mismo es cierto hoy del evangelio. Si usted escucha el evangelio y lo rechaza, realmente habría sido mejor que no lo hubiera escuchado. Si usted lo rechaza, como dijo Pablo, el evangelio se convierte en olor de muerte para usted. Usted nunca podrá presentarse ante Dios diciendo que nunca lo había escuchado.

Considerando esta tremenda condenación, uno podría pensar que Dios había terminado sus tratos con aquel pueblo. Pero incluidos aquí, en algún y otro lugar del texto y por todo el libro de Ezequiel encontramos hermosos pasajes expresando promesas. Y así, en los tiempos más oscuros de la historia de aquel pueblo, la luz de la profecía brilló con la máxima intensidad. Y continuó diciendo el Señor en los versículos 33 y 34:

"Vivo yo, dice el Señor Dios, que con mano fuerte y brazo extendido, y en el ardor de mi ira, he de reinar sobre vosotros. Os sacaré de entre los pueblos y os reuniré de las tierras en que estáis esparcidos, con mano fuerte y brazo extendido, y en el ardor de mi ira"

Dios les dijo que tenía la intención de hacerlos regresar a la tierra. El propósito de Dios con Israel tiene que ser aun cumplido. Y algún día Él va a ser declarado justo por aquellos que habían dicho que El no era justo. Finalmente leamos los versículos 45 al 47 de este capítulo 20:

"Vino a mí palabra del Señor, diciendo: Hijo de hombre, vuelve tu rostro hacia el sur, derrama tu palabra hacia la parte austral, profetiza contra el bosque del Neguev. Y dirás al bosque del Neguev: Oye la palabra del Señor: Así ha dicho el Señor Dios: He aquí que yo enciendo en ti un fuego que consumirá en ti todo árbol verde y todo árbol seco. No se apagará la llama del fuego, y serán quemados en ella todos los rostros, desde el sur hasta el norte."

Dice aquí en el versículo 46, profetiza contra el bosque del Neguev. Algunos estudiosos creen que se refiere a Judá, y otros, como dice esta versión, al Neguev. Lo que está claro es que se refiere al sur. Y si usted ha recorrido alguna vez la zona del Neguev, se preguntará qué le habrá sucedido al bosque. Bueno, lo que ocurrió es que Dios lo juzgó. El dijo que lo iba a remover de esa tierra. Esa fue la tierra de la leche y de la miel, rica en agricultura y ganadería, pero cuando una la ve en la actualidad, no puede llegar a esa conclusión. Ha dejado de ser la tierra rica que fue y hoy ni siquiera tienen suficiente agua.

De modo que aquí tenemos una profecía muy destacada, que nos ha llevado en un recorrido por la historia de aquel pueblo, Algunas de estas profecías, las del castigo y juicio, comenzaron a cumplirse en aquellos días. Sin embargo, otras profecías contienen promesas para el futuro. Dios no ha terminado de tratar con ese pueblo, no con esa tierra.

Y bien, estimado oyente, vamos a detenernos aquí por hoy. Dios mediante, en nuestro próximo programa, pasaremos a considerar el capítulo 21 de Ezequiel recordando, como dijimos al principio, que los capítulos 20 hasta el 24 contienen las predicciones finales sobre el juicio de Jerusalén. Le invitamos pues, a que continúe acompañándonos en este largo recorrido por toda la Biblia y, durante estos días, por este interesante libro de profecía que es el libro del profeta Ezequiel.

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